Diez meses ( 39, 40 )
Publicado en Mar 25, 2014
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39
Demasiado tiempo libre para pensar, anotó Alicia mentalmente, en la lista de los inconvenientes de trabajar de noche.
Recrear el pueblo en la ciudad. Al principio la idea le pareció tan disparatada que no se molestó en evitarla, convencida de que desaparecería por si sola. Su pasividad la hizo fuerte. Bien asentada, la idea se adueño de las noches de guardia. En esas horas eternas, la mimó y le dio forma, moldeándola hasta casi parecer sensata. Si lo era o no, lo sabría en breve, se dijo, empujando la puerta de la librería.
Si a Pedro le sorprendió ver aparecer a Alicia a primera hora de la mañana no lo demostró. Después de interesarse por cómo se encontraba, siguió leyendo el periódico que tenía extendido sobre la mesa.
Alicia se sentó al lado de Pedro removiendo el líquido marrón con el que pretendía contener el sueño.
– ¿Te ha dicho Luís que han llegado los libros que encargaste?
–Si – dijo Alicia.
–Es una obra muy interesante para comentarla en grupo – dijo Pedro sin desviar la mirada del periódico.
Alicia le observó conteniendo la risa. Ella no le había hablado del taller de lectura, pero no le extrañó que Pedro lo supiera.
–Hoy no quiero hablar de libros.
– ¿Y de qué quieres hablar?
– ¿Recuerdas el tarro de miel que te di en navidad?
–Si, estaba muy buena.
–Regalé parte del paquete que me envió Amalia.
La reacción de Pedro fue mínima.
– ¿Sabes cuánto hubiera ganado de venderlo? – se impacientó Alicia.
El periódico perdió la batalla que mantenía con Alicia por acaparar el interés de Pedro.
– ¡Es un negocio! – dijo Alicia. – A ti te ha gustado la miel, a María el licor, en el trabajo han triunfado los dulces.
– ¿Me estás diciendo que quieres abrir una tienda de alimentación?
– ¿Te parece una locura?
–Para saber si la idea que tienes en mente es viable, necesitas un proyecto de empresa– los ojos de Alicia se abrieron definitivamente sin necesidad de terminar el café– Es un documento que comprende un estudio económico y financiero, calculo de ventas, recursos humanos…
–Pero, ¿cuál es tu impresión?– le interrumpió Alicia.
Pedro se levantó y comenzó a caminar por la galería. Permaneció en silencio más tiempo del que Alicia se veía capaz de soportar.
–Productos naturales – dijo al fin – de calidad y con una presentación atractiva… Me gusta.
– ¿Si? – dijo Alicia poniéndose en pie.
– ¿Lo has pensado bien? – preguntó Pedro volviendo a sentarse e indicando a Alicia que hiciera lo mismo. – Vas a abandonar tu profesión. Tienes que estar segura.
–Lo estoy – afirmó Alicia.
–Quiero que lo pienses más. – dijo Pedro atajando con la mirada la objeción que preparaba Alicia –Cuando estés convencida de que eso es lo que quieres hacer, te ayudaré en lo que pueda.
Alicia no insistió. El apoyo de Pedro bien valía algunos días más de reflexión.
 40
Alicia pensó que el cumpleaños de Marta era el día perfecto para escuchar las objeciones de Elena cuando le contara el cambio que proyectaba dar a su vida. Se encontraría de buen humor y muy ocupada para entrar en detalles. Pero, con la fiesta iniciada ya no estaba tan segura.
A Marta no le parecieron suficientes las cinco invitaciones que le dio su madre para que las repartiera entre sus mejores amigos, y después de varios días de negociaciones consiguió aumentar el número de invitados a ocho. A las seis de la tarde se presentaron diez niños, todos tímidos, serios y silenciosos, durante los primeros veinte minutos. Finalizada la tregua, los juegos y carreras invadieron la casa ante la impotencia de Elena que procuraba establecer un difícil equilibrio entre poner orden y no arruinar la fiesta de Marta. Tan agobiada veía a Elena que decidió dejar la conversación para otro día.
Se refugió en la cocina, lejos del bullicio, y se puso a fregar la vajilla amontonada en el fregadero. Entregada a sus pensamientos no advirtió la presencia de Elena hasta que ésta depositó un montón de cubiertos sobre los platos que estaba fregando. Quería disfrutar del fin de semana, despreocuparse, y no podría hacerlo del todo si no dejaba resuelta aquella conversación con su hermana.
Cerró el grifo y, secándose las manos con un paño, se sentó en un taburete. Elena se afanaba en un sin fin de pequeñas tareas, trasladar a un plato la tarta que había sobrado, limpiar la mesa, cambiar la bolsa del cubo de la basura. ¿Qué pensaría si le contaba cómo se sentía realmente? Atrapada en una vida con la que ya no se identificaba. No lo intentó. Se limitó a exponer su sueño como si se tratara de un cambio de trabajo sin más.
– ¿Quién te ha metido esa idea en la cabeza?
–Nadie.
– ¿Crees que vas a trabajar menos?
–Estoy convencida, pero esa no es la razón por la que quiero dejarlo.
–Siempre te ha gustado cuidar a la gente, eres cariñosa y se te da bien.
–No puedo cuidar a nadie más.
– ¿Por qué? ¿Ha pasado algo en el trabajo?
Alicia miró hacia el pasillo, convertido en una pista de carreras, pero no Elena que esperaba una respuesta.
–Hay muchos trabajos que se pueden hacer sin ilusión, desde la desgana, pero este no. Yo no quiero hacerlo así.
– ¿Ya lo has decidido?
–Lo estoy pensando – dijo Alicia recordando el compromiso que en ese sentido había adquirido con Pedro.
–Un negocio es muy arriesgado, y más sin tener experiencia. Podrías trabajar con María una temporada, es posible que más adelante quieras volver a tu trabajo.
– ¿Me ves haciendo seguros?
–No sé cómo te veo – dijo Elena ocupando el sitio de Alicia en el fregadero.
–He cambiado. No puedo seguir atada a una decisión que tomé cuando tenía quince años.
–Quizá no era el mejor momento para tomar decisiones. – murmuró Elena.
–No me arrepiento de la decisión que tome. Entonces era lo que necesitaba hacer – dijo Alicia.
–Ese hombre…
–Pedro – apuntó Alicia.
– ¿Ese hombre te va ayudar?
–Si – dijo Alicia volviendo a coger el paño que había dejado encima de la mesa.
–Él debe saber cómo se lleva un negocio.
–Mantener una librería, en estos tiempos, no deja de tener merito – dijo Alicia comenzando a secar los cubiertos.
El leve moviendo de cabeza que precedió a las palabras de Elena, pasó desapercibido para Alicia.
–Será mejor que vaya a vigilar a los niños.
La tarde mejoró con la llegada de Miguel. Sin alterarse, logró mantener entretenidos a los niños hasta que sus padres fueron a recogerlos. Cuando despidió a sus invitados, Marta fue a su habitación y regresó arrastrando una mochila de color rosa de donde sobresalía la cabeza de una muñeca con el pelo, de lana, recogido en dos coletas.
–Tía, ¿nos vamos ya?
– ¿Seguro que quieres llevártela todo el fin de semana?
El desafortunado comentario de Elena provocó la aparición de dos levísimas arrugas entre las cejas de la niña.
– ¡Claro que si! – dijo Alicia. –Ese es su regalo de cumpleaños.
 
 
 
 
 
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Descripción

Diez meses

Palabras Clave: Diez meses

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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