Me gustas de blanco, tengo que decirlo. Bastaría con decir Me Gustas, porque así es, pero quiero decirte que me gustas de blanco, como vienes hoy vestida, a rayas, delineada en tu contorno por los ajustes y pliegues de tu ropa.
Me gustas de blanco, pero no sólo por eso, sino también por tu forma de pasar a mi lado y voltear como si fuese un impulso, y mirarme así con tus ojos grandes y llenos de luminosidad, así con ese gesto de contento que contagia, como si mi presencia fuera para ti algo tan grato como lo es tu existencia para mí.
Me gustas de blanco y me gusta tu forma de frotar tus manos para cubrirlas del olor de tu crema, esa fragancia que seductora abre ventanas en el aire y me señala dónde estás.
Me gustas de blanco, pero también de negro y de verde con azul y de rojo y de suéteres y bufandas, de blusas y camisas, de faldas y pantalones, de accesorios o sin ellos. Con glamour o sin él.
Me gustas de blanco, claro, y me gusta pensar que te gusto.
Me gustas así, radiante y clara, con ese deslumbramiento que vas dejando en tu camino, en tu paso frente a mí.