el cuento vacío
Publicado en Oct 16, 2014
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El cuento vacio
Descalza y en harapos, con los ojos desenfocados, decía ella, entre nuevos deseos sobre viejas carencias: Me siento más sola que la luna. Mi pecho no sabe de despedida, ni quiere, ni puede decir adioses. Mi bronca se hace nudo y el nudo se hace llanto sobre el grito que guardaba adentro llamando al que está afuera, preguntando con angustia a los presentes ¿Dónde está? Y cuando el grito sale buscando igual me sigue angustiando y esa angustia no me  alcanza para vivir. Decía ella, aguantando el desahogo, lo mismo que un amigo dijo: “La muerte es la garantía del cambio, y el precio de otras vidas” decía yo: ¿No habrá otro camino, otra ruta para el cambio? 
Noche a noche aturde la astilla de la ausencia y con eso aporrea los tímpanos ajenos con gritos de dolor, llora en tres o cuatro idiomas diferente, mientras decía ella: Él es una de mis nostalgias y no hay otro que compensara su ausencia.  Llora tanto que a esta hora ya es una inundación, para caer desecha, para deshacerse un poco más, para no ahorrarse una gota de sal, con ese silencio a dos voces, mientras en la memoria se hace y deshace entre reproches, dudas e introspecciones, en esa frontera de las preguntas mescladas de melancolías entre negaciones y aceptaciones de culpas de haberlo sacrificado todo y no haber logrado nada. Preguntaba yo: ¿Hasta cuándo? Decía ella: Hasta que deje lastimar la ausencia, hasta que olvide ese nombre, hasta soltar todo ese dolor, ese desconsuelo, hasta quedar limpia o perder la razón en el intento y salir de esta experiencia carcelaria.
Yo la vi sola y en silencio como rezando pronunciando ese nombre, con las manos anudadas, algunas veces levantaba las manas como si quisiera atrapar ese abrazo merecido, como si estuviera invitando a ese abrazo doble y verdadero e inminentemente suyo y en su imaginación se abrazó a él con más fuerzas que antes.
Yo le  pregunté ¿Cómo estás? Ella me dijo: Como usted habrá visto aquí abundan los soñadores, amarrada aquí yo le doy libertad a mis ojos para hacer visitas, los domingos por las mañanas voy a la playa, corro por la arena, hablo un poco con el mar, le cuento mi intimidad en desorden, sus olas siempre están dispuestas a escuchar,  a veces escucho las quejas de algún viento lejano de otro mar, en este lugar las dudas, los miedos, los rencores ya me parecen remotos, donde el destinatario siempre está y el contacto nunca queda trunco  ni corre a esconderse, en este lugar la noche es tibia, el silencio no lastima y tu forma es sin falacias, a estos muros los lleno con tu recuerdo, aquí el vacio no es una opción, aquí se disfruta la serena paz de los  vencidos con la evasión como derrota, donde   la locura era la defensa obligada, la sola forma de estar vivo y soportar tu ausencia, a esa tu indiferencia bien lograda y sin fisuras…  me dijo esto con una sonrisa herida  y sus ojos secos. Yo le dije terminó tu larga penitencia.  Entonces ella me dijo: Ya no tengo coraje para salir de aquí, con mucho corazón te digo, ya no puedes arrancarme de aquí, elijo con dolor, mejor quedarnos aquí como una enmienda de mi memoria, entonces ella,  cerró nuevamente los ojos para creernos  felices.   
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Foto del autor gonza pedro miguel
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Descripción

relato

Palabras Clave: el cuento vacío

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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