• Paul
Pdade
Aficionado.
-
  • País: Uruguay
 
En los comienzos de la segunda guerra un hombre hubo. Llamado Agustín. Que se cuestiono todo. Todo lo que vivió, vive y viviría. Si soy yo… no fue muy claro ni oscuro lo que viví. Si puedo decir que relativizo todo. Comenzó reconociendo que parecía haber hecho las cosas bien, desde el punto de vista de una religiosidad. La cual también estaba dentro de lo claro u oscuro.            Comenzaba a experimentar sentimientos encontrados como por ejemplo; gratitud, amor, desesperación, confusión, odio, ira, por todo lo que había hecho hasta ahora… nada de lo que había imaginado. Solo que por obedecer en lo que creyó rectitud moral lo estaba haciendo morir por dentro. Un sufrimiento lo seguía como la sombra cuando veía que las cosas se le escapaban por completo. El amor, era el que más pesaba. Tanto que ya no sabía cual era el significado de tal. Porque no sabia diferenciar si donarse era amar o seguir una probabilidad.          Se había enamorado de alguien que era imagen de ternura, comprensión, tristeza y dolor. Alguien con un pasado de sufrimiento tal, que le mostraba a sí la propia historia… pero sin haber tenido en que creer. Los ojos de esta mujer eran un abismo de solidez, de valor. Pero cuando dejaba entre verse, se veía fragilidad y miedo. Cosas que este hombre sentía esconder de mala manera. La razón por la que se cuestiono todo fue enamorarse. Beatriz le había aparecido de la misma manera a Agustín, que otra le había aparecido a Dante, pero difería en él, porque fue algo muy tangible. Muy verdadero.        Vivía una historia pensando en otra. En otros amaneceres y atardeceres, en desayunos variados, almuerzos, cenas y hasta compartires diversos. No porque no fuera feliz con los que tenía. Sino porque buscaba algo más. Algo que no sabía si existiría.       Conforme iban pasando los días, meses y años, comenzaba a agrandarse este agujero negro en su entorno. Mostraba como si todo estuviera bien, más sin embargo se lo estaba devorando todo. Dolía ver como salían a flote sufrimientos antiguos. Abandonos, irresponsabilidades, engaños. Todo se agudizaba hasta el punto de tornarse explosivo.         Lo cierto es que él tenía… o mejor dicho tuve una crisis existencial. Después de haber vuelto a mi región postguerra, nada estaba igual. Los años habían marcado a la gente que quería. Todos los reproches que tenía para desenfundar los tendría que guardar en lo profundo del pecho. Muchos habían muerto, muchos estaban de duelo. Ninguno feliz, solo desolación, tristeza y amargura. Algo que me potenció más a querer estar en la soledad de mi habitación.        Una tarde de invierno cuando el suelo cristalizaba las gotas de lluvia vio a Beatriz, con los ojos tal cual los conocía. Logro tenerla en sus brazos una vez más. Logro decirle lo que sentía. Pudo destapar todo lo que quería decirle, lo soñado inclusive. Mas la guerra había pasado con fuerza por la historia de cada uno. A mí, me había dejado secuelas sicológicas y algo más, a ella le había dado una familia en quien pensar. Fue algo desgarrador porque no veía otra meta que estar con ella. Cuando volví a casa perdí la noción del tiempo, me refugie en mi almohada tanto que la noche no sabía si era noche, o el día si era día. Tantas ganas de morir me inundaron que pensé mil formas de hacerlo. Perdí el norte, que haría ahora si en campo de batalla lo único que quería era verla y vivir con ella. En quien creí que me esperaría no lo hizo, y al que le pedí que me ayudara a que ella no me olvide, no me oyó. Entonces le pedí que me ayudara a olvidarla por completo. Entonces surgió la tercera guerra, en la que estoy. Combato una guerra contra el enemigo más poderoso que haya podido pelear, y casi derrotado estoy porque se que aunque luche con todo mi arsenal y mis fuerzas saldré derrotado! Quien ganó la tercera guerra fueron ellos; mis recuerdos, mis anhelos, mi voluntad de vivir sin ella, sus abrazos ausentes, su aroma, su calor y esa mirada tan hermosa. Yací en el campo de batalla de mi habitación, con la almohada de escudo. Y sus recuerdos en mi!En los comienzos de la segunda guerra un hombre hubo. Llamado Agustín. Que se cuestiono todo. Todo lo que vivió, vive y viviría. Si soy yo… no fue muy claro ni oscuro lo que viví. Si puedo decir que relativizo todo. Comenzó reconociendo que parecía haber hecho las cosas bien, desde el punto de vista de una religiosidad. La cual también estaba dentro de lo claro u oscuro. Comenzaba a experimentar sentimientos encontrados como por ejemplo; gratitud, amor, desesperación, confusión, odio, ira, por todo lo que había hecho hasta ahora… nada de lo que había imaginado. Solo que por obedecer en lo que creyó rectitud moral lo estaba haciendo morir por dentro. Un sufrimiento lo seguía como la sombra cuando veía que las cosas se le escapaban por completo. El amor, era el que más pesaba. Tanto que ya no sabía cual era el significado de tal. Porque no sabia diferenciar si donarse era amar o seguir una probabilidad. Se había enamorado de alguien que era imagen de ternura, comprensión, tristeza y dolor. Alguien con un pasado de sufrimiento tal, que le mostraba a sí la propia historia… pero sin haber tenido en que creer. Los ojos de esta mujer eran un abismo de solidez, de valor. Pero cuando dejaba entre verse, se veía fragilidad y miedo. Cosas que este hombre sentía esconder de mala manera. La razón por la que se cuestiono todo fue enamorarse. Beatriz le había aparecido de la misma manera a Agustín, que otra le había aparecido a Dante, pero difería en él, porque fue algo muy tangible. Muy verdadero. Vivía una historia pensando en otra. En otros amaneceres y atardeceres, en desayunos variados, almuerzos, cenas y hasta compartires diversos. No porque no fuera feliz con los que tenía. Sino porque buscaba algo más. Algo que no sabía si existiría. Conforme iban pasando los días, meses y años, comenzaba a agrandarse este agujero negro en su entorno. Mostraba como si todo estuviera bien, más sin embargo se lo estaba devorando todo. Dolía ver como salían a flote sufrimientos antiguos. Abandonos, irresponsabilidades, engaños. Todo se agudizaba hasta el punto de tornarse explosivo. Lo cierto es que él tenía… o mejor dicho tuve una crisis existencial. Después de haber vuelto a mi región postguerra, nada estaba igual. Los años habían marcado a la gente que quería. Todos los reproches que tenía para desenfundar los tendría que guardar en lo profundo del pecho. Muchos habían muerto, muchos estaban de duelo. Ninguno feliz, solo desolación, tristeza y amargura. Algo que me potenció más a querer estar en la soledad de mi habitación. Una tarde de invierno cuando el suelo cristalizaba las gotas de lluvia vio a Beatriz, con los ojos tal cual los conocía. Logro tenerla en sus brazos una vez más. Logro decirle lo que sentía. Pudo destapar todo lo que quería decirle, lo soñado inclusive. Mas la guerra había pasado con fuerza por la historia de cada uno. A mí, me había dejado secuelas sicológicas y algo más, a ella le había dado una familia en quien pensar. Fue algo desgarrador porque no veía otra meta que estar con ella. Cuando volví a casa perdí la noción del tiempo, me refugie en mi almohada tanto que la noche no sabía si era noche, o el día si era día. Tantas ganas de morir me inundaron que pensé mil formas de hacerlo. Perdí el norte, que haría ahora si en campo de batalla lo único que quería era verla y vivir con ella. En quien creí que me esperaría no lo hizo, y al que le pedí que me ayudara a que ella no me olvide, no me oyó. Entonces le pedí que me ayudara a olvidarla por completo. Entonces surgió la tercera guerra, en la que estoy. Combato una guerra contra el enemigo más poderoso que haya podido pelear, y casi derrotado estoy porque se que aunque luche con todo mi arsenal y mis fuerzas saldré derrotado! Quien ganó la tercera guerra fueron ellos; mis recuerdos, mis anhelos, mi voluntad de vivir sin ella, sus abrazos ausentes, su aroma, su calor y esa mirada tan hermosa. Yací en el campo de batalla de mi habitación, con la almohada de escudo. Y sus recuerdos en mi!
Entre mis guerras.
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