• Kim Bertran Canut
Kim Bertran Canut
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Ayer anduve por tu barrio, di patadas a las piedras y latas vacías de las callejuelas estrechitas, conocí la iglesia demolida por los “rojos” en la guerra civil española, vi críos sin escuelas, esnifando pegamento en bolsas, envueltas en papel de regalo. Por entre la arena y la hierba iban y venían, bicicletas “maquis” de colores tristes, sobre el polvo húmedo de la lluvia ácida del amanecer, abuelas enfermas de Chernobil rezando a vírgenes comunistas, vestidas de generales nacionalsocialistas alemanas…en este pueblo tuyo, visité las arterias de Vietnam, Corea, Irak, Afganistán… Crecían por doquier albañiles edificando muros…éstos separaban tu mundo del mío. Las flores sesgadas en  los áridos campos de internamiento marchitaban, mis recuerdos electrocutados por camisas de fuerza y fusilamientos de la razón, saludé al sol con la amputación de mi brazo ¿recuerdas las minas en el sembrado de alambre de espino? Sí, también lo crucé jugando al escondite Inglés…El cielo estaba ensangrentado, creo que habían degollado  las blancas nubes con formas de ovejitas…tan rojo estaba el territorio, que por un momento vislumbré el carmín de tus labios besando la aurora de los sentimientos, y el pétalo de rosa carmesí, aplastado, entre las páginas beige de “El corazón de las tinieblas” Ah…el horror, el horror…
Grandes músicos tocan en un funeral de nueva Orleans, en el cementerio de ST Louis…Fusionan ritmos africanos y cantos espirituales negros.  Las barcazas cruzan el Mississippi (donde se juntan todas las aguas) Huckleberry Finn duerme en la cabaña del árbol y “un tranvía llamado deseo” atraviesa las calles y los campos cercanos a las plantaciones de caña de azúcar, tabaco y algodón…  T.S. Eliot bautizó al río en su poema “El rescate árido.”: “No sé mucho de dioses, pero creo que el río es un dios pardo y fuerte, hosco, intratable, indómito, paciente hasta cierto punto…” Los lugareños están de fiesta, es Mardi Gras (Carnaval) y ya terminaron su jornada de explotación laboral. Acuden a bailar y cantar por las calles. Se oye música de Jazz, Blues, Gospel, Soul, Rhitmandblues y otros mestizajes. Con el alcohol llegan las borracheras y las reyertas. Los hombres pelean por las chicas indígenas y la Reina mulata del Vudú toma Bourbon y predice futuros tsunamis…Louis Armstrong sopla a la trompeta y la voz de Billie Holiday le acompaña…siempre con los “frutos extraños” colgando de los árboles (Hombres negros colgados por miembros del Ku Klux Klan) A pesar de la abolición de la esclavitud, conquistada por Abraham Lincoln en la guerra de Secesión, las leyes del régimen de Jim Crow, propugnan la segregación racial con el lema «separados pero iguales» en escuelas, transporte, baños y restaurantes públicos existen fuentes de agua potable para los blancos y para los negros. El ejército estadounidense también fue segregado.  Los nativos encienden fuego para hablar con sus ancestros.  El niño emigrado, comprado en áfrica, aplica el betún y con el trapo y las ganas de obtener medio dólar confederado, lustra las botas, Unas botas viejas olvidadas en la cuneta, sucias de barro del sur, de diplomáticos obesos, con sus puros habanos, colgando (eternamente) de sus grasientos y repugnantes hocicos con restos del desayuno de la mañana.  Existe una imagen del sueño americano, la gran mentira del norte…Ella, una chiquilla achocolatada, nos mira sentada en una silla de paja, sus hermanos, al lado del carro de papá. Es la época de la segregación racial, los niños juegan con armas. Los ricos blancos golpean con su indiferencia y odio a los esclavos negros…muñecas blancas, muñecas negras.  La campesina esconde la cara con las manos, no quiere descifrar su dolor…se arrastra y huye, con ella se lleva el sufrimiento. Y las octavillas de queja que planeaban por la calle de las luces rojas, la gente no las lee, tiene miedo al “gran cerdo capitalista”. Malcom X muestra un periódico donde los policías de los angeles apalean sin miramientos a chicos afroamericanos... Gordon Parks, el fotógrafo negro, activista en defensa de sus hermanos. Nos enseña el dolor y el llanto de la impotencia y la injusticia social hacia una raza que pide igualdad y libertad. Martin Luther King confesó: ‘yo tengo un sueño… ¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Pero lejos de cumplirse, la intransigencia emerge como humo sobre la tierra húmeda, y en su resquebradizo raciocinio, existen nubes recluidas y cielos cautivos…  Negros, blancos, esclavos, razas, desigualdad, enfermos, delirios sociales, discriminación, pobreza, intolerancia, odio al extranjero, castas, repudias sexuales, fobias, fanatismos religiosos…En los campos cantaban a modo de protesta contra el amo blanco:  "No más migajas de maíz para mí, no más, no más, No más latigazos del amo para mí, no más no más..."
Durante una larga temporada estuve recluido en una casa de reposo, allí en la “Sala número seis” de Antón P. Chéjov. Compartí celda, comedor y patio con Iván Dmítrich Gromov…No es muy agradable cerciorarse de que afuera, han quedado los orates. Esos personajillos que van a un puesto de trabajo a que les exploten. Que  baten su honor en duelo por jóvenes damiselas y delinquen por tierras, propiedades y  dinero, ese vil metal que  corroe la substancia y paraliza la evolución del fruto del espíritu benigno. Viví con calma en el hospital mental. Pude pensar y escribir algunas tesis sobre la enajenada sociedad capitalista. Cuando por fin salí, una tarde lluviosa y gris, anduve por las calles sucias y macilentas del viejo barrio portuario de Barcelona. Esas callejuelas con resonancias de las últimas guerras que padecen el frío de las victimas engañadas. De los golpes y tropiezos, contradicciones y descubrimientos de crudezas veladas. Entre todas, elegí una pensión regida y alternada por  meretrices, era muy barata y humilde, con una habitación austera y miserable. Era sin embargo, todo lo que necesitaba: un pequeño camastro y una mesita de madera, llena de quemaduras de cigarrillo. Una lamparita con una bombilla fundida y baldosas de cerámica catalana, algunas rotas, muchas sueltas sin yeso y al pisar sobre ellas bailaban al compás del hambre y los retortijones en el estómago. Solía comprar una barrita de pan con cornezuelo espiritual,  una porción de queso y vino tinto…y así pasaban los días y las noches y no dejaba de lloviznar a este lado de la ciudad.
Este pueblito añorado de tantas infancias, con sus calles despeñadas al abismo, arañadas de hambres de alguna posguerra. Casas de madera y piedra con porches coloniales. Hombres oscuros acechando la negritud de pasadas (y también actuales) épocas de oscurantismo. Clérigos, ministros de contrabando, traficando, con las almas de incultos aldeanos que rezaban por sus pecados, impuestos por la fuerza y la opresión. Pueblito construido sobre los escombros de una cruenta lucha civil. La escuela, bombardeada por ignorantes detonaciones de barbarie, para no tener que dar lección, de los principios de las realidades universales de la existencia. Iglesia y alcaldía, engalanadas de oropeles y mármoles jerárquicos. Los chiquillos, desheredados, jugaban con casquillos de metralla, aros y canicas, con los pies descalzos y las caritas manchadas de chocolatinas y barro en las rodillas ensangrentadas…salpicados de supervivencias de un presente que no aspiraba a más. Miraban la estrella antes de que prendiera la madrugada y se entintara el cielo de carmesí, anunciando como cada primavera, la llegada de los cíngaros en sus carromatos, tirados por jamelgos…Llegaba la feria y la farándula y con ella el olvido, mudaba las penalidades por unos días de júbilo y distracción.
Es un día soleado y sudado, agosto años 60…has bebido tu cerveza con grosella en la cantina del camino, allí los hombres beben y hablan de deportes y finanzas, tipos duros con sus cicatrices y revólveres acechando, los naipes sobre la mesa, unos  juegan al billar…todos han apostado por Luigi, “el bolas”(es el rey de la bolera) El portero del local con los puños golpeó a la mala suerte y el que malgastó, recibió su merecido…allí tirado sobre el polvo de la explanada. El paisaje, diríase pintado por Edward Hopper, es yermo y desértico…Aquí todos detienen sus vehículos para refrescar el gaznate, llenar el depósito de combustible y quizá atrapar unos billetes al destino, si éste se acerca. Ya se oculta la luz de la faz quebrantada y asoma una Luna gigantesca que baña el barro seco hasta llegar al horizonte y una sombra solitaria, acompaña a las serpientes y escorpiones que silban sus canciones salvajes. La soledad de unas vías muertas, una mina abandonada, las piedras que tiras a las botellas, sin acertar a ninguna…el hastío del paso lento del tiempo, la crudeza de la existencia, y la oscura roca, junto a los cactus alucinógenos, te hacen cavilar en lo que te aguarda, en ese futuro incierto en la ciudad del deshielo. Sanguinario viaje sin alma que has decidido postergar a un clima más salubre. Te quitas el sombrero y  rascas la mente, rebuscando lucidez…pero sabes que es tarde para ti, hoy has ganado demasiado caudal en la timba… Para una vez que saco algo, piensas. Oyes como se abren las puertas traseras de la taberna, cuatro o cinco individuos salen, ebrios de excitación, exhibiendo bates de béisbol y cuchillos afilados por una enorme rueda de piedra de arenisca…vienen hacia tí, con insultos de tramposo, fullero y estafador, por no citar a tu madre…te colocas bien el sombrero y te giras, dando unos pasos vacilantes…ves el cartel sobre la puerta donde describe el nombre de este antro “El infierno del forastero” y sonríes, encendiendo un cigarrillo, marchando hacia ellos…
  Recuerdo al bajar del avión, el golpe denso de la calima en la cara, aquel clima abrupto me fulminó a fogonazos…el desierto oscureciendo, los cielos sangrando y el malecón atiborrado de ojos, observándome, bizqueando con curiosidad, personajes singulares de distintas castas, tatuajes y clases sociales, se congregaban allí solo para estudiarme y solazar su bostezo de jornadas simples y silenciosas. Aquellas gentes pretendían huir de la monotonía y el hastío, viendo desfilar a extraños y desconocidos viajeros que, llegaban del aeropuerto, y cultivando posibles enigmas de interés en las existencias de éstos, ingeniaban fantasías sin conocer sus realidades. Malcom, el anciano guía vino a mi encuentro, obligándome, a desviar la panorámica, de una niña joven continental que pintaba en un lienzo mi pensamiento…eran colores grises, entelequias sin oasis…dibujó mi ánimo y yo le sonreí con cierta fascinación y condescendencia… Caminamos unas horas hasta llegar a una gran tienda de campaña, ésta sería nuestro hogar durante las semanas que durase el exilio, que me había traido hasta estos extraños parajes, lejos de la civilización.  Cansados, Malcom y yo nos derrumbamos en unas dormilonas de redecilla, el calor, el viaje y lo andado me subyugaron al hechizo del sueño, no tardé en atravesar las puertas de la percepción y mis pasos interiores marcharon tras la huella de la joven artista…Ella seguía con sus pinceles, junto a un mar de aguas bravas, trazó un horizonte lejano y le pregunté ¿Podré llegar hasta él? Ella cerró sus ojos y susurró al viento…es una perspectiva onírica, le ayudará a desposeer la zozobra y la congoja que le afligen, su bajel navegará en calma, sin turbaciones ni cantos de sirena y conseguirá llegar hasta la orilla de la reflexión y el entendimiento. A continuación la quietud  avivó el alma que facturaba excesivo bagaje en el tiempo, sentí ligero mi espíritu y miré a la muchacha… Hermosa chiquilla ¿cómo logras aligerar mis enquistadas magulladuras? acarreo ciclos de ostracismo y persecución hacia mi persona…razono que de nuevo mi corazón torna a palpitar con medida uniforme y sé que tus bosquejos me serenan ¿Qué prodigio es éste? Señor, conozco los colores de conciliación que tánta falta le hacen, no hice más que dibujar en su sueño…garabatear, bocetar sus ilusiones y necesidades internas y exhalar mi aura depuradora que en esta tierra le custodiará eternamente… Estoy seguro de que no alcancé a despertar jamás…y ahora mismo me hallo en etéreo vagabundear entre los óleos y pinceles de aquella niña prodigiosa que sigue pintando mi verdad en su lienzo, mis auténticos matices de la existencia. Febrero 2015.

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