En la nómina de empleados del Banco Hispano Americano de Madrid había una gran cantidad de árbitros de fútbol. Algunos de ellos llegaron a ser de Primera División y hasta alcanzaron la internacionalidad, como fue el caso de Juan Martínez Banegas; pero otros, lamentablemente y para deshonra del Colegio de Árbitros de Madrid, fueron tan nefastos que jamás alcanzaron ni tan siquiera a ser de Tercera División o si alcanzaron la Tercera División fue por enchufes, como sucedía con el facha Juan Antonio Sancho Ochaíta quien, tal vez o precisamente por ser un facha, me tenía una tirria de envidioso que no he visto jamás en ningún otro árbitro que ha dirigido partidos de fútbol y fútbol sala en los que yo he participado. No sólo me anulaba goles completamente legales sino que, además, con un descaro y una desfachatez increíble (impropios no solamente de un árbitro sino de cualquier persona que se digne llamarse persona) hacía la vida imposible a todos los equipos en los que yo jugaba hasta que conseguía que perdiéramos debido a su parcialidad a favor de los fachas de Serrano. El nefasto Ochaíta es de tan desagradable recuerdo para mí que ya hasta le he olvidado por completo, salvo cuando tengo que echar mano de mi memoria para denunciar sus trampas impropias de cualquier árbitro que se precie de serlo y que llenan de deshonor las competiciones del Banco Hispano Americano. Menos mal que un día le metimos tal paliza -en fútbol sala- a los de Serrano que nunca jamás volvió a aparecer el nefasto Ochaíta a cara descubierta. ¿Tienes algo qué decir en contra, trotón Esteban, que sólo sabías trotar como un desesperado, pegar patadas a diestro y sinietro, perder constantemente los nervios, liarte a puñetazos con los rivales y fantasmear de que eras futbolista ante Arana que te daba mil vueltas en saber de esto del fúbol, sólo porque Ochaísta os respaldaba? Pues ya lo sabes, amigo Esteban. Que os ampare Amparo si sigue teniendo ganas de estar con vosotros.