Para M con mi corazón.
Aquella tibia mano que me diste
cuando sólo como amigos
recorrimos la vieja calle
de la estación del tren en Guanajuato,
en octubre al anochecer
y me dijo sin palabras
quedas perfecta aquí, este es tu espacio...
 
Esa, conoce las exactas dimensiones
para hacer el delicioso café
que complementa mi lectura;
ella, exprime las naranjas suculentas
que degusto sabor a ternura
y si estoy sedienta, me aquieta,
-dices que me quieres hidratada-
y si me muestro sombría
tu acertada mano acalla
con un trago amargo, limón y sal
o quizá, agua mineral.
 
En heladas noches que mi cuerpo tiembla
cae tu tacto cual frazada tibia
caricia, convertida sin malicia
en entrañable apretón.
 
Esa mano, que baja despacio por mi espalda
y más abajo, traviesilla
con dulzura me pellizca;
la unidad de medida de mi cuerpo
que funde mi piel
cuando presta, tus palmas reconoce,
hoy sabe que estoy desfallecida
y ayude a levantarme necesito.
 
Para mí, esa, tu mano,
es la de Dios.