Salmo 2. Adolescencia del Mesías. Digámoslo de una buena vez por todas: En toda su vida, Mariado estuvo mareado. Eso ocurrió ni bien comenzada su adolescencia, dado su desarrollo hormonal (furibundo, parece) en consonancia con aquella primera obsesión que le atrapó, acerca de no hacer otra cosa más que escribir y escribir, sus poemas pedorrones. Vivía encerrado en su casa llenando más y más cuadernos de versos, sin levantarse casi ni siquiera para ir al baño ni a atender sus otras necesidades, y lo que es peor, dada su edad de entonces, la de conocer chiquillas en edad de merecer, lo que lo conduciría además al más genuino y puro onanismo, que además, y de manera muy curiosa (según los dichos del Dr. Inocencio Rex, en su tratado “Sobre la Sexualidad y las Religiones”) lo acercaría por primera vez, aunque aún de manera muuuuuuuuuuuuy inconsciente, al hecho de ser, de manera vocacional, un mesías (y si no me creen, o para más datos científicos al respecto, consulten a Rex). La cuestión es que las gónadas masculinas (quizás las femeninas tampoco) nada saben de poesía y religión, y en el mundo testicular de nuestro benemérito Mariado estaba ocurriendo una revolución, aún sin él saberlo, que pronto sucumbió en cataclismo: Literalmente, Mariado cayó de la silla a la que estaba sentado, agarrándose las bolas. Ahí tuvo su primera alucinación sin necesidad de drogas, se apretó tanto las bolas que creyó ser él mismo un ángel. Y como todos los ríos van al mar, bueno, que el precoz Mariado tuvo su primera eyaculación divina, con lo que salió del trance, y ya así se levantó del suelo, convencido ya también de que él sería el nuevo mesías. Luego de eso, salió de su casa, se retiró al desierto de las tentaciones, y no volvió a saberse de él, hasta pasados 20 años. Continuará…

Palabras Clave: Salmo 2. Adolescencia del Mesías. Digámoslo de una buena vez por todas: En toda su vida Mariado estuvo mareado. Eso ocurrió ni bien comenzada su adolescencia dado su desarrollo hormonal (furibundo parece) en consonancia con aquella primera obsesión que le atrapó acerca de no hacer otra cosa más que escribir y escribir sus poemas pedorrones. Vivía encerrado en su casa llenando más y más cuadernos de versos sin levantarse casi ni siquiera para ir al baño ni a atender sus otras necesidades y lo que es peor dada su edad de entonces la de conocer chiquillas en edad de merecer lo que lo conduciría además al más genuino y puro onanismo que además y de manera muy curiosa (según los dichos del Dr. Inocencio Rex en su tratado “Sobre la Sexualidad y las Religiones”) lo acercaría por primera vez aunque aún de manera muuuuuuuuuuuuy inconsciente al hecho de ser de manera vocacional un mesías (y si no me creen o para más datos científicos al respecto consulten a Rex). La cuesti

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos