Nov 19, 2012 Nov 13, 2012 Sep 08, 2012 Sep 07, 2012 Jun 28, 2012 Jun 16, 2012 Jun 15, 2012 Jun 14, 2012 Jun 11, 2012 Jun 10, 2012 Jun 09, 2012 Jun 08, 2012 Jun 07, 2012 << Inicio < Ant.
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De mi boca expiraron palabras fugacescomo es fugaz y precaria una alianzaentre vos y yo.Rostros lejanos se confunden y entreabrensus propias bocas y medallas de flores seimponen a nuestras miradas.Una soga al cuello es irremediable para quiensostiene el amor o para quien burla a la muerte.Secretas tropas azules se difuminan en el cielosin embargo, el horizonte se ocupará con sus nubes oscuras y con su vientoinclemente, que nunca se estanca,de taponar el azar, de jugar con el amor que ahora es una emoción irreproducible....La mujer temperamental suele crecer en arenas movedizas.Lo comprendí el primer día que vi alnoctámbulo junto a la fogata del Puerto refregándose sus manos heladas entibiando, su alma descarnada o su corazón rezagado.fue en esa instancia que entendí que nada escomo debería ser, y tal vez no pueda ser de otra forma, y que tal vez, sólo tal vez,en meses venideros alguien se apiade. Desde la primera vez que te vi me sedujoun gesto único: ese brillante parpadeo de luzen el océano resucitó en mi la verde pradera,de repente los almendros se pusieron de fiesta,y los arroyos serpenteantes entraron en senda mientras bellas entonaciones distantes llegaron delhorizonte de pronto colmado de locas estrellas.La primera vez que te vi elevaron palomas mensajeras,y sobre ese territorio destellante y húmedo se iluminó,como si vos reinases, un corazón eternamente entibiado.Quisiera saber cuál fue el secreto de este milagro quehoy no deja en mi alma ninguna solvente respuesta.... El sudario aplanó marcas indeleblesen carnes inanimadas,máscaras en frentes con olor a nadias,incesante fue la agitación de poderososfantasmas, cuyas garras erguidas de fieras avezadas confluyen tras las ninfasde vegetación encantada.Y en las claras aguas de dirección prestada,se expadieron pechos en tristes alboradas.Pero cuatro monstruos celebraron sobre médulas de mujeres mancilladas.Ciclópeos de un sólo ojo avieso quecon tan única mirada demuelen rocasderriban murallas...Yo soy uno de ellos pero por primera vezarrepentidopor primera vez quisiera habitar en la nada. Una soga al cuello es irrefutable parael amor o para quienes burlan la muerte.Tropas azules danzan en el horizonteadonde el viento nunca se estanca,adonde el celo tapona el azar;jugando con emociones irreproduciblesla mujer temperamental suele crecer enarenas anegadizas o hundirse en ellas.Por eso el primer instante que te vi tambiénvi al noctámbulo noctámbulo que reinandoen la breve inmensidad del aeropuerto calentó sus manos con soplos de un fuego azul repetido y entonces pensé:" Tal vez nada es como debería ser,tal vez ya estés muriendo en cada esquina,tal vez ya seas un sueño que derogó sus alas,y que con el transcurso del tiempo tus estelasyazcan conmigo grabadas." Laura.En los primeros meses del año que convivió con su madre, Laura sentía aprensiones, por ejemplo la intrusión del desprecio conjugadas en la maledicencia de Doña Carmen y su marido y no conseguía endulzar sus pensamientos hacia ellos. Su madre no la comprendía y para peor parecía complacerse en manifestar cierta necedad rayana en lo proverbial. Laura se convencía que el espinoso trato que le daba a ella, a sus pequeños hijos, y al resto de la familia que habitaban esa enorme casa le daban a su intemperante madre y a Don Pedro una especie de malsano alivio. Por su lado, Don Pedro hacía la vista gorda a la deplorable actitud de su actual mujer, de manera que conseguía evitar los viejos remordimientos por su propias actitudes pervertidas de cuando sus hijastras, Inés y Laura, entraron en la etapa de la adolescencia. Se decía que las hijas de su mujer después de todo no valían gran cosa, ni tampoco el propio hijo Julián, que se había casado con esa estúpida de Esther, quien apenas le dirigía la palabra y se comportaba con él con visceral resquemor.Laura, vivía todos esos meses en zozobra y ya no sabía si continuar allí o irse de nuevo a la solitaria casa de las afueras que les había prestado su cuñado M.O.El dilema seguía latente. J.O., su marido, era un desquiciado y por el momento no daba señales de vida más que para girarle algún dinero desde Mar de Plata donde trabajaba en el restaurante de Del Bono. Así que sólo le quedaba armarse de valor para resistir una vida llena de sinsabores que paliaba pasando algunos días en el pequeño departamento de su hermana Ines que era su mejor confidente y su más entrañable amiga. Pag. 3" Cuando la puerta del amor se cierra ¿ cómo abrirla?"J. O. venía sintiendo una desazón mayúscula. Era como si cada noche sonara en su propio pecho el bum de la derrota. Volvía a la pensión moviendo los brazos y arrastrando los pies en una marcha cansina, lamentándose de que todo en su vida anduviese de mal en peor, cada día era un suplicio y lo penoso era que le echaba la culpa a los demás y raramente a sí mismo. Muchas noches salía de trabajar a las doce y caminaba varias cuadras por calles sombrías buscando bares donde beber aunque supiese que era una mal juego eso de marearse y caer en la cama como un muñeco omnubilado casi herido de muerte.En realidad, parecía preferir vivir ignorando todo, la realidad no era ningún refugio agradable en el que le gustase vivir, entonces elegía la droga o emborracharse, relentizando su cordura podía soportar los problemas que lo asolaban desde el suicidio del padre diez años antes.. En una remota cueva, iluminada por una fogata crepitante, los rostros primitivos e indiferenciados se inclinan hacia el viejo cuerpo que yace sobre una rugosa piedra. Esa noche se escucharán gemidos, lamentos parecidos a gritos discordantes, por causa del obligado rito que glorifica a los muertos.El Rey- Sacerdote, ya inerte, tiene las facciones horriblemente mutiladas. Esa misma tarde con un cuchillo de piedra cortó su propia nariz, sus orejas y luego, con postrer esfuerzo su cuello por donde escapó el aliento de la vida. El otrora intrépido guerrero en los últimos tiempos se había vuelto ciego y padecía de agudos dolores que lo mantenían postrado y abatido. Mientras sin solución de continuidad se realiza la ceremonia, el sucesor ensaya ponerse sobre la enmarañada cabellera el casco emblemático. Desde ese momento especial él es el Rey- Sacerdote y, con ese gesto ritual, comienza el largo camino que lo llevará a la inmortalidad. Por eso, cuando envejezca y no tenga ya el vigor para la lucha, deberá repetir aquel acto de inmolación. Esa es la Ley y la Ley deberá acatarse...Con esta aproximada descripción de un rito funerario prehistórico, intento poner de relieve la ancestral idea de la inmortalidad que, al igual que el culto religioso y la magia ( a la que se acudía para invocar ayuda sobrenatural), tienen un orígen mítico en común.Lo que en siglo XX denominabamos crímenes de lesa humanidad, en las antiguas civilizaciones eran moneda corriente aunque en otra perspectiva, como todos sabrán.Sin ir muy lejos y por lo que sé, los Aztecas mexicanos provocaban guerras para surtirse de prisioneros que sacrificaban masivamente en sus ceremonias. A los Faraones ( quienes no dudaban de su condición divina), a raíz del deseo de supervivencia ultraterrena, no les temblaba el pulso cuando veían incontables contigentes de esclavos morir revetandos de cansancio, durante los demoledores años que tardaron en construir las impresionantes pirámides que los haría pervivir más allá de su época y que les facilitaría el paso para el ansiado viaje inmortal. Esta creencia, les movía a emplear todas las riquezas del estado - hasta la ruina- en los fastuosos proyectos de sus templos y tumbas, lo cual debe haber seducido a Napoleón Bonaparte quien no dudó en emular a Alejandro Magno y también decidió invadir Egipto. Pero Napoleón era, además de excéntrico y mujeriego, un hombre culto ( letrado), y en lugar de una invasión cruenta como la llevada a cabo por su antecesor, implementó una invasión académica cuyo premio mayor fue la mentada piedra roseta de 680 Kg.,y treinta y dos líneas de textos en griego, demótico y jeroglíficos imposibles de discernir. Sospecho que para el "gran Corso" debe haber sido una pasionante disyuntiva ver todos aquellos signos incomprensibles que sus eruditos filólogos trataban vanamente de descifrar y acaso o tal vez él pensara si en esos textos no se hallaría escondido el misterio de la inmortalidad.Los griegos tenían otro concepto respecto a este asunto imponderable. Para ellos cualquier dios podía figurar como su amigo del alma. Era relativamente fácil que cualquiera de esos dioses se dignase a descender de su pedestal Olímpico para sumarse a su batallas o a sus festejos y, de paso, arrastrar el ala alguna de esas bellas griegas con la cual podían concebir semidioses y restar importancia a sus narices respingadas ( mucho más estéticas y perfectas que las narices de los más pintados atlétas griegos), envidiable símbolo de su inmortal abolengo.Claro que vulgarizar la condición divina los hacía pasibles de mortalidad y así como en Babilonia los dioses eran realmente humanos -también los egipcios tenían en cada provincia tumbas de dioses muertos-, en Creta se enseñaba a los visitantes la tumba del dios supremo Zeus.En el imperio romano fue cosa habitual glorificar a los generales victoriosos que, si antes no morían envenenados, podían heredar el trono y por añadidura aspirar al rango de inmortales. Indudablemente los formidables atributos de un dios no les era un asunto desdeñable. Un dios, con un sólo gesto magnánimo podía hacer llover y lograr dar punto y aparte a la hambruna, o con un gesto inclemente podía poner en ebullición un volcán satánico que en cuestión de horas petrificaba la vida de una gran ciudad.Pero lo acontecido con la Torre de Babel es paradigmático respecto al pensamiento del verdadero Dios y del orgullo y la soberbia humana. Justamente en este aspecto el culto a la divinización en la roma imperial alcanzó la desmesura. Aungusto, que gobernó bastante bien a lo largo de tres décadas, al morir fue comparado en forma patética con Hércules (ambos padecieron el envenenamiento de mano de sus respectivas mujeres), y mocionado en el Senado para su divinización. Por lo tanto tuvo derecho a su templo y a sus altares y a una orden sacerdotal que instruía los correspondientes ritos destinados al flamante dios.Calígula - hijo del gran Germánico, muerto envenenado por el mismo pequeño sátrapa-, presa de una boufée delirante, cometió durante su gobierno todo tipo de atrocidades, mientras con todo desenfado se justificaba declarándose divino. Con la idea fija de ser más poderoso y sobrenatural que el mismísimo Jupiter tronante, no tuvo el menor empacho en cercenar las cabezas de las estatuas de ese dios para ajustar en su lugar sus propias y dedeñosas cabezas. Como era de esperarse, sus abusos, sus crueldades tuvieron mal fín : doce feroces golpes de espadas de sus propios guardas, que le tendieron una trampa, atravesaron implacables su ínfimo y delicado cuerpo mortal.Sin embargo todos estos testamentos históricos que ponen de relieve la megalomanía de los poderosos no son suficientes para curarlos de sus fatuidades. Un poco antes de mediados del siglo anterior aparecieron en el escenario mundial, el nazísmo, el fascísmo, el maoísmo y el estalinísmo como otras tantas formas de afán de dominio, de poder supremo y de inmortalidad.Para dar un ejemplo conocido, repasemos brevemente algunas de las perversidades que caraterizaron el régimen de Stalín en Rusia ( En estos días estoy releyendo " En el Primer Círculo" de Solyenitzin.)Gracias a la maquinación eficaz de la propaganda soviética Stalín fue considerado un dios viviente. Es decir: Omniciente e infalible. Fue sin duda una contradicción apenas explicable que un déspota que produjo un sistema de " terror por el terror" fuese idolatrado por una gran parte de su pueblo. Durante el fatídico periodo o atapa de la colectivización de tierras, abandonó su faz pública amable y sonriente y empezó a mostrar una fisonomía o perfil desconfiado e inescrupuloso. Habían comenzado las matanzas y purgas de quienes de palabra o de acción atentaban contra el gobierno soviético y la Policía ( N.K.B.D.), realizaba arrestos por todas partes. Nadie pudo ya sentirse a salvo: todos eran vulnerables a la paranoía en que entró el sistema. Para peor, se había legalizado la tortura ( el método más usado, según creo,consistió en no dejar dormir a los interrogados), y en el gulag ( campos de trabajo), corrientemente los prisioneros- a punto de ser anulados sus fluídos corporales-, caían muertos de hambre y agotados.El " grandioso Stalín" causó estragos y hambreó a su pueblo sin que le temblase el pulso. Su muerte ocurrió en circunstancias sospechosas; clavó en ese postrer instante sus ojillos duros y acusadores en quienes lo rodeaban.Ahora es recordado no sólo por haber sido el "genio de todos los tiempos" al salvar a Rusia de las pesadas botas invasoras del ejercito de Hitler, también se lo memora como el despiado Jefe de estado que en un sólo día firmó los decretos que condenaban a muerte a 3.282 personas y por los 60.000 hombres que perdieron la vida construyendo el canal de Megolap.¿ Habrá concedido Dios a la especie humana el libre albedrío para que pudiese además elegir destinos oblicuos? Intemperantes vientossacuden los manzanos y es porque la tierraestalla lastimada,es cuando la fraganciade este amor es arrasaday cuando tus hermosos ojosinvaden mi nada...O también cuando doy revueltas, abro puertas,sacrifico ventanas,lanzo imprecacionesen las noches frías, solitarias.Hasta que de prontobrilla de nuevo esa Venuslejana y tejo y retejocon manos afiebradasla trama de este amorque jamás acaba... El primer vágido te asimila al nuevo blasón que aflige, a una medalla inesperada en el asombro vasto y oscuroa una exclamación extenuada por la espera de meses, a la ansiosa victoria exponiendo el milagro de la vida. La madre que te sufrió, te parió y te penó, siempreverá con orgullo su legado y apenas atisbará tu resistencia.¿Por qué acurrucado en su vientre debías vaginar el día? ¿Por qué no querías ser pero fuistes rico y sonoro instrumento?¿Asimilabas acaso tu pronta desventura que la elevó a una estrella?Entonces, a empezar de nuevo y estuviste solo para empezar,sólo para agitar el incomprensible oleaje del mundo y el caos.Beber del cáliz más amargo es siempre penoso,es verdad triste y rezar una plegaria inconsciente e inútil es más penoso aún,¡ Pero tienes tu derecho a la vida aunque la deplores!Y aprenderás perdonando, haciendo un nido como el gorrión,a tiempo para no caerte del endeble ángel lleno de salud,de esa cornisa que sostiene el despertar furtivo, libre e infernal.¿Pueden animarte los sones de la igualdad para todos?El perfume de una flor se mantiene sólo en los jardines,El cielo, evapora sus brotes y los lleva junto a ella que vigila.Su amor, sólo su amor te salva, no llores y al reir, ríe tu solo. Cada noche vio la muerte,pero la negó y hubo salvación.Cada día pesó la sin razón y acada momento retornó el odio.Lo espantó su propio rencory volvió gritando: " ¡He muerto!"Hubo un retorno en labiosbicéfalos desangrados...bicéfalos...desangrados...¿Por qué ese grito te deshonra siempre?¿Por qué no purgas nunca tu conciencia?¿Por qué se pudre en vos mismonutriéndose de ubres vacías eternas? Fuiste tan lejos en tu andar incierto y febrilque sólo hallaste ansias donde el pasado yadejo de ser.Ninguna otra cosa más que huecos párpadosen muda expectativa.Ninguna otra cosa más que la orgía de rayos al puroacecho, incinerando corazones transidos de amor.Fuistes muy lejos a llenarte de placer y a cambiohallastes derrumbes de estupor.Estallaste en rosadas pieles palpitantes que nunca fueron pétalos repletos de compasivadulzura, porque en ellas se aposentaron siempre delicadas cadencias de tristes melodías,tristes melodías de noches de plenilunio,velozmente disipadas y velozmente consumidaspor el hastío al diluirse en los bravíos celos dela bruma y en los inmortales pasajes fecundos, y en los inmortales vuelos de las palomas en lascornisas y dinteles y en las agrupadas columnasdonde a su modo corporizan la ancestral pasiónque jamás dejará de dar sus frutos.Y entonces, durante la entrega incondicionalde las almas ya desnudas de vilezas,nadie tirita soplos de las andanzas por lainfinita nieve. Desde entonces nadie desea aventurarse areabrir el camino a la simples lágrimas de algúnfinal imprevisto.... Acecha el nuevo día y aún no te atrevesa cruzar mi fuego ardiente.Acecha otra noche y tu amor me cubre con un edredóndel cual gustas su calor de cobre.Acechan dormidas heridas y cuando el miedo acecha sólo puedenverse látigos crucificados.Acecha un nuevo día y aún no te atrevesa mirar con tus ojos poblados de estrellas,mis labios casi clandestinos.Sin embargo no es hoy tu negada respuesta,entonces prosigo esas ráfagasque auguran felices momentos.Me enredo en ellas y en tu frentepues en la agonía de la pasiónronda siempre la vida y la muerte. Nadie sabe de tu figura ni de tu premura,nada de tu solitaria morada escondidatampoco de tu frescura,ni de tu dulzura,ni siquiera de tu secreta victoria esculpida.Tampoco nada si casualmente estás dormidaNada de tus paseos en la rocas placenteras,ni del horizonte rojo donde te apeas paraver en la lejanía la vieja playa encendida.Nadie sabe si tu estilo es lozano o simpley si es vano rescatar de la necia memoriaeste pobre mundo procaz ya sin historia.Nadie conoce de esas olas y de ese viento,que recorriste trasuntando sentimientos.Tampoco nada de los castillos de arenaderribados por la inclemencia marina.Nada tampoco de los amores que fueronNi de los temores,ni del lastimoso y peorlamento, de la sangre triste, tan triste y penosa que apenas corre por dentro. Cuando mascullas frases de despecho,me quedo quieto y sin respuestas, y como si contemplase la luna inmensa bañada por una luzdeslumbrantesaliendo del ocaso marino,me quedo mudo, me quedo libre, y en esa paz del rumor de las olasme disculpo y me perdono.... Hoy amanecí arrasado por el fuegoregado por la pólvora de mis sueños.Hoy, como si de nuevo me visitases- aunque nunca estuve seguro de tu presenciatampoco de tu ausencia- me acerqué a tus huidizoslabios para comprender el límite de tu amor.Hoy mientras este fuego se esparce por doquier,mientras estas llamas arrasan mi lecho infamado,procuro penetrar en el portal de tus caderasdonde cierta luz tendenciosa desdibuja escamas que gimen y gimen y gimen en azarosas sombras. Pero ese gemido se produce a un compás desconcertante,a un ritmo volcánico y esporádico que jamás claudica.Y entretanto, Hoy, con el alma en cenizas digo:" Nunca olvides que Dios se acuerda de ti y de mi" Parecía sentir una especial fruición al lamerse las heridas psicólogicas. Y recordó cuando habló con M.O. el día antes de partir a Mar del Plata defendiendo a la masa trabajadora que - según su opinión- resultaba apaleada por el sistema social y laboral injusto porque los sindicatos , en ese periodo, no detentaban ningún poder pues se había vuelto corruptos al ser bastardeados por la misma cúpula y denigrados por la dirigencia política de entonces.Sin embargo ( decía M.O.) no advertís hermano que en la década del "80, la democracia entró con fuerza buscando una transformación necesaria que iba a ser historia y resultó ciertamente penosa, difícil y contradictoria. Muchas veces fue obstaculizada por esos famosos paros masivos. Recordá que poner orden en un sistema que había sido trasvasado por la política militarista represora y sangrienta - a lo que se le agregaba la guerra de las Malvinas-, no era sencillo ni fácil de digerir.Pero para J.O., en esa instancia todo ocurría en un abrir y cerrar de ojos. Es como si hubiese estado ausente de su País aunque solía sentirse apaleado por la creciente deshumanización colectiva. Entonces se olvidaba del mundo, ya no le importaba que lo echasen de cada trabajo ni afrontar al llegar lo reproches de su mujer que clamaba por unos pesos, porque Laura no era sumisa ni estoica. Por el contrario se ponía muy irritable ante las necesidades.Fijate vos, che ( le decía a M.O.justificándose), ¿cómo le digo que ando mendigando un poco de pan en la confitería del Tio Lucas...que me rebajo, que me humillo ante ese puerco, y barro y limpio las vidrieras porque nadie me toma en serio?Pero no le dijo a su hermano menor que estaba asqueado de sí mismo. Que solía comprar vinotinto cada noche apurado por la ansiedad y que no podía olvidar aquella escena del retrete público, aquellos movimientos espasmódicos del proxeneta que lo hicieron sentir muy lejos de los ángeles. Que se había sentido pusilánime y que como otras veces se prometió cambiar, dejar de beber y doparse, que se prometió remontar aquella vida miserable para lograr ser quien debía ser. " El mal sin solución nunca se encierra"A el Purgatorio se lo puede burlar a través de un espejo,o a través de una tangente previsible y sin dioses.Todo lo que necesito ahora ya fue absorvido,por un irracional corazón que partió enmudecido,y como el mal avizora el mal, el bien avizora el bien,pero entre ambas persiste una pasión de colores,un inflamado espectro que permite sobrevivir,y fíjate que apenas menciono flores arrepentidas,apenas menciono el menoscabo que indolente vuela.Una imagen retorna fantasmal junto a un perro,una realidad sueña otra realidad sin excesos,una transfiguración perdurable sueña y juega,juega contigo y conmigo como volcán apagadoque va a morir en un instante sin violencia,que se apagará sin mayores laceraciones y sinderramar ni una gota de tus pupilas de nieve. Nunca podré olvidar el himnoque a despecho del aire pulidoinmortalizó la destrucción,con dos meteoros aterrorizólos rostros ingenuos y amotinóen el infierno a los perversos, sólo con la siniestra magnitudde los inmisericordes fanáticoscuyos mártires secuestrados,sesgados por la impotencia, traspasaron malsanas ideasvieron atravesar forjados aceros, vieron abofetear libertades, aunque exclamasen: ¡Dios mío!En esos 102 minutos crueles el mundo ganó difamación y ruegos,imprecaciones nunca presentidasfueron enclavadas en el bullente gentío.que arrastró la carga del enigma, a través de escombros y muertos,a través de lamentos y desvelospara lograr de un pecho húmedoalgunas migajas de milagros.Y no lejos del juego del espanto,la multitud caótica huye al Este,volteando hacia lo alto paraver quien fue el que cayó primero oquien fue el último en caer muerto.Para ver héroes ensayando eléxodo porque nunca son de barro. Para ver atrapados en fulgores quemantes y humaredas crecientes,la desvastación de las conciencias,el despeñadero que colapsa y el miedo.Nunca hubiera sido tuyo ese dolor,o ese redoble de sirenas incansablesni ese desgastado ritmo de compásabsurdo que enlutó a torrentes, ni esos rostros trisados e informes, ni esos papeles inmortales dispersos,Ni esos rostros enérgicos que condenanla desvastación con sólo el estupor,por aquel raro y extraño castigo, que ni siquiera implica la demencia,y carece por ello de todo sentido... Hoy estás furibunda, desenfocada,desparramas lujuria como estocadasvergonzantes melodías, tenaces que me desangran.Todo se confunde en esa ruidosamatanza.Y hasta lo impreciso se adueñade la nadaque hoy asume color rojo carmín,o aquel viejo color azul Franciamientras te desnudabas.Y escucha, escucha bien...Y fue en esa morada ya inexistentey desheladadonde lo sin par corroyó tu disolutacalmaque igual que tu pericia que disteen esa cama , en ese colchónque guarda restos consumidosde la lucha sin pausa,porque allí no bastaron mil besospara que concedieras con tus piernasimplicadas el amor que apenas derramas.Hoy divagas, ahora con tu menteextenuada.Hoy, te cristalizas, te desparramas, te vuelves cáscara.Luces un ademán despectivode hoja trucada... En el tic-tac fatídico de esta madrugada,una sombra que acaricia y los rayos del sol nunca reflejan,se ha presentado con certeros pasos en posde latitudes incomensurables y extrañas.Ha visto acercarse el viaje, ha visto un abrazode ese encuentro inesperado, con mirada vaga.Fue así que un pañuelo mojado de amor,hastiado de la nada, perdido en añoranzas,del amor perenne nunca saciado, nunca presentido,ha cambiado su barco por una oculta casa,ha empuñado las crines estremecidas,del animal esplendoroso y de inaudito vigor,ha estremecido puñales hendidos en aguas oscuraspara dignarse a ver simplemente desdeñosas pupilas. Si un misterio desaparece detrás de otro misterio,y ninguna expectativa alcanza, ni siquiera una que deje vislumbrar las flores del durazneroo a una serpiente tentadora desde su trono.Y si vas por ahí, por ese camino sin retornoy como si nada pasase por el sideral espacioque vibra, que desbroza malezas tristes,que anuda la calma, esclavitud de nada,o si este nuevo día es noche alumbraday en sendos cielos rosado y negrohalles espíritus en colinas verdes,o un perro malditamente extraviadososlaye la muerte diez veces y mordientete indignes por las trampas del descaro, y por la saña y amenaces con puños de furia.Cuando te juzgues o cuando te juzgueny desfallezcas de subir escaleras sin reposo,O vayas con pasos sin rumbo, tan largos,tan silenciosos como la misma cruz negada,O cuando tu silueta se dibuje por sí mismasola en la amarga sombra de la penumbra,Iras segura, debatiendo y con la frente altaAquel lugar de sonrisas enmudecidasdonde caerás sobre el espejo hecho trizascon tu angelical rostro arrasado por las llamas.
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[5] Próx. > Fin >> ¿Okey? ¡Okey! Autor: Alberto Carranza Fontanini. (Género Cuento) El clásico del cine truculento interpretado por Bela Lugosi, finalizó entre las tres y las cuatro de madrugada y, antes de acostarse, sólo con nausea logró deglutir el trozo de carne apenas cocida. Ya en la oscura plenitud de su cuarto, emergieron del agitado sueño escenas evocadoras de aquella película vetusta; escenas espantosas, escenas fascinantes como los secretos más íntimos o como las nefastas flores de una noche sublunar cuyos tenues aromas aturden los sentidos enervando toda resistencia. Tal vez aquelas criaturas desalmadas que advinieron a la penumbra desde la pesadez que embargó su sueño, fuesen esenciales como el sumi-e: germinando en los abismos sin luz (provenientes de la espalda virtual de esa oscuridad horrorosa), surgiesen en las sombrías calles del mundo acechando los inocentes cuellos de las posibles víctimas.Tal vez pasando a su lado como ráfagas de ultratumba algunas noches las cruzó; pero al saber el origen de la sustancia que las patentizaba en una vida irreverente y extraña ya no podrían engañarlo. Ahora sabía cuál misterio las delataba y, en adelante, protegería su cuello con la cruz guardada desde la última peregrinación, con cabezas de ajos ocultas en los bolsillos de su gastado pantalón y desplegadas en los umbrales ( ristras enteras colgaban prolijas en el armario de la cocina), y con una daga que diseñaría con una pata de la dura mesa, en la ocasión propicia atravesaría sus embalsamados corazones.Convecido de que esos preparativos evitarían la confiscación de su preciosa sangre, reafirmándose en una vieja costumbre juvenil, exclamó ¿OKey? ¡ Okey! Sin embargo, el amparo fue ilusorio; en cuanto apoyó la cabeza en la almohada y quedó dormido, no logró relajarse. Al siguiente intervalo - ya de madrugada- se levantó. Flotaba en la divergencia, asediado por el pánico vagó por las habitaciones de su departamento con las arterias fulgurando debajo de la epidermis en un orden impreciso, sin emanciparse de las imaginarias secuencias de esos seres sanguinarios dipuestos a perforar su palpitante carótida.En un instante de opaca lucidez quiso poner coto a la propia tontería y al considerar algún flagelo que le devolviese la cordura mordió sus labios con incontrolable furia. Vio en el espejo, deslizándose por sus comisuras, filamentos rojos de su propia sangre y por un instante lo engolisnó absorverla (¡ era espesa, sabrosa, dulzona!) Pero esforzándose para salir de tal fruición exclamó:¡ Nunca...jamás seré un infame chupasangre!Su elocuente negación la aportó el reconocer aquel gesto aprensivo evidenciado en el espejo principal (como es sabido, las figuras de esas espectrales criaturas no pueden reflejarse en ellos), por lo tanto, milagrosamente él permanecía a salvo. A sabiendas que daría revueltas en la cama por temor a ser rabiosamente mordido por alguna desalmada criatura noctámbula, estaría siempre alerta, con litros de café bien cargado nunca lograrían hacerle cerrar los ojos. Inutilmente fue buscando arriba y abajo de la alacena algún frasco con restos de café. ¿ Pero salir a comprar café a las seis de mañana con el riesgo consiguiente? Siguió errando confusamente; idas y vueltas, subidas y bajadas por las ruidosas escaleras que iban a su cuarto sin acertar con ninguna solución. Y aunque no le fuera posible vencer sus resquemor hacia la inexpresiva vecina del departamento de enfrente - a la que había sacado de apuros de pedidos muy sospechosos -, resolvió cruzar el pasillo de un par de metros para solicitar café. No podía olvidar que cada vez que ella había tocado a su puerta (y él abría siempre con la misma hostilidad), repetía el enigmático pedido: " Vecino,¿me daría unos churrascos para mí y para mi maridito, antes que enloquezcamos por falta de carne fresca? Solamente una vez, la cara-de-piedra se había aventurado a explicarle el aparente motivo de su periódicos mangazos: tanto el maridito como ella pertenecían al gremio de los desocupados y, aunque insolventes, tampoco estaban abonados a ningún seguro social o municipal. Por su lado, los familiares soberbios y tacaños, les hacían pito catalán, o minga tomá de acá.De cualquier forma a él que era muy astuto, no se le pasaba por alto un contrasentido: ¿ en qué fundamentaban esos dos carnívoros esa manía de pedir carne sanguinolenta en lugar de porotos, garbanzos o cualquier otro producto basado en verduras u hortalizas?Por fin, sacando fuerzas de la propia flaqueza; y venciendo su repulsión a esos vecinos angurrientos de proteinas carnívoras, masculló: "¡ Yo necesito café y voy a pedirles café! ¿Okey? ¡Okey! Pulsó el timbre con insistencia. Resopló estufado por cada minuto de espera.¿ Por qué no lo atendían? Entonces dos voces incomodadas repitieron en seguidilla: "¡ Ya... va!" ¿ Tenía taponados los oídos? Había creído diferenciar matices muy diversos e incomprensibles en las disolutas voces hematófagas.: en la voz de ella, un desfalleciente Si-menor. En la de él un Do-mayor que culminó con un mugido ultrajante.Al final, al entreabrir la vecina la puerta, emanó del interior del departamento la temible ranciedad. Sin maquillaje, con la bata de un rosa gastado, tenue y traslúcido recubriendo la blanca piel de su cuerpo ( del cual sobresalía el cuello mórbido, de venas lalentes), lo recibió con una sonrisa de cinísmo espectral. Estas facetas, más la mirada voluptuosa, le hicieron especular que había llegado en mal momento. Posiblemente una deduccón acertada ya que sin disimular su fastidio ella le espetó: "¿Qué quiere a esta hora?" _ Disculpé que los moleste, vecina....necesito un poco de café; quedé sin café y el alamacenero todavía no abre. _ Espere; ya le traigo_ respondió ella y acerrojó la puerta como si el solitario habitante del otro departamento fue un atracador. El esperó con la certeza de que los signos cadavéricos observados rápidamentre en la vecina, patentizaban la lubricidad y la truculencia. No era improbable que cuando pulsó el timbre largamente, ella estuviese dejándose libar su sangre por el marido hematófago y de ahí el Si-menor que emitió desfallaciente. De nuevo la mano escuálida, con uñas como estiletes, entreabrió la puerta y le aproximó la bolsita con gránulos marrones. Al descubir en la frágil muñeca dos orificios paralelos húmedos y rojos carmesí su mirada se desorbitó: Evidentemente, la languidez de la articulación del brazo al extenderse hacia él y la mano basculante delataban el hecho de las perforaciones ejecutadas por el habitual vampirísmo. El encorvó radicalmente su cuerpo al agarrar la pequeña bolsa que se le ofrecía y agradeciendo con brusquedad, de un brinco desapareció en su departamento. Resuelto a velar por su integridad física cerró la puerta con pasadores y con doble llave. Debía hallar un modo rotundo de trancarla. Debía impedir que esos dos muertos en vida refregándose las uñas lo contasen como futuro alimento. No se dejaría doblegar, actuando con prudencia saldría de sus miras; tomaba en cuenta el proverbial noctambulismo de esas espantosas criaturas y solamente en las horas en las que descansan en sus pestíferos sarcófagos, arriesgaría sus pasos hacia el ascensor o hacia las escaleras de servicio. En el día, lo mejor sería aprovisionarse, pero procurando volver siempre antes del crepúsculo. Mientras pensaba en esto febrilmente empezó a delirar. Una inexplicable repulsión se proyectó hacia la familiaridad que solía tener con la gente. Evitaría a los amigos y conocidos, evitaría los compañeros de trabajo. Transformaría su departamento en una bunquer y los Jefes sanguijuelas podrían esperarlo hasta nunca más ver. Disfrutó por anticipado su renuncia laboral. Ya no lo atraía la vieja manía de tratar con aire donjuanesco a las blondas compañeras de oficina quienes (ahora se percataba), acostumbraban a mirarle el cuello relamiéndose, aunque aún aceptase que en tal demanda de sangre fresca las presuntas vampiresas tuviesen prerrogativas sin duda agradables para él. Esa tarde, antes de atrincherarse en el departamento- caja- fuerte, entró en lagunos comercios cercanos. En la Iglesia (algo extrañado), el cura le bendijo un bidón de agua cristalina; en la Santería se surtió de amuletos, sahumerios, aceites esenciales y velas aromáticas. En el supermecado, compró además de varias botellas de Wysky, muchas bolsas de café y al volver y descargar todo aquello, sintió cvierta liviandad y cierto contento. Pero el exceso de café absorvido en pocas horas causaron una extrema reacción hiperkinética, de la que se repuso bebiendo una botella de wysky en las rocas. Para eso estuvo sentado largamente en el sillón de living cavilando- vaso en mano- en un silencio como el silencio estelar, que por momentos plasmaba huidizas imágenes, de colores, calidoscópicas. Cuando sus párpados agotados cedieron al descanso, quizá logró dormir pero tan sólo fue un poco. Se desconoce si padeció pesadillas en el silencio sin tiempo del sueño.Probablemente sí.Despertó de golpe, con un presentimiento terrible; un instrumento punzante le fisuraba el alma.Alguna criatura abismal en el pasillo rasgaba con empecinamiento el otro lado de la puerta. Alguna criatura diabólica quería envolverlo en sus negras alas de paraguas y ostentar sus filosos colmillos...¿Okey? ¡Okey!Con toda presteza pormenorizó las defensas: la puerta seguía sellada gracias a un mueble descomunal (arrastrado desde la habitación más lejana, con un esfuerzo similar al de un esclavo egipcio), que la hacía inviolable. Las ristras de ajo enrrolladas en los amuletos custodiaban todos los rincones. En cada abertura pendían esos tubérculos protectores de su preciada sangre y una grandiosa cruz atalayaba victoriosa su querido cuello. ¿ Okey? ¡ Okey!No obstante faltaban dos cuestiones. La primera, no había podido afilar una estaca como la gente (ni siquiera consiguió quebrar en sesgo la pata de la mesa de roble); la segunda, cada intento que hizo por levantarse del sillón resultaba infructuoso. Su trasero, con los miembros amasados por la flacidez provocada por el exceso de esfuerzos y del alcohol, quedaba atornillado al sillón y semejante extenuación anulaba cualquier consistencia muscular.Los rasguños del otro lado de la puerta no cesaban.¿Tenía otro remedio que inculpar a la vecina anémica que esta vez no venía por carne fresca sino por su delicada carótida, fuese la izquierda o la derecha? Basta con evocar los ojos adormilados, la escualidez de su figura y de su brazo al extenderle la bolsita con café para darse cuenta que detrás de su apariencia insustancial encubría la detestable glotonería de sangre floreciente. Imaginado su desglose, elaboró en segundos el plan que lo preservaría. Sin embargo, no podía erguirse todavía y tuvo que mentalizarse en que debía mantener su pequeña dosis de sensatez hasta la salida del benefactor sol. En cuanto el astro galáctico enviase sus brillantes mensajeros de luz, su invalidez desaparecería como por encanto. Podría entonces acercarse a descorrer las cortinas y los poderosos rayos esparcirían doradas franjas en el interior de los ambientes. Sería ese el instante propicio de destrabar la puerta para dar paso a la miserable criatura que se empeñaba aún en rasgar la puerta. Y al abrirla , amablemente burlón, le diría: " ¡Pase querida, pase por favor...!"Y al ella entrar dispuesta abalanzársele, los candentes rayos le causarían penosos estragos; corromperían su piel, demolerían sus huesos secos, extirpando para siempre la pervesidad de ese cuerpo falsificado para la dudosa inmortalidad terrestre. Lo haría a la parrilla dentro de un infernal fogonazo...¿ Okey? ¡Okey!Conforme con el maravilloso plan, esperó confiado en el mullido sillón mientras consumía el resto de la tercer botella. Y al ascender el sol en el horizonte el momento crucial había llegado. Pero en cuanto quiso ponerse de pie cometió una torpeza insuperable. Vaso y botella cayeron de sus manos estrellándose en el piso. Avanzó a tontas y a locas; las plantas desnudas de sus pies presionaron los agudos fragmentos y comenzó la sangría. A cada paso el espeso líquido que manaba de las plantas de sus pies regaba el parquet. Los agudos fragmentos, como un torrente anegaron su sangre sobre el parquet y sin embargo, con gesto sañudo, él proseguía la marcha hacia los ventanales, cubiertos por gruesas cortinas, dando los últimos pasos hacia el fin de la noche Los Piolas. Autor: Alberto Carranza Fontanini. Al escuchar a Jacinto excomulgar a nuestra ex- amante, sentí el dudoso consuelo de no haber sido el único afectado por los cuernos. El quería mostrarse despiadado e imparcial pero leí en sus ojos relampagueantes mi misma humillación. Adiviné el corolario de aquel diálogo: sería en vano despreciarla. _ Mirá Juancho -dijo - no tiene caso, esa mina lleva la corrupción a flor de piel. _ ¿Crees que vine a defenderla?- repuse suspirando involuntariamente.Supuse que ambos estabamos incapacitados para dejar de amarla y por ello añorabamos la "flor de Lis" de su hombro mórbido; tatuaje realizado por un experto. Gabriela había pretendido que cada uno de nosotros se grabase una idéntica aunque más pequeña; la caprichosa marca haría más tangible su predominio. Indudablemente persistía algo tortuoso en esa exigencia. _ No sólo me refiero a su conscupicencia ¿eh?- recalcó.Pedimos al mozo más café. Sabíamos quienes eramos los estafados morales y materiales; todos buenos amigos, amigos de toda la vida. Cruzamos nuestras miradas con la tristeza honda e irremediable de los que se hundieron en el mismo lodo. Maldije la humedad pegajosa de ese mediodía lluvioso: no había modo de quitar el sudor de nuestras frentes y nuestras manos. Jacinto empalideció extremadamente. _ Se destapó la olla podrida con el asunto del crédito- me apresuré a aclarar- la intención que tuvo, al filtrear con unos y con otros, clarifica toda la cuestión...El crédito rondó en mi mente. Gabriela solicitó $ 200.000., al Banco donde me desempeño de tesorero y los cinco primeros vencimientos seguían impagos, y ya no pude ocultárselo al Gerente._ ¡La atorranta nos jodió bien jodidos!- estalló Jacinto. Su cara se crispó angustiosamente.- Che, tranquilizate...Hizo una mueca, algo se resquebrajaba en su estructura humana, no supe diferenciar si ese algo era físico o espiritual._ Aguanté a esa loca como buen porteño. Siempre inquieta como una avispa, tenía que parar en cada Casino, en cada Hipódromo...un " tour de force" con esa extorsionadora por ciudades veraniegas y por cada villa suntuosa,estaba claro que el asunto era fundirme la billetera... _ Te fue peor entonces, por que en mi caso no hubiese podido seguir esa carrera infernal con mi sueldo de bancario- repuse y me pregunté si habría servido de algo nuestro amorío. Sentí envidia por Jacinto y no estoy seguro por qué._ La nuestra fue una relación cenagosa, che :-dijo mirándome con ojos perdidos-; solía preguntarme:¿con quién estarás ahora perra de mierda? y me había acostumbrado a esperarla acechando desde la ventana, en el umbral cercano al sospechoso hotel alojamiento, o enfrente, debajo de una sombría ochava...me gustaba esa situación desesperada de espiar y celar como una bestia a otra bestia...( hizo silencio; breve, escueto su silencio);podría enumerarte las noches de martirio, noches de incomprensibles rencores, de recriminaciones y de odio y al final de amor...estaba consciente que por entonces se encamaba con vos y con los otros y sin embargo no la patié...Los ojos de Jacinto al lagrimear y ser enjugados con rabia se congestionaron, al final quedaron secos y enrojecidos. Extraña identificación anímica- pensé- levantándome de mi silla. Recorrí el local. Miré mi rostro en el espejo del baño con curiosidad. Traté de dibujar la silueta de grabiela y mía besándonos. No pude, mi rostro estaba poseído, parecía el de un loco; sonreí sardónicamente. Tuve miedo,demolí la sonrisa burlona y de nuevo me sentí conturbado. _ Gabriela nunca paraba de repetir esa historieta de su fracaso matrimonial con enorme y calculada persuación. Sabía usar al pelo esa cara de estampa religiosa, una pose que seguramente iba a seducirme. ¿ No te pasaba lo mismo,che?Ya habíamos entrado en un suspenso denso, casi inefable. Desde el baffle, nos llegó " Adios Nonino" quizá homenajeando nuestro esgunfio y tal vez apaciguando nuestros ánimos bajoneados, sobre todo a Jacinto que ya tenía las facciones enfermizas de profesor de música tísico y en declive. Esta observación mía apareció al observar su bien cortado cabello renegrido pegado a la testa armoniosa, al temblor de su bigotillo sobre sus labios finos y tensos, y al tamborilleo de los dedos musicales de su diestra sobre el mantel blanco, un poco menos blanco que el pañuelo inicialado con que enjugó sus comisuras al sorber su café, como un modo de despistarme de sus ojos que tenaces retornaban a las lágrimas.A través de las vidrieras de la enorme confitería solitaria, nos compenetramos en los perfiles otoñales de los transeuntes que rebalsaban las veredas con sus paragüas y arriesgamos que aquel diluvio que envolvía Buenos Aires, terminaría por inundar grandes franjas de la zona ribereña.Cuando Jacinto me interrogó especificamente por la deuda y qué podía ocurrirle an Gabriela si seguía empecinada en no pagar las cuotas, preferí no responder. Todos eramos sus garantes y me preguntó si había hablado de esto con Mazzini y con Quique. _ El Gerente me citó esta mañana: reprobó aquella recomendación que le había dado para otorgarle el crédito, y no dejó ni un minuto de rascarse los codos soriácicos, tan molesto estaba que apenas escuchó las seguridades que yo le di respecto a ustedes ( reitero: todos mis amigos eran avales de Gabriela.) A Gabriela le advertí muchas veces que era mejor hablar y ponerse de acuerdo, pero no me dio pelota. Me desconcierta su irresponsabilidad; la última vez que conseguí comunicarme a su celular, se lo dije. " Apretá a tus amigotes que me usaron hasta que venda el departamento" me contestó y veo que no bromeaba._ Será mejor no hacernos ilusiones. Esa mina vive el momento, te enrieda la soga...Mañana voy a dar la cara, voy a ir al banco. Ya que vas a verlos decíselo a Quique y Mazzini... La lluvia, al menos por un rato se detuvo y nos despedimos como dos perros abandonados al incierto destino de la ciudad tormentosa.Mazzini era un tipo más práctico que Jacinto, lo mismo que Quique en cuestiones de negocios; en las cuestiones sentimentales, en cambio, era el más sensible de los cuatro. Nos vimos en el café del Chino esa misma tarde. El café era sumario, un poco más amplio y con las mesas mejor distribuidas que los cafetines de paso que abundan en Buenos Aires._ Traé dos fecas, Chino-pedí. confiado._ No toi de mozo, toi de lavacopa. Dijo y nos sonrió desde el mostrador con su cara redonda-amarilla y sus ojos orientales insistieron en los titulares del matutino reaccionario. Mazzini era un tipo lleno de insinuaciones sentimentales y de melancolía. El pasado se había ensañado con él fijándolo a un presunto drama. Al enterarse de mi ingrata misión con su rostro ensombrecido empezó a consumirse en evocaciones._ Ya no admito que esa papusa mistonga me siga escorchando...__ Tampoco Jacinto,ni yo, tampoco Quique...- dije.Tenía encanecida la melena; arrugas profundas se ahondaban en su frente al agregar:_¿ Lloré por mi fracaso y ahora tengo que llorar por el de ustedes?Más tarde en su bulín ( un cuarto bien puesto, zaguán al fondo al 500 de Necochea), entre sus fotos tangueras me mostró un par de ellas: Gabriela y él._ Ella era feliz.Descorchó el tinto. Abrió el ventanal. Respiramos la humedad recalcitrante del puerto no muy distante._ Ya te digo, pibe; me conforta saber que ahora somos extraños. Esa mina es ladina, quizá le vengan bien las rejas. Decíselo a tu Gerente.Bebimos largamente. Me contaba despacio varias historias de grelas y reos. Con el escabio y los puchos se olvidó de sí mismo. Con su "sed de tangos" entonó imperfectamente: " Tu color, tu pálido color; tu mirar, tu límpido mirar, tu cantar, tu cálido cantar...- y así siguió cloceando con las mejillas encendidas-, y unimos nuestras voces borrachas con el verso final de H. Manzi:- " ¡De nuevo me dirá que sí...que sí!"A Quique lo hallé al día siguiente descansando en el puente de su velero "Adelaida", en el naútico de Zárate. Almorzamos con indolencia una paella rociada con un buen Torrontés. Me conservé prudente durante el almuerzo. Después de la siesta, contemplamos el Paraná y ahí fue propicio hablar de Gabriela._ ¿ Y la imunda tuvo el tupé después de lo que me hizo?- dijo fastidiado por el zumbido de un mosquito.- ¿ Qué te hizo?- dije sombriamente._ Nimiedades. Filtreaba acá con mi agente de bolsa, con mi abogado y con...¡bah! mujer furtiva como pocas;¿ miedo a la vida? ¿ al avance de la edad? Está perdida. Yo la aconsejé bien: le dije que si seguía por esa senda terminaría en la abominación. Se lo dije una tarde antes de cortar el vínculo que nos unió tres meses: " ¡sos fiel sólo al error, Gabriela!" Se encabritó y se fue.En las vacaciones siguientes la vi en la rambla Marplatense. Su hermosura se había purificado. Esa mañana caminaba con lentitud, en contra del viento marino que hacía revolotear su cabellera. El día iba a ser soleado, espléndido. En el bar, denotó el cansancio que empezaba acumularse en sus rasgos. No estaba dispuesto a ser comprensivo ni bondadoso con ella y, sin embargo...Después de un rato de charla le pregunté si había dejado clavado al banco por su excesos en el escolaso._ No, Juancho - dijo con un tono suave y percibí ( o creí percibir), su angustia, una misma angustia que nos hermanaba-, me vengué de ustedes porque estaba demasiado triste._¿ Triste, vos?- no lamenté que mi tono de voz denotase esa ironía pulcra que revienta._ Los hombres merecen lo peor, son crueles y egoístas._¿Mis amigos lo fueron? ¿ Yo lo fui?_ Ustedes vinieron después... - me miró,creo, compasivamente.Y me sorprendió. Se desparramó en sollozos, la imagen desvalida de su cuerpo convulcionándose imponía piedad. Le acerqué mi pañuelo y me senté a su lado para que descargase su pena en mi hombro. Supuse que mis amigos lejanos habrían aprobado mi gentileza, inexplicable._ Soy tan desgraciada Juancho, desde que Mirko me dejó.Imaginé que el tal Mirko era cualquier cosa, un gigoló, un rufián, una culpa por la cual una mujer buena se pierde._ Siempre acusándome, acusándome- decía ella sollozando sin parar- vivimos juntos, muy juntos, mucho tiempo estuvimos unidos y nos amamos, pero él de repente cambió, se volvió despiadado, no perdía ocasión para molerme a golpes, me hacía cosas..., que si las dijera te pondría los pelos de punta. El alcohol lo trastornaba, lo ponía un demonio: la noche que me tiró al suelo a puñetazos, deliraba, me acusaba sin parar de haberlo obligado a dejar a su familia: era un monstruo el que arrastraba hacia el fondo de la casa, hacia el parque, ¿sabés? Allí, en ese parque cavó un hoyo, me enterró hasta el cuello y se fue. ¿ A vos te parece? A la otra mañana me sacó y dijo lo más campante: "! Te merecías esta lección!" El estaba sobrio y después dijo: " de ahora en más sólo vas a servir para decorarme el Jardín, así que mejor ¡andáte!"; supe entonces que había entrado en su desamor y por eso me echaba para siempre... Cuento de antes y después. Autor: Alberto Carranza Fontanini. " Todas las horas hieren, la última mata" ( P. Romano) Había una vez un hombre común que se arrepintió de ser y resolvió dedicarse a contemplar el tiempo. Su mujer se enojó mucho con él y habló con sus hijos. Estos, le vieron allí, sentado a la puerta de su casa, con la vista puesta en la distancia y le preguntaron cuanl era la causa por la que había cambiado tanto. Pero no obtuvieron respuesta y el hombre siguió imperturbable, mirando los ocasos y amaneceres siempre cambiantes. La mujer, aunque decía amarlo, ya no quería estar con él; no quería volver a su lado y para justificarse decía a sus hijos: "¿Cómo podría continuar viviendo con semejante hombre? Y después de cierto tiempo buscó otro hombre que estuviese en sus cabales. Cierto día los hijos también lo abandonaron y la casa quedó desierta. Ellos creyeron preferible dejarlo tranquilo con su manía; además les pareció imposible sacarlo de sus trece, el padre no los atendía ni se dignaba a hablarles.El hombre adelgazó singularmente. Los ojos asomaron de la arrugada faz como ascuas apagadas y la barba, abundante, caía desprolija hasta su pecho. Allí, siempre sentado a la puerta, casi sin respirar semejaba una estatua pensativa, muda...es un decir, pues nadie podía segurar que respirase tal era su postura de quietud infinita. Los vecinos en un principio, fueron considerados y corteses al acercarle platos con comida y también al preguntarle por su salud. Pero también se cansaron de sus ojos vacíos y de su mutismo inconmovible. "¿ Pero quién se cree que es" comentaban entre sí, ofendidos, casi indignados y a la vez confundidos. Y se alejaron de él. De manera que si debían pasar ante la puerta de su casa rehuían mirarlo y saludarlo.Desde su resolución de detenerse a contemplar el tiempo pasaron cuatro años; entonces alguien dijo haberlo visto levantarse para estirar los miembros y enseguida volver a su postura habitual, temeroso de que todos se enteraran.Pero en verdad, el hombre jamás se movió, ni siquiera después de un siglo, transcurrido el cual descubrió dentro de sí quien realmente era. Cebar Mate autor:Alberto Carranza Fontanini. A medida que el auto avanza y sorbemos mate expandiendo nuestras miradas en el cambiante paisaje, observo a mi mujer en su acción repetida de engullir glotonamente los pan de leche y que de repente- movida por cierta malignidad- se da vuelta hacia mí para zampar uno en mi boca de Loro hablador, y así impedir por un rato que la moleste al interferir en sus comentarios agrios y triviales.Por añadidura, en un improntus casi desesperado, me concentro en el manejo del auto socorrido por una imagen cómica redentora: concretamente veo a mi mujer rumiando maníes durante las visitas dominicales al zoológico. Que ella esté encerrada en una de las jaulas sería un consuelo; una travesura mental que me regocija (bien sé que si ella sintiese lo mismo con respecto a mí, sus ojos también se llenarian de chispas burlonas), pero al reflexionar y darme cuenta de que con el mismo lenguaje compartimos idéntico destino me parece conveniente desechar esa idea desvalorizadora; lo cual es prácticamente imposible hasta que logro avanzar otro Km., cuando soslayando el sol restallante sobre los campos, la veo cebar mate con esa yerba misionera reconocible y a la vez noto que se queja porque se insinúa de nuevo su migraña, previsible desde que la escasez económica frustró su manía de comprar todo (incluídas las baratijas), y sus ganas de llorar. Ella sabe muy bien -¡ quién no!- que desde siempre la miseria se ensañó con gran parte de la humanidad mientras la otra siguió dedicada al dolce farniente. Seguidamente acude a mi memoria el concepto cívico del laisefer, ya que decidimos irnos de vacaciones casi amortizados. No importa - le digo a ella arrimándole un pañuelo para que suene su nariz y expela el atchís con un característico rebuzno rechinante-, estos días son nuestros y dalo por hecho que vamos a disfrutar... Su exclamación me deja pagando: "¡ Qué iluso que sos!, dice con sarcasmo. Y en ese total desacuerdo con mi perspectiva feliz, pasa por alto la poca esperanza que me ha ayudado a soportar la dura tarea diaria de esos meses pasados. Se que ella menosprecia mi resignación de bestia de carga, aunque gracias a ese aguante consiga cada día el pase de sobrevivencia...¿Cabe duda que seis bocas hambrientas traman una condena prolongada?A veces lamento que en cierta ocasión se nos haya escapado la posibilidad de irnos a un lugar diferente. Habría sido reconfortante encarar otra posibilidad, empezar de nuevo y sentirnos que vale la pena lo que uno hace con el sudor de los pies, ya que mi trabajo de vendedor callejero me obliga a caminar cientos de cuadras cada jornada.Pero se me ha evidenciado que nunca será probable en nuestra situación. Además no hay coincidencia ni diversidad sino oposición absoluta en nuestros respectivos criterios. Ella se hubiese ido para operarse las lolas y un sin fin de intervenciones estéticas " porque allá en estos importantes asuntos están super tecnificados"- dice ¿...? En realidad también sé muy bien de su anhelo de permanecer joven muchos años, lo que no es raro en el género femenino (ni tampoco en el masculino). Yo, para terminar esa especie de desacuerdo, le digo que se da por descontado que la fuente juventus es poco probable o casi imposible. Entonces me retruca que para ser feliz, feliz, feliz, no alcanza con tener una familia numerosa que llega abrumar. Y Es innegable que tiene su razón: la agobia lavar, lavar, barrer, barrer, y cocinar y cocinar y cocinar- igual que una sirvienta full-time-, porque el instinto (como a cualquier otra pareja que reside en el globo terráqueo), en su momento nos puso el celo reproductivo.Ella deglute otro pan de leche mientras yo, solvente, suelto mi mano derecha del volante para recibir el mate cebado con todo esmero. Una súbita aprensión deja el paisaje campestre que transitamos con largueza en segundo plano; se trata del invariable malestar que me aqueja cada vez que me ceban mate y me autoengaño eludiendo el consejo médico del nó definitivo a la bombilla, pues, según su apreciación, arruina mi sistema digestivo. ¡Ah, como odio esa prohibición! ¿Odio? Sí, al médico que quiso extirpar mi vesícula, odio esa cara de bicho deforme con escalpelo. Odio a ese cirujano que elimina cálculos de tu maravilloso higado cirrótico o grasoso, quizá porque en alguna instancia le reporta pingües ganancias y a mí me da inconcientemente envidia. ¿ Viste médicos pobres?- dijo alguien- Nó, vi pobres médicos que jamás logran ascender de un modo veloz al ansiado status- repuse yo sin respirar.Le devuelvo el mate y acepto que me dé otro mate bien cebado, pero sigue crispándome echar vistazos a las partículas de los pan de leche desparramadas sobre su falda y los bordes de su asiento. Con el habitáculo salpicado de esos restos debería detenerme en cualquier estación de servicio y sacudir los asientos afelpados y demás recovecos del auto. ¡ Pero los humanos somos tan pero tan sucios!Cierta vez, mi compañero de pesca - amigo de siempre-, indicando con su ceño fruncido la superficie del río Paraná, me advirtió sobre aquellas bolsas plásticas brincando sobre el agua color melena de león, infectada por detritus, y sobre la aglomeración de pescados inflados e inertes que se mecían en la orilla cerca nuestro y no pudo evitar clamar al cielo por semejante desaprensión. Sin embargo, muchos siguen inmutables con mi deporte favorito (la pesca) porque desestreza. Nadie niega las bondades de la pesca ni el derecho a pescar, aunque al abrir los peces que se cosecharon vivos toda clase porquerías rebose de sus tripas lo cual, tarde o temprano, igual los hubiese liquidado sin morder los anzuelos.Mi mujer continua engullendo y pienso que junto con las dimensiones de su estómago creceran sus protestas porque no subirá el cierre o porque la biquini remarcará los flotadores de la cintura. En verdad, deberíamos aceptar que, secularmente, los humanos estamos enfermos del bocho y cuando mi mujer sufra por sus excesos de ingesta, condescenderé a persuadirla de que esas cosas simplemente no interesan, mientras nos amemos. Después de todo me incluyo como heredero del zoológico actual. No por casualidad llevo cada tanto a nuestros pequeños depredadores (nuestros hijos) a que disfruten de ver las especies constreñidas por vallas. Parsimoniosos, desandamos los senderos del Zoo., extansiándonos a cada momento frente a sus prisiones. En particular, me fascina la jaula de los gorilas. Sobre todo, la del poseedor de una expresión memorable: su cara sarmientina parece la del prócer de la educación con el sutil agregado de un buen carácter. " Es impresionante - dijo mi arisca mujer al recordárselo y cebando otro rico mate remató satisfecha-: es impresionante que ese bestia peluda haya demostrado ser más civilizado que vos." En esa ocasión me habían entretenido los meditativos y tristes ojos del gorila que a intervalos expulgaba su cabeza. Ambos nos mirabamos estudiándonos con obvia complicidad. Yo tuve la impresión mística de estar ante un buda impertérrito que, ante la inopia circundante , imposibilitado para demandar nuestra habitual injusticia, recurre a frotarse la cabeza de un modo resignado.¿Cabia otra actitud que hermanarme con él?Originé el estupor de la gente que lo contemplaba cuando con toda desición entré a la Jaula, le dije unas palabras comprensivas y terminé dándole un abrazo inolvidable y conmovedor. Traje de mi paísun pilchero de penas,hambre y heridas.Desde el setenta y tresque las ando trayendo.Se me han pegadocomo abrojos en mi pellejo.Si en las chiguas y riatasse me asoma alguna,es que todavía andan conmigo. Los septiembres ya no me alegran.Son veinte de ellosque como inviernosse han estacionado en mi cuerpo. Pero he encontrado esta tierrapara mis almendrosque en pleno inviernoflorecen. ( continuación pág 1.)De repente el ritmo aturdidor de la música amainó. Era como una tormenta cacofónica que se detiene para dejar paso a la voz sensual del trovador romántico que motiva a las parejas a un baile más íntimo en un ámbito súbitamente umbrío. En esa instancia M.O. no perdió el tiempo y sacó a bailar a la cordobesa que parecía ansiosa ante la invitación. Bastó el entrecruce de miradas intensas para que se sellase un pacto en ciernes. M. O. se sentía feliz y Ludiana se sentía dichosa mientras era llevada con suavidad por la penumbrosa sala y en él espontáneamente surgió un juramento impensado: " Amaré a esta mujer hasta la disolución final".En realidad se examinaban, se reconocían con curiosidad. Los grandes y penetrantes ojos de Ludiana se despojaban de precauciones y observaba a su pareja que parecía tener una imperiosa confianza en sí mismo y que, sin embargo, se sentía totalmente inseguro. Llegó él a sentir una especie de desfallecimiento con sólo estrechar la cintura del fibroso cuerpo, entretanto ella giraba repleta de una profunda embriaguez y ambos se volvieron indefensos ante los embates del amor. Experimentaron lasitudes y sudores mientras se insinuaba el juego amoroso trasvasado en vértigos y desconciertos. Y en esas circunstancias sus ritmos cardíacos- unidos a la cadencia arrulladora de la poesía musical -,redoblaban alocadamente.Por otro lado Ludiana parecía adaptarse a los pasos de baile algo vastos y torpes de M.O. quien seguía creyendo sostener entre sus brazos a una criatura frágil y se desconcertaba al percibir una energía exuberante. Aspiraba sus fragancias mientras contemplaba el rostro enmarcado por la cabellera imperiosa que gravitaba sobre su espalda y le rozaba su tensa mano. La respiración de la cordobesa, centrada en su cuello, era anhelante. En ciertos momentos, al separarse un tanto, él lamentaba que la música decayera en los necesarios paréntesis.En todas esas instancias el escrúpulo pareció caminar hacia el destierro dando paso a la misteriosa percepción del amor.
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