El polichinela y la zapatilla por detrás (Diario)
Publicado en Sep 11, 2015
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El polichinela era para los mayores. En mi mente infantil quedó grabado aquel registro de Sara Montiel: entre los paisanos y los militares me salen a diario novios a millares como monigotes vienen tras de mí y a todos los hago que bailen así. Cata-catapum, catapum pon candela arsa pa'rriba polichinela. Cata-catapum, catapum, catapum como los muñecos en el pim, pam, pum. Hay un viejo loco que lo traigo frito y para que baile tiro del hilito, y aunque se resiste sin querer saltar, lo hace muy contento si me oye cantar. Cata-catapum, catapum pon candela arsa pa'rriba polichinela. Cata-catapum, catapum, catapum como los muñecos en el pim-pam-pum. Hay un señorito de esos calaveras, de esos que se pintan lunares y ojeras, que al verme en la calle ir con seis o más, siempre dice ¡ay nena que asediada estás! Cata-catapum, catapum pon candela arsa pa'rriba polichinela. Cata-catapum, catapum, catapum como los muñecos en el pim-pam-pum. Muy pronto intuí que aquellos del polichinela se refería, en lenguaje popular castizo madrileño, a los rufianes y alcahuetes que se las daban de filósofos con las mujeres y que salían siempre apaleados y con la cartera de los billetes vacía. Cosas de la vida de los mayores.
 
Pero yo era entonces muy pequeño; solamente un niño nada más. Y lo nuestro, lo de los niños y las niñas, era aquello otro de la zapatilla por detrás. También grabé aquel registro en mi memoria: A la zapatilla por detrás, tris, tras. Ni la ves, ni la verás, tris, tras. Mirar para arriba, que caen judías. Mirar para abajo, que caen garbanzos. A callar, a callar, que el diablo va a pasar. Así que recuerdo el círculo completo en la cocina de nuestra casa de Alcalde Sáinz de Baranda, allí donde mi abuela partía troncos de leña para calentar el fogón. Y había que estar "al loro" para no recibir algún zapatillazo que otro en "sálvense qué partes". Si te querías salvar sólo era cuestión de ser ágil mentalmente. Y mi mente comenzó a agilizarse día tras día, hora tras hora, en medio de aquel tumulto de risas que entraban en mi conciencia y salían cuando me daba una vuelta por el largo pasillo por tener la oportunidad de pensar. 
 
Pensar. Esa era la verdadera cuestión de aquella mezcolanza entre el pochinela y la zapatilla por detrás. Entre los mayores descubrí que la picaresca siempre termina donde comienza la inteligencia. Entre los niños y las niñas aprendí a navegar con rumbo propio. Si mi abuela me decía aquello de "abre bien los ojos nieto y ten cuidado con los antojos" era porque llevaba razón. De la comedia del arte a los sainetes de las costumbres diarias sólo había que dar un paso hacia adelante y salvar la barrera de lo desconocido.
 
Yo entonces sólo era muy pequeño. Un niño que tenía la costumbre de escuchar bien los cantos de sirena de ciertas damas para no entrar en la zona de los "juegos peligrosos" y, por eso, estaba sentado en el círculo de la cocina esperando a ser un poco más mayor para saber qué se escondía detrás de aquello del polichinela mientras despertaba mi agilidad mental para no recibir algún zapatillazo que otro. Ley de supervivencia se llamaba a todo aquello. 
 
Nota Adjunta.- Mi frase del día, que anoto en este mi querido y amado Diario es: "Muchas personas anhelan ser piadosas, pero ninguna anhela ser humilde". Quizás sea porque hoy en día siguen abundando mucho los polichinelas y ya los más pequeños se olvidan de la zapatilla por detrás. Quizás sí. Quizás no. Cosas del teatro de la vida. Los comediantes siguen estando de moda. 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Páginas de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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