Hace muchos siglos, antes de que el tiempo diese sus primeros susurros de existencia, yacía yo, dormido, a la sombre de un viejo árbol.
Sonando en la nada de la que provengo y esperando regresar a ella, entonces el viento soplo, suave, calmo, cual caricia delicada sobre mis mejillas.
En ese instante, escuche su voz, el árbol que generoso me brindo su sombre en medio de este desierto, por vez única y primera, hablo.
Lentamente, abrí mis ojos y al escullar so voz, proveniente de entre sus ramas, le sonreí.
"Humano"-Me dijo con voz calma y savia, "tú que yaces a mis pies, y te cubres de le impetuosa realidad a mi sombra, dime, ¿Cuál es tu propósito?
"ninguno"-respondí, escuchando me a mí mismo por vez primera, “Los hombres no tenemos, ni tendremos propósito...pero aun así somos responsables de todo".
Un pajarillo se posó en una rama y me miro con confusión antes de que el árbol continuase.
"Entonces, ¿Por qué estas aquí?", ¿no es acaso que has venido a mí para cumplir tu misión?, ¿No es acaso que has venido por algún motivo?
Poniéndome de pie, puse una mano sobre la cálida corteza de mi acompañante y respondí-"Vivir...sin vida...Frágiles...por culpa de nuestra propia fuerza".
Una vez más, el pajarillo me vio con mirada inquisitiva y continúe-"Crear, y destruir frágiles de mente y cuerpo “, me volví para contemplar el basto desierto que nos rodeaba.
"Nosotros lo humanos, no tenemos propósitos, solo deseos y sueños" "y es en la bastedad de ese caos, en ese desolado mundo que es mente y alma, que nos encontramos a nosotros mismos"-Susurró son dulzura el árbol.
"si...así es"-Respondí. En ese momento una lagrima rodo por mi mejilla, no de tristeza, no de alegría, solo una lágrima cálida.
Entonces el árbol me rodeo con sus raíces y me acurruco en su seno y una vez más cerré mis ojos para esperar a que el hombre, se decida a ser humano.