UN DÍA DOMINGO
Publicado en Jun 22, 2015
Observo los montes; nombrados Alpes Albaneses, la arquitectura del comunismo en las paredes sin aplanar, la modernidad en las fachadas con aplanado, pintadas de varios colores y ventanales de vidrio en los edificos. Sin salir a la terraza, escucho patear a los niños una pelota en la calle. Cierro mis ojos por unos segundos y me veo a la una de la mañana en la calle de mi barrio la Progreso jugando una panchaguita que hace muchos años ya no he visto hacerla, corriendo atrás de la pelota, a los hijos de los que alguna vez fueron mis compañeros en el equipo de El Real Madrid. Hace calor en Tirana, apenas un airecito entra por mi ventana, que refresca mi cuerpo y remueve más mis cabellos despeinados. Estoy preocupado porque enfrente en donde nací no se quiere ir mi tocayo: el huracán Carlos, que produce vientos con una velocidad de ciento cincuenta kilómetros por hora y mucha agua. Estoy siguiendo su curso por algunas informaciones que algunos conocidos y amigos suben en Internet. Para tranquilizarme me pongo a corregir la últirma página de mi último libro:
“Pasando la tormenta de las votaciones, Rosa y yo nos sentíamos extrañas, pues nuestros espíritus tenían ese vacío de la zozobra y la esperanza de que los ganadores cumplíeran sus promesas a los perdedores de esa contienda camufleada de pluralismo, o sea, a nosotros, pues los candidatos que ya sentían que iban a salir todos los días en los periódicos, esperarían pacientes para las próximas elecciones para recuperar todo lo que invirtieron en la campaña como lo iban hacer los vencedores que si harían obra pública con las cepas en las calles recién pavimentadas porque a los ingenieros civiles del ex presidente municipal que fue contraticante de Perfecto a la gobernatura del estado, se les olvidó poner un tubo de mayor diámetro en el drenaje, naturalmente, cotizado en la estimaciones que, con el porcentaje del sobrecosto de las obras, ayudaría a los ciudadanos que son animales políticos, a denunciar una vez más la compra de votos con la entrega de despensa y de dinero en efectivo a cambio de la credencial con la que votó la pobreza de donde personas de la tercera edad en esa elección fueron engañados. Un asesor de campaña les prometió que iban ver en una pantalla de alta definición a sus artistas preferidos con todos los defectos de sus caras y no las orejas de burro como le dijo una abuelita a la Gordis Adame, una líder social que cambia de partido, según, a como le convenga. –Hubiéramos estado contigo Gordis. No se vale, tus enemigos nos prometieron las teles. Estuve desde las cinco de la mañana en la iglesia a que venieran esos desgraciados. Nos vieron la orejas de burro. Ya nos chingaron...Ahora sí, como ya les ayudamos. Se acabó el amor...Nos chingan con todas las de la ley, pues está prohibido comprar votos. –Con todo el respecto te digo. Ya estás vieja y todavía no se te quita lo pendejo. Eso fue por traicionarme y no seguirme. ¿Ahora a quien vas a mirar en la tele? ¿Al hombre invisible?..Pero, como no soy rencorosa, hay nos vemos para la próxima elección, que ahora sí, voy por mi ¨Rotopla¨. –Oye, no tienes diez pesos que me prestes para comprarme unos taquitos de canasta. No he comido nada desde la mañana... CAPÍTULO XV EL AMOR Y la que casi estaba anorexica (voy a consultar al tumbaburros porque no sé, si esta palabra lleva acento) por culpa del amor era Celeste Estrella”... Terminé mi penúltima corrección...¿Cuántas de ellas serán?..No lo sé. El libro está en la página ciento ochenta. No volaron con un nuevo airecito, que me recuerda otra vez a mi tocayo. Me voy con el maus para cerrar la página del libro que todavía no tiene nombre y no está impreso. De reojo observé la última frase de mi texto. Tengo que pensar por qué una mujer enamorada no come... Todavía escuchó jugar a los niños en la calle sin que sus padres tengan miedo a que los secuestren. Creo que, aunque todavía no hablo el albanés, me gusta estar en Tirana, pues muchos sucesos que pasan en la calle me recuerdan mi niñez, cuando sin miedo los niños salíamos a jugar e íbamos a la escuela sin que se preocuparan nuestros padres. De los únicos que corríamos -sin tenerle miedo-, eran de los pandilleros de la calle Michoacán, que nos querían quitar los tenis, bueno, a mis amigos, pues yo nunca llevé Converse, que también no los quitábamos cuando la lluvia se transformaba en un río por la bajada de esa calle; corriente, que doblaba por la calle Durango y luego tomaba el cauce hacia la playa por la calle Niños Héroes que este domingo, seguramente, también se encontraría rebasada de agua de lluvia. Eso esperaba, porque cuando se mezcla con la corriente del Río del Camarón, ahora sin camarones, pero con muchas ratas y cucarachas, puede ser peligroso. Entra otra ventisca, mientras me dirigo a la cama, no a dormir, sino a tomar el libro que dejé de leer a la mitad la noche anterior. Vuelvo a la computadora para mirar en el Facebook para saber si hay nuevas noticias de mi tocayo. Todavía está varado enfrente de Acapulco. Luego busco en el interior del libro el separador que me hizo recordar, después de siete años, que alguna vez fui arquitecto: la hoja doblada, que había dejado en el inicio de un capítulo con el título de “Amor”, era mi último proyecto porque un día que desperté le dije a mi mujer que ya no quería ser arquitecto y desde ese día no he parado de escribir y de saber. Leo todo el capítulo sobre el ¨Amor¨ en el libro de Carlos Fuentes que empieza así: “En Yucatán, el agua nunca se ve. Corre subterráneamente, bajo una frágil capa de tierra y piedra caliza. A veces, esa delicada piel yucateca aflora en ojos de agua, en líquidos estanques –los cenotes-....Creo que el amor es como los ríos ocultos de Yucatán¨.... Luego de terminar esas tres páginas no tengo ganas para continuar leyendo porque, aunque no soy el huracán, yo también estoy varado en dos temas: El primero que mi tocayo no se lleve la casa de mi madre que se encuentra cerquita del ¨Río de lo Niños¨ como renombré en uno de mis texto al Río del Camarón. Y el segundo, el culpable que tiene al borde de la muerte a uno de mis protagonista...Abró la página de nuevo, donde se encuentra mi texto y me quedo algunos segundos pensando para continuar escribiendo sobre el “Amor”. Lo único que se me ocurre, pensando en vientos huracanados, es un poema femenino de amor electrizante que no sé, sí servirá para la continuación del texto: Ven a encender mis seguros para que veas esa iluminación que presentan mis pezones instala mis cables sexuales para que prendas la ampolla de mi vulva aumenta con tus dedos la temperatura de mi pequeño filamento y te aseguro que alcanzáremos esa fusión de vientos huracanados que dejarán mudos sin el trueno a los relámpagos pues quedrán escuchar nuestros gemidos electrizantes no tengas miedo de morir electrocutado por un infarto evitaré el cortocircuito no cruzando las piernas seré solamente tu descarga estática para esa adhesión de nuestros órganos más púdicos que nos conectarán sin importar quién es el positivo o el negativo sólo hazme temblar mis pechos y mis nalgas con el verso de tus caricias para fundirnos en una sola existencia que resanará nuestras desilusiones y heridas pasadas... Los niños siguen jugando fútbol en la calle. Regreso al Facebook. Leo que mi tocayo ya se tranformó en tormenta tropical, me tranquilizo y me pregunto: ¿Ahora qúe hago?. Me pongo a escribir este texto. No me di cuenta que oscureció. Otro día menos de mi existencia. No termino este escrito, me falta la corrección. Mi mujer me echa un grito. Quiere que ya esté junto a ella... Hoy lunes me levanté. Abrí el Face. Leí que mi tocayo ya se fue. Estoy más tranquilo. Luego fui a quitarme la mugre dominguera de mi cuerpo. Oliendo a desodorante Axe, abrí la ventana de mi cuarto de trabajo. Entra un aerecito. Me despeina mi cabello recién lavado. Veo los Alpes Albaneses alumbrados por el sol. No escucho los gritos de los niños...Ya terminé la penúltima corrección de este texto...¿Y ahora qué hago?..Bueno, tengo que desayunar. Y como el poema no me va a servir. Tengo que pensar cómo sigo matando de amor a la que lleva acento, o sea, a la anoréxica...
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