El fuego arde en su árbol genealógico.
Procede de un regimiento de orates.
Es para sus vecinos una falacia oral
que maldice ante la tumba del más probo testigo.
Dice que experimentó la guerra y la malaria
y, de legionario, sintió la sinestesia de la luna.
Dice que fue gimnasta aclamado y que edulcoró comicios
y que lo arroparon millares de cabelleras.
Pero nadie le cree sus patrañas
pues es paladín de los engaños.
El embustero a sí mismo se aquilata
y se las da de notable entre los más notorios.