Una vieja deuda (Novela del Oeste) -3-
Publicado en Apr 05, 2014
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- Cesáreo, me debes muchos favores desde que eras un simple ladrón de bicicletas.
- ¿Qué quieres decir con eso de que te debo muchos favores desde que éramos dos simples ladrones de bicicletas, Gimi? ¿O no eras tú tan ladrón como yo?
- Lo que quiero decir es que ha llegado ya la hora de que me ayudes a que El Poyote sea mío.
- Tú bien sabes que El Poyote pertenece legalmente, y sin duda alguna, a la señorita Mercedes Bank.
 
Gimi Morgan dio un trago a su güisqui antes de seguir hablando...
 
- A veces he pensado que no debí haberme casado tan pronto. 
- Ya te advertí que tanto tú como yo éramos demasiado jóvenes como para casarnos sin saber casi nada de la vida. Por eso yo supe esperar mi momento más adecuado para hacerlo.
- Fue como una traición.
- No te quejes tanto, Gimi. Eras demasiado joven para casarte, pero tienes una esposa guapa y, además, gracias a ella te has convertido en el hombre más acaudalado de Laredo.
- Pero existe Mercedes Bank...
- Hablando de Mercedes Bank ¿qué qué es lo que realmente te sucede con ella?
 
Gimi Morgan volvió a dar otro trago a su güisqui antes de tomar de nuevo la palabra...
 
- No creo que eso te deba importar a ti por mucho que seamos viejos amigos.
- Bebes demasiado alcohol, Gimi Morgan, cuando sale a relucir el tema de Mercedes Bank.
- Es que me gusta demasiado...
- ¿Beber o Mercedes?
- Ambas cosas a la vez.
- ¿Por qué no la olvidas para siempre y la dejas vivir en paz? Te ha dicho ya más de mil veces que no; que no te va a vender ni un sólo palmo de las tierras de El Poyote y te ha dicho ya más de mil veces que no; que jamás se casará contigo por dos razones muy lógicas: la primera de ellas es que eres un hombre casado y Mercedes no quiere tener ningún lío con ningún hombre casado. La segunda es que no quiere casarse contigo, aunque fueses soltero o estuvieses divorciado, porque no le gustan, para nada, los hombres como tú. 
- Eso último es lo que me descompone y lo que intento superar a como dé lugar, amigo.
- ¿Quieres traicionar a Betty Oswald?
- ¿A qué mujer se la traiciona cuando la dejas porque otra te gusta más?
-  ¿Aunque Betty Oswald sea tu esposa?
- Sí. Aunque la millonaria Betty sea mi esposa.
- Ya la has tracionado decenas de veces, Gimi. ¿No tienes suficiente con eso?
- Pero esta vez sería la definitiva y por eso tú me tienes que ayudar.
- Escucha bien, Gimi. Tú eres más solido que yo. Tú eres el muro de piedra, compacto, firme y duradero. Yo soy el alegre estuco que lo revoca. Tú estás hecho del mismo material de los conquistadores. Creo que has nacido demasiado tarde. En ti hay mucho de aquellos hombres que conquistaron este Oeste americano en base a las armas y a la dureza de sus corazones. No sólo has conservado tus territorios sino que los has aumentado mucho más que cualquier otro hombre de estas tierras. Es un grave error para tus intereses que te fijes en Mercedes Bank y la quieras convertir en propiedad privada tuya. Ella no es de la misma clase que todas esas con las que le engañas a Betty. No es una de esas mujerzuelas de los arroyos sino una señorita de muy alta clase social. Se le nota hasta en la mirada. Por otro lado, tu ambición de apoderarte de las tierras de El Poyote va en contra de sus legítimos derechos. Y no ha cometido nada ilegal como para poder expulsarla de Laredo. Sólo tu avaricia puede ser una excepción. 
- Nunca se me ha ocurrido hacerla ningún daño personal a ella pero, al igual que se compran las cosas soy de la opinión de todos los que creemos que se puede comprar a las personas.Todos los hombrres tenemos un precio y las mujeres también. Y no hay nada de inmoral en ello.
- Para un hombre tan maduro como tú puede ser cierto, pero eso no deja de ser un atropello a la libertad de las personas. Y, además, para mujeres tan jóvenes como Mercedes Bank no es verdad. ¿Es que no puedes comprender la diferencia que existe entre tus puntos de vista y los de ella? Sois tan poco compatibles que jamás funcionaríais bien ni llegando a un acuerdo matrimonial por intereses; cosa que dudo que ella haría bajo ninguna circunstancia.  
- Mi padre me enseñó que la atracción física supera a los prejuicios morales. No creo que sea inmoral desear a una mujer tan joven como ella sino todo lo contrario.
- ¿Estás hablando de volver a legalizar la esclavitud?
- Algo parecido. ¿Cómo puede Mercedes Bank rechazarme sin darme explicación alguna?
- ¡Tú puedes rechazar auna mujer que no te gusta?
- Por supuesto que pouedo. He rechazado a muchas porque no me gustan.
- Pues por ley de equidad e igualitarismo de géneros hay muchas mujeres que también te pueden rechazar a ti porque no les gustas. Considera que Mercedes Bank es una de ellas. 
- Esa tal Mercedes Bank ¿desconoce cuál es mi poder social, económico y hasta de convicción?
- ¿Y tú qué sabes de ella? Podría darse el caso de que no necesite, para nada, tu poder social, económico y hasta de convicción.
- Por eso quiero que la investigues.
- Puedo investigar quién es, de dónde viene y para qué ha venido a Laredo pero nada más. Y eso que me parece que es inmoral investigar todo eso. No es ilegal pero es inmoral. 
- ¿Por qué es inmoral?
- Porque ella jamás ha investigado quién eres tú, de dónde vienes y qué haces aqui.
- ¿Estás conmigo o estás conitra mí?
- Cuando dices eso me recuerdas al viejo barbero Marian Garjo. Te portas tan patéticamente ridículo como él.  
- Tú investiga todo lo que puedas sobre ella y el resto déjamelo de mi cuenta.
- Gimi... ¡no te metas en líos con Andrew Castel!... porque el sheriff no va a permitir que te impongas a nadie usando la violencia de las armas.
- Bien sabes que yo lo consigo todo sin tener que hacer ni un solo disparo con mis pistolas.
- Pues se rumorea que, últimamente, hay demasiados pistoleros en Laredo. 
- El Oeste americano es libre hasta para los tipos de esa calaña.
- Investigaré a fondo lo relacionado con Mercedes Bank pero nunca yendo en contra de los límites que me impone la Ley. Soy el juez supremo de Laredo y todos los habitantes de Laredo confían en mí. No quiero perder, para nada, los privilegios que tengo.
- Pero resulta que eres el juez supremo de Laredo gracias a mi apoyo incondicional; así que deja de hacerte tanto el importante y deja de amenazarme, porque soy lo suficientemente veterano para saber lo que hago.
- Esperemos que sea verdad.
 
- ¿Estáis viendo estos papeles?
 
Todos los parroquianos del saloon de Michael Parja observaban, alrededor de la mesa, los planos diseñados por Mercedes Bank.   
 
- ¡Ostras! ¿Qué es todo esto? 
- ¿Quieres o no quieres trabajar a cambio de un sueldo mensual mucho más que digno?
- ¡Anótame en la lista! Me llamo Richard Gallart.
- ¡Perfecto! ¡Richard Gallart es el primer valiente que da un paso al frente! ¿Alguien más quiere apuntarse en la lista?
- ¡¡Un momento, forastero!! ¿Quién eres tú?
 
Stranger levantó la cabeza y le contemplo durante unos segundos enfrentando su mirada con la del pistolero.
 
- Stranger. Llámame sólo Stranger. ¿Y tú quién eres?
- "The Black". Llámame sólo "The Black" porque soy el novio de la muerte.
- ¿Quieres ser el segundo de la lista?
 
El pistolero vestido de negro desde el sombrero hasta las botas soltó una sonora y brutal carcajada.
 
- ¡¡¡Jajajajaja!!! Veo que eres demasiado joven y excesivamente inocente para comprenderlo.
- Y yo veo que eres demasiado viejo para entenderlo. 
- ¿No sabes, pipiolo, que en este saloon solamente se viene a beber, a jugar y a divertirse con las nenas? ¡Es ilegal hacer negocios aquí!
- ¿Quién prohibe eso cuando el negocio es lícito? ¿Hay alguna ley que lo prohiba?
- ¡Mis dos pistolas dictan siempre la ley en este lugar y en todo Laredo!
- ¿Eres el sheriff de esta ciudad?
 
El pistolero vestido completamente de negro soltó otra sonora y brutal carcajada.
 
- ¡¡¡Jajajajaja!!! ¡¡Yo no necesito ninguna estrella!! ¡Todos saben que quienes no aceptan la ley de mis dos pistolas mueren para siempre y de verdad!
- ¡¡Me borro!! ¡¡Me borro de la lista, Stranger!! Prefiero vivir.
- ¿Te borras de la lista, Richard Gallart?
- Me da pena por Mercedes Bank pero me borro de la lista.
- ¿Alguien quiere ocupar su lugar?
 
Nadie dijo nada. Todos guardaron un sepulcral silencio. 
 
- ¡Ya ves que nadie quiere trabajar para ti, extranjero!
- No van a trabajar para mí sino para la bellísima señorita Mercedes Bank.
 
Una tercera, sonora y brutal carcajada, salió de la boca del pistolero.
 
- ¡¡¡Jajajajaja!!! ¡¡Eso es tener demasiada hambre, extranjero, y nadie de los aquí presentes pasan hambre con lo que ganan!! ¡Así que haz el favor de recoger todos esos papeles y largarte poor dónde has venido! No quiero verte ni un minuto más en esta ciudad de Laredo ni tan siquiera en los alrededores de esta ciudad de Laredo. Si es posible marchate de Texas si quieres seguir viviendo. Es un buen consejo gratuito.  
- No son papeles sino planos. Quizás sea demasiado para tu corta inteligencia saber distinguir entre lo que son unos papeles y lo que son unos planos. 
- ¿Me estás llamando paleto?
- Te estoy llamando ignorante.  
- ¡¡¡Jajajajaja!!! Veo que luces unas bonitas pistolas, Stranger.
- Tienes mucha suerte, "Black", porque no he venido a hacer uso de ellas; pero si tú eres el novio de la muerte yo no estoy comprometido con nadie ni deseo estar comprometido con nadie hasta que Dios lo disponga.
- ¡¡¡Jajajajaja!!! ¡¡Todos los cobardes citan siempre a Dios!!
- Pues yo he aprendido que todos los cobardes citan siempre a la muerte.
 
"The Black" se quedó, por un momento, sin saber qué responder...
 
- ¿Te has quedado mudo, "Black"? ¿Puedo ya seguir con mi negocio?
- Está bien. No vamos a usar las pistolas pero vamos a resolver este asunto como dos hombres. ¡Ponte en pie si te consideras ya un hombre!
 
Stranger se levantó de la silla y apartó la mesa a un lado.
 
- ¿Das tú el primer golpe o lo doy yo, ridículo novio de la muerte? 
El primer golpe fue un puñetazo que se estrelló en la mandíbula de Stranger pero, aunque le hizo tambalearse ligeramente, no logró que cayera al suelo. El segundo golpe lo recibió Stranger en la boca del estómago y le hizo doblarse hacia adelante; pero cuando "The Black" iba a propinarle el golpe definitivo, Stranger hizo un gran esfuerzo y ayudándose con todo el peso de su cuerpo delgado pero mesculoso, impactó un puñetazo, con su derecha, en la barbilla de "The Black" que éste, después de ser levantado unos centímetros en el aire, cayó sobre el suelo con enorme estrépito. Perdió dos de sus dientes y, aunque totalmente aturdido, se irguió como pudo, cogió una silla y la lanzó contra Stranger; pero, al esquivar éste el golpe, la silla se estrelló contra el corpulento cuerpo de Richard Gallart. Aquello fue la chispa que inició la batalla campal. En un primer momento eran Stranger y Richard Gallart contra todos los demás pero, en muy poco tiempo, y debido a que los dos resistían en pie, la lucha se generaliizó de tal manera que todos empezaron a golpearse contra todos. Nadie preguntaba nada a nadie. Todos se pegaban con quienes encontraban a su alcance. El asunto era pegar y evitar que te pegaran. Allí ya no había ni amigos ni enemgios sino que todos eran rivales a los que había que sacudir sin decir nada. Era la ley de la brutalidad por la brutalidad misma. Era la ley del más fuerte. Era la ley del viejo Oeste americano. Cualquier cosa valía para golepar a los demás. Los puños, las sillas, las botellas. Era tan enorme el estruendo que nadie escuchó las palabras del sheriff Castle que había acudido, junto con su ayudante Louisville y avisados por la señora Laura Bardot, para acabar con aquella descomunal batalla.
 
- ¡¡¡Quietos todos!!! ¡¡¡Dejen la pelea en este mismo instante en nombre de la Ley!!!
 
Viendo que todos seguían zumbándose de manera tan irracional, Andrew Castle no tuvo más remedio que diparar tres veces, con su rifle, al aire.
 
- ¡¡¡Bang!!! ¡¡¡Bang!!! ¡¡¡Bang!!!
 
Aquel si era un lenguaje que conocían todos y, de repente, todos quedaron quietos...
 
- ¿Quién ha iniciado esta brutal pelea?
- ¡Ha sido él, sheriff!
- ¿Es cierto lo que dice "The Black", forastero?
- No soy forastero sino extranjero. Llámeme Stranger. Llámeme solamente Stranger. 
- ¡Está bien, extranjero! ¿Has sido tú quiien ha iniciado esta brutal pelea?
- Yo no he sido el que la ha iniciado pero soy el culpable de ella.
- Entonces... 
 
Andrew Castel dudó por unos segundos...
 
- Siga, sheriff. Vuelvo a repetir que yo soy el culpable. 
- Entonces no tendrás ningún reparo en que te detenga y vengas con nosotros y te meta por unos cuantos días en la cárcel de Laredo. ¿De acuerdo o tengo que usar la violencia?
- La violencia no es mi idioma.
- Pues al parecer aquí tu idioma ha cambiado de lenguaje.
- No tengo ningún reparo en visitar la cárcel de Laredo. Quizás tenga usted una oficina hermosa, sheriff.  La oficina y la cárcel más bellas de todo el Oeste americano. ¿Me equivoco?
- ¿Te quedan ganas para ser chistoso?
- Me quedan ganas para seguir gozando un poco más.
- Te advierto que no va a ser una visita de cortesía sino que tendrás que permanecer encerrado con las ratas hasta que yo lo crea conveniente.
- De acuerdo. No hay inconveniente alguno.
 
- ¡¡Mercedes!! ¡¡Mercedes!! 
- ¿Qué te pasa, Laura Bardot? ¿Has visto algún fantasma?
- ¡Mucho peor que eso, Mercedes!
- ¿Qué puede ser peor por estas tierras que ver a un fantasma?
- Un gran número de hombres se han enzarzado en una batalla campal dentro del saloon de Michael Parja.
- ¿Y cómo ha terminado la fiesta?
- No es ninguna broma, Mercedes.
- Está bien. ¿Cómo ha terminado el asunto?
- Andrew Castle y su ayudante George Jean Louisville han detenido a un tal Stranger y le han encerrado en la cárcel de la oficina del sheriff.
 
A Mercedes Bank se le encendió el rostro de ira pero se contuvo para no mostrar el sentimiento de disgusto que tenía.
 
- ¿Puedes quedarte vigilando mi casa por un par de horas, Laura?
- ¿Qué vas a hacer, Mercedes?
- Solucionar un asunto que, al parecer, los hombres son incapaces de solucionar por sí mismos.  

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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela del Oeste americano.

Palabras Clave: Literatura Prosa Novela Oeste Ficcin.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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