Hombres y mogovos (Novela - Cómic - Guión Cine) -Capítulo 12-
Publicado en Jan 29, 2014
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Ante el asombro y el silencio sepulcral de todos los cazadores violentos que siguen montados en sus corceles, aparecen en escena Zyriab y Hugh. Mientras Zyriab se acerca hacia Zaida para desatarla del árbol, Hugh está dispuesto a enfrentarse con cualquiera de aquellos hombres salvajes y apunta con su arco...
 
- ¡¡Si alguno de vosotros, hombres o lo que seáis, porque dudo de que seáis hombres tras lo que acabo de poder ver, se atreve a hacer un movimiento de ataque, juro por mi Dios que morís uno tras otro de la misma manera que ha muerto Zarkón!!
 
Todos los jinetes quedan inmovilizados mientras ya Zyriab ha desatado a Zaida y la estrecha entre sus brazos.
 
- ¡Gracias, Zyriab, por haberme salvado!
- La flecha la ha disparado Hugh pero ni Hugh ni yo hemos matado a Zarkón porque, diciendo solamente la verdad, la realidad ha sido que Zarkón se ha matado él mismo. Se mató él mismo desde el momento en que se encaprichó de gozar de tu cuerpo sin que tú le dieses nunca permiso para que lo hiciera.
- Otra vez llevas razón, Zyriab.
- Existen los pequeños sueños y existe el Gran Sueño. Los pequeños sueños son mezquindades pequeñas, avaricias insensatas, ambiciones ridículas, y son enemigos de nuestra personalidad; mientras que el Gran Sueño que se sueña con los ojos abiertos y que es el que le pedimos a nuestro Dios es nuestro amigo y es el que nos hace vivir y nunca morir. 
 
Dicho esto, que todos lo han escuchado con total claridad, Zyriab despega suavemente su cuerpo del cuerpo de Zaida, se da media vuelta y se dirige a Klach.
 
- ¿Tú que tienes que decir a todo esto, Klach?
- Estoy totalmente de acuerdo contigo, Zyriab. Yo le juré a Zarkón fidelidad absoluta y ser siempre su íntimo amigo hasta la muerte pero tengo que reconocer que Zarkón se ha matado él a sí mismo. Lo único que siento y que me da pena es que haya muerto de manera tan poco gloriosa.
- Baja del caballo y si quieres luchar conmigo podemos hacerlo para dejar las cosas totalmente claras y acabar con todos los malentendidos.
- No voy a luchar contra ti, porque llevas toda la razón. Este asunto ya no se merece más muertos.
- Entonces baja del caballo, recoge el cuerpo de Zardón y vete, con todos los tuyos, hasta la ciudad de los dorfus. Si eres tan noble como dices ser, cuéntale toda la verdad y nada más que la verdad al Gran Isén sobre todo lo aquí ocurrido.
- Así lo haré, Zyriab. Contaré toda la verdad y nada más que la verdad al Gran Isén y a todo el pueblo dorfu. Pero... ¿no queréis venir con nosotros?...
- No. Todos vosotros os iréis rápidamenta a caballo hasta la ciudad y llevando el cuerpo de Zarkón. Nosotros no vamos con vosotros porque no queremos saber nada de todos vosotros. Pero iremos a la ciudad de los dorfus caminando y a pie. Espero que cumplas con tu palabra y cuentes toda la verdad y nada más que la verdad.
- Te doy mi palabra de que así lo haré.
- Pues cumple con la obligación que te has impuesto tú solo a ti mismo y, de paso, cuando hayas narrado todo lo sucedido, dile al Gran Isén que vuelva a reunir a todo el publo dorfu en asamblea general porque quiero decir algo muy importante a todos los hombres dorfus y a todas las hembras de los dorfus. ¿Entendido, Klach, o tienes alguna duda?
- No tengo ninguna duda. Haré todo lo que me pides.
- No te lo pido. Te lo ordeno.
- Vuelvo a estar de acuerdo contigo, Zyriab. Haré todo lo que me ordenas.
 
Sin cruzarse más palabras entre ambos, Klach baja del caballo, recoge el cadáver de Zarkón, lo amarra sobre el caballo de éste y, montando de nuevo en el suyo, se marcha con todos sus cazadores violentos galopando rápidamente hacia la ciudad de los dorfus.
 
- ¿Nos vamos a la ciudad, Zaida?
- Por supuesto que nos vamos a la ciudad, Zyriab. Contigo a mi lado nunca tengo miedo.
- ¿Y tú, Hugh, quieres venir a la ciudad?
- ¡También voy contigo sin ninguna clase de temor!
- Cada ser humano debe decidir su destino sin estar obligado por ningún otro ser humano. ¿Decidís venir a la ciudad de los dorfus por vuestra propia voluntad o solamente porque estáis conmigo?
- ¡Yo lo decido por mi propia voluntad, Zyriab, pero lo hago mucho más feliz estando a tu lado!
- Gracias por tu fe, Zaida.
- ¡Yo digo lo mismo que Zaida!
- Gracias por tu fe, Hugh.  
 
Los jinetes llegan ante el Palacio de los Gobernantes, encabezados por Klach que lleva de las riendas al caballo de Zarkón sobre el cual va amarrado el cadáver de éste.
 
- ¡¡¡Ha muerto Zarkón!!! ¡¡¡Ha muerto Zarkón!!! ¡¡¡Ha muerto Zarkón!!!
 
Otra vez sale el Gran Isén a la calle pero esta vez más descompuesto que nunca.
 
- ¡¡¡Todos los dioses y todas las diosas del olimpo de los dorfus nos han abandonado!!! ¿Quién ha matado a Zarkón, Klach?
- ¡¡Es necesario que hablemos a solas dentro del palacio mientras los sirvientes se encargan del cuerpo de Zarkón!!
- ¿No podemos hablar delante de todos?
- ¡Eso lo haremos después, pero ahora lo más urgente es que hablemos a solas!
- ¿Dónde quieres que lo hagamos?
- En la bodega y, si es posible, con una buena jarra de vino por delante.
 
El Gran Isén y el fiel Klach entran dentro del palacio y, una vez sentado ante la mesa de la bodega, el Gran Isén da la orden a la Gran Odinia...
 
- ¡Odinia! ¡Haz el favor de servirnos una buena jarra de vino con dos vasos!
- Que sean tres vasos, Gran Isén...
- ¿Es que estás invitando al fantasma de Zarkón para que nos acompañe?
- No es eso, Gran Isén. ¡No me asustan los fantasmas de los muertos! Lo que estoy queriendo es decir es que nos acompañe en la charla la Gran Odinia.
- ¡Tengo totalmente prohibido que las hembras estén en mi bodega y Odinia no es una excepción!
- Pues esta vez hay que romper con nuestras tradiciones porque es de vital importancia que ella esté presente y participe de nuestra charla.
- Debe ser algo importantísimo... ¿no es cierto, Klach?...
- Importantísimo, Gran Isén.
- Está bien. Me convence tu serenidad. ¡Odinia, siéntate a mi lado!
 
Sin dejar de llorar ni un sólo instante la Gran Odinia, sirve la harra de vino, coloca los tres vasos sobre la mesa y se sienta junto al Gran Isén mientras éste se encuentra sentado frente a Klach. Ambos hombres se miran fijamente a los ojos. 
 
- ¿Quién ha matado a mi hijo Zarkón? ¡Cuéntame la verdad, Klach!
- La verdad es que Zarkón se mató él solo a sí mismo. La flecha de Hugh se clavó en su corazón pero Hugh no es culpable.
- ¿Cómo puede ser eso? ¡¡Por todos los diablos de los dorfus que no lo llego a entender!!
- Te tengo que contar la verdad que tú ya sabes, Gran Isén. Zarkón siempre fue un niño caprichoso y cuando creció hasta ser un hombre nunca dejó de ser un niño caprichoso que ambicionaba todo, incluso lo que le estaba prohibido según las leyes del pueblo dorfu. ¡Su insaciable deseo por gozar del cuerpo de la excitante Zaida, aun sabiendo que ésta es morena y tiene los ojos del color de la miel y no rubia y con los ojos azules como mandan nuestros dioses y diosas para todos los gobernantes, es lo que ha acabado con su vida! Tengo que contarte los sucesos como son y no como tú quisieras que hubiesen sido. ¡Murió por su propia culpa y sin ninguna clase de honor ni de gloria!
- Dime la verdad cueste lo que cueste.
- Quizás me cueste la vida por decir la verdad pero siempre he sido el amigo más íntimo y el siervo más fiel de Zarkón y si por decir la verdad se me condena a morir tengo que decir que la principal responsable de la muerte de Zarkón no ha sido Zaida, que ninguna culpa tiene por haber defendido siempre su virginidad, sino de otra hembra aquí presente.
 
La Gran Odinia entra en indetenido llanto.
 
- ¿Estáis diciendo que la culpable de la muerte de Zarkón es su propia madre?
- Eso estoy afirmando, Gran Isén. Si la Gran Odinia nunca jamás hubiese permitido las fechorías que hacía su propio hijo, Zarkón, burlándose continuamente de todo lo humano y de todo lo divino, ahora Zarkón estaría vivo y sería todo un gran hombre preparado para ser nuestro nuevo Gobernante.
 
La Gran Odinia llora sin parar porque sabe que Klach está diciendo una gran verdad; pero el Gran Isén se resiste a aceptarlo...
 
- ¿Y tú, Klach? ¿Qué hiciste tú a lo largo de toda tu vida para evitarlo?
- Me crié siempre junto a Zarkón y le aconsejé innumerables veces sobre lo que tenía derecho a hacer y sobre lo que no tenía derecho a hacer... pero jamás escuchó mis consejos... así que me declaro culpable por no haber sabido corregirle a tiempo.
- ¿Te declaras culpable de su muerte?
- Me declaro culpable de la muerte de Zarkón por no haberle detenido en la insensantez que ha cometido esta mañana y de haberle seguido aun sabiendo que era una locura.
- Cuenta... cuenta... ¿qué ha sucedido esta mañana?...
- Aprovechando que tú estabas profundamente dormido... Zarkón me ordenó que saliésemos los dos a caballo, acompañados de los diez más violentos cazadores también a caballo... y... perdona que me detenga por unos momentos pero jamás cometí un acto de cobardía salvo el de esta mañana...
- ¿Desde cuando Zarkón era un cobarde?
- Desde que tenía uso de razón, Gran Isén, pero lo de esta mañana ha sido de tal cobardía que me da vergüenza contarlo...
- Eso no puede ser cierto.
- Gran Odinia, sabes que eso es totalmente cierto y que tú también eres culpable de su muerte por no haberle educado como las leyes de los Gobernantes obligan a que una Gran Dama eduque a sus hijos; así que callad y permitidme que lo cuente aun sabiendo que me juego la vida.
- No perderás la vida si eres sincero y me cuentas la verdad. ¿Qué sucedió esta mañana?
- Como doce cobardes, y nada más que como doce cobardes, Zarkón y los demás acorralamos con nuestros caballos a Zaida cuando ésta se encontraba completamente a solas.
- ¿Cómo es posible que eso sean capaces de hacerlo doce verdaderos hombres?
- En esos momentos no éramos doce verdaderos hombres sino simplemente doce cobardes sin valor alguno. ¡Es entonces cuando debería yo haber detenido las malas intenciones de Zarkón aun usando la fuerza física pero no me atreví! ¡Confundí mi obligación con mi deber! Mi obligación era cuidar de él pero mi deber era haberle detenido! Por eso yo también soy culpable de su muerte.
- ¿Se puede saber por qué y para qué acorralásteis a Zaida?
- Todos sabemos por qué y para qué... Gran Isén... y esa es nuestra desgracia...
- ¿Me estás diciendo que Zarkón violó brutalmente a Zaida atándola a un árbol del bosque y después de haberla azotado delante de todos vosotros?
- No lo consiguió jamás. Una flecha lanzada por el pescador Hugh le atravesó el corazón cuando ya estaba dispuesto a hacerlo en contra de la voluntad de ella a la cual los cuatro más musculosos de todos nosotros la habían atado ya al árbol. ¡No sé qué divinidad extraña es esa de la que hablan Zyriab, Hugh y las hembras insurgentes y rebeldes que lidera Zaida, pero quizás fue la intervención de su Dios lo que evitó que ella fuera violada y lo que produjo la muerte de Zarkón!
- ¡Que vergüenza me da y que avergonzado me siento por saber que un hijo mío, llamdo a ser un héroe de los dorfus, haya vivido de manera tan cobarde y tan cruel y haya muerto de manera tan falta de honor y de gloria! ¿Qué puedo decirle yo ahora a todo mi pueblo y cómo puedo justificar todo esto ante ellos?
- Acerca de eso tengo algo que decirte. Zyriab viene caminando hacia la ciudad y ha pedido que reúnas urgentemente a todo el pueblo dorfu en asamblea general. Supongo que quiere decirnos algo muy importante y quizás él pueda explicarnos mejor lo que está sucediendo y hasta lo que nos pueda suceder en el futuro. Tiene un extraño gran poder en sus palabras.  
- ¿Es que estuvo también Zyriab presente?
- Estuvo presente y dijo cosas muy importantes. Le admiro muchísimo aunque sea solamente un pescador. Yo estoy particularmente muy interesado en saber qué nos quiere decir.
- Ya veo hasta donde han llegado todos nuestros desatinos y por qué los dioses y las diosas nos han abandonado. Ya no quiero escuchar nada más y haré que avisen a todo los hombres dorfus y a todas las hembras de los dorfus para celebrar esa reunión. Ni he probado el vino ni tengo hoy ganas de probarlo. Esto no es motivo de alegría sino de una enorme tristeza dentro de mi corazón.
- Yo tampoco lo he probado ni tengo el valor suficiente para probarlo, Gran Isén. 
- Entonces reunamos a todos y a todas y esperemos la llegada de Zyriab.  
 
Es ya el mediodía cuando llegan a la Gran Avenida, atestada de hombres y hembras dorfus, Zaida, Zyriab y Hugh. Es Zyriab quien habla... 
 
- Zaida... ¡corre al lado de tu padre y de tu madre y sé feliz!...
 
Zaida sube las gradas, se acerca a donde están sentados su padre y su madre, da un beso en la frentes a los dos, y se queda atendiendo solamente a las palabras de Zyriab junto al cual está Hugh.
 
- ¿Qué tienes que decirnos, noble Zyriab?
- ¡¡He venido a decir a todo el pueblo dorfu que ni Hugh ni yo queremos seguir formando parte de este pueblo!! ¡¡Los dos nos marcharemos ahora mismo para nunca más volver!! ¡¡Queremos irnos cuanto más lejos mejor y sólo necesitamos dos caballos y la comida y bebida que Hugh crea conveniente para llevarnos!!
- ¡¡No puedes irte, Zyriab!! ¡¡El pueblo dorfu te necesita!! ¡¡Necesitamos que te quedes con nosotros!!
- ¿Cuál es la razón por la cual tengo que quedarme con los dorfus?
- ¡¡Reconozco delante de todo mi pueblo que mi hijo Zarkón era muy valiente pero también era muy cobarde!! ¡¡Me duele decir a todo mi pueblo dorfu que Zarkón me decepcionó hasta en el día de su muerte!! Ya todos saben cómo ha muerto y cuál ha sido la causa de que haya muerto de manera tan poco gloriosa después de demostrar la verdadera cobardía de su personalidad. ¡¡Un gran peligro acecha ahora a todo el pueblo dorfu y ese peligro puede acabar con toda nuestra civilización!!
- ¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
- Espera que te lo explique mejor, Zyriab. Quiero convencerte.
- No creo que seas capaz de convencerme, Gran Isén, pero inténtalo porque soy hombre de mentalidad abierta hasta que las circunstancias no me lo impidan serlo.
- ¡¡Me he enterado por mis emisarios privados de algo atroz!! ¡¡Los mogovos no son productos de mi imaginación!! ¡¡¡Existen y, como ya he dicho multitud de veces, son capaces de imitar lo que hacemos los hombres dorfus aunque carezcan de suficiente inteligencia para saber por qué lo hacen!!! ¡¡¡Varios emisarios míos me han informado que han aprendido la técnica que empleamos los cazadores para acabar matando a nuestras presas y tienen cercada a toda la ciudad!!! ¡¡Dentro de muy poco tiempo no tendrán miedo en atacarnos!! ¡Y ese puede ser nuestro fin!... ¿me estás entendiendo, Zyriab?... 
- ¡Sigue hablando, Gran Isén! ¡Estoy entendiendo y ya me imaginaba que ocurríría algo así!
- ¡¡¡Tengo que confesar ante todo mi pueblo que mi hijo Zarkón se equivocó siempre y que por ir en contra de nuestros dioses y diosas ha desatado la desgracia contra todos nosotros y nosotras!!! ¡¡¡Zarkón no hubiese conseguido jamás salvarnos del peligro de los mogovos porque no quiso saber nada de la existencia de los mogovos hasta que fue demasiado tarde!!! ¡¡¡Ni la muerte de Braina se lo hizo entender porque, además de mezquino, avaro y ambicioso, solamente era un necio y nada más que un necio porque fue criado como un necio por culpa de su madre y por mi culpa!!! ¡¡¡Así que Zarkón ya no nos puede defender del asedio de los mogovos!!!
- ¿Y qué me dices de sus hermanos Walder y Briot? ¡Cualquiera de ellos puede ser tu sucesor y quien os ayude contra los mogovos!
- ¡Que todo el pueblo dorfu me perdone por lo que voy a decir en contra de mis dos hijos vivientes; pero ninguno de ellos tuvo jamás personalidad propia! ¡¡Siempre fueron títeres en manos de Zarkón y nunca supieron pensar por ellos mismos; repetían y hacían lo que les ordenaba Zarkón porque no tienen personalidad propia ni nunca la han tenido!! ¡¡¡Declaro públicamente que ni Walder ni Briot están preparados para ser, ninguno de los dos, nuestro futuro Gobernante y que no tienen ni valor ni intelgiencia suficientes para defendernos de los mogovos!!! ¡¡¡Así que tú no puedes irte ahora, Zyriab, porque he pensado mucho en ti desde hace mucho tiempo y siempre he querido que seas tú el elegido para sucederme como Gobernante del pueblo dorfu!!! ¡¡¡Mientras vivía Zarkón no podía hacerlo público para evitar que su envidia y sus celos fuesen todavía más grandes de lo que eran pero tú eres el elegido para dirigir los destinos del pueblo dorfu porque a mí ya me quedan muy pcoos meses de vida!!! ¡¡i Si no tienes alguna justificación que demuestre lo contrario quédate con nosotros!!!
- ¡Tengo una justificación rotunda para que Hugh y yo nos vayamos para siemrpe del pueblo dorfu! ¡Ninguno de nosotros dos creemos en vuestros dioses y en vuestras diosas, así que es imposible que yo os lleve al triunfo contra los mogovos porque vuestros dioses y vuestras diosas no están conmigo! ¡¡Hugh y yo creemos en un Ser Creador de orden Superior al que conocemos solamente como Dios y es en el único Dios que creemos!! ¡¡¡Por esa razón yo no puedo ser el Gobernante de los dorfus ya que nuca jamás he adorado ni adoraré a los dioses y a las diosas de los dorfus!!! ¡¡¡Si yo os dirigiese contra los mogovos perderíamos por la falta de ayuda de todos esos dioses y diosas en los que vosotros creéis!!!
 
Un gran gemido salió del interior del pecho del Gran Isén...
 
- ¿Y ahora qué va a ser de mi querido y amado pueblo?
- No os preocupéis tanto por eso. Yo sé quien es lo suficientemente valiente y lo suficientemente hombre para defenderos del acoso de los dorfus.
- ¿A quién te estás refiriendo, Zyriab?
- ¡Al fiel e íntimo amigo que tuvo Zarkón a lo largo de toda su vida! ¡¡Me estoy refiriendo al que estuvo siempre junto a él hasta la hora de su muerte!! ¡¡¡Yo os digo que vuestro Gobernante, a partir de ahora, debe ser con todo merecimiento el Gran Klach!!! ¡¡¡Clach es lo suficientemente inteligente como para defenderos del acoso de los mogovos!!! ¡¡¡Si vencéis será con honor y si sois derrotados habréis desaparecido con gloria!!!
 
Todos guardan un profundo silencio, hasta que puede hablar el propio Klach...
 
- ¡¡¡Yo tampoco soy tan valiente ni tan hombre como tú, Zyriab!!! ¡¡¡Debes ser tú quién nos gobierne y nos dirija contra los mogovos porque eres mucho más inteligente que yo!!!
- ¡Perdona, Klach, pero yo ya he elegido mi propio destino y mi destino me lo marca mi propio Dios y no tus dioses y tus diosas! ¡¡Tú si crees en ellos y en ellas y eres lo suficientemente decidido como para dar tu vida por el pueblo dorfu!! ¡¡¡Yo nunca daré mi vida por este pueblo sino que quiero fundar el mío propio!!! ¡¡¡Así que yo digo que tú, Klach, eres el hombre destinado a quedarte con tu pueblo hasta vencer o sucumbir!!!
 
El Gran Isén se da cuenta de que Zyriab ya no es un dorfu...
 
- ¡¡¡Estoy de acuerdo con Zyriab aunque la lamento de verdad!!! ¡¡¡Zyriab ha elegido su propio destino, el destino que le tiene preparado su Dios y nuestro Gobernante tiene que ser, a partir de este mismo momento, el noble Klach aunque haya cometido grandes y graves herrores... pero todos los hemos cometido alguna vez en nuestras vidas!!!
- Entoces... ¿podemos irnos ya para siempre Hugh y yo?
- ¡¡¡Podéis tomar dos caballos y toda la comida y bebida que Hugh crea conveniente e iros para siempre del pueblo de los dorfu!!!
 
De repente una dulce pero potente voz se escucha proveniente de las gradas...
 
- ¡¡¡Un momento!!! ¡¡¡Yo también me voy con ellos!!!
 
Todos y todas miran asombrados a Zaida que, de pie y con todo su escultural cuerpo erguido, está más bella y hermosa que nunca mientras la luz del sol hace más sexy su sexy rostro.
 
- ¿Tú nos dejas y te vas con ellos, Zaida?
- Si, papá. Yo tampoco creo en vuestros dioses y diosas sino que creo en el mismo Dios que creen ellos y por eso me voy con Zyriab y Hugh hasta donde nuestro Dios quiera.
 
Sin decir nada más, la super atractiva Zaida baja de las gradas y se sitúa al lado de Zyriab quien vuelve a hablar...
 
- ¡¡¡Ahora solamente pido que dieciocho hobmres valientes y decididos quieran irse con nosotros!!!
 
Ante el revuelo general que han provocado las palabras de Zyriab, pocos segundos después ya hay dieciocho hombres dorfus que han bajado y se han unido con Zaida, Zyriab y Hugh. Es entonces cuando se vuelve a escuchar la dulce pero potente voz de Zaida.
 
- ¡¡¡Y yo pido a mis diecinueve hembras que forman parte de mi grupo de insurgentes y rebedes que tengan valor y, por su propia voluntad, se unan a nosotros!!!
 
Sin dudarlo ni un instante, las diecineve hembras sobrevivientes del grupo de Zaida se unen a ella y al grupo de los hombres de Zyriab y Hugh. Vuelve a tomar la palabra Zyriab.
 
- ¡¡Ya sólo nos falta que nos deis cuarenta caballos, toda la comida y bebida que crea necesario Hugh y que tengáis mucha suerte en vuestra lucha contra los mogovos!!
- ¿Puedo saber cómo se llamará tu nuevo pueblo, Zyriab?
- ¡¡Porque somos hombres con fe y hembras con la misma fe, nosotros nos llamaremos el pueblo de los fe. Pero los hombres dejaremos de llamarnos hombres y pasaremos a llamarnos varones y las hembras dejarán de llamarse hembras y pasarán a llamarse mujeres. Eso es lo que quiere nuestro Dios!!
- ¿Y podemos saber dónde estará vuestro pueblo?
- ¡¡Ni puedo decirlo ni debo decirlo!! ¡¡Nunca más sabréis de nosotros y nunca más nosotros sabremos de vosotros!! ¡¡¡Nos vamos y que nadie de nosotros vuelva la vista porque lo que tenemos hacia adelante será mucho mejor que lo que dejamos atrás!!!  
 
Ante la desazón de todos los demás, hombres y hembras por igual, media hora más tarde,  los veinte hombres fe y las veinte mujeres fe, se marchan, cabalgando tranquilamente, hacia su destino abandonando para siempre el pueblo y la civilización de los dorfus; dirigiendo la marcha Zyriab y Zaida y cerrándola Hugh y Lusalla.  
 
- Zaida...
- ¿Qué quieres ahora, Zyriab?
- Solamente decirte que ya somos todo aquello contra lo que luchábamos...
- ¿Y cuánto durará nuestro mundo, Zyriab?
- Todo aquello que Dios quiera y que, como bien sabes, se llama Eternidad.
 
Dos kilómetros más adelante, aparecen ante los cuarenta valientes un grupo de treinta enormes y monstruosos machos mogovos profiriendo grandes alaridos; pero a Zyriab no le tiembla la voz ni le tiembla el pulso al tomar su lanza. 
 
- ¡¡¡A por ellos, varones fe!!! ¡¡¡O vivimos para siempre con honor o morimos para siempre con gloria!!!
 
Los veinte varones del nuevo pueblo fe no se arredran, se ponen delante de las veinte mujeres fe y atacan valientemente a los temibles y terribles mogovos. Veinte de los mogovos ruedan por el suelo mortalmente heridos mientras los otros diez restantes huyen despavoridos. Una vez acabado con el peligro y teniendo ya todo el campo libre, a otros dos kilómetros de pausada marcha Zyriab da la orden de tomarse un pequeños descanso. 
 
- ¡No hemos avanzado todavía mucho pero necesitamos tomar energías porque el camino es largo y las emociones han sido muy fuertes; así que bajad de los caballos porque ellos también necesitan descansar, comed y bebed lo que crea Hugh que es necesario y descansemos nosotros y nosotras también un poco.
 
- ¡Estoy contento de estar aquí, con todos vosotros y con todas vosotras, porque esta era nuestra lucha y hemos vencido gracias a la pasión que nos ha hecho triunfar!
- ¡Gracias a ti, Zyriab!
- ¡Sabes muy bien, Hugh que ha sido gracias a la unidad de todos nosotros y todas nuestras mujeres!
 
Hugh se entretiene en ayudar a bajar a Lusalla de su caballo...
 
- Me alegro mucho de que estés entre nosotros, Lusalla.
- Tú también me gustas mucho, Hugh.
- ¿Qué has dicho?
- Que tú también me gustas mucho, Hugh.  
 
Hugh está frente a Lusalla y no tienen ninguna clase de complejo para besarla en la boca.
 
- Ya no sufro por Braina... ahora sufro por ti...
- ¿Y tú cuándo vas a elegir compañera, Zyriab?
- Cuando aparezca la mujer que me ame tanto como yo la amo a ella, Zaida.
- Dame tu mano, compañero.
- Si de algo te sirve, compañera.  
 
Zyriab, una vez más, le da la mano amistosa a Zaida.
 
- ¿Deseas follarme ahora, Zyriab?
- No es lo que yo desee sino que será lo que tú quieras, Zaida.
- ¡Jajaja! Yo quiero que me folles ahora.
- Habrá que esperar a que lleguemo a casa.
- ¿Dónde está nuestra casa, Zyriab?
- ¿Ves aquella cordillera montañosa que hay en el horizonte?
- Sí. Está muy lejos, Zyriab... ¿por qué?...
- Cuando la hayamos cruzado, al otro lado de ella existe un inmenso territorio todavía despoblado de seres humanos. Ese será el lugar del pueblo fe.
- ¿Cómo sabes tú eso?
- Porque ya lo tenía planeado desde hace muchos meses. Estuve durante algunos días explorando todo ese territorio y lo elegí como Dios me mandó hacerlo.
- ¿Ese será el hogar de la civilización del pueblo fe?
- ¿Quieres que siga dándote la mano o prefieres que la suelte?
- Quiero que me folles ahora mismo.
- Si lo hago tendrás que ser mía para siempre y yo también tuyo para toda la Eternidad.
- Por eso, Zyriab, por eso quiero que me folles ahora.
 
Zyriab, sin soltar la mano de Zaida, se dirige a todos los demás.
 
- Descansad aquí y esperad un momento porque tengo que hablar a solas con Zaida. Regresamos dentro de una hora para caminar ya más ligeros; así que descansad todo lo que podáis.
 
Zyriab, siempre sin soltar la mano de Zaida, se interna con ella es una zona llena de tanto vegetal que nadie les puede divisar a simple vista; hasta que llegan a un lugar que está lleno de grandes y rojas fresas naturales que han nacido de la propia Naturaleza sin que nadie las haya cultivado.
 
- ¿Te atreves, compañera?
- Te estoy diciendo que quiero que lo hagas conmigo, Zyriab.
- Antes quiero que pruebes estas fresas...
 
Zyriab va cogiendo una buena cantidad de fresas y se las hace comer, directamente de sus manos, a Zaida. Los labios de esta, con el líquido que sueltan las fresas, se hacen más apetitosos que nunca.
 
- ¡Jajaja! Ahora tengo que hacer algo que desde que te conocí he deseado hacerlo.
- ¿Y a qué esperas, Zyriab?
 
Sin decir nada más él la besa firmemente en los labios...
 
- Siempre he sabido que estabas muy buena pero nunca me imaginé que tanto...
- Si no te importa, Zyriab...
 
Él ya sabe lo que le está pidiendo ella y se ocultan entre la maleza hasta que media hora después vuelven a aparecer.
 
- Tengo que confesarte, Zyriab, que es la primera vez que me echan un polvo. Te habrás dando cuenta de que no tenía ninguna clase de experiencia en estas cosas pero tú lo has hecho tan bien que supongo que ya eres todo un maestro.
- ¡Jajaja! Tengo que confesarte, Zaida, que también es la primera vez que yo hecho un polvo. Como ves estamos a la par.
- ¡Jajaja! ¡No me lo creo, Zyriab!
- Pues es la confesión más sincera que he hecho yo en mi todavía joven vida.
- Entonces te creo del todo aunque parece mentira.
- A veces hay mentiras que resultan ser verdades y a veces hay verdades que resultan ser mentiras.
- Entonces... ¿ya somos varón y mujer, Zyriab?
- Ya somos varón y mujer hasta la Eternidad, Zaida. 
- ¿Volvemos con los demás? Deben estar preocupados por nuestra tardanza y sobre todo porque nadie nos ha podido ver y estarán alarmados.
- Se lo diré a todos para que todos sepan que eres fruta prohibida menos para mí.
- ¿Tal como sucedió con el Adán y la Eva de tu cuento?
- Tal como sucedió con el Adán y la Eva de mi cuento, Zaida.
- ¿Y qué pasará con los dorfus, Zyriab?
- Ellos han labrado su propio destino. No sé si sobrevivirán o serán eliminados de la faz de la Tierra por los mogovos. Sólo Dios puede saber esas cosas aunque yo prefiero que sobrevivan pero sus pecados han sido tan graves que su futuro sólo depende del designio de Dios que ha sido el ofendido.
- Llevas razón, Zyriab. Que nuestro Dios tenga compasión y misericordia de todos ellos.
- Ya estamos otra vez con los nuestros y nuestro deber, Zaida, es ser los líderes de nuestro propio pueblo fe. Lo demás no podemos evitarlo.  
- Pensábamos que ya no os volveríamos a ver, Zyriab.
- ¿Tú crees que Zaida y yo somos capaces de abandonaros ahora?
- ¡Eso jamás, Hugh! ¡Zyriab y yo, junto con todos vosotros y vosotras, haremos que nazca y se desarrolle un verdadero pueblo humano sin prejuicio alguno por el color de nuestros cabellos, nuestros ojos y nuestra piel! 
- El pueblo fe, Zaida.
- El pueblo fe, Zyriab. 
 
FIN 
 
 
 
 
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Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción



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