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Por Roberto Gutiérrez Alcalá   El 7 de mayo de 1824 fue viernes. Ese día -ese histórico día- el mundo de la música experimentó algo así como un terremoto cuando las notas de la Sinfonía número 9 en re menor, opus 125, “Coral”, de Ludwig van Beethoven, sonaron por primera vez en el Theater am Kärntnertor de Viena, Austria, bajo la batuta del compositor y director de orquesta austriaco Michael Umlauf, pero con el músico alemán también en el escenario, marcando el tiempo. Según las crónicas de la época, tras la conclusión del primer movimiento de la nueva sinfonía beethoveniana se oyó una salva de aplausos atronadores; el segundo movimiento también concitó una entusiasta ovación y tuvo que ser interrumpido y retomado por la orquesta desde el principio; el tercero, con su enternecedora belleza, enamoró a la concurrencia; pero el cuarto, que comienza con lo que Wagner llamó una “fanfarria del terror” y más adelante incorpora cuatro voces solistas (soprano, contralto, tenor y bajo) y un coro a la orquesta, hizo que los oyentes simple y sencillamente enloquecieran. Se cuenta que, una vez que la Novena llegó a su fin, Beethoven –para entonces ya completamente sordo– todavía se hallaba absorto en la partitura, por lo que la contralto Karoline Unger debió tomarlo del brazo y hacer que se volviera en dirección al público, que gritaba y aplaudía fuera de sí.   Cambio en el orden tradicional Beethoven compuso la Novena entre 1817 y 1824 (fue su última sinfonía completa; posteriormente dejaría inconclusa la Décima), aunque terminó la mayor parte entre 1823 y 1824, después de las Variaciones Diabelli en do mayor, opus 120, y al mismo tiempo que la Missa solemnis en re mayor, opus 123. “Es interesante destacar que, si bien, de algún modo, Beethoven siguió en la Novena la forma usual de la sinfonía clásica, pues tiene cuatro movimientos, cambió el orden tradicional de éstos. Normalmente, en una sinfonía clásica (de Haydn o Mozart), el primer movimiento es rápido (Allegro), el segundo, lento (Andante); el tercero, bailable o juguetón (Menuetto o Scherzo); y el cuarto, rápido (Allegro). Beethoven abrió con un movimiento no demasiado rápido (Allegro ma non troppo, un poco maestoso), pero sustituyó el segundo movimiento (lento) por uno rápido (Molto vivace) y el tercero (bailable o juguetón) por uno lento (Adagio molto e cantabile)”, dice Gabriela Villa Walls, académica de la Facultad de Música de la UNAM. Ahora bien, de acuerdo con la académica, lo verdaderamente innovador en esta sinfonía es el cuarto y último movimiento (Presto – Allegro ma non tropo – Allegro assai), porque Beethoven introdujo en él cuatro voces solistas y un coro para cantar la Ode an die Freude (“Oda a la alegría”), escrita por el poeta alemán Friedrich Schiller en 1785. “Beethoven conoció este poema cuando era joven y durante muchos años tuvo la intención de ponerle música. En cuanto a la melodía del igualmente llamado ‘Himno a la alegría’ de la Novena, una melodía sencilla, con rasgos de la música tradicional alemana, tiene dos antecedentes en la obra del mismo compositor: el lied Gegenliebe (“Amor correspondido”), compuesto en 1795, y la Fantasía para piano, voces solistas, coro y orquesta en do menor, opus 80, “Fantasía coral”, compuesta en 1808, en la que Beethoven usó la misma melodía de Gegenliebe. Por otro lado, se puede afirmar que el cuarto y último movimiento de la Novena tiene rasgos religiosos... No hay que olvidar que Beethoven trabajó, al mismo tiempo, la Missa solemnis y esta sinfonía, debido a lo cual ambas composiciones comparten, además de la exaltación religiosa, ciertos recursos musicales”, indica Villa Walls.   Punto de partida Sin duda, la Novena es el punto de partida de diversas obras sinfónicas con voces solistas y/o coro compuestas en los siglos XIX y XX por Berlioz, Liszt y Mahler, entre otros compositores. “Si estaban interesados en componer una sinfonía, todos los músicos que sucedieron a Beethoven se las tenían que ver con lo que éste había hecho. Schubert, quien por cierto estuvo en el estreno de la Novena, dijo: ‘¿Quién puede hacer algo después de Beethoven?’. Asimismo, para Brahms, el peso del compositor nacido en Bonn era casi abrumador. En la cultura occidental, Beethoven es una figura gigantesca, aunque el entusiasmo por sus obras ha variado a lo largo de los años. Sin embargo, si la consideramos específicamente, la idea dominante en la Novena –la de la fraternidad universal–, con su aura religiosa y optimista, siempre ha sido muy atractiva. Por eso, en 1985, el Consejo Europeo adoptó la melodía de la ‘Oda a la alegría’ como el Himno de la Unión Europea y, en diciembre de 1989, a unos días de la caída del muro de Berlín, Leonard Bernstein dirigió la Novena en dicha ciudad para celebrar tan trascendental acontecimiento”, comenta la académica universitaria.   Melodía sencilla, cantable Incluso la gente que no gusta de lo que se conoce como “música clásica” identifica de inmediato el cuarto y último movimiento de la Novena y a su autor. ¿A qué puede atribuirse este fenómeno? Villa Walls responde: “Creo que a la naturaleza de la melodía de la ‘Oda a la alegría’, la cual fue el resultado de años y años de trabajo de Beethoven. Como ya señalé, es una melodía sencilla, cantable, reconocible, optimista, que permite que cualquiera que la escuche se la apropie. Pero a esto también hay que sumarle el hecho de que, en la cultura occidental, la figura de Beethoven es casi mítica.” La partitura original de la Novena, compuesta por casi doscientas páginas, es uno de los tesoros más valiosos de la Biblioteca Estatal de Berlín. Y desde el 12 de enero del 2003, esta sinfonía, dedicada por Beethoven a Federico Guillermo III de Prusia, está inscrita en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés).   El pañuelo de Furtwängler El 19 de abril de 1942, en la capital del Tercer Reich, la Orquesta Filarmónica de Berlín, dirigida por Wilhelm Furtwängler, interpretó la Novena de Beethoven en un concierto en honor de Adolf Hitler, quien ese día cumplía 53 años. Si bien el Führer no asistió, numerosos jerarcas nazis, entre ellos Joseph Goebbels, sí fueron a la sala de conciertos y ocuparon buena parte de las butacas. Cuando se escuchó el último compás de esta sinfonía y los asistentes empezaron a aplaudir, Goebbels se levantó de su asiento y fue a saludar de mano a Furtwängler, quien segundos después, de acuerdo con la filmación que hay del suceso (y que fue incluida en la película Réquiem por un imperio, de Itsván Zsabó), se limpió la mano con su pañuelo para que no quedara en ella rastro alguno del hombrecito encargado del Ministerio para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich.   Obra predecesora El escritor estadounidense Robert W. Gutman, autor de sendas biografías de Wagner y Mozart, aseguraba que el Offertorium de tempore “Misericordias Domini” en re menor, para cuatro voces, pequeña orquesta, bajo y órgano, Köchel 222, compuesto por Mozart en 1775, contiene una melodía que anticipa con claridad la “Oda a la alegría”.
El día lunes 6 de mayo de 2024, aparece publicada en El Mercurio la siguiente noticia cuyo título, de inmediato y de manera casi refleja, llama mi atención. Dice: "Ilícitos ambientales son una de las principales preocupaciones de las empresas en la aplicación de la ley de delitos económicos". Lo que mi mente tendió a leer en el comienzo fue solamente: "Ilícitos ambientales son una de las principales preocupaciones de las empresas..." porque sin duda que llama la atención y alegra eso de la "preocupación" empresarial por lo relativo al medio ambiente. Sin embargo, al terminar de leer dicho título y el cuerpo mismo de la noticia, nos damos cuenta de que, en realidad, las empresas están preocupadas por las consecuencias de infringir dicha ley, tal vez más que de sus acciones tendientes a no infringirla. Se me ocurre que la redacción del título hasta podría haber sido cuidadosamente estudiada para que produzca el efecto inicial que produjo en mi mente al leerla. No sería la primera vez que se estudia el "cómo" redactar una noticia para hacer publicidad. ¿Qué es la ley de Delitos Económicos? Esta ley sistematiza los delitos económicos y los atentados contra el medioambiente, y -entre otras disposiciones- amplía la responsabilidad penal de las personas jurídicas, poniendo el foco en sus líderes.   Los atentados contra el medio ambiente son tremendamente recurrentes en nuestro entorno industrial; por ello la preocupación de que se aplique una ley que enfoque la culpabilidad en personas naturales y no jurídicas. ¡Obvio! Y como alguien podría objetar mi apreciación de "tremendamente recurrentes" les cuento un par de experiencias personales relativas a este tema. La primera de ellas, ocurre durante la puesta en marcha de una moderna instalación completa de pintura en polvo que el suscrito propuso y lideró en una empresa metalmecánica en los noventa. Se diseñó, se cotizó y se instaló dicha planta que contaba con varias etapas, todas ellas unidas por una cadena transportadora de las piezas a procesar. La primera etapa era un túnel de fosfatizado. ¿Que es el fosfatizado? En palabras simples, es un tratamiento superficial que se aplica a las piezas de acero mediante algún tipo de fosfato, para hacer que la pintura "ancle" y no se despegue en el tiempo. En este proceso, se aplica un pasivado de la superficie mediante ácido crómico y, como es lógico de suponer, la parte de dicho ácido que no queda en el acero, se convierte en "barros" (conteniendo cromo) que finalmente deberán ser eliminados de los tanques del sistema. Cuando diseñamos la instalación, fuimos advertidos por los especialistas de que dichos barros no podían ser tirados a las alcantarillas por el daño ambiental resultante. Para ello, se construyó una piscina decantadora afuera de la planta, piscina a la que se le deberían sacar dichos barros para ser depositados donde corresponde, en vertederos apropiados. Mucho le costó al suscrito el convencer a la dirección de la empresa de que había que gastarse el dinero necesario para dicha piscina. Y se hizo... y partió el proceso con un tremendo pero nunca reconocido éxito. Ocurre que, algún tiempo después, se incorporó a la empresa un personaje controvertido que construyó una bodega encima de la piscina, desoyendo todas las advertencias y reclamos del suscrito, lo cual significó que a partir de entonces y durante muchos años, el cromo comenzó a ser vertido a las alcantarillas y también significó que nos hicimos de un enemigo irreconciliable para siempre. ¿Cuántas empresas tendrán en nuestro país una instalación de fosfatizado? ¿Cuántas de ellas verterán cromo al ambiente? ¿Cuántas de ellas sabrán que están creando un problema ecológico?   La segunda experiencia personal del suscrito en estos temas, ocurre en ocasión de una visita de consultoría a otra empresa metalmecánica en Santiago, que necesita decapar el acero que constituye su producto. El decapado es otro proceso superficial que consiste en lavar el acero con ácido sulfúrico diluido en agua. Ocurre que mirando la instalación de decapado y solo para saber, pregunté al operador que en dónde y cómo vertían los líquidos resultantes del proceso. "Al alcantarillado" me respondió y me contó que algunos fines de semana, la empresa citaba a dos personas (él entre ellas) para proceder a la limpieza y botar dichos residuos, por lo cual se les pagaba dinero bajo cuerda, no registrado en sus planillas de pago. ¿Por qué razón, dicha Administración ocultaba tales pagos? Porque ellos sabían que estaban, perdón, saben que están cometiendo un grave delito ecológico: verter a las alcantarillas, nada menos que ácido sulfúrico. De nuevo: ¿Cuántas empresas tendrán en nuestro país una instalación de decapado? ¿Cuántas de ellas verterán ácido sulfúrico al ambiente? ¿Cuántas de ellas sabrán que están creando un problema ecológico? Y estamos hablando solamente de fosfatizado y decapado; ¿Cuántos otros procesos contaminantes hay en la industria que no son tomados en cuenta?   Con razón los "Ilícitos ambientales son una de las principales preocupaciones de las empresas en la aplicación de la ley de delitos económicos".   Y si miento o estoy equivocado, que me coma el lobo.
   
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