MICROFICCIÓN. El lobo y pedrito.
Publicado en Oct 20, 2013
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Baste con decir que soy un lobo, mi mujer es una zorra y mi hija una coneja. Tremenda dentadura, pelo fino, mi hija es una coneja hecha y derecha; la queremos casar con un león o alguien así, digno de ella: de comerse ese bocadito que los dioses han esculpido a base de sacrificios de su madre y míos. Ella, mi mujer, hace todo lo posible por darle las mejores oportunidades, por eso trabaja hasta las tres o cuatro de la mañana. Yo pues soy un lobo, salgo de cacería y regreso temprano con un trozo de alguna Caperucita distraída en las fauces. Pero a veces me va mal, sólo traigo pedazos de la abuelita, aunque es carne amarga, sirve para alimentar a mi familia; sin embargo mi hija (¡estúpida adolescencia de ahora!) prefiere la alfalfa, pasto y más pasto, parece un cuadrúpedo rumiante e imbécil. 
Yo sólo llego en la madrugada las noches de luna llena. No me gusta dejar a mi familia sola, pero mi religión licantrópica me arroja a los brazos de la orgía cósmica que supone la luna plena, hermosa, radiante, como un diamante en el dedo del cielo que acepta nuestra proposición de matrimonio para que estemos juntos, por fin, lo divino y lo terrenal. Ese éxtasis de conexión divina es lo que me hace aullar hasta desgarrarme las cuerdas vocales. 
Mi mujer, que es una zorra, me espera despierta y me abraza. Me prepara algo de sangre; la sangre suele ser de los tres cerditos, dicen que es curativa la sangre de los animales que sueñan. Cuando me siento debilitado, un trago de sangre me devuelve la energía y el buen ánimo para preguntarle a mi mujer, que es una zorra, ¿cómo le fue en su trabajo? Me habla de lo mismo, día tras día, tipos drogados e impertinentes que quieren tocar sin pagar. ¡Eso quisiéramos todos, pero no se puede!
Por fin me acuesto a dormir. Mi hija duerme pocas horas, se la pasa saltando de aquí para allá (¡esta juventud de ahora se sienten canguros!) pero yo, derrotado, cansado, me duermo. Y sueño diario lo mismo: digo que viene Pedro, pero no es cierto, y mis amigos lobos se alarman, se ponen en posición; luego les confieso, riendo, que es una broma. Pero después de varias repeticiones, Pedro, efectivamente viene, y me dispara en la cabeza.... Entonces despierto exaltado, tomo un poco de agua y me vuelvo a dormir.
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Foto del autor Getzemaní González
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Descripción

Baste con decir que soy un lobo, mi mujer es una zorra y mi hija una coneja. Tremenda dentadura, pelo fino, mi hija es una coneja hecha y derecha; la queremos casar con un león o alguien así, digno de ella: de comerse ese bocadito que los dioses han esculpido a base de sacrificios de su madre y míos. Ella, mi mujer, hace todo lo posible por darle las mejores oportunidades, por eso trabaja hasta las tres o cuatro de la mañana. Yo pues soy un lobo, salgo de cacería y regreso temprano con un trozo de alguna Caperucita distraída en las fauces. Pero a veces me va mal, sólo traigo pedazos de la abuelita, aunque es carne amarga, sirve para alimentar a mi familia; sin embargo mi hija (¡estúpida adolescencia de ahora!) prefiere la alfalfa, pasto y más pasto, parece un cuadrúpedo rumiante e imbécil. Yo sólo llego en la madrugada las noches de luna llena. No me gusta dejar a mi familia sola, pero mi religión licantrópica me arroja a los brazos de la orgía cósmica que supone la luna plena, hermosa, radiante, como un diamante en el dedo del cielo que acepta nuestra proposición de matrimonio para que estemos juntos, por fin, lo divino y lo terrenal. Ese éxtasis de conexión divina es lo que me hace aullar hasta desgarrarme las cuerdas vocales. Mi mujer, que es una zorra, me espera despierta y me abraza. Me prepara algo de sangre; la sangre suele ser de los tres cerditos, dicen que es curativa la sangre de los animales que sueñan. Cuando me siento debilitado, un trago de sangre me devuelve la energía y el buen ánimo para preguntarle a mi mujer, que es una zorra, ¿cómo le fue en su trabajo? Me habla de lo mismo, día tras día, tipos drogados e impertinentes que quieren tocar sin pagar. ¡Eso quisiéramos todos, pero no se puede! Por fin me acuesto a dormir. Mi hija duerme pocas horas, se la pasa saltando de aquí para allá (¡esta juventud de ahora se sienten canguros!) pero yo, derrotado, cansado, me duermo. Y sueño diario lo mismo: digo que viene Pedro, pero no es cierto, y mis amigos lobos se alarman, se ponen en posición; luego les confieso, riendo, que es una broma. Pero después de varias repeticiones, Pedro, efectivamente viene, y me dispara en la cabeza.... Entonces despierto exaltado, tomo un poco de agua y me vuelvo a dormir.

Palabras Clave: Baste con decir que soy un lobo mi mujer es una zorra y mi hija una coneja. Tremenda dentadura pelo fino mi hija es una coneja hecha y derecha; la queremos casar con un león o alguien así digno de ella: de comerse ese bocadito que los dioses han esculpido a base de sacrificios de su madre y míos. Ella mi mujer hace todo lo posible por darle las mejores oportunidades por eso trabaja hasta las tres o cuatro de la mañana. Yo pues soy un lobo salgo de cacería y regreso temprano con un trozo de alguna Caperucita distraída en las fauces. Pero a veces me va mal sólo traigo pedazos de la abuelita aunque es carne amarga sirve para alimentar a mi familia; sin embargo mi hija (¡estúpida adolescencia de ahora!) prefiere la alfalfa pasto y más pasto parece un cuadrúpedo rumiante e imbécil. Yo sólo llego en la madrugada las noches de luna llena. No me gusta dejar a mi familia sola pero mi religión licantrópica me arroja a los brazos de la orgía cósmica que supone la luna plena hermo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción



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