El loco de la roca (Novela) -Captulo 6-
Publicado en Sep 24, 2013
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- Tengo miedo, Don León...
- ¿Miedo de mí, Micaela?
- No. Miedo de usted no. Pero tengo miedo de que alguien nos vea a los dos juntos tan apartados de la sociedad.
- No estamos cometiendo ninguna clase de fechoría. Ni yo estoy abusando de ti ni tú estás abusando de mí.
- Sí. Todo eso es cierto. Pero... ¿y el honor?... ¿qué pasaría con mi honor si alguien me descubre a su lado?
- ¿El honor? ¿A qué clase de honor te estás refiriendo?
- Al de la reputación humana.
- ¡Jajaja! No hables de reputación, Micaela, porque suena hasta feo.
- ¿Entonces cómo hay que llamarlo para que suene bien?
- Ya sabes que la sociedad es muy hipócrita. Debes llamarlo honorabilidad.
- ¿Qué pasa entonces con mi honorabilidad?
- Siéntate y descansa...
- Pero no ha contestado a mi pregunta.
- Sentados podemos hablar mejor.  
- De acuerdo.
 
Micaela Sanromán Santamaría y Don León Tigre y Gato se sentaron, uno frente a la otra, ocultos tras unos matorrales.
 
- Voy a reflexionar, Micaela. Hay días en que uno se pone a pensar y entonces es cuando ve la necesidad de llegar a la acción para encontrar una sociedad más justa. Son días en que nos encontramos bien porque nos sentimos ajenos a nosotros mismos y candidatos a experimentar todo lo que deberíamos asumir para salir de la abulia. Hay épocas de abulia como el día de hoy por ejemplo. Días en que las horas, como dijo Pío Baroja, hieren y la última mata. Y es que Don Pío Baroja poseía un reloj de pared que siempre tenía algo de ataúd intemporal y vertical. 
- ¿Por eso sonríe usted de esa manera?
- Sí. Mis sonrisas verticales me hacen caer en ese vacío de las historias personales, sintiéndome impotencia en medio del drama. Y mientras tanto, a muchos kilómetros de distancia, me domina lamentablemente una inerte sensación. A veces quisiéramos ser héroes soñados capaces de superar los descuidos sociales; y buscamos una acción pura y dura con el alma como invento... pero sólo sentimos esa telaraña de incongruencias como si estuviéramos observando una película llena de espasmos simbolistas. Es el rigor del conocimiento que nos hace gesticular en medio de esta sociedad tan irremediablemente depauperada por la hipocresía y el deshonor...
- Habla usted de hipocresía y deshonor pero... ¿no hace usted lo mismo que los demás seres humanos?
- Espera a que termine con mi reflexión y hablamos.
- Siga. Me parece interesante.
- Entonces buscamos como salida a tantos obstáculos remedios para intentar convertirnos en expresiones latentes para no defraudarnos a nosotros mismos. Nos llenamos de coincidencias y buscamos personas a nuestro lado con las que llegar a conmovernos en el encuentro con los otros. Es necesario pensar en la historia social de nuestros tiempos para poder sobrevolar este vacío. No hay más remedio que seguir luchando por una sociedad más verdadera para poder detener estas caídas dentro de la nada en que se está convirtiendo la existencia global.
- ¿Esa es su honorabilidad, Don León Tigre y Gato?
- Esa es mi honorabilidad aunque te extrañe tanto.
- Más que extraño parece increíble.
- Pues es necesario creer en estas cuestiones para no mentirle a tu personalidad y dejar de ser uno más de las masas de ovejas que siguen a los falsos héroes.
- ¿Puedo hacerle una pregunta de la que hace minutos estoy intentando saber su respuesta?
- Puedes. Tenemos hasta dos mil horas seguidas para respondernos mutuamente.
- ¿Por qué no aceptó usted los tres millones de euros que podría haber pagado mi padre por mi rescate? 
- ¿Dinero? ¿Hablas de dinero?
- Sí. Hablo de ese motor que mueve a la sociedad mundial y que se llama dinero.
- Una vez escuché a un sencillo cuentacuentos narrar una historia sobre el dinero. ¿Deseas escucharla antes de que el sueño te venza?
- El sueño no me va a vencer, Don León...
- De acuerdo. Despierta lo puedes entender mejor.
- ¿La historia?
- Eso es. Las historias se cuentan siempre con un propósito. ¿Te interesa escuchar esta?
- Me interesa.
 
Don León Tigre y Gato dejó pasar unos largos segundos.
 
- ¿A qué espera? ¿Ya está intentando improvisar algo para despistarme una vez más? Le advierto que no me voy a dormir...
- Entonces escucha. No es ningún mérito mío ni lo estoy improvisando. Lo improvisó aquel joven al que se lo escuché relatar.
- ¿Un joven contando cuentos?
- En este caso un joven narrando un relato.
- Parece interesante. Cuente.
- Lo primero que Tomás descubrió al abrir los ojos fue un profundo silencio. Algo verdaderamente inesperado para él. La penumbra era total en la alcoba y sintió una especie de congoja interna que no sabía, amodorrado como estaba, a qué achacar. Alargó el brazo para tocar el cuerpo de ella, pero no encontró más que un vacío. Repentinamente asustado comenzó a tantear sobre las sábanas. No. María no estaba allí, dormida a su lado como siempre… así que, todavía con los ojos dolidos por la oscuridad, encendió la lucecita de la mesita de noche. Eran las dos y media. ¿Las dos y media de la madrugada y María no estaba allí, dormida a su lado como siempre? Se levantó más asustado todavía y dando un bote en la cama. Se acercó a la ventana, descorrió el visillo y levantó la persiana. La luz cegadora del sol le hizo cerrar brevemente los ojos. Se los frotó. ¡Eran las dos y media de la tarde! Había dormido durante diecinueve horas exactamente.

Es cierto que a las siete de la tarde del día anterior, tan cansado como estaba después de tres duras jornadas de trabajo ininterrumpidas, sin haber tenido apenas tiempo para dormir, había dado aviso a María y los niños de que por nada del mundo le despertasen a ninguna hora. Sábado y domingo no tenía jornada laboral y solamente quería dormir… dormir… dormir….”¡Por nada del mundo me despertéis! ¿Habéis oído bien? ¡Aunque se esté acabando el mundo no quiero que me despertéis!”. Y les había hecho jurar a todos que no lo harían. “!Aunque se esté acabando el mundo, eh, aunque se esté acabando el mundo!”.

Lo que más le extrañó fue que a esa hora, las dos y media de la tarde de aquel resplandeciente sábado de principios de septiembre, no estuvieran ni María ni los niños “dando guerra” en la casa. ¿Por qué no le habían despertado para comer? Ah, sí, se le olvidaba… “!Aunque se esté acabando el mundo no me despertéis! ¿Entendido?”. “!Sí, Tomás, te hemos entendido!”. Les hizo jurar a toda la familia. Pero… ¿cómo iba a pensar él que aquella orden se la tomasen al pie de la letra? ¿Qué estarían haciendo ahora María y sus tres hijos a las dos y media de la tarde y fuera de casa? Se desperezó estirando los brazos. ¡Ya se había cansado de dormir! Todavía en calzoncillos se dirigió a la cocina dispuesto a prepararse un café con huevos fritos y jamón. Entonces fue cuando vio el papel escrito y pegado con papel de "cello" en la puerta del frigorífico: “Tomás. Hemos cumplido con lo que nos hiciste jurar. No te hemos despertado. Nosotros nos hemos ido. Que tengas feliz sueño y te dé tiempo. Adiós”.

¿Qué era aquello? ¿Una broma pesada? ¿O acaso María había ya descubierto que le ponía los cuernos con Vicky?. No. No era posible. Vicky no conocía a María y María no conocía a Vicky. A no ser que el chivato de Benito… “¡Ahora mismo salgo de dudas!”. Se fue al salón a por la agenda de teléfonos. Su memoria para estas cosas era una verdadera fatalidad. Hojeó la agenda por la letra B. Allí estaba el teléfono de Benito. Y comenzó a llamarle con enorme desesperación. “¡Si se ha ido de la lengua me lo cargo, juro por todo lo que más quiero que me lo cargo!”.

El teléfono de Benito daba claramente la señal pero nadie contestaba. Después de intentarlo por tres veces, cada vez más nervioso, optó por llamarle al móvil. Nada. Tampoco el móvil de Benito daba respuesta alguna. “¡Como te hayas ido de la lengua, te juro que no paro en hacerte la vida imposible! ¡Contesta ya, Judas!”. Pero ni Judas ni Benito contestaban al móvil, así que decidió aplacar los nervios y las iras y fue de nuevo a la cocina a tomar una aspirina. Le dolía tremendamente la cabeza.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que aquel profundo silencio reinante en la casa era tremendamente extraño para ser las dos y media de la tarde. Aguzó los oídos. No escuchó la voz de la vecina de al lado discutiendo con su marido. Era la primera vez que no la escuchaba. Ni al perro del vecino de arriba ladrar como un demonio. Aquel día no se oía ni el zumbar de una mosca. El silencio era sepulcral. Abrió la ventana. No había coches aparcados en las aceras. ¡Qué raro! ¡Si siempre estaban repletas las aceras de la calle a la hora de la comida! Además… ¡ni un solo automóvil, moto o bicicleta circulaba por la calle! ¡Pero si esta avenida es de un continuo ajetreo automovilístico! Pues no. No circulaba nadie por la calle. Pero lo más asombroso es que tampoco vio persona alguna caminando por la avenida. Ni persona alguna ni ningún perro, gato u otro animal. ¿Dónde estarían? ¿Es que se habían encerrado todos en sus casas?

Demasiado asustado ya por aquel silencio espectral, se vistió como pudo, con el primer pantalón y la primera camiseta que encontró. El pantalón era verde esmeralda –de su mujer- y la camiseta morada; pero no le importó aparentar un esperpéntico payaso. No era asunto de reparar en eso ahora. Y todavía con las zapatillas de andar por casa salió a la escalera. Pensó que sería buena idea tocar el timbre de las vecinitas de al lado. Aquellas tres guapísimas latinas que tenían arrendado el 3º. C y con las que tanto había soñado en más de una ocasión. Les pediría azúcar. Eso es. Azúcar para salir del paso.

Tocó el timbre tres, cuatro, cinco veces… pero en ninguna ocasión obtuvo respuesta desde el interior de la vivienda ni ninguna de aquellas tres preciosidades salió a abrir la puerta. ¡El asunto ya era grave! Perdido todo el control de su supuesta sempiterna serenidad comenzó a hacer sonar todos los timbres del tercer piso, incluido el de su propio hogar. Después, ante la falta de respuestas, bajó alocadamente al segundo piso y repitió la escena. Tampoco respondió nadie. En el primer piso volvió a hacer lo mismo con idéntico resultado. ¡Totalmente asustado salió a la calle!

Nadie. Todo era silencio. Corrió como un loco por las calles vecinas. Algunos establecimientos estaban abiertos y entró en todos ellos atropelladamente pero ningún ser vivo (humano o animal) encontró dentro. De repente se acordó del Locutorio-Internet La Esperanza. Estaba abierto. Descontrolado, con el corazón latiendo a mil por hora, comenzó a llamar por teléfono a todas sus amistades. Ninguna de ellas respondió a la llamada. Enloquecido totalmente tomó la guía telefónica e inició una larga travesía de llamadas telefónicas cogidas a voleo. Nunca encontró a nadie que contestase a sus ya desesperadas llamadas. Después siguió una febril serie de llamadas a países del extranjero. ¡¡Tampoco!! ¿Qué le pasaba al mundo?.

En un mínimo momento de serenidad mental se acordó del Google. Se acercó a una de las computadoras y entró en las páginas informativas. ¡Allí encontró la respuesta! Durante todo su largo sueño se había estado anunciando por los medios de comunicación que a la Tierra sólo le quedaban horas de vida. Que millones de OVNIS estaban llegando para embarcar a toda la población humana y sus animales mascotas. ¿Había entendido bien? ¡Millones de naves OVNIS se estaban llevando a toda la población mundial! No. No estaba soñando. Estaba despierto. Miró el reloj. Eran las tres y media de la tarde. La Operación Salida se cerraba a las cuatro. Pero… ¿dónde estaba el OVNI más cercano?. Salió de nuevo a la calle y comenzó a correr como un poseso en todas las direcciones.

De repente, al fondo de una gran avenida, vio a un OVNI embarcando personas y animales. Alguien hablaba por un altavoz: ¡¡Atención!! ¡¡Es la última aeronave!! ¿Falta alguien por acudir a nuestra llamada? ¡En veinte minutos despegamos! ¡Si alguien queda por acudir y no se presenta en veinte minutos no podremos hacer nada por él! Comenzó a gritar pero estaba demasiado lejos y la voz del parlante no callaba y le impedía hacerse notar. Meditó. Si corría a todo pulmón aún estaba a punto de salvarse.

Pasó delante del Banco Estatal. Se frenó en seco. El Banco tenía todas sus puertas abiertas y una enorme cantidad de sacos repletos de millones de billetes se encontraban desparramados por el suelo. ¡¡El dinero!! ¡¡Se iría con todo el dinero posible para ser el más millonario en el nuevo mundo!! Entró precipitadamente al Banco y agarró dos enormes sacos repletos de billetes hasta los bordes. Comenzó de nuevo a correr pero el peso era enorme. Las fuerzas le flaqueaban. Se hacía desesperadamente lenta su carrera. Las agujas del reloj seguían avanzando. No. ¡No renunciaría al dinero!

Se desplomó sobre la acera cuando le faltaban solo quinientos metros para llegar a un OVNI que ya cerraba sus puertas y se elevaba hacia el cielo. Y allí quedó, tendido sobre el asfalto, eternamente fallecido, el último millonario de la Tierra.
 
- Mi padre no es así. Mi padre es multimillonario no porque él ame el dinero sino porque ama lo mejor para su familia. Y lo mejor para su familia siempre es su única meta. Usted tiene una idea muy distorsionada sobre los multimillonarios y por eso ha creado un prejuicio dentro de su mente. 
- ¿Mi mente? ¿Qué sabes tú, jovencita, acerca de mi mente?
- Demasiado mítica. Tiene usted una manera de pensar demasiado mítica y por eso actúa como si yo fuera su mito preferido. 
- ¿Quieres decir que te estoy mitificando porque te idealizo como si fueses una diosa?
- Exacto, Don León. Usted me mitifica porque usted cree que yo soy su Soledad. 
- Te equivocas, Micaela. Escucha. Bernard Shaw lo dejó escrito: "Veo las cosas como son y pregunto ¿por qué?".
- Porque es un imposible.
 
El viejo ya no escuchaba...
 
- Sueño las cosas que nunca han sido y me pregunto ¿por qué no?
- Deténgase ya, Don León. Solamente se va a hacer daño usted solo hacia sí mismo.
 
Pero el viejo seguía sin escuchar...
 
- En medio de esta frase yo me digo a mí mismo que la única virtud de un soñador es el valor de las cosas que no puede decir.
- No diga más y descanse. No me voy a escapar.
 
El viejo parecía estar a millones de kilómetros de distancia de ella...
 
- Pero no es lo mismo poder que deber. Debemos decir ciertas cosas...
- Vuelva a la realidad, por favor. Necesitamos los dos volver a la realidad y usted tiene que ayudarme. Se acabó el juego, Don León.
 
Don León Tigre y Gato no estaba escuchando...
 
- En la representación vital actual hemos construido mitos, arquetipos y héroes elevados sobre los horrores del mercantilismo y de la desnudez humana. ¿Son productos de los discursos ultranacionalistas que vuelven con sus fantasmagóricas presencias a invadir e inocular nuestras identidades íntimas? ¿Es la polaridad del planeta en un solo eje dimensional que elimina la particularidad de cada uno de nosotros? ¿Es la humareda de las ideologías ardiendo en la hoguera de las insidias?
- Escuche, Don León, por Dios escuche... no soy de ninguna ideología ni quiero ser de ninguna ideología. Yo solamente me limito a vivir y querer ser una estrella cinematográfica como mi Gran Sueño nada más.
- La vida se ha convertido en un verdadero exorcismo astuto, a la vez que prudente y constante, que entra en el ánimo humano con la diversión de un cinismo precoz, como una cizaña terrenal que hace correr ríos de sangre fría llena de veneno para construir la paz haciendo la guerra.  

Micaela, desconsolada, decidió escuchar hasta que el viejo quisiera parar su discurso...
 
- En medio de todo esto, necesitamos algo así como una vela para aguantar la tormenta oscura, un acordeón para hacerlo sonar a la luz de una farola, mil pájaros que nos alumbren en el camino de los neones, una pila voltaica de efervescente cadencia para poder soportar el paisaje de las cornamentas de los ajuares... porque la vida se está convirtiendo en unos cuantos acertijos de historia donde el planeta entero está firando, nuevamente, alrededor de dogmas que ahogan los sueños. 
- ¡Basta ya, Don León! ¡Me está asustando de verdad!
 
El viejo Don León Tigre y Gato continuó como si no estuviera ella delante...
 
- Hay ecos de hojarasca, de incendio que consume ilusiones, de individuos que arrastran su culpa y se llenan de materialismo integral y, en medio de estas escenas de nuestro teatro posmodernista, el revolucionario borra sus huellas, borra su paso en medio del poder discursivo que intenta acabar con la posibilidad de soñar. ¿Todavía se puede soñar? Esta es la espada de Damocles que pende del telón de este teatro. Sin embargo, confío en que la Humanidad pueda superar, una vez más, la amnesia...
- Don León... Don León...
- ¿Eh? ¡Ah! ¿Qué sucede, Micaela?
- Tiene usted que darse cuenta de la realidad que existe como distancia entre nosotros dos. No sé a quién ama usted pero yo amo a mi padre, amo a mi maestro preferido y, sobre todo, amo a mi novio. Existe Roberto Féliz Alegría del Monteverde aunque usted quiera hacer como que no lo ve en mi mirada.
- ¿Mirada? ¿Has dicho mirada?
- ¡Sí! ¡He dicho mirada! ¡Y no me venga ahora diciendo que no ve en ella ese amor que tengo por un hombre que no es usted! 
- Reduces el amor a la más mínima expresión.
- En efecto. Sigo las recomendaciones de mi maestro Pepe Luis y mi novio también. Los dos somos vçirgenes y los dos nos vamos a casar siendo vírgenes. Si eso es reducir el amor a la mínima expresión viva dicha mínima expresión mil veces de cada mil veces que me lo propusieran. 
- ¿Como las santas con los santos?
- No sé a qué se refiere usted con eso.
- No te preocupes. Sólo el Destino sabe lo que digo. El Destino. ¿Crees en el Destino con D de Dios o con D de Diablo?
- Me está usted empezando a dar miedo, Don León.
- No tengas miedo todavía. Eres muy joven para eso.
- ¿Muy joven para qué?
- Espera. Antes de seguir debo cumplir con lo prometido.
- ¿La edad y la intensidad?
- Sí. Escucha. Pon atención. El Tiempo Intensivo siempre es una parte alícuota del Tiempo Extensivo; en otras palabras, siempre está contenido dentro del Tiempo Extensivo. Lo que le diferencia es que el Tiempo Intensivo no tiene características de relatividad sino que es absoluto. ¿Por qué digo esto?. Porque el Tiempo Intensivo es quel tiempo que hemos vivido con tanta intensidad que ha dejado su huella dentro de nuestra memoria y lo recordamos o bien directamente o bien a través de referencias que vamos encontrando en la vida. Lo más importante de la vida vital en la Tierra (vuelvo a insistir que también hay vida vital más allá de la muerte) no es lo extensa que haya sido ésta sino la intensidad con la que la hayamos vivido. En ese sentido el Tiempo Intensivo nos marca y nos deja huella... y por eso a veces es positivo y a veces es negativo. Lo que nunca es el Tiempo Intensivo es neutro como sí lo es el Tiempo Extensivo. El Tiempo Intensivo es, por poner un ejemplo, como fotografías mentales o secuencias de fotografías mentales que recordamos o bien directamente o bien ante sucesos que nos hacen rememorar ciertas experiencias más o menos intensas. El tiempo Intensivo está lleno de anécdotas a veces alegres, a veces tristes, a veces ni alegres ni tristes... pero siempre están presentes de manera explícita o de manera implícita en nuestra memoria. Muchas veces no recordamos algunas cuestiones intensas que hemos vivido pero al pasar por algún lugar, al escuchar alguna conversación ajena, al introducirnos en ciertos lugares, al oler ciertos aromas, al recurrir a nuestros recuerdos, etcétera, nos viene a la memoria ese Tiempo Intensivo que produjo el suficiente impacto en nosotros y nosotras porque fueron significativos en sentido positivo o sentido negativo para nuestras vidas. Del Tiempo Intensivo es de donde podemos sacar una frase como la que escribió Pablo Neruda: "Confieso que he vivido" al escribir sus memorias. Si tuviésemos que escribir todos nosotros o todas nosotras nuestro libro de Memorias, sólo recogeríamos en dicho libro el Tiempo Intensivo que recordamos, porque son los momentos que dejaron huella y nos marcaron un carácter, una forma de ser, una forma de vivir, una forma de coger experiencias... y ahora sigamos con eso de que no debemos tener miedo cuando somos jóvenes. Debes saber que puede haber alguien que te ama más que ese tal Roberto Félix. 
- ¿Se está refiriendo a mi padre?
- No. Jajaja. Me estoy refiriendo a un hombre que puede cambiar tu Destino...
- ¿Qué entiende usted por Destino?
- Mira a la luna, Micaela. 
- ¡Está preciosa, Don León! 
- Alguien dijo que la mano enamorada siempre se queda extendida queriendo alcanzar la Luna y siempre se queda suspendida del Destino.
- ¡Córcholis! ¡Esa frase pertenece a mi maestro Pepe Luis. ¿Cómo la conoce usted?
- La he escuchado algunas veces a jóvenes enamorados.
- ¿Cuántas veces ha amado usted, Don León?
 
El hombre viejo no respondió directamente...
 
- ¿Sigue viviendo tu abuela?
- ¡Caramba! ¿Por qué me habla ahora de mi abuela?
- ¿Sigue viva todavía?
- Si se refiere a la madre de mi padre... sí... está todavía muy viva y con una salud excelente...
- Cuéntame algo de ella.
- ¿Qué podría yo contarle de mi abuela a un ser tan extraño como usted?
- Empieza por lo más elemental.
- ¿Qué es lo más elemental para ustred?
- Lo que más sorpresa nos produce...
- ¿Como por ejemplo?
- Sólo puedo recitarte algo que he aprendido en mis viajes: que las raíces vuelen por encima del sembrado de la mística del tiempo y que las alas se arraiguen en los vientos de la memoria. El gran misterio de la vida es la conciencia que tenemos de ella. En la pura actividad de nuestros minutos, la materia se transforma a través de los días y es un ejercicio de filosofía-ficción esto de escribir al borde de lo humano. Raíces y alas como verdaderos reflejos de nuestros espejos llenos de contenido elemental. En la vida, así como en el arte literario, todos vivimos en unas nubes etéreas que llamamos libertades y existe una igualdad sobre la tierra que no se ve en ninguna parte salvo en la filantropía literaria con la que nos movemos sobre los hilos del sentimiento espacial escondido y reivindicado al al perder el miedo a las palabras cuando damos sentido y solución a nuestros sueños. El aforismo moderno nos presenta, continuamente, metafísicas con grandes relevancias para nuestros pensamientos. A todo ello hay que añadir el toque que queda de nuestras batallas cotidianas, con independencia de ideologías y de creencias personales. El ejercicio de escribir es nuestro alimento espiritual trasvasado a través de los sentimientos dialécticos. Con otras palabras, es nuestro hedonismo literario. Raíces volando y alas arraigadas. Verbos para decir las cosas a nuestro modo. Una vez, siendo muy joven, le escribí una carta a tu abuela, pero no contestó...
- ¿Qué? ¿Es que usted conoce a mi abuela?
- Posiblemente más de lo que ella cree pero...cuéntame algo elemental de ella... esas cosas que se cuentan en la vida como simples cartas de presentación. La carta que le envié era solamente eso: una simple carta de presentación. Quizás ahora su nieta pueda y quiera contestarla.
- Está bien. No lo comprendo del todo, Don León. Puedo decirle que su nombre completo es María del Carmen de las Mercedes Sanemeterio de Santacruz y Sanmartín de los Santos.   
- De la altísima nobleza supongo...
- Por eso mismo le dije antes que mi padre no es un multimillonario de esos a los que tiene tanto rechazo por culpa de sus prejuicios.
- De acuerdo. Me equivoqué. Nunca se debe generalizarn pero... ¿sabes tú cuántos hombres y cuántas mujeres han generalizado hablando de mí?
- Me está produciendo usted miedo de verdad.
- ¿Conoces la diferencia que existe entre estar loco y que sean los demás los que dicen que estás loco?
 
Micaela estaba a punto de llorar...
 
- No, Micaela. No quiero hacerte ningún daño. Por lo menos mientras estés a mi lado y yo sea tu ángel protector.
- ¿Qué me quiere decir con eso?
- Que sólo quiero protegerte mientras siento atracción hacia ti. Pero olvidemos ese asunto ahora. ¿Puedes contarme algo más de tu abuela? ¡Eres una copia exacta de ella cuando ella tenía tu misma edad! ¡¡Una belleza incomparable!!
- Esto... bueno... gracias por el cumplido...
- Sin miedo, Micaela, habla sin miedo.
 
Micaela dio un breve suspiro, tomó aliento y pudo hablar sin miedo...
 
- Mi abuela vive todavía y es tan parecida a mí que no parece mi abuela sino mi hermana gemela. Quizás usted no se lo pueda creer pero todos dicen que es un milagro de la Naturaleza permitido por Dios.
- ¿Y tú crees eso?
- Por supuesto que sí.
 
Don León Tigre y Gato sacó una cajetilla de tabaco del bolsillo derecho de su pantalón, extrajo un fortuna y se lo ofreció a Micaela Sanmartín Santamaría.
 
- No, gracias por el fortuna, pero no. Nunca he fumado y no quiero empezar a fumar aunque la situación lo amerite.
 
Él se sentó al lado de ella y encendió el cigarrillo...
 
- ¿Te molesta si fumo yo?
- Para nada. Mi padre también es fumador.
- ¿Y tu novio? ¿Fuma tu novio?
- Es un atleta completo. Es un verdadero profesional de las artes marciales. No fuma. Le sucede lo mismo que a mí. Para nosotros dos no tiene ninguna clase de sentido fumar.
- ¿sabes lo que es tener verdadero sentido en esta vida que vivimos porque no nos dejan vivir otra?
- No me asuste de nuevo, Don León...
- No es esa mi intención. Cuéntame algo más de tu abuela, la millonaria aristocrática de la gran nobleza.
- ¿Lo dice usted con ironía?
- No. Lo digo con admiración. Nunca ironizo yo con quienes me producen sentimientos nobles.
- ¿Usted está enamorado de mi abuela?
- Prefiero que me cuentes algo más sobre ella.
- Puedo decirle que es malagueña de nacimiento, que siempre vivió y se crió en Madrid capital y que le encanta veranear en La Manga del Mar Menor. Por eso, aunque en la familia todos la llamamos Mercedes, tiene muchos amigos y muchas amiga que la conocen como Mamen.
- ¿Y es ella tu ejemplo para dedicarte a la interpretación artística? 
- ¡Claro! ¡Mi abuela ha sido y sigue siendo una de las mejores actrices de Cine que ha dado este país! ¡Quiero ser como ella!
- Físicamente ya lo eres.
- Me refiero a sus cualidades y capacidades como artista. ¿Ha visto usted alguna de sus famosas películas?
- He preferido no verlas jamás.
- ¡Qué extraño! ¿No admira usted tanto a mi abuela?
- Por eso mismo...
- Estoy pensando que tiene usted celos...
- Puede ser que sí... que tengo celos de quienes la pueden abrazar en las películas.
- ¿Pero si eso no es verdad? En los abrazos y besos la sustituyen por extras.
- Es lo mismo. La impresión es lo que cuenta.
- Si está tan enamorado de ellla... ¿por qué no le dijo nunca nada?
- Ni estuve en el lugar adecuado ni estuve en el momento oportuno. Quiero decir que no tuve ninguna oportunidad para decírselo porque lo impidieron  muchas personas que me tenían odio. ¿Es o no es motivo suficiente para odiar a este mundo?
- Es motivo más que suficiente...
- Después fueron pasando los años y nunca encontré a otra como ella.
- ¿Nunca se casó usted, Don León?
- Con la única que me podría haber casado era con ella pero... 
- Pero es usted un desafortunado... por culpa de los demás pero un desafortunado...
- Peor que un desafortunado. Soy un eterno perdedor.
- Yo creo que no. Creo que no existen los eternos perdedores.
- ¡Pero si no me preocupa en absoluto serlo, Micaela! Resulta que, como dice el cantante Miguel Ríos, el éxito es más plano que el fracaso, que es enriquecedor.
- ¿Lo dice por eso de desafortunado en amores afortunado en el juego?
- ¿El juego? ¿Qué es el juego?
- ¿Usted no ha jugado nunca?
- Que yo recuerde, no.
- ¿Ni cuando era niño?
- Cuando era niño no jugaba... sólo hacía trampas...
- ¿Y eso no es un calabozo para la infancia?
- ¡Ya lo creo que es un calabozo! Es más... cuando juegas y ganas porque haces trampas no dejas nunca de ser un perdedor.
- ¿Y ahora?
- Me gusta la lectura de mis propios escritos. Lo que escriben los demás no me interesa para nada.
- ¿Usted se dedica a escribir?
- Cuando mi propia conciencia me lo exige.
- ¿Y qué escribe usted, Don León?
- Mi propia personalidad pero medida por versos elevados a la enésima potencia.
- Así que usted, en el fondo, es un poeta.
- Es mejor que duermas, Micaela.
- No puedo dormir. Esta noche no puedo dormir. Y no podré dormir ninguna noche mientras esté aquí en contra de mi propia voluntad.
- ¿Tu propia voluntad? ¿Qué es tu propia voluntad?
- Estar donde quiero estar y no donde me obligan a estar.
- Parece que me vas comprendiendo...
- ¿Es que usted tampoco está donde quiere estar?
- En ese sentido tú y yo somos dos almas gemelas. ¿Quieres o deseas que te cuente otra historia personal?
- ¿No es lo mismo querer que desear?
- No es lo mismo. Cuando quieres a una historia es que amas a esa historia; pero cuando solamente deseas a una historia es que te amas solamente a ti mismo. ¿Notas la diferencia?
- Lo estoy notando por primera vez en mi vida.
- Sigues comprendiéndome cada vez mejor.
- Entonces quiero que me cuente usted esa historia. Espero que sirva para aclararme las dudas...
- Escucha bien, Micaela. Duda de quién eres y nunca llegarás a serlo. 
- Parece como si usted fuera una reproducción esotérica de mi maestro Pepe Luis. Eso es un pensamiento de Don Carlos.
- De algo de eso va la historia. ¿De verdad quieres que te la cuente?
- ¿Es que hay alguna verdad que no sea cierta?
- En el mundo de los demás hay muchas verdades que no son ciertas.
- Cuente usted, Don León. Quizás así se haga más llevadera esta ausencia...
- ¿Ausencia? ¿Has dicho ausencia?
- Sí. He dicho ausencia.
- Pues la historia es precisamente lo contrario porque habla de presencia.
 
Micaela se sintió mucho más cómoda y alegró su ánimo.
 
- Cuente... cuente... 
- Entro, como todas las noches, en el Lyon y me siento en mi lugar preferido. Allí está, como siempre, ella. Sentada cuatro mesas más allá, en la fila de enfrente. No es guapa. Tampoco es fea. No es atractiva. Tampoco es desagradable. Es glauca. Es transparente. Es enigmática. Es atrapadora. Sorprende sobremanera su forma de mirar hacia ninguna parte. Sorprende la pirámide invertida que tiene grabada en la frente. Sorprende su sonrisa mientras mueve el azúcar del café…

Tiene el mismo libro de todas las noches. Es Lobsang Rampa. Es El Tercer Ojo. No lee. Sólo parece recitar algo de memoria. Después escribe versos en un grueso cuaderno de páginas azules. Hasta que se enciende una lucecita en su móvil. Son las once punto once de la noche. Exactamente las once punto once de la noche. Toma el móvil. Marca un número. Suena el mío…

-¿Sí?. 
-¿Cómo estás?. 
-Yo muy bien. ¿Y tú?.
-Muy contenta de verte. ¿Vendrás mañana?.
-Sí. Vendré mañana.
-¿Vendrás siempre?
-Siempre…

Corta la conversación. Como todas las noches termina de beberse el café. Deja el euro con veinte sobre la mesa. Se levanta. Camina hacia la puerta. Sonríe cuando pasa junto a mí. Su grueso cuaderno de poemas se titula Infinita Sensación. Sonríe pero sólo va mirando hacia ninguna parte hasta que sale del Lyon. Termina el último segundo de las once punto once de la noche. Vuelvo a quedarme solo… pero sé que mañana volveré al Lyon y estará nuevamente ella sentada cuatro mesas más adelante en la fila de enfrente. Y cuando suenen las once punto once de la noche, exactamente la once punto once de la noche, ella volverá a llamar…

-¿Sí?.
-¿Cómo estás?. 
-Yo muy bien. ¿Y tú?. 
-Muy contenta de verte. ¿Vendrás mañana?. 
-Sí. Vendré mañana.
-¿Vendrás siempre?.
-Siempre…

No es guapa. Tampoco es fea. No es atractiva. Tampoco es desagradable. Es glauca. Es transparente. Es enigmática. Es atrapadora con su pirámide invertida grabada en la frente. Termino de beber la última gota de café y señalo un párrafo en el libro de Rampa… 
- ¿Un párrafo en el libro de Rampa?
- Sí. ¿Quieres conocerlo?
- Me está llamando la Fantasía y a la Fantasía yo siempre le abro la puerta. 
- Entonces estamos en la misma onda...
- Recite usted ese párrafo para ver si es verdad.
-  Hablemos de tentaciones que encandilan... ¿cómo combatir sus efectos nocivos pero placenteros?. Nutriéndonos adecuadamente contra sus excelencias, para quedar longevos. Para eso es indispensable darse un baño de color como tratamiento ante el poder de sus ojos (juego tan peligroso que si caes en él te quedas más congelado que si estuvieses viviendo en la Vía Láctea). Hay que mostrarse como los salvajes celtas: matar desenvainando a fondo y atacar en esa temporada en que ellas caen como fruta madura... que es mejor estar lozano que quedar atrapado en las redes de sus juegos peligrosos que te dejan enterrado en medio de las noches nórdicas. ¿Y qué son las noches nórdicas?. Son la peor manera de combatir la soledad. A las tentaciones hay que saber leerlas para saber interpretarlas y poder superarlas. Es mejor irte a pasear con un amigo por el centro de la ciudad siguiendo la línea recta del humo de un cigarrillo redentor (sin tragar para nada sus venenos) y, en ese momento, seleccionar la mejor de tus imágenes y erigirte en dueño de ti mismo: jugar a dormir. Pero muchos prefieren quedarse muertos. 
- De verdad que es una tragedia, Don León. 
- El Destino tiene una deuda conmigo, Micaela. Y es necesario que el viento se la lleve.
- ¿No es usted muy extremista?
- No, Micaela. Lo que sucede es que compartir un territorio es vivir una experiencia y yo todavía no lo he conseguido. 
- ¿Y cree que yo soy la más indicada para hacerlo?
- Posiblemente creas que soy un ser infantil; pero no es eso lo que te estoy haciendo entender... aunque lo soy y me alegro mucho de serlo...
- A eso los clásicos lo identifican como violación de las decisiones ajenas.
- Pero da la causalidad de que no eres ajena desde el primer momen to en que contactaste conmigo.
- Sólo ha sido una casualidad. No olvide, Don León, que sólo ha sido una casualidad.
- ¿No sabes todavía diferenciar la causalidad de la casualidad? Si lo miras desde mi punto de vista, por todo eso que se habla de la empatía, te darás cuenta de que no es lo mismo y estarás de acuerdo conmigo.
- ¡Venga, Don León! ¡Duérmase ya y deje de inventar historias para meter miedo a las niñas! ¡Yo ya tengo 16 años de edad y he dejado de ser una ingenua quinceañera!
- No se trata tanto de la edad, Micaela, sino de que, como te conté antes, se trata de la intensidad.
- ¿Si le escucho la última versión de sus imaginaciones me dejará dormir tranquila?
- Te lo prometo.
- Muchos son los que prometen, Don Leoncio, muchos son los que prometen pero...
- Pero existimos los que no somos iguales.
- Entonces explíqueme la diferencia entre esencia y existencia.
- Veo que te está gustando mi filosofía y eso me agrada de verdad.
- No esté tan seguro, Don León...
 
Pero el viejo ya estaba otra vez como ausente de los deseos de ella cuando apagó el cigarrillo...
 
- Antes debes aprender lo que dijo Winston Churchill una de las pocas veces en que estaba en su sano juicio.
- ¿Estaba loco Winston Churchill?
- Más de lo que la gente cree. Algunas veces hasta bebía demasiado para darse valor. Debió de ser en una de esas ocasiones en que había empinado el codo más de la cuenta cuando dijo que "el éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar". Después con echarle la culpa a los españoles asunto concluído.
- ¡Jajajajaja! ¿Y estaba borracho cuando lo dijo?
- ¡Borracho perdido! Sobre todo cuando dijo que todos los españoles éramos cobardes cuando él estaba cagado de miedo ante Hitler. Pero es que a veces los borrachos aciertan aunque sólo sea por pura casualidad y no me refiero a lo de los españoles sino a los de tener valor para continuar. Esta vez si fue producto de la casualidad poque al tal Wisnton debió ocurrirle lo del burro con la flauta... que al rebuznar salió hasta música celestial...
- ¡Jajajajaja! Entonces, como el valor es continaur, continúe usted con sus exposiciones argumentales.
- ¿Necesitas que te lo argumente?
- Es necesario para que me pueda convencer.
- Dame sólo 36 segundos exactos para poder memorizar...
- ¿Por qué tienen que ser 36 segundos exactos?
- Cosas del Destino, Micaela, cosas del Destino. Cuando uno es un mágico solitario suceden estas curiosidades.
- ¡Jajaja!
 
Exactamente 36 segundos después, el viejo Don León Tigre y Gato expuso lo que había prometido...
 
-  Hay horas que nos robaron. Horas de felicidad que no fueron y que, a pesar de ello, permanecieron latentes en un rincón-habitante del alma viajera. Hay horas que nos robaron... pero seguro que el viento de las amapolas nos las devolverán entre los trigales de los amaneceres y los pinares del anochecer. Horas que nos robaron... pero a las que no pudieron eliminar de la vida. Horas debidas, horas de vidas que un día habremos de reconquistar y, a través de las sinfonías de una melodía en el viejo acordeón, las recuperaremos en todas sus dimensiones, en todas sus esencias, en todas sus fragantes emociones de eternidad. Como dijo Domingo Ortega: "A quien no sabe sufrir, algo le falta para vencer".
- ¡Pero Don León!
- Espera, que todavía no he terminado. Llamo vivencialismo a esa manera de ser en la que nos expresamos con todos y cada uno de nuestros sentidos. Vivencialismo porque es todo aquello que podemos absorber para sentirnos tan profundos que ya no necesitemos más que dejarnos llevar por la existencia sin la pertinaz preocupación de tener que interpretarnos excesivamente. Ese vivencialismo será quien nos interprete el día de mañana y le dejaremos hacer sin resistirnos ni fugarnos pero sin despojarnos de nuestra esencia propia. Sus raíces no tienen un punto geográfico en particular. Vienen de la eternidad y marchan hacia la eternidad. Yo no entiendo, por eso, una raíz como un lugar impuesto por alguna condición ajena a nuestra voluntad. Nuestras verdaderas raíces no son únicas sino plurales y allí donde radiquen nuestras expresiones nos convertimos en seres multiplicadores en vez de simplificadores. Con el descubrimiento de saber quiénes somos por dentro podemos saber quiénes somos por fuera e incluso lo que de nuestro interior puede penetrar en el interior de otros seres humanos; allí donde somos circunstancia vista por los demás sin ninguna otra connotación externa. Si conseguimos lograr hallarnos en la integridad de la parte de eternidad a la que pertenecemos habremos conseguido pertenecernos a nosotros mismos y pertenecer a los demás.  Eso es lo que debemos demostrarnos, porque todos podemos y tenemos el derecho a luchar, en algún momento de nuestro periplo vital, por intentar descubrirnos, aunque sólo sea por un escaso segundo de lucidez, en nuestra existencia. Ese escaso y lúcido segundo en que nos damos cuenta de que somos inmutables y que tenemos algo que decir al comprometernos con la accidón de aceptar o rechazar tal premisa. Esa es nuestra libre elección particular. Quizás en algún momento de la vida podremos dudar... en muchos momentos de la vida incluso podremos dudar... pero llega un momento en que nos iniciamos en nuestra verdadera interpretación. Quizás no logremos hallar todo su significado pero en algún momento nos iniciamos en el esfuerzo por conseguirlo. Después de todo, lo que hay más allá de nosotros mismos sea seguramente una realidad que interpretamos hoy de forma muy distinta a lo conocido ayer. No sé el momento en que tengamos que interpretarnos definitivamente pero si sé que todos estaremos presentes cuando eso ocurra. Unos antes. Otros después. Pero todos tendremos que vivirnos con total sinceridad. Y en ese momento, cuando nos penetremos hacia el interior, no habrá posibilidad de equivocarnos. Puede ser que los demás lo admitan o lo rechacen pero en lo referente a ese sentido si lo logramos habremos por fin cambiado el mundo. 
- Demasiado denso, Don León. ¡Me he perdido!
- Perdona, Micaela. Lo vas a comprender con dos simples pensamientos. En cuanto a la existencia puedo asegurarte, sin equivocación alguna, que una vida sin verdadera existencia es un enorme vacío por muy extensa que sea... y en cuanto a la esencia tampoco me equivoco cuando te afirmo que la esencia de todos los seres humanos radica en sentir la presencia del Espíritu en el interior de su alma. 
- Me acaba de convencer de que o está usted loco de remate o es, sencillamente, un genio de otro mundo. 
- Está bien, Micaela. Como dijo Ralph Emerson: "Cuando la naturaleza agrava las dificultades, aviva el ingenio". Jejeje.
- ¿Va usted a seguir llenando mi pequeño cerebro de frases más o menos famosas o, por fin, me va a convencer del todo?
- Cuando una jovencita se enfada es que está interesada.
- Bueno... sí... estoy interesada... 
- Ya Camilo José Cela, del cual no soy ningún admirador sino todo lo contrario porque me caía gordo y sin gracia, decía lo de "gracias al mundo por haberme hostigado y despreciado, todo nutre, lo que no mata reconforta"
- Entonces mi tío Antonio debe estar muy reconfortado en esta vida.
- ¡Jajaja! ¿Por qué? ¿Por qué le han hostigado y despreciado mucho?
- ¡Qué va, Don León! ¡Vive apreciado por todos a pesar de ser un charlatán que repite como cacatúa lo que aprende de lo que escriben los demás! ¡Lo digo porque está mas gordo que Gambrinus!
- ¡Jajajajaja! 
- ¿Es verdad que era usted un enemigo de Camilo José Cela?
- Sí. Camilo José Cela era mi enemigo público número uno; pero cuando él escribió "Viaje a La Alcarria" yo ya estaba de vuelta.
- ¿Cómo es eso?
- Le superé con "Galicia a través de sus ríos". Jejeje.
- Perdone, Don León, pero "Galicia a través de su ríos" lo escribió Pepe Luis.
- Está bien. Lo escribió Don Carlos Magno Sáinz Mayoz pero me identifico tanto con esa obra que es como si la hubiese escrito yo.
- Pero... ¿por qué le tiene usted tanta rabia al ya desaparecido Cela?
- Porque era bastante soez. Cuando le dieron el Premio Nobel de Literatura supe que mi mundo empezaba a derrumbarse. Los demás mundos ya estaban derrumbados desde hacía décadas.
- ¿A qué mundo se refiere usted, Don León? 
- ¡A mi mundo! ¡Al resto de los mundos solamente los desprecio! 
- ¿De verdad ha leído usted tanto, Don León?
- Sí. Jejeje. Leer es vivir hacia adentro y si hay algo quen yo he practicado enm esta vida es haber vivido hacia adentro. Y ahora ya hemos terminado, Micaela. Tú tienes sueño y yo también.
- No puedo dormir. Me ha dejado usted muy pensativa.
- Entonces recuerda que "en el idioma está el árbol genealógico de una nación". Lo dijo Samuel Johnson. Y, lamentablemente, hay muchas naciones que han eleegido la genealogía de sus costumbres en lo soez y en lo aberrante. Sus literatos sólo escriben para llenar sus panzas aunque sea a costa de ofrecer basura tras basura.
- ¡Jajaja! Ahora sí que voy a dormir.
- Procurar conseguir la hazaña.
- ¿Qué hazaña?
- La de ser feliz soñando... 
- ¿Puedo soñar que soy la Princesa Perdida y usted el Príncipe Profundo que me despierta con un beso en la cara por supuesto?
- ¡Jajajajaja! Puedes soñar que somos dos desconocidos que, de pronto, se encuentran y resulta que se conocen de toda la vida.
- Prefiero la sorpresa, Don León. 
- Entonces recuerda, cuando sueñes, esa historia del patito feo que era el más bello de los cisnes.
- ¡Jajajajaja! Está bien, Don León. Hasta mañana si Dios quiere.
- O Júpiter. Hasta mañana si Júpiter quiere.
- Dios aprieta pero no ahoga, Don León.  
- Pero Júpìter ni tan siquiera aprieta. Júpiter sólo te invita a pasar a la posteridad.
- ¿Y la posteridad es la eternidad?
- No. Pero es lo más parecido que yo conozco.
- Entonces usted duerma con Júpiter y yo dormiré con Dios, Don León.
- Perfecto. No había yo pensado dormir juntos nosotros dos. El lobo con su camada y la gacela con su hada... jejeje... y ahora vas y lo cascas...
- ¡¡Jajajajaja!! Por favor, Don León. Hagame el favor de contar algo para poder dormir de verdad.
- ¡Tú lo has querido, Micaela! ¿Qué somos?, ¿quién somos?, ¿cuántos somos? Tres dimensiones personales que nos ubican como seres de triple condición: humanos en lo general, ciudadanos en lo social y personas en lo individual. Qué somos es una premisa considerativa de nuestra propia naturaleza humana. Somos algo que nos separa del resto de los seres vivos y nos acerca a la comunidad humana. Somos algo por naturaleza misma y, en ese sentido, estamos signados por unos parámetros que nos determinan como tales. Quién somos es una referencia identificativa dentro del contexto general de la sociedad. Somos alguien dentro del mundo que nos ha tocado vivir. Somos alguien que tiene sus propios pensamientos y sentimientos, sus propias ideas que nos independiza del resto de los humanos. El qué y el quién nos sitúan en el plano de lo físico y tagencial de nuestra pertenencia a una colectividad determinada por los factores del tiempo histórico y geográfico de nuestras realidades. Pero es el tercer parámetro el que verdaderamente nos da la real significación de nuestra realización personal. Cuánto somos. Pero no un cuánto de cantidad sino un cuánto de cualidad; no un cuánto de extensidad sino un cuánto de intensidad. ¿Cuánto es en realidad lo que vivimos como esencia de nuestro existir? ¿Cuánto es el conjunto global de nuestra realización personal? ¿Cuánto me ha dado el mundo y cuánto le he dado yo a él? ¿Cuánto significativo soy de mí mismo y hacia los demás? Hoy me marcho a dormir pensando... pensando en este parámetro psíquico del cuánto soy yo en realidad dentro del contexto de la generalidad humana. Cuánto de mí mismo puede ser válido y validable para mí y por ende para los que me rodean. Pienso en cuánto soy yo en mi significado y en mi significante. Pienso si está equilibrada esa dimensión bipolar. Y pienso si aprovecho lo suficiente de la vida para sentir que merece la pena estar en ella. El cuánto somos es lo que realmente nos inmiscuye dentro del plano de nuestra propia trascendencia y de la trascendencia que podemos enlazar con los demás. Pienso que el tema es para una mayor debatibilidad pero dejo en el aire la pregunta oportuna... ¿cuánto somos en la vida?, ¿cuánto de nosotros puede ser calificable como verdaderamente rescatable y valioso?. Queda ahí la pregunta abierta al aire de quienes la deseen interpretar.
 
Los dos quedaron profundamente dormidos. 
 
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela de Ficcin y Guin literario para Cine.

Palabras Clave: Literatura Novela Ficcin Narrativa Relatos Guin Cine.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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