MHOMJE.-De blanco a negro. De rosa a azl IV
Publicado en Sep 07, 2013
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-Steve, súbete al auto.
Aquella frase no pasaba de ser el ruego que se interponía a la acción. Las ruedas de la camioneta negra giraban al temple de los pasos que aquel furioso pero arrepentido Steve daba con signos espasmódicos de vergüenza y alegría ¿Su padre haciendo tal escena?
- Basta, no te...
Quizás no fuese el mejor momento o tal vez sí; pero lo cierto es que desde el bolsillo izquierdo de sus jeans, la ajetreada música de rock advertía la prodigiosa comunicación con su portador. Al cogerlo, hubiese gritado al personaje detrás de la línea que se fuese al carajo; pero simplemente aquel tono no anunciaba nada fuera de un mensaje de texto entrante, y si además de ver quién se tratase, era sencillamente imposible. La emoción que Steve experimentó fue tan perturbante que inconscientemente estuvo obligado a sujetarse de la ventanilla del copiloto.
Bajo la lista de notificaciones de su Androide, las letras del mensaje demostraban una incómoda advertencia de quien se trataba por medio de un saludo poco habitual. La represión en las palabras que decodificaba su teléfono, le pareció muy sobria e intimidante bajo el peso que representaba psicológicamente. Abrió el mensaje, y los segundos que tardó en aparecer en la pantalla, se le antojaron eternos.
-Demonios, que teléfono tan lento - inclusive alcanzó a decir antes de leer.
  
  
Véncers: Eh, hola Steve. Soy Véncers
Disculpa por no haber ido al juego ayer :-( pero eso no viene al tema. Quería preguntarte... bueno, q si quieres venir conmigo a Hitachi`s Place? Como a eso de las 5, puedes?
Leyó y volvió a leer aquel mensaje, sin poder encontrar, sin embargo; aquello que le causó un deje de felicidad. Por unos momentos no pudo concentrarse en más que las palabras que habían resonado en su cabeza después de leerlas. Así que una vez dejó de fantasear con las letras, se encontró con la mirada de Víctor. Atípicamente la expresión de su padre era de una sonrisa atrayente, de aquellas que guardaba para actos que requerían de su total maldad. Aquellos ojos grises se convirtieron entonces en derroche de escepticismo y arbitrariedad.
- Steve, súbete al auto
Las palabras volaron hacia los oídos de Steve, como un ave que revolotea lentamente al perder altura. Se sintió presionado y el peso sumado a la gravedad en el contexto de la orden le confundió momentáneamente. Más que un amo y esclavo; el joven adolescente se sentía, como siempre, la víctima de la conexión personal que existía entre padre e hijo. Y, una vez más, sintió decepción por el hombre a su frente. Por un momento destacó los ojos como la mueca que siempre esperaba y nunca necesitaba en el rostro cruel del linaje familiar.
Ardió en su interior un sentimiento de ira. Un calor insoportable que cruzó su estómago, su esófago y su lengua con la velocidad innata y congénita que usaba su familia para responder.
- Lárgate, ya tengo planes para esta tarde.
- ¿Qué coño dices?
- ¡Que creas que puedes salir con tu hijo no te hace un mejor padre!
El reproche en sus palabras iba perdiendo fuerza a medida que le daban paso a la tristeza. El tiempo se detuvo en su última frase. Y sin más experimentó como todo lo demás también se iba paralizando, reteniéndolo en el momento, aplastándolo contra una barrera invisible. El viento dejó de soplar y el sol de dar calor; el aire perdió el oxígeno y sus pulmones no soltaron el aire viciado; sus sentimientos se detuvieron en la ira y en la recién ponzoña del desconsuelo; el cambio inmediato en las facciones del hombre a su frente asemejó en su mente la obra más cruel de un asesino.
Por primera vez en su vida sintió lo que era el placer y el dolor mezclados entre sí. Por primera vez en su vida sintió lo que era causarle dolor a un ser querido. Y por primera vez en su vida veía el dolor encarnado en el blanco rostro de Víctor...
Por dios, ¿Qué había dicho?
Prestando poca atención a los detalles hubiese notado el vacilante jadeo en la reacción causada; pero se dio cuenta que no valía la pena seguir causándose dolor, he impasible no bajó la vista hasta que su padre hubo captado que no debía seguir allí. Soltó el freno, pisó el acelerador, y se perdió de vista en el horizonte de la autopista que acababa de empalmar.
En el siguiente minuto no hubo más en qué pensar más que el dolor desafiante que crecía en el fondo del estómago; como un nerviosismo que le causaba nauseas a medida que daba un paso al andar.
 Y así siguió el tanto tiempo que le llevó a recordar que Véncers le había hablado y que lo, extrañamente, invitara a salir.
Véncers...
Véncers Dániel...
Véncers Dániel Goretti...
Sonrió débilmente. Sabía que buscaba sacarse de la mente a su padre por la fuerza. ¿Por qué se sentía tan extraño? ¿Qué era aquel sentimiento que corría por su ser? ¿Qué clase de veneno fluía por su torrente sanguíneo? Y peor, ¿Cuál era el antídoto que protegía a su hígado y a su corazón?
  
Yo: HI, Véncers, q más?
Son las... 230, nos vemos allá entonces?
El tiempo de espera lo llevó hasta la parada de autobuses y tomar uno de regreso a su casa; pero no antes de asegurarse mentalmente de que allá no lo esperaba nadie. Su madre de seguro cotorreaba con las vecinas o estaba en la escuela de repostería y su... Víctor, de seguro que en cualquier lado menos que aquel.
Véncers: Claro tonto. Nos vemos allá a las cinco, no te olvides ;-)
Yo: OK
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Foto del autor Nelson Prez
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Descripción

Palabras Clave: MHOMJE Novela Homoertica

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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