UN EXILIADO VOLUNTARIO
Publicado en Sep 07, 2015
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Aunque es mexicano; la existencia en su país está casí en el olvido durante varios meses con el peso de su exilio voluntario. Sin embargo, con sueños de ternura, recordando esa frase de besos caídos de aquel poema borroso dedicado al país que lo vio nacer, aflorado en sus labios y sobre las hojas de la carpeta con el cansancio de las noches y con las sombras del sol, que todavía lo dejan inconcluso con su contradicciones y el enigma de su verdad que, para varias personas, son los relatos de una alma solitaria que intenta ser sensata en esta enredadera de agresividad en los dos países donde vive cada año, la cual crece enfrente de las rejas de las ventanas que extrañan esos boleros con versos de amor, convertidos en bocetos de un hálito luctuoso de la Paz, pues pensar en lo que la vida nos quiere enseñar, se pierde entre la bocinas de los autos con canciones que hacen alegoría a las bandas del crimen organizado que recorre kilómetros de la realidad del bello puerto de Acapulco entre llantos penas y suspiros de sus amigos costeños, quienes han perdido un familiar en esta guerra sin tregua, disfrazada en varios de ellos en la misericordia de la palabra de Dios, pues se conforman confesando que su destino es así y; ahí, es donde él intenta que su lápiz vuele en lo alto para decirles que no se dobleguen y transformen ese cielo gris a un color azul, de lo contrario, seguirán como el pez abajo del agua sin que nadie los conozca. Es que se ven caras entre coágulos de sangre, que hasta hemos olvidado las bellas puestas del sol o el arcoiris en el infinito del mar porque ya no observamos hacia donde está la bahía de Santa Lucía, sino a los costados o hacia atrás, cuidándonos de la bestial delincuencia: demonio que nos espera en cada esquina con la terapia del miedo en cada barrio, cuyos ecos del silencio, en realidad, son compañeros de esa misma mierda que corre en todos los barrios hasta el mar. Esa poderosa amenaza de la muerte que nos vuelve por la desconfianza fantamas sin derechos como los hombres, mujeres y niños que huyen de la guerra, caso contrario de ese acapulqueño que llegó a Bremen hace treinta años siendo un arquitecto mexicano, a quien le habían avisado que iba a ser papá de una niña que por parte de su mamá, tiene sangre alemana, o sea, ella, a pesar de su color canela, no tuvo el problema de andar visitando cada doce meses durante siete años el “Ausländerpolizei” –migración– como su padre para ampliar su visa con la pregunta obligada en alemán de cómo iba a mantener a su familia: ¨Money”, le dijo el encargado cuando vio en los ojos del extranjero que no entendía. El mexicano contestó con toda seguridad ¨No money¨”, sino ¨Hausman” –hombre de casa– palabra aprendida mientras el criaba a su hija y su esposa trabajaba dando clases de alemán a extranjeros, entre ellos hijos y nietos de alemanes que no regresaron a su país después de la guerra y se quedaron en Polonia y Rusia, así como estudiantes extranjeros y también refugiados de países como Irak, que como ellos él también aprendería alemán, no con su maestra, porque ella se enojaba de la pronunciación costeña de su esposo quien después de trabajar como periodiquero, ayudante de albañil, ayudante de brocha gorda, ayudante de electricista, cargador de muebles y finalmente de dibujante en una ciudad donde muchos perdedores de la Segunda Guerra Mundial escondieron su derrota para salir de sus ruinas y levantar con orgullo una gran nación, sin embargo con esa espinita de la derrota y con un odio escondido a los extranjeros que les vinieron ayudar, quienes como ellos también presentaban todos los años sus declaraciones de impuestos que, con una buena administración pública con escasos casos de corrupción, se transformaron en escuelas, en hospitales, en autopistas, en parques donde también jugaban los niños que no tenía sangre alemana, cuyos padres se sintieron menos rechazados cuando esa generación, educada con ideas de raza pura fue desapareciendo por el ciclo natural de la vida y sus hijos con la vergüenza de su historia, empezaron a ser más tolerantes y, además se fueron a conocer otras naciones, cuyos pobladores les decían “Deutchland gut”, como los inmigrantes que caminan muchos kilómetros porque el Estado ni los rebeldes respetan sus Derechos Humanos e, instituciones como la ONU que tiene el deber de defenderlos, se cruza de manos pues intereses internos, seguramente, económicos de China y Rusia, que no les permiten a los otros países permanentes a actuar para acabar con estos combates que, como siempre, solamente ocasionan destrucción de la cual escapan los que ya perdieron casi todo, menos los más importante: la vida que le da el último aliento para llegar con hijos y una mochila sobre la espalda, sobre todo, a un país que también exportó refugiados y aprendió de su propia historia negra a ser más humanitario. En consecuecia es uno de los pocos que ha abierto las puertas a los verdaderos refugiados, que, si deciden quedarse, luego del final de ese conflicto bélico, seguramente, buscarán un puesto de trabajo en una Alemania en donde los alemanes, por supuesto, tendrán la prioridad de obtenerlo. Por eso su hija y amigos no se preocupan de competir con el extranjero para conseguir un empleo, luego de terminar sus respectivas maestrias, más bien ellos se preparan lo mejor posible para competir con sus connacionales en donde también se encuentran los inadaptados que se nutren de ideas nazis y prenden fuego a edificos donde están amontonadas esas familias que, en muchos casos no habían querido dejar su país donde no tienen la oportunidad de vivir en libertad como el mexicano lo ha hecho al lado de su familia y amigos alemanes, quienes le aconsejan tomar su nacionalidad. Sin embargo, él prefiere viajar a México con un pasaporte y una visa ilimitada como un exiliado voluntario pues, si la situación se pone de color negro en contra de los extranjeros a donde él se fue para ver nacer a su hija, no regresé como un refugiado al terruño querido, pues prefiere morir de un balazo perdido de un narco o un militar a un balazo de un cabeza rapada, tatuado con logos nazis. Y si la suerte lo acompaña en salud, dinero y un amor alemán, irá solamente desde el puerto de Acapulco a visitar a los nietos junto con la madre, que aunque suene racista, prefiere salgan un poco blanquitos para que no los confundan como latinos, es que nunca se sabe si en Alemania pueda salir, no otro Hitler, sino otro Trump, pues hasta que no enténdamos que, sólo nosotros, como ciudadanos podemos cambiar el destino de un país sin que nos divida la religión, la política, ni las clases sociales, seguiremos observando niños con caritas hambrientas, manchadas de sangre o llenas de arena, huyendo a mundos dizque feliz, sin saber que son, realmente, los causantes de sus muertes, o sea, de esas fotos que nos conmueven...
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Foto del autor Carlos Campos Serna
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Descripción

Un exiliado voluntario

Palabras Clave: extranjero exiliado refugiados mandatarios

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Carlos Campos CAmpos Serna

Derechos de Autor: Carlos Campos Serna


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