• Baal El Cainita
Baal El Cainita
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Quiero vivir a tu lado.Quiero pertenecerte,que tú me pertenezcas.Quiero amanecer contigoy ver tu cara al despertar.No me importaría que no te arreglaras,de todos modos luces hermosa.Quiero recorrer todo tu cuerpo.Quiero besar cada rincón.Ser un pintor de tu belleza.Crear una acuarela de amory darle un nuevo estilo a tu piel.No conformarme con mirarte,sentir no sólo tus labios,sino también tu corazón.Juntar mi alma a la tuya.Dormir sintiéndome seguroo velar tus sueños por las noches.Quiero arrebatarte de Morfeopara refugiarte en mis brazos.Escuchar tu voz en mi oídodiciéndome que me amas.Quiero grabar tu sonrisay plasmarla en el lienzo de mi mente.Quiero amarte sin reparoy que tú me ames igual.Más no he de lograr nada contigo,pues alguien llegó antes a tu vida.Tú lo amas, yo lo se bien,y él a ti te adora.Por eso te miro desde lejossoñando con tu pasión yentendiendo que lo que más quieroes no morir por tu amor.
Quiero
Autor: Baal El Cainita  1258 Lecturas
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Tú eres la muerte de mis miedos, la noche que me cubre con su abrazo. La obscuridad que mis abismos imploran. Tu cabellera es como un sol que explotara en su estertor final bañando de fuego mi espíritu. Tus ojos son como la luna llena que perfila ardiente en la noche fría. Tu piel aparece tan blanca a mi vista como el espíritu fantasmal de un niño. Te necesito con todas mis fuerzas; como el cuervo a la mandrágora. Te necesito como las rosas negras a la sangre que les da belleza. Mis tinieblas gritan tu nombre y conmueven las vigas de la creación al gritar a los abismos que TE AMO. Ven y acepta las tinieblas que te ofrezco junto a mi corazón necrológico. No me niegues tu amor obscuro, no soportaría que me faltaras. Si acaso nunca pudiera pertenecerte y no viera amor obscuro en tus ojos, que el velo carmesí de la sangre me cubra y me consuma eternamente. Si jamás me encuentro en tus brazos que los Vampiros Abismales beban de mí, que se alimenten con mis entrañas si no nos podemos amar mutuamente. Acepta la necesidad que tengo de ti y recíbeme como ofrenda a tu obscuridad. Deja que mi amor obscuro cubra tu alma, mi manto carnal tu cuerpo entero y mi esencia nocturna tus labios. TE AMO, MI DIOSA OBSCURA.Sabes que es para ti. No olvides que te amo.
La noche invadía mi espíritu,me resultaba imposible vermás allá de mi mismo.Eso era antes de conocerte,de que llenaras de luz mi alma.Me enseñaste lo que es el amor.Me enseñaste a confiar.Me has demostrado a cada segundoque la noche no solo es temor;que estar a tu lado es soñar.Que un único abrazo tuyo puedeser más valioso que la eternidad.Gracias amor; me has enseñadoa vivir cada día al máximo.Por fin se lo valioso que estener algo por lo cual suspirar.Quiero que me permitasvivir por siempre a tu lado;no quiero pensar en un tal vez,quiero que seas mi dueñapara cuidar por tu alma.Ser tu hombro para llorarpero hacerte tan dichosaque no necesites hacerlo.Quiero ser tu almohaday hacerte soñar hermosuras.Tan sólo eso deseo amor.Demostrarte que no es mentiraque te amaré hasta la eternidad.Ámame sin reparo cariño,déjame dormir pensando en ti,y sobre todo, niña de mis amores,déjame decirte que ¡TE AMO!
¿Sabes? Hay algo que no he querido confesarte,que mantiene mi pensamiento perdido en el cieloy le hace dar vueltas a mi cabeza día y noche.Cada que te recuerdo o que logro acercarme a ti,me nace el ánimo de escribirte poesía que halagueque eres bella, y que por dentro eres hermosa.Pero por más que intento decidir, elegir cómoexpresarme, no se de que deba hablar primero,ni por dónde iniciar mis mal llamados versos.Podría quizá hablar de tu hechizante cabellera de ángel,contar que quisiera enredarme en ella para poder asíamarrar mis ilusiones de amor a ti para siempre.Diría que entregaría lo que fuera por tomarla entremis manos y sentir que acaricio el sudario más suaveexistente, seguro producto de un toque de lo divino.Si esto fallara podría hablar de tus ojos, esos lindosfuegos ardientes que flotan en medio de tu caray que guían mi camino hacia ti y a la esperanza.Podría relatar la forma en que cada que los veo,perforan mi corazón y mi esencia hasta volvermeesclavo de los deseos que de ellos se desprendan.Pero ni aún así podría escribir en estos versos talcomo quisiera lo que de verdad siente mi almacada que caminas a mi lado o te logro abrazar.Necesitaría para eso entender los designios celestes,necesitaría comprender que es ese calor que unabrazo tuyo transmite, aunque no sea con pasión.Tendría que razonar y experimentar en mi mismopara saber porque una sola sílaba pronunciadapor tus labios me hace vibrar de emoción.Me haría falta conocer los secretos del universopara saber la razón por la que tu sonrisa me dapaz aunque alrededor el mundo sea un caos.Y es que toda tú eres única, eres especial, eresperfecta, ni dios ni mortal jamás podría imaginarnada que se pueda comparar siquiera contigo.Quisiera poder decirte esto cada día, aunque seque jamás acabaría de elogiarte porque cada díatendría una razón más para enamorarme de ti.Quiero tener la oportunidad de entregarte todo loque soy, de hacerte sentir la persona más grandiosaque existe en el universo, al menos en el mío.Yo estaré aquí todos los días, esperando por ti,a que te decidas y me permitas entrar en tu corazón,a que permitas que te adore con todo mi ser.No se lo que fue, si tu cabellera, tus ojos, tu sonrisa,si fue tu voz o tu alma blanca, solo se que no hepodido dejar de verte en cada lado donde voy.Sólo se que eres perfecta, eres lo que siempre hedeseado, y que nunca creí encontrar aquella aquien le podría dedicar mis versos con sinceridad.Quisiera plasmar tu belleza, interior y exterior,no omitir nada, pero no me siento capaz, y esque acaso crees posible que te lo pueda explicar?Dime, dama de mis amores, cómo te lo he deexplicar, si aún no logro siquiera organizar mispensamientos, ni dejarte de soñar, ni de imaginar.No me pidas que te lo explique, mejor deja queme pierda en tu mirada, en tu cabello, en tu alma,deja que tú y yo seamos uno, déjame intentarlo.Y si acaso logro hacerte la más dichosa mujer,entonces déjame quedarme un poco más, quequiero hacerte feliz, y que otra vez puedas amar.   Sabes que es para tí... Y sabes que te amo. Sólo espero que algún día puedas leerlo, que algún día mis páginas lleguen a ti. Eres el motivo de mi respiración.
Eres Tú.
Autor: Baal El Cainita  551 Lecturas
ESTE NO SABIA DONDE PONERLO, PERO ADVIERTO QUE ES REALMENTE FUERTE. POR FAVOR ABSTENERSE MOJIGATOS Y SENSIBLEROS. CRIATURAS DE LAS TINIEBLAS; QUE LO DISFRUTEN.¿Sabes?Ya ha pasado mucho tiempo,podría decir que demasiado.Ya no había visto tu cara,no supe si la habías modificado.Digo, no se trata de ofenderte,pero no a todos por aquíles gusta ver despedazados.Recuerdo que se quemó toda tu tezy las ratas comieron de tu piel.¿Te acuerdas que te lo advertí?Te dije lo que pasaría.Créeme que te comprendo,nunca fuiste buena escuchando;y ahora, gracias a eso,puedes sentir cómo te pudres.La carne se te cae a trozos,no es lepra, eso lo se.¿Recuerdas lo que te dije?El amor no existe en realidad,sólo existe la oscura lujuria.Pero tú no quisiste creerme,preferiste serme infiel.Pensaste que él te amaba;yo te probé que no.Has memoria imbécil,se que recordarás muy bien.Tú estabas ahí, inmovilizada;amarrada, medio ensangrentada.Yo lo hice tomar una decisión.Te había rociado con gasolina.- La quemas o te mueres,tú tienes la decisión- le dije.Aún te duele lo que dijo,se que así es, puta barata.¿Recuerdas lo que dijomientras encendía el fósforo?-¿Qué va? Es una ramera más-.Y así, te consumiste carbonizada.Todo lo que él podía verera sexo, lujuria y poder.Tan sólo quería poseerte.Pero no te preocupes, perra,no sólo cobré venganza contigo.A él le di un tiro en la sieny mastiqué sus entrañas.Después te violé varias vecesy me obsesioné con tu cuerpo;por eso te he mandado llamar.Ahora lárgate, maldita zorra,aquí nadie más te recibirá.Vuelve ya a tu sepulcro,aún queda carne en tus huesosy los gusanos tienen hambre.Además, ya acabé de violarte;al menos por esta noche.Adiós, maldita mujer cadáver.Adiós, pútrido chacal sexual.
Necrofilia.
Autor: Baal El Cainita  680 Lecturas
ABSTENERSE MOJIGATOS Y SENSIBLEROS, QUEDAN ADVERTIDOS QUE EL POEMA ES ALGO FUERTE. CRIATURAS DE LAS TINIEBLAS, QUE LO DISFRUTEN.Ser de alas blancas,criatura de brillo celestial,¿acaso crees que tu bellezaha de salvarte del sufrimiento?Quizá seas de la ideade que tu jerarquía luminosaevitará que mueras.Pues te diré una cosa:tu Dios ya no existe,fue alimento milenariopara los No-Muertos ancestrales.Tus santos cristianoshan sido mutiladosy sus cadáveres putrefactosfueron divididos en mil,esparcidos por el sueloy pisoteados sin parar.Ahora las hienas oscurasSs dan un festín con su piel.Tú te has vuelto un pariaen este mundo de Tinieblas.No importa a dónde vayaso dónde intentes esconderte,al final te encontraré;yo, el enviado de la decadencia,el negador de toda paz.Y cuando te encuentretomaré tus alas de palomoy las arrancaré de raíz.Rasgaré tus blancos hábitosy me volveré un íncuboque te viole 666 veces.Exprimiré tus huesosy beberé tu sangre de rey.Abriré tus entrañasy llevaré tu esencia astralal mundo de la nada.Pero créeme cuando te digoque eso sólo será el principio,porque después te vendráun castigo peor que ese:el tener qué renacercomo una ramera humana.Entonces serás menospreciado.Tu anterior jerarquía angelicalno le importará a los hombres.Te violaran, golpearán y abusarán.Y cuando el dolor sea talque prefieras morir que continuar,la maldad entrará a tu alma,pervertirá tus pensamientos.Y entonces volverás a verme.Te tomaré en mis brazosy te llevaré a tu última muerteen el frío de la Obscuridad;donde todos tus hermanosexisten sin existir jamásesperando tu llegadapara poderse alimentar.
La Casa.Cuando tenía cinco años mi padre me dio la lección más importante de mi vida. La vida no es justa, no tiene qué serlo. Le tienen sin cuidado los deseos que tengas, los anhelos, si hiciste algo, igual te va a patear las bolas hasta que no puedas más. Por eso debes estar preparado para todo.Y éstos dos últimos meses me han demostrado la universalidad de esa ley. No recuerdo cómo empezó, pero para ahora creo que no tiene importancia. Había visto películas donde la gente se ve enferma, agripada, o donde se habla de casos desatados de violencia. Pero las películas se equivocan, Hollywood es una gran mierda, ya lo decía mi padre.En realidad todo empezó con la pérdida de las comunicaciones públicas y la apropiación por parte del ejército. Supongo que no querían que nada se supiera. En su infinita arrogancia, creyeron que podían controlar todo, que no pasaría nada. Sólo comunicaban que los ataques terroristas estaban controlados, pero que había toque de queda. Nadie sabía de qué puñeteros ataques hablaban. En lo que a mí respectaba, todos se podían ir al carajo.Pero luego de repente un día cayó la comunicación televisada y radiofónica, y con ella a los pocos días, la electricidad. Para entonces algunos hablaban de ataques contra seres humanos, que eran mordidos para luego volverse a atacar a otros humanos, pero nunca se cree en ese tipo de cuentos. Es como decir que alguien ha visto hombres lobos jugando con caperucita, simplemente es de orates. Sin embargo eran verdad. Todos hemos visto alguna película de muertos vivientes, pero la realidad es mucho más aterradora. Yo supe que era verdad una semana después que los ataques comenzaron. Volvía una noche del trabajo con mi chica, una hermosa rubia con curvas de miedo. Al dar vuelta a la esquina, una cuadra antes de mi casa, sentí cómo una mano me jalaba hasta llevarme al suelo. Lo siguiente que recuerdo son las tripas de mi chica desparramadas por el suelo y a un infesto imbécil saco de pus lamiendo del suelo. Era verdaderamente repugnante. Mi chica ya no gritaba, fueron segundos los que tardó en morir, y otro imbécil se esforzaba por alcanzarme. Como pude me deshice de él y corrí a refugiarme en casa, con un montón de ellos pisándome los talones.De eso ya tiene un mes y tres semanas. Dos meses desde que iniciara lo que todos llaman el Apocalipsis, y yo llamo mi infierno personal. Me refugié en casa con la esperanza de que todo pasara, pero ya ven las películas, nunca pasa, sólo empeora. Por suerte seguí las reglas de mi padre. Mi casa estaba bien surtida de alimentos, armas e incluso baterías, agua embotellada, galones para bañarme e incluso libros con los cuales entretenerme. Él no esperaba una infestación masiva de Necrófagos, pero sí un terremoto, golpe de estado, etc. Sabía que en una situación así no sólo debes contar con víveres, sino también con armas y los cojones para usarlas. El problema aquí es que mis provisiones, como lo recomiendan los especialistas, eran sólo para dos semanas quizá tres racionándolas, y llevo mes y medio en casa.Pero estaba relatando cómo es que toda mi vida se fue a la mierda. Cuando me encerré en casa, aquellos estúpidos pedazos de carne descompuesta comenzaron a golpear mi portón. Querían derribarlo, de verdad querían un pedazo de mí. Como pude, en mi acojonado estado, perdonarán la expresión, corrí tras unos troncos, grandes troncos, a mi jardín, que esperaban poder ser usados como leña más adelante. Los apilé y corrí al interior de la casa rogando a todos los dioses y santos habidos y por haber que esos putos horrores no tuvieran la genial idea de saltar el muro que separaba mi hogar de la calle. Por suerte eran tan idiotas que no atinaron a hacer otra cosa que seguir golpeando.Ya en el interior lo primero que hice fue prender la televisión. Quería saber si por primera vez desde que la caja idiota se inventó, transmitían algo que valiera la pena verse. Quizá algo sobre lo que pasaba afuera.Nada.Si, simplemente seguían con su mensaje de seguridad y su intento de tranquilizar a todo mundo. El jodido mundo se estaba yendo al diablo y el gobierno sólo nos decía que todo estaba bien y que nos quedáramos calmaditos esperando ser el siguiente plato en el menú zombie. Porque eso eran, zombies. Había visto mucho cine, mucha serie de tv e incluso mucho pinche disfraz en Halloween. Sí, eran zombies, y estaban pegando en mi puerta como si el universo fuera sólo eso. Tenía miedo, mucho miedo, estaba hasta la madre de terror. Quise llorar, sabía que no podía salir y mi familia estaba a media ciudad de distancia. Pensé en ir por ellas, pero sabía que estaba sitiado.El teléfono. Eso era, podía marcar el teléfono y avisarle a la policía, a mi familia y a toda la ciudad si así me sentía seguro. Levanté el auricular, aunque con miedo de que no hubiera línea. La había. Marqué el número de casa de mi familia. Pude marcar primero a la policía, pero me importaba más asegurar el bienestar de los míos. El que no me entienda es porque tiene muy poca madre. Yo sí tenía, y quería asegurarme de que estaba bien. Sonó una, dos veces, tres, pero nadie contestó. O bien no estaban en casa, o ya nadie podía contestar. Colgué y marqué a la policía, pero una grabadora me desilusionó.Caí en la cuenta de que nadie vendría por mí, ahora era sólo yo y nada más yo. Me dieron ganas de vomitar y por costumbre corrí al jardín de enfrente. Quería vomitar en un lugar que no apestara la casa. Mientras el desayuno, la comida, la cena y la cerveza obscura que ingerí en todo el día salían de mi estómago, los parásitos come carne seguían golpeando, más ruidosamente si cabe.Una vez terminé, la fase traumática había pasado. Razoné que si quería sobrevivir debía ser muy inteligente. Entré en casa e hice todos los preparativos para sobrevivir. Racioné el alimento, poniendo especial énfasis en que durara lo más que pudiera lograr, por si había un rescate no me hallaran rogando por un mísero pedazo de pan. Luego aprovechando la electricidad, sabiendo que si esto seguía no había forma de asegurar el suministro, cargué todas las baterías recargables que pude encontrar, y aproveché el filtro eléctrico de la casa y una doble parrilla eléctrica para potabilizar más agua.Cuando había acabado con todo ello, pasé a lo más acuciante. Saqué mi armamento, una hermosa Remington 750, con mira láser adaptada y acabados de titanio; una Taurus .9 mm, dos Beretta del mismo calibre; una Colt .45mm; dos rifles de asalto ak47; un rifle de asalto m4, de poco alcance pero seguro; dos rifles de asalto m16, para distancias más largas; varias granadas de fragmentación; algunas bombas incendiarias; un par de Ninjatos (espadas ninja) de mi tiempo entrenando; algunas estrellas y todo un set de cuchillos de lanzamiento.Procedí a aceitar, cargar y preparar las armas de fuego, y por dos días me entretuve afilando las punzo cortantes. Cuando hube terminado me sentí mucho mejor. Mi estúpida histeria había pasado. Ahora me sentía seguro, me sentía armado. Podía enfrentarme a lo que sea.Subí al segundo nivel de la casa y desde ahí, binoculares en mano, me dediqué a vigilar mi casa. Todo eran Necrófagos hasta donde la vista alcanzaba. De verdad era una marejada. En verdad el mundo ya se debía haber ido al demonio. Seguí divisando por días, atento a lo que se pudiera escuchar. Un avión, un helicóptero. Incluso colgué un globo de la mitad de mi tamaño en el techo de la casa, con muchos colores y las siglas S. O. S. grabadas en él. Nadie apareció. Nadie, salvo los que eran comidos afuera, llenando de gritos y súplicas de piedad el ambiente. Yo hacía caso sordo, sabía que ahora cada quién estaba por su cuenta. Rescatar a alguien sólo significaba menos provisiones.Pero algo más sucedió. Al tiempo que la soledad y la falta de contacto con el ser humano desaparecía, mi humanidad, contrariamente, comenzó a aflorar. Lo que originalmente había ideado como un armamento para poder escapar, se volvió el último acto piadoso para la gente de afuera, cada vez más cerca de la extinción, aumentando en número la cantidad de No Muertos en la calle.Todo empezó una de las mañanas, no recuerdo cuál. Un niño, de no más de cinco años, corría gritando, intentando alejarse de todo el horror. Antes de que pudiera correr cien metros, uno de ellos lo derribó y le mordió la pantorrilla, arrancando tejido, músculo, tendones. El niño gritaba con horror, suplicando. Yo había visto lo que pasaba. El virus tardaba menos de treinta segundos en hacer efecto, así que antes de ser devorado lo suficiente como para morir totalmente, los Zombies se darían cuenta que ya no era carne pura y le dejarían, para luego verlo levantarse y engrosar sus filas. Así que oyendo los gritos de horror hice lo único benévolo que podía, sabiendo que no podía hacer nada más. Levanté mi fusil y apuntando a la cabeza disparé.Sus sesos explotaron con la bala como si fuera una piñata. La masa cerebral salió lento por el orificio y todos los hijos de puta zombies voltearon hacia la casa. Ver el orificio en la cabeza del niño casi me vuelve loco, sobre todo después que una de esas malditas aberraciones, una mujer morena, desnuda con los pechos caídos y sin un pedazo de pierna, introducía los dedos por el orificio y sacaba un pedazo de masa encefálica para llevársela a la boca. Pero el niño, ese angelito que sólo había cometido el error, quizá, de alejarse de sus padres, si no es que se encontraban entre todo el mar de muerte, tenía una cara de absoluta calma.Vomité otra vez, y luego cerré la ventana mientras abajo se oían los golpes de esos infelices.Durante el tiempo restante, las semanas, me dediqué a vigilar, casi sin apetito a comía mi ración de comida cada que era momento, con precisión casi de minutos. Luego me sentaba en la ventana, apuntaba mi fusil, y a veces mataba a algún infeliz que me resultaba especialmente repugnante, igual mataba a algún pobre humano que había caído en sus fauces.Poco a poco mi artillería se iba acabando, igual que la comida, mis bebidas y el agua para bañarme. Pero no la echaba de menos. Sabía que había sido más humano que en toda mi desperdiciada vida, y si me quedaba sin armas y sin comida, era lo mismo que tenerla, porque si pasaba mucho tiempo sólo, ahí, me iba a volver loco y quizá hasta dejara entrar a esos mierdas a hacer una cena show conmigo. Así que disfruté de lo que tenía, baleando a diestra y siniestra, viendo volar las cabezas de todos esos mentes vacías.Hace recién una semana, algo pasó. Me enteré que mi vecino, un presumido del asco, aún estaba en casa. Me di cuenta porque, a la media noche, como si la obscuridad fuera a ocultar a alguien de esas bestias estúpidas, salió de su casa intentando alcanzar su auto, supongo que queriendo huir de nuestro particular círculo del infierno.No había dado más de tres pasos fuera de su puerta, cuando tres zombies se abalanzaron sobre él. Uno de ellos, un joven de unos quince años, sin manos, a quien logró quitarse de encima de una patada tirándolo al suelo, se estiró de su lugar en el asfalto y mordió a mi vecino entre los genitales, arrancándolos de tajo y masticando con locura. Otro mordió su carótida y antes de que me diera cuenta o pudiera hacer lo mismo que con todos los humanos anteriores, ya estaba muerto. Me quedé quieto observando. No sólo porque fuera horripilante, pues ya había visto esa escena muchas veces, sino por saber que le sucedía a alguien cercano. A un conocido. Los zombies comían de él con vehemencia. Antes de que pasaran cinco minutos, sólo quedaron sus huesos. Los tres se levantaron y siguieron buscando comida. Yo continué inmóvil hasta los primeros rayos del sol.Sin embargo, al amanecer algo me llamó fuertemente la atención. En el suelo, a escaso medio metro de los huesos sangrantes de mi vecino, se encontraban las llaves de su auto. EL auto, podía usar su auto. Sólo era cuestión de llegar hasta ahí y huir hasta donde esos infelices nunca hubieran llegado. No obstante, unos minutos después cambié de parecer. No había a dónde ir. Era suicida llegar al auto. Aunque mis provisiones estaban bajas, ¿a dónde iría?Un momento, pensé. No podía servirme para huir, pero mi casa era perfectamente segura. Llevaba un mes y dos semanas y no había logrado entrar ningún zombie hijo de puta. Así que sólo necesitaba salir, tomar el auto, y buscar provisiones. Conocía la ciudad como la palma de mi mano. Podía salir, subir al auto y todos los dioses me protegieran, si todo salía bien, ir por provisiones, regresar y hacer lo mismo cada que lo necesitara. Era un mini Cooper 2008, algo pequeño, pero que muy bien me podía proporcionar el espacio suficiente para adquirir alimentos y algo de cerveza, bendita cerveza.Corrí a traer una escalera, un gancho de ropa y modificándolo, por encima de la barda jalé las llaves sin que ningún puto chupa médula se diera cuenta. Luego regresé a la casa, me armé con las pocas municiones que me quedaban, las granadas, mis cuchillos y mis ninjatos, y una vez estuve listo, tomé aire, me fajé los pantalones, me apreté los huevos temiendo que los come carne me dieran el mismo tratamiento que a mi vecino y tendí una cuerda amarrada a las vigas de la casa, para luego pasarla por la barda.Subí a la escalera cuidando que la cuerda no se regresara y salté. En ese instante tomé dos granadas y las lancé lo más lejos que pude. Abrí lo más que pude la boca para que las explosiones no reventaran mis tímpanos y comencé a correr al tiempo que las granadas estallaban. El efecto fue inmediato. Todas las alimañas corrieron tras las granadas. Yo corrí, saqué las llaves, abrí el carro y entré. El interior olía a tapicería nueva, a pesar de no ser un nuevo modelo. Pero no me fijé mucho en ello. Tanto hijo de perra no da oportunidad de apreciar lo bonito de la vida. Metí la llave en el contacto, pero a punto de prender el motor, me di cuenta que los niveles de gasolina casi estaban en ceros.Puñetera suerte. El único auto y sin combustible. Busqué dentro del auto, sólo había una mochila. Antes de que algún zombie me viera, salí del auto, aunque sin cerrarlo con llave, regresé corriendo a la barda y cuando comenzaba a subir, los primeros brutos carne podrida se dieron cuenta, pero para cuando llegaron a la pared, ya era muy tarde. Yo estaba del otro lado.Me senté a llorar, comprendiendo mi suerte. Podía desplazarme por diez minutos quizá, no más. Desesperado busqué a ver lo que había en la mochila, pero lo único que encontré fueron inútiles folders y una barra energética. Todo el riesgo por una jodida barra energética. Eso si era el colmo de la ironía. En toda mi puta vida nunca comí una barra energética, y ahora, me había arriesgado para encontrar únicamente eso mismo.Me decepcioné y seguí disparando como de costumbre, hasta el día de ayer.Me quedé sin balas, salvo una, en mi amada Taurus, que esperaba pudiera usar en mí mismo si llegaba el momento en que me quedara sin nada. Pero entonces vi a lo lejos algo que me asombró y me hizo recuperar la fe perdida.A lo lejos, precisamente a unos diez minutos de camino hacia el sur, una luz se prendía y se apagaba de manera intermitente, pero irregular. Era clave Morse. Alguien hacía clave Morse. Me sentí feliz, no era el único superviviente en la ciudad. Alguien había tenido los cojones suficientes para resistir. Además, el mensaje no pedía ayuda. Decía: Casa de seguridad, alimento a cambio de manos que empuñen armas. Un mensaje complejo, sólo para que alguien entrenado lo viera y lo comprendiera.Eso era lo que buscaba. Decidí jugarme el todo por el todo.Así que así sería. No, así será. Hoy me lo jugaré todo. Saldré bajando la pared, usando otras dos granadas, luego subiré al carro y conduciré. Viajaré atropellando hueso y carne, hasta llegar a pedir refugio. Después de todo aún tengo armas y la astucia para usarlas. Me aceptarán.Me he armado de nuevo, he puesto la cuerda y estoy a punto de salir. Si no lo logro, al menos espero que algún superviviente lea esto, que estará en una pequeña mochila que llevo al cinto. Pero lo lograré, soy un guerrero. Fallar no es una opción. Así que quizá este sea el adiós, aunque no lo creo, gracias a quien lea estas páginas, y sepa que un hombre resistió…No puedo creerlo. En verdad no puedo creerlo. Ésta es la cosa más loca que me haya pasado, o que quizá le haya pasado a alguien. Seguro que nadie me creería si no lo viera. Es de pinche película de horror. Me aterroriza y al mismo tiempo me hace conocer mi suerte. Quiero contar lo que me pasó el día de anteayer, o esto jamás estará completo.Salí de la casa con las granadas y los cuchillos en mano. Antes de poder lanzar alguna de las granadas, tuve que clavar mis dos cuchillos en la cabeza de una adolescente rubia que, seguramente antes del infierno, había sido toda una preciosura. Debí sentir lástima por ella, pero estaba muy ocupado en salvar mi culo. Luego solté las granadas, dos nuevamente y corrí al auto. Estaba por llegar a la puerta cuando un maldito zombie se me puso enfrente. Era un mastodonte de quizá cien kilogramos, parecía fuerte, así que no me arriesgué, tome una de las espadas y le rebané la cabeza finamente en diagonal. Cayó muerto al suelo y para mi jodida suerte, la puerta del mini Cooper achaparrado quedó bloqueada por esa mole de carne podrida. Me acerqué y jalé con fuerza para quitar el obstáculo, y a punto de abrir la puerta, un dolor punzante, que quemaba y penetraba a la vez, se hizo sentir en mi muslo.Era uno de esos pútridos cadáveres ambulante, que había logrado morderme. No tenía piernas, se arrastraba moviendo su abdomen sobre la acera. En un ataque de locura o furia, o quizá de ambas, le puse la pistola en la cabeza, esa en la que guardaba la bala para mi y disparé. Su cerebro quedó regado por el suelo, al tiempo que abría la puerta y me metía en el vehículo.La mordida me quemaba, pero extrañamente no sangraba. Sabía lo rápido que ese virus era, y que estaba perdido. Lamentablemente había perdido el juego y me iba a volver alguien como esos. No, no podía permitirlo. Tomé las llaves, las introduje y en un nuevo arranque, aceleré el auto y me perdí rumbo a la casa segura.En mi mente había una lucha entre dos pensamientos. Uno que me aseguraba que si llegaba a esa casa todo estaría bien y otro que me indicaba que todo estaba perdido. Había sido mordido. Pero de golpe me di cuenta de algo. Todos los humanos mordidos que había visto, sucumbían al virus en menos de un minuto. Yo ya llevaba al menos dos al volante, llevándome No-Muertos entre las llantas.Algo sucedía. Me vi al espejo. Mis venas saltaban, como las de todos esos infelices, pero poco a poco disminuían. Por lo demás sólo sentía un hambre infinita. Aceleré y en unos minutos estuve a media cuadra de la casa de las luces. Descuidado de la carretera, y acelerando el paso, estuve a punto de chocar con un muro. Giré bruscamente al darme cuenta y en lugar de chocar, mi coche se volcó.Inmediatamente los zombies voltearon, pero igual vi reacción en la casa, que apagaba las luces. Abrí la puerta y salí arrastrándome del auto. Inmediatamente eché a correr con esos cabrones persiguiéndome. Seguí hasta la puerta de la casa y grité que me abrieran, que traía armas. Se oyeron postigos moverse, pero eran muy lentos. Hice lo único lógico que pude para ganar tiempo. Tomé mis únicas dos bombas incendiarias y las lancé contra toda la congregación de parásitos que me seguía, de la que pronto quizá yo también formara parte. Los zombies ardieron al instante, luego la puerta se abrió y un grupo de manos me jaló hacia adentro.Después de quitarme las armas estuvieron a punto de matarme, pero cuando dije que yo podía ser una cura todos se quedaron mudos. Expliqué lo que me pasaba, luego todo sucedió muy rápido. Fui confinado, alimentado con carne, aunque nunca pregunté de dónde provenía, quizá de una pequeña reserva, pues en realidad ayer me di cuenta que me basta con poca carne, aunque no tolero ningún otro alimento. Me han regresado mi libreta, y han prometido hacerme estudios en busca de una cura, y si demuestro que no hay peligro, me dejarán libre. Mientras tanto tengo suerte, sobreviví a lo que otros no pudieron. Y si lo que quieren es matarme cuando terminen, bueno, te tengo una noticia. También se cómo hacer de mis manos un arma, y tengo la fuerza y los sentidos de esos que nos persiguen allá afuera.FIN.
Envoltura.Yo era sólo un trozo de papel cuando esta historia comenzó. Si, un simple trozo de papel de regalo. No más. Un papel hermoso, si de algo sirve el detalle. Era un simple artículo en la tienda de regalos de una esquina, pero me sentía como una gema entre todos los demás objetos. La dependienta, una mujer algo bajita, pero de muy buen corazón, me limpiaba todos los días, me hacía sentir el más hermoso entre los hermosos.Yo soñaba el día en que algún hombre bondadoso, con algunos billetes en la mano, comprara un juguete, o quizá una caja de chocolates; tal vez sólo el oso café que me miraba desde el aparador frente a mí, ese que sonreía a pesar de haber durado más que todos los demás en ese aparador. Soñaba con que volteara a verme mientras afirmaba haber visto el papel más hermoso de su vida y pedir que me usaran para envolver el regalo, porque era para la persona que más amaba.Sin embargo, todos los demás papeles se fueron y yo continué. La dependienta, la mujer más dedicada a amar su trabajo que alguna vez he visto, se negó a tirarme, como había oído que le sugiriera su esposo tantas veces.-Ya saldrás, cariño – me decía, para acto seguido limpiarme y colocarme de la forma más atractiva posible. La vida era rutinaria, y yo sólo era un papel bonito en un estante.Un día que recuerdo como lluvioso y triste, la dependienta no llegó. Me sentí triste, era la primera vez que no pasaba sus amorosas manos por mis pliegues. A ese día se le sucedió otro, y otros dos. Al finalizar la semana, y mientras yo permanecía en la oscuridad del local, ya algo sucio y sin embargo hermoso, entró el esposo de mi benefactora dependienta.Dio dos pasos y se quedó estático, viendo al vacío. Lentamente, como si algo afectara sus movimientos, fue acercándose a los aparadores. Tomó el viejo oso que nadie quería, ese al que la mujer cuidaba tanto como a mi, lo llevó a un escritorio, volvió, me tomó en sus manos y para mi asombro desdobló mis pliegues y me extendió sobre la madera fría del escritorio.Depositó al oso en mí, que me sonrió con la alegría reflejada en el rostro, exultante ante la idea de salir del aparador y convertirse en el obsequio de alguien.El hombre tomó lentamente algo de cinta adhesiva, hizo un pequeño bolso conmigo hasta formar un bulto, para esconder el oso, puso la cinta adhesiva y se quedó completamente quieto. Yo estaba a la espera de ser levantado y llevado rápidamente lejos de ahí, de despedirme de ese lugar que había sido mío tanto tiempo, pero algo parecía no ir bien. El hombre seguía quieto, sin mover un solo músculo. Y de repente… comenzó a caer una lluvia ligera sobre mí.Entonces me di cuenta que estaba llorando. Eran sus lágrimas aquella lluvia que caía sobre mí. No lo entendía. Debía estar feliz. Llevaba un hermoso presente, y alguien seguramente lo recibiría. Pero no paraba de llorar, aunque ahora su voz, melancólica y amarga, se dejaba escuchar. Su llanto me llenó de consternación. Qué podía pasarle a ese hombre, a aquel que veía sonreírle a mi dependienta cuando hacía algún chiste.Por fin secó sus lágrimas, se levantó, me tomó entre sus manos y salió del lugar. Subió a su auto, me depositó en el asiento trasero y arrancó. No pude ver nada debido a la altura de las ventanas, pero debíamos haber hecho un viaje largo, porque cuando paramos había dejado de llover.Me tomó de mi lugar a sus espaldas y salió del auto. Estábamos a la entrada de un hospital. Caminó hasta la puerta, donde tras mostrar un pedazo de papel algo maltratado, con algunas letras impresas, (que creí era un boleto y después me comentó que le llamaban pase de visitas), entró para vernos alejados del exterior. Siguió con paso sordo hasta un elevador, entramos y con algo de mareos por mi parte, subimos al tercer piso.Una serie de habitaciones con camas y sábanas blancas nos esperaba. Llegamos a la última habitación, donde el hombre se detuvo un momento. Contuvo la respiración, se enjugó las lágrimas, que sin darme cuenta aún seguían en sus ojos, respiró y entró.En la última cama de la habitación, recostada y con el rostro demacrado, estaba la dependienta. La buena y noble dependienta que tanto había cuidado de mi. Se me partió el corazón al verla. No podía abrir bien los ojos, y la vida parecía alejarse a momentos. No veía la alegría de siempre y por un momento creí que era por mí. Quería estar en cualquier lado menos ahí. Que me rompieran o me tiraran, ya no era el papel bello que ella recordaba.Pero entonces vi cómo lentamente abría más los ojos, los enfocaba en mi y una sonrisa se extendía por su rostro. Tosió un poco y luego estiró la mano para recibirme. Me tomó entre sus manos y me besó. Fue el momento más feliz de mi vida. Lloraba, pero podía ver que era de alegría. Procedió a quitar las tiras de cinta que me aprisionaban y llevó el oso a su pecho. Lo abrazó y vi la felicidad que el oso y ellas compartían, mientras que su esposo, el hombre bondadoso, lloraba para sus adentros.-Gracias- le dijo a su esposo,-gracias por hacerme la mujer más feliz. Él no la dejó en ningún momento después de eso, aunque alguien más viniera a visitarlos.Yo esperaba ser desechado, como pasaba con todos mis hermanos, con China y con Crepé, con Cartón y Cartoncillo, incluso con Navideño. Pero nunca me deshecho, antes bien, me dobló con sumo cuidado y me puso junto al oso, en su mesa de hospital. Y cada que alguien nuevo le visitaba, nos lucía con orgullo.-¿No es el regalo más hermoso que alguna vez has visto?- Le decía a quien fuera su locutor en turno. -Es un papel hermoso y un oso hermosísimo, ¿no te parece?-. Y nos depositaba en la mesa de nuevo.Un día, alguien trajo un regalo nuevo. Una libreta algo pequeña pero hermosa. Quise sentir envidia, pero la felicidad en la dependienta, que ahora sabía se llamaba Lucy, me lo impidió. La libreta se presentó y pronto ella, el oso y yo, fuimos buenos amigos.Los dos meses siguientes Lucy se mostró feliz, aunque débil. Tomaba la libreta todos los días y escribía en ella. Cuando se acercaba el final, su esposo tomó una foto de ellos dos con nosotros tres al frente. Éramos dichosos, todos sentíamos que habíamos hallado nuestro hogar. Lucy puso la foto en la primera página de Libreta, y luego me tomó entre sus manos y me utilizó para proteger las pastas de Libreta y su lomo. El resto lo pegó un pedacito por hoja, haciéndolo siempre con sumo cuidado, haciéndome sentir el más importante de todos los papeles. Los papeles presidenciales debían envidiarme en ese momento.Fue así como me enteré de todos los secretos de Lucy, que ahora eran míos y de Libreta. Luego decidimos compartirlos con el oso. Los tres conocimos todo, hasta descubrir que existía Cáncer. Odiamos a Cáncer, al descubrir que era él quien acababa con la vida de Lucy. El dolor nos atenazaba igual que a ella, ahora que sabíamos porqué lloraba en silencio cuando creía que nadie la veía.El último día de su vida, sus familiares vinieron a verla. Ella con amor nos tomó entre sus brazos y nos depositó en las manitas de su nieta, una hermosa niña de nombre Linda. La nena nos estrujó y nos hizo sentir amados nuevamente, aunque las lágrimas corrieran por sus mejillas. Le pidió que nos cuidara, que leyera a Libreta y que cuidara de mi, el papel más hermoso que alguna vez vería.Luego besó a su esposo y la habitación quedó un segundo en silencio mientras exhalaba su último aliento. Nosotros lloramos y nos dolimos, acompañamos a todos sus seres queridos en ese momento de pena.Nos alejamos en los brazos de Linda y nunca volvimos a la soledad del hospital.Junto a linda vivimos las más grandes aventuras, como sólo una niña puede imaginar, y con ella pudimos formar parte del universo, pues para ella no sólo éramos objetos, sino los mejores objetos. Los más importantes de su vida.Años después el oso se separó de nosotros, pues fue encargado su cuidado a la hija de Linda. Ella nos conservó muchos años, y un día, cuando era grande y su hija tenía la edad suficiente, también nosotros fuimos obsequiados con su cuidado.Ahora no se lo que fue del señor oso, pero de mi puedo decir que soy feliz, y Libreta opina lo mismo. Hemos acompañado a la familia de Lucy por varias generaciones, llevando el mensaje que Lucy depositó en nosotros a todos sus seres amados, incluso a los que nunca conoció o que nunca la conocieron.Por eso al final de esta historia, que sin embargo no acabará en mucho tiempo, no me sentiré ya sólo un trozo de papel. Habré sido amor, dolor, tristeza, felicidad, encanto, esperanza, fraternidad, sueños, compañerismo, aventura, juego, imaginación. Habré sido eso y muchas cosas más. Y cuando ya no sirva más, y los anticuarios no puedan restaurarme como lo han hecho siempre, podré irme feliz, llevando al cielo de los objetos todos esos presentes, y quizá desde ahí pueda ver ese cielo donde está mi Lucy, mi Linda y todas esas personas que he amado.
Hola de nuevo, este cuento lo creé esperando crear un poquito de consciencia. ojalá les guste. No olviden comentar y gracias por su tiempo de lectura. Saludotes.Tlamatini Cuauhtli.Tlamatini Cuauhtli, el sabio águila, retozaba tranquilamente sentado sobre una roca, en la cima de un monte cuyo verdadero nombre se perdía en los anales de la historia, pero que algunos solían llamar el Cerro De Las Mil Mentiras. Nadie excepto Tlamatini Cuahtli subía a él desde que los más ancianos y primigenios antepasados Aztecas le abandonaran. Se contaba que quien intentaba subir, indefectiblemente desaparecía para nunca más volver a pisar el mundo de los hombres.Por eso Tlamatini Cuauhtli había elegido ese lugar, alejado del ruido de las máquinas destructivas que sus nietos y los nietos de sus nietos habían traído. Porque el gran sabio águila había vivido mucho tiempo, muchas eras. Era viejo como vieja era la invasión española, o quizá un poco más, y por ende había conocido aquellos tiempos en que los ruidos de las ciudades y los autos, las televisiones y las radios, no pervertían la tranquilidad del mundo.Recostado sobre la roca, Tlamatini Cuauhtli pensaba en los tiempos que corrían, en los que habían pasado, en los que pasarían. Tanto tiempo y sin embargo, estaba por acabar. Se terminaría toda la sangre derramada, toda la muerte inútil, las guerras por territorio entre sus antepasados; las batallas para arrebatar esos mismos territorios obtenidos con sangre, por parte de los españoles. Luego los mismos pedazos inservibles de tierra, exigidos por los insurgentes, mancillando el suelo de sangre española e indígena. Luego el deseo de convertir esas tierras, y a su gente, en azúcar, cacao, enequén y tabaco, la esclavitud y más sangre. Una revolución que dejó a su gente, a su amado pueblo, igual de pobre pero más aterrorizado y medio muerto. Y hoy día, el peor de los males, el dinero, suplantando todo y a todos, volviéndose más valioso que la mismísima personalidad, que el espíritu del hombre.Pero todo iba a acabar muy pronto. Sus hermanos mayas lo habían previsto, la fecha estaba cerca, el quinto sol estaba por entrar. Por eso descansaba tranquilamente. Quería que el fin le pillara tranquilo, fresco, casi con la fuerza de un joven. Sabía lo que estaba por acontecer, reconocía lo pequeño de su sabiduría comparada con la de los dioses.A lo lejos, un eco hizo cimbrar el aire. La furia del sol se comenzó a hacer notar. El calor, abrazador desde ya hace una semana atrás, había hecho explotar algo en el centro de la ciudad, de forma indudablemente accidental. Él conocía que los hombres buscaban agua, destruir la ciudad sólo podía significar arriesgar los pocos suministros restantes del vital líquido.Tlamatini Cuauhtli viró ligeramente la cabeza para mirar a lo lejos, con la precisión del animal que le daba nombre, el estado de la ciudad. La gente corría por las calles. Los gritos de los heridos llegaban hasta él, y el estertor de agonía de una niña penetraba la distancia hasta reverberar en el mismísimo ambiente. Luego otra explosión, y otra. Al final la imagen de un grupo de camiones verdes y negros, hombres con casco y gorras y el sonido de disparos, anunciaron a Tlamatini que el hombre había hecho lo de costumbre, asesinar, matar, destruir.Lo mismo se podía presenciar en cada una de las ciudades, según podía sentir Tlamatini, en contacto con el espíritu de la Tierra. De una semana a la fecha, gracias al aumento de las temperaturas, escenas como esa se habían repetido por cada rincón del mundo. La limpia, le llamaban algunos. El Apocalipsis, le decían otros. El último katún, le llamaban sus hermanos los mayas. Destrucción anunciando el fin. La naturaleza destruía todo lo creado por el hombre. Lo poco que quedaba el hombre mismo se ocupaba de destrozarlo.Y así sería, dijo Tlamatini para sí mismo. Conocía el resto, el hambre, la decrepitud y la extinción. Así que después de pasar el día entero sobre la roca, en ayuno, expectante, bajó. Caminó el sendero que le conducía a los restos de la ciudad, con una agilidad propia de alguien menos senil. En su mente, reconocía la idea de que posiblemente ahora estaba sólo en la Tierra, o que lo estaría pronto.Con la sabiduría característica de él, afrontó su destino silbando. Si, era sabio. Por eso era el último humano, y al final, cuando fuera con los Dioses, podría comunicarles lo bien que había observado todo, y cómo se había convertido en el cronista de sus hermanos. Pero ahora era necesario entrar a la ciudad, comprobar la muerte y sentarse a esperar su fin.La entrada a la ciudad fue difícil, incluso para él. Cuerpos achicharrados o con impactos de bala por todo el lugar. Niños, mujeres y ancianos, junto a hombres robustos y jóvenes, yacían despatarrados por el suelo. No pudo evitar derramar una lágrima por el fin de sus hermanos.Pero entonces, antes de doblar una esquina, escuchó un pequeño ruido, como de pisadas. Acaso algún sobreviviente a punto de morir de calor, pensó. Impelido por su instinto a esconderse, observó.Un hombre caminaba lentamente a mitad de la calle, cargando un bulto. No, un bulto no, una mujer. Una mujer joven, aún con vida. Y eso no era todo. Lentamente, muy lentamente, otros pasos se dejaron escuchar. Lentos, pero firmes. Había más supervivientes, más seres humanos. Tlamatini se habría emocionado, pero comprendía que eso sólo significaba esperar hasta que se mataran entre sí.El hombre avanzó hasta llegar a la esquina, y al percibir movimiento, volteó a ver al anciano. Sus rostros se encontraron frente a frente, pero para asombro del anciano, el hombre no lo vio con furia, ni odio, ni siquiera dolor. Lo miró con una expresión única, que no había visto desde hacía siglos atrás. Le miró con bondad. Con una bondad que sin ser santa, era sincera. Observó al grupo completo. La misma mirada se apreciaba en todos los demás, la misma expresión.El hombre se acercó y tomando una de sus cantimploras la entregó al anciano. Aún con la escases, aún sabiendo que un litro de agua quizá en ese momento era un tesoro, aún así un acto de amabilidad había sido hecho. Sin interés, sin malicia, sólo un acto de bondad.Él se unió al grupo, ayudando a cargar a un niño pequeño, todos le miraron con regocijo. Siguieron caminando, alejándose para no volver a la ciudad. Y entonces Tlamatini Cuauhtli rió como nunca había reído en toda su existencia. Con júbilo, alegría, casi con locura. Reía porque se había equivocado. Reía porque pudo ver el fin de los tiempos y sobrevivir. Reía porque el fin había sido el verdadero inicio. El de una humanidad evolucionada, sin odio, sin maldad. Y en esa humanidad se hundió Tlamatini Cuauhtli, mientras sentía cómo el calor bajaba y con un hálito de esperanza, feliz de equivocarse como sólo los sabios hacen, bendijo la llegada del quinto sol. Y poco a poco, el mundo por primera vez se volvió un mundo donde fuera posible vivir.FIN.
Hace mucho tiempo,en algún mágico sueño que tuve,tuve a su vez un sueñoen el que yo te encontrabaen el camino de mi vida…Nunca te ví el rostro,tampoco miré seña alguna en tipero supe que eras tú;eras lo que yo buscaba,lo único que era capazde darme paz en medio del caos…Desde entonces esperépacientemente poder encontrarteaunque sin saber qué debía buscar.Ahora que te encontré seque mi sueño no fue perfecto.No me mostró las maravillasque me deparaba el ver tus ojos,el sentir tus tiernos labiosy la frescura de tu piel.Soñé con mi otra mitad,con eso a lo que llaman alma gemela,pero encontré algo mejor…Encontré a mi Diosa personal.Descubrí la unión perfectaentre humano e inmortal;entre belleza y fiereza,eso que somos tú y yo.Descubrí que sin darme cuenta, enalguna parte de mi inconscientenunca fuimos tú y yo.en realidad fuiste tú…Tú eres mi propio milagro.Tú no vales oro amor,vales la riqueza de todo cuantopueda existir en el vasto universo,en todo el extenso infinito.Mereces completa la existencia.Intentar definirte sería imposible,sería incluso infantil catalogarte;¿Cómo describir tu inmensidad?Gracias por enseñarme quelos milagros si existen y queuno puede convivir con ellosa diario si prestamos atención.Que los milagros verdaderossi se pueden hacer realidad.Que los sueños si se cumplensi sabes esperar con pacienciay que la recompensa siempre esmás grande que el dolor de esperar.Que todo el camino recorrido,toda la tortura que he soportado,sirve para que sepa agradecerpor haberte encontrado y podervalorarte, enaltecerte y alabarte.Gracias por ser como eres amor.Gracias por darme una razón para lucharen este mundo de destellos luminosos.No me importa existir entre la luzmientras te tenga a mi lado.Eres para mi como una rosa salvajeque se encuentra en bosques prohibidos;siento las espinas que tu belleza clava en mi,pero oh, dulce mi agonizante martirio,te contemplo y veo como un regalo eldesangrarme y cubrir de rojo tu belleza.Morir desangrado, sintiendo llegar el fin,vale mil veces la pena por tener en mis manos,al menos un segundo, tu esplendorosa hermosura.Mi vida y los frutos que desprendason un elogio a ti, a tu belleza,tu inteligencia y tu superioridad.¿Qué me importa reducirme a ser un simple hombre,teniéndote a ti como mi Diosa y Señora?Yo, de entre todos los seres, soyel más dichoso desde la Creación,pues sin esperar que sucedierala Diosa existencia, esa reina míaa la que tengo el placer de llamar amory la Gracia Obscura de llamar querida,posó sus ojos en mi persona.Sólo me importa ser Dios si gobiernas conmigo.Tú eres, mi Dama del Infinito,quien merece toda gracia, puespor ti este mortal goza de ser Dios.La Gracia Obscura está contigo.Tú, mi Dama Infinita, reina mía,posaste tus labios en los míosy me invitaste a existir a tu lado.Gracias amor, mujer obscura.¿Qué importa llegar al mismo infiernosi se que al final volveré a ti?No quiero perderte amor, eres mi Diosa Sagrada,eres mi aliento vital, eres mi ser, eresmi todo, sin ti nada tendría sentido.Te Amo más que a la Obscuridadque me dio la No-Conciencia.Te Amo tanto que cuando te recuerdosiento que nacen estrellas obscuras en mi.Algún día llegaremos juntos a las estrellasy entonces sabrás cómo es.La noche golpea mis pupilasen la soledad de mi habitación mientrasmi alma viaja a donde estás tú.Quiero estar en la paz de tus brazos,paz que Morfeo envidiaría.TE AMO, nunca me abandones.Estas palabras son sólo un elogio,una muestra de tu divinidad queal leerlas se vuelven deprimentes,pues resulta evidente al instanteque no puedo comparar nada contigo;que por más que mi mente se esfuercenunca podré detallar tu persona.TE AMO, mi Diosa Etérea.Gracias por ser tú y darme un motivopara ser verdaderamente yo.En estas pequeñas palabrasentrego mi amor en tus manos,amor que no he dado en siglos.Quiero vivir contigo, en tu regazo;y cuando llegue el momento,quiero que me des uno de tus besosy con su poder sobre todo lo que soyme lleven directamente a la Nochedonde nada existe fuera de la Nada.Ahí nos reuniremos y nunca jamásvolveremos a separarnos.Disfruta este homenaje, dama mía.Dame un beso y llévame a la Obscuridaddonde disfrutemos nuestro amor. TE AMO.Sabes que es para ti... Te amo.
Hola otra vez, les dejo un relato que escribí para alguien. No olviden comentar y gracias por su tiempo de lectura. Saludotes.  P.D. Si lo estás leyendo, nunca pierdas la esperanza. Lo escribí para tí S., da todo de tí siempre y ten por seguro que serás una buena madre. La Mujer. Sandra era una chica común y corriente. Notas regulares en la escuela, algunos problemas en casa aunque nunca serios. Era la chica más normal que el mundo pudo dar. A sus veintiún años soñaba con su éxito, con gloria, con alcanzar las alturas, un buen amor, una familia. Pero como sucede la mayor parte de las veces, los sueños superan a la realidad. Un buen día Sandra se enteró que esperaba una nueva bendición, un pequeño fruto del amor entre ella y un hombre benevolente. Aunque era un regalo, al principio a ella le dolió. Pensó en solucionar las cosas, en poner un punto final, cortar la vida. Lloró, pidió perdón, aunque no sabía que se pedía perdón a sí misma. Su vida parecía destrozada. Los planes parecían acabados. No sólo era el sentirse apoyada, el padre cumplía esa función. Se sentía defraudada por sí misma. Era como poner una bala a un revólver y jugar a la ruleta rusa, para obtener la bala entre la sien. Había jugado con la vida y había perdido. Decidió que lo mejor sería engañar al destino, y se dirigió a una clínica abortiva. Dio dos pasos, y aterrada regresó a casa. No podía hacerlo, no debía hacerlo. Ella era vida, y había vida dentro de ella, y aunque no lo supiera, ya amaba esa vida. Decidió que lo mejor sería dejar crecer la mismísima existencia. Pasaron los días y los meses, mientras los problemas crecían. Trabajar, estudiar, problemas en casa, eran cosas que nunca pensó experimentar juntas. Pero nunca se arrepintió de su decisión. Terminó la escuela y el regalo de graduación fue un nuevo bebé. Le puso por nombre Moisés, porque dijo, me fue traído como bendición, cuando no lo esperaba. Los primeros años fueron los más difíciles. Un problema tras otro, sin mucho dinero, sin mucho apoyo. Pero bastaba una sonrisa, una mirada, una palabra de Moisés para que todo valiera la pena. Su trabajo iba bien, pero apenas salía. Decidió escalar puestos, aunque eso costaba algo de trabajo, pues ser ama de casa y trabajadora no es fácil. Un día su esposo y ella decidieron que era tiempo de educar al niño en los conocimientos del mundo. Le ingresaron en la escuela, le instruyeron personal y diligentemente, crearon en él el amor a los valores más elevados del ser humano. Mientras aún era joven su hijo, comenzó a mostrar tendencias al amor incondicional hacia todos sus congéneres, liderazgo y auto sacrificio, todas ellas cualidades casi inexistentes en el mundo. Muy a pesar de su madre, que sabía que el chico se sacrificaba cada día; que igual dejaba de comer por darle su comida a otros o compartía su casa en navidad con cualquiera que tocara a su puerta, decidió permitirle a su hijo formar parte del Ejército de las Naciones Para la Paz Mundial. Cada noche rezaba con ahínco, quería a su chico de vuelta. Pero no obtuvo respuesta hasta que, un año después, una carta le anunciaba que gracias a su hijo, Pakistán había sido llevado a la paz sin necesidad de disparar una bala. Al parecer una pequeña historia sobre la vez que su madre le había amonestado por no llegar a casa en dos días había solucionado la guerra, por asombroso que eso sonara. Su madre lloró de alegría. Moisés no sólo era un héroe, sino que además era de esos pocos hombres que podían preciarse de regresar del campo de batalla sin desertar, pero sin haber asesinado un hombre. Otros tres años siguieron a la ausencia de su hijo, hasta que un día una comitiva que vociferaba fuera de su casa llamó su atención. Era su hijo, y como aquél líder bíblico, guiaba a todo un grupo de gente. No sólo regresaba un héroe, sino como el nuevo Presidente de la Organización Mundial Para la Paz. Bajo su mando, la mitad del mundo había firmado la paz y fundado alianzas, y juntos, buscaban la forma de hallar la paz sin armas. Su hijo era tan valiente, que a pesar de su cargo no mostraba miedo y entraba en contacto él mismo con facciones en disputa para firmar la paz, aunque tuviera que entrar al campo de combate a alzar una bandera blanca. Era su orgullo, pero en todo ese tiempo, Moisés jamás olvidó a su madre. Se la llevó de ahí para instalarla en la lujosa mansión que ocupaba, donde tiempo después le dio nuera, nietos y más felicidad. Moisés no perdía oportunidad de nombrar a su madre, de decir cuánto le amaba y cuánto le adoraba, y de cómo su madre había decidido criarlo a dos pasos de entrar en una clínica abortiva. Mencionaba que si él había tenido una segunda oportunidad que le permitiera nacer, cualquiera podía tener la oportunidad de cambiar, sólo faltaba la tesón, la fuerza de voluntad y el deseo de ver cambiar las cosas. Sandra falleció a sus noventa años, pero el día de su muerte se guardó un minuto de silencio. Nadie en el mundo podía faltar al respeto a la memoria de tan ilustre dama, de la madre del líder pacifista más grande de todos los tiempos. Y desde ese día, que hace cien años hoy, cuando incluso Moisés ha muerto y otros han tomado su lugar llevando mensajes de paz y unión, aún se puede apreciar en cada país pacifista del mundo, un par de estatuas. Una representa al hombre más importante y revolucionario del mundo, y la otra, a la mujer más importante del planeta, la que le enseñó a un pequeño cómo revolucionar y llevar el amor a todos. FIN.

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