Hombres y mogovos (Novela - Cómic - Guión Cine) -Capítulo 2-
Publicado en Jan 20, 2014
Prev
Next
La mañana es clara y calurosa cuando Zyriab se encuentra plácidamente pescando desde la orilla del río en medio del bosque. Por detrás de él, que se encuentra sentado, las manos de una hembra le tapan los ojos.
 
- ¿Quién soy, Zyriab?
- Por el calor de tus manos y por el dulce sonido de tu voz eres Zaida y creo que no me equivoco.
- ¡Jajaja! ¡No te has equivocado, Zyriab! ¡Soy Zaida!
 
Zyriab desvía su mirada hacia ella que luce su monumental cuerpo más brillante que nunca bajo los rayos del sol. Zyriab se queda sin poder hablar.
 
- ¿Puedo sentarme a tu lado, Zyriab?
 
Zyriab se corre hacia un lado dejando sitio a la bellísima Zaida.
 
- Eres hombre de pocas palabras, Zyriab, pero... ¿qué estás haciendo?
- No hace falta ser muy inteligente para saber que estoy pescando.
 
Zaida comprueba la musculatura del bícep derecho de Zyriab tocando con sus manos...
 
- ¡Eres muy joven, muy apuesto, muy sano y muy fuerte, Zyriab! ¿Qué haces aquí pescando cuando tu obligación sería estar con los cazadores? ¡Puedes ser incluso mejor cazador que Zarkón!
- Hay dudas que no me preocupan que existan.
- ¿No tienes miedo de lo que piensen los hombres de ti?
- No. No tengo miedo.
- Pero... ¿te gustamos o no te gustamos las hembras?
 
Zyriab nota que una enorme trucha ha picado en el anzuelo.
 
- Calla, Zaida...
- ¿No te atreves a responder?
- Calla. Tengo que concentrarme en conseguir esta pieza.
 
  
Zaida guarda silencio mentras Zyriab, con gran maestría, consigue sacar limpiamente la enorme trucha del rio.
 
- ¿Qué me estabas preguntando, Zaida?
- Te estaba haciendo saber que las hembras también hablamos entre nosotras de los machos del pueblo de los dorfus.
- Supongo que es normal.
- Lo que no es normal, nos preguntamos todas nosotras, tanto las rubias como las morenas, es lo que sucede contigo.
- ¿Puedo saber qué sucede conmigo?
- ¡Eso es lo que intentamos saber nosotras!
- Sobre mi persona no tengo nada que explicar.
- ¿Por qué no estás con los cazadores? La pesca es para los más débiles y tu estás muy joven, muy apuesto, muy sano y muy fuerte. ¡No lo entiendo!
- ¿Has oído alguna vez algo sobre lo que es el pacifismo?
- Sí. Todos los hombres del pueblo dorfu dicen que es propio de cobardes. ¿Eres un cobarde o no eres un cobarde, Zyriab?
- Depende de lo que opinen quienes me conocen. Unos dirán que soy un cobarde y otros dirán que soy un valiente. ¿Quiénes son los que llevan razón según tú, Zaida?
- Antes de contestar a eso yo me estoy preguntando algo...
- ¿Qué te estás preguntando?
- ¿Por qué habiendo sido el más fuerte de todos los alumnos durante el período de las enseñanzas ahora te ha dado por dedicarte a la pesca?
- ¿Qué tiene de malo ser un pescador en lugar de ser un pecador?
- ¡¡Eres muy extraño, Zyriab!!
- ¿Tan extraño cómo que es imposible opinar de mí? ¿Soy un cobarde o no soy un cobarde?
- Me gustaría mucho que no lo fueras...
- Pero la mayoría de las hembras opinan que lo soy. ¿No es eso lo que te extraña?
- Mirando de cerca tus manos se ven que son muy poderosas. ¿Puedo tocarlas?
- Tócalas sin miedo, Zaida.
 
Zaida toca las dos manos de Zyriab con las suyas.
 
- ¡Son muy poderosas, Zyriab! ¡Siento algo muy diferente a lo normal en las manos de un hombre!
- ¿Quién te ha dicho eso?
- Tu amigo Hugh. ¿Sois solamente amigos o hay algo más entre vosotros dos?
- ¡Pásame una de esas lombrices, por favor!
 
Zaida escoge una lombriz y se la entrega a Zyriab.
 
- Para que los peces piquen y no se puedan soltar del anzuelo hay que saber colocar muy bien las lombrices y de forma correcta.
- ¿Eso te entusiasma más que abatir grandes cuadrúpedos con flechas y lanzas?
- Voy a contarte un secreto, Zaida.
- ¿Porque te resulto interesante?
- Porque me resultas sincera.
 
Zaida pone cara de entusiasmo mal disimulado...
 
- Para cazar animales salvajes sólo es necesario la fuerza bruta; pero para saber pescar bien hay que utilizar mucho la inteligencia.
- ¡No has contestado todavía a mi pregunta!
- La inteligencia no consiste en hablar demasiado como hacen los cazadores con vosotras cuando se emborrachan después de una gran jornada de caza.
 
Zaida mira hacia el cielo...
 
- Parece que se acerca la lluvia, Zyriab. ¿No quieres aprovechar el poco tiempo que nos queda para gozar el día de hoy?
- No me preocupa la lluvia.
 
A Zaida le entra la ira... 
 
- ¿Es que no sientes nada? ¿De qué estás hecho, Zyriab?
- Me preocupan muchas cosas pero prefiero guardar silencio.
- ¡Te ofrezco algo muy interesante para guardar después silencio, pescador!
- ¿Algo verdaderamente muy interesante?
- ¡Sí! ¡¡Todo mi cuerpo para ti y ahora mismo!! Nadie nos está observando.
 
Zyriab lanza su caña sobre la corriente del río...
 
- ¡¡Te estoy diciendo que te ofrezco todo mi cuerpo, Zyriab!! ¡¡Es algo que nadie lo ha probado jamás aunque muchísimos son los que lo desean por no decir todos!!
- No levantes la voz, Zaida. Te he escuchado con total claridad.
- ¿Y qué has decidido?
- Que puedes ir a contarle a todos tus admiradores y a todas tus chicas rubias y morenas que no he querido abusar de tu cuerpo.
- ¿Estás rechazando lo que todos desean?
- Yo no soy un cazador salvaje, Zaida. Sobre vosotras las hembras tengo mi propia opinión.
- ¿Quieres decir que no te gustamos ninguna?
 
Zyriab sonríe ligeramente mientras nota que otra trucha ha picado en el anzuelo.
 
- Calla, Zaida. ¡Acabo de pescar a otra!
- ¿Eres siempre así de entusiasta? ¿Por qué no muestras el mismo entusiasmo con nosotras? ¡Ni tan siquiera acudes a los Bailes de las Hembras! ¿Ocurre algo raro contigo? ¿Es verdad lo que muchos dicen de ti?
- ¿Quiénes son esos muchos?
 
Zyriab vuelve a sacar limpiamente otra gran trucha del río.
 
- ¿Quiénes crees tú que son esos muchos, Zyriab?
- Supongo que todos los cazadores.
- ¿Y no te incomoda que opinen eso de ti?
- Lo que opinen los cazadores de animales salvajes y de hembras hambrientas no me preocupa en absoluto. Vuevo a repetirte, por si no lo has entendido todavía, que soy un pescador pero no un pecador.
- ¿Quién te ha enseñado a opìnar así?
- Digamos que mi íntimo amigo Hugh.
- ¿Qué tiene ese tal Hugh que no tengamos nosotras?
- La paz de su espíritu.
- ¿Y la paz del espíritu consiste en no gozar con nuestros cuerpos?
- La paz del espíritu es mucho más que eso, Zaida.
- ¿Puedo saber cómo consiguió ese tal Hugh hacerse tu amigo y en qué momento lo consiguió?
- Una noche en que le vi llorar bajo la luz de la luna.
- ¿Un macho llorando como un marica bajo la luz de la luna?
- Un hombre llorando como un niño bajo la luz de la luna. 
- ¿Cuál es la causa de que un hombre del pueblo de los dorfus llore como una niña?
- No lloraba como una niña. Lloraba como un hombre llora cuando se convierte en niño y no en niña. No te confundas ni con él ni conmigo, Zaida.  
- ¿Deseaba Hugh aquella noche tener a un hombre a su lado?
- Eso es, Zaida. Descubre por ti misma qué significa eso. Y ahora, si no te importa, déjame en paz porque quiero seguir llenando mi cesta de truchas. Puedes decirle a todos tus admiradores y a todas tus amigas rubias y morenas que Zyriab es el íntimo amigo de un hombre que llora bajo la luz de la luna como un niño porque ninguna de vosotras, hembras del pueblo dorfu, os fijáis para nada en él.
- ¡No me voy a ir de tu lado hasta conseguir que goces de mi cuerpo! ¡Y te repito que ningún hombre, por muy macho que sea, tanto de los dorfus o de cualquier otra civilización, ha gozado jamás de mi cuerpo! ¡¡Atrévete tú si eres valiente!! ¿O es que te doy miedo de verdad?
- La verdad no me da ningún miedo, Zaida.
- ¿Y cuál es la verdad.
- La verdad es lo que nada tiene que ver con las apariencias. La apariencia física de todas las hembras de los dorfus es de una belleza tal que hasta las diosas os envidian segün dicen los propios dorfus.
- Entonces... ¿por qué no aprovechas esta ocasión para demostrar dicha verdad? Te repito que nadie nos observa. No hay ningún merodeador por las cercanías. Están todos muy ocupados a estas horas de la mañana.
- ¿Tú crees que me asustan los merodeadores? Si yo quisiera cumplir con tus deseos lo haría hasta en la Gran Avenida de la ciudad y delante de todos los hombres y las hembras del pueblo dorfu. desde el Gran Isén hasta la mismísima Sigrid. 
- ¿Lo dices de verdad?
- Lo digo de verdad.
- Entonces... si piensas de esa manera... ¿por qué eres amigo íntimo del deformado Hugh y no eres amigo íntimo de un hombre tan fuerte como Zarkón?
- ¿Por qué eres tú la amiga íntima de una hembra tan bella como Braina y no eres la amiga íntima de un hombre tan fuerte como Zarkón?
- ¡Porque Zarkón es un bruto salvaje además de déspota y egoísta!
- ¡Tú lo has dicho! Esa es la respuesta por la que yo tampoco soy amigo íntimo de un depravado.
- Me alegro de ello, Zyriab...
- Entonces... ¿qué más quieres saber de mí?
- No me iré de tu lado hasta que pueda saber la gran verdad de tu misteriosa personalidad.
- ¿Quieres decir que sigues ofreciéndome tu cuerpo para que yo goce de él?
- ¡Eso es lo que estoy esperando, Zyriab!
- Estoy muy preocupado, Zaida...
- ¿Por mí? ¿Estás muy preocupado por lo que puedan decir de mí?
- Supongamos que sí... pero eso ahora no tiene ninguna importancia...
- ¡Sigo sin entenderte, Zyriab!
- Lo que me preocupa, en estos momentos, es llenar la cesta.
- ¿Prefieres llenar la cesta antes que llenarme a mí?
 
Zyriab vuelve a sonreír...
 
- ¿Puedes elegir otra lombriz? ¿Quieres aprender a saber colocarlas en el anzuelo?
- ¿Estás loco o haces como que estás loco?
- ¿Pueden ser ambas cosas a la vez?
- De verdad que eres un hombre disparatado.
- ¿Y deseas que un hombre disparatado goce de tu cuerpo?
- ¡Mejor es un hombre disparatado que un bestia como Zarkón!
- ¿Te estás dando ya cuenta de lo que es tener espíritu sosegado?
- ¿Es que no te importo como hembra?
- Me importas como persona.
- ¿Persona? ¿Qué es ser persona, Zyriab?
- Quizás sea lo que el Gran Isén está intentando hacer que todos lo comprendan.
- ¿Tú también te preocupas por los mogovos?
- Yo me preocupo por los dorfus. Los mogovos sólo es un problema de los dorfus y no mío.
- Pues para enfrentarse a los mogovos hay que ser muy fuerte, Zyriab. Si todos nuestros machos fuesen como tu íntimo amigo Hugh todas estaríamos ya en poder de esas bestias peludas. ¿Comprendes tú lo que le proecupa al Gran Isén?
- Comprendo lo que quieres decir y espero que tú comprendas lo que quiere decir el Gran Isén.
- El Gran Isén ya está demasiado viejo y débil, Zyriab. Alguien tiene que tomar ya su relevo. ¿Por qué no puedes ser tú?
- Tenéis a demasiados cazadores para elegir al sucesor del Gran Isén pero, que yo sepa, ese derecho le pertenece a Zarkón.
- Nosotras no estamos de acuerdo...
- ¿Vosotras? ¿Quiénes sois vosotras?
- El grupo de hembras que yo lidero. ¿Se lo vas a contar a alguien?
- ¿Tú crees que yo voy con habladurías y chismes como hacen los cazadores cuando se emborrachan más de la cuenta?  
- ¿Por qué no te unes a nosotras? Necesitamos que haya hombres que nos defiendan.
- ¿De brutos como Zarkón o de los mogovos?
- De ambos. Mi grupo no está conforme con los hombres como Zarkón ni con el peligro que suponen los mogovos. ¿Qué opinas?
- Que tengo que llenar la cesta de truchas. 
 
Zaida ya no puede contenerse más, abraza a Zyriab por el cuelo y le besa fuertemente en la boca hasta dejarle casi sin respiración.
 
- ¡Y ahora goza de mi cuerpo, Zyriab!
 
Zyriab se quita su correa...
 
- ¡Espera un momento, Zaida! Mereces un tratamiento de choque.
- ¡Jajaja! ¡Cuando quieras, Zyriab!
 
Zyriab voltea el cuerpo de Zaida sobre el verde césped y le da dos fuestes correazos en la espalda.
 
- ¿Qué dices ahora, Zaida?
- ¡Que me gustas más que nunca! ¡Ahora aprovecha la ocasión y disfruta!
 
Zyriab se levanta del suelo, recoge la caña y el resto de los aparejos de pesca junto con la cesta.
 
- Será en otro momento, Zaida, si es que tenemos otro momento tú y yo.
 
Zaida se levanta también del suelo.
 
- Está bien, Zyriab, quizás se haya pasado definitivamente tu momento, pero...
- Pero... ¿tienes alguna otra sorpresa que darme?
- ¿Te unirás a nuestro grupo? Necesitamos a un verdadero hombre que nos haga entender cómo tratar a los cazadores para no seguir siendo sus víctimas.
- Sólo puedo prometerte que lo pensaré, Zaida. Y ahora volvamos a la ciudad.
- ¿No te importa que tu íntimo amigo Hugh te vea llegar conmigo a tu lado?
- ¡Jajaja! Pero Zaida... ¿tú también eres de esos chismosos y chismosas que envidian la sana amistad de dos amigos? 
- Todo lo contrario, Zyiriab. ¡Me encanta que hablen mal de mí! Es algo que me da fuerzas para seguir adelante.
- ¿Quiénes hablan mal de ti?
- Sigrid y sus seguidoras.
- ¿Las rubias de los ojos azules?
- No todas pero la gran mayoría de ellas.
- Cuenta...
- Si me invitas a comer...
- ¿Podríamos hablar de eso mientras comemos los tres?
- ¿Los tres? ¿Es que no te atreves a estar conmigo a solas?
- No. No tengo ninguna clase de miedo para estar contigo a solas. Sólo quiero que conozcas bien a Hugh. Después podremos tener todo el tiempo del mundo para volver a estar solos tú y yo.
- Está bien. Permitiré que Hugh esté presente. A él no le debe preocupar que yo vaya al lado de un hombre como tú y a mí no me debe preocupar que él sea tu amigo íntimo.
- Empiezas a darte cuenta de lo que es la sana amistad, Zaida.
 
Y los dos llegan a la ciudad sin decir ya ninguna palabra más. 
   
 
 
 
Página 1 / 1
Foto del autor José Orero De Julián
Textos Publicados: 7132
Miembro desde: Jun 29, 2009
0 Comentarios 198 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Novela de Ficción, Cómic y Guión literario de Cine al mismo tiempo.

Palabras Clave: Literatura Prosa Novela Narrativa Cómic Guión Cine.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción



Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy