CAMINOS

LA DONCELLA LEYENDO BAJO EL NOGAL

Había pasado casi un mes de su llegada al pequeño poblado de la frontera, el almanaque deshojaba sereno los días de la juventud del maestro, que comenzaba a adelgazar notablemente, profundizando aún más el tamaño de sus ojos negros saltones. Almorzaba y eventualmente desayunaba en la escuela y a la noche si había algún convite se prendía; o sino comía frugalmente algo de fiambre o galletas con dulce o picadillo. El director notó el detalle y pidió a la cocinera que le preparara algo de comer los sábados y domingos.
 
Así comenzó la rutina de ir de cuando en cuando a la cocina que funcionaba en el fondo del terreno escolar, debiendo para ello pasar por todo el terreno escolar, la casa del director y la casa de las maestras. Al hacerlo notó que siempre junto a una radio y el mate se hallaba sentada en un amplio sillón de madera leyendo Irene, a la sombra de un añoso e inmenso nogal.
Al principio solo el saludo formal:
- hola- , él
- hola-, ella
- linda tarde-, él
- mmmm...-, ella.
Hasta que un día la cocinera pidió ayuda a la maestra Irene para cocinar algo diferente, esto rompió el hielo y el domingo siguiente comieron los tres en la casa de la cocinera Olinda. El menú fue una sabrosa y cargada pizza con ensaladas y una gaseosa a temperatura ambiente ya que no había energía eléctrica. Fue el disparador, de ahora en más el camino de su casa a la cocina se hacía habitual cada tarde-noche con la escala cada vez más prolongada debajo el nogal, escuchando Radio Carbe de la República Oriental del Uruguay, única emisora que se podía sintonizar en la zona que trasmitía en castellano, tomando mate, conversando.
Atardeceres hermosos y un silencio solo roto por la rutina agraria de algunos vecinos llamando a sus vacas a la hora de ordeñar y el bullicio de los pájaros buscando refugio en el nogal y los aleros. Luego los atardeceres se hicieron noche y  las noches con resplandor de luna testimoniaron los besos robados con cariño, naciendo un amor dulce y eterno, llamado a perdurar.