Las lagrimitas (Diario)
Publicado en Feb 11, 2014
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Hay que saber reconocer a su debido tiempo, que, como humanos que somos los que somos humanos, a veces se nos saltan las lagrimitas por culpa de un dolor y, a veces, se nos escapan las lagrimitas por la risa que nos entra cuando recordamos ciertas escenas de nuestra infancia. Y es que el asunto va de lagrimitas. 
 
Tengo apenas 5 años de edad (año más o año menos) cuando se nos presenta, de visita como solía acostumbrar, el tío Esteban que ya está casado con la tía Pasión. El tío Esteban aparece en la puerta de la entrada, que salgo yo a abrir, con una bolsa de celofán transparente llena de lagrimitas, que son unos caramelos pequeños y redondos y de ahí el nombre con el que se los conoce. Cuando aparecen lagrimitas en casa solemos comerlas rápidamente. Yo no sé dónde están mis otros tres hermanos ni mi hermana; pero ellos tampoco saben dónde estoy yo. El caso es que recibí el regalo en mis manos. Yo no sé si mi tío Esteban dice "toma para que los comáis todos" o "toma para que te los comas todos". Ante esa duda razonable decido cumplir con lo segundo y, escondido debajo de la cama de la habitación de los cuatro hermanos, me voy engullendo, lágrimita tras lagrimita, todo el contenido de la bolsa. 
 
Como nadie sabe dónde me encuentro yo escondido, todos empiezan a alarmarse creyendo que me he escapado hasta la calle y me ha podido suceder algo malo con "el hombre del saco" o "el sacamantecas" (cuyas historias nos cuentan en las noches invernales para producir miedo aunque producen risa por lo absurdas que resultan ser), pero la historieta (propia de Zipi o de Zape) tiene un final feliz cuando aparezco en el salón-comedor de la casa (en Alcalde Sáinz de Baranda, número 56, piso 5-D de la escalera izquierda) más serio que nunca pero saltando de felicidad en mi fuero interno. Ante la pregunta materna de ¿dónde están las lagrimitas? me delata la sonrisa. Es una fechoría infantil nada más pero supongo que a mis hermanos no les hace ninguna gracia; aunque el tío Esteban no para de reírse, mi padre no dice nada y mi madre pone cara de circunstancias ante la sonrisa cómplice de mi abuela y la incredulidad de la tía Pasión. Lo que sucede con mis otros hermanos no me llama para nada la atención y, tras una llamada de atención para que no vuelva a hacerlo, el tío Esteban saca otra bolsa de caramelos (no de lagrimitas sino de caramelos gordos) y nos los reparte a partes iguales. Después pasó mucho tiempo en que no pasó nada; pero aquella "faenita" de época infantil se merece, hoy en día, un total de 57 puntos del Mágico Solitario (o sea yo mismo) porque fue casi perfecta ya que nadie supo dónde había sucedido y yo no lo dije jamás. Y así, de esta manera tan singular, comenzaron mis muchos silencios.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Página de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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