• Pilmaikén
-
-
  • País: Chile
 
Empalagosos tus ojosen el suelo del recuerdoy van ardiendo tus lunaresal mi mente recorrerlosQue el corpiño se hace eterno carcelero de mi pechoque grita a fuego tu nombre y el fuego y grito de tu lechoY en el imposible de rozarnosla rabia y el querer son dos hermanoscual rojo fuego y frío infiernoen nuestras palabras de la manoDe la manode esta mano y esta nochede este corazón encabritadoy de mis sueños rompo el brochey vuela verso LiberadoPues esta pluma guerrillerase ha encabronado con tu artese amotina aquí en mis manosen el constante anhelo de besarteY se reprimen, indecisasdos palabras golondrinaste propongo pues, un tratoyo las matopero serás tú quien las cocina
El fuego quema ansioso los colores de nuestro estandarte y mis lágrimas escapan en el deseo de no-tocarte Es ya el segundo otoño las hojas de los poemas caen el rojo de mi tinta es rabia Pero tus ojos no lo saben ¿Y qué pretendo?¿Quedar acaso de este juego impune? transformaste mi querer en un odio deseoso y por mi garganta grito y llanto suben Oh, suben, suben, Sí pero los expulso ¿Cómo? con un beso ¿no sientes acaso el veneno que por tus fauces hace ingreso? ¿No sientes el hielo en mis abrazos buscando un calor que ya no ceden? escuchas suaves y dulces mis palabras ¡pero melosas por ti salir no pueden! Me has dicho  “Sos la única que ha entrado en mi corazón” y te juro pibe, que ya no quiero seguir el ritmo de tu canción     Y si no me voy no es que desee yo jugar contigo pues quiero y no quiero hacerte daño me siento atada a tu mano, amigo Tú tejiste las cadenas durante nuestras primaveras para que cuando llegase el invierno no me pudiese alejar, aunque quisiera Pero anhelo y no anhelo el ser una gamberra contigo más que mal te he engañado, compañero pero no quiero aceptar ni pena ni castigo Me entretendré buscando, entonces cómo hacer para volar sin dejar rastro y sin desearte besar.
Para el contenedor
Autor: Pilmaikén  249 Lecturas
Una paloma,  dos palomas, tres palomas… ¡Vaya, ya empiezan a llegar! En unmomento más, llegará toda la bandada, y esta vez no se me escaparán. Estoyseguro. No lo entiendo, siempre que trato de hablar con ellas, me miran conrecelo y simplemente se echan a volar ¿qué les he hecho? No las veo comoalimento, como otros hermanos, o como esos peludos de ojos rasgados.Incluso, el otro día les llevé un trocito de pan que conseguí a las afueras de unaSandwichería  (y sí que estaba sabroso, tenía esa cosa verde cremosa, a la que le llaman palta y un trozo de casi carne, creo que se llamajamón…)   les iba a  preguntar si querían un poquito, comer conmigo … peronada. Bastó que me acercara unos pasitos y ¡Puf!  Volaron y volaron sinsiquiera mirar atrás, sordas a mis gritos de “¡Esperen, esperen, yo solo quieroconversar!”.  Bueno, qué va. Mañana lo intentaré de nuevo, a ver si esas cerebro de migame hacen caso. Hubo un tiempo (poco después de llegar al mundo abierto) enen el cual traté de unirme a alguna manada de las que rondaban por aquí, perono es que me hayan recibido a patas abiertas… “Cachorro inexperto”  y luegovenían risas y ladridos. “Lamebotas, vete a la cama de tu mami”  y una lluviade mordiscos le seguían.  Sí, los primeros días fueron duros. No sabía cómoconseguir comida ahora que no había plato, no sabía que ciertas esquinastenían dueños (también lo aprendí a mordiscos) ni tampoco que no todos losdospatas gustaban de mi compañía, y más de un golpe me gané por eso. Perosi los días fueron duros, las noches eran supervivencia. La primera noche (aúnla recuerdo, ya hacen dieciséis lunas atrás) fue la más triste, incluso más quecuando me apartaron del pecho calentito de mi mamá y la compañía de mishermanos. Independiente de el hecho que tuve que dormir arrimado a unapileta, pues los lugares más tibiecitos ya estaban ocupados por los mayoresy algunos dospatas, lo peor de esa velada fue que me di cuenta de que ya noiban a volver por mí. Me pregunté una y otra vez que por qué me dejaron, quequé había hecho mal… pero por más que me perseguí mi pequeña cola, no encontré la respuesta.   Así pasaron los días, las semanas, las lunas…. Y aprendí a valérmelas solo,viviendo de a migajas ganadas con movidas de cola y agua robada de laspiletas. Conocí el arte del ladrón astuto, fui sigiloso como un gato y silenciosocomo un pequeño ratón. Cometí delitos tan graves como comerle el helado aun pequeño dospatas o robar carne de una carnicería; pero todas las vilezasque he cometido han sido simplemente para sobrevivir. Poco a poco me fuiacostumbrando al frío nocturno que me atravesaba el pellejo, a comer segúnla suerte del día y a mover la cola con simpatía a cambio de un poco decariño. Siempre hay uno que otro dospatas que se acerca y de repente se ponea jugar conmigo, por lo general son los más cachorros o jóvenes (y es quereconozco que siempre he sido bonito), aunque aprendí que a la mayoría delos bípedos más adultos no les gusta que yo me acerque a ellos, y muchomenos que les quiera dar un abrazo (otra cosa más que aprendí a golpes).Pero también observé que a los hermanos que estaban algo enfermos,les faltaba una patita o se les había caído el pelo (algo muy común entreaquellos que se habían criado en la calle) ninguno de los dospatas los quería.Los echaban con agua, piedras o golpes, y ni pensar en que alguna vez lesllegara si quiera una miserable galletita. Al principio no entendía por qué, peroluego me contaron que se trataba de algo a lo que los dospatas le llamaban“Asco”. Nunca comprendí por completo lo que eso significaba, pero sé que noes nada bueno.Sin embargo, hay también unos dospatas a los que los demás de su raza lostratan como si fueran uno de nosotros, con la diferencia de que jamás leshacen cariño ni juegan con ellos, y en vez de tirarles comida les tiran unoscírculos metálicos. Son más peludos y olorosos que los otros, en verdad separecen bastante a los callejeros.     Tres lunas después de mi llegada, conocí a uno de ellos. Iba a escarbar elbasurero de la esquina (casi siempre hay restos de pizza), cuando lo descubrí.Era macho, y se veía ya algo anciano. Yo estaba enojado, todos sabían queese era MI basurero, ¿Qué se creía ese anciano, hurgueteando en MIporquería?. Y luego, me vio, y me miró a los ojos. Me invitó a acercarme, ycompartió la mitad de su botín conmigo (en esa invitación, se  disipó toda lamolestia que amenazaba con ladrido). Cuando me senté a su lado, por primeravez en mucho tiempo, sentí calor. Pero no un calor de calentito, sino un calorde… de… No, no sé cómo explicarlo, sólo sé que en vez de venir de afuera,venía de adentro, algo así como un gas, pero más bonito.     El día en que mi familia me abandonó, no entendía el porqué. La verdad, aúnno lo entiendo. Ese día lloré, como nunca antes, y al parecer hice tanto ruidoque un dospatas me pegó enojado con su maleta. Ese día pensé que nuncamás iba a volver a mi hogar. Pero cuando conocí al dospatas arrugado, medi cuenta de que ya no necesitaba ese hogar, ahora, con él, la calle y todasu eterna lluvia de olores lo era. Ya no tenía cama, pero tenía un lugar en sucartoncito. Y eso era todo lo que necesitaba.    Voy caminando por la calle. Hoy las con plumas no me escucharon,pero estoy seguro de que mañana lo harán y si no, lo volveré a intentar una yotra vez hasta que resulte. Veo a mi dospatas aparecer por la esquina, élme sonríe, y yo le muevo la cola. Nos sentamos en la vereda y nosrelatamos el día entre gruñidos y risas. El mundo nos mira feo, pero nosotrossomos felices. Nos tenemos el uno al otro. 
De techo las Estrellas
Autor: Pilmaikén  289 Lecturas

Seguir al autor

Sigue los pasos de este autor siendo notificado de todas sus publicaciones.
Lecturas Totales829
Textos Publicados3
Total de Comentarios recibidos0
Visitas al perfil1054
Amigos0

Seguidores

Sin suscriptores

Amigos

Sin actividad

Información de Contacto

Chile
-
-

Amigos

Este usuario no tiene amigos actualmente.