Hombres y mogovos (Novela - Cómic - Guión Cine) -Capítulo 6-
Publicado en Jan 21, 2014
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Zyriab está intentando pescar la primera trucha de la mañana...
 
- ¡Hola, Zyriab! ¡Ayer te dije que vendría y aquí estoy!
- ¡Chist! Silencio, Zaida, está a punto de picar...
- ¿La primera de la mañana tal vez?
- Guarda silencio, por favor.
 
Zyriab logra sacar del agua, limpiamente, a la trucha y luego se queda observando a la guapísima Zaida...
 
- ¡Estás más bella y más hermosa que nunca, Zaida!
- Pero ya nunca seré tuya porque tú no lo quisiste.
- No creo en esa forma de expresar los sentimientos amorosos humanos.
- ¿Te puedo preguntar algo?
- Si puedo responder lo haré.
- ¿No te aburres dedicándote a la pesca?
- No. Me ayuda bastante a crecer como hombre verdadero.
- Sigo sin entenderlo. ¿Qué piensas mientras esperas a que p¡que alguna?
- No pienso en nada. Solamente medito.
- ¿Y cuál es la diferencia? ¿No es lo mismo pensar que meditar?
- No es lo mismo, Zaida. Cuando pensamos lo hacemos sobre algo que ya conocemos; pero cuando meditamos los hacemos sobre algo que no conocemos todavía.
- ¿Me dejas sentarme a tu lado? Te prometo que guardaré silencio.
- Está bien. Siéntate a mi lado aunque yo no sepa por qué lo quieres hacer.
- Porque quiero que me digas en qué estabas meditando ahora mismo.
 
Zaida se sienta muy cerca de Zyriab, rozando la p¡el de su pierna izquierda con la piel de la pierna derecha de Zyriab.
 
- Eres muy caliente, Zaida.
- Ya sé que enciendo a los hombres.
- Me refiero a otra cosa.
- No voy a filosofar contigo ahora. ¿Puedes decirme en qué meditas mientas estás pescando?
- Por ejemplo, medito mucho sobre la creación de los hombres y las hembras.
- ¿Y en este momento en que he llegado yo en qué estabas meditando?
- En eso precisamente.
- ¿Algo así como un cuento o una leyenda?
- Exacto. Estaba creando mentalmente un cuento o una leyenda sobre nuestra creación.
- Si crees que me voy a ofrecer a tí esta vez te equivocas.
- ¡Jajaja! ¿Es que sólo sabes creer que todos los que se acercan a ti lo hacen por tu físico nada más?
- Dejemos eso del espíritu por este momento. ¿Construyes cuentos sobre la creación de los hombres y hembras? ¿Eso es verdad?
- Los cuentos y las leyendas no se construyen. Solamente se imaginan. 
- ¿Puedes contarme alguno de esos cuentos tuyos sobre la creación humana?
- Puedo.
- ¿Me dejas escucharlo mientras me siento entre tus piernas?
- ¿Metida entre mis piernas?
- No creas que es para provocarte sexualmente. Sólo quiero escucharlo con total atención y la mejor manera que pienso para poner atención a un cuento es estando muy cerca de quien lo cuenta. Todo lo más cerca que se pueda. Creo que la mejor manera de escuchar a un narrador de cuentos es estar pegado a él y poniendo la cabeza sobre su pecho para sentir si lo que dice le sale de su corazón caliente o sólo es producto de su razón fría.
- ¿Y decías que no querías filosofar otra vez conmigo?
- No quiero filosofar contigo. Sólo quiero sentir.
- Está bien. Yo tampoco estaba pensando en que lo haces para provocarme sexualmente aunque hay cosas que no se pueden evitar cuando somos normales.  
 
Zaida se sienta entre las piernas de Zyriab y hunde su cabeza en el fuerte pecho del pescador.
 
- ¡Jajaja! ¡Ya noto que es verdad!
- No lo puedo evitar.
- Pero espero que me respetes y no intentes aprovecharte de ello.
- ¿Intentar violarte? No es mi código de conducta.
- Pues entonces... ¿quieres ya empezar a contarme ese cuento o esa leyenda sobre la creación de los hombres y las hembras que estabas meditando cuando llegué a tu lado?
- ¿Por qué te interesan tanto los cuentos y leyendas sobre los hombres y las hembras que pueda imaginar yo si ya hay muchos en nuestro pueblo?
- Los que cuentan los cuentacuentos, en las noches cuando tenemos reuniones alrededor de las fogatas suelen ser bastante aburridos. A veces despiertan un poco mi interés pero me suelen terminar por aburrir y me quedo dormida. No es fácil divertirme a mí con cuentos o leyendas que son a veces tan aburridas que dan ganas de no escuchar ninguna otra más.
- ¿Y crees que el cuento que te voy a narrar no te va a aburrir?
- Confío en tí. Espero no quedarme dormida.
- ¡Jajaja! Si te duermes al menos me has dado la oportunidad de intentarlo.
- Pero no intentes lo otro...
- ¿Qué es lo otro?
- Intentar que me duerma lo suficiente para abusar sexualmente de mí.
- ¡Cuándo te vas a dar cuenta de que pase lo que pase entre tú y yo nunca actuaré de esa manera tan cobarde!
- Bueno... bueno.. ya está bien... comienza con tu cuento o leyenda.
- Escucha con todo detalle, Zaida.
 
Hace muchos miles de años, quizás hace millones de años, había un lugar en la Tierra llamado Paraíso. Todo alí era pura naturaleza: montañas, ríos, árboles, animales... y un hombre eterno llamado Adán. Adán vivía muy contento poniendo nombres a todas las cosas y animales que, día a día, iba descubriendo en su eterno caminar; porque Adán se diferenciaba del resto de las criaturas allí vivientes en que sabía hablar, y quizás por eso, por sabler hablar, era eterno. Nunca estaba triste. Se ocupaba de ver, oír y experimentar la convivencia con todo lo existente en aquella paradisíaca naturaleza donde todos los seres vivientes morían y volvían a renacer a través de otras generaciones que perpetuaban su especie. Sólo Adán nunca moría...

Adán hablaba con todo lo que encontraba en su caminar por el extenso Paraíso. Toda la naturaleza (montañas, ríos, árboles y animales) escuchaba atentamente a Adán, pero nada podía hablar con él porque nada tenía, salvo Adán, el don de la palabra.

Pero el momento más feliz de todos los días de Adán fue cuando conoció a una ave del paraíso que por las mañanas, cuando salía el sol, venía a visitarle. Con ésta sencilla pero muy hermosa ave pasaba largas horas simplemente admirando su extraordinaria belleza y viéndola surcar todos los espacios aéreos. 

Entre todo lo que formaba parte de la vida de Adán había una compañera muy especial: su propia Sombra. La Sombra de Adán era su eterna compañera. Visible a la luz del sol y de la luna, en las noches oscuras, cuando desaparecía la luz, la Sombra se refugiaba en el interior de Adán y éste entonces creó el monólogo. Como no podía dialogar con nadie, comenzó a comunicarse con su propia Sombra a través del monólogo interior. Era un diálogo entre el yo de Adán y el yo de su propia Sombra. Y Adán empezó a producir ideas, pensamientos y sentimientos; pero todo ello bajo la costumbre, la tradición, una fórmula primaria, un código estructural y una estricta regla que Adán se había impuesto a sí mismo. Esta autoregla consistía en que sólo él podía iniciar el monólogo-diálogo con su Sombra a través de preguntas y la Sombra sólo podía ir contestando a las preguntas que formulaba Adán. Asi Adán fue evolucionando desde ideas sencillas y pensamientos simples hasta ideas más complicadas y pensamientos más complejos. 

Y Adán fue creando, con su propia Sombra, un macrocosmos de filosofía existencial... y Adán comenzó a ser analítico...

Una mañana Adán observó con más detenimiento a aquella ave que venía a visitarle todos los días. Y empezó a analizar la situación. Él era libre, el más libre de todos los seres del Paraíso, pero siempre estaba sujeto a la tierra. Ella, sin embargo, a pesar de que algún día tendría que morir, podía surcar libremente los espacios aéreos. Andaba por la tierra pero cuando lo deseaba se elevaba por los aires. Y Adán dudó de su libertad. No era tan libre como pensaba. Entonces comenzó a nacer un sentimiento que nunca antes habia experimentado: los celos. Tenía celos de la hermosa ave porque ella podía volar gracias a una libertad que él no poseía. En principio no fueron celos enfermizos, pero el carácter de Adán comenzó a cambiar por primera vez en su eterna existencia. Primero fue de una manera sutil, ligera, apenas perceptible; mas luego comenzó a ser más visible, más notable, más densa y más voluminosa... hasta que nació otro nuevo sentimiento: la envidia. Y por primera vez en su eterna existencia Adán empezó a sentir un poco de infelicidad.

Adán comenzó a hacerse más serio, más introvertido, más circunspecto y ya muchas noches se olvidaba de dialogar con su propia Sombra. No tenía desdeos de hablar. Poco a poco se acostumbró al silencio en las oscuras noches sin luz.

Fue en una noche de ésta época en que la angustia comenzó a desarrollarse en el corazón de Adán cuando se desató una tan terrible tormenta que se convirtió en tempestad. Las nubes se estrellaban unas contra otras, rayos estrepitosos despedían relámpagos sobrecogedores que alumbraban tétricamente el paisaje. Los truenos retumbaban en los valles y las montañas. Adán, por primera vez en su eterna existencia, quedó sobrecogido y atemorizado. Y buscó, entonces, refugio en una umbrosa caverna. La noche descargó toda su furia en forma de diluvio torrencial y luego se volvió espectralmente oscura, profundamente oscura, hondamente oscura... y Adán, estremecido, se adentró hasta lo más recóndito de la oscura caverna y allí quedó totalmente desolado. La sombra, fiel y eterna compañera de Adán, se refugió en lo más íntimo y profundo del hombre. Se hundió en su corazón. Jamás Adán estuvo tan taciturno, inaccesible e inexpresivo. 
Pero la Sombra tenía urgente necesidad de comunicarse a travé del monólogo de Adán. Y la Sombra de Adán superó el miedo y rompió con la costumbre, con la tradición, con la fórmula primaria, con el código estructural y con aquella estricta regla que había sido autoimpuesta por el hombre. Y dispuesta decididamente a romper con todo ello para sacar a Adán de su mutismo, fue ella quien inició las preguntas en el monólogo-diálogo con su interlocutor:

- ¿Qué te sucede, Adán?
- Tengo miedo. Por primera vez en mi eterna existencia conozco lo que es tener miedo.
- ¿Y qué clase de miedo es ese, Adán?
- Algo que ha roto todos mis esquemas.
- ¿Puedo yo ayudarte a eliminar ese miedo, Adán?
- Es inútil, Sombra. Esto es el final.
- ¿Pero no eres eterno, Adán?
- Esa es mi tragedia. Saber que soy eterno y saber que voy a vivir eternamente con el miedo siempre dentro de mí.
- ¿Por qué tanto negativismo, Adán?
- Porque desde esta noche sé que ya no sé quien, en verdad, soy.
- ¿Quieres saber quien, en verdad, eres, Adán?
- No creo que tú, mi propia Sombra, puedas decirme a mí quien soy en realidad.
- Te equivocas, Adán. No existe ningun otro ser viviente como tú y por eso es tu propia Sombra la que, en verdad, puede ayudarte a saber quien verdaderamente eres..
- Antes estaba seguro de mí mismo, sabía interpretarme con exactitud. Ahora, quizás por los celos y la envidia, dudo ya de quien soy...
- La duda es las antesala del conocimiento, Adán...
- En mi caso la duda es el final del conocimiento, Sombra...

La Sombra quedó pensativa durante unos segundos antes de continuar:

- ¿De verdad quieres saber quién eres, Adán?
- De verdad quiero saber quién soy.
- Para saber quién eres verdaderamente sólo tienes que darte la vuelta a ti mismo. Conocer la cara oculta de ti mismo.
- ¿Cómo me doy la vuelta a mísmo?
- Es fácil. Tu nombre es tu identidad visible. Dále la vuelta completa a tu nombre y sabrás quién eres en verdad.

Y entonces Adán perdió el miedo y recuperó toda su capacidad. Volvió a tener fe en sí mismo y comenzó a dar la vuelta a su nombre.

- Mi nombre es Adán.
- Dale la vuelta, Adán. Date la vuelta a tí mismo.

Y Adán dio la vuelta a su nombre y descubrió, por primera vez en su eterna existencia, que Adán era, verdaderamente, Nada.

Y Adán sintió una inmensa tristeza al saber que en el fondo era Nada. Y por primera vez en su eterna existencia sintió dolor, amargura, desolación. Por primera vez en su eterna existencia se sintió verdaderamente solo. Y lloró amargamente. Adán nunca había llorado. No sabía lo que eran las lágrimas. Pero, en aquella madrugada, cuando todavía no había cesado la tormenta ni el sol había aparecido sobre el Paraíso, conoció el lloro, las lágrimas recorriendo sus mejillas y el sabor salado de éstas al llegar a la comisura de sus labios. Lloró tan abundante y desconsoladamente que comenzó a sentirse más humano que nunca, algo así como si comenzara a dejar de ser eterno para empezar a ser simplemente tan mortal como el resto de los seres vivientes del Paraíso. Y amaneció. La tormenta ya había desaparecido y llegó la luz. El astro Sol ya estaba a punto de aparecer. Y la Sombra salió de lo profundo del corazón de Adán y, puestos ambos a caminar, se extendió nuevamente sobre aquella tierra que tan atado tenia al propio Adán. Y Adán comenzó a hablar, por primera vez en su eterna existencia, con su Sombra a plena luz del día.

- Estoy solo, terriblemente solo, Sombra.
- Tienes razón, Adán. Estamos solos.
- ¿Y cómo podría yo superar esta soledad, Sombra?
- ¿Cómo podríamos superar esta soledad, Adán?
- ¿No se te ocurre nada?.
- Se me ocurre una sola cosa. 
- ¿Cuál es esa cosa, Sombra?
- Soñar. Podemos soñar.
- Pero yo sueño muchas veces y sigo estando solo.
- No me refiero a esa clase de sueño.
- ¿Hay otra clase de sueño?
- Existe el Sueño de la Esperanza.
- ¿Qué es eso de la Esperanza?
- Soñemos juntos Adán, dos seres juntos soñando pueden descubrir mucho más que uno solo,
- Es cierto, Sombra. Soñemos.
 - ¿De qué color soñaremos a la Esperanza, Sombra?
- Soñemos que es de color verde.
- Verde como la rama del olivo...

Guardaron unos segundos de silencio mientras seguían caminando hacia la laguna donde Adán era visitado, todos los días, por la ave del paraíso.

- Adán, ¿te has dado cuenta de que todo lo que existe, salvo nosotros, tiene su lado opuesto?
 - Es cierto. La noche se opone al día.
- Y el fuego se opone al agua.
- El sol se opone a la luna.
- El frío se opone al calor.
- El verano se opone al invierno.
- La risa se opone al llanto...

Adán quedó un momento pensativo antes de continuar con su turno...

- La leona se opone al león...
- ¿Qué has dicho, Adán?.
- Que la leona se opone al león. Es igual pero distinta. Y todos los animales tienen compañía de otros animales iguales pero diferentes. 

Un enigmático silencio envolvió a ambos. Su caminar se había detenido pues Adán ya se encontraba en la orilla de la resplandeciente laguna y la sombra de Adán, alargándose a causa del oleaje de las aguas de la laguna, comenzó crecer y crecer más allá de la verdadera estatura de Adán.

- ¡Díos mío, Sombra, qué solo estoy!
- ¿Cómo has dicho, Adán?
- ¡Qué solo estoy!.
- No. Te pregunto cómo me has llamado.
- Sombra.
- Antes. Antes de llamarme Sombra.
- Dios mío... creo que he dicho Dios mío... pero no lo sé con exactitud.

Ambos volvieron a guardar silencio, hasta que la Sombra de Adán, rompió de nuevo con la costumbre, la tradición, la fórmula primaria, el código estructural y la estricta regla autoimpuesta por el hombre:

- Adán, qué es lo que más deseas...
- Escúchame bien, Sombra. Muchas veces acaricio al león, al tigre, al gato... acaricio al perro, al toro, al caballo... acaricio a cualquier animal que encuentro a mi paso, pero...
- Pero qué, Adán...
- Pero preferiría poder hablar con ellos. Dialogar de una manera diferente al monólogo conmigo mismo.
- Y qué más Adán. ¿Qué más deseas en el fondo de tu corazón?
- En el fondo de mi corazón no acierto a saber que deseo hay.
- Haz un esfuerzo, Adán. En el fondo de tu corazón hay un deseo. Recuerda que yo he estado refugiada, esta noche, allí.
- Escucha, Sombra. El león tiene a su leona, el tigre a su tigresa, el gato a su gata... el perro tiene a su perra, el toro a su vaca, el caballo a su yegua... y todos y cada uno de los animales tiene, por compañera, a otro animal igual pero distinto. Cada animal, con su pareja se acaricia, se besa, hacen el amor, viven juntos y mueren... pero antes de morir engendran otra generación de descendientes que son iguales a ellos pero distintos... y así van perpetuando su especie.
- Pero tú eres muy feliz acariciando a cada animal.
- No del todo, Sombra. Cuando les acaricio siento una sensación muy agradable, pero noto que no es una sensación tan completa ni tan profunda como si pudiera acariciar a otro ser vivo igual a mí pero distinto; un ser vivo que hable igual que yo pero diferente; que piense conmigo pero de forma distinta; que produzca ideas, pensamientos y sentimientos igual que yo pero de otra manera. Que sea una persona opuesta a mí pero complementaria.
- Para eso estoy yo, Adán.
- Escucha, Sombra. Tú eres mi otro yo pero eres demasiado abstracto... y yo necesito algo más concreto para sentirme verdaderamente complementado, verdaderamente realizado, verdaderamente humano...
- ¿Y cómo llamarías a esa compañera?.
- Puesto que soy hombre la llamaría hembra.

Y Adán comenzó de nuevo a sentirse triste porque comprendía que lo que pedía era un imposible. Pero se atrevió a sentenciar:

- Por ella sería capaz de renunciar a mi eternidad.

Y la sombra se estremeció profundamente al escuchar la solemne declaración de renuncia hecha por Adán. Cesó entonces el oleaje de las aguas de la laguna y ésta quedó apacible y serena, mientras la Sombra comenzó a contraerse hasta alcanzar, de nuevo, la misma estatura real que la de Adán.

- Yo sólo soy tu Sombra, Adán, y por eso puedo decirte que lo que deseas no puede ser real pero te queda la Imaginación para hacerlo verdadero.
- ¿La Imaginación? ¿Qué es la Imaginación?
- El más grande y hermoso de los sueños.
- ¿De qué me serviría la Imaginación si no es capaz de hacer real a mi hembra?
- Ten Esperanza, Adán. La Imaginación no puede hacer real a tu hembra, pero puede hacerla verdadera. Lo que se desea simplemente hablando por la boca es siempre una mentira, pero lo que se imagina hablando con el corazón siempre es una verdad.
- Entonces... ¿quieres que imagine a mi hembra?
- Sí Adán. Imagínala con todos tus ocho sentidos: vista, oído, tacto, olfato, sabor, intuición, equilibrio y orientación. Recuerda que no la harás real pero la harás verdadera.

Adán comenzó a imaginarla. La imaginó hermosa y bella; igual que el pero distinta; capaz de hablar como él, pero diferente; creadora de ideas, pensamientos y sentimientos como él pero de otra manera. Opuesta a él pero complementaria.

- ¿Has terminado ya, Adán?
- Si. Ya he terminado.
- Cuéntame cómo es tu hembra.

Y Adán le detalló a su propia Sombra todo el contorno físico de su hembra imaginada y le contó que era capaz de producir ideas, pensamientos y sentimientos iguales a los de él pero diferentes.

- Has creado algo hermoso, Adán, poruqe no es una mentira nacida de la boca, sino una verdad imaginada con el corazón y nacida del alma.
- ¿Qué has dicho?
- Una verdad. Algo que yo no puedo definir con exactitud pero que está presente en todo lo que te rodea.
- No me refiero a la verdad. Me refiero a la otra palabra que acabas de inventar, Sombra.
- ¿Alma?. ¿Te refieres a la palabra alma?.
- Sí. Es nueva para mí. ¿Qué significa?
- Tampoco sé definirla con exactitud. Sólo sé que la puedo sentir a través de la Esperanza.
- Pero, Sombra... tampoco sabemos, en verdad, qué es la Esperanza.
- Te autoengañas, Adán. Eso si lo sabemos. No es cierto que la Esperanza es lo último que se pierde porque es lo primero que se conquista. Así que conquista a la Esperanza para conquistar a tu hembra y no la pierdas nunca...

En esos momentos surgió el sol tras las montañas. Era un sol majestuosamente anaranjado que se iba, poco a poco, convirtiendo en amarillento. Y apareció, entonces, la ave del paraíso que, sobrevolando ligera y grácil por encima de Adán se posó, suavemente, sobre la verde rama de un verde olivo. Estaba más bella y hermosa que nunca y Adán la observó totalmente ensimismado. Y observó el verde de la rama y el verde del olivo... y pensó en el verde de la Esperanza.

- ¡Buenos días, Ave! Hoy estás más bella y hermosa qe nunca y por eso es por lo que me atrevo a confesarte que tengo celos de tu belleza y tengo envidia de tu libertad. Eres capaz de estar sobre la tierra y luego, cuando libremente lo decides, puedes volar por los espacios aéreos. Yo , sin embargo, esty eternamente atado a la tierra. Eres frágil y ligera, suave, sensible, cariñosa... pero sobre todo quiero decirte que pronto encontrarás a otro ave igual que tú pero distinto, y te acaraciarás con él y te irás con él olvidándote de mí. Viviréis juntos y moriréis pero antes de morir habréis procreado otra generación de aves que perpetuarán vuestra especie. Te irás y yo quedaré solo. Eternamente solo. 

Y Adán se atrevió a detallar a la ave todo el contorno físico de su imaginada hembra, que podía producir ideas, pensamientos y sentimientos iguales a los de él pero distintos. Y Adán comenzó a llorar más desconsoladamente que nunca. El llanto de Adán era mucho más profundo que el de la noche anterior. El llanto de Adán era verdaderamente hondo y verdaderamente real.

Aquella ave amaba profundamente a Adán y al verle llorar tan verdadera y hondamente sintió en su interior la enorme soledad del hombre y sufrió al sentir esta eterna soledad.

- Yo sin ella no soy Adán sino Nada, Ave. Nada soy. Yo por ella, Ave, sería capaz de renunciar a mi eternidad.

La ave del paraíso se estremeció al escuchar tan profunda y sincera confesión humana. Y, sin poder soportar más contemplar y sentir el llanto y el dolor de aquel Adán al que amaba tanto, aquel que en verdad era Nada, remontó el vuelo, cruzó la laguna y marchó a un lejano encinar. Allí comenzó a pensar en el verbo creador del hombre y comenzó a imaginar la hembra que con tanto detalle le había descrito Adán. Imaginó tan profundamente que su imaginación se convirtió en palabras:

- Yo soy Ave pero por Adán sería capaz de renunciar a mi libertad.

Era tan profunda y sincera la frase humanizada de la ave que, de repente, un rayo de sol más amarillento que los demás bajó desde el cielo y se hundió en el interior de la ave hasta penetrar en su corazón. Y el nombre de la ave se dió la vuelta y la Ave se convirtió en Eva.

Llegó el amanecer. La luna brillaba en el cielo y se reflejaba en las remansadas aguas de la laguna. Adán y su Sombra habían permanecido durante todo el día allí, quietos y pensativos frente a las aguas de la laguna. Y Adán seguía pensativo hasta que sintió y vio una mano humana sobre su hombro. Igual que la de él pero distinta. Se volvió lentamente y allí estaba ella. Su hembra. 

- Hola Adán, yo me llamo Eva. 

Adán quedó profundamente enamorado de Eva. La besó en los labios y, unidos de las manos, se dirigieron hacia el extremo del Paraíso. Y Adán y Eva, en compañía de sus respectivas sombras, abandonaron el Paraíso Terrenal porque Adán había renunciado a la eternidad por ella y ella, por Adán, había renunciado a la libertad. Y se fueron a otro lugar de la Tierra sabiendo que se acariciarían, se besarían, harían el amor conjuntamente, vivirían y morirían... pero antes de morir habrían procreado una infinita serie de futuras generaciones de seres humanos como ellos pero distintos, iguales que ellos pero diferentes, que produciráin ideas, pensamientos y sentimientos como los de ellos pero de otras maneras y a los cuales les habían cedido y transmitido la Eternidad y la Libertad a la que ellos habían renunciado por amor. Y sabiendo que, a partir de entonces, tendrían que poner nuevos nombres a todas las cosas y animales de la Tierra y que tendrían que escribir una nueva Historia. Y a todas esas infinitas generaciones, las que obtuvieron su Eternidad y su Libertad, la llamaron Humanidad.
 
- ¿Qué te ha parecido, Zaida? Te has quedado muy seria...
- ¡Sensacional! ¡Impresionante! ¡Simplemente genial! ¡Es la explicación más bonita que yo he escuchado sobre nuestra creación! ¿Por qué, siendo capaz de imaginar cuentos tan bellos y tan profundos a la vez, nunca te has presentado como un contacuentos alguna de las noches en las que se reúne todo el pueblo dorfu alrededor de las fogatas? 
- Nunca me he planteado narrar cuentos o leyendas en público. Es la primera vez que lo hago y eso por ser tú. 
- Pues eres genial. 
- Pero no tanto como tú que eres capaz de liderar a un grupo de hembras. 
- Zyriab... 
- ¿Qué quieres ahora?
- ¿Tú crees en los dioses y en las diosas de nuestro pueblo?
- No creo para nada de nada ni en los dioses ni en las diosas de nuestro pueblo. Son solamente mitos nada más. 
- ¿A qué te refieres con eso de mitos nada más?
- A que solamente son creaciones de Windar y otros muchos grandes brujos y hechiceros que han ido creándolos a través de los siglos para formar, con todos ellos y con todas ellas, ese conjunto de ídolos sin alma alguna a lo que llaman la tradición. 
- Entonces... ¿en que crees tú?
- Yo sólo creo en un Ser Superior que es el Creador de todas las cosas incluidos nosotros los hombres y las hembras. Podemos llamarle simplemente Dios pero con D mayúscula de Divinidad. Los demás dioses y diosas no existen para mí, Zaida. 
- ¿Sólo crees en ese Dios de tu cuento o leyenda?
- Solamente en Él. 
- No sé cuál es la razón... 
- ¿La razón de qué, Zaida?
- La razón por la que me convences. 
- Quizás sea porque has escuchado todo mi cuento o leyenda sin haberte dormido porque no te has aburrido como siempre. 
- ¡Jajaja! Quizás sea por eso... pero te creo... 
 
Zyriab abraza fuertemente a Zaida contra su fornido pecho. 
 
- Pero no voy a ofrecerme para que me goces sexualmente. 
- ¿Para follarte como dicen los cazadores violentos en su lenguaje vulgar?
- Eso es. No voy a dejar que me folles. 
- Ni lo estoy intentando. Te abrazo pero no estoy pensando en eso. Digamos que te abrazo como si yo fuera tu hermano mayor y te estoy protegiendo. 
- Puestas las cosas bien claras quiero confesarte que esta noche tengo una reunión con todas las hembras que me siguen y me han aclamado como su líder. 
- ¿Y?
- Y quiero que tú acudas a esa reunión. ¿Quieres venir tú esta noche a nuestra reunión? Es la p¡rimera vez que invito a un hombre... pero tú eres un hombre muy especial. ¿Quieres venir a nuestra reunión esta noche?
- Sólo iré si también invitas a Hugh. 
- ¿Por qué tiene que venir Hugh? A mí sólo me interesas tú. ¿Qué improtancia tiene Hugh para las hembras? 
- Si no va Hugh yo tampoco voy. 
- ¿Tan importante es para tí eso?
- No es nada importante para mí pero es muy importante para él. ¿Me estás comprendiendo?
- Me parece que sí. Pero tienes que jurarme que ninguno de los dos váis a decir nada a nadie. 
- Yo no soy nigún chismoso aunque sé un gran número de chismes que he escuchado siempre. Pero no estoy en el grupo de los chismosos y nunca lo estaré porque no me importan. Y Hugh tampoco es un chismoso ni forma parte de ningún grupo de chismosos porque no los necesita. Así que de ninguno de nosotros dos tenéis que temer nada. No os traicionaremos jamás. Somos demasiado hombres para hacer cosas de maricas.  
- Te creo, Zyriab. Eres un verdadero hombre. Y espero que Hugh también lo sea. 
- Él es tan hombre verdadero como lo soy yo o incluso más que yo porque mientras yo paso de todo lo que digan sobre mí los envidiosos porque no les hago caso, él pasa de lo que dicen de él todos los envidiosos porque no los necesita. Así que ahora él os necesita a vosotras mcuho más que yo. ¿Me sigues comprendiendo?
 
Zaida se levanta lentamente y, otra vez de pie, vuelve a estirar su esbelto cuerpo...
 
- Entonces, esta noche, a las nueve, en la Cueva de Trüll.
- ¿Y no tenéis temor de ser descubiertas?
- Todas mis seguidoras me son fieles tanto si son morenas como si son rubias. Ninguna ha dicho nada nunca ni lo dirá jamás. Esta noche, a las nueve, id a la Cueva de Trüll los dos y entrad hasta el fondo. Al final de la cueva, en la más completa oscuridad, hay una especie de sala natural que alumbramos con antorchas para reunirnos allí. Pero tened mucho cuidado al caminar dentro de la cueva porque son cinco kilómetros los que tenéis que andar en medio de la penumbra y podéis caer en algún precipicio. Si camináis con mucho cuidado no hay ninguna clase de problema para que podáis llegar. No podemos alumbrar el camino para no ser descubiertas. 
- Llegaremos sanos y salvos, Zaida. 
- Y recuerda lo que ya te he dicho varias veces. 
- Lo recuerdo. Eres la fruta prohibida que todos desean pero que nadie consigue. 
- Por lo menos todavía lo sigo siendo. 
- Tranquila, Zaida, no me preocupa ese asunto sino el de seguir pescando por ver cuántas caen. 
- ¡¡Jajaja!! Me gusta tu humor, Zyriab. Hasta las nueve de esta misma noche. 
 
Zyriab ya no dice nada más y Zaida se pone en camino de regreso a la ciudad. Diez son las truchas que pesca Zyriab una vez que Zaida se ha ido de su lado. 
 
- Para tan poco tiempo de pesca ha sido todo un milagro.
 
Y Zyriab, sonriendo, da por terminada su labor de pesca. 

 
 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Novela de Ficción, Cómic y Guión literario para Cine al mismo tiempo.

Palabras Clave: Literatura Prosa Novela Narrativa Ficción Cómic Guión Cine.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción



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