Hoy me he sentado a escribir un epitafio para mi muerte,
ya que este universo paralelo en la que me encuentro sometida,
está de sentir a la muerte como amigo intimo o como verdugo o como amante.
 
Escribí,
aquí yace la que se creyó poeta.
escribió sin pluma,
sin hoja y sin versos,
apenas la rima suspiro entre sus dedos,
y no dejó firma,
no,
ni siquiera un leve recuerdo,
la muy desgraciada,
la muy bohemia.
 
Construyó un castillo de arena,
que,
como sus ideales,
sus utopías bananeras,
su sangrante ironía,
jamás se mantuvo en pie,
cada oleaje derribaba su firmeza,
pero,
¿Qué firmeza puede tener la arena?
¿Y qué oleaje dulcifica al mar?
 
Escribí,
que nunca tuvo rostro,
Solo muecas disimuladas de horas sin punteros,
¿Si tuvo amigos?
solo ellos lo saben,
¿Si tuvo amores?
¡Ay!, el corazón se pregunta,
¿Cómo describir la mirada del silencio?
Si alguien lo sabe,
que termine estos versos por mí...
 
Escribí,
aquí yace la que se creyó poeta,
la que obvio el último verso,
mató a su musa,
y se entregó a los placeres mundanos,
sin recaudo y sin recelos
la que espero y espero,
que la luna venga a buscarla
y como siempre,
el viaje terminó antes de que partiera...
 
Ese sería mi epitafio,
o lo que sea de él,
lo que fuese
o lo que queda...