• Claudia Patricia Arbeláez Henao
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  • País: Colombia
 
Allá van corriendotras la estela de humo que se dibuja en el cielo, quieren encontrar el origendel pueblo del que les han hablado.Las ruinas quedan atrás, la tierra prometida huele a pasto y leña, el olor del anís errante secuelga del viento y los persigue.No hay que prolongar esta espera, surge en ellos la ilusión de la libertad y corren escapando delcemento, piel de asfalto que los habita.Cruzan ciénagas, lagunas, mares, montañas, nevados, polos, han vagado tanto en los últimostiempos.  Se dice que han envejecido unpoco, tienen el cabello blanco y siguen cantando.Los peñascos se han abierto a su paso, los pájaros han guiado sus sueños, la madreselva los ha visto desnudo, el bosque los ha arropado algunas noches, el océano los habañado y los ríos han calmado su agonía.Después de tantasbúsquedas piensan  que es precisoregresar al hogar. TOMADO DE: sueños para un buen dormir.
NIÑEZEn lo alto de la cascada brotan plumas de oro, bajan libres ondeándose entrecruzadaspor los rayos del sol.Infinitas descansan sobre la rivera.Sus ojos de niño lo han visto todo desde aquella tarde.  La hora está dada, escapa de su rancho para ver caer la lluvia dorada y florecer estelas de diamantes que chispean sobre lasaguas.El riachuelo se hace espejo, brillos serenan los manantiales y se clavan en loancho del mar. Sabe que en algún lugar otro ser como el, visita cascadas, ríosy océanos.Cuando la tarde se apaga corre el potro salvaje y sus manos infantiles recogen lashojas amarillas que como racimos de uvas cayeron desde el cielo.No pierde la fe, a veces piensa que son migajas de oro que escapan de lo alto paraenriquecer sus días pueriles.  De cualquier manera espera no crecer lo suficiente como para olvidar sus tempranos sueños.tomado de: sueños para un buen dormir
En su pequeño vientre se acomodaba la figura de un tenuevegetal;  por tiempos había acunado serescubiertos de piel y restos de cielo, dando a luz seres de una biologíaperfecta:hombres ymujeres de diferentes soles, colores y dolores y con ellos había poblado laesfera.  Pero ya era hora de perpetuarsecruzando los cimientos de géneros que no fueran tan humanos y gracias a suinfinito amor por el mundo, por la naturaleza y las cosas, pudo fecundarespecies nativas del firmamento, de la tierra y el mar profundo.  Su figura de madrevenía poblada de raíces, semillas y frutos y daba a luz grandes jardines, boquesy selvas, inadvirtiendo su pérdida en el mismo mundo que había creado paraverter su inmortalidad y poder colmar a la tierra con sus hijos de tallos ymelenas, a los que alimentaba con la savia que brotaba de sus senos.Quiso concebirfiguras que se desplazan por el aire y el océano, con las alas y las ganas deinfiltrarse en un imperio desposeído de malezas y amarguras; fue entonces comodio a luz nuevamente, pero esta vez ceremoniando las inagotables posibilidadesdel reino animal.  Los dotó de sentidos,cantos, colores, sonidos, corazón y formas.Aves de todas lasalturas, estampas que volando parecen mariposas se paseaban a lo largo y anchodel cielo.  Peces de incalculablesbrillos atravesaban las serenas y tormentosas aguas; potros cervatillos,venados, todos ellos libres se tomaban el mundo.  Diminutos insectos, seres de las altasmontañas, valles y polos, se vestían de tierra.Su cuerpo de madresuperó a la tierra y a la naturaleza, los hombres hablaron por mucho tiempo desu magia, pero el amor y la fuerza no la hicieron infinita, su muerte no pudodetener, su deber era partir y nuevos universos poblar.Esta es la historiade un hombre que soñaba ser madre.
En su pequeño vientre se acomodaba la figura de un tenuevegetal;  por tiempos había acunado serescubiertos de piel y restos de cielo, dando a luz seres de una biologíaperfecta:hombres ymujeres de diferentes soles, colores y dolores y con ellos había poblado laesfera.  Pero ya era hora de perpetuarsecruzando los cimientos de géneros que no fueran tan humanos y gracias a suinfinito amor por el mundo, por la naturaleza y las cosas, pudo fecundarespecies nativas del firmamento, de la tierra y el mar profundo.  Su figura de madrevenía poblada de raíces, semillas y frutos y daba a luz grandes jardines, boquesy selvas, inadvirtiendo su pérdida en el mismo mundo que había creado paraverter su inmortalidad y poder colmar a la tierra con sus hijos de tallos ymelenas, a los que alimentaba con la savia que brotaba de sus senos.Quiso concebirfiguras que se desplazan por el aire y el océano, con las alas y las ganas deinfiltrarse en un imperio desposeído de malezas y amarguras; fue entonces comodio a luz nuevamente, pero esta vez ceremoniando las inagotables posibilidadesdel reino animal.  Los dotó de sentidos,cantos, colores, sonidos, corazón y formas.Aves de todas lasalturas, estampas que volando parecen mariposas se paseaban a lo largo y anchodel cielo.  Peces de incalculablesbrillos atravesaban las serenas y tormentosas aguas; potros cervatillos,venados, todos ellos libres se tomaban el mundo.  Diminutos insectos, seres de las altasmontañas, valles y polos, se vestían de tierra.Su cuerpo de madresuperó a la tierra y a la naturaleza, los hombres hablaron por mucho tiempo desu magia, pero el amor y la fuerza no la hicieron infinita, su muerte no pudodetener, su deber era partir y nuevos universos poblar.Esta es la historiade un hombre que soñaba ser madre.
La niña esta en eljardín oyendo cómo hablan las flores y las historias que cuentan.Todos los días muytemprano la pequeña se anida en el árbol madre, lo trepa y abraza para verdesde allí el juego de las aves, el reverdecimiento de los pastos y la danzadel viento, como le enseñó su abuelo años atrás.De repente, todosjuntos descubren el despliegue sorpresivo y los actos de la naturaleza.  La niña se detiene bajo el encanto de unafruta redonda, dulce y suave; fruta otras veces prohibida que se abre de par enpar.Las flores seaquietan, los pájaros callan, el viento se detiene, las mariposas buscanreposo, las abejas olvidan el panal y los demás acuden al llamado del silencio.Observan cómo lamanzana verde da a luz un colibrí, nacimiento jamás imaginado.  El nuevo ser sale lentamente, extiende susalas, se eleva y va en busca de la flor más joven, de donde toma el preciadonéctar, vuela luego hacia la hoja que guarda el rocío y se baña.  Los espectadores siguen sorprendidos guardanel preciado silencio y la mayor cordura.Presos de la magia,siguen observando cómo el colibrí deposita una nueva semilla en las entrañas dela fruta, manzana verde que se va cerrando.La próxima vez talvez de a luz, un pez o un gato blanco.TOMADO DE: SUEÑOS PARA UN BUEN DORMIR                           
SUEÑO DEAGOSTOTenía una casagrande y bella, las paredes eran acuarios de diferentes azules y verdes, entreellos una gran ventana que se abría ante la fría ciudad.  Al lado derecho de la cama descansaba unpequeño mar; cientos de plantas colgaban del techo y se enredaban entreobjetos, macetas y cristales.Llevaba una vidatranquila, sin precipitaciones y desengaños, sólo una imagen volaba entre losseres incrédulos que pasaban por allí. Durante el día, el vientre de la mujer crecía de una forma desbordante yquienes escudriñaban tras las puertas semiabiertas, descubrían al anochecer elmismo vientre totalmente liso.Nadie podía explicarel mundo fecundo de aquella extraña mujer y cada día crecían las dudas entrelos habitantes de la ciudad, mientras tanto, ella, la de largos y rizadoscabellos, limpiaba la casa, caía agua de más y las baldosas parecían ríos.El vientre de tantasdudas crecía con la luz del sol y se ocultaba al llegar la noche.  Se hacía estrella como el de cualquier madrey desfallecía en medio de la oscuridad siempre que daba a luz.Así vivió hasta lamuerte, día en el cual, niños, hombres y mujeres, en medio del asombrodescubrieron un hermoso delfín que jugaba en aquella, su casa y dicen que lamujer era su madre.  De día lo acomodabaen su cuerpo esbelto para protegerlo y al anochecer, paría sin dolor para quehabitara las aguas.Ha pasado algúntiempo, algunos dicen que de día el delfín tiene un gran vientre y cuandollegan las horas de las tinieblas, el mismo vientre desfallece.
              Al principio ellaera el eje del mundo, vivía en las alturas y aún no era nada, no era nadie, norespiraba, no reía, sus párpados permanecían cerrados y desde lo hondo vigilabasin descanso.  Nunca dormía, era pálidapero llena de vida... ella era la vida.  Un día se cansó detanto silencio y quiso reposar sobre la nada, poco a poco y gracias al soploque brotaba de sí, abrió lentamente sus ojos. Habían pasado muchos tiempos y muchas épocas.  Al despertar descubrió que todo había sido unsueño y quiso seguir soñando, no dudó en repetir la hazaña.  Sin saber cómo,comenzó a ver seres animados en su cabeza y esto la deslumbró, estabaacostumbrada a ver solo y hacia adentro, un ancho paraje, ni siquiera seconocía a sí misma... pues estaba sola.De pronto sus horasde sueño eran más largas y asombrosamente de su cabeza, tomaban vida lasimágenes y comenzó a poblar el mundo.  Asífue como conoció la felicidad.  Queríadormir y soñar de nuevo dando a luz extensas montañas, océanos, valles, niños,mujeres, hombres y solo despertaba para vigilar un poco, pero luego seguíadurmiendo y se iba y se internaba y volaba y volvía.Nadie sabe, nadiesupone, se conoce su vida y se ignora su muerte, tal vez aún anda entrenosotros haciéndose tierra. tomado de SUEÑOS PARA UN BUEN DORMIR
Y si fueras pintor? -Preguntó ella.Pintaría un amanecer con el color de tu cabello.  -Dijo el hombre a través del teléfono.
Soñó que nevaba. Hojas multicolores caían del cielo, pero al tocar la hierba se hacían diminutas bolas de nieve.El círculo dorado se peinaba los cabellos dejando caer innumerables hilos que acarciaban los tallos floridos de aquel breve tiempo, mientras se cubrán con el manto que el señor de los inviernos bordaba después del otoño.El pastor cocía cintas azules que luego acomodaba de una forma sutil en el cuello de sus ovejas para no confundirlas con la nieve.  En verano las cintas eran amarillas; ovejas y cintas para cada época.La pastoril sonrisa se enredaba en el color del viento, el hombre se sentaba junto al rebaño a cantar viejas y nuevas canciones, arrullando una estación que sólo existía en su memoria.

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