• Sofia Cifuentes
sophia
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  • País: Colombia
 
Ella jamás se detenía en su camino, siempre llegaba a su destino sin hacer una sola parada, sin importar lo que pudiera suceder a su alrededor, debido a una extraña costumbre de llegar a tiempo, llegar a tiempo a los lugares, a las situaciones, a la vida y a las personas. Paso a paso iba pensando en los acontecimientos importantes del día, en como se había despertado a un nuevo amanecer colmado de inútiles e insignificantes sorpresas. Sus ojos anhelaban convertirse algún día en la protagonista de una historia fantástica, y así embriagar a su corazón y su cerebro de adrenalina, darle un giro drástico a su vida para comprender cuan grande es el mundo y su existencia.     Su madre siempre le había dicho que estaba destinada para grandes cosas, por esta razón su cabeza se alimentó de ideas y tiempo después sus manos, sus piernas, sus labios y su cuerpo entero le exigían ir en busca de nuevos valles, de un sol distinto con nubes de formas jamás vistas. Mientras que vagaba entre anhelos y deseos sus ojos se estrellaron con un hermoso lago, que parecía un río y si se usaba la imaginación podía simular todo un océano. Quedo maravillada con la hermosa imagen de las ondas marinas y pensó que aquella corriente debía haber recorrido un centenar de lugares, debía haber cruzado con su liquida presencia las flores de un país cubierto de colores; o talvez cubrió con su pesado y extenso cuerpo las ruinas de una civilización perdida; quizás hubiera sido tocado por las manos de los diosas de tierras lejanas y mágicas. En esos momentos en que se imaginó una trayectoria por orillas increíbles, jamás conocidas ni creadas por la mano de ningún escritor, quiso convertirse en agua, volverse etérea y mojada, deseó que las formas de su cuerpo se transformaran en las curvas de las olas.     Ese día como nunca había pasado llegó dos horas después de loa cordado, pero su mente no se preocupaba por la vanalidad del tiempo, su inconciente se encontraba sumergido en una oleada de imágenes transparentes. Desde aquella noche todos sus sueños se convertía en una hermosa realidad paralela en la cual viajaba por Caracas, pasaba por Brasil, se detenía fascinada convertida en los canales de Venecia y así recorría el mundo entero, se mezclaba con miles de formas y texturas y veía con sus ojos de mar las más extravagantes culturas. De una momento a otro esta travesía se tornaba borrosa, salía de su mundo somnoliento y abriendo los ojos se daba cuenta de su humana forma y el único océano que veía era el de sus lágrimas.     Cansada de soñar, una tarde fría de septiembre se detuvo frente al pequeño lago y comenzó a sentir que la llamaba, que la quería, que siempre había formado parte del agua pero había perdido su forma natural. Luego sonó un estallido y su cuerpo y el de la sustancia transparente se tocaron, por fin el encuentro y la transformación tan anhelados.     Nadie jamás volvió a verla, pero todos recordaban quien era ella y cómo por mucho tiempo quiso convertirse en río, mar, océano. Algunos aseguran haberla visto por última vez sentada en el puente de aquel lago que tanto le gustaba, en ese en donde ahora vive un pececito dorado.
EL PECECITO DORADO
Autor: Sofia Cifuentes  500 Lecturas
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Este papel no necesita de mis besosY sin embargo aquí los dejo.Este papel no quiere mis lágrimasPero en vano ruedan por las páginas.Este papel solo desea hoy mis versos, Esos versos que mi mano traza,Que mis ojos arman con palabras que viajan en el viento.Una tropieza en mi mejilla, La otra se enreda entre mi espalda y mi pecho.Algunas las recojo del suelo,Solo aquellas que son olvidadasY se arrastran por que alguien les rompió sus alas.Todas vienen a mí,Y las atrapo con mi red de mariposasBusco la forma de convertirlas en historia,De juntarlas y hacer mí propia historia 
Mi esencia se va sumiendo en la oscuridad de los vivos,Me estoy dejando llevar por el olvido,Ese olvido que muere en mi pechoPero renace cuando voy a ponerle flores a su tumba;Despierta hambriento de recuerdos, dolor y lágrimas,Se levanta y acaricia mis miedos Y alimenta mi locura Cuando siento en mi el olor del olvido vivo,Me desplomo en un rincón Para poder delirarte entre mis sueños,Para mirarme en los espejos Y ver como todo en mí se marchita,Cómo cada pétalo que cae es como una cuenta regresivaYa quedan pocos, lo se, lo siento, lo veo.En aquel rincón me quedo anhelandoLas siluetas de la muerte,Me quedo esperando el olor a cementerioY la caricia de un cadáver.No le digas a nadie Pero te deseo vivo o me quisiera distanteEs nuestro secreto, el secreto de los amantes.
Un día la muerte toco a mi puerta, me pidió muy cortésmente que la dejara pasar para poderme explicar claramente en que consistía su oficio. Yo, totalmente incrédula y asombrada pensé que serie divertido observar la demencia de otra pobre criatura para olvidar un poco la mía, y lo deje entrar. Comenzó a hablarme de la complejidad de su trabajo y lo difícil que algunas veces le resultaba cumplir con su misión, me contó que una que otra ocasión lo hacia con extremo agrado, otras simplemente por venganza o por diversión. Su discurso resulto tan convincente que estalle en lágrimas y le rogué que no me alejara de este mundo, le pedí a gritos que se fuera inmediatamente de mi casa. Él solo contesto con una  risa profunda sin mover un solo músculo de su boca, sin mostrar ninguna clase de gesto.Mientras que sus labios seguían juntos y su risa penetraba todos los rincones de la habitación, me di cuenta que todo esto era ridículo ¿Por qué la muerte vendría a mi casa a presentarse? Toda esta situación resultaba absurda, en ese preciso momento recobre la cordura, tome de la mano a aquel perturbador sujeto llevándolo hacia la puerta, diciéndole que perdonara mi reacción y que lo más conveniente seria que se marchara y fuera a contarle a otra persona sobre sus alucinaciones, y yo con ínfulas de sicoanalista pensé:-          Pobre hombre, eso de creerse la muerte ha de haberle traído muchos problemas, quizás sufrió un trauma muy grave en su infancia.Él, de una manera bastante fuerte soltó su mano, me miro fijamente a los ojos y sentí como si miles de espinas se clavaran en todo mi cuerpo dejándome totalmente inmóvil. Sus ojos seguían aprisionándome mientras que poco a poco acercaba su rostro a mi oído. Emanaba un olor a flores, flores húmedas, como aquellas que llevan los dolientes a las tumbas; cada vez lo sentía más y más cerca, su respiración era una brisa helada que penetraban mi piel, traspasaba mi carne y se instalaba en mis huesos; sus labios por fin rozaron mis orejas, eran labios suaves y parecían quemar las hebras de mis cabellos.Con una de sus manos toco mi mejilla secando una lagrima, que yo no había notado salía de mis parpados, y me dijo al oído.-          Guárdalas por que te haré sufrir.Sin quitarme los ojos de encima se alejo de mí, abrió la puerta y desapareció detrás de ella. Cuando el efecto hipnotizante abandono mi cuerpo me senté en el sofá y comencé a analizar lo sucedido, por un momento pensé que había muerto. ¿Por qué vino? De seguro me llego la hora, en cualquier momento podría volver a llevarme al descanso eterno y si es así ¿Por qué no me llevo con él de una buena vez? En ese instante un leve sonido se dibujaba en mis oídos, era como un zumbido, no, era como un timbre. Al salir del trance en el que todos estos pensamientos me ahogaron, me di cuenta que era el teléfono que sonaba. Me levante rápidamente tome la bocina y escuche del otro lado una voz familiar que me decía:-          Querida, tu madre ha muerto.

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