• René Caro
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  • País: Chile
 
    ¿Quienes somos nosotros?¿Quiénes son aquellos?  Las huellas de nuestros pasos se entremezclan en las baldosas  blanquinegras  de la terraza bajo el suave sol de la mañana, que mas  parece una luz en la memoria, un resplandor perpetuo, un espacio para la sombra, una mañana que atardece sobre tus labios. ¿Se ven? ¿Se ven en esos valles aun aquellas flores movedizas?  ¿Recuerdas acaso cuando caminábamos por primera vez sobre este espacio alzado? ¿Hay alguna diferencia dime, en nosotros acaso, ahora? ¿Nos vemos distintos, dirás? ¿Qué distancia hay entre ese mozo atrevido y temeroso y esa joven de tez de jade y actitud meditabunda y estos que hoy acercamos nuestro  oído al abismo?  El espacio se extiende sin fin ante nuestros ojos emocionados, valles interminables, ríos, montañas, espesuras, espejos de aguas, paramos y desiertos. Tus pasos producen ecos débiles aunque sensibles en el mundo interno, vas y vienes con tu vestido de pliegues, de diferentes tonos de gris, de marrón, el azul en tus parpados, el mismo carmín de entonces, el mismo cielo azul pálido sobre nuestros cuerpos como testigos, sobre nuestra memorias venideras. ¡Ya tenemos todo! ¡Siempre ha sido esta mañana!  Dormidas sobre una cañada, deslizándose por el lomo de los cerros lejanos, encendiéndose y apagándose, como queriendo decirnos que en realidad nunca ha habido un antes, que no hemos sido diferentes.  Entonces corríamos por las escalas y subíamos cada día a la torre con alegre y expectante emoción, contábamos los cuadros del piso y jugábamos a movernos por los de un mismo color. Ahora ella se ha trepado en nuestros pensamientos, el tablero se ve desde todo ángulo, y apoyados en la baranda desgastada, establecemos  comunicación mental con aquellos brillos movedizos, lo que es como decir de cierta forma, que el ser constituye a la realidad y que lo que no puede expresarse, es lo que nos es de verdad.  ¿Cómo es que recordaremos aquello que esta por ocurrir? Nosotros y la torre nos disponemos a entrar en otro ámbito, no es una destrucción, ni siquiera hablaría yo de cambio.   Como sabemos, toda torre interior es como un árbol que tiene sus raíces en el cielo. Como podemos ver según este esquema, todo círculo es un cuadrado, basta moverse de un color a otro, de una baldosa a la siguiente, hacia delante o hacia atrás indistintamente, son como los pliegues de tu falda o como la luz que conforma un lugar para la sombra.  Relámpagos  azules brillan por encima de las nubes grises, mas el cielo sobre nuestras cabezas esta despejado, es como un símbolo, oigo el rumor del trueno mientras el sol ilumina calidamente esta terraza elevada en que nos encontramos, es como el principio del nacimiento o el encuentro pleno con las luces.   No hay caída verdadera que no contenga en su centro esencial el fundamento de la elevación y que la realice, lo que nos acontecerá por el hecho de ser recordado, es inmutable y perviviente.   No hay  destrucción.  Nosotros somos aquellos.    
QUIENES SOMOS NOSOTROS
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