Historia de "Thaler" (Novela) -Captulo 18-
Publicado en Jan 16, 2014
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Historia de "Thaler" (Novela) -Capítulo 18- 
 
17 de octubre de 1908. Zapatería "Wirtington" de Los Ángeles de California, en los Estados Unidos. 
 
- ¡Buenas noches, Malivai Wirtington! ¿Cómo marcha el negocio?
- ¡Felices los ojos que te ven de nuevo, Mónica Peles! ¡Venga ese abrazo!
- Pero sin demasiadas confianzas, Malivai, sin demasiadas confianzas que luego ya sabes que los chismosos y las chismosas están por todas partes.
- Pero si sólo es un abrazo de pura amistad.
 
Mónica Seles se dejó abrazar por Malivai Wirtington quien la apretó más de la cuenta.
 
- ¡¡Bruto!! ¡¡Salvaje!! ¡¡Haz el favor de soltarme ya que me estoy mareando!!
 
El asustado Malivai Washington le ofreció el largo banquillo donde todas las clientas se sentaban para probarse los zapatos. Mónica Peles se sentó dejándose caer tan fuerte sobre el banquillo de madera, ya carcomida por el paso de los años, qué éste se rompió en dos mitades y ella quedó sentada en el suelo y completamente adolorida.
 
- ¡Ay, virgen santa! ¡Qué dolor! ¡¡Qué dolor, virgen de los remedios!
- No te apures tanto, Mónica... que yo, como buen caballero que soy te ayudaré a levantarte.
 
Al tomar la mano de Malivai, Mónica tiró tanto hacia sí misma para levantarse, que toda la humanidad del zapatero cayó sobre ella misma y ambos rodaron por el suelo.
 
- ¡¡Majadero!! ¿Estás intentando otra vez abrazarme? ¡En cuanto consiga levantarme te voy a dar dos sopapos que te vas a enterar hasta del número de teléfono de la policía!
 
Malivai, desde el suelo, comenzó a asustarse...
 
- ¡No, Mónica, por  Dios, no lo hagas! No llames a la poli. ¡¡No soy más que un simple zapatero y tengo que alimentar a toda una prole de familia!!
 
Mónica se apoyó en el pecho de Malivai para ponerse de pie mientras el dolor le produjo exclamaciones insólitas al zapatero.
 
- ¡¡¡Ufff!!! ¡¡¡Arggg!!! ¡¡¡Que me hundes el pectoral, Mónica!!!
- ¡Levanta ya y deja de hacerte la víctima porque, en todo caso, la víctima por acoso soy yo¡
 
Por fin Malivai Wirtington consiguió levantarse a duras penas y mientras se sobaba el pecho para volver de nuevo a la normalidad, le trajo una silla de enea a la ya excesivamente nerviosa Mónica Peles.
 
- ¡¡Qué bochorno!! ¡¡Qué vergüenza!! ¡¡Un vaso de agua, por favor!!
 
Malivai corrió hacia el aseo, abrió el grifo y el estallido se escuchó hasta en la acera de enfrente.
 
- ¡¡¡Blummmmm!!!
- ¿Qué te pasa ahora, zascandil?
 
Malivai apareció pálido el rostro y mojado de agua por todas partes de su cuerpo.  
 
- ¡¡El grifo!! ¡¡Ha explotado el grifo!!
- ¡Bueno, dejemos ya las tragedias a un lado!
- ¡¡Claro que es una tragedia!! ¡¡Se me va a inundar el comercio!!
- ¿Para qué tienes el cerebro, cabeza de chorlito? ¡Cierra la llave de paso de la tubería general!
- Cierto es. No había caído yo en eso.
- Pues ya nos hemos caído lo suficiente... así que haz lo que tienes que hacer y ven a ayudarme a elegir un par de lindos zapatos.
- Oye, Mónica, que tú no eres La Cenicienta ni yo el Príncipe que busca esposa.
 
Ante aquella grosería, Mónica, ya sentada, se sacó el zapato derecho y se lo tiró a la cara pero, con gran agilidad, Malivai sorteó el impacto y el zapato fue a tropezar con un florero de cerámica china que se quebró en mil pedazos.
 
- ¡El florero de cerámica china de mi querida suegra! ¡¡Me va a matar en cuanto se entere!!
- Tu suegra no es nadie en estos momentos. A quien tienes que tener miedo, ahora, es a mí, porque ya sabes que soy una clienta muy exigente. 
 
Ya el agua encharcaba todo el piso de la zapatería cuando Malivai pudo, por fin, cerrar la llave de paso y volvió para atender a Mónica. 
 
-¿Vienes de verdad a comprarte un par de zapatos o a tontear un poco conmigo?
- ¡Yo no tonteo jamás con un petardo que parece más un cerdo que un ser humano por muy donoso que seas!
- ¡Eso sí que no te lo consiento que lo digas dos veces!
- ¡Yo no tonteo jamás con un petardo que parece más un cerdo que un ser humano por muy donoso que seas!
- ¡Eso sí que no te lo consiento que lo digas tres veces!
- ¡Yo no tonteo jamás con un petardo que parece más un cerdo que un ser humano por muy donoso que seas!
- ¡¡Basta!! ¡¡Basta!! ¡¡¡Me va a dar un ataque de nervios!!!
- Para ser tan donoso te pones más nervioso que un pepito de ternera a punto de ser devorado por Santa Mónica.
- ¿Santa? ¡¡Jajaja!!
 
El bofetón que le atizó Mónica en la boca hizo que chorreara la sangre del labio inferior de Malivai que se puso a llorar como un macarra de barrio enganchado por la poli en plena faena de dar el tirón al bolso de una señorita.
 
- ¡¡¡Buaaaaa!!! ¡¡¡Buaaaaa!!! ¡¡¡Buaaaaa!!! ¿Qué te he hecho ya para que me pegues así? ¡¡¡Buaaaaa!!! ¡¡¡Buaaaaa!!! ¡¡¡Buaaaaa!!! 
 
Mónica se levantó de la silla de enea y puso en la nariz de Malivai su pañuelo de seda.
 
- ¡Anda, mocoso! ¡¡Limpíate y deja de llorar como un mariquita, donoso de las narices!! Menudo galancete de poca monta estás tú hecho.
- ¡¡Mira que monto en cólera, Mónica!!
- ¡¡Mira que te parto ahora el labio superior, donoso galancete de bailes baratos!!
 
Malivai expulsó los mocos en el pañuelo de Mónica y dejó de berrear.
 
- ¿Vienes o no vienes a comprar un par de zapatos?
- ¿Para qué viene una señorita a una zapatería?
- No me atrevo... no me atrevo... no me atrevo...
- ¿Así que ya se te ha pasado la gracia de decir que a tontear un poco contigo?
- No me atrevo... no me atrevo... no me atrevo...
- ¡Pues claro que vengo a comprar un par de lindos zapatos!
- Es que...
- ¿Qué pasa ahora so cerdote?
- ¡No me llames sacerdote por fa, que la verdad es que no tengo ni media hostia!
- Te he llamado so cerdote pero lo de que no tienes ni media hostia es una verdad más grande que el templo de Babilonia. ¿Qué te sucede ahora?
- Que no vendo nada si no se me anticipa el dinero.
- Está bien. Tengo dinero.
 
Mónica sacó de su bata blanca a "Thaler".
 
- ¿Qué te parece este hermoso dólar?
- ¡Es verdaderamente raro pero valioso!
- Tan valioso que tiene nombre propio.
- ¿Nombre propio?
- Sí. A alguien se le ocurrio llamarle "Thaler" y como "Thaler" lo he conocido yo.
 
Malivai Wirtington agarró el dólar y se lo guadó en el bolsillo superior izquiedo del guardapolvo que llevaba puesto.
 
- ¡No lo ensucies de polvo, so cerdote!
- Está bien. Dejemos ya de discutir. ¿Qué zapatos te gustaría comprar?
- Para empezar ya me he fijado en aquellos de allí arriba...
- ¿Los de la bandeja más alta de esa estantería metálica? ¿Tienen que ser precisamente esos de la bandeja más alta de la estantería metálica?
- ¿Qué sucede? Me parecen bonitos y como me parecen bonitos...
- Para... para... para... ¡para qué habré puesto yo una zapatería para poder ganarme la vida!...
- ¿Subes o no subes?
- Subo. Pero espera un momento que la escalera está un poco torcida hacia la derecha y como ves no es tan fácil trepar por ella.
- No te preocupes por eso. Yo te la sujeto.
- ¡Pero no la dejes de sujetar por favor pase lo que pase!
 
Malivai colocó la escalera metálica, Mónica la sujetó y el zapatero trepó hasta una buena altura cuando, de repente, a Mónica le entraron enormes ganas de estornudar sin poderlo remediar.
 
- ¡¡¡Aaaaaatttttccccchhhhhiiiiisssss!!!
 
Tan explosivo fue el estornudo que Mónica dejó de sujetar la escalera y Malivai quedó bailando en lo alto de ella mientras se balanceaba de un lado para otro.
 
- ¡Que me la pego! ¡¡Que me la pego!! ¡¡¡Que me la pego!!!
 
Un segundo estornudo, tan explosivo como el primero, resonó en la zapatería.
 
- ¡¡¡Aaaaaatttttccccchhhhhiiiiisssss!!!
 
Al golpear la cabeza de Mónica en la escalera metálica, ésta vibró con tanta intensidad que se vino abajo arrastrando al desvalido Malivai, el cual se vino al suelo con su pierna derecha enganchada en uno de los escalones de la escalera.
 
- ¡Que me la pegué! ¡¡Que me la pegué!! ¡¡¡Que me la pegué!!!
- ¡Santa Mónica bendita! ¡¡Vaya batacazo!!
 
Malivai quedó como sin sentido mientras Mónica se esforzaba en sacar la pierna derecha del zapatero que estaba enganchada en la escalera.
 
- ¡¡No tires tan fuerte, Mónica, que me arrancas la rótula!!
- Es que no hay forma de hacerlo de otra manera.
 
Con uno de los fuertes tirones de Mónica, en vez de sacar la pierna de Malivai lo que hizo fue arrancarle los pantalones al zapatero quedando al descubierto sus calzoncillos con dibujos a todo color de "El Pibe Amarillo" lo cual produjo un ataque de risa a Mónica
 
- ¡¡¡JAJAJAJAJA!!! ¡¡¡JAJAJAJAJA!!! ¡¡¡JAJAJAJAAJ!!!
 
Pero a tanto llegó el estallido de risa que comenzó a dolerle seriamente el estómago.
 
- ¡Aggg! ¡¡Aaggg!! ¡¡¡Aaaggg!!
 
Por fin el donoso zapatero y la bella clienta pudieron estar de pie y como si nada hubiese ocurrido...
 
- ¿Puedes sentarte otra vez en la silla para probar unos lindos zapatos que tengo seleccionados para las clientas más exigentes?
- ¡Espero que sea cierto!
 
Con mucho esfuerzo y ya comenzando a sudar por la ardua búsqueda de los lindos zapatos, el donoso zapatero consiguió volver con la caja entre sus manos y Mónica, la abrió y se acuclilló ante ella.
 
- ¿Esto qué es?
- ¡Unos lindos zapatos de color melocotón que es lo que se lleva ahora como el último grito de la moda!
 
El grito que pegó el donoso zapatero cuando Mónica estampó el tacón del zapato izquierdo en toda la crisma de Malivai se oyó hasta en la acera de enfrente.
 
- ¡¡¡Aaaaaaaaaayyyyyyyyyy!!!
- La próxima vez que te atrevas a ofrecerme unos lindos zapatos de color melocotón, muñeco, el grito no va a ser ya de la última moda sino de la moda final porque es que te mato y mueres instantáneamente.
 
Al donoso zapatero le entró una tembladera por todo el cuerpo cuando se levantó de su posición de cuclillas y empezó a cantar sandeces totalmente grogui.
 
- ¡Corazón! ¡Corazón de melón melón melón! ¡Corazón! ¡Corazón! ¡Corazón de melón melón melón!
- ¿Qué le pasa a tu melón, Malivai?
- Esto... bueno... creía que cantando se me pasaba más el dolor...
- ¿Es que eres aficionado a cantar cuando algo te duele?
- Es que soy aficionado a cantar cuando algo no lo comprendo y no comprendo que no te guste el color de melocotón.
- ¡Me gusta el color de frambuesa! Así que... búscame unos lindos zapatos de color de frambuesa, muñeco...
 
Malivai se esforzó todo lo que pudo hasta conseguir unos lindos zapatos de color frambuesa que eran los únicos que había de ese color en toda la zapatería. Sudando copiosamente se los ofreció a Mónica pero, ya avisado por ella, se quedó de pie esperando.
 
- ¡¡Pues no!! ¡¡No me gustan!!
 
Mónica, totalmente llena de ira, arrojó los dos zapatos contra el cristal de la zapatería y éstos, tras romper el cristal, fueron a parar a la acera de enfrente.
 
- ¡¡¡Crack!!!!  
- ¡¡Dios mío!! ¿Qué has hecho, Mónica? ¿Sabes cuánto cuesta un cristal como ese?
- Sigue sacando lindos zapatos del color que sean pero que me gusten de verdad o la próxima vez no rompo más cristales sino que te rompo la cara de idiota que se te ha puesto. ¿O es que has nacido ya con esa cara de idiota?
 
El donoso zapatero comenzó una fatigosa labor de ir sacando cajas de zapatos que continuamente rechazaba Mónica una vez tras otra.
 
- ¡Estos son lindos de verdad!
- ¡¡No me gustan!!
- ¡Estos son lindos de verdad!
- ¡¡No me gustan!!
- ¡Estos son lindos de verdad!
- ¡¡No me gustan!!
 
Los mismo se repitió hasta un total de 40 veces y ya, totalmente exhausto, el donoso zapatero, con el suelo de la zapatería lleno de agua y zapatos que se manchaban de agua, decidió jugarse el todo por el todo.
 
- ¡¡¡Basta ya!!! ¡¡Estos zapatos si que te van a gustar!! ¡Te lo prometo! ¿Puedes probártelos, Mónica?
 
Mónica se probó el zapato derecho y quedó complacida pero de repente se dio cuenta de que le dolían en la puntera.
 
- ¡Me duele la puntera de mi pie!
- Eso no tiene importancia alguna... con el tiempo de uso dejarán de dolerte...
- ¿Pruebo a ver si es verdad?
- ¡Prueba, por favor!
- ¿Puedes ponerte de espaldas?
- Si te da vergüenza que te vea me doy la espalda y santas pascuas.
 
Una vez que el donoso zapatero se volvió de espaldas, Mónica aprovechó la oportunidad para darle un punterazo, son su pie derecho, en la rabadilla.
 
- ¡¡¡Aaaaaaaaaaayyyyyyyyyy!!!
 - ¿Duele o no duele la puntera de estos zapatos? Como no me gusta nada de lo que me ofreces, muñeco, ahí de quedas con tu tienda y con el dólar que te regalo por las molestias causadas.
 
Mientras Mónica Peles abandonó la zapatería de Malivai Wirtington, éste recordó que tenía en el bolsillo superior de su guardapolvo a "Thaler" y decidió cerrar la zapatería porque ya la noche había llegado a Los Ángeles de California. Después pensó que lo mejor era irse a jugar al Casino para olvidar las penas.  
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela de Ficcin.

Palabras Clave: Literatura Prosa Novela Narrativa Relatos Ficcin.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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