• Leandro
Leandro
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  • País: Argentina
 
 A Dios miré y dije:Soy la soledad misma. Nada me importa que no sean los placeres prohibidos. Le dije que sacrificaría mi vida, la dejaría hundir en las penas mas profundas. Tu misericordia es hipócrita ante mis ojos. Seré otro cadáver dejando pasar los días, caminando por inercia sin caminos que seguir. Moviendo ligeramente los labios sin palabras que decir. Con un trozo de carbón en las manos, aquel que solía ser mi corazón, escribiendo poemas amargos para un espíritu aun mas amargo. Con los ojos vacíos tan muertos como mis días, tan fríos como mis manos.   A Dios miro y digo: Soy la soledad misma. Descalzos y heridos mis pies caí de rodillas ante mis poemas. Sacrifiqué mi vida en vano. Me hundí en profundas amarguras. Y no soltaste mi mano. Fui un cadáver deambulando sin camino Sin labios que mover y mil palabras sin pronunciar. Mi corazón es un mar de profundas cuencas Y yo navego sin compañía dejando que las corrientes me empujen.   Corrientes de penas llévenme lejos que las tempestades no tardan en alcanzarme. Y tus entrañas, corazón, me llaman me ofrecen un último trago de penas y la tentación es grande. Y ahora de rodillas te pido Dios que no sueltes esta mano cadavérica porque me tientan esas profundidades y temo dejarme envolver por ellas. Y un poema amargo masque muere en mis manos.  
De poemas amargos
Autor: Leandro  568 Lecturas
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    Cada persona es un mundo digno de ser recorrido, el tuyo lo he visto, he visto valles y montañas llanuras inmensas de un verde vivo, he vistos mares y océanos calmos aunque también furiosos y amenazantes. También vi desiertos implacables, hechos de arena y fuego, de roca y huesos. Y he visto enormes aves planear con libertad entre las nubes y hasta al ras del suelo, sin llegar a tocarlo. Pero solo lo he visto. No he sentido la brisa q da forma a tus valles y de la cual me han susurrado los sauces. No he alcanzado tus nubes ni me he sumergido en tus océanos. No he soportado tus tempestades, ni tus flores me han acariciado con sus fragancias. No he muerto de sed en tus ardientes desiertos ni vuelto a nacer en tus inalcanzables oasis. Solamente lo he visto y lo he soñado, pero es tan bello y tan lejano.
Mundo lejano
Autor: Leandro  594 Lecturas
"De los cielos el hijo de Dios vendrá y aliviará nuestros sufrimientos. Se sentará en nuestra mesa y nos enseñará a partir el pan y beber su sangre", me dijo la vieja ya sin aliento y con las pupilas demasiado desgastadas como para ver los nubarrones de mañana que van asomando por el horizonte.   "El Mesías caminará entre cuerpos putrefactos, caminará por desiertos donde la misericordia no era mas que otro espejismo y caminará con frialdad por entre la nada y el todo sin extender su mano a los sufridos del suelo que aun conservan calor en el vientre. Se dará cuenta que ha llegado tarde y seguirá caminando", me decía un desconocido desesperanzado que cartoneaba por los andenes.   "No existe el mesías, el hombre domina la tierra y las estrellas comparten su dominio con la luna, el sol y las nubes. Acá abajo es nuestra jungla, donde los carnívoros acechan a las manadas y compiten por quien come más", esto decía el león viejo del zoo de mi ciudad. Hace rato no escucho su rugido de madrugada, que será de él.   "¿Seguiremos esperando el fruto único y divino que algún día caerá en nuestras manos y calmará nuestra hambruna, al menos un rato, o sembraremos las semillas de viejos frutos extintos y cosecharemos nuestros propios frutos para jamás volver a pasar hambre?", me lo decía Cristo en un sueño, demasiado adolorido y cansado arrastrando su barba larga y gris, cargando con una cruz ajena en la cual todavía seguía clavado.   "Hay cientos de Perones, Evitas, Guevaras, Sanmartines. Todos están acá, en nuestro suelo, solamente hay que permitirles brotar, ayudarles a crecer. Si lo hacemos va a llegar ese día, el de la cosecha, cuando nuestro orgullo se enalce por encima de los lacayos de los más poderosos y los mire a estos a la cara, esa sin forma definida y opaca, y mostremos la grandeza de un pueblo verdadero, de un pueblo libre", decía un loquito del borda que ya no hacía castillos en el aire pero se conformaba con pequeñas ilusiones que nadie mas veía.  
De mesías y sufridos
Autor: Leandro  770 Lecturas
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  Buscador de la libertad porq andas solo, pateando piedras. Explorando lugares tan lejanos e inhóspitos, comiendo semillas y raíces por el camino. Vas por caminos desconocidos sin descanso buscando aquel viejo latido q te llama, que te habla de libertad. Caminante sin cadenas, porqué no llevas compañía. Hay muchos infelices esclavos aun. Son esos que viste a la par del sendero, los que regaban plantíos con sus sudores y sus lágrimas. Esos que dejaban pequeñas huellas en el barro y que tenían las manos lastimadas,  aunque no mas q sus espiritus. Sino aquellos otros que llevaban pesadas cargas, cargas que te aseguro que no eran suyas. Soñador sin horizonte, seguro alguna vez soñaste volar, alguna ves soñaste levantarte por encima del mundo. Arrancarles a las nubes sus gotas y acariciar el rostro a la luna. Seguro alguna vez pusiste tus manos en el suelo y sentiste aquel latido que te llamaba. Pero caminante, amigo mío porqué caminas solo un camino tan largo. No ves la belleza de las hojas de otoño, como caen dejando su vida verde atrás, aceptando su muerte, dejándose consumir por su destino. Esa es la muerte y es la vida también, más no mueren solas jamas. Las manos lastimadas necesitan sicatrizar, ellas tambien quieren acariciar tus nubes. Aquel hombre ya no puede llevar esa carga, es carga ajena, amigo mío no debe llevarla. Caminante que sueñas con estrellas, porqué no extiendes tu mano solitaria, la mezquindad no es propia de humanos mas si de hombres ciegos. Comparte la libertad que llevas en tus bolsillos, aunque no sean mas que pelusas,  es suficiente libertad. Vuelca tu mirada hacia la orilla de tu sendero, vas a ver tantos infelices esclavos. No dejes que tus huellas solitarias se pierdan solas, dales compañía. Qué es la libertad sin compañía, qué sentido tendrían las estrellas sin su brillo. Un soñador de sueños oscuros, eso no es libertad amigo mío, sino simple y profunda soledad. 
Libertad
Autor: Leandro  620 Lecturas

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