• Alejandra Correas Vázquez
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  • País: Argentina
 
EL  TATITA  JOSÉ.....................(Una Historia Real)Por Alejandra Correas Vázquez            "El Tatita José era negro pero tenía los ojos azules"-solía contar nuestra abuela a quien llamábamos Mamagrande              "Tata" significa abuelo y anciano en lengua quichua. También en México encontramos la denominación de Tata, como jefe de una comunidad nativa. En Perú es Tayta. Es una voz por tanto precolombina. Fue adoptada por la vieja sociedad colonial y transferida a la nueva sociedad argentina (en especial de ambiente rico ganadero) como un trato patriarcal por su alto rango social. El Tata es el abuelo y el Tati suele ser el padre  Asimismo es empleado por el gauchaje para designar a un abuelo respetado. Y también lo hallamos en el campo religioso criollo como "Tata Dios". El Creador.              El Tata Viejo suele ser el bisabuelo. Incluye dicho término un gran sentimiento de respetabilidad, que conlleva un título reverencial, válido desde las culturas precolombinas. Fue transmitido su uso de un idioma a otro, y el castellano colonial y argentino lo adoptó. Por ello mismo asombra que un esclavo fuese :  " El  Tatita  José "  Corría el siglo XIX y había en aquel momento una Argentina en llamas, empobrecida, que mostraba sólo miseria y destrucción. Fue una guerra civil despiadada llamada "Anarquía" que había dejado esta tierra sudamericana convertida en un páramo agobiante. La Pachamama estaba lacerada e improductiva.   Y las guerras civiles, siempre, además de ciudades incendiadas y haciendas robadas, producen ¡numerosos niños huérfanos! Deudos dolorosos, hijos de familias perseguidas, como  también de sus persecutores o enemigos. De sus allegados o conocidos. O desconocidos. Y que especialmente, dejan como saldo :   Muchos niños huérfanos...   Niños. Sí, niños. Niños como todo niño al fin de cuentas. Los cuales -en este caso especial-- eran depositados en una estancia aislada de la zona llamada "La Esquina" (provincia de Córdoba), perteneciente a la familia Ortiz de Ocampo. Niños escondidos allí como protección a eventuales venganzas políticas y a "razzias" punitivas, de carácter ideológico, de exterminio. Niños que quedaron en la guarda del Mayoral de esa estancia: el Tatita José.  Un esclavo.              Mayoral de una Estancia rica y dolorida. Una propiedad de hacendados pudientes y perseguidos. Diezmados. Muchos niños... Muchísimos niños pasaron por la mano educadora del esclavo José, nacido en la Rioja, propiedad él de la familia Ortiz de Ocampo, y protector él, de su descendencia. De su hacienda. De sus principios. De sus recuerdos. Sus valores. Sus hijos. Como también de los hijos de sus amigos. Y en algunos casos, también de sus enemigos, que habían quedado muy solos.               Nadie quedaba vivo en aquella familia, en esa casa solariega de la Estancia de La Esquina, como varón adulto (en su mayoría murieron en las guerra) ...¡Nadie!... Salvo él: el Tatita José y su treintena de niños¡...               Así son las guerras.              Eran niños. Pero hijos en conjunto de esa estirpe con gestas heroicas, con figuras históricas y célebres que hoy día se admiran y han dado su nombre a las calles y sitios nacionales de Argentina. Pero no era por ello menos cierto, el infortunio de estas criaturas. Su dolor, su soledad.  Hijos de su tiempo. Hijos de las guerras. Hijos de su época. Hijos de la historia. Huerfanitos...   Defendidos de este modo mediante aquel anonimato, de las increíbles venganzas políticas que se abaten siempre y en todos los casos, sobre la descendencia indefensa. Refugiados allá en esa estancia solitaria de La Esquina junto al Tatita José: Severo, adusto,  exigente,  tierno, cariñoso.   La forma en que él educaba, enseñaba y reprendía a esa bandada de niños perseguidos por la historia, por el cruel desencuentro entre los hombres de una misma nación y de un mismo origen, quedó fijado entre ellos, con ese agradecimiento que supera al tiempo.              Pues todos aquellos connacionales argentinos que se asesinaban entre sí, con actos desmedidos, entre horrendas sangrías sin piedad alguna, en ese lacerante siglo XIX, tenían genes fraternos. Se devastaban, se herían y masacraban. Se perseguían sin tregua y con saña cruel, pero sin embargo corría por sus venas una sangre común ibérica. Pues era esta etnia dirigente la que estaba enfrentada... Mientras que los indios patagónicos y guaraníes los miraban sorprendidos, sin intervenir en sus querellas.            El Cono Sur Sudamericano no era en aquel momento, tal como había sido en siglos anteriores, una tierra dedicada al progreso. Sino un mundo en decadencia que se destruía a sí mismo y que arrasaba a las propias familias que lo constituían. Llevar en esos días un apellido que fuera destacado en la función societaria, era casi un estigma, un peligro de vida. O una condena en el mejor de los casos al exilio. Y todo ello sucedía con explicaciones diversas, con justificaciones arbitrarias que parecieran inapelables: Como siempre hacen los violentos.  Y esta dirigencia que se empeñaba en autodestruirse con crímenes abusivos, había dado la espalda a sus ancestros. A aquéllos solitarios pioneros que siglos atrás se embarcaran en la aventura del Océano y de las Indias, navegando en barcos semejantes a cáscaras de nuez... Para construir. Edificando ciudades. Plantando vides. Criando ganado. Sembrando trigo. Levantando bellas escuelas.               Y estos huérfanos de guerra, niños solos, niños olvidados, niños ricos y pudientes, pero escondidos con peligro de sus vidas. De alcurnia social, pero muy solos en definitiva, no olvidaron  nunca al Tatita José que los condujo de la mano con presencia paternal, hasta que se repartieron por el mundo en busca de sus propios destinos.           Profesionales, políticos, diplomáticos, diputados, sacerdotes, estancieros, militares, damas de sociedad, embajadores y profesores universitarios... Fueron señalados como los niños que antaño protegiera, criara y educara,  el  Tatita  José, un esclavo negro de ojos azules.                           En una casa con muchos niños. En esa cruel anarquía que duró cincuenta años. Huérfanos todos. O con padres que aún se hallaban en el fragor de las batallas. Hijos de las guerras numerosas y contradictorias del siglo XIX. Hijos de familias cercenadas. Y que en muchos casos... eran esos niños, los últimos representantes vivos de las mismas.  Aquellos niños perseguidos por el infortunio, por el belicismo desencadenado presuntamente ideológico, sin piedad y sin amor real al terruño. Con padres siempre ausentes. O muertos en las refriegas. Padres a los que muchas veces, ellos no llegarían a conocer. Aquellos niños alojados allí y alejados de las batallas.              Protegidos y separados del peligro, común en muchas guerras intestinas y fratricidas. En aquel bélico clima, que el Tatita José enfrentó sin temor ni debilidad. Con talento. Con valor, firmeza y temple.              Defendía casi ácidamente oponiéndose a cualquier intento de que le arrebatasen aquellos niños. Fuese quién fuese el intruso (o pariente) que intentase reclamar por ellos, en los momentos peores de las guerras.  Se jugaba por ellos. Alma vigorosa colocada en una situación límite, enfrentado a un mundo convulsionado. Dirigía personalmente a gauchos, chinitas, ganado, tambos, sembrados, producción, comercio.  Cuidando a esos niños que se ocultaban en la estancia de La Esquina, de probables agresiones, por causa de sus padres guerreros. Con esa mano especial que él supo dar en el momento preciso, dentro de un clima caótico. Sacando adelante aquella situación difícil, de un tiempo anárquico y cruento, como aquél que le tocara vivir al Tatita  José.  ........00000000......
UNA HISTORIA MILENARIA..............................(Primer enfrentamiento real entre arios y semitas en tierras del Medioriente)por Alejandra Correas VázquezEstamos en tiempos de Abrahan, encontramos a nuestro personaje como integrante de una curiosa guerra multinacional, que antaño entusiasmó a los exegetas a causa de que participaban en ella los reyes de aquellas ciudades deslumbrantes llamadas: Sodoma y Gomorra... Las cuales, sabemos, produjeron un delirio de siglos. Esta guerra es para nosotros uno de los más acabados puntales históricos de la Biblia.La encontramos en el capitulo 14 del Génesis. Son nueve reyes. Una Enéada. Número simbólico entre los antiguos. Se han dividido en dos bandos. El primero de los bandos se halla compuesto por reyes arios (los invasores) y el segundo bando por reyes semitas que se rebelan contra la opresión de los primeros (o sea los invadidos reaccionan) y que son aliados de Abraham.El antiguo ciudadano de Ur que estudiaba las estrellas, el matemático y astrónomo, se ha convertido ahora en un militar. Su gesta lo llevará a vengar a Ur su ciudad de nacimiento, devastada por la invasión aria (2006 AC fecha arqueológica) de los largos años de cautiverio en Harrán, y de su peregrinaje incierto. Tiene sobre todos los otros orientales una ventaja mayor, pues Abraham conoce a los iarios ya que vivió entre ellos como cautivo, ha padecido su rigor y debió emigrar de la bella Caldea hecha cenizas. Es la persona mejor preparada para enfrentarlos. Esta filiación aria del primer grupo se establece en comparación con el texto bíblico y los datos aportados por la arqueología, en el análisis moderno. De estos reyes invasores el más sugerente es: "Tidal rey de Goim..."Y a quien en la traducción del hebreo al castellano, hecha por Casiodoro de Reyna (un rabino español emigrado a Inglaterra luego de la expulsión de España), que es la más antigua en lengua castellana, se lo llama "Tidal, rey de naciones".Tengamos presente que la colectividad hebrea actual llama siempre "Goim", a quienes no pertenecen a ella. Y por lo tanto es un buen índice para rastrear la nacionalidad de Tidal, al que podemos así identificar como uno de los primeros reyes hititas en contacto con los invadidos, el cual aparece en la lista de reyes del Imperio Hatti, (hitita-heteo) con el nombre de Tudhala. Podemos ver que son las mismas consonantes, tal como se escribe el hebreo o el árabe, sin vocales.Puede decirse que para el cronista bíblico Tidal o Tudhala capitaneaba una coalición de invasores depredadores (eran Goim, por tanto no semitas) a los que Reyna llamó naciones. Este hecho ha llamado la atención y James C. Muir es muy preciso. Según él la toma de Babilonia por los hititas durante aquel período con todo su desastre involucrado, se encuentra detallada en las crónicas conocidas como Tablillas de Spartoli. En ellas encontramos la referencia buscada, con la presencia de tres reyes. A saber : Thudula, Eri-Eaku y Kudur Lahamal.A los que Muir ha reconocido en detalle como los bíblicos: Tidal (Tudhala), Arioch (Eri-Eaku) y Chedorlaomer (Kudur Lahamal).Quienes aparecen en el capitulo 14 del Génesis hebreo, como una coalición guerrera aria la cual según vemos siguió avanzando desde Babilonia hacia el sur, en su característico saqueo de acuerdo al texto bíblico: "Tomaron toda la riqueza de Sodoma y Gomorra y todas sus provisiones y se fueron" (Génesis 14:11).Los oponentes que se rebelaron contra la éstos, luego de 12 años de servilismo como dice el texto en Gen. 14:4, y que reciben la ayuda salvadora de Abraham, eran sin duda reyes semitas de su misma etnia (no hablermos de religión), oprimidos y vejados. Y toda la narración describe un hecho que aconteció históricamente. Podemos ver claramente que aquí aparece Abraham con gran fuerza y poder. Con un ejército. Además como jefe de una comunidad, al ser él un semita emigrado de Caldea. Participa de todos sus aconteceres y en este salvataje su figura se nos muestra con un valor político bien cimentado, pues finaliza la operación en Génesis 14:15, diciendo: "y les atacó y les fue siguiendo hasta Hobah al norte de Damasco". Se ha convertido de este modo Abraham en un hombre de gesta, en un valiente guerrero a quien nada lo amedrenta. Atrás suyo quedó Ur en llamas, el pueblo extinguido de los súmeros que él vio en su juventud, su tierra devastada, sus casas y templos demolidos. Es un vengador. Se ha impuesto a sí mismo desalojar al invasor. Al depredador. Ya no estamos ante un personaje mitológico, sino ante un ser histórico que vivió con plenitud los acontecimientos de su tiempo y formó parte importante de ellos. Frente a estos datos debemos acotar que Nicolás de Damasco decía de él en su libro IV :"Abram reinó en Damasco siendo forastero y habiendo llegado con un ejército de una tierra situada más allá de Babilonia que él llamaba Caldea".Este dato es de suma importancia, pues lo muestra como militar y general de un ejército, superando en gran medida el dato bíblico. El papel que encarna Abraham es heroico, meritorio, y a más de ello logra mantenerlo. Pues con su talento y valentía ha recuperado Damasco, trayendo a la vez un nuevo renacer de posibilidades para los acosados reyes de Sodoma y Gomorra, llamados en el texto bíblico Adma, Zeboim y Zoar (¿Dos ciudades y tres reyes?)¿Qué eran estos reinos? Es decir Sodoma y Gomorra, tan misteriosos para los novelistas. Se parecen al leer el texto bíblico a grandes estancias ganaderas como las de Argentina, Uruguay y Brasil. Contienen inmensas haciendas y son presa fácil para los cuatreros de ganado: o sea los hititas. Se habla del riego y el pastoreo en las antiguas Sodoma y Gomorra. Su hacienda es fundamental.Lot (sobrino de Abraham) coloca tiendas en Sodoma lo que nos hace pensar en una comunidad mutable. Tiendas y ganados son transportables. El ganado bovino y caprino es el más corriente en el Medio Oriente y aparece en todos los textos. La cabra es muy típica de Caldea con muy bellas representaciones, incluso en oro. Y era sin duda ésta la ganadería bíblica, mencionada varias veces, la cual además es la más fácil de movilizar por los caminos, tanto como de ser víctima de la sustracción por aquellos invasores recién llegados que todo lo saqueaban... Campos, vituallas, provisiones y ganado, son las pérdidas de estos reinos de Sodoma y Gomorra según el recuento que encontramos en el capitulo 14.Estos grandes hidalgos ganaderos tienen, como en la nobleza campesina medieval, un representante que los nuclea: Bera, rey de Sodoma. Es el único de esta coalición oriental que entra en contacto directo con Abraham, pues su voz representa a los otros reyes, como su delegado. Bera es su jefe. Ahora ha vencido Abraham en el campo de batalla, quien a su vez se ha federado para este combate con tres preclaros "varones" de Amor (los amorreos) llamados: Aner, Eschól y Mamre. Lo que hace evidente que Sodoma y Gomorra no estaban bien pertrechadas y necesitaron el apoyo militar de Abraham.Terminado el combate sale a su encuentro Bera, el rey de Sodoma, para hacerle una brillante propuesta. Pero ésta no satisface en absoluto a Abraham. Bera quiere comprarle su ejército con el cual ha vencido a los hititas y pagárselo con ganado (Gen. 14:21). Lo que una vez más demuestra que Sodoma era una gran hacienda. Un trato comercial explicitado en estos términos debía estar muy bien pago, y además cubriría las necesidades de seguridad para aquellas regiones en constante peligro de bandolerismo. Pero la negativa de nuestro personaje lo define como un miembro de la dirigencia. Abraham le explica que él no ha combatido por interés económico, sino como una consigna. Puesto que no es un mercenario : "Que desde un hilo hasta la correa de un calzado, nada tomaré de lo que es tuyo, porque no se diga: Yo enriquecí a Abram".Quédanos claro, al no aceptar pago alguno, que nuestro paladín cumple con un papel político y militar de salvador de naciones atropelladas. De libertador de las mismas. Solamente le acepta al rey Bera comida para su gente y el pago para los que entre ellos, sí, son mercenarios. Como vemos en todos sus aspectos la historia relatada en la Biblia, que tiene por protagonista a la persona de Abraham, recoge los diferentes pasos y aconteceres de aquellos arrasados habitantes del Medio Oriente en el segundo milenario antes de nuestra era.No en vano aparece por primera vez la palabra "Hambre"... que generan todas las guerras y saqueos. Cuando no se cultiva, cuando no se construye, cuando se huye. Siempre se alude al "hambre" extendido sobre las poblaciones saqueadas y que será el motivo del traslado a Egipto de la familia de Abraham, y más tarde la de su nieto Jacob cuando ya José sea Visir del Nilo.En las dos oportunidades tenemos excursiones de maloneros arios, que nada perdonan a su paso. Las fechas dadas para estos dos arribos bíblicos a Egipto son 1900 y 1700 a. C. En la primera fecha Babilonia es arrasada por los hititas, que llegan según el escriba bíblico hasta Palestina. Y en la segunda tenemos a los kassitas saqueando a su turno Babilonia. Con doscientos años de intervalo, los cuatreros hacen temblar el Medio Oriente. Pero Egipto permanece a salvo, libre de asaltos, hasta el tiempo de Ramsés II, quinientos años después....................000000000..............
TEATRO  SUMERIO......................El argumento de la obra es simple : Inana es la luz saliendo del Sol que se dirige hacia el Espacio, el "obscuro abismo" donde Inana debe morir. La tragedia es la muerte inevitable de Inana y por ello se suceden las súplicas para que Inana "no perezca en el hondo abismo". Pero en el trayecto hacia su muerte en el Espacio, la luz del Sol pasa sucesivamente a través de las órbitas de los diversos planetas, que la narración va describiendo, con sorprendente acierto, en sus características fundamentales.Esta es la parte del poema que nos interesa pues la narración muestra que el conocimiento de las características de los planetas del Sistema Solar de la astronomía súmera de hace cuatro mil años, coincide con el de la astronomía del actual siglo XXI. Pero los astrónomos súmeros van allá pues dan detalles de Plutón -todavía desconocidos para nosotros- y de los dos "Transplutonianos" (X-1 y X-2) descubiertos mediante cálculos matemáticos por los astrónomos rusos.Recientemente (2004) se ha confirmado la existencia del décimo planeta que ha recibido el nombre de SEDNA, tomado de una diosa esquimal. En efecto el telescopio Hubble ha descubierto el planeta número diez dando así razón a la astronomía súmera. Es seguro que en algún momento se va a descubrir el planeta que aún falta en las listas de la Astronomía Científica moderna.(JOSÉ ALVAREZ LOPEZ)VIAJE  DE  INANA  A  LAS  TINIEBLAS..........................................CORO 1¡Inana! ... Desde la más alta región del cielo se propuso descender a lo hondo del abismoCORO 2La Diosa de la mayor alturaQuiso bajar a la mayor honduraCORO 1Mi Señora dejó el cieloMi señora dejó la tierraCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1Dejó la majestad realDejó la altivez de damaCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1En Uruk dejó la ciudad de EannaCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1En Butira dejó la ciudad de EmushklamaCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1Dejó cinco ciudades más. Dejó siete ciudadesCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1Se puso siete insignias en la puertaCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1Se puso siete vestidosCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1Se puso siete calzadosCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1Se puso sobre su cabeza la diadema de la llanuraCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1Se puso sobre la frente el velo que le cubre el rostroCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1Se puso adentro de su mano la varilla de lapislázuliCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1Se puso sobre su cuello siete gargantillas  de lapislázuliCORO 2Viajó  al más profundo abismoCORO 1Se puso sobre su pecho un pectoral compuesto de siete joyasCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1Se puso en su mano un anillo de oroCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1El pectoral de su pecho lo hacía aparecer más anchoCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1Se puso una capa de señorial majestad que usan todas las damasCORO 2Viajó al más profundo abismoCORO 1Se puso cercos en torno a sus ojos con negro kojelCORO 2Viajó al más profundo abismoEPODOY así ataviada Inana se encamina hacia el abismoIba por delante de ella su mensajero NINSHUBURRAY la limpia Inana le dijo :INANATú eres mi fiel asistente. Mensajero bien exacto.El que lleva mis palabras sin quitarles un adarme¡Yo viajo al más profundo abismo!¡Llena tú el cielo de gemidos por mi ausencia!¡Que lancen gritos por mí en el santuario!¡Que haya tumultos por mí en la casa de los    dioses!¡Que por mí sean arañados los ojos!¡Que por mí sean arañadas las mejillas!¡...Por causa de mi ausencia...!Vestirás un pobre vestido por el luto de mi ausenciaDel templo de Enlil al de Ekur irás en larga caminataY antes de entrar ... ¡Llorarás!NINSHUBURRA¡Padre Enlil! ... No lo permitasQue tu hija no perezca en lo hondo del abismoQue el metal no se vuelva polvoQue no sea ella prisionera del abismoQue no queden allá rotas sus vestiduras de lapislázuliQue no se reduzcan a polvoQue su caja de madera no sea construida por los artesanos¡Que Inana no perezca en el más profundo abismo!INANAY si Enlil no te escucha vete a Ur al santuario de EkishnigalNINSHUBURRA¡Padre Nana! ... No lo permitasQue tu hija no perezca en lo hondo del abismoQue el metal no se vuelva polvo Que no sea ella prisionera del abismoQue no queden allá rotas sus vestiduras de lapislázuliQue no se reduzcan a polvoQue su caja de madera no sea construida por los artesanos¡Que Inana no perezca en el más profundo abismo!INANAY si Nana no te hace caso irás a Eridú Entrarás en el santuario de Enki y llorarás ante EnkiNINSHUBURRA¡Padre Enki! ... No lo permitasQue tu hija no perezca en lo hondo del abismoQue el metal no se vuelva polvoQue no sea ella prisionera del abismoQue no queden allá rotas sus vestiduras de lapislázuliQue no se reduzcan a polvoQue su caja de madera no sea construida por los artesanos¡Que Inana no perezca en el fondo del abismoCORIFEO¡Señor de la sabiduría no dejes que Inana muera!INANAY él que es el Dios del saber Conoce el pan de la vidaConoce el agua de la vidaY me restituirá al mundoCORO 1Y fue avanzando Inana a lo hondo del AbismoCORO 2Y llegó a las puertas de lapislázuli del palacio de la MuerteCORO 1Y se puso a gritar con furiaCORO 2Y se puso a golpear la puertaINANA¡Abre la puerta portero! Abre al momento el Palacio¡Portero NETI! ... Abre la puertaQue quiero entrar yo solaNETI¿Quién eres tú?INANASoy Inana ... Del palacio donde sale el SolNETISi eres Inana de la casa donde el Sol sale¿A qué vienes al país donde no hay regreso?...Por esa senda desde donde nadie vuelve...¿Qué te movió a venir?CORIFEOY la pura Inana le respondió :INANAEs por mi hermana mayor  : EreshkigalA quien le mataron su marido GugalannaVengo a ver los ritos de la muerteA la sombra del hondo abismoCORIFEONETI, el Gran Guardián de la puertaDijo así a la pura Inana :NETIEspera Inana ... Iré a hablar con mi reinaCon mi reina la negra EreshkigalCORIFEOEntró Neti el Gran Portero del AbismoNeti dijo así a la negra EreshkigalSentada en su trono de lapislázuli :NETI¡Reina mía! ... Hay una joven tan hermosa... Como una DiosaViene ataviada con siete insignias y está a la puerta en esperaViene ataviada con siete vestidosViene ataviada con siete calzadosViene ataviada con la diadema del la llanuraViene ataviada con el velo que le cubre el rostroViene ataviada con la varilla de lapislázuliViene ataviada con siete gargantillas de lapislázuliViene ataviada con un pectoral compuesto de siete joyasViene ataviada con un anillo de oro en su manoEl pectoral de su pecho lo hace parecer más anchoViene ataviada con una capa de señorial majestad que usan todas las damas Viene ataviada con cercos de negro kojel en sus ojosCORIFEOLa reina Ereshkigal responde al Gran Portero :ERESHKIGALVen, Neti, Gran PorteroPero no tuerzas Las palabras que te diré :Ve corriendo los cerrojos De las siete puertas del abismo¡Esa puerta de Ganzir!Que mira hacia el mundo...........00000........(Reconstrucción de tablillas cuneiformespor Alejandra Correas Vázquez
DON JERÓNIMO, EL JUDÍO.........................por Alejandra Correas Vázquez.........................Cuando el río Suquía era navegable en tiempos de la fundación de Córdoba (Argentina), los grandes ríos de esta provincia colonial poseían una riqueza ictícola que alborotó los planes programados por la Real Audiencia de Charcas, situada en el Alto Perú (hoy Bolivia).Allá en el año del Señor de 1582 un “Memorándum” enviado por los vecinos cordobeses, hízoles volver a aquellos altivos Oidores sus miras hacia el Tucumán (del cual Córdoba formaba parte), proyecto que no estaba hasta entonces en sus cálculos. Menos aún lo estaba este “Tucumanao” —zona de frontera más allá de la Salina Grande— donde dicho grupo de andaluces pioneros hallábanse radicados a la sazón. Pues en ese lugar “extramuros” habían fundado en 1573 la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía. Y los andaluces solicitaban ayuda 9 años después de su arribo...Y además de ello: ¡Reclamaban por su fundador! ...de quien dicen, en ese escrito, carecer de noticias desde hacía 9 años. Lo que evidencia que nada se sabía, a casi una década, del triste fin de don Jerónimo Luis de Cabrera y Toledo. En este documento de 1582, aclaran y firman todos los vecinos diciendo no tener noticias de su jefe expedicionario y fundador de esta ciudad “Córdoba de la Nueva Andalucía” desde que fue llevado de allí, a poco tiempo de la creación de su ciudad, por una guardia armada que vino en su busca. Ellos lo vieron partir al parecer sin violencia, y recorriendo todo el Tucumán carecían de noticias sobre él.Don Jerónimo Luis de Cabrera y Toledo era un hidalgo andaluz converso, pero circunciso, nacido en Sevilla, hijo de la judía Miriam de Toledo, amante del caballero español Luis de Cabrera. Todos sus hermanos fueron en realidad “medio hermanos” y él, favorito de su padre, era el bastardo. La familia Cabrera lo rechazaba, y como no dejó descendencia de su apellido, en la actualidad sus parientes desde Perú a Argentina quieren todos emparentarse con él. Algo tarde pues, ya que ni siquiera lo recibieron ni lo defendieron en vida. Su esfuerzo fue propio y sin otro apoyo que su propio talento.Uno sólo de sus medio hermanos lo acompañó en su empresa cordobesa, a quien llamaban el “Gordo” por contraste a la estampa extremadamente delgada de Don Jerónimo. Sería este hermano adicto y algo menor que él, quien iba a dejar una descendencia en la ciudad. Cabrera tomó por esposa a una dama católica catalana de apellido Martell y no tuvo descendencia masculina.En este Memorándum enviado 9 años después a la Real Audiencia, por los primeros cordobeses, puede verse que nadie conocía ni en el Tucumán ni en el Alto Perú, de qué forma ocurrió su triste final. De modo que todas las conjeturas que se han escrito posteriormente en forma novelada, acusando a unos y a otros, y que han llenado tres siglos de tinta y muchos papeles, son falsas. Sin ninguna certificación real. Nunca la autoridad española fue su perseguidora. En todo momento se hace evidente la mano de la Inquisición y su brazo armado, que recorría el imperio español en busca de víctimas. Cabrera era judío.Los Oidores del Alto Perú reciben a los emisarios. Leen el documento. Contestan que nadie en Charcas ha ordenado su detención y que por aquellos lados nunca ha regresado, ya que allí habíanlo nombrado como gobernador del Tucumán. Nadie es responsable. Nadie sabe nada. Pero Don Jerónimo ha desaparecido de Córdoba.En el mismo documento enviado por estos vecinos, ellos ponderan la riqueza natural de la región “con peces de una vara de largo” (pues los indios Comechingones eran vegetarianos y sólo comían papas y batatas para asombro de los españoles, viviendo desnudos en cuevas). Es imposible hoy imaginar en los ríos cordobeses peces de ese tamaño, en forma natural, donde sólo se hallan actualmente mojarritas del tamaño de un dedo pulgar. La destrucción ecológica queda remarcada en este dato testimonial.Alaban los vecinos también, llevando muestras, el tamaño de las uvas cultivadas y la buena calidad del vino casero.Queda claro que todas las argumentaciones escritas después, sobre el final de Don Jerónimo, en nuestro tiempo, son simple mitología. Deducciones poco claras, ambiguas y falsas llevadas al papel debido al contrapunto y rivalidad que hubo en todo el período colonial, entre Córdoba y Santiago del Estero (capital del Tucumán). Hay otra verdad más dura escondida allí. Los conocimientos que hoy tenemos de Don Jerónimo, en su carácter de circunciso nacido judío de madre (sin duda fue ella quien lo hizo circuncidar a espaldas del padre) y más tarde bautizado, son suficientes explicaciones en aquellos tiempos de la Inquisición. Sabemos que una partida de soldados vino en su busca, pero éstos eran en realidad el brazo armado del Santo Oficio... ¡Y no hace falta deducir más!La orden firmada por Carlos V había sido no dejar entrar a las Indias “cristianos nuevos”, precisamente lo que era Cabrera. Ya que el Emperador quería instalarlos a todos en Austria y Flandes, pues tenía sus propios compromisos allí. Pero la capacidad de adaptación del pueblo hebreo español o Sefarad, luego de 2 mil años de residencia en la península ibérica, hizo rechazar esta propuesta a gran número de ellos. Los sefarditas aún mantienen en Oriente la lengua pura del castellano antiguo, llamado “Ladino”. Sin embargo Felipe II cambió de idea al ser rey de Portugal, donde halló un elevado número de judíos lusitanos, tratando de enviarlos a casi todos ellos a sus colonias de las Indias Occidentales. Don Jerónimo Luis de Cabrera y Toledo viajó con su comitiva compuesta de familias completas, para internarse en el Tucumán Virginal de aquellos siglos, donde el Imperio del Inca nunca había penetrado. Y eligió la vera del al río Suquía para fundar esta ciudad de la actual Argentina: Córdoba.La comitiva iba bajando lentamente desde el Alto Perú, con los grandes carretones cargados de muebles, bolsas de harinas, gallinas, arcones de ropa, sarmientos de parras de uva... y arriando ganado. Igual que todas las otras expediciones fundadoras del Tucumán. La trayectoria de ellos era a pie o a paso de caballo, o mejor dicho, a paso de los bueyes que tiraban las carretas recargadas.Aquellos compañeros de ruta del visionario Jerónimo Luis de Cabrera y Toledo, quienes lo acompañaban “misteriosamente” por un largo periplo de tierras y océanos, eran familias completas y letradas (todas dejaron descendientes) internándose en un desconocido “Tucumanao”, como se llamaba a esta tierra fronteriza más allá de la Salina Grande. Lejos de toda cultura posible. Gente acostumbrada a hábitos ciudadanos y a una vida de mejores posibilidades. ¿Qué los hizo emigrar? Ellos guardaron a partir de aquí, celosamente su secreto motivo, sobre aquella peregrinación en busca de una tierra de providencia, en busca de un sitio nuevo en el mundo nuevo, dentro de este continente austral. Una tierra prometida.Nada en aquella comitiva era corriente. Diferenciábase en varios puntos de las otras expediciones españolas de fundación. Y la principal diferencia era que ...¡No llevaban sacerdote!El acta oficial existente en el Alto Perú fue escrita con posterioridad (como acontecía con todas las fundaciones imprevistas) y confeccionada ex profeso para ser enviada a España. Allí figura un sacerdote que nunca llegó al Tucumán. Una fundación de una ciudad española en tiempos de Felipe II y sin sacerdote... desde ya es insólito. Como también esta expedición no autorizada por el Virreinato del Perú, de donde dependía, de la cual quedarían numerosas razones circulando en el pensamiento cordobés de los siglos venideros. Pero a ellos parecía no importarles, continuando su ruta con una firmeza decidida para hallar el terruño ansiado, guiados por el visionario Don Jerónimo, circunciso y bautizado. Partieron con sus mujeres, sus niños y su esperanza. Llegaron a Tucumán y se internaron en el Tucumanao. Cruzaron el Valle de Punilla, luminoso. Recorrían el bello paisaje cordobés guiados por su conductor, escuchando sus palabras de aliento, su capacidad de convicción, su carisma que a todos serenaba. Era invierno en Sudamérica en pleno mes de junio. En el momento de internarse en la Sierra de Punilla los sorprende el “Veranito de San Juan”, un hecho climático que crea una primavera tibia, y algunas veces también muy calurosa. Era el día de San Juan y bautizan el río Suquía con este nombre (que más adelante perderá llamándosele Río Primero).—“¡Qué lindo clima tiene este país!”— dijo Don JerónimoY toda esta comitiva goza feliz en aquellos momentos. Sacan sus ropas de los arcones y las extienden sobre las champas al sol, para quitarles humedad. Liberan algunas gallinas con polluelos para que correteen. ¡Qué lindo clima tiene este país!El veranito de San Juan prodigóles su delicia por todo aquel valle bellísimo. Siguieron el curso del río, internándose en la fronda donde éste se junta con el río Saldán ...y... como siempre acontece... ¡arreció de golpe el invierno! Era el 4 de julio de 1573. No pudieron seguir adelante y se refugiaron en una “barranca bermeja”, como informó Don Jerónimo. O sea en las cuevas donde habitaban los indios comechingones.Y así transformados casi en “cavernícolas” comprendieron que no podían avanzar más ¡Helaba! El “Veranito de San Juan” tiene una temperatura media de 25 grados, cuando termina de golpe baja a menos de 0 grados en un día.El día 6 de julio de 1573 queda asentado como fundación de Córdoba. Pero apenas llegó septiembre los ríos cordobeses crecieron y en aquellos siglos eran reales aluviones, de modo que las cuevas que los cobijaban con todos sus bártulos se inundaron. Y comenzó el peregrinaje de sitio en sitio. Plano en mano. Hasta ubicarse finalmente en el microcentro actual. Durante cerca de veinte años Córdoba sería una ciudad peregrina. Don Jerónimo traía a su arribo un plano utópico de la futura ciudad, ya diagramado, dibujado por un ingeniero del rey, con los solares bien distribuidos entre esos pobladores elegidos para una ciudad que aún no existía. Asombra el hecho sobresaliente de que algunas manzanas tienen dueños que nunca llegarán a Córdoba. Y en otros casos sus propietarios llegan dos generaciones después pues los han heredado. No cabe duda de que estas cuarenta familias eran inversoras y habían comprado sus derechos. Este plano fue trasladado intacto en cada una de las veces que Córdoba cambió de lugar, debido a contingencias climáticas y geográficas, dentro del mismo río y el mismo espacio. Plano en mano, estos peregrinos deambulantes desde el Alto Perú al Tucumanao, cambiarán varias veces de lugar. Pero nunca se alejarán del río Suquía.Córdoba de la Nueva Andalucía ha nacido y perdido a su mentor al mismo tiempo. Pero nunca lo abandonará en su corazón, en los sentimientos que él supo granjearse. En su carisma como guía paternal de esta ciudad que nunca lo olvida. Llevan su nombre calles, escuelas, avenidas, plazas. Y su estatua, una bella escultura en bronce del artista Horacio Juárez, se erige en el centro de la ciudad.0ooooooooooooooooo0
“¡SIN REMORDIMIENTOS! ¡TODOS A GRANADA!” .............................. Por Alejandra Correas Vázquez En Enero de 1992 pudimos leer quienes en ese año especial del Quinto Centenario fuimos a España, en afiches que tapizaban toda la ciudad de Madrid, la siguiente leyenda: “Sin remordimientos! ... ¡Todos a Granada!” Era muy emotivo. Los ómnibus que partían rumbo a Granada, desde la plaza Cibeles madrileña que corta la Gran Vía, llevaban un público en su mayoría cristiano, pero quienes ahora iban a homenajear a la antigua capital musulmana del Reino Nazarí, el día 10 de enero de 1992, al cumplirse 5 siglos exactos de su capitulación... Sin remordimientos por parte de sus vencedores: los Castellanos. Una inmensa exposición en la Alhambra (el paladio real nazarí) concitaba allí la atención internacional. Al mismo tiempo que los centros históricos andaluces homenajeaban a Fernando Valor (príncipe Omar el Omeya) quien fuera en 1569 el último valuarte de resistencia de esta hermosa cultura arábigo-española, que quedó en el recuerdo con todo su precioso pasado perdido. Pero sin embargo... nunca olvidado… Su riqueza cromática, sus arabescos y verjas, el esplendoroso jardín del Generalife que lo corona sobre la montaña, con sus palacios repartidos allí y casi de juguete. La Sierra Nevada rodeando Granada en todo su esplendor. El blanco Albaicín que baja hacia el centro granadino entre mansiones árabes y preciosas casas blancas. Un paisaje espectacular que hace en conjunto de esta ciudad bordeada por la Sierra Nevada, la admiración del viajero al contemplar ante sus ojos, uno de los momentos más sobresalientes del genio humano. Pero también es necesario recalcarlo, el notable respeto por su pasado que manifestaban los visitantes, cuando recorrían los sitios granadinos. Y además de ello, la sorpresa de hallar allí en la última década del siglo XX, a tres cofradías musulmanas que en 1992 lograban nuevos adeptos a la ley de Aláh... cual si esos cinco siglos se hubiesen comprimido. Estas cofradías, hay que resaltarlo, no estaban compuestas por árabes, sino por adeptos europeos que rescataban el islam sunita andaluz, muy liberal como fue, y muy erudito.Sin olvidar a la Gran Sinagoga granadina que es hoy la catedral de Granada. El mayor templo hebreo español, cuadrado, que tuvo el propósito explícito de reproducir el templo de Jerusalén en el Sefarad, nombre dado para España por la comunidad judía. Estaba pues yo como visitante caminando muy conmovida por la Alhambra, trasladada emocionalmente en el tiempo y sintiéndome vivir entre los siglos XIII o XV (fecha cúspide del palacio nazarí) cuando vi en el Patio de los Leones una escalerilla que algunas personas bien trajeadas utilizaban, y subí por ella. ¡De pronto! …como si se descorriese un telón del tiempo, como despertando de un sueño, encontréme de improviso en pleno siglo XX ...frente a toda clase de computadoras modernas. Pues allí arriba en lo que antaño fuera la gran sala de recepción del Harén, con sus odaliscas envueltas en tules transparentes, la UNESCO tiene ahora sus oficinas. Funcionan en ese primer piso de la Alhambra mirando hacia el Patio de los Leones, dado que Granada es patrimonio de la humanidad. Además sus rubios delegados hablaban casi todos en alemán. La fascinación que causa el Palacio de los Abencerrajes, como le llaman algunos, o Palacio Nazarí, como le llaman los otros, no es fácil de describir. Ver una estructura edilicia tan oriental y colorida, ornamentada con filigranas hechas en mampostería, como encajes que cubren las arcadas, dentro de la pétrea Europa medioeval, y además de ello ubicado hoy en el presente, dentro de la España moderna, crea una ilusión de transposición del tiempo. Se encuentra también allí en el patio exterior, un extraño trono multicolor para dos personas sentadas, recubierto de azulejos brillantes, el cual crea una especial incógnita que nadie contesta... ¿Era aquélla una Diarquía como la etrusca o la espartana?... También en Tiahuanaco (Bolivia) se halla un trono doble. No son dos asientos para rey y reina como los europeos. Es uno solo con capacidad para dos. Nadie responde. Sigue la incógnita. Los visitantes se sientan allí para fotografiarse e inevitablemente la guardia civil española se acerca muy armada de fusiles para ordenarles levantarse. ¿Quiénes eran los Abencerrajes? En aquellos siglos cuando compitieron por el gobierno de Granada con Boabdil —quien los asesinó en el Patio de los Leones— tenían un poder económico y político inmenso. Se ha pensado algunas veces que fueran una familia árabe del Yemen propiamente dicha, quizás recientemente instalada. Pero la investigación de la escuela “Arabista” española lo ha puesto en duda. Los historiadores modernos dicen que no existen rastros sobre su origen. Fue la familia más importante de la Granada nazarí. Algunos especulan que pudieran ser persas. Tema tampoco aceptado por los arabistas. Célebres por su riqueza, su belleza física y sus conflictos amorosos. A uno de ellos se lo sindica como amante de la esposa de Boabdil. Hasta se presume que fueran “Mawalas o Maúlas”, es decir de origen cristiano convertidos al Islam. Pero esto también es rechazado por todos los arabistas. En Argentina se usa mucho en el ambiente gauchesco la palabra “maula” que significa renegado. En el Al-Andalus español y su zona de influencia (Galicia, Navarra, Zaragoza, Valencia) los Maúlas eran innumerables, como una moda instalada desde el 711 al 1492. Ampliamente aceptados por los emires y califas españoles, especialmente cuando provenían de una clase alta con preparación para colaborar con su administración. Los Abencerrajes eran la familia más rica de Granada, y por ende de España en ese siglo XV. Se los acusó de favorecer una alianza con Turquía (los turcos nunca entraron en España Musulmana). Como también de que uno de ellos fuera amante de la esposa de Boabdil ...y en la Alhambra hay pintado un mural moderno con la estampa amorosa entrelazada de los dos amantes, donde en castellano se aclara que en ese patio precioso y florido, Boabdil los sorprendió... Lo cual no es óbice para asesinar a una familia entera. Los sobrevivientes se sabe, huyeron a Europa. La leyenda dice que fue tanta la sangre que los leones escupían agua roja. Y el Romancero Morisco dice en castellano: “Cabalgaba el rey Moro por las calles de Granada desde la Puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla” Elvira era la pequeña ciudad cristiana que se hallaba en el centro de Granada, con una catedral gótica que parece de juguete. Pues convivían las tres religiones y las tres comunidades, cada una en su espacio. Y Vivarrambla era la judería granadina, donde se hallaba la Gran Sinagoga ¿Qué hacía por allí entre cristianos y judíos, el rey moro?... Pues tomar vino, porque esas dos comunidades no lo tenían prohibido, mientras que en la parte islámica lo tenían prohibido por el Corán... Y allí justamente en Vivarrambla salió a su encuentro un anciano hebreo de largas barbas, quien le dijo: “Mataste a los Abencerrajes que eran la flor de Granada trajiste a los tornadizos de Córdoba la Sultana por todos estos errores... ¡Que aquí se acabe Granada!” ¿Por qué eran rivales cordobeses con granadinos? No lo sabemos. Pero sí que el levantamiento de las Alpujarras en tiempos de Felipe II lo realizó Omar el Omeya, descendiente de los califas de Córdoba. Pues el Emirato de Córdoba se transformó en Califato con Abderramán III (siglo IX), es decir, se independizó de Oriente, transformándose en un reino europeo musulmán. Y esto hay que destacarlo. El Califato de Córdoba, y más tarde los cinco reinos Taifas, como el Reino de Granada, eran reinos españoles no dependientes de los sultanatos orientales. Quedan muchísimos interrogantes sobre estos reinos árabes españoles. Pues desde 1492 hasta 1808 (o sea durante 316) toda información quedó oculta y prohibida... hasta que llegó Antonio Conde, secretario del rey José Bonaparte. Fue este ilustre erudito el primer arabista español. Pero como Conde después tuvo que refugiarse en Francia, el arabismo debió esperar hasta la llegada del orientalista flamenco Dozy para que el trabajo continuara. Este investigador de Leiden publicó en lengua francesa su excelente trabajo “Los Musulmanes de España” haciendo comenzar su análisis desde la época pre-islámica. Por ello los primeros trabajos arabistas sobre España, se hallan escritos en francés. Resulta que cuando Napoleón Bonaparte estuvo en Egipto, como general antes de ser emperador, encontróse con muchas familias árabes egipcias que le dijeron ser de origen español, ponderándole aquel período. Cuando envió a su hermano mayor José como rey de España le encargó investigar este tema. José traspasó su pedido al profesor Conde que era especialista en historia medioeval, quien hizo un trabajo de tres volúmenes sobre el reino árabe español. Para los interesados es bueno aclarar que Internet ha publicado su obra, de difícil acceso en bibliotecas. Bajando del Alhambra a pie, se encuentra enseguida dentro de la misma montaña la casa de Manuel de Falla, aquélla que el gran músico abandonó una noche de improviso en medio de la guerra civil española, luego de que Federico fuera fusilado, para no convertirse en la próxima víctima del facismo. Partió de allí, y halló su sitio de descanso en la plácida ciudad de Alta Gracia, provincia de Córdoba, Argentina. 0oooooooooooo0 “SIN REMORDIMIENTOS ¡TODOS A GRANADA!... 1992” 0oooooooooooo0Alejandra Correas Vázquez
ILIBERI      La CIUDAD NUEVA  ........................... “ Entrar por Elvira y salir por Granada ”      (refrán español)        Por  Alejandra  Correas  Vázquez                   Los árabes entraron por la ciudad de Elvira y salieron por la ciudad de Granada. Y en este periplo español que les llevó 800 años no se movieron un ápice en espacio físico, del mismo lugar, a la vera del río Darro. Entraron por donde salieron y salieron por donde entraron. Por la vieja Iriberry o Iliberi de tiempos romanos, a la que los visigodos germanizaron como Elvira, situada al pie de la ciudad musulmana de Granada que más tarde los árabes crearon en su montaña rojiza.               En Elvira que está en el valle junto al Darro, se tomaba buen vino (y aún es excelente) de modo que los moriscos bajaban de noche entre las sombras desde el Albaicín y la Alhambra (elevada en la otra orilla sobre la roca del río) para escanciar el vino de los cristianos de Elvira. Los “muláh” (sus sacerdotes) lanzaban crueles epítetos sobre estos príncipes nazaríes pecadores.                         En los blancos palacios del Albaicín y en el patio de los leones de la Al-Hambra, las odaliscas con velos translúcidos que dejaban ver sus formas desnudas, bailaban la “danza del vientre” haciendo la delicia a sus invitados cristianos de Elvira... Quienes solazábanse en esa contemplación de bailarinas intocables, casi sagradas, e incitantes para su medioeval concepto. Los curas de Iliberi desde su preciosa y pequeña catedral gótica, que parece de juguete, anatematizaban indignados en contra de ellos, como cristianos pecadores.   Es allí sobre la ribera del Darro donde la inmensidad de la Alhambra se contempla con mayor esplendor y asombro, desde abajo, saboreando hoy día un exquisito Rioja Rojo… Como antaño, cuando los príncipes moros entre las penumbras nocturnas bajaban sigilosos a desgustar vinos (que les estaban prohibidos en su palacio) en la ciudad de Elvira junto a la compañía de amigos cristianos. En ascenso sobre la misma ribera, el blanco Albaicín nos ofrece una bella caminata entre callejas curvas, casas blancas, palacios blancos y jardines ocultos. Un paisaje oriental, nada europeo.            En la próspera Judería granadina, separada de Elvira sólo por una calle, se administraban los bienes del Reino Nazarí en tiempos del Vizir Samuel (judío) mientras el rabino El Tibón traducía a los clásicos griegos. Y edificaban con paciencia una réplica del Templo de Salomón, inmensa, cuadrada, situada en Vivarrambla, que hoy es la catedral de Granada.                          Y allí entre todos iban fundiéndose estas tres comunidades, (musulmana, judía y cristiana, ésta última minoritaria que hablaba el idioma romance “romí”) quienes crearían la Granada de García Lorca y de Manuel de Falla.                           Dice el Romancero Castellano :              “Cabalgaba el rey Moro por las calles de Granada, desde la puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla”                      La Puerta de Elvira era el acceso a la ciudad cristiana y Vivarrambla, la judería granadina. Al parecer, el rey Moro tenía mucha preocupación por cristianos y judíos, dado que su bella cabalgadura blanca con arneses orientales, era la delicia de todos ellos al verlo airoso pasear. Pues allí había, hay y habrá siempre, mesones para un buen servicio del dios Baco. Los musulmanes sabemos, tienen prohibido el vino.            Escanciando un buen vino granadino estaba Federico en Vivarrambla cuando los esbirros fascistas en medio de la guerra civil española del siglo XX, entraron de improviso preguntando por él y lo detuvieron. Sobre la mesada quedó la copa llena que este vate no terminó de degustar, como último momento de su presencia viva. Nunca más súpose ya del gran poeta granadino.           Y el Romancero castizo medioeval nos sigue relatando que un anciano salió en Vivarrambla al encuentro del rey Moro, quien paseaba orgulloso montado sobre su caballo blanco adornando de blancas perlas ...Diciéndole…               :                “Mataste a los Abencerrajes que eran la flor de Granada y trajiste a los tornadizos de Córdoba la Sultana por todos estos errores :             ¡Que aquí se acabe Granada!”                  Como esto sucedía en Vivarrambla frente a la Gran Sinagoga cuadrada (hoy catedral católica), debemos suponer, que este anciano era un judío granadino. Un Isaías sefardita.                         Las princesas moras nazaríes envueltas en gasas de colores transparentes, danzaban en el palacio de los Abencerrajes, con su cultivo de sensualidad y estética. Intocables como diosas.                        Fernando el Católico, descendiente de los reyes cátaros y antipapistas de Aragón, fue el último en maravillarse con la danza del vientre que en el patio de los leones de la Al-Hambra (La Roja). bailaron para él, sentado junto a toda la corte de Boabdil, las tres hijas de este último rey árabe de la dinastía Nazarí.   Aquella noche, según cuenta la tradición boca a boca granadina, en un rito musulmán ellas se casaron con él, bajo la exigencia del rey Moro al capituoar, antes de partir al exilio a pelear contra el Gran Turco, ya que se trasladó de Granada a Berbería. Pues pidió esa protección de Don Fernando hacia sus hijas, dado que le era imposible llevarlas en un ejército con él cruzando el Mediterráneo, atestado de piratas.                        La historia oficial, una vez más, niega este relato plausible y natural por la circunstancias. El que además agrega que Don Fernando luego de su luna de miel triple, y de bautizarlas, las entregó en matrimonio a nobles aragoneses en casamientos cristianos. Y que siempre las protegió, cumpliendo la palabra de caballero a caballero.                   Hernando del Pulgar, un converso judaico, habla de las inmensas iras de Isabel por los devaneos de Fernando. Pero ante la posibilidad de ganarse a la hermosa Granada sin disparar un solo tiro, por capitulación, la reina no podía en ninguna manera oponerse. Ella siempre demostró que los deberes del Estado eran su principal objetivo. Además, cuando la ley musulmana admite a cuatro esposas legítimas, se había contemplado con todo respeto que : una más tres, suman cuatro. La primera se constituye en Favorita, administra la casa y la familia. O sea Isabel de Trastamara a quien  conocemos por Isabel la Católica.                        Desde una bella estatua de bronce, al lado de su antigua sinagoga (más pequeña que la de Vivarrambla) el rabino El Tibón nos muestra los rollos donde ha traducido a Platón y Aristóteles, del griego al árabe, la lengua oficial de este reino en el siglo XII. Al pie de ese monumento erigido en el centro de Granada, podemos leer que fue El Tibón, el primer traductor de los clásicos griegos. Los romanos no traducían las obras helénicas, pues sus hombres de letras al ser muy cultos leían y escribían, tanto en griego cono en latín. Es en el Al-Andalus donde se origina la primera traducción posthelénica.                         Esta obra de El Tibón iba a servir para que en el futuro floreciera la cultura europea que se expandirá desde el Al-Andalus hacia Francia (cuyo territorio entonces comenzaba en Cataluña) y luego de ella hacia el mundo cristiano, que en el siglo XII era obscurantista y medioeval. Donde las mujeres encerradas con corsé de hierro no sabían escribir y menos aún danzar, desnudas entre velos y con movimientos de ballet.                       Desde ese pasado granadino el Visir Samuel, nos sonríe. Es hebreo, pero asiste a la mezquita los viernes con su rey Moro, Bin Habus, pues en ambos la hermosa Granada ha depositado su alma y su ilusión de belleza, prosperidad y encanto.                  Granada árabe o Elvira visigoda, la Iliberi romana, enseñó alguna vez, que la tolerancia de pensamiento, de religión, y de comunidades disímiles que conviven en respeto mutuo, crea y embellece. Por ello Iriberry en celta significa :   Ciudad Nueva.      -------oooooooo------------  
BELLA BOHEMIA...............................Como muchos teatros antiguos, de modelo europeo, nuestro teatro corrdobés "Rivera Indarte" posee en el piso superior una serie de departamentos luminosos, completos, muy espaciosos, cocina amplia, salas de ensayo, donde antaño se alojaban las compañías operísticas. Una posada para artistas invitados.Fue el Rivera un teatro construido a todo lujo dedicado a la Opera, de modo que sus características responden más a ella que al Ballet (actividad que se desarrolla más ahora). Y esas elevadas salas del último piso estaban destinadas a los gorjeos de ensayo de las "primas donnas". Mientras que la escuela de ballet tiene su lugar propio en los pisos bajos, dado que nadie se queja con ella de "ruidos molestos".En aquellos años de su inauguración hacia la antepenúltima década del Siglo XIX, no había aún servicio de hotelería en la ciudad argentina de Córdoba (puramente universitaria en ese tiempo) por lo cual se proyectaron esas amplias dependencias para recibir allí, compañías teatrales. O era un hábito muy europeo. Lo cierto es que nuestra posada del piso último en el Teatro Rivera Indarte, ha alojado a toda clase de huéspedes durante el reciente Siglo XX, menos a compañías teatrales.Cuando yo la conocí por dentro -admirando su silencio en medio de la urbe que la rodea- se hospedaba en ella mi hermano indio, mi amigo del alma, Romilio Riberos. Un poeta indio. Romilio tenía allí su atelier, sus libros, sus sueños, su escritorio, su vanguardia, sus pensamientos, sus saraos, su vida intelectual... Y a nosotros : sus innumerables amigos de la bohemia citadina para quienes él representaba un eje de convergencia. Gozábamos allí a su lado, atraídos por su magnetismo personal, contemplando a la ciudad desde los inmensos ventanales en aquella cúpula enorme y elevada del Rivera Indarte.La condición para acceder a ella era estar bien vestido, pulcro, ya que su puerta de acceso es la misma del teatro. Para luego subir jadeante las inacabables y pesadas escaleras de mármol blanco, cuyo esfuerzo es casi andinista. Hay que ser un escalador serrano como él que procedía del propio cerro "Uritorco", con su porte alto y atlético, para lograr realizarlo sin fatiga, a zancadas, varias veces al día.Había que ingresar antes que el Rivera se cerrara de noche, ya que luego no se podía salir de allí, pues una guardia policial lo impedía. Creo que esto determinó en sus comienzos la vida noctámbula de Romilio con continuidad hasta la madrugada. Y se logró con ello, concretar la delicia intelectual de una parte viva y sonriente en ese alegre Aureum Otium, que muchos compartimos con él (sin saber que lo perderíamos de pronto y en pleno vigor juvenil). En hermosas carteras o envueltas en abrigos elegantes, escondíamos botellas de vino, empanadas, tamales, sánguches, canapés o tortas... Y llegábamos jadeantes para disfrutar allá arriba de una velada interminable hasta el amanecer. El sol visto desde sus ventanales, ocultábase mostrando el color ocre de la sierra teñida de rojo, para volver a aparecer en rosado por el lado opuesto. Isis y Neftis, las dos diosas gemelas egipcias que despiden (Neftis) y reciben (Isis) al sol, luciendo sus trajes rosados de poniente y naciente, cautivaban nuestra visión de artistas coloristas.Todo ese tiempo habíamos leído poesía, comentado ensayos literarios, analizado la tarea de artes plásticas presente y pasada, escuchado a concertistas jóvenes y noveles que aún no tenían acceso a participar en la gran sala. Y creo que en conjunto, en ese "privé" competíamos con gran éxito, con todos los eventos que acontecían abajo en el escenario.Creo que en aquellos días todos nosotros, los contertulios de Romilio, nos sentíamos verdaderos habitantes del teatro Rivera Indarte. Y debido a ello comenzamos a compartir la historia, las anécdotas y las penurias del edificio. Se apagaban las luces, se enrollaban los pesados cortinados color granate, se guardaban los telones... y nosotros descendíamos al sótano siniestro penetrando en la trastienda teatral, donde se ocultan los fantasmas míticos del Rivera.Y allí comenzaban a desfilar "ellos" ante nosotros : El caballero vestido de gala que transita siempre por el teatro vacío. O los tiesos fantasmas que asisten a las representaciones sin aplaudir, vistos desde los palcos del frente (pero cuando se accede al de ellos, ese palco está vacío). El acomodador entra disgustado a reclamarles el boleto... y por cierto, no los encuentra pues no existen. El fantasma de la escoba limpia sin cesar toda la noche y no barre nada. Figuras blancas y nocturnas, bailan en la soledad del teatro vacío, deslizándose por el escenario a obscuras... Ángeles o Demonios, visiones danzantes o duendes llegados en los vestuarios de trouppes visitantes, que han decidido quedarse para siempre, en el Rivera...................0000000000...........................................Alejandra Correas Vázquez..........................
BRINDIS  en  CORDOBA     ........... por Alejandra Correas Vázquez 1813. Las calles coloniales cordobesas mostraban su empedrado y sus faroles. Sus tejas. Su Calicanto. Su Cabildo y su Campo de Marte. Por aquellos días un Chasqui tocó las manos en la casona ciudadana de familia Correas de Larrea, situada en proximidad al Calicanto. El caballo del Chasqui encabritado por los ladridos de los perros guardianes y las protestas de los mulatos que hacían de porteros, no fue un misterio para nadie. Todos habían notado su presencia. Era una siesta ventosa y seca, que amarilleaba el camino. Terrosa. El poncho del Chasqui empolvado, confundíase con su rostro cetrino. Recibió su paga y propina con “yapa” de manos del mayoral (un mulatón) y volvió a partir. El mensajero portaba una carta lacrada que debió dejar en manos de aquel negro angola fornido, mirándose ambos con desconfianza. Los perros callaron cuando hubo partido. La carta lacrada contenía un extraño anuncio. Estaba firmada por un hermano del dueño de casa (ambos mendocinos) –Don Ignacio– quien a la sazón vivía en el Puerto de la Santísima Trinidad de Buenos Ayres... Don Josep Orencio a quien iba dirigida, radicado éste último hacía dos décadas en Córdoba, leyó su contenido con sumo asombro... y quedóse meditando. Los tiempos eran tensos y en esta ciudad universitaria vivíase mal. Pues Fernando VII de regreso al trono desde el exilio había abolido ese año la Constitución. La ciudad sufría. Don Ignacio le comunicaba en ella a su hermano Orencio, la llegada de un huésped recomendado por él. Un viajero. Alguien a quien nadie en Córdoba conocía.. Para ello escribía a su hermano recomendándole sus atenciones y mentada hospitalidad. Cuando uno se remonta hacia aquellos tiempos en una Sudamérica colonial y patriarcal, hecha de encomenderos, oidores y virreyes, se halla ante un concepto de familia y compromisos filiales, que se cumplían como leyes de estado. El interés por la comunidad –porque era más pequeña– introducía dentro de ese ámbito cerrado a los miembros de familias como a participes de la vida societaria. Como ejecutores de los acontecimientos vitales de una ciudadanía. Ignacio solicitaba a su hermano Josep Orencio facilitarle a dicho huésped toda la ayuda necesaria, en la medida de lo posible e intentando lo imposible, por cuanto este huésped era especial. Tratábase según le comunicaba por escrito, de “algo” de gran importancia, más que de alguien en figura misma. En aquellos momentos apacibles en Córdoba luego de inmensas tristezas, quedaban en la ciudadanía consecuencias muy claras de un abatimiento, porque era una ciudad universitaria que habíase embanderado en el apoyo a la Constitución. La defendieron con garra, como un progreso, como una medicina para las heridas dejadas por Carlos III cuando destruyó la obra jesuítica encadenando a los profesores de Córdoba... Y fueron después los cordobeses acusados de “bonapartistas”... Con sangre derramada. Todas las casas citadinas estaban de duelo desde hacía tres años y se desconfiaba de cualquier persona llegada desde afuera. Incluso de los Chasquis. Ya no se les ofrecía ni el mate ni mazamorra. Todos aquellos ciudadanos que en el puerto de la Santísima Trinidad de Buenos Ayres habían apoyado al príncipe Fernando VII un lluvioso día de mayo, tres años antes (mientras estaba en el exilio) fueron traicionados por este rey. La sangre cordobesa había sido derramada en vano. Como quiera que sea... vivos o muertos, héroes emancipadores o fantasmas, bonapartistas o fernandistas, todos ellos pertenecen por igual al Cono Sur sudamericano y los mueve por último un mismo deseo. Todos en conjunto sufren ahora en 1813. el advenimiento del séptimo rey Fernando de Borbón y la supresión de la Constitución inspirada en Rousseau. La Sierra Morena se ha llenado allá en la península española de constitucionalistas, apoyados por los bandidos comunes. Luego de ello, “los corsarios del Río de la Plata sitiaban Cádiz” (frase del rey). El Imperio de Brasil avanzaba sobre las provincias cisplatinas del Río Grande (las cuales nunca serían devueltas)... ¡Y Fernando VII convocaba a los países de la Santa Alianza para reconquistar las Indias! ... Aunque él mismo las perdía al abolir la Constitución y ni siquiera gobernaba a la propia España. Ante el desorden manifiesto, los “maloneros” pampeanos (indios bárbaros) habíanse puesto otra vez en movimiento y no serían vencidos hasta finales del siglo. Y en toda Iberoamérica la búsqueda de un derecho civil, de una seguridad para las poblaciones, de un orden, de la defensa territorial, de una Constitución que los ampare en el concierto del mundo civilizado, arrojará a todos ellos en aras de la independencia, como solución final. La carta que Josep Orencio tenía en sus manos, traída por el “chasqui” en aquel día, incluía estas reflexiones. Un mundo en derrumbe. Ilusiones cortadas. Largos años de trabajo llevados adelante por pioneros, amenazados ahora de malón e invasión ...y sin un rey real. Verdadero. Protector. Amante de sus súbditos. Respetuoso de ellos, como corresponde a todo buen monarca. Seguían a continuación en la misma carta lacrada numerosas referencias que daban indicios de acontecimientos a suceder, datos precisos a ejecutar, proyectos y situaciones claves. Al finalizar la misma su hermano le indicaba que ésta misiva debía ser quemada, por precaución, luego de leerla. El total del misterioso contenido de esa correspondencia donde se incluían numerosos nombres, fechas y lugares, que Josep Orencio guardaría para siempre en la memoria, sólo él junto a su mulato guardaespaldas y mayoral, alcanzaron a leerlo y conocerlo. Don Orencio terminó de leer la carta de su hermano Ignacio y volvió a doblarla. Quedóse con ella en la mano meditando, mientras observaba una vez más con detenimiento el sello del lacre, a fin de asegurarse. La releyó. Capturó su contenido y a continuación, se dirigió a su negro angola el cual estaba siempre cerca suyo. Situación muy corriente por aquel tiempo. Llamábase Tomás o Tobías o Tobiano… o Tulio. Había nacido allí. Le ordenó traer una lumbre. El mulatón fornido que oficiaba de criado, guardaespaldas, secretario, guardallaves y hasta de amigo y confidente, se retiró al interior de esa casona para volver con un candelabro encendido y entre ambos, vieron arder las negras letras contenidas en la carta, hasta que las llamas convirtieron todo en ceniza. Un mulatillo juguetón pero avispado, montó guardia junto a la reja de entrada desde ese momento, en forma incansable. Para disimular se le indicó que jugara, curioseara como haciendo ocio o regara las plantas profusas que contorneaban aquella reja. En tanto desde el portal interior el mulatón fornido vigilaba al pequeño vigilante. Y era él realmente quien aguardaba al futuro huésped, pues era el único además de su amo, dentro de esa casa, que estaba al corriente de todo. Ambos siempre fueron mutuamente confidentes. Nada, ningún movimiento externo, escaparía nunca a su negrísima y alerta mirada. Sin embargo el viajero fue aún más precavido que todos ellos y demoró muchísimo –desde el momento en que se hizo anunciar por escrito– consumiendo la paciencia de los dos vigilantes. La llegada no se producía. Tenía él sin duda, un especial interés de que nadie aquí o allá, se informase de su arribo a Córdoba. Una noche garuaba en forma persistente y la cortina de gotas gruesas y lentas, aumentaba las tinieblas. El agua caía como un manto suave sobre las calles empedradas y era recogida cuadras más allá, por el Calicanto. La garúa fue de a poco transformándose en lluvia de finas hebras envolviendo a toda la ciudad . Sus habitantes. Las casas. Los templos. La Universidad. El Paseo Sobremonte. El Campo de Marte. La Alameda de Sauces de la Calle Ancha. Todo ese escenario colonial parecía llorar una tristeza ancestral, y un frío lento fue posesionándose del entorno, como si penetrase en el interior de las ropas. Los caballos y perros callejeros sufrían de gran “chucho”. Lluvia deseada y aguardada, luego del tierral ventoso. Las calles corrían color chocolate, pero la tinieblas impedían apreciar ese color turbulento que se derramaba sobre el Calicanto de piedra bola. En medio del silencio nocturno un caballo distante detuvo su trote y las ruedas de un carruaje rechinaron sobre el empedrado. El rocín resopló con la angustia que produce todo esfuerzo, dentro de un mal clima. Los truenos violentos dejaban ver rayos luminosos sobre el cordón de la sierra, aún visible desde la ciudad, mientras el cochero intentaba calmar al asustado y noble animal. Pero el carruaje habíase detenido a cierta distancia y no parecía querer buscar refugio... Después, unos pasos de botas, lentos, con chasquina de agua, silenciados a medias por el declive de los charcos, fueron acercándose hacia la casa. El negrito hacía ya mucho tiempo que no vigilaba su entrada y la visión era, en ese momento, obscura e impenetrable por la cortina de agua. Los pasos detuviéronse junto a la entrada y el personaje llamó a la puerta en forma casi informal. Sin ceremonial. Como si no quisiese anunciarse. Los perros encerrados por la lluvia se estrellaban contra el portón de entrada, cual si pudiesen voltearla, dispuestos al parecer a despedazar al intruso. En el interior, el mulatón fornido y corpulento, guardián siempre de la casa –quien en las noches dormía con un ojo abierto– cayóse de su lecho como todo portero al que no le gustan las sorpresas. Con rapidez (pues se acostaba semivestido y armado de acuerdo con la época) recogió la lámpara que de noche dejaba encendida a su lado, y fue atravesando con ella en la mano las habitaciones frontales. Aquel frente alargado de la antigua casona  mostraba los cristales empañados, mientras los ventanales iban iluminándose uno a uno, recorriendo el camino de la lámpara. Por último llegó junto a la pesada puerta de madera, donde el mulatillo trataba de sujetar a los furiosos canes. Y allí se detuvo sin abrir aún la puerta (cuya llave llevaba en la cintura) para espiar tras los visillos de encaje por una diminuta ventanuca del costado. Pudo así ver sin ser visto, a aquel visitante nocturno que osaba transgredir su sueño remolón, mirándolo con interés y desconfianza por un largo rato. ¡Pero en aquel rostro no reconocía él, a nadie conocido! Frente suyo había un rostro largo, pálido, medio enjuto, de ojos expresivos y perfil agudo casi de cóndor, filoso, marcado de fatiga y con la mirada penetrante del hombre que ha trotado caminos, océanos y ciudades. Pero el mulatón no estaba dispuesto a franquearle la entrada aunque lloviese a cántaros y el viajero se encontrara empapado. Dueño absoluto de esa puerta y siendo él, el único portador del llavero en toda esa casa, estaba decidido a defender la entrada de intrusos que nadie conocía, si era necesario con su propia vida. Pues habían acontecido ya en Córdoba sucesos dolorosos llegados desde afuera. Y ese desconocido solitario, mojado y aislado, que no traía acompañante ni escolta alguna, no le parecía a él, una visita apropiada. De pronto a sus espaldas, apareció de improviso Don Josep Orencio acompañado por el negrito con otra lámpara encendida, e indicóle a su guardaespaldas que dejase entrar sin más preámbulos, al desconocido. Así, de mal humor –ese mal humor célebre de los negros angola– con el “refunfuño” de todo portero contrariado, como un perro guardián al que se le coloca el bozal, hízose a un lado pero sin bajar la lámpara que tenía en la mano (e iluminando a la vez sin disimulo al forastero para observarlo mejor), mientras con la otra mano sujetó aún más su pistola, la cual creía tener que usar en cualquier momento. El viajero fue invitado a pasar a la sala de recibo, luego de que le hubieran quitado la ropa cargada de agua, mientras dos mulatas somnolientas comenzaban a encender las lámparas de un quinqué, que pendía del techo. El visitante continuaba de pie, como si no le importase la propia fatiga, cual si no necesitase ningún descanso. Indiferente al reposo. Pero el dueño de casa le aconsejó tomar asiento... y casi se lo exigió. Colocaron un brasero crepitante junto al recién llegado, el cual finalmente tomó asiento en un sillón amplio y mullido. Un sillón doble, rojo escarlata, de madera negra y laqueada con gran respaldo decorado. Don Josep Orencio fue a sentarse a su lado, mientras el mulatón sin dejar el gesto de desconfianza, continuó montando guardia junto al dueño de casa. Una plática a un mismo tiempo medida y encendida, fue llenando el recinto. Principiaron a rodar las palabras. Pocas al comienzo, pero de gran significado y contenido. En cada pausa deteníanse las miradas, como vagando imprecisas, adentrándose dentro de ellas mismas. Las modulaciones de voz fueron cobrando acentuaciones nítidas. Cada idea emitida poseía un don de propiedad, como si el idioma se hubiese enriquecido. No había ademanes, había concesiones dadas. Casi preparadas, tal vez por la larga espera y por esa llegada imprevista. Sólo el mulatón había quedado de testigo y el silencio de la casa, no podía ser más propicio. Y allí, en esos momentos, con esos dos hombres frente a frente, en esa sala carmesí, mientras la lluvia aumentaba su vigor y la noche su tiniebla, cuando la ciudad parecía haberse ocultado en un manto de agua inacabable… ¡Comenzaba allí a diagramarse el devenir del Cono Sur Sudamericano! Fue precisamente en una noche de lluvia, en la ciudad católica de Córdoba fundada junto al río Suquía por una comunidad judía  en 1573,  a pocas cuadras del Calicanto y en la casa de un sudamericano de antiguo linaje, salvado milagrosamente de morir fusilado como sus amigos en “Cabeza de Tigre” (al oponerse al 25 de mayo que juraba lealtad a Fernando VII) por hallarse en ese momento cumpliendo sus tareas de estanciero en Jesús Maria– un sobreviviente que sentíase a sí mismo como parte del pasado... Fue en esa noche de lluvia y tinieblas, que se delineó el destino argentino y sudamericano con una fuerza irreversible…El viajero explicó entonces que venía de Buenos Aires, procedente de Inglaterra, que había vivido en Francia, anteriormente en España… y mucho antes de ello... en Yapeyú. Esa noche. La noche aquélla del arribo de este misterioso visitante... Mientras en su seno las aguas barrosas del Calicanto cordobés crecían desmesuradamente debido a una lluvia persistente, y ya comenzaban a desbordar. Con el “quinqué” parpadeando sobre las cabezas del dueño de casa y el huésped nocturno. Con un mulatón fornido apretando su pistola. Hablando el viajero de todos sus recorridos y de los que aún le quedaban por recorrer. Sus intenciones. Su meta. Un parámetro imposible de medir en aquel momento. Bajo la mirada expectante de don Josep Orencio Correas el dueño de casa. Ambos, como figuras esenciales de una reunión clave, dentro del salón escarlata de aquella familia mendocina radicada en Córdoba, dialogando sin prisa y haciendo más lenta las horas y a la vez más profunda la noche. Como tablero de ajedrez en el cual se plantea una genial movida, el viajero exponía largamente sus ideas. Para entrar luego en un silencio total, mirando de frente a su interlocutor tras completar un pensamiento. Caviloso, callado, en total mutismo, observando y sintiéndose observado. La lámpara que portaba el mulato angola al subir y bajar, marcaba sus facciones filosas, volviendo más extraño el trasfondo de su mirada. La noche en desvelo y el diálogo intenso, dejaba entrar en aquella sala colonial, el espasmo en sordina de unos truenos lejanos. Enmarcada en secreto la sutil llegada del  visitante, misteriosa, oculta entre las brumas de una cortina de agua, se constituiría con el correr del tiempo en un hecho público conocido por las generaciones venideras. Sólo que todo aquello aconteció –su gran fama– a posteriori de su llegada subrepticia. Pues apenas partió de Córdoba su figura tomó un vuelo inusitado. Conmovió países y continentes. Éxitos. Fracasos. Gloria. Olvido... y restauración de memoria. Fue esa noche por ende, donde obtuvo el apoyo logístico para sus gestas. Los caballos, vinos y armas blancas que producía la estancia de Jesús María  propiedad de Don Josep Orencio. Por intermedio de sus relaciones también entrevistó en Córdoba a comerciantes, militares, políticos, hacendados, universitarios, gente de cultura y de producción. Al gobernador, legislador y estadista progresista Dr. Juan Bautista Bustos, quien lo apoyó incluso, enviándole soldados fuera de Argentina cuando su proyecto había llegado ya hasta Perú.. De esta gente cordobesa mediterránea, solitaria en el extremo sur del continente, culta y universitaria. pero ajena hasta entonces al acontecer mundial. Una sociedad colonial aislada en su mundo agropecuario dentro de un Finisterre sudamericano, fue donde él explayó por primera vez su protagonismo histórico, y donde su genio cobró el impulso necesario que lo haría indetenible hacia delante. Con su presencia silente, cauta y cautelosa que intentaba a todas luces pasar inadvertida. Que buscaba adhesión para su programa, mas no para él mismo, porque quería sembrar, antes que ser admirado. Que en momento alguno intentara ocupar la preeminencia que otros forasteros habían alcanzado en esta ciudad. Distinto a todos ellos, intentando no ser casi advertido, pero sin embargo, con mayor capacidad transmutadora que ningún otro. Sería este visitante solitario llegado sin escolta, sin acompañantes... el mismo personaje que luego al partir de allí, arrastraría masas. Multitudes. Conmovería políticos y países. Muy poco después de su estada en Córdoba (donde su presencia intrigara tanto al envolverse él mismo en un manto de misterio) y ser hospedado allí dentro de esa familia colonial a la que arribó en una noche de lluvia, su presencia de allí en más, iba a constituirse en una figura de relieve histórico. Compartió el dueño de casa Don Josep Orencio durante ese período, el secreto que traía aquel visitante, sólo con su mulato gigante.. El forastero era demasiado enigmático y reservado. Pero su figura que estuvo entre ellos y partió con sus saludos y afectos, volvería luego  en estampa y bronce, ya completamente engrandecida. Y en ese interior doméstico de gente con tradición elegante, pero de una vida muy simple, mediterránea, aislada en el continente... iban a preguntarse más adelante : ¿Era él? ¿Es él, el mismo? ¿Ese era nuestro huésped, aquel visitante silencioso? Pues habíanlo tenido entre sus paredes sin darse cuenta de nada. Así son las sorpresas que propone a la gente sencilla, el Destino que todo lo marca. Aquella noche imborrable de su llegada con una lluvia implacable, entre el viajero empapado e imperturbable, dueño de sendas y caminos, de postas y laberintos, de puertos incontables, de mares y cabalgatas... Junto al estanciero y bodeguero que dábale alojamiento por indicación de una carta familiar convertida en llamas y ceniza, todo había acontecido como en los hechos de magia. La magia que luego de ello vendría. Iba clareando en aquella noche de intenso diálogo que intentaba concluir, mientras concluían también las explicaciones. Iba clareando aunque la lluvia era aún indoblegable, quizás con la misma fuerza tenaz que ponía a dicho viajero en acción. Caía sin pausa. Era como él. Tenía su constancia. Su carácter. Su perseverancia. Cauta, estable, inamovible. Había llegado a Córdoba de incógnito... a cambiar el rumbo de todas las cosas. Allá lejos, detrás del océano, un rey llegado del exilio –Fernando VII– abolía la Constitución y llamaba a la Santa Alianza para invadir las tierras hispanoamericanas, las cuales ya no se sometían a su monarquía absoluta, sin derechos constitucionales. Pues el pensamiento de Rousseau había penetrado ya la piel de los hombres sudamericanos del siglo XIX. Mas en aquella noche cordobesa, en ese salón de rojo carmesí rodeado por una empalizada de agua, con los cristales empañados donde había amanecido antes de llegar el día, todo era enjundia y emociones. Dos espíritus prestos para el progreso se habían aunado, para iniciar la gran gesta y defender los principios modernos del hombre nuevo. Sí. ¡Era el momento de brindar por el futuro! En ese instante cumbre, considerando que todo el mazo de cartas había sido ya extendido sobre la mesa, le dijo entonces Don Josep Orencio Correas a su huésped: –“¿Quiere usted, caballero Don José de San Martín y Matorras, llegado desde tan lejos hasta mi casa trayéndonos estas buenas nuevas, brindar conmigo y servirse esta copa con el Vino del Rey de Jesús María?” ......................... Alejandra Correas Vázquez .........................  
AKHENATÓN y FREUD, EXODO O EXILIO..........................................................(Egipto – XVIII dinastía).........................por Alejandra Correas Vázquez Akhenatón, el hijo del Círculo, el joven visionario que irrumpió en la Historia como una antorcha, se fue por el Horizonte como un cometa. Como un pensador que abría al mundo los misterios y que se constituyó él mismo, en una figura mistérica. Alguien cuyo nacimiento conocemos en todos los detalles, y cuyo final nos es absolutamente desconocido.La totalidad de los personajes que podemos contemplar en la revolución amárnica de Atón, los compañeros, consejeros e inspiradores de Akhenatón, junto con la población completa de la ciudad del Horizonte del Círculo (Akhet-Atón), se apartan de la vista de los hombres, del recuerdo de la Historia... de improviso.Los intérpretes de la gran revolución atonista, los grandes mensajeros del panhumanismo internacional, se evaporan en masa llevados por un “carro de fuego” como en las mitologías. O volatilizados por un elemento mágico. Tantos nombres y personajes que colocaron su impronta, sus líneas, su presencia viva, y de quienes hacia adelante no queda huella alguna. Como obra de una fantástica proeza donde el Logos Solar que conducía, los hubiese llamado junto a él en su seno prodigioso, ellos desaparecen. Estos jóvenes inspirados que buscaban aclarar el sentido lógico de la existencia (en la más pura concepción de Lucrecio) dejaron a la posteridad el insondable misterio de su partida.Nada hay más intrigante que el fin de todos ellos. Toda la industria fabril de la ciudad de Akhet-Atón se paraliza en un momento dado, sin dar señales de violencia. Los hornos de las fábricas de vidrio fueron abandonadas en pleno funcionamiento, dejando a las parrillas (que encontrarían los arqueólogos del futuro) repletas de piezas a medio fundir. Demostrando con ello que estaban encendidas en el momento clave de la marcha.Tuthmosa con sus discípulos, el genial artista creador de la cabeza de Nefertiti que todos admiramos, dejó su taller completo sin llevarse nada consigo. Obras concluidas. Otras a medio concluir. Algunas apenas comenzadas. Diseños. Moldes sin vaciar. La variedad completa de un atelier en plena productividad, apareció ante los ojos del excavador alemán que las trasladaría a Berlín (a comienzos del siglo XX) tal como estaban en el último día... ¡En el último instante que aquel recinto de honda creatividad cobijara a su intérpretes!Aquello más que un Exodo fue una fuga masiva. Un exilio voluntario. Akhet-Atón era una ciudad de fábula, soberbia, multitudinaria, con parques, paseos, artistas, profesionales, baños públicos, piscina olímpica, edificios, barrios obreros, casas de empleados y artesanos, habitada por una multitud internacional de seguidores del Círculo... y evacuada en un instante. Sin aviso previo. Sin equipaje. Sin pillaje. Sin masacre. Sin souvenir alguno. Sus habitantes abandonaron allí mismo los servicios de la vida diaria. Cocinas completas. Comida servida que nadie consumió. Mobiliarios. Todos sus implementos domésticos y más imprescindibles. Los animales en su corral. Una Pompeya sin Vesubio. Pero al revés, son los seres humanos los que de aquí desaparecen.Es el mágico castillo de la Bella Durmiente, congelado en el tiempo, en el que hallamos por completo ausentes a sus personajes que han partido sin despedirse de nosotros. Sin un adiós. Ni tan siquiera una lágrima. Dejándonos en el asombro más acuciante, con la perennidad de su pensamiento atonista inscripto en sus paredes............ooooooooo..........El Atonismo en sí mismo tuvo un carácter especial, y sería diferente en su grandeza y en su final. Pues Akhenatón, su ideólogo, no era un faraón convencional. Su mensaje de Atón era inédito. Los “atonianos” fueron todos ellos muy complejos para vivir, tanto como esfumarse de la Historia, después de haberla transmutado por completo. En una presión sin pausa desaparecerán en orden y secuencia: Nefertiti, Akhenatón, Semenkara, Tuthmosa, Bok, Merari, Inenei, Yuti, Tutu, Ai y Ty... todos sus principales personajes. Es un hecho concluido, sólo resta el enigma dejado para los siglos. ...........ooooooooo..........Akhenatón y Nefertiti nos han dejado. Una y mil veces repetiremos sus nombres y clamaremos por su presencia, sin poder saber nada más, después de haber sabido tanto. Fueron nuestros amigos, los hemos acompañado y hemos recorrido a su lado un mundo fantástico pero real, de igualdad y verdad, impropio en esos siglos y en un Faraonato. Un proyecto que se irguió con gran fuerza en el pasado y con tanta autenticidad, como es la vida nuestra. Donde emergieron ideas muy concretas. Ensueños convertidos en hechos. Conceptos llevados a la práctica. Intelectualidad y emociones. Fueron jóvenes atrayentes, poseedores de un fuerte magnetismo, a los que tuvimos en nuestros brazos. Lo obtuvimos todo de ellos, sus ideas sociales, su proyecto panhumanista, su concepto de oposición a la guerra, y ese arte especial creado por sus manos. Pero se nos escaparon entre los dedos en un día inesperado, cuando de improviso dejamos de verlos. Al anochecer no estaban ya más con nosotros, dejándonos sorprendidos. Y comenzamos a llamarlos por sus nombres, aquéllos que escuchábamos a diario y que ya nadie repetía. Nadie conocía su paradero. Nadie podía guiarnos junto a ellos...........oooooooooo..........Sobre aquel escenario monoteísta egipcio, cerrado para siempre, que fuera dirigido por Akhenatón y los atonianos, se abre una incógnita ¿Cuáles fueron las conexiones de estos atonianos con el Exodo hebreo? Sigmund Freud propone una hipótesis a la que dedicó la última parte de su vida en su obra: “Der Mann Moses Und Die Monotheistche Religión”, publicada en castellano con el nombre de “Moisés y el Monoteísmo” Esta obra suya no ha sido nunca analizada ni rebatida. Ni aún mismo por la comunidad israelita que tiene a Freud por uno de sus prohombres más eminentes. Para este psiquiatra austríaco y judío, Moisés es un continuador... pero no necesariamente hebreo. Y allí reside la sorpresa. Freud lo incorpora como un egipcio que ve en el pueblo hebreo asentado en Egipto, una conexión especial con Akhenatón. Freud presenta a Moisés como un egipcio que habría participado del proceso de Akhenatón, con todo su movimiento monoteísta, y resuelve apoyar a los hebreos en su partida. Siendo la comunidad judía internacional tan fuerte y el estado de Israel tan prestigioso políticamente, nunca Freud ha sido desmentido ni descalificado. Su prestigio está incólume, y sus tesis siguen en vigencia. La de Moisés es una de ellas.Con sus palabras el científico vienés nos dice: “Privar a un pueblo del hombre que celebra como el más grande de sus hijos, no es empresa que se acometerá de buen grado y con ligereza, tanto más, cuando uno mismo forma parte de ese pueblo. Ningún escrúpulo, sin embargo, podrá inducirnos a eludir la verdad a favor de pretendidos intereses nacionales, y, por otra parte, cabe esperar que el examen de los hechos desnudos de un problema redundará en beneficio de su inteligencia”. Además Freud hace una aclaración muy contundente en su trabajo, dice que Moisés se apoyó en una religión egipcia, pero no en la tradicional religión egipcia (con todo su panteón lleno de célebres dioses). Sino que lo hizo en la nueva y monoteísta de Akhenatón, que era egipcia y no lo era al mismo tiempo.En el climax caótico imperante en Egipto, a la caída de la familia real de esa dinastía XVIII (fin de Akhenatón, de Tutankhamón, de Horemheb) sobreviene un silenciamiento tácito en los propios documentos egipcios. Hay un vacío imposible de llenar, y en este vacío histórico se halla injerto el Exodo hebreo, según lo sitúa Freud. A su vez los escribas bíblicos no permiten deducir una analogía exacta con los escasos datos que aportan a la historia, y con su silenciamiento voluntario, sobre las pistas más necesarias. Es decir, los 400 años de silencio entre la muerte de José como Visir de Egipto (último capitulo del Génesis) y la aparición de Moisés al principio del libro del Exodo. Para el país egipcio, en tanto, habían pasado por él cuatro dinastías completas, además rivales entre sí, y múltiples acontecimientos históricos. El Egipto del tiempo de Moisés no solamente había acogido hebreos, también a comunidades completas de fenicios, cretenses, chipriotas, mitanios, babilonios, nubios. Era un país internacional.Además el texto bíblico no menciona el nombre del Faraón de Moisés. Pero éste no es un hecho aislado. Todos los nombres de los Faraones de Egipto hasta el final del reinado de Salomón, son totalmente anónimos. Con honda sugerencia comprobamos que mientras la comunidad hebrea mantuvo relaciones políticas con el gobierno egipcio, ha callado sus nombres. Más adelante cuando estas relaciones se cortan para siempre, comenzamos a encontrar en el texto bíblico, los reyes de Egipto con sus nombres propios.¿Qué significa esto? ¿Fue tan grande la ingerencia hebrea en el país del Nilo? ...Veamos...Por el contrario en Génesis 14 encontramos dentro de la historia de Abraham los nombres de tres reyes hititas: Tidal, Arioch y Chedorlaomer contra los cuales él luchó. Y que corresponden a los arqueológicos Tidal, Eri-Eaku y Kudur-Lahamal, quienes conquistaron y devastaron Babilonia provocando con ello la fuga y llegada de los reyes Hiksos a Egipto, los que luego se proclamaron faraones en la dinastía XV. Resulta asombroso entonces que se registre con tanta nitidez la presencia de estos reyes de raza aria, pues los hititas hablaban alemán y además de ello la Biblia llama a Tidal como rey de Goim, nombre típico para los no judíos dentro de esta comunidad israelita. Estos tres reyes devastaron según los escribas bíblicos a Sodoma y Gomorra que eran países ganaderos, como leemos allí, y de acuerdo con la arqueología ellos destruyen a Babilonia. O sea, tenemos de acuerdo a estos documentos hebreos los nombres exactos de los reyes invasores y saqueadores hititas, pero sin embargo no conocemos en estos documentos judíos los nombres de los Faraones relacionados con Abraham, José, Moisés, Aarón. Detrás de esto hay un silencio intencionado ¿Qué es lo que oculta?En este Egipto de la dinastía XVIII que acaba de concluir con dramatismo, con la caída de Akhenatón, donde la reinas son extranjeras, donde los sumo sacerdotes cono Yua y Aanen son fenicios, donde el arte está influenciado por la cultura cretense, donde la moda está importada desde Babilonia, donde el urbanismo es una recreación nueva, donde los faraones son hijos internacionales... Y donde todo este mundo cosmopolita llega a su fin trágicamente ¿Qué tiene de extraño que haya también hebreos que quieran emigrar?Cuando una ciudad completa (Akhet-Atón) se vacía de improviso, con todos sus artistas que parten rápidamente sin llevarse ninguna valija y dejando el taller de Tuthmosis completo, abandonando sus fábricas de vidrio con los hornos encendidos, sus enceres diarios y sus animales en los corrales... ¿Hay algo de extraño en ello?Debemos comprender que el caos reinante de aquel momento, donde la multitud de extranjeros refugiados en Egipto por causas distintas (sunami en el mar Egeo y devastación en medioriente), reúne condiciones parecidas a la bíblica. Pues todos ellos pasan a la proscripción de improviso, haciendo que ese escenario histórico que fue real y verdadero, se asemejara demasiado al Exodo bíblico. Los alejandrinos contarán la historia de este período atoniano a modo de leyenda. A pesar de que las inscripciones oficiales jeroglíficas borran a Akhenatón y sus seguidores, su período y sus consecuencias, sin duda quedaron para la posteridad egipcia otros documentos válidos. Pero lamentablemente, la quema de la Biblioteca de Alejandría no nos permite llegar a estos manuscritos en forma directa, sino a través de sus comentaristas: Apión, Manetos, Lisímaco, Jairemón. Pero incluso, a su vez, llegan ellos hasta nosotros por otros comentaristas, como es el caso del destacado intelectual judío Flavio Josefo.Estos personajes alejandrinos tan duramente criticados por casi dos milenios, toman ahora una vigencia de actualidad en el revisionismo histórico que propone la nueva investigación. Pues son ellos quienes recogieron la tradición antigua, escrita para la Biblioteca de Alejandría por encargo de Ptolomeo, y que perpetuó maravillosamente el recuerdo de la empresa atoniana, su dramático fin y sus extrañas consecuencias.Akhenatón aparece allí con su nombre original de Amenofis, a continuación de su padre Amenofis III y se le llama “el falso Amenofis”, lo que siguió siendo hasta la aparición de toda su existencia real por medio de la arqueología. Aunque no hay un análisis completo de su personalidad, ni la de los atonianos, podemos entrever como reales las críticas adversas que también lo califican... o descalifican. No estamos aquí para juzgarlo, sino para establecer que su memoria no estaba totalmente perdida, aunque fuera en una forma negativa, propia de sus detractores. Tenemos dos de ellas importantes: El nudismo y la destrucción de los tótems fetichistas. Según esa versión alejandrina ellos cometían el agravio de quemar los dioses y hacer fuego con ellos, cocinando además a los animales sagrados. Lo que entendemos que los ídolos de madera eran usados de leña y los sagrados bueyes Apis y toros Min, consumidos como asado. Lo que era una total irreverencia a los mitos sagrados egipcios. Pero pensamos, que más allá de toda simpatía o empatía con el juvenil movimiento atoniano, esto simplemente ocurrió. O sea, los alejandrinos más allá de toda crítica adversa, estaban bien informados. Luego el tema del nudismo tan propio de los atonianos. El nudismo se implanta con Akhenatón, Nefertiti, sus niñas y la hermana Baketatón, desnudos ante el pueblo. Fue su teoría y su práctica. Los reyes espartanos un milenio después, mostrarán a los visitantes extranjeros sus bellas hijas desnudas. Los atletas etruscos, cual los vemos en sus murales, compiten desnudos. Y el Gymnós griego viene de cuerpo desnudo. Gimnasia es un arte en cuerpo desnudo. ¿Cuál es la importancia de ello? Pues que según el relato alejandrino todos ellos fueron al exilio desnudos, por un camino hacia Etiopía. Donde de nuevo nos reencontramos con Moisés y su suegro etíope Jethro, más su esposa etiópica. Allí también hallamos el tema de Flavio Josefo en su vasta obra “Antigüedades Judías” donde Moisés es gobernador en Etiopía antes de salir al Exodo.Hubo en aquellos tiempos una emigración mucho más masiva de lo que supone hoy día la comunidad hebrea, pues el texto bíblico lo detalla diciendo: “Y también subió con ellos grande multitud de diversa suerte de gentes” (Exodo, 12,38). Y esta multitud es la que andamos buscando para completar por fin, en forma real el esquema histórico tal como sucedió, único final posible para ese “mutis por el foro” del proceso atoniano con todos sus protagonistas. Un movimiento que involucró a tanta gente decidida y luego perseguida. La Dinastía XVIII había llegado a su fin con todos sus lauros, ya que en adelante la historia egipcia contará con otros reyes y otra población. No falta en este recuento egipcio ni siquiera “las plagas” bíblicas. La documentación hitita expresa que entrando en Egipto sus tropas fueron víctimas de una terrible peste, por la que pereció su rey Shupiliuluma. Lo cuenta con lujo de detalles su sucesor Murshil. A continuación y con el respeto debido se transcribe el siguiente texto de Sigmund Freud: “Hemos comprobado que nuestra hipótesis de que Moisés no era judío, sino egipcio, crea un nuevo problema, pues sus actos, que parecían fácilmente comprensibles en un judío, se tornan incomprensibles en un egipcio. Pero si ubicamos a Moisés en la época de Akhenatón y lo relacionamos con este faraón, desaparece dicho enigma y surge la posibilidad de una motivación que resolverá todos nuestros problemas.Partamos de la premisa de que Moisés era un hombre encumbrado y de noble alcurnia, quizás hasta un miembro de la casa real, como afirma el mito. Seguramente tenía plena conciencia de sus grandes dotes, era ambicioso y emprendedor; quizás soñara con dirigir algún día a su pueblo, con gobernar el reino. Muy estrechamente vinculado a este faraón, era un decidido prosélito del nuevo culto, cuyas ideas fundamentales habría hecho suyas. Al morir el rey y al comenzar la reacción, vio destruidas todas sus esperanzas y sus perspectivas; si no quería abjurar de sus convicciones más caras, Egipto ya nada tenía que ofrecerle: había perdido su patria. En tal trance halló un recurso extraordinario.Akhenatón, el soñador, se había extrañado a su pueblo y había dejado desmembrarse su imperio. Moisés forjó un plan de fundar un nuevo imperio, de hallar un nuevo pueblo al que pudiera dar, para rendirle culto, la religión desdeñada por Egipto.” El pensamiento humanista atoniano caería en el olvido y no volvería a repetirse en el Egipto faraónico. Los mensajeros de la paz fueron expulsados en forma abrupta. Hoy día nuestra humanidad náufraga de dos guerras mundiales y amenazada por otra tercera, comienza a comprender como necesarios, aquellos valores olvidados. Esto es, los habitantes reales, o sea el hombre y la mujer de familia. Más allá, por cierto, de los grandes capitalistas que continúan provocando guerras. El panhumanismo vuelve a la conciencia del pueblo de labor. Akhenatón deja de ser una figura misteriosa, de Museo, para transformase en un personaje real y convincente. Con su canto a la vida, con su interés comunitario, intentando reproducir ese esquema de humanidad que le fue propio. Pero en aquel pasado suyo, Akhenatón lamentablemente quedó oculto por milenios, bajo las arenas históricas que le dieron la espalda. Las siguientes frases, conmovedoras, pertenecen al historiador Eduard Meyer y constituyen el epitafio más apropiado que se haya escrito sobre este proceso:“Destruida sangrientamente aquella tendencia que quería deducir las consecuencias, de las conquistas realizadas en las esferas de las ideas religiosas, detenida la religión en un punto intraspasable y fijada para el porvenir una norma inmutable por encima de la cual nadie podía pasar, el triunfo de la ortodoxia significó para Egipto el estancamiento de la vida espiritual.Las formas y fórmulas de espantosa monotonía que se leen en textos posteriores, son cada vez más largas, pesadas y absurdas, pero el espíritu está muerto para no volver a resucitar. En vano se buscará en todo el arsenal de la literatura religiosa que desde la posterior XIX Dinastía egipcia hasta los tiempos del Imperio Romano ha llegado hasta nosotros, una sola idea nueva, ni siquiera un ropaje nuevo para revestir una idea antigua”.Akhenatón y Nefertiti, ya no estaban. Moisés y sus judíos, habían emigrado. Y “una multitud de diversa suerte de gentes” citada así en Éxodo 12,38 tomó el camino del exilio: babilonios, fenicios, mitanios, chipriotas y cretenses, quienes también dejaron la tierra del Nilo. La ciudad de Akhet-Atón, creada por los atonianos, queda vacía. Mientras que en el Egipto faraónico el espíritu estaba muerto para no volver a resucitar jamás... Dicho ello en acuerdo con el pensamiento del arqueólogo alemán Eduard Meyer.00000000000000Alejandra Correas Vázquez
GENERAL SAN MARTIN en CORDOBA ...................................... por Alejandra Correas Vázquez..........................................   1813. Las calles coloniales cordobesas mostraban su empedrado y sus faroles. Sus tejas. Su Calicanto. Su Cabildo y su Campo de Marte. Por aquellos días un Chasqui tocó las manos en la casona ciudadana de familia Correas de Larrea, situada en proximidad al Calicanto. El caballo del Chasqui encabritado por los ladridos de los perros guardianes y las protestas de los mulatos que hacían de porteros, no fue un misterio para nadie. Todos habían notado su presencia. Era una siesta ventosa y seca, que amarilleaba el camino. Terrosa. El poncho del Chasqui empolvado, confundíase con su rostro cetrino. Recibió su paga y propina con “yapa” de manos del mayoral (un mulatón) y volvió a partir. El mensajero portaba una carta lacrada que debió dejar en manos de aquel negro angola fornido, mirándose ambos con desconfianza. Los perros callaron cuando hubo partido. La carta lacrada contenía un extraño anuncio. Estaba firmada por un hermano del dueño de casa (ambos mendocinos) –Don Ignacio– quien a la sazón vivía en el Puerto de la Santísima Trinidad de Buenos Ayres... Don Josep Orencio a quien iba dirigida, radicado éste último hacía dos décadas en Córdoba, leyó su contenido con sumo asombro... y quedóse meditando. Los tiempos eran tensos y en esta ciudad universitaria vivíase mal. Pues Fernando VII de regreso al trono desde el exilio había abolido ese año la Constitución. La ciudad sufría. Don Ignacio le comunicaba en ella a su hermano Josep Orencio (miembro del Cabildo cordobés como Alférez Real en 1809), la llegada de un huésped recomendado por él. Un viajero. Alguien a quien nadie en Córdoba conocía.. Para ello escribía a su hermano recomendándole sus atenciones y mentada hospitalidad. Cuando uno se remonta hacia aquellos tiempos en una Sudamérica colonial y patriarcal, hecha de encomenderos, oidores y virreyes, se halla ante un concepto de familia y compromisos filiales, que se cumplían como leyes de estado. El interés por la comunidad –porque era más pequeña– introducía dentro de ese ámbito cerrado a los miembros de familias como a participes de la vida societaria. Como ejecutores de los acontecimientos vitales de una ciudadanía. Ignacio solicitaba a su hermano Josep Orencio facilitarle a dicho huésped toda la ayuda necesaria, en la medida de lo posible e intentando lo imposible, por cuanto este huésped era especial. Tratábase según le comunicaba por escrito, de “algo” de gran importancia, más que de alguien en figura misma. En aquellos momentos apacibles en Córdoba luego de inmensas tristezas, quedaban en la ciudadanía consecuencias muy claras de un abatimiento, porque era una ciudad universitaria que habíase embanderado en el apoyo a la Constitución. La defendieron con garra, como un progreso, como una medicina para las heridas dejadas por Carlos III cuando destruyó la obra jesuítica encadenando a los profesores de Córdoba... Y fueron después los cordobeses acusados de “bonapartistas”... Con sangre derramada. Todas las casas citadinas estaban de duelo desde hacía tres años y se desconfiaba de cualquier persona llegada desde afuera. Incluso de los Chasquis. Ya no se les ofrecía ni el mate ni mazamorra. Todos aquellos ciudadanos que en el puerto de la Santísima Trinidad de Buenos Ayres habían apoyado al príncipe Fernando VII un lluvioso día de mayo, tres años antes (mientras estaba en el exilio) fueron traicionados por este rey. La sangre cordobesa había sido derramada en vano. Como quiera que sea... vivos o muertos, héroes emancipadores o fantasmas, bonapartistas o fernandistas, todos ellos pertenecen por igual al Cono Sur sudamericano y los mueve por último un mismo deseo. Todos en conjunto sufren ahora en 1813. el advenimiento del séptimo rey Fernando de Borbón y la supresión de la Constitución inspirada en Rousseau. La Sierra Morena se ha llenado allá en la península española de constitucionalistas, apoyados por los bandidos comunes. Luego de ello, “los corsarios del Río de la Plata sitiaban Cádiz” (frase del rey). El Imperio de Brasil avanzaba sobre las provincias cisplatinas del Río Grande (las cuales nunca serían devueltas)... ¡Y Fernando VII convocaba a los países de la Santa Alianza para reconquistar las Indias! ... Aunque él mismo las perdía al abolir la Constitución y ni siquiera gobernaba a la propia España. Ante el desorden manifiesto, los “maloneros” pampeanos (indios bárbaros) habíanse puesto otra vez en movimiento y no serían vencidos hasta finales del siglo. Y en toda Iberoamérica la búsqueda de un derecho civil, de una seguridad para las poblaciones, de un orden, de la defensa territorial, de una Constitución que los ampare en el concierto del mundo civilizado, arrojará a todos ellos en aras de la independencia, como solución final. La carta que Josep Orencio tenía en sus manos, traída por el “chasqui” en aquel día, incluía estas reflexiones. Un mundo en derrumbe. Ilusiones cortadas. Largos años de trabajo llevados adelante por pioneros, amenazados ahora de malón e invasión ...y sin un rey real. Verdadero. Protector. Amante de sus súbditos. Respetuoso de ellos, como corresponde a todo buen monarca. Seguían a continuación en la misma carta lacrada numerosas referencias que daban indicios de acontecimientos a suceder, datos precisos a ejecutar, proyectos y situaciones claves. Al finalizar la misma su hermano le indicaba que ésta misiva debía ser quemada, por precaución, luego de leerla. El total del misterioso contenido de esa correspondencia donde se incluían numerosos nombres, fechas y lugares, que Josep Orencio guardaría para siempre en la memoria, sólo él junto a su mulato guardaespaldas y mayoral, alcanzaron a leerlo y conocerlo. Don Orencio terminó de leer la carta de su hermano Ignacio y volvió a doblarla. Quedóse con ella en la mano meditando, mientras observaba una vez más con detenimiento el sello del lacre, a fin de asegurarse. La releyó. Capturó su contenido y a continuación, se dirigió a su negro angola el cual estaba siempre cerca suyo. Situación muy corriente por aquel tiempo. Llamábase Tomás o Tobías o Tobiano… o Tulio. Había nacido allí. Le ordenó traer una lumbre. El mulatón fornido que oficiaba de criado, guardaespaldas, secretario, guardallaves y hasta de amigo y confidente, se retiró al interior de esa casona para volver con un candelabro encendido y entre ambos, vieron arder las negras letras contenidas en la carta, hasta que las llamas convirtieron todo en ceniza. Un mulatillo juguetón pero avispado, montó guardia junto a la reja de entrada desde ese momento, en forma incansable. Para disimular se le indicó que jugara, curioseara como haciendo ocio o regara las plantas profusas que contorneaban aquella reja. En tanto desde el portal interior el mulatón fornido vigilaba al pequeño vigilante. Y era él realmente quien aguardaba al futuro huésped, pues era el único además de su amo, dentro de esa casa, que estaba al corriente de todo. Ambos siempre fueron mutuamente confidentes. Nada, ningún movimiento externo, escaparía nunca a su negrísima y alerta mirada. Sin embargo el viajero fue aún más precavido que todos ellos y demoró muchísimo –desde el momento en que se hizo anunciar por escrito– consumiendo la paciencia de los dos vigilantes. La llegada no se producía. Tenía él sin duda, un especial interés de que nadie aquí o allá, se informase de su arribo a Córdoba. Una noche garuaba en forma persistente y la cortina de gotas gruesas y lentas, aumentaba las tinieblas. El agua caía como un manto suave sobre las calles empedradas y era recogida cuadras más allá, por el Calicanto. La garúa fue de a poco transformándose en lluvia de finas hebras envolviendo a toda la ciudad . Sus habitantes. Las casas. Los templos. La Universidad. El Paseo Sobremonte. El Campo de Marte. La Alameda de Sauces de la Calle Ancha. Todo ese escenario colonial parecía llorar una tristeza ancestral, y un frío lento fue posesionándose del entorno, como si penetrase en el interior de las ropas. Los caballos y perros callejeros sufrían de gran “chucho”. Lluvia deseada y aguardada, luego del tierral ventoso. Las calles corrían color chocolate, pero la tinieblas impedían apreciar ese color turbulento que se derramaba sobre el Calicanto de piedra bola. En medio del silencio nocturno un caballo distante detuvo su trote y las ruedas de un carruaje rechinaron sobre el empedrado. El rocín resopló con la angustia que produce todo esfuerzo, dentro de un mal clima. Los truenos violentos dejaban ver rayos luminosos sobre el cordón de la sierra, aún visible desde la ciudad, mientras el cochero intentaba calmar al asustado y noble animal. Pero el carruaje habíase detenido a cierta distancia y no parecía querer buscar refugio... Después, unos pasos de botas, lentos, con chasquina de agua, silenciados a medias por el declive de los charcos, fueron acercándose hacia la casa. El negrito hacía ya mucho tiempo que no vigilaba su entrada y la visión era, en ese momento, obscura e impenetrable por la cortina de agua. Los pasos detuviéronse junto a la entrada y el personaje llamó a la puerta en forma casi informal. Sin ceremonial. Como si no quisiese anunciarse. Los perros encerrados por la lluvia se estrellaban contra el portón de entrada, cual si pudiesen voltearla, dispuestos al parecer a despedazar al intruso. En el interior, el mulatón fornido y corpulento, guardián siempre de la casa –quien en las noches dormía con un ojo abierto– cayóse de su lecho como todo portero al que no le gustan las sorpresas. Con rapidez (pues se acostaba semivestido y armado de acuerdo con la época) recogió la lámpara que de noche dejaba encendida a su lado, y fue atravesando con ella en la mano las habitaciones frontales. Aquel frente alargado de la antigua casona mostraba los cristales empañados, mientras los ventanales iban iluminándose uno a uno, recorriendo el camino de la lámpara. Por último llegó junto a la pesada puerta de madera, donde el mulatillo trataba de sujetar a los furiosos canes. Y allí se detuvo sin abrir aún la puerta (cuya llave llevaba en la cintura) para espiar tras los visillos de encaje por una diminuta ventanuca del costado. Pudo así ver sin ser visto, a aquel visitante nocturno que osaba transgredir su sueño remolón, mirándolo con interés y desconfianza por un largo rato. ¡Pero en aquel rostro no reconocía él, a nadie conocido! Frente suyo había un rostro largo, pálido, medio enjuto, de ojos expresivos y perfil agudo casi de cóndor, filoso, marcado de fatiga y con la mirada penetrante del hombre que ha trotado caminos, océanos y ciudades. Pero el mulatón no estaba dispuesto a franquearle la entrada aunque lloviese a cántaros y el viajero se encontrara empapado. Dueño absoluto de esa puerta y siendo él, el único portador del llavero en toda esa casa, estaba decidido a defender la entrada de intrusos que nadie conocía, si era necesario con su propia vida. Pues habían acontecido ya en Córdoba sucesos dolorosos llegados desde afuera. Y ese desconocido solitario, mojado y aislado, que no traía acompañante ni escolta alguna, no le parecía a él, una visita apropiada. De pronto a sus espaldas, apareció de improviso Don Josep Orencio acompañado por el negrito con otra lámpara encendida, e indicóle a su guardaespaldas que dejase entrar sin más preámbulos, al desconocido. Así, de mal humor –ese mal humor célebre de los negros angola– con el “refunfuño” de todo portero contrariado, como un perro guardián al que se le coloca el bozal, hízose a un lado pero sin bajar la lámpara que tenía en la mano (e iluminando a la vez sin disimulo al forastero para observarlo mejor), mientras con la otra mano sujetó aún más su pistola, la cual creía tener que usar en cualquier momento. El viajero fue invitado a pasar a la sala de recibo, luego de que le hubieran quitado la ropa cargada de agua, mientras dos mulatas somnolientas comenzaban a encender las lámparas de un quinqué, que pendía del techo. El visitante continuaba de pie, como si no le importase la propia fatiga, cual si no necesitase ningún descanso. Indiferente al reposo. Pero el dueño de casa le aconsejó tomar asiento... y casi se lo exigió. Colocaron un brasero crepitante junto al recién llegado, el cual finalmente tomó asiento en un sillón amplio y mullido. Un sillón doble, rojo escarlata, de madera negra y laqueada con gran respaldo decorado. Don Josep Orencio fue a sentarse a su lado, mientras el mulatón sin dejar el gesto de desconfianza, continuó montando guardia junto al dueño de casa. Una plática a un mismo tiempo medida y encendida, fue llenando el recinto. Principiaron a rodar las palabras. Pocas al comienzo, pero de gran significado y contenido. En cada pausa deteníanse las miradas, como vagando imprecisas, adentrándose dentro de ellas mismas. Las modulaciones de voz fueron cobrando acentuaciones nítidas. Cada idea emitida poseía un don de propiedad, como si el idioma se hubiese enriquecido. No había ademanes, había concesiones dadas. Casi preparadas, tal vez por la larga espera y por esa llegada imprevista. Sólo el mulatón había quedado de testigo y el silencio de la casa, no podía ser más propicio. Y allí, en esos momentos, con esos dos hombres frente a frente, en esa sala carmesí, mientras la lluvia aumentaba su vigor y la noche su tiniebla, cuando la ciudad parecía haberse ocultado en un manto de agua inacabable… ¡Comenzaba allí a diagramarse el devenir del Cono Sur Sudamericano! Fue precisamente en una noche de lluvia, en la ciudad católica de Córdoba fundada junto al río Suquía por una comunidad judía en 1573, a pocas cuadras del Calicanto y en la casa de un sudamericano de antiguo linaje, salvado milagrosamente de morir fusilado como sus amigos en “Cabeza de Tigre” (al oponerse al 25 de mayo que juraba lealtad a Fernando VII) por hallarse en ese momento cumpliendo sus tareas de estanciero en Jesús Maria– un sobreviviente que sentíase a sí mismo como parte del pasado... Fue en esa noche de lluvia y tinieblas, que se delineó el destino argentino y sudamericano con una fuerza irreversible…El viajero explicó entonces que venía de Buenos Aires, procedente de Inglaterra, que había vivido en Francia, anteriormente en España… y mucho antes de ello... en Yapeyú. Esa noche. La noche aquélla del arribo de este misterioso visitante... Mientras en su seno las aguas barrosas del Calicanto cordobés crecían desmesuradamente debido a una lluvia persistente, y ya comenzaban a desbordar. Con el “quinqué” parpadeando sobre las cabezas del dueño de casa y el huésped nocturno. Con un mulatón fornido apretando su pistola. Hablando el viajero de todos sus recorridos y de los que aún le quedaban por recorrer. Sus intenciones. Su meta. Un parámetro imposible de medir en aquel momento. Bajo la mirada expectante de don Josep Orencio Correas el dueño de casa. Ambos, como figuras esenciales de una reunión clave, dentro del salón escarlata de aquella familia mendocina radicada en Córdoba, dialogando sin prisa y haciendo más lenta las horas y a la vez más profunda la noche. Como tablero de ajedrez en el cual se plantea una genial movida, el viajero exponía largamente sus ideas. Para entrar luego en un silencio total, mirando de frente a su interlocutor tras completar un pensamiento. Caviloso, callado, en total mutismo, observando y sintiéndose observado. La lámpara que portaba el mulato angola al subir y bajar, marcaba sus facciones filosas, volviendo más extraño el trasfondo de su mirada. La noche en desvelo y el diálogo intenso, dejaba entrar en aquella sala colonial, el espasmo en sordina de unos truenos lejanos. Enmarcada en secreto la sutil llegada del visitante, misteriosa, oculta entre las brumas de una cortina de agua, se constituiría con el correr del tiempo en un hecho público conocido por las generaciones venideras. Sólo que todo aquello aconteció –su gran fama– a posteriori de su llegada subrepticia. Pues apenas partió de Córdoba su figura tomó un vuelo inusitado. Conmovió países y continentes. Éxitos. Fracasos. Gloria. Olvido... y restauración de memoria. Fue esa noche por ende, donde obtuvo el apoyo logístico para sus gestas. Los caballos, vinos y armas blancas que producía la estancia de Jesús María propiedad de Don Josep Orencio. Por intermedio de sus relaciones también entrevistó en Córdoba a comerciantes, militares, políticos, hacendados, universitarios, gente de cultura y de producción. Al gobernador, legislador y estadista progresista Dr. Juan Bautista Bustos, quien lo apoyó incluso, enviándole soldados fuera de Argentina cuando su proyecto había llegado ya hasta Perú.. De esta gente cordobesa mediterránea, solitaria en el extremo sur del continente, culta y universitaria. pero ajena hasta entonces al acontecer mundial. Una sociedad colonial aislada en su mundo agropecuario dentro de un Finisterre sudamericano, fue donde él explayó por primera vez su protagonismo histórico, y donde su genio cobró el impulso necesario que lo haría indetenible hacia delante. Con su presencia silente, cauta y cautelosa que intentaba a todas luces pasar inadvertida. Que buscaba adhesión para su programa, mas no para él mismo, porque quería sembrar, antes que ser admirado. Que en momento alguno intentara ocupar la preeminencia que otros forasteros habían alcanzado en esta ciudad. Distinto a todos ellos, intentando no ser casi advertido, pero sin embargo, con mayor capacidad transmutadora que ningún otro. Sería este visitante solitario llegado sin escolta, sin acompañantes... el mismo personaje que luego al partir de allí, arrastraría masas. Multitudes. Conmovería políticos y países. Muy poco después de su estada en Córdoba (donde su presencia intrigara tanto al envolverse él mismo en un manto de misterio) y ser hospedado allí dentro de esa familia colonial a la que arribó en una noche de lluvia, su presencia de allí en más, iba a constituirse en una figura de relieve histórico. Compartió el dueño de casa Don Josep Orencio durante ese período, el secreto que traía aquel visitante, sólo con su mulato gigante.. El forastero era demasiado enigmático y reservado. Pero su figura que estuvo entre ellos y partió con sus saludos y afectos, volvería luego en estampa y bronce, ya completamente engrandecida. Y en ese interior doméstico de gente con tradición elegante, pero de una vida muy simple, mediterránea, aislada en el continente... iban a preguntarse más adelante : ¿Era él? ¿Es él, el mismo? ¿Ese era nuestro huésped, aquel visitante silencioso? Pues habíanlo tenido entre sus paredes sin darse cuenta de nada. Así son las sorpresas que propone a la gente sencilla, el Destino que todo lo marca. Aquella noche imborrable de su llegada con una lluvia implacable, entre el viajero empapado e imperturbable, dueño de sendas y caminos, de postas y laberintos, de puertos incontables, de mares y cabalgatas... Junto al estanciero y bodeguero que dábale alojamiento por indicación de una carta familiar convertida en llamas y ceniza, todo había acontecido como en los hechos de magia. La magia que luego de ello vendría. Iba clareando en aquella noche de intenso diálogo que intentaba concluir, mientras concluían también las explicaciones. Iba clareando aunque la lluvia era aún indoblegable, quizás con la misma fuerza tenaz que ponía a dicho viajero en acción. Caía sin pausa. Era como él. Tenía su constancia. Su carácter. Su perseverancia. Cauta, estable, inamovible. Había llegado a Córdoba de incógnito... a cambiar el rumbo de todas las cosas. Allá lejos, detrás del océano, un rey llegado del exilio –Fernando VII– abolía la Constitución y llamaba a la Santa Alianza para invadir las tierras hispanoamericanas, las cuales ya no se sometían a su monarquía absoluta, sin derechos constitucionales. Pues el pensamiento de Rousseau había penetrado ya la piel de los hombres sudamericanos del siglo XIX. Mas en aquella noche cordobesa, en ese salón de rojo carmesí rodeado por una empalizada de agua, con los cristales empañados donde había amanecido antes de llegar el día, todo era enjundia y emociones. Dos espíritus prestos para el progreso se habían aunado, para iniciar la gran gesta y defender los principios modernos del hombre nuevo. Sí. ¡Era el momento de brindar por el futuro! En ese instante cumbre, considerando que todo el mazo de cartas había sido ya extendido sobre la mesa, le dijo entonces Don Josep Orencio Correas a su huésped: –“¿Quiere usted, caballero Don José de San Martín y Matorras, llegado desde tan lejos hasta mi casa trayéndonos estas buenas nuevas, brindar conmigo y servirse esta copa con el Vino del Rey de Jesús María?” ......................... Alejandra Correas Vázquez .........................  
TABLERO DE AJEDREZ..............................por Alejandra Correas Vazquez1813. General San Martín en Córdoba. Esa noche. Esa primera noche. Aquélla del arribo de este misterioso visitante a quien nadie entonces conocía, mientras en su seno las aguas del Calicanto crecían desmesuradamente y comenzaban ya a desbordar. Con el “quinqué” parpadeando sobre sus cabezas y el mulatón fornido apretando su pistola. Hablando el viajero de todos sus recorridos y de los que aún le quedaban por realizar. Sus intenciones. Su meta. Un parámetro imposible de medir todavía en aquel momento. Bajo la mirada expectante del dueño de casa., don Josep Orencio Correas de Larrea, El viajero con la consigna en su mente y sin ningún equipaje en sus manos. El era el hombre que lo traía todo en ese momento especial, cuando el rey Fernando VII de Borbón convocaba a la Santa Alianza para invadirlos. Sólo este proyecto que traía el viajero en su pensamiento, daba esperanzas y nadie podría detenerlo.... mientras afuera arreciaba con furor la tormenta.Y ellos dos como figuras esenciales. Un momento crucial donde se definía el futuro de una nación y el devenir del Cono Sur sudamericano. Una reunión improvisada dentro del salón escarlata donde huésped y anfitrión dialogaron sin prisa, haciendo más lenta las horas y más profunda la obscuridad de la noche.Como tablero de ajedrez en el cual se plantea una genial movida, el viajero exponía largamente sus ideas y luego entraba en un total silencio, mirando de frente a su interlocutor. Completaba un pensamiento, como quien mueve una pieza, un rey, un alfil y luego quedaba callado en total mutismo. Observando y sintiéndose observado. La lámpara del mulato angola subía y bajaba para observarlo mejor, sin que el aludido se inmutara, marcando sus facciones filosas y volviendo más extraño el trasfondo de su mirada. La noche en desvelo con intenso diálogo, dejaba entrar el espasmo en sordina de numerosos truenos lejanos, dentro de la sala carmesí.Enmarcada en secreto esta sutil llegada del visitante a Córdoba, misteriosa y oculta entre las brumas de una cortina de agua, se constituiría con el correr del tiempo en un hecho público y conocido por las generaciones venideras. El sería demasiado importante para la patria como para ser olvidado por los cordobeses, quienes lo acogieron esperanzados en ese momento. Sólo que aquello aconteció –su fama– a posteriori de su estadía en Córdoba ... Pues apenas partió de aquí su figura agigantándose tomó un vuelo inusitado. Conmovió países y continentes. Éxitos. Fracasos. Gloria. Olvido. Restauración de memoria.Fue en Córdoba, por ende, donde obtuvo el mayor apoyo logístico para comenzar sus gestas. El pie inicial. Donde entrevistó a estancieros, comerciantes, militares, políticos, industriales, universitarios, a gente de cultura y producción. De esta gente cordobesa mediterránea y ajena al acontecer mundial, aislada en un mundo de Finisterre, pero universitaria y constitucionalista, fue donde su genio cobró el impulso que lo haría a él, indetenible para los años venideros.Era como visitante una presencia silente, cauta y cautelosa, que intentaba a todas luces pasar inadvertida. Que buscaba adhesión para su programa, pero que no buscaba nada para él mismo. Porque quería sembrar antes que ser admirado. En momento alguno intentó ocupar preeminencia en esta ciudad. Quiso no ser advertido con su llegada, pero fue el visitante más afamado que tuvo Córdoba en el siglo XIX.Sería este visitante solitario, el mismo personaje que luego al partir, agradeciendo la hospitalidad con frases muy gratas en su correspondencia, conmovería a políticos y países, arrastraría masas tras de sí y se haría dueño del siglo subsiguiente,. Muy poco después de salir de Córdoba, donde su presencia intrigara tanto al envolverse él mismo en un manto de misterio, entró de golpe en un vórtice de fama internacional. Pero cuando fue hospedado luego de arribar una noche de lluvia, no se formuló aclaración alguna mientras fue un huésped. Compartió el anfitrión durante ese periodo, el secreto que traía el visitante sólo con su guardaespaldas, el mulato gigante. Todos los otros pasos que el recién llegado dio entre personas muy conocidas por la ciudadanía, mantuvieron ese mismo sigilo. Los cordobeses esperaban por aquel tiempo no volver a ser acusados de connivencia “bonapartista”, con sangre ilustre derramada. Pero deseaban luchar otra vez por una Constitución, y veían con sumo agrado que ahora toda la nación como ellos, se opusiera a Fernando VII y su absolutismo. Apoyaban esa esperanza. Por ello confiaron de que este visitante, hombre venido de una Europa moderna, liberal y progresista, la trajera en sus bolsillos. No iban a equivocarse.Las familias cordobesas que lo agasajaron casi en susurro –y no sólo la familia Correas de Larrea que lo hospedó a su llegada– tardarían mucho tiempo en arribar a esa comprensión final. Fue muy valioso el papel que les tocó en suerte protagonizar dentro de la historia --sin ellas saberlo-- pues el forastero era demasiado enigmático y reservado. Esa figura extraña que estuvo mateando con todas las damas cordobesas y partió con sus saludos de despedida, volvería luego hacia ellas, completamente engrandecida.Y en ese interior doméstico, de gente con tradición aristocrática pero de una vida sencilla y muy simple, iban más adelante, con el tiempo y los años a preguntarse ... ¿Era él? ¿Es el mismo? ¿Ese era nuestro huésped? ¿Ese era nuestro visitante silencioso? ¡Pues ellas habíanlo tenido entre sus paredes sin darse cuenta de nada! ... Así son las sorpresas que propone a la gente sencilla : El Destino.BRINDIS CON EL VINO DEL REYAquella noche imborrable de la llegada, entre el viajero empapado e imperturbable, dueño de sendas y caminos, de postas y laberintos, de puertos incontables, de mares y cabalgatas... Junto al estanciero y bodeguero que dábale alojamiento todo había sido ya expuesto sobre la mesa. Aconteció como en los hechos de magia. La magia histórica que luego de ello vendría.Iba clareando aquella noche tormentosa que intentaba concluir, mientras concluían también las explicaciones. Iba clareando aunque la lluvia era aún indoblegable, quizás con la misma fuerza tenaz que ponía a dicho viajero en acción. Caía sin pausa ...Era como él... Tenía su constancia. Su carácter. Su perseverancia. Cauta, estable e inamovible. San Martín había llegado a Córdoba de incógnito, a cambiar el rumbo de todas las cosas.Allá a lo lejos, detrás del océano, un rey absolutista llegado desde el exilio –Fernando VII– abolía la Constitución y llamaba a la Santa Alianza para invadir las tierras del Imperio Español de Ultramar, las cuales ya no se sometían a una monarquía absoluta sin derechos constitucionales. Pues el pensamiento de Rousseau había penetrado ahora la piel de todos los hombres hispanoamericanos del siglo XIX.Pero en aquella noche cordobesa, dentro del salón rojo carmesí rodeado por una empalizada de agua, con los cristales empañados donde había amanecido antes de llegar el día, todo era enjundia y emociones. Dos espíritus prestos para el progreso se habían aunado para iniciar la gran gesta y defender los principios modernos del hombre nuevo.¡Sí! ... ¡Era el momento de brindar por el futuro!. En ese instante cumbre y considerando que todo el mazo de cartas había sido ya extendido sobre la mesa, el anfitrión, Don Josep Orencio Correas de Larrea le dijo entonces con alegría y alivio, a su huésped :—“¿Quiere usted caballero llegado bajo la lluvia desde tan lejos hasta mi casa, trayéndome tan buenas nuevas, Don José Francisco de San Martín y Matorras, servirse esta copa con el Vino del Rey?”---------------000000000-----------------
EL  PATOIS ………………………..   Una personalidad muy conspicua del gobierno nacional argentino (eran las últimas décadas del siglo XIX) hijo de la Docta Córdoba y orgullo de su Universidad, debía arribar en esos días al pueblo de Santa Rosa, habitado por ricos y elegantes ganaderos, que tenían entonces mucha fuerza política. Como sucedía en esos tiempos, los grandes productores podían decidir elecciones. Y él llegaba allí, para presenciar los festejos del 30 de agosto, día de su  Santa  Patrona : ¡Santa  Rosa!            Y esa personalidad muy grata a toda la provincia cordobesa, era el Dr. Figueroa Alcorta, ministro de la nación y más tarde presidente de la Argentina... quien arribaría allí el día preciso y a la hora justa de la histórica ¡Tormenta de Santa Rosa!  Situación ésta muy complicada e ineludible para todos los argentinos puesto que la célebre tormenta se reparte por todo el país. Un Ciclo Cíclico.   Pero los festejos en el rico pueblo de Santa Rosa (hoy ciudad) eran por otra parte, magníficos.          Como era de esperar, Santa Rosa habíase engalanado aquel año especialmente, para recibir en su fiesta patronal del 30 de agosto, al Dr. Figueroa Alcorta, futuro presidente. Un hombre de la cultura y político caro al sentimiento cordobés, quien sabía dar forma amena a sus condiciones carismáticas,  con maneras elegantes de buen político.            Misiá Jeromita poseía la casa ideal para esas visitas especiales e iba una vez más a convertirse en la anfitriona máxima, con todo el gran aparato que ello involucraba. Y su “aparatosidad” tenía impresionados a todos los estancieros. Su propio marido –Don Gregorio-- daba por sentado como algo natural que su casa fuese un centro social, donde los acontecimientos del lugar o de la provincia, tuviesen en su casa el punto de reunión. Matizado todo ello, por la “charme” de su elegante esposa descendiente de franceses. Don Gregorio dio órdenes precisas a sus peones gauchos. Y ... como era su costumbre… Misiá Jeromita lo  cambió  todo.           —Po ... Popué … como diga Jeromita— aceptó él muy tranquilo una vez más   En materia de “sociedad” ella era la que reinaba y él bien lo sabía. Así opinaban por otra parte todos los santarrosinos, quienes una vez más  la  convocaban. La casa quedó engalanada con ornatos especiales, algunos que aún se reservaban en envoltorios bien guardados y que ahora, era la oportunidad de lucir. Los sillones de la sala fueron cubiertos por largos brocatos de seda, que colgaban hasta el piso.  ¡De modo que toda la casa estaba de fiesta! ...galerías, cuartos, despensas, pasillos, en su totalidad fueron vestidos de seda, todo estaba renovado allí de punta en blanco. ¡Y  hasta las  camas  con  su  dosel !    COMIENZO  RIMBOMBANTE------------------------------------    Una exhibición de pompa criolla estaba preparada para aquel día y aquel honorable arribo del Dr. Figueroa Alcorta. La fiesta rimbombante dio comienzo. Llegaron casi al mismo tiempo los puebleros, los estancieros, los chacareros, las autoridades locales, la banda y el cura párroco.           Y luego por cierto, llegó la figura central homenajeada : el Dr. Figueroa Alcorta y su elegante comitiva ensombrerada. Trajes obscuros, guantes blancos, chalinas claras y bastones con mango de nácar. Caminaban por la calle central entre los “¡vivas!” de aquella población campestre, custodiados hacia derecha e izquierda por los mejores domadores de la zona, montados en sus briosos caballos criollos de nerviosas colas, con los arneses tachonados por monedas de plata. Los jinetes iban también ataviados con su traje especial obscuro de “gaucho rico” ponchos rojos ,con chambergo criollo y portando banderas argentinas.            En dirección opuesta a ellos por la misma calle, los estancieros santarrosinos hacían su entrada para recibirlos, llevando en su hombro izquierdo el poncho elegante de alpaca, Completando de tal manera aquel rimbombante espectáculo. Todo era muy teatral. Muy pueril. Muy bucólico. Muy ... pero muy... de Santa Rosa de Rio Primero.     ........                     Y todos ellos como últimos testigos estaban reunidos allí aquel día festejando a la santa peruana, la auténtica homenajeada del 30 de agosto, aunque estuviera en ese día especial, con el arribo del Dr. Figueroa Alcorta y su comitiva ensombrerada, relegada a un segundo plano. Era un 30 de Agosto.            La fiesta pública finalizaba luego de dichas solemnidades camperas, para dar comienzo a festejos privados con asistencia de estos ilustres visitantes, agasajados por la gran anfitriona Misiá Jeromita. Y ella  abrióles su casa engalanada, orgullo de todos los santarrosinos. Así ingresó a su interior el cortejo ensombrerado con bastones de nácar y chalinas claras al cuello,  siguiendo los pasos del Dr. Figueroa Alcorta.          Las personas importantes de Santa Rosa estaban todas reunidas allí con atuendos elegantes, rodeando la mesa oval, paquetísima,  enmantelada de Misiá Jeromita... Y como siempre acontece cada 30 de agosto, el día comenzó a obscurecerse rápidamente, pues había llegado con puntualidad : ¡La Tormenta de Santa Rosa!            La exquisita comida con preparación artesanal servida en platos de fina porcelana francesa, con cubiertos altoperuanos de plata labrada, servilletas de lino paraguayo bordadas al “ñandutí”, con esos comensales erectos y sentados en sillas de madera con altos respaldos... tendría en su conjunto que continuar degustando esas delicias con todas las ventanas cerradas. Y el quinqué encendido aunque fuese de día.            El Dr. Figueroa Alcorta era atendido con elegancia y exquisitez francesa por la dueña de casa. Y con solicitud por aquellas chinitas ceremoniosas  (llamamos así a las mestizas en Argentina)  educadas para el servicio de los huéspedes de Misiá Jeromita… Las cuales vestidas de punta en blanco y muy almidonadas, las crenchas dentro de cofias con puntillas, hacían gala al hablar con el Ministro usando ese especie de “patois” que había recreado Misiá Jeromita en su entorno.            Para un hombre de la política nacional e internacional que hablaba varios idiomas, leía lenguas clásicas y también conocía algunos giros gauchescos, además de ciertos términos quichuas y guaraníes (como todo argentino) producíale gran intriga esa lengua. Pues intentaba reconocerla ... No lo lograba.            El esfuerzo de esas chinitas duras de almidón por lucir su bilingüismo, era toda una joya de escuchar. El quería saber sencillamente si era “sanavirón” básico o “comechingón” perdido, quizás una variante del “quichua” ¡Pero nunca hubiera imaginado que era simplemente un “francés” recreado en Santa Rosa! Un “patois” que no estaba  en el archivo de  ningún  lingüista.   Los invitados estaban ocupados en saborear manjares bajo la luz de un quinqué, mientras afuera arreciaba la tormenta anual del 30 de agosto. Era el día Santa Rosa, en el pueblo de Santa Rosa y bajo la Tormenta de Santa Rosa… Despreocupados, distendidos en sus asientos y salvados del vendaval. Absortos además como estaban con las personalidades del gobierno nacional, reunidas en el salón señorial de Misiá Jeromita alrededor de su mesa oval, y dispuestos a departir intereses comunes que siempre hay entre políticos y productores. Alternativas que compartían al unísono en vistas al devenir de la Provincia de Córdoba ... entre copas de bacarat francés llenas de champagne y postres criollos con dulce de batata.  En el exterior todo era obscuridad. Viento ululante. Tierra. Sal. Polvo. Tormenta de Santa Rosa. Sal blanqueando los campos por su proximidad con la Salina Grande. Afuera era de día y parecía de noche. Adentro era de noche y parecía día, el quinqué daba luz a una gran comida diurna, que pareciera una velada nocturna. La sobremesa invitaba a los discursos y aplausos.   La comitiva ensombrerada acompañante del futuro presidente  Dr. Figueroa Alcorta, gozaba de aquella hospitalidad tradicional de que hacían gala los viejos estancieros de antaño, saboreando el buen vino después de una abundante comida. Todos ellos satisfechos de encontrarse allí a resguardo, en el clímax acogedor de la anfitriona y protegidos dentro de esa casa elegante de la cruel Tormenta de Santa Rosa, que ya había obscurecido a todo el pueblo de Santa Rosa. Aquí la luz del quinqué. Allá la obscuridad de la tormenta. Cielo negro. Cristales salpicados de arena.   El  DOSEL ………  Bajo la cama donde los dos niños de la casa jugaban con sus regalos nuevos, tanto el dosel ostentoso como el cubrecamas de brocato, poco permitíanles ver.  El pqueño José María fue entonces en busca de una vela y encontró un candelabro encendido. Lo colocó junto a la cama de modo de alumbrar debajo ella, y se deslizó nuevamente gateando para disfrutar con  aquellos juguetes que aún no estaban rotos. La llama de la vela iluminábalos con su contraluz, mientras los niños gozaban de su tesoro infantil. De improviso la llama del candelabro comenzó a tener ideas propias, y no tuvo inconveniente en trepar por el dosel que casi lamía el piso. Fue caminando por un sendero recto y erecto y encontró en la cúspide del dosel, un rápido espacio para levantar un arco de fuego y humo. Mucho humo. Pues la seda natural provoca humareda antes que llama. Los niños seguían jugando bajo la cama porque el humo y las llamas habíanse ido para arriba. Como ningún niño jugando advierte si hay calor o frío, ellos continuaron indiferentes a todo, junto al hechizo cautivador de sus juguetes.   El  HUMO ………… En la sala, en tanto, los finos y selectos invitados continuaban la esplendidez de los brindis. Luego, lentamente, minuto a minuto, la habitación elegante e iluminada por un quinqué francés, comenzó a volverse negra. Rostros negros. Manos negras. Toses. Confusión. Todo era allí en el interior humareda y obscuridad ... cual si la Santa Patrona, como queriendo participar de los festejos en homenaje a ella, y brindar con los estancieros junto a ese atildado Dr. Figueroa Alcorta, hubiera traspasado las puertas atrancadas sentándose en medio de todos.   Los invitados querían reconocerse unos a otros y no lo lograban. Tenían los ojos llorosos y tanteaban confundidos muebles y paredes en busca de algún escape rápido, el cual empero, pareciera no hallarse próximo. Al respirar ese aire enrarecido por la seda quemada, ahogábanse y la humareda negra producíales cosquillas y estornudos.   Y cuando las chinitas sirvientas, al tanteo y con palabras supuestamente francesas, abrieron por fin las puertas cerradas con trabas pesadas, que daban hacia el exterior... ¡Todos ellos salieron en tropel hacia la calle! “refugiándose” en la ventolera ululante de la Tormenta de Santa Rosa y en la garúa que ya daba comienzo, principiando un nuevo cambio climático. ¡La tierra estaba convertida en barro obscurísimo y la sal en blanquísima salmuera!  Los elegantes estancieros que habíanse colocado ese día sus mejores galas, los señores sombrerudos de la comitiva oficial, el futuro presidente de los argentinos Dr. Figueroa Alcorta, el prelado, el anfitrión Don Gregorio trajeado de etiqueta ...y su esposa francesa Misiá Jeromita... Todos ellos situados allá afuera, hallábanse ahora a la intemperie completamente asolados por viento, tierra y agua bajo un diluvio completo en el pueblo de Santa Rosa, el día de Santa Rosa y bajo la Tormenta de Santa Rosa. Apagado el incendio. Arrojado el dosel al exterior. Expulsado el humo por el propio viento que entró como una exhalación dentro de la casa (empujando cortinas, copas y mantelería de lujo al suelo) cuando se abrieron las puertas al huir los invitados hacia fuera. Y aplacada de ese modo la situación crítica... el conjunto de la casa por fin se normalizó. Mientras que la Tormenta de Santa Rosa paseaba copetudamente como Santa invitada, por el interior coqueto de la elegantísima casa de Misiá Jeromita. Y cuando las chinitas extrajeron a los dos niños, de abajo de la cama, pudieron ver que sus rostros infantiles eran los únicos que no estaban tiznados. ¿Y sus juguetes? ... ¡Completamente a salvo! Y todos ellos tuvieron en definitiva su último brindis en el descampado. El resto del pueblo campero con pingos, gallinas, perros y lechuzas, estaban ya hacía rato, refugiados bajo protección.   00000000000    Cuando los años de su presidencia pasaron y sus éxitos mundanos lo llevaron a una amplia gama de relaciones, fue de pronto en cierta oportunidad a reencontrarse con ese pasado. En una recepción en Europa integrada por una nueva generación de políticos (muy lejos ya de Santa Rosa y sus estancieros) Figueroa Alcorta conoció a un nieto de Misiá Jeromita, muy joven, quien iniciaba esta carrera mundana. Y el viejo político díjole a su comprovinciano, con mucho cariño :          —De mis viajes y anécdotas mundanas se ha grabado siempre en mi recuerdo, por ser completamente distinta a todas, esa recepción que recibí en Santa Rosa en casa de aquella anfitriona tan original como fuera tu abuela, con su encanto personal. Pero me quedó una pregunta que nadie supo entonces responderme y por ello te la formulo ahora … ¿Qué idioma se hablaba en su casa y en tu familia?          —¿En casa de mi abuela Jeromita?... Pues, el francés de París— contestóle el joven muy ufano              Y el Dr. Figueroa Alcorta quedó una vez más mudo de asombro... Como aquel día 30 de Agosto que pasara en Santa Rosa, durante la fiesta de Santa Rosa y bajo la tormenta de Santa Rosa.     gcgncncgngcg
EL MILAGRO DE LA VIRGEN DEL MILAGRO ................................ por Alejandra Correas Vazquez ............................... Siglo XIX... Doña Rufina González Ponce de León era una dama riojana de alcurnia, residente en Córdoba. Argentina, desde su matrimonio con Don Baudilio Vázquez de Oporto, estanciero cordobés de Montecristo en la zona ganadera de Río Primero. Pareja contrastante. Ella muy morocha. El muy rubio. Ambos lucen esbelta estampa en las fotografías de daguerrotipo.. El era muy bello. Ella no, pero aportó al matrimonio una rica dote... El estanciero Don Baudilio Vázquez de Oporto era alto, cabello rubio de un tono casi rojizo y de centellantes ojos celestes. Luce en los retratos una soberbia estampa. Acompañado de su esposa, con el atavío formal de “pose” que imponían los fotógrafos de la época, creemos ver aún por la expresión reflejada en sus rostros, el impacto enceguecedor del “pajarito”, debido al fogonazo de luz. Su fina prosa conservada en su correspondencia, pone de manifiesto esa educación clásica que se impartía en el Colegio Monserrrat. Don Baudilio era un hacendado trabajador y constante, un ganadero orgulloso de sus campos boscosos de Montecristo en el departamento de Río Primero. Una ecología muy distinta a la de hoy en esa parte de la provincia, como puede verse. Estos bosques por supuesto, estaban sufriendo con la seca y clamaban por lluvia, sin saber que tras el progreso y la construcción del dique San Roque quedarían sedientos y secos para siempre. Por la erosión que la construcción del mentado dique, iba a traer aparejada Ella, oriunda de Chilecito —provincia de La Rioja— pertenecía a esa sociedad norteña con atavismos vernáculos donde la sobrevivencia mítica precolombina se injerta con un catolicismo peculiar, dando a las propias familias un papel destacado dentro de este juego mitológico, el cual a su vez es incorporado por la Iglesia. Por tradición heredada de tiempos precolombinos, las familias de abolengo debían interpretar allí un papel declarado en el mismo ceremonial (como delegados del Inca) sin que esto fuera conculcado por la autoridad eclesiástica. Más bien... hacía uso de él. Ese era el ceremonial religioso al que estaba habituada la dama riojana, sintetizando en medio de ello sin reserva alguna, un juego propio de sincretismo norteño que a su vez era incorporado por la sociedad católica tradicional. Tales hechos, tal educación, de carácter casi “teocrático” (para las familias de abolengo colonial) con todo su ritual, hacían de Doña Rufina una personalidad “permeable” a la convocatoria del Obispo de Córdoba que demandaba ayuda de los creyentes para salvar a Córdoba de una trágica Sequía. . Como dama de alcurnia ella exponía ese estilo propio de las antiguas familias norteñas argentinas. Su señorío, su elegancia, su protocolo, su lenguaje y sus servidores siempre acompañándola. Con esa vida múltiple de los señoríos andinos. Conservando y repitiendo fórmulas sociales sin alterarlas nunca. Allá, en aquellos poblados que terminan todos en “gasta”, los Finqueros encabezaban las fiestas (Chayas, Niño Alcalde) caminando con toda su familia y seguidos por el pueblo en pleno. Y aquí en Córdoba donde Doña Rufina hallábase refugiada con su familia, por la falta de agua para beber que existía en Montecristo, debido a la gran sequía, ella salía en los atardeceres a tomar el fresco vespertino acompañada por todos sus hijos, las niñeras de sus hijos y sus servidores –--cubriendo casi una cuadra de personas--— lo cual no era habitual en esta ciudad universitaria. Los cordobeses que habían vivido en una ciudad escondida en el sur del continente sudamericano, también escondían a sus familias. Incluso, la Universitas Cordubensis Tucumanae, de tiempos jesuíticos, era un internado. De modo que las costumbres riojanas resultábanle insólitas a Don Baudilio, quien encontrábase de improviso al regresar a su casa citadina (en la calle Santa Rosa de Lima, hoy Lima) desde su Estancia de Montecristo, con este espectáculo poblacional de su familia completa en la calle. Esta era la forma en que Doña Rufina paseaba o hacía sus visitas, y aunque el esposo era cortés con ella, no dejaba de sorprenderse. Pero la dama de alcurnia rojana había tratado también de acostumbrarse a Córdoba y a su formalismo. A sus modas rigurosas y sus ropas complicadas. Trajeaba a sus pequeños niños (Zenón, Lucas, Eudoro) y a sus niñas (Herminia y Pura) con sus mejores galas, en la inconfundible moda de fin del siglo XIX. Fuese invierno gélido o verano ardiente, los atuendos gozaban de una complicación absoluta. Lo que hacía para los pequeños, más agobiante aquel verano de enero. ----------------00000000000------------------ Sequía sin precedentes. Sol despiadado. Fuentes de agua agotadas. La Cañada bordeada por el Calicanto habíase casi resecado y su masa de agua, estaba transformada en un charco barroso pestilente. El río Suquía que atraviesa a la ciudad, arrastraba insectos. Los pozos potables comenzaban a tornarse peligrosos. La temporada climática conocida hoy como de la “Niña” habíase apoderado despiadadamente, de la provincia de Córdoba. La Era del Progreso había colmado a Córdoba por decisión del presidente Sarmiento, de valiosos regalos. Entre los cuales sobresalió como más representativo, el “Observatorio Astronómico” –que fuera el primero del país aprovechando la limpidez del cielo cordobés el cual inauguraría a su vez, la especialidad de la “Meteorología”. : el “Alemán del Observatorio”. El científico europeo, un germano. Nombre extendido por el uso que se le dio en Córdoba a todos sus astrónomos. . Como buenos “gourmets” cual eran y dejaron fama de ello en Córdoba, estos científicos alemanes del Observatorio amigos del buen vino y la buena comida, se lo comentaron al Sr. Obispo en una cena opípara que en conjunto saboreaban, con beneplácito de todas las parte allí reunidas. El Obispo de Córdoba era un hombre muy culto y preparado, habitué del Observatorio, pero también era un hombre práctico, para el Sr. Obispo era necesaria una confirmación técnica, real, expresamente estudiada y por ello habíalos invitado a aquella cena con el fin de recabarles informes. A los postres de la opípara cena rociada con muy buen vino, ya el prelado tenía la confirmación exacta de que –--como siempre acontece en el variable clima cordobés--– el cambio era inminente. Además el telégrafo (que por cierto no era de uso común para todo el mundo en ese tiempo) advertía de un avance tormentoso en provincias próximas. Lo interesante era fijar día y hora. Había pues que fijar con precisión el día y la hora de ese arribo científicamente.. Para ello los metereólogos debían afinar su puntería y sus cálculos a fin de lograr una precisión. Una exactitud. Que el Obispo aprovechó para convocar a sus fieles a rogarle por lluvia a la santa patrona cordobesa la Virgen del Milagro. La convocatoria del Sr. Obispo llegó al alma de su esposa ritualista --–Doña Rufina–-- quizás más que nada por sus añoranzas sobre el mito incaico-católico del “Niño Alcalde”, tan amado en sus tierras riojanas. Como también de otras estructuras míticas de su solar natal, donde fusionábanse credos de origen diverso. Y aunque le explicara Don Baudilio que los gauchos (sus peones) veían desde una semana atrás menear las colas de los caballitos criollos (señal de lluvia) para ella : ...“Sólo quedábale la esperanza de la Fe”... Y concurrió al llamado del prelado, en aquella cita convocante hecha desde el púlpito, llenando casi una cuadra citadina con los habitantes de su casa ... Y ella al frente. En su tradicional estilo vernáculo, matriarcal y norteño. Estanciero de ley, prudente, como caballero liberal y tolerante que educó a sus hijos e hijas en escuelas laicas (envió incluso sus hijas mujeres al Normal Carbó para estudiar magisterio, profesión que ejercieron) ... Don Baudilio en aquel día especial se resignó a permanecer solo en su casa vacía. El calor era espantoso y buscó un poco de jugo de horchata para calmar su sed. Comenzó la Procesión. Almidonados y compuestos, con zapatos de charol, los pequeños caminaban con gran dificultad. El conjunto de sirvientes estaba también vestido con sumo formalismo, de manera tal que ninguno de los participantes que acompañaban a Doña Rufina, podía estar más incómodo. Todos llevaban allí en ese día especial, la meticulosidad exigida por la dama que era a su vez lo único que ella había adoptado de Córdoba (aunque los cordobeses en verdad, en esta circunstancia climática la obviaran). Los niños hijos de ella, tanto como los hijos de sus sirvientes, iban todos trajeados. Ornamentados y elegantísimos, de modo que en conjunto veíanse en serias dificultades para afrontar ese pico de calor, sobre un adoquín hirviente que cubría las calles. Al llegar a la iglesia de Santo Domingo, con sus cúpulas de mayólicas celestes en las cuales el sol parecía rebotar --–adonde habíalos citado el Obispo–-- Doña Rufina protegió bajo la copa de los árboles (que entonces aún existían en la esquina de Dean Funes y Calle Ancha) a sus pequeñísimos hijos, enfundados en ropas duras y achicharrados de calor. El sol ardiente de aquella tarde era despiadado, pero el follaje frondoso fue un alivio para las criaturas. Comenzó a caminar de a poco la Procesión rumbo hacia el Parque Crisol, en dirección sur, como buscando aliviar a toda una ciudadanía de creyentes desolados que buscaban en la Virgen del Milagro, su última esperanza. Iban lentamente asfixiados, transpirados, jadeantes, agotados. Escenas de desmayos. Niños llorosos. Madres angustiadas. Caminantes con sed... La sed aumentaba con el peregrinaje cuesta arriba. Los comerciantes salían a las puertas de sus negocios al verlos pasar, cerrándolas por respeto. Los intelectuales dejaron por un momento sus libros, al contemplarlos desde sus ventanas (pues la Procesión pasaba bordeando la Universidad) mirándolos asombrados por el esfuerzo físico que aquello les demandaba. Los gauchos que vivían sobre la orilla de la Cañada, se incorporaban. También las chinitas. Los sirvientes. Los changuitos. Los burgueses. Y todos de alguna manera participaban, aunque sólo fuera dejando de matear en esos pasajes graves, cuando cruzaban frente a ellos. Todos. Toda Córdoba. Y Los alemanes del Observatorio que ya habían avisado al sr Obispo de un cambio climático . ... Y retornaban ya, casi moribundos, dejando en aquel camino su última cuota de energía. Regresaban extenuados hacia la basílica de Santo Domingo para colocar nuevamente a la Virgen Bonita --–quien alguna vez flotó hacia la costa peruana después de un naufragio y más tarde fue enviada a Córdoba–-- en su camarín de mármol blanco. Ella los miraba con su tersa sonrisa de siempre. Por su pálido rostro nacarado corrió una gota transparente, fresca, cristalina, translúcida. Empapó su traje blanco de seda y encaje ... ¡Y debió ser entrada a toda prisa, corriendo con los pies empapados de quienes la llevaban en andas! ... Llovía... ¡Llovía con una furia torrencial! Los piesecillos de esos niños pequeños de Doña Rufina enfundados en zapatos de charol, casi no alcanzaban a correr junto a los mayores. Los complicados trajecitos, chorreaban. La dama riojana de largas y costosas vestiduras, resbalaba por el adoquín aluvionado. Las criadas y los criados. Las niñeras y los niños. Todos ellos corrían bajo un cielo negro de tormenta y una lluvia torrencial que se llevaba al fin todas las penas : ...La Seca. La Sed. Los Incendios. ----------------00000000000----------------- El caballito criollo quedó satisfecho dejando en paz su cola, que llevaba ya una semana de movimiento continuo. El Sr. Obispo respiró con alivio, la ciencia lo había ayudado ... Y también la providencia …. Ni un día antes ni un día después, podrían haberle dado tanto prestigio con un prodigio. La salida y la llegada fueron exactas. Los científicos del Observatorio se prepararon para un buen brindis con él, bien merecido. Y las autoridades cordobesas con los ingenieros franceses, ya podrían contar después de ese espantoso enero, con la voluntad ciudadana para construir el Dique San Roque. Pues como suele decirse… -----“Los Milagros no se repiten”----- ---------------00000000000-----------------
ACUARELAS COLONIALES------------------(NOVELA).........................por Alejandra Correas Vázquez(TIEMPO Siglo XVII- UBICACION Virreinato del Perú. SITIO Provincia del Tucumán (hoy Argentina) Lugarde Residencia... Una Merced cordobesa (hoy Córdoba de Argentina) PERSONAJES Una familia encomendera viviendo junto a sus negros angola. AFUERA en el campo, el Capataz criollo y los peones mestizos......................A  LA  VERA  DEL  ARROYOACUARELA  UNO.....................       Cuando aún no habías llegado y yo bajaba por la ladera desmontada del arroyo, para recorrer los senderos de nuestra infancia, Eloísa iba a mi lado recogiendo las uvas silvestres bañadas por la humedad de la orilla. Sus dientes esmaltados sonreían a mi tristeza, transmitiéndome la ilusión de tu regreso. ...¡Qué lejos estábamos mi mulatilla y yo de suponer una lejanía tan larga y un cambio tan abrupto! Yo aguardaba a mi hermano de siempre, juguetón y serrano, sin imaginarme que luego de tres años en Charcas regresarías a nuestra casa solariega de la Merced cordobesa, convertido en un atildado caballero altoperuano... Pero aún no lo sabía en aquella tarde de remembranzas. A lo lejos el ganado mugía y los gauchos saludábanme asombrados, arqueando sus potros zainos ante mi encuentro. Como si mi presencia en los campos del arroyo fuese una alucinación, dada por el esplendor de la primavera serrana teñida con tierras de tormenta.            Antes del regreso ya nos estaban buscando desde la casa... Y cuando aún no anochecía, nuestro mayordomo el mulato Tobías con su inmensa humanidad, bajaba azorado y humedecido el rostro con una lámpara de aceite encendida en la mano… ¡Cual si hubiese concebido buscarnos la noche entera! Fue un alboroto de voces, la imprecación casi senil de Tobías :—“¡Niña Magdalena! ... ¡Vamos Eloisa! ¡A casa!”        Mi niñera, la negra Micaela, tomó mi brazo con energía mientras me colocaba sobre los hombros la mantilla de seda oriental, traída de Arica desde Manila —que refrescaba más que abrigaba— zamarreándome con fuerza. Luego me condujo hacia las habitaciones de la casa haciendo brillar aún más el carbón de sus ojos. Lamentándose en su matronal euforia, mientras lloraba, de que yo fuese las más indolente de "sus hijas”.         La ronda de mulatos a nuestro alrededor, nos sermoneó toda la noche. Y mientras rezábamos el acción de gracia por la cena recibida, seguían las imprecaciones de Micaela : —“¡Mi niña junto a esos gauchos! ¡Cuántos "matrereados" hay entre ellos!”       Más tarde, llevándome hasta mi cuarto, deshizo mi tocado casi con furia. Y mientras arropaba mi lecho con quillangos, caían lágrimas sobre su rostro de ébano :—“Sí... Maiíta...”— íbale yo contestando compungidamente         Nunca comprendí bien los temores de Micaela, si ella temía por mí o por ella. Pero ella me llevaría hacia el Alto Perú el día de tu boda, y ella me vestiría de seda para la cena de tu regreso. En esa excluyente separación que nos envolvía dentro de la gran casona enrejada de la Merced, entre nosotros los dueños de casa y nuestros sirvientes mulatos, formábamos un conjunto de convivencia diaria. Pero toda mi existencia estaba separada del entorno, y el escenario extendido más allá del cercado de verja y pirca —adonde comenzaba el mundo aislado del gauchaje— representaba entonces para mí, un temor y un misterio. El mundo prohibido.        Fue en aquel tiempo de mis frescos dieciséis años cuando empecé a entrever en Micaela, en su celo protector de fidelidad y cariño, un celo humano aún mayor y mucho más grandioso. Un orgullo de casta que habíala colocado a ella en el centro de nuestro núcleo de familiar, y de la cual dependía su honor ...En aquella tarde mancillado. Era yo una propiedad injerta en el  corazón de Micaela desde el primer vagido, desde el primer momento al salir del seno de mi madre. Era ella quien me transmitía ese temor al paisano gaucho e indomable, que habitaba los campos de nuestra Merced. ¡Arisco mestizo sin tribu y sin mansión! ...Fiel defensor del espacio donde galopaba… Protector de aquella tierra y pensador de los caminos. Solitario en su rancho y señor de las distancias. El gauchaje pertenecía al espacio, al caballo, al vacuno, a la yerra y el arreo. Las aguadas y sus arroyos. Esbelto y altivo, en su mundo propio.Los mulatos en cambio pertenecían al interior de la casa, y se apartaban lo más posible de todas las tareas rurales. Preparaban nuestros viajes y nos precedían en ellos. Cuidaban de nuestro decoro y poseían todas las llaves, incluida la del joyero. Redactaban la correspondencia y distribuían nuestros ingresos. Eran custodios de nuestro mundo cual si fuese de ellos mismos, o como si les atemorizara ese inmenso espacio abierto donde pastaba la hacienda. Negros angolas y gauchos mestizos, eran rivales unos de otros, coexistían sin convivir en absoluto y sin darse mutuamente concesiones.—“Hija mía, te lo ordena Micaela...”Díjome mi elegante madre mirándome con sus ojos color cielo, cuando al despuntar el alba nos reunimos todos juntos para tomar la leche hirviente espesada en mazamorra. Y me señaló a continuación un arco de bordados que hacía tiempo yo abandonara, y al cual mi niñera habíame preparado esa mañana para mantenerme quieta a su lado. Tobías estaba sentado junto a la entrada, supuestamente colocado allí para otear tu retorno. Nada era verdad. Nuestro obeso y obscuro mayordomo, habíase transformado ahora en un tiránico cancerbero, del que no podríamos huir el día entero. Mediante un guiño mi diminuta mulatilla díjome, mimosa y picarescamente, cuando sus manos depositaron en las mías el espumoso mate en su vasija de plata :   —“Sólo nos queda la ventana del desván...”            Pero ahora no veíame yo con la agilidad de los doce años de Eloísa, para desprenderme por aquel único retículo que en la casa existía sin enrejado, Con mis enaguas de puntillas al viento y raspándome las rodillas sobre las paredes del exterior de la casa. Pero fui feliz al oírla por recordar las siestas otoñales de nuestra infancia, cuando en la casa todos dormían y Tobías —más joven— pescaba en el arroyo. Cuando tú y yo nos deslizábamos por la escalerilla adosada a la pared, y rumbo al desván nos evadíamos saltando esa ventanuca sin reja, para perdernos entre el bosque de talas ... ¡Y así emigrar hacia juegos de imaginaciones sin cuenta!         Yo no era entonces una alucinación para los paisanos, ni el gauchaje más que un natural hombretón donde el curtido capataz Hermenegildo —de elocuente prosapia india— nos subía a las ancas de su potro. Era, pensaba ahora, que el anciano paisano había muerto en su rancho de piedra, en el puesto principal de la Merced, adonde aquella noche lo velamos junto a nuestro padre, y ante los responsos del cura Dionisio. La paisanada oró en multitud. Pero yo fui apartada de ti y de mi padre por Micaela, colocándome junto a ella y a mi madre ¡Cómo si la despedida a Hermenegildo fuese tan sólo una propiedad de ustedes!               Y allí estábamos ahora Eloísa y yo aquella tarde que te aguardábamos, prisioneras en la casona de la Merced y custodiadas como dos gemas brillantes. Una como diamante blanco y otra como diamante negro, dentro de un joyero del cual la llave estaba en el cinturón de Tobías, celosamente guardado y puntillosamente escondido.........................................EL  VIAJERO  DE   CHARCAS   ACUARELA DOS      Aquel día feliz cuando te aguardábamos —luego de tres años de ausencia— el galope de un alazán bañó de polvo, en medio de la sequía primaveral de nuestras sierras cordobesas, el camino de ingreso a la Merced.Tobías abrió el gran portón de madera con su parsimonia acostumbrada. Ambrosio desmontando hizo pie en el adoquín del patio, eufórico de novedades y emociones, mientras sonreía a su anciano abuelo con el rostro juvenil y despejado de angustias. Mostraba con orgullo sus dientes de marfil, relucientes sobre una casaca de lujo en un rojo brillante, con botones de plata, que volvía más notable la obscuridad de su rostro.Creo que Tobías no pudo reconocer en aquel momento, al mozalbete que el mismo criara. A su nieto. La seguridad de su paso y el brillo de su vestimenta altoperuana, molestaban a su orgullo de abuelo quien con gesto adusto le advertía : Sobriedad... Pero el inocente Ambrosio había olvidado la severidad de Tobías, y los tres años de ausencia hiciéronle perder la mansedumbre de nuestros campos.Fue difícil en medio de tanta exhibición ciudadana comprender los relatos y las palabras del mensajero, que adelantaba en cuatro días tu regreso. El barullo de su presentación todo lo confundía. Junto al disgusto no disimulado del viejo mulato, quien deseaba reacomodarlo de inmediato y sin tregua. Volver al pasivo Ambrosio de tres años atrás. Quitarle sus guantes blancos y su chaqueta roja con botones de plata, Tobías deseaba cambiarle la montura repujada y altoperuana, por la nuestra de piel de cordero.Veinte años no son diecisiete, pero setenta tampoco son veinte. Los años que ahora contaba Ambrosio, no eran los mismos que tenía al momento de partir. Tres años habían pasado para Ambrosio, pero eran muchos más los que ahora, separaban al abuelo de su nieto.Sin comprender nada más, la casa entera corrió a prepararse para recibirte. Pero ya no serías el hijo adolescente que partiera hacia Charcas, lleno de incertidumbres. Ahora aguardábamos al Mayorazgo, al hijo mayor de esta familia en su retorno del Alto Perú hacia el Tucumán. Y tendrías que reintegrarte nuevamente a nuestra solitaria y apartada Merced, de las sierras cordobesas ¿Lo lograrías?Los quillangos serranos que cubrían las camas, dieron lugar a las sedas de Manila llegadas desde Arica. La cerámica roja cedió su puesto a la platería potosina, junto a algunos objetos de oro guardados celosamente en el llavero de Tobías.El atardecer trajo a Zenón, el capataz de altivo porte, con el proyecto de carreras "cuadreras". Había pingos bien preparados por la peonada para tal fin. Mientras nuestro padre, afanoso, preparaba largos pliegos de elegante caligrafía, para someterlos a tu análisis... ¿Eras tú mi joven hermano quien venía en mi busca, para rescatar escenas infantiles perdidas? ¿O era un nuevo jefe de familia el que ahora regresaba desde el Alto Perú?El carruaje donde viajabas se presentó cuatro días después a la hora de la Oración, cuando aún no nos habíamos vestido para la cena. Pero ya el mobiliario adornado de luces, ornamentaba un recibimiento de honor. Entonces descendiste del pescante. Y Charcas bajó con tu paso.... Como un hidalgo ...Quizás nadie supo como yo, que no habías vuelto realmente. Y que el tiempo pastoril de tu vida había quedado en el pasado. Pues, mientras todos admiraban el movimiento sobrio y galante de tus manos enguantadas, o la pulidez de tus palabras, yo supe que comenzaba para mí, lo que para ti había concluido.Lo supo mi niñera, la negra Micaela, con su temor ancestral. Y sentí la mano de Tobías sobre mi cabeza, como queriendo sujetarme, como temiendo mi fuga, conciente de no poder recuperar ya, a dos nietos a quienes él consideraba perdidos. Éramos nosotros en conjunto : Tobías, Eloísa, Micaela y yo, junto a nuestros padres, quienes íbamos a continuar un derrotero único, por los senderos cordobeses. Representábamos el tiempo detenido en la Merced ... ¡La continuidad persistente de la sierra, en su apotegma de espacio!SIGUE--------------00000000000--------------
ACUARELAS COLONIALES  ...............................NOVELA...........por Alejandra Correas Vázquez   BRILLOS   de  CHUQUISACA....................................ACUARELA TRES(CONTINUACION)por Alejandra Correas VazquezLa satisfacción de nuestro padre ante tu verbo, ahora estilístico, con el cual nos sorprendías. O el esplendor que te produjera el contacto con ese Alto Perú —tan distante de nosotros— que supo revelarte los códigos de una vida mundana. Mas la exaltación juvenil por haberte presentado allí  como un enviado de nuestro padre, ante Real Audiencia de Charcas ...Tus exámenes en Chuquisaca para doctorarte… No dejaban empero ocultar las emociones galantes, que se adivinaban en la complicidad de Ambrosio.Las ancianas de nuestra casa  te observaron de otra manera. La abuela Inés, cautamente, en su personal estilo. La casi centenaria bisabuela Aurora, con su emotividad incontrolable ... quien llegó discutiendo con Micaela, haciendo resaltar con ira sus pequeños ojillos azules, porque mi niñera intentaba ayudarla tomándola del brazo, para acercarla a tu encuentro. Luego, Ramona... tu protectora de siempre. Una india de edad imprecisable,  altiva, saliendo de la cocina con su vestimenta blanca, impecable, muy lavada, sin adorno. Con su pañuelo negro atado como vincha, cubriéndole todo el cabello, que destacaba su rostro inmóvil, sin arrugas, milenario ... Indio.Todas ellas juntas frente a ti, sumaron su eco al sombro... ¿Cómo habrían las ancianas de reconocer en este galante joven llegado de Chuquisaca y Charcas... al travieso Cirilo de antaño, quien escapaba por los corredores de las reprimendas indignadas de Tobías? —“No ... No es el nuestro”— murmuraron entre sí al mirarte las ancianas—“Ninguno de los dos son mis muchachos”— meneó con asombro la cabeza TobíasEl sol se ponía ardiente, sonoro en su silbar de vientos cordobeses, que alejaban como un hechizo las calles tapizadas de Charcas y su decoro de salones.  —“¿Hay nostalgia?”— te pregunté entonces, como si yo sintiera una emoción contagiosa—“Siempre hay nostalgia —me contestaste— La de las chicharras en Charcas, la de los salones en Córdoba”Y fue ése el momento de nuestro reencuentro, al pensar que yo quedaría, cuando la hermanita hubiese pasado en tu memoria, como la chicharra nocturna evocada a la distancia, sobre el escenario ciudadano del mundano Alto Perú.-----------00000000---------------  EL  RANCHO  de  PIEDRA.................................ACUARELA CUATRO---------------------(Bosquejos del Pasado ...en nuestra niñez) El sol expandía fuegos por el paisaje y una eclosión brillante de mica tapizaba el escenario de la sierra, en aquella siesta inmaculada de blancura. Sobre esa dimensión asoleada y eterna, el perfil recortado en curva de Hermenegildo, con sus pómulos emergentes y sus ojos zarcos, sobrevivencia de una raza india inextinguible, declaraba su estampa milenaria como imagen de un vacío intemporal. Fue el instante en que salimos a su encuentro, como dos niños serranos y casi silvestres, atravesando el bosque de talas y huyendo de la vigilancia de Tobías. Por momentos, en el silencio caluroso del verano donde el ardor cae en vértigo sobre la tierra, un leve rasguño a la distancia parece un alarido, y el temor que producíanos nuestra huída, hacía precipitar el color rojo de las mejillas. Nos colocamos sumisamente a su lado entre las peñas del contorno, junto al alero de paja de su rancho de piedra, que emitía hondas intensas de calor… para él imperceptibles. Nada lo conmovía. Cualquier ambiente, el presente de fuego o la escarcha invernal, le eran indiferentes. No nos hablaba. No emitía tan siquiera el rumor de sus pensamientos ... Lentamente, como saliendo de un pasado inmaterial, reparó en nosotros, a través del hueco profundo de sus ojos claros, recortados sobre el cobre brillante de su piel.—“Íbamos veinte arrieros … Con veinte carretas cargadas de cueros secos, carne de charqui y vinos, camino de Arica para traer sedas de Oriente ... Don Cirilo se apeó del pescante para ver de cerquita al Atacama, y el Tobías, mozo entonces, había quedado dormido con las armas al cinto “¡Vaya cuidador!” ... dijo Don Cirilo “¡Si yo debo protegerlo a él, durmiéndoseme ansí en el peor lugar!” … Era hombre “juerte” y decidido Don Cirilo ...arrogante... conmigo le bastaba y él lo sabía. Mi lanza era suficiente. Pero quería pasear y probar al mulato, tan joven entonces, darle la “juerza” de un gaucho porque se criaba en la casa entre “mojeres.”Y se iluminaron los ojillos indios de Hermenegildo como micas al sol, reviviendo esa emoción juvenil de rivalidad gauchesca contra los mulatos, siempre asiduos a la vida doméstica de nuestras familias.—¡“Yo seré un Don Cirilo como aquél!... y llevaré cueros más lejos, con más mulas, y Ambrosio no se dormirá en mi carruaje”— …Interviniste entonces para que yo te oyera y admirase, como héroe desvalido al que sermoneaban todas las tardes.—“¿Endeveras? ... velay ... Cirilito ... Cirilito … ¡Don Cirilito!...”Su silencio volvió a invadirnos y retornó nuevamente al estatismo, mientras cruzaban en sus recuerdos los macizos nevados andinos, que los años habían apartado de su vista. El ronroneo del mate que él llevaba a la boca como atenuante a la sed, con aroma a yerbabuena en ese ardiente verano, le devolvía cierta apariencia humana. De sus dedos nudosos y cobrizos asomaba el porongo natural, fundiéndose en una sola especie. Su mate espumante y con la bombilla presta, parecía mantener la única realidad de aquel instante. Cerró los ojos y la mansedumbre del sueño se posó sobre su cuerpo, con la fuerte osamenta sentada en silla baja y los brazos cruzados en una perfección de estatua. Y allí lo dejamos después de un largo rato, sin que ningún movimiento involuntario lo privara de aquel equilibrio casi sobrenatural.------------------0000000000000-----------------CONTINÚA
ACUARELAS  COLONIALES...............................NOVELA..........      BRILLOS   de  CHUQUISACA....................................ACUARELA TRES(CONTINUACION)por Alejandra Correas VazquezLa satisfacción de nuestro padre ante tu verbo, ahora estilístico, con el cual nos sorprendías. O el esplendor que te produjera el contacto con ese Alto Perú —tan distante de nosotros— que supo revelarte los códigos de una vida mundana. Mas la exaltación juvenil por haberte presentado allí  como un enviado de nuestro padre, ante Real Audiencia de Charcas ...Tus exámenes en Chuquisaca para doctorarte… No dejaban empero ocultar las emociones galantes, que se adivinaban en la complicidad de Ambrosio.Las ancianas de nuestra casa  te observaron de otra manera. La abuela Inés, cautamente, en su personal estilo. La casi centenaria bisabuela Aurora, con su emotividad incontrolable ... quien llegó discutiendo con Micaela, haciendo resaltar con ira sus pequeños ojillos azules, porque mi niñera intentaba ayudarla tomándola del brazo, para acercarla a tu encuentro. Luego, Ramona... tu protectora de siempre. Una india de edad imprecisable,  altiva, saliendo de la cocina con su vestimenta blanca, impecable, muy lavada, sin adorno. Con su pañuelo negro atado como vincha, cubriéndole todo el cabello, que destacaba su rostro inmóvil, sin arrugas, milenario ... Indio.Todas ellas juntas frente a ti, sumaron su eco al sombro... ¿Cómo habrían las ancianas de reconocer en este galante joven llegado de Chuquisaca y Charcas... al travieso Cirilo de antaño, quien escapaba por los corredores de las reprimendas indignadas de Tobías? —“No ... No es el nuestro”— murmuraron entre sí al mirarte las ancianas—“Ninguno de los dos son mis muchachos”— meneó con asombro la cabeza TobíasEl sol se ponía ardiente, sonoro en su silbar de vientos cordobeses, que alejaban como un hechizo las calles tapizadas de Charcas y su decoro de salones.  —“¿Hay nostalgia?”— te pregunté entonces, como si yo sintiera una emoción contagiosa—“Siempre hay nostalgia —me contestaste— La de las chicharras en Charcas, la de los salones en Córdoba”Y fue ése el momento de nuestro reencuentro, al pensar que yo quedaría, cuando la hermanita hubiese pasado en tu memoria, como la chicharra nocturna evocada a la distancia, sobre el escenario ciudadano del mundano Alto Perú.-----------00000000---------------EL  RANCHO  de  PIEDRA.................................ACUARELA CUATRO---------------------(Bosquejos del Pasado .en nuestra niñez) El sol expandía fuegos por el paisaje y una eclosión brillante de mica tapizaba el escenario de la sierra, en aquella siesta inmaculada de blancura. Sobre esa dimensión asoleada y eterna, el perfil recortado en curva de Hermenegildo, con sus pómulos emergentes y sus ojos zarcos, sobrevivencia de una raza india inextinguible, declaraba su estampa milenaria como imagen de un vacío intemporal. Fue el instante en que salimos a su encuentro, como dos niños serranos y casi silvestres, atravesando el bosque de talas y huyendo de la vigilancia de Tobías. Por momentos, en el silencio caluroso del verano donde el ardor cae en vértigo sobre la tierra, un leve rasguño a la distancia parece un alarido, y el temor que producíanos nuestra huída, hacía precipitar el color rojo de las mejillas. Nos colocamos sumisamente a su lado entre las peñas del contorno, junto al alero de paja de su rancho de piedra, que emitía hondas intensas de calor… para él imperceptibles. Nada lo conmovía. Cualquier ambiente, el presente de fuego o la escarcha invernal, le eran indiferentes. No nos hablaba. No emitía tan siquiera el rumor de sus pensamientos ... Lentamente, como saliendo de un pasado inmaterial, reparó en nosotros, a través del hueco profundo de sus ojos claros, recortados sobre el cobre brillante de su piel.—“Íbamos veinte arrieros … Con veinte carretas cargadas de cueros secos, carne de charqui y vinos, camino de Arica para traer sedas de Oriente ... Don Cirilo se apeó del pescante para ver de cerquita al Atacama, y el Tobías, mozo entonces, había quedado dormido con las armas al cinto “¡Vaya cuidador!” ... dijo Don Cirilo “¡Si yo debo protegerlo a él, durmiéndoseme ansí en el peor lugar!” … Era hombre “juerte” y decidido Don Cirilo ...arrogante... conmigo le bastaba y él lo sabía. Mi lanza era suficiente. Pero quería pasear y probar al mulato, tan joven entonces, darle la “juerza” de un gaucho porque se criaba en la casa entre “mojeres.”Y se iluminaron los ojillos indios de Hermenegildo como micas al sol, reviviendo esa emoción juvenil de rivalidad gauchesca contra los mulatos, siempre asiduos a la vida doméstica de nuestras familias.—¡“Yo seré un Don Cirilo como aquél!... y llevaré cueros más lejos, con más mulas, y Ambrosio no se dormirá en mi carruaje”— …Interviniste entonces para que yo te oyera y admirase, como héroe desvalido al que sermoneaban todas las tardes.—“¿Endeveras? ... velay ... Cirilito ... Cirilito … ¡Don Cirilito!...”Su silencio volvió a invadirnos y retornó nuevamente al estatismo, mientras cruzaban en sus recuerdos los macizos nevados andinos, que los años habían apartado de su vista. El ronroneo del mate que él llevaba a la boca como atenuante a la sed, con aroma a yerbabuena en ese ardiente verano, le devolvía cierta apariencia humana. De sus dedos nudosos y cobrizos asomaba el porongo natural, fundiéndose en una sola especie. Su mate espumante y con la bombilla presta, parecía mantener la única realidad de aquel instante. Cerró los ojos y la mansedumbre del sueño se posó sobre su cuerpo, con la fuerte osamenta sentada en silla baja y los brazos cruzados en una perfección de estatua. Y allí lo dejamos después de un largo rato, sin que ningún movimiento involuntario lo privara de aquel equilibrio casi sobrenatural.------------------0000000000000-----------------CONTINÚA
ACUARELAS COLONIALES ............................(Novela - Continuación)por Alejandra Correas Vazquez................................... ............................ RUMBO al ALTO PERÚ.............................ACUARELA CINCOEn el atardecer somnoliento de otoño bajo la placidez abrileña de la sierra, la centenaria bisabuela Aurora alimentaba con su mano al zorzal azabache, que llenaba de música la galería. Un tapiz de hojas secas cubría el adoquín del patio, y la mirada melancólica de mi madre se posaba sobre el aljibe.Su nostalgia doliente evocaba a mi padre en su ausencia, de viaje rumbo al Mercado de Charcas, y se consolaba con la imagen de tu cercanía junto a él. Con tu presencia a su lado. De forma que tu alejamiento que llevaba ya dos años, habíase transformado de improviso para ella en un reencuentro emotivo y cálido, desde el momento en que él abordara la carroza que lo llevaba, año a año, por los largos caminos hacia el Alto Perú. Desde su partida aguardábamos su llegada imperiosa, como si ese descenso suyo en Charcas, fuese el nuestro propio. Y el calor de su brazo sobre tu cuello, fuese la misma ternura envolvente de nuestra pasión femenina, emotiva y llorosa... Y no la altiva adustez de nuestro padre.El llevaba nuestro amor cordobés que a la distancia, sin la frescura de nuestros campos, sin el aire ventoso de nuestra sierra,... Y en el empedrado ciudadano de Charcas, convertiríase en algo muy distinto. En otro sentimiento. En una emoción diferente, que el joven estudiante que tú encarnabas ahora, iba a transformarlo en una galantería familiar y afectuosa, más que en una nostalgia doliente como era la nuestra. La soledad del que ha quedado a la distancia no tiene el mismo espectro sentimental, del que ha partido en busca de novedades y emociones. No era lo mismo yo, recorriendo los senderos que fueran de nuestros juegos, que tú en la vida mundana cual era ahora tu presente.¡Qué lento era aguardar los días de camino cuando nuestra imaginación volaba al viento, llevada por la serenidad otoñal! Todos viajábamos. Nuestro padre en la realidad. Nosotros en el alma.La carroza avanzaba por los caminos dándonos la espalda, y en su interior nuestro padre dejaba evadir sin prisa el pensamiento, para alejar la monotonía del tiempo señalado en semanas, sin noches ni días. La capa envolviéndole el rostro, en protección al polvo blanco de las salinas, que filtrábase por las cortinillas de las ventanas. Sus largas y elegantes manos jugaban con los extremos rubios de su barba. Posábanse enguantadas sobre las rodillas, repasando el lienzo de su traje paraguayo, que partiera impecable, y que debía resistir todo el peso del trayecto.A su frente Gervasio, su fornido guardaespaldas de arrogancia angola, hijo de Tobías, atisbaba con ojo atento los peligros inciertos de la travesía. Asomaba de continuo su rostro muy inquieto, a través del resquicio de las cortinitas. Su mirada obscura y vivaz, obscura como la noche, se confundía en el interior del recinto escondiéndose de la vista de los arrieros. Sus manos musculosas posábanse sobre la pistola que llevaba a la cintura, y el menor bullicio del exterior era captado por él con rapidez y premura. Mientras los gauchos arrieros protegidos del viento salino por sus ponchos, y armados de lanza y facón, guiaban con altivez esa caravana de carretas, cargadas con productos del Tucumán.La carroza de mi padre y Gervasio con sus briosos caballos, continuaba siguiendo a las mulas caravaneras por el Camino Real. Y la comitiva de carretas que había partido de nuestros campos —apartando a nuestro padre de la sierra,— avanzaba ya por tierras desérticas de indómitas salinas. Para desembocar ahora en los tupidos bosques de rojos senderos, que lo transportaban hacia el bullicioso norte altoperuano, de ciudades alumbradas e inmensas ruinas preincaicas. ¡Qué mundo de fantasía era el nuestro en la lejanía!Como un susurro envolvente de pausadas notas, la bisabuela Aurora rememoraba el paisaje que mi padre y Gervasio iban contemplando. Y al que ella conocía palmo a palmo ... pero con un derrotero inverso. En su memoria centenaria y congelada en el tiempo, la mamasita Aurora evocaba la inversión del viaje y del espacio. Su partida juvenil de Lima, desde la ciudad de los Virreyes, la cuna de su nacimiento, con la blancura reluciente de sus casas festoneadas de balcones floridos. Luego el paso por el pétreo Alto Perú y el lento descenso del Altiplano entre pampas y quebradas, hasta arribar a las selvas y salinas tucumanas. Para por fin llegar hasta este refugio de nuestra sierra cordobesa que la atraparía para siempre.—“Era en tiempos de mi Cirilo y a su lado. Mi traje de novia llegó acomodado en un arcón ... Hermenegildo abría la marcha y me consolaba.” ¿Qué serían ya entonces para ella, desde esta distancia, la florida Lima y la blanca Charcas?En el camino mi padre continuaba dentro del carruaje, mientras Gervasio descendía para controlar la comitiva, y palpaba nuevamente su pistola. Su salto ágil, y su figura felina y africana, imponía respeto en el gauchaje. En cada alto del trayecto el mulatón paseaba su mirada inquisitiva, por las treinta carretas cargadas de cueros secos, vinos y charquis, que avanzaban con pesadez, descoloridas y grises, por el polvo persistente del camino. Los jinetes de lanza en mano lo miraban de frente. Altivamente. Con su orgullo de estirpe, de casta gaucha. Y ambos, en su respetuosa rivalidad continuaban la marcha.El orgullo criollo del gauchaje, de profundas raíces indias, no cedía su lugar en la marcha. No cedía su dominio de los caminos. Y en esa combinación humana, en esa síntesis de exóticas lealtades, de cercanías y distancias, de rutas y distensiones ... continuaban viajando todos juntos.La mutua compañía de mi padre y Gervasio, junto a la elegante altivez de los gauchos lanceros que guiaban las carretas (pero comían por separado) iban en conjunto abriendo los senderos del norte… ¡Y del hechicero Alto Perú con sus emociones mundanas!Y más allá, adonde ellos nunca llegarían, el Virrey de Lima enviaba pliegos con firmas de rúbrica y sellos hispánicos, a los lejanos señores de la Casa de Austria...................00000000000.................
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