Diez meses ( 9 )
Publicado en Dec 11, 2013
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Tan sólo cuando vio las vigas de madera, Alicia logró recordar donde se encontraba. La casa estaba en silencio. Ningún sonido llegaba del exterior, sólo un hilo de luz conseguía franquear la ventana que Amalia se encargó de cerrar anoche.
No sabía que hora era. El reloj continuaba en el bolsillo del pantalón donde lo guardó, después de desprenderse de él en el tren. Sentía curiosidad por ver el pueblo a la luz del día, pero se dio unos minutos más antes de levantarse.
La habitación se fue haciendo visible en todos sus detalles. En un rincón del cuarto, oculta bajo una funda gris, descansaba la maquina de coser con la que Amalia se había ganado la vida durante años. A continuación aparecieron dos sillas sin relación alguna entre si ni con la butaca donde, la noche anterior, dejó su ropa. El resto del mobiliario lo completaban la cama y el armario, en cuya puerta un espejo reflejaba una figura encogida ocupando una pequeña parte de la cama.
Le costaba moverse bajo el peso de las mantas, quizá fuera ese el motivo de que hubiera pasado toda la noche en la misma posición, pero no explicaba el que hubiera dormido de manera continuada y sin sobresaltos. Una situación a la que podría acostumbrarse sin ninguna dificultad, pensó, estirando las piernas.
El reencuentro con Amalia le había traído muchos recuerdos y ahora se daba cuenta de que ésa era la principal razón por la que no se había decidido a venir antes. Como si siempre lo hubiera sabido, Amalia bordeó con cautela el pasado en la larga conversación que siguió a la cena. Hábilmente, recuperó situaciones entrañables, episodios divertidos vividos en familia que ella creía olvidados. Sin dar tiempo a que la nostalgia se posara sobre esos instantes, cuidadosamente seleccionados, saltaba al presente para interesarse tanto por la familia como por vecinos y conocidos de cuando vivía en la ciudad. Pero a pesar de los esfuerzos de ambas por evitarla, la emoción se hizo presente cuando Amalia le confesó lo que para ella había sido evidente al descubrirla en la estación saludando su llegada con el brazo, lo feliz que le hacía tenerla en su casa.
Habían transcurrido dos años desde la última vez que se vieron y no apreció muchos cambios en Amalia. Tenía el pelo más blanco, y las gafas, que antes sólo utilizaba para coser, se habían instalado definitivamente en su cara delgada, de amplia sonrisa y abundantes arrugas, excesivas para sus sesenta años recién cumplidos. Los mismos que tendría su tío si su corazón no se hubiera detenido de manera absurda cuando más feliz era. Sintió como se le formaba un nudo en la garganta, no necesitó más para levantarse.
Encontró a Amalia limpiando de hojas secas las macetas que, alineadas junto a la pared, rodeaban todo el patio. Llamó su atención dando unos golpes en el cristal de la puerta. Amalia dejó lo que estaba haciendo y, sonriente, entró en la cocina.
– ¿Has dormido bien?
–Demasiado bien – dijo Alicia al ver la hora en el reloj que había sobre la chimenea.
–El cuerpo es sabio, sabe lo que necesita. – dijo Amalia poniendo dos tazas en la mesa– ¿Cómo tomas el café?
–Con leche.
–Había pensado que podíamos ir a la feria que han organizado en la plaza.
– ¿Una feria?
–Si, es una muestra de productos típicos de la región: comida, ropa, artesanía… De todo un poco – explicó Amalia.
–Parece interesante – dijo Alicia arrimando la silla al fuego.
– ¿Tienes frío?
–Quiero ver el fuego de cerca.
Amalia removió la lumbre, aumentando el tamaño de las llamas.
–Aquí no tenemos calefacción.
–Se está muy bien – aseguró Alicia.
–Todavía no me has contado cómo es tu nueva casa.
–Pequeña, pero a mí me gusta.
–Mejor así. – dijo Amalia – Fíjate en esta casa. Utilizo la cocina, la salita donde está la televisión y arriba una habitación… Es muy grande para mí.
Alicia reparó en el tamaño de  la cocina. La mitad de su casa cabría allí sin problemas. El fuego encendido la convertía en la estancia más confortable, y no era de extrañar que fuera el lugar preferido por Amalia para pasar la mayor parte de su tiempo.
–Ahora vivo en el centro – dijo Alicia.
–Lo sé, me lo dijo Elena.
– ¿Qué más te dijo? – preguntó Alicia con curiosidad.
Amalia vertió el café en las tazas y miró a Alicia.
–Me dijo que la casa es muy pequeña, que está en una calle siniestra y que queda muy apartada de tu trabajo.
–Todo es cierto, menos que la calle sea siniestra…, bueno, de noche un poco. Sólo hay una farola, insuficiente para iluminar toda la calle.
–Eso es lo de menos. Lo importante es que tú estés bien. ¿Lo estás? – preguntó Amalia.
–Lo estaré.
–Te costará adaptarte, pero creo que has hecho bien en cambiar de ambiente.
–Si, yo también lo creo – dijo Alicia convencida.
 
 
 
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Foto del autor carmen garcia tirado
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Descripción

Diez meses

Palabras Clave: Diez meses

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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