Somos tan distintos, que si a Hitler no lo hubieran hecho cenizas y nos viera juntos, seguro se retorcería en su tumba del coraje. Yo con piel negra, tú con piel blanca. Yo un simple plebeyo saboreando el huevo, tú alguna vez baronesa saboreando el caviar. En verdad, somos tan distintos, que yo parezco siempre un universitario y tú tan elegante, quizás, por eso yo nombro héroes a los gerrilleros y tú los nombras terroristas. Y así con esas diferencias de un escritor inútil y una profesional con éxito, hemos intentado respetarnos con todos nuestros diferentes defectos en esta historia de recuerdos y olvidos que se van adentrando en nuestros rincones personales, que todavía no esperan la muerte, pues hay cuestiones por resolver. Por ejemplo, yo, no sé tú, porque como dije antes, somos tan distintos, quisiera estar con la soledad para que pasen los segundos, los minutos, las horas, esperando tu ausencia cuando andas afuera con tu éxito. Pero, tampoco importan si pasan las semanas con mis sueños de hombre y es que otro no podría ser tan absurdo como yo, pues con mis remiendos de nostalgias dejo siempre esa ültima frase o, esa última palabra de mi amor textual, el cual se queda suspendido sobre el poema imperfecto dibujado con muchas lineas centrales de las diferentes posiciones de tu espalda, tomando como punto de partida tu cuello hasta la división de tus nalgas o, viciversa, dependiendo de mi inspiración, así como de mi temperatura corporal. ¡Carajo!, hasta en eso somos tan distintos, sin embargo, en mi opinión, en eso no eres culpable, pues yo nací en tierra caliente y tú en tierra fría...