Arantxa salió al exterior. El concierto de las palomas, en su trajinar, adornaba la mañana de sonidos compañeros que alimentaban los espacios en el preciso momento de la llegada de Legorburu, el cartero. 
- ¡Hola, Arantxa! ¡Cada día estás más joven y más bonita!
- Gracias "Buru". ¿Deseas tomar beber un café con nosotros? 
- Sabe Dios que lo haría con todas la alegría de mi corazón. ¡Sí que me apetece, pero hoy estoy sobrecargado de entregas y ya voy un poco apurado de tiempo!
- ¿Hay algo para  nosotros?
- Como todos los meses por estos días. Una carta desde Francia para Andoni.
- ¡Andoni! ¡Tienes carta!
- ¡Puedes abrir el sobre y leerla, Arantxa!
Legorburu se perdía sendero abajo, "Kutxa" se lanzaba al suelo desde el regazo de Iturralde y "Garibai" buscaba una sombra, mientras Arantxa llegaba hasta el lugar donde se encontraba Andoni...
- Es de J.J.Elizalde.  
Arantxa entregó la carta a su esposo. Andoni la cogió pero no quiso abrirla. 
-Vamos a desayunar, Arantxa.  
Andoni besó profundamente en los labios a su mujer. Ella le había devuelto, desde hacía ya muchos años, a la vida. Por cada minuto de olvido durante aquellos seis meses traicioneros, Arantxa le regaló años enteros de amor fiel, noble y verdadero; años enteros de cariño y felicidad. Pero aún existía la realidad de J.J.Elizalde y Arantxa siempre aceptó, sin ningún problema de celos, no romper el secreto existente entre ella y su esposo. Libremente así lo había decidido desde el principio y ahora, devolviéndole un cálido y sincero beso en la boca, comenzó a empujar la silla de ruedas hacia el interior del caserío.