• Hernán Narbona Véliz
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  • País: Chile
 
El Oficio de Escritor en el siglo XXI El próximo 28 de diciembre se celebra el Día del Escritor Una de las tribus urbanas tradicionales es la de los escritores. Una fauna abundante, veleidosa y especial, con poco espíritu gregario y muchos prejuicios. Grupos sectarios estructurados en función de egos antes que por la calidad o categoría de sus trabajos. Muchos de ellos, en busca de protagonismo pierden el norte, circulan en torno al poder, preocupados de los ágapes y la figuración, antes que de la lectura rigurosa o la crítica constructiva. Es un ambiente el literario que cae fácilmente en el snobismo, en la retroalimentación obsesiva de los dimes y diretes. Un ambiente donde no existe crítica genuina, donde se lee poco y donde algunos profesores de castellano intentan construir su espacio a través de talleres o publicaciones, para marcar pautas en literatura, como una oportunidad de negocio, sin tener un gran bagaje como autores. Los grupos literarios surgen normalmente con estilos sectarios, amurallando sus espacios de influencia al mejor estilo feudal. La competencia en el medio es salvaje. Primero porque el mercado de lectores es reducido. Segundo porque se generan espacios sociales elitistas que no se conectan con la vida real, donde estarían los potenciales destinatarios de las obras. El resultado es que los escritores intercambian textos en un trueque gentil pero improductivo en términos de difusión de las obras. Aparece un ámbito subterráneo de escritores que no tiene comunicación con el mundo editorial. Sólo los concursos internacionales pueden ayudar al oficio, pero la gestación de proyectos editoriales se queda por lo general en el nivel de impresos auto editados, que no llegan ni siquiera a las bibliotecas y menos a las librerías. Los mitos urbanos En este mundo literario, hay muchas personas que en términos productivos como escritores demuestran una vagancia y pereza enormes, funcionando en una mal denominada bohemia. El ocio no es creativo sino incubador de vicios. En bares de mala muerte suelen circular cuartillas de impresión artesanal que no alcanzan para ser consideradas libros. Se ha fijado en la retina de la sociedad la percepción de escritores románticos, envueltos en humo y declamando metáforas tras una jarra de vino. Estos prototipos se han enquistado socialmente y deforman la realidad, pues la verdad es que quienes logran un relativo o gran éxito en las letras, no frecuentan para nada ese mundo subterráneo de las ciudades y escriben en lugares donde la conectividad funcione con aire limpio, Wi Fi y banda ancha. Sin embargo, casi como una nostalgia porfiada, se mantienen esas ideas de bohemia, alcohol y fracasos emocionales, como el halo necesario para escribir bien y creativamente. El tema es que los grupos que hacen de lo literario una actividad social, se quedan muchas veces con esos preconceptos de lo que es ser escritor y suelen excluir de sus círculos, por pequeños burgueses, a quienes, junto con escribir, detentan otras profesiones u oficios y trabajan para vivir como el normal de la gente. Otro prejuicio es pensar que los escritores, para crear deben tener vidas tortuosas o disipadas. En la primera mitad del siglo XX se dieron condiciones para que poetas jóvenes encontraran el padrinazgo de mecenas, de damas de la aristocracia liberal o de los partidos políticos que los ubicaban en algún cargo diplomático. A Rubén Darío, célebre poeta nicaragüense, el hijo del Presidente Balmaceda, en 1886 le consiguió un puesto en la Aduana de Valparaíso, donde Félix Rubén García Sarmiento trabajó en un almacén frente al Pacífico escribiendo su libro Azul. Neruda, por su parte, logró incrementar su conocimiento del mundo a través de sus romances y de la política.Pablo Neruda se las jugó por sus ideas y la epopeya del Winnipeg es la etapa que más admiro de su biografía.Pero, ahora, ser escritor requiere de otras competencias. Escribir es una actividad solitaria, introspectiva, alejada de los oropeles y para nada bohemia, parrandera o relajada. Es cierto que connotados escritores y artistas tuvieron vidas tortuosas, con pasiones que llevaron a algunos al suicidio. Violeta Parra es una de esas artistas que sufrió su trágica depresión por un fracaso afectivo. Hoy, sin embargo, la producción literaria es más bien de personas que alcanzan una positiva inteligencia emocional y la aplican en el oficio con mucho trabajo y dedicación. Ya no espera el poeta o la poeta encontrar un mecenas, una beca generosa o una aristócrata que lo financie a cambio de pasión y versos exultantes de amor. Hoy, a lo sumo, si no desconfía de lo institucional, el escritor puede postular un proyecto a esos fondos concursables que se han generado para el mundo artístico y cultural. Es que el vil dinero ha cruzado todos los espacios sociales, incluso el de las letras. Se requiere mucho trabajo para poder ser prolífico como creador, a lo cual se debe añadir una capacidad de marketing para acceder a las casas editoriales para una publicación con todas las de la ley. Por lo tanto, escribir desde tragedias pasionales corresponde al siglo pasado. Un poco como el periodismo, que procura actualmente escribir desde los espacios locales, lo cotidiano, las auroras que levantan a las personas para cumplir con sus trabajos, pasan a ser hoy inspiración para nuevas cosmovisiones, nuevas incertidumbres de los individuos, en el fondo, una tragedia extendida en las tensiones de las grandes urbes y que es necesario capturar para las futuras novelas y relatos. ¿Escritores comprometidos o simples observadores? La emotividad de la soledad urbana es el sino tragedioso del siglo XXI y parece ser el acicate principal de los poetas observadores, que desmenuzan los bemoles de las historias, pero flotando lejanos, sin comprometerse con las situaciones observadas. En esto hay una diferencia con las formas de vivir las letras del siglo pasado. De sólo mencionarlo, descubro mi propio sesgo totalitario, ya que no concibo que un escritor no se involucre con su tiempo, que no se comprometa con su ideario, que no sea libertario. No podría aceptar que, abandonando sus valores, sea funcional a discursos oficiales. Porque así nos formamos en el siglo XX, con una ligazón real con el mundo del trabajo, enarbolando la libertad como una gran bandera. Héroes como Víctor Jara iluminan una senda de compromiso consecuente hasta el martirio. Cuando miro este aspecto, compruebo que los escritores actuales suelen conformarse con la estética, incluso con el juego de fantasías y dimensiones, sin alcanzar la ética, sin denostar contra sus propios molinos de viento defendiendo los credos, sin apasionarse en la pluma como en una tribuna determinante del destino. Ahora, debo admitir, deponiendo mi frenesí, que hay que aceptar formas y estilos diferentes, que fluyen por las distintas sensaciones del artista, que integran en cuestión de gustos este hedonismo moderno tan neoliberal, que se centra en el individuo antes que la sociedad. Y en esa evolución, con mayor razón defiendo mi espacio personal, para sostener esa regla de oro que me marcó en la adolescencia, cuando escribir era una extensión de una actitud de vida y el compromiso con los principios era anterior y superior a la estética. Por eso esta distancia y diferenciación que hago de los espacios superficiales, de esa falsa bohemia que linda con la farándula y el juego mediático. Atrapados quizás por esa farándula y por esa ambición personal de reconocimiento, para escalar en este medio tan especial de la literatura, hubo quienes se masturbaron en público. Hoy hasta desnudarse en público es un lugar común. Prefiero seguir a Sabella que inventó el hacer llover poesía desde los edificios. Yo lo hago a mi manera, usando la Internet, difundiendo en la red mis poemas y crónicas, usando, al estilo de esta nueva era, los blogs y los Ipod. No interesa el instrumento, pero sí la esencia de la palabra, tal como lo marcara Don Andrés. Conozco a muchas personas, escritores y escritoras, que hacen del trabajo de escribir una actividad social y lo respeto, pero no creo que eso ayude a la creación, ya que ella es siempre una actividad personal, íntima, silenciosa. Muchas personas en sus círculos suelen generar un mundo de burbuja que los desarraiga de la realidad, donde los miembros se auto convocan sin lograr difundir al público sus trabajos. Construir redes y círculos de lectores Concluyo reiterando mi transversalidad respecto a las diversas asociaciones. Trato de compartir en los eventos literarios en la medida de mi tiempo y sin exclusión. Por eso he organizado ocasionalmente simpáticas tertulias literarias en la Comarca de los Poetas, en mi ciudad de Valparaíso, compartiendo con escritores de diversas pertenencias y de diversos fustes y estilos en sus trabajos. Mi idea es promover círculos de lectores más que círculos de escritores. Es lo que necesitamos, gente que guste de la literatura, que lea, comente y pida más. No me interesa hacer del oficio de escritor una mera cuestión social. Creo que hay espacios de cooperación para todos los que lleven este oficio en las venas, y es poder difundir el gusto por la lectura en el público, sobre todo niños y jóvenes; apoyando las bibliotecas populares, aprendiendo de las ediciones en la Web, incursionando en los e-book. La necesidad de acceder a la industria editorial exige un trabajo concienzudo y eso obliga a colocar las energías de todos y todas en el trabajo más que en las convivencias. En la relación con las autoridades comunales, regionales o nacionales, no admito que el poder utilice a los creadores como comparsa, como los bufones del reino. Exijo que a los escritores se nos respete y que tengamos acceso a espacios dignos para presentar nuestros trabajos, sin censuras de ningún tipo, con exigencias sí de calidad, con amplitud de ideas y visiones, respetando el idioma en su belleza y en su estructura formal. En general y termino con esto, no suelo participar de las reuniones de escritores cuando se convierten en conventillos ilustrados. Me irrita que se hable mal de las personas. Está bien comentar una obra, eso es constructivo, pero no hay que entrar en el ámbito personal. Como decía Sócrates si me vienes a hablar mal de alguien que conozco, te hago tres preguntas: ¿estás seguro que es verdad lo que me vas a decir?¿Me ayuda en algo saber lo que me quieres decir? ¿Podría yo hacer algo para cambiar los hechos que me quieres contar? Si no contestas afirmativamente estas tres preguntas, mejor no me cuentes nada. Dejo estas ideas para un sano debate con mis colegas. 11 de diciembre de 2006
TANGO   Invadiste mi niñez, el barrio, los lateríos. La arteza grabó tus penas, mis cerros tu carnaval. Estuviste con Pichuco, muy junto al hada madrina, la abuela supo entonarte, Castillo la ilusionó.   Te incorporé a mi vagar y te prendiste a mis ojos, te comprendí como nadie, me recibiste leal. Cuando crucé cordilleras, al aprender a fumar, se me hizo humo la noche sentado en el viejo bar.   Palpité tu derrotero, de San Telmo a Paternal, fui forastero al principio vos me empezaste a vosear.   Porteña historia en los mates, el suave filosofar… y yo rasgué los tamangos para tener que morfar. Supe del piola y del chanta y me tuve que cuidar. Supe de tus ritmos nuevos, de tu destreza ancestral.   Me regalaste una lágrima de imaginaria beldad, a cuestas seguí con ella, extrañando en soledad. Comprendí tus inquietudes, fue tu canto celofán que amortiguó las esperas cuando no hubo que aguantar.   Inmigrante aclimatado aspirando tu sentir, tus raíces taciturnas, el desolado arrabal y ese río con arcilla que Quinquela fue a pintar.   Viví contigo la noche que pretendió enmudecer las verdades de Discépolo en cinismo sepulcral. Después vine hasta mis cerros, pues mi puerto aquí me ancló. He traído como hermano el vibrar de un bandoneón…   Tango amigo, ciudadano, veterano del amor, ya no hay dudas, no es recuerdo… ¡me afanaste el corazón!.     Del libro Eroscidio, amática contra el desamor, Editorial Conosur, 1988.
Tango
Autor: Hernán Narbona Véliz  474 Lecturas
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Mis lugares comunes   Nadie está libre, lo sé, de reincidir en sus letanías. ¿Cuántos lugares comunes caben en este rectángulo? ¿Qué esfuerzo he de hacer para que valga la pena escribirte un mensaje? Acaso me conforme con llevar calor a tus mejillas blancas. Acaso, te prodigue un círculo infinito que venga dentro de un beso. ¿Quién sabe? Lo mejor, no averiguarlo Para seguir sin pautas, intuyendo resquicios perfumados, hilitos de ternura para arrebolar tus ojos y acaparar tus besos. Quizás así, mis cuentos sirvan a tu risa,  y se sientan útiles, alguna vez en su vida. _______ Cable a Tierra.Hernán Narbona VélizCopyright Nº 186918 de 7 diciembre 2009.Academia Iberoamericana de Poesía______________  
AMÉRICA, YA ES TIEMPOHurguemos en tu historia la savia libertariaYa basta de abstenernosen torpe autocensuraRompamos etiquetasbusquemos la corduraSi fue civilizado ser acero del hambre,Políglota del genocidio, master del absurdo,saltimbanquis del odioo marionetas…¿Por qué, entonces, no remontar los Andesy vociferar hastiados?¡Dennos un siglo sólo!de mayas resurrectos. de incas persistentes,de fuerza mapuche irreverenteDennos apenas un minuto!para libar en greda de Atacamaaquella ancestral promesa indiana…Congreso de Panamá: Bolívar elocuente,pero era madrugadaMatriarcado adolescentede niña americana,intentando ingenua y flacasentarse a la mesa veteranaCongreso de Panamá: Bolívar y su llama,Pero era madrugadaY fue el viento del norteEl que rasgó esperanzasMandaron emisariosA sofocar su fragua-peligroso emblemaeso de aunar las chacras-Quisieron sepultarla:usaron fratricidio los traficantes de armasTras tórridas alianzas corrió sangre mestizapor desiertos, sierra y pampaLa moral del poderfue crema utilitariaque justificó doctrinasy almas derramadas Hubo de aprenderlo en fuegola niña americana,tras muchos avataresla intuyo cabizbajaAmérica temprana,hoy bebo de tu historiaque es fuerza renovada ¡Ya es tiempo de campanas!¡Bolívar vive y clamapor sacudir tus llagas!
Libertinaje en perjuicio del amor Con la chiva de que hay que dar a la gente lo que quiere, los operadores de la sociedad de consumo degradan la sexualidad y la convierten en ejercicio gimnástico Hernán Narbona Véliz (02/2007) CUANDO EN 1987 publiqué mi segundo poemario, Eroscidio, Amática contra el Desamor, en 1987, y que me prologara Don Andrés Sabella, tuve muchas veces que explicar el alcance de su título. “Eroscidio” era un neologismo que inventé para significar el homicidio del Amor, el avasallamiento del sano y mágico erotismo que hace girar la vida y direcciona las energías del ser humano, sustituyéndolo por lo burdo, lo chabacano, lo genital. Voy a referirme, recordando esos versos, a una peligrosa tendencia. La decadencia que se observa en el tratamiento mediático de la sexualidad. El tema del Amor, de la afectividad, de las relaciones de pareja, ha sido colocado por muchos medios de comunicación a la altura de los genitales. Un tema donde es preciso despejar los fundamentalismos, las posiciones duras de instituciones o grupos políticos y religiosos, que quisieran censurar dogmáticamente las decisiones personales y, por otra parte, la posición de grupos que creen que tolerancia es pasar a llevar los derechos de los demás, invadiendo su espacio y su privacidad, postulando un libertinaje sin freno. Escribo este artículo sin pretender lecciones de moralidad, sino advirtiendo desde el sentido común, como padre de familia y comunicador social, las amenazas que encierra esta degradación de la emotividad. Considero haber tenido frente a la sexualidad una actitud consecuente y de vanguardia, pese a los esfuerzos de mi madre en transmitirme sus códigos morales de época, en donde los tabúes abundaban, imponiendo a los jóvenes conductas llenas de hipocresía a la hora del comidillo en la entrepierna. “Aquello” se hacía con la luz apagada, la esposa no debía expresar su goce, debía recibir pasiva la acción del esposo, haciendo gala de su virginidad. Desde niño sentí que ofendía la inteligencia ese actuar fruncido y acartonado. Siempre sostuve que entre el hombre y la mujer –así, sin fundamentalismos de género, que a mi juicio rompen la conjunción maravillosa de la pareja- debe haber absoluta libertad en la entrega mutua. Los que atentaban en contra de una sexualidad profunda en los afectos, en el ensamble de hombre y mujer, eran, desde mi percepción, la industria mundial de la pornografía, el individualismo -como actitud extendida, que se situaba en la médula de un mundo resuelto por el mercado- y el hedonismo, que marcaba esa tendencia a olvidar tu historia y tus compromisos, a pasarlo bien, a vivir sin límites en la ruta del placer. Y por derivación, veía entonces que una confusión entre libertades ciudadanas y este libertinaje que ya había visto en Holanda y varios países de Europa, llevaría a una peligrosa expansión del consumo de drogas, frente al dejar hacer y dejar pasar de una sociedad que abandonaba los mínimos marcos éticos, Desde la visión poética, la Amática contra el desamor era mi propuesta política. Era necesario blindar el amor para que no se degradara en la sociedad de consumo; era una tarea para la poesía ir a la reconquista: “Alerta, poesía, resistamos…entramos a la era tecnotrónica. Herodes se ha vestido de pragmático, el Poder nos manipula hasta el cansancio”. “Amática” era una invitación a actuar, a tirar los cordajes para navegar en la construcción del amor. Un Amor entendido como un abrazo a la libertad, el desmantelamiento de los tabúes y la defensa de los sueños en lo cotidiano, no en la simple pasión sino en el amor sin tiempo. Allí estaban el juego, la conquista, la seducción, el compañerismo, el proyecto común, los esfuerzos de familia, la risa, la gratuidad de la pasión y el cariño. Hoy, al observar la decadencia ambiental en las relaciones afectivas, con una liviandad generalizada, que convierte al sexo en una gimnasia impersonal, en un producto transable a viva voz, se me viene una profunda bronca porque esta situación es asumida como parte de la “modernidad” sin que existan filtros frente a situaciones que atentan en contra de la calidad de vida y la sana sexualidad de las parejas heterosexuales. Seguramente, reaccionarán las minorías u opciones sexuales y su respuesta siempre tendrá el argumento de que quien se opone a los excesos es un castrante censurador Al respecto pienso que la exploración sin trabas del sexo duro, lleva a difundir y hacer aceptar como normales conductas que son depravaciones sexuales. No comparto esa posición que envuelve todo el tema en forma ambigua bajo la manoseada argumentación de las libertades personales. Las drogas, la pornografía, la pedofilia, la zoofilia, la necrofilia, entre otras, son aberraciones sexuales y la sociedad que no previene su difusión pone en riesgo valores fundamentales, como lo son la niñez y la familia. Cuando en los medios de comunicación masiva, radio y televisión abundan hoy programas que han “genitalizado” la sexualidad, mi actitud pasa a ser casi reaccionaria. Porque creo que no se puede aceptar impávido que en la radio se ofrezca, en horario diurno, a viva voz la oferta de prostitución personal de auditores que usan esos espacios de debate, o sexo en grupos, o sexo a ciegas con citas vía celular, servicios sexuales a quien esté dispuesto a pagar, intercambio de parejas, etc.. Porque no cabe en los conceptos de tolerancia y respeto mutuo, aceptar la difusión de las imágenes chocantes de besos entre un homosexual, Miguel Bossé y otro travestí y luego con un conductor de televisión, besos a pantalla completa, en horario nocturno, día viernes. ¿Qué queda como lección? Lo burdo y lo chocante marcan rating. La publicidad viabiliza el negocio, respalda la producción, sale el estiércol al aire, se logra un buen facturado en publicidad, otros que copian el estilo y, al final, una fuerte degradación en la vida diaria, porque como el asunto apareció en la tele o se escuchó en la radio, es aceptable. Salir en la tele es más importante hoy que una norma sea promulgada en el Diario Oficial. Así, el desamor se instala en la sociedad y la Poesía sigue esperando “Inventar el día indispensable”.
Abrázame, mi amor… Tronaron los pilares de nuestro nido Los dolores se sumergieron lacerantes acumulados en tus silencios Orbitaron cual lágrima aterida hasta rebasar los cristales y magullar tu savia Con torpes actitudes quise blindar nuestras fronteras para resguardarte Pero recibiste el embate de vientos tempestuosos de cuchillas invisibles de penas inconclusas de duelos jamás expresados Aprecié mi debilidad Insomne deambulé por la pena Apacenté fuerza para acompañarte Tiritando ante la probabilidad Intentando estrujar la fe para reencontrarme con Dios Rogando por ti Rogando por mi Suplicando poder amarte eternamente  9 Diciembre 2004, incluido en libro Cable a Tierra, 2010.
http://poetahnv.blogspot.com/2010/06/39-anos-un-gran-proyecto.html Estamos hoy de aniversario. Unidos por 39 años contra todos los pronósticos envidiosos o veleidosos de ex novias o parientes. Sobrevivimos cuatro décadas que es inoficioso resumir. Somos una sólida amalgama de colores, vivencias y sueños.No cargamos lastres. Flotamos como los globos de helio que dispararon las utopías generacionales cuando, hace dos años, estuvimos en París.Hacemos una apología silenciosa al matrimonio para toda la vida, no pretendemos convencer a nadie de nada, somos insoportablemente autosuficientes y nos gusta estar solos, retozando de amor, conversando, comiendo cosas ricas, confidenciándonos nuestras últimas ideas y compartiendo esa telepatía intrusa que nos ayuda a congeniar sin palabras nuestros caminos cotidianos.Hace 39 años comenzamos este caminar y hemos sido permanentemente novios y esto es motivo de sano orgullo. Nunca me aburrí de nada tuyo y sé que de tu parte ha sido igual, un constante cuidado recíproco. Muchas veces nos preguntan cómo hacemos, si no nos aburrimos de andar siempre juntos y nuestras respuestas son siempre simples, estando juntos sobra el mundo, aunque a veces esto sea un poco impertinente para quien nos escuche, o quizás poco creíble, dadas las tendencias actuales que demuestran que son más los divorcios que los matrimonios.Por eso mismo, valga dejar constancia de ser una pareja de amantes, donde cada cual coloca sus talentos, su pasiones, sus aspiraciones. Y vamos estructurando el proyecto, cubriendo sus etapas, cumpliendo el rol de padres, ahora entrando al de abuelos dedicados. Sobre todo tú que eres la vinculación permanente a nuestros hijos y sus vidas.Yo tras de ti te sigo en esa relación tierna y preocupada que nos hace ser familia unida, en las buenas y en las malas. Yo extraigo de nuestra unión las fuerzas para bregar por el mundo, nutriéndome de la verdad que descubro en nuestra propia consecuencia. Repasando tantas páginas, cuantos desencantos y dolores, pero sin que haya que cargarlos, dejando un mero registro qiue ayude a la memoria a ser cuidadoso, a pisar con paso enérgico pero con cuidado para no volver a tropezar.Es el esfuerzo mágico de la vida en pareja, amándonos, tocándonos, abrazándonos, amándonos con frenesí, cuidándonos, riendo, riendo mucho y descubriendo la magia de Dios en una naranja, en el desayuno lleno de mar y sol, cuando un beso despide el cansancio y se inaugura una nueva jornada, muy temprano para vivirla intensamente.Llevamos 39 años. Tú tenías 15 años y yo 21. Muchos dijeron que eso no tenía futuro, que por nuestro genio a corto plazo vendría el fin. Pero, como ves, tuvieron que tragarse sus deseos y sus comentarios malintencionados. Porque aquí vamos, cruzando desiertos, cordilleras, construyendo comarcas, respaldando a los críos, gozando las sonrisas de las nietas, acogiendo con amor a las futuras mujeres de nuestros hijos varones.39 años plenamente vividos, con alegría, con temple, con inteligencia acumulada y con una enorme fe en Dios, que se nos presenta, como tú dices, en los gajos brillantes de una naranja matinal, que nos promete un día más, que juntos agradecemos en silencio.Declaremos a dúo, que seguimos cuesta arriba, livianos, de la mano y amándonos sin traumas ni penas, hasta que la muerte nos abra camino al otro jardín que deberemos recorrer para batir un nuevo record.______________Chañaral, 6 de junio de 2010
Por la cuadra de Basterrica Mi Escuela Manuel Rodríguez del cerro Polanco   Vuelvo, cincuenta años después, a presentar mi poesía a la escuela Manuel Rodríguez del cerro Polanco, donde un profesor normalista, Sergio Escobar, guió su primer Taller Literario Infantil, publicando en 1960 la Antología Ventanario, Cristal y Luz del Niño. Eran los años cincuenta, gobernaba Chile Don Gabriel González Videla, el político radical que había dictado la Ley Maldita en contra de los comunistas. Después vendría Ibáñez del Campo, en su segundo mandato, y el 58 saldría elegido Jorge Alessandri Rodríguez, el paleta. La calle en que viví de niño se llamaba Basterrica y estaba entre Fuentecilla y Simpson, a una cuadra de la Escuela 77, Manuel Rodríguez. En una esquina estaba el Retén Polanco, con caballerizas sobre Fuentecilla y de la otra esquina, el almacén 16 de Agosto. Doblando la manzana estaban la Zapatería de Miño y el puesto de Doña Ema, que vendía cloro y jabón gringo, con un hijo llamado Gilberto que se hizo empresario de las micros Barón. En la siguiente esquina por Simpson estaba el almacén de Don René, en un clásico emporio oloroso a canela y otras especias. Al medio de la manzana se ubicaba el cité con un patio grande en torno al cual se alineaban las piezas. Un chofer de los trolebuses, entonces Empresa de Transportes Colectivos del Estado que se había inaugurado el 1 de enero de 1953, el Señor Zurita, que tenía como 10 hijos, arrendaba casi todo el cité. La dueña de todo el barrio era doña Benita Solari y su hermano Colombo. Ellos vivían en la mansión ubicada detrás de la entrada al ascensor Polanco. Cada mes yo acompañaba a mi madre a pagar el arriendo y admiraba la casa enorme, que siempre permanecía con los muebles cubiertos por paños blancos, como una casa sin alma. Un poco más arriba, por calle Simpson, vivía don Enrique Duarte, Director de Escuela y casado con mi tía Marta Villarroel, hermana de mi abuela paterna, que tenía dos hijos, el Polito y el Carlín, todos ellos fundadores de la Junta de Vecinos del Cerro Polanco. Recuerdo a mis vecinos y muchas historias de barrio. Hubo algunas trágicas que entraron a formar parte de las leyendas del cerro. Mi casa ocupaba casi toda la cuadra de Basterrica y se ingresaba a ella por el número 16, por una escala coincidentemente de dieciséis peldaños, que llevaba a un largo corredor que tenía las piezas hacia el lado de la calle y glorietas con vidrios hacia el patio interior, donde habían dos casas, la de Doña Marina y la de la Sra. Adela. Era la nuestra una amplia casa y en el corredor había muchas plantas, la cocina, un par de lavaderos con artezas y el baño. Tenía también la pieza del carbón donde se almacenaban los sacos de carbón y también sacos de papas. Al fondo, colindando con el retén estaban las piezas de comedor y el dormitorio de mi abuela Laura, donde me acomodaron cuando nació mi hermana y tuve que dejarle a ella la cuna de bronce en la pieza de mis padres. Desde niño dominaba mi espacio y la casona grande estaba llena de primas que venían a estudiar de Petorca al Liceo 1 de Niñas, llamaban a los espíritus y se lavaban sus largas cabelleras con quillay y shampoo Sinalca. Por las tardes, las mujeres a tejer y a uno lo tenían de enhebrador de agujas o con los brazos extendidos como desenrollador de madejas de lana, mientras las historias saltaban, iban y venían los comentarios sobre el barrio, la política, todo lo cual yo absorbía como esponja, grabándolos a fuego de brasero en mis fantasías infantiles. Mientras mi hermana jugaba a la payaya con una bolita de cristal y un conjunto de piedras pequeñitas, sobre la toilette de mármol en la pieza de la abuela, yo permanecía en medio de las mujeres escuchándolas en silencio, como en un radioteatro del que era auditor privilegiado y casi exclusivo. En otra ala del segundo piso, en la misma cuadra, arrendaba dos piezas independientes la Señora Jovita, que tenía dos hijas, la Patty chica y Laura. Bajo nuestra casa vivía la Señora Marina que vivía en la casa de planta baja tenía dos hijos. Hernán, un muchacho grandote, adolescente, y Patricia, de mi edad. También estaba la casa de la Señora Adela, que vivía con su marido, su hija Chelita, su nieta Rosita, y su papá, un abuelito encorvado que liaba sus cigarrillos a mano, sentado a la puerta de su casa. En la esquina, frente al 16 de Agosto, estaba la Carnicería del Chino, que vivía en una hermosa casa del Paseo Taiba y tenía un hijo de mi edad. En la vereda de enfrente estaba el puesto de pan de la Señora Hortensia, las casas de mi profesora Sara, y la de la Sra. Emilia, una mujer de pelo cano y colorada, con pinta de alemana, que tenía dos hijos varones, uno de los cuales estaba casado con Victoria a quien llamábamos Toya. Frente al retén vivían la Pocha y Miguel, compañeros de curso en la Escuela 77, Manuel Rodríguez Un día supimos que el hijo mayor de la Señora Marina se había suicidado, nunca se aclaró el porqué y después de la tragedia ellos se cambiaron.. Cuando llegué al segundo año de preparatorias, mi compañera de banco fue Rosa Escalante, Pochita, que me juraba que se casaría conmigo si yo le hacia las tareas, pero después de hacérselas se reía y yo la perseguía y le tiraba la trenza, siendo reprimido por la profesora Señora Sara con literales tirones de orejas, hasta que decidió terminar con el idilio, cambiándome de puesto. En una ocasión, con Patricio Herrera en tercer año de preparatorias, ambos con 7 años, nos peleamos en el recreo y el resultado de la lucha fue que los botones de nuestros suspensores saltaron y la señora Sara nos puso delante de todo el curso a colocar esos botones. Yo enhebré la aguja pero el Pato era muy torpe para pegar un botón y estábamos en ese castigo cuando llego la mamá de Patricio, Doña Elsa Guerrero a salvarnos, pues ella pasaba por la escuela y de pura casualidad nos libró del castigo en medio de las risas de todo el curso. También hubo tragedias en ese pequeño escenario de infancia, hechos que empañaron la alegría del barrio. En la calle Basterrica jugábamos con pelotas de trapo unas pichangas sensacionales, allí anduve en triciclos y monopatines que me hacía mi papi, sólidos en un fierro pesado que imponía respeto. Allí saltábamos con un enorme cordel hombres y mujeres, jugábamos al trompo y en los dieciochos corríamos carreras de ensacados. La Junta de Vecinos funcionaba en el Comité, una sede social a la vuelta del Retén, justo donde empezaba el Paseo Taiba. Allí se podía bajar a una quebrada, donde se había hecho una pequeño explayo que llamábamos cancha de los pacos. En esa cancha se instalaban los circos pobres que iban por los cerros llenándonos de fantasías. En ese Paseo Taiba que llevaba a la Plaza Santa Margarita en Larraín, el cerro vecino, se hacía la fiesta de la chaya, en la que nos disfrazábamos de piratas pintando las caras con corcho quemado y usando pañoletas rojas y parches en el ojo. En la plaza Santa Margarita celebrábamos la semana del niño y nos hacían plantar arbolitos, que hoy deben ser adultos mayores, y recitar en el podium con micrófono, cuestión que te llenaba de adrenalina. Una historia trágica ocurrió en la calle Basterrica, cuando un camión atropelló a un niño que quiso colgarse, pero resbaló. Ocurrió casi en la puerta del Retén y todos lloraban el hecho. Desde entonces las mamás nos restringieron los juegos y el Cachorro, un paco malo con corazón bueno, nos corría de la calle y se quedaba con las pelotas de trapo, para mantener despejada la vía que empezaba a tener el paso rutinario de los microbuses. El dueño del almacén 16 de Agosto era un vecino de nombre Fernando, un tipo pintoso, de ojos claros y bigote castaño. Se casó con una de las mujeres quinceañeras más lindas de los carnavales de primavera, la hija del dueño del Yate, el negocio que estaba en la plaza. Gran alegría hubo en el barrio y la divisamos vestida de blanco, radiante del brazo de su marido Fernando. Pero, el hombre era violento y un lunático que comenzó a maltratar a su bella mujer, el barrio entero lo supo y fue el comidillo de todos. Hasta que un día, ella, aburrida lo dejó y se fue a vivir con un chofer de microbús, cuando recién comenzaban los recorridos al cerro, desde el Pasaje Quillota hasta la calle Basterrica. Fernando cerró el Almacén y nunca más se le vio por el cerro. Este episodio fue en la misma época en que en el cerro Molino se realizaba el casamiento de homosexuales y el diario El Clarín colocaba con error un titular que estigmatizó al cerro para siempre “Casamiento de locas en el Cerro Polanco”, en circunstancias que la boda gay, como se la habría llamado ahora, se había realizado en el cerro El Molino, vecino a Polanco, hacia la quebrada Santos Ossa, que comunicaba con el cerro O`Higgins. En mi calle Basterrica la Señora Adela sufrió también la pérdida de su hija Chelita en una trágica situación. Ella era una mujer de unos 37 años, que cantaba tangos mientras restregaba ropa en la arteza y yo la miraba desde mi balcón. Tenía una voz hermosa, siempre se la veía enfundada en unas polleras largas, ropa oscura, calzando su destino de solterona que había perdido el tren del amor. Pero, en ese actuar discreto que imponía la hipocresía de época, Chelita supo mantener un fogoso romance con un carabinero, que trabajaba en el retén contiguo. Al parecer por un embarazo que había llegado demasiado tarde, Chelita murió. El dolor fue tan intenso que esa familia fue muriendo en breve tiempo, Partió primero la Sra. Adela, luego su marido, que al enviudar se había casado con una señora que tenía dos hijas. Al final, la familia partió a Santiago y Rosita, mi dulce enamorada de infancia, con quien jugábamos a las visitas, al doctor y otras perversiones infantiles, se tuvo que ir a Santiago y yo con mis ocho años entendí del amor imposible por primera vez. Así fueron desmoronándose los actores de ese escenario de infancia, con imágenes de alegrías y con los dolores sumergidos como cualquier barrio chileno. Otro hito trágico ocurrió en los sesenta, después del terremoto de 1965. Nosotros ya nos habíamos mudado de Basterrica y vivíamos más arriba, en Fuentecilla. El terremoto dejó inhabitable el edificio y muy pocos se quedaron en la manzana, donde la final se construyó el condominio Población Paicaví. Como todos los miércoles y sábados, doña Victoria, nuera de la Señora Emilia, había ido a la feria de Avenida Argentina y subía por el Ascensor Polanco con sus bolsones cargados de frutas y verduras. Ese ascensor, para quienes no lo conozcan, tiene en su parte baja un túnel de unos 100 metros que penetra tal cual una mina en el corazón del cerro, donde se observan vertientes que fluyen y se canalizan desde la roca viva hacia los costados del largo túnel. En sus orígenes había dos carros que funcionaban y llevaban a la torre, pero a partir del terremoto de 1965 sólo se dejó un carro y la gente hacía fila en el túnel para subir hasta la torre. Desde el mirador al cerro, un puente. Cuando Doña Toya lo cruzaba con sus dos bolsones que nunca soltó, el puente se desmoronó y ella murió trágicamente al caer desde una altura de 30 metros al vacío. Ese puente tuvo siempre el sino trágico de los suicidas que lo utilizaban para su partida. Años después, en los años ochenta, compré para mi familia una casa en el sitio exacto donde había vivido de infancia. Allí se criaron mis hijos, pero eso es otra historia. En una ocasión viniendo de la feria, un miércoles o un sábado, divisé en el túnel una mujer con dos bolsas en sus brazos. Apuré el paso para alcanzar el próximo ascensor y vi que la mujer llegaba a los pies del ascensor y la perdía de vista cuando doblaba al fondo, donde una banca de madera servía de lugar de espera. Mayúscula fue mi sorpresa al llegar a ese mismo sitio, sin encontrar a nadie, en circunstancias que aún el ascensor no bajaba. La mujer había desaparecido y me quedó la sensación de que era el espíritu de Doña Toya repitiendo su trayecto fatal. Leyendas e historias en torno a la Junta de vecinos del cerro Polanco, un barrio que tuvo en esas familias miembros entusiastas que creían en las familias como espacio seguro para el crecimiento de sus hijos, en un Valparaíso donde los pitos de las fábricas cada amanecer llamaban al trabajo, las madres nos ponían nuestros buzos color crema y partíamos a la escuela, formados en el patio, con el pelo peinado con gomina hecha de membrillos o con jopo endurecido con limón. Los domingos eran con matinales en el teatro Metro, había catecismos en la Iglesia del Pilar, había partidas en la Laguna y al regreso de Barón estaba el convento de las Carmelitas con sus enormes muros y sobre la esquina la imagen de la virgen del Carmen, punto obligado de persignación y oración. Fueron los cincuenta, con una realidad de barrio que al relatarla hoy adquiere una dimensión fantástica, con la vitalidad del ingenio con que se inventaban juegos con algarabía y picardía. Tenía tres o cuatro años cuando mi abuela me leía el Peneca y mi madre coleccionaba la revista Para Ti. En casa se acumulaban las revistas Life y O`Cruzeiro, en donde se podía leer noticias de la reciente segunda guerra mundial y la guerra de Corea. Cuando me llevaron a kindergarten ya había aprendido a leer y por ello me saltaron directamente a segundo de preparatoria con la profesora Sra. Sara Pérez, que cojeaba y tenía el pelo con permanente, el sello adusto, pero un corazón generoso del porte de una casa, que imprimiría valores y buenas costumbres en sus alumnos, haciéndolos gente de bien. En mi curso había jóvenes de todas las edades. Recuerdo a mi amigo Luis Vergara, al que llamábamos Condorito, que tenía una gran habilidad para las caricaturas. También a los compañeros de curso como el Pato Herrera, Darío Mercado (Nieto de la Sra. Sara). Con el Pato y su hermano Gonzalo hemos compartido períodos intensos de nuestras vidas, en cambio, a mis viejos compañeros Barrientos, Piccardo, Yañez, Carreño, nunca más supe de ellos y eran parte de la Antología Ventanario, Cristal y Luz del Niño. Dirigía entonces el equipo de profesores la Profesora Josefina Morfino y trabajaban las profesoras Olga y Alicia Herrera Pérez, hijas de Doña Sara. La profesora de Kinder era la Srta. Teresa, que usaba unos grandes lentes, detrás de los cuales había una linda mujer, de simpática sonrisa. Otros profesores fueron Luis Zaldaño y Sergio Escobar que llegó a la Escuela el año 59, realizando en dos años una gran labor, cuyos resultados marcaron mi vida para siempre. Ahora, en un torbellino de recuerdos, invitado por la Junta de Vecinos del Cerro Polanco y su centro cultural, me preparo para reencontrarme con mi infancia, volviendo orgulloso a mi escuela pública Número 77, Manuel Rodríguez, a compartir mi poesía, cincuenta años después. Valparaíso, sábado, 24 de abril de 2010
        Autobiografía: Hernán Narbona Véliz Gracias a la vida, crónica en un cambio de folio. Cuando las décadas vividas se apilan, llegando a seis, son necesarios y oportunos el equilibrio y la síntesis. Cuando se repasan los registros de una vida acelerada, el tratar de resumir seis décadas, es un buen desafío. Soy un hombre que ha cruzado dos siglos con los ojos y la mente muy abierta, experimentando el tráfago del cambio, tratando siempre de ser parte de él. En este derrotero hice buenos amigos, algunos circunstanciales, otros permanentes, pero igual todos importantes en la construcción de tu hoja de ruta. Fui un niño amado a destajo. Los cincuenta, tienen el color de la mamadera verde con que cada tarde escuchaba al hada madrina. Niño de radio y lectura, peleas a espada y procesiones. Escuela Pública Manuel Rodríguez, sin patio, recitando en el día del niño, jugando en los adoquines frente al puente del ascensor Polanco. Juegos en la calle Basterrica y el paseo Taiba, patines de cuatro ruedas, trolebuses, primas y vecinas, triciclos, monopatines, trompos y emboques, en la radio el Adiós al Séptimo de Línea, Radiotanda. Al finalizar la década paro de estudiantes, globos de las plazas rotos, mi papá luciéndose con su torpedera fabricada en Astillero las Habas, feria de Asiva Estadio Valparaíso. Curso de periodismo infantil en el IPA, taller literario, Ventanario, Cristal y Luz del Niño, el descubrimiento de la poesía anidada en todas las cosas. Los sesenta se abren con la muerte de mamita Lala, mi abuela materna. El 61 ingreso al Rubén Castro, viene el mundial de fútbol, el periodismo escolar, Copihue Tricolor, llego a ser acólito, cruzado, mariano, sigue la poesía. Publican en el diario La Unión un bello poema a la madre. Lo simpático es la anécdota detrás del poema, cuando dulcemente mamá me instaba a apagar la luz de mi pieza y dormir. La adolescencia feliz, con Buddy Richard cantando Cielo, los Iracundos cantando Calla. En el Rubén Castro siguen las actividades en, Panorama, , Rincón Juvenil, 15 años, el primer amor platónico, Mónica, Liceo 1. Muchos retiros espirituales en Santiago y La Leonera con los jesuitas, Cinerama en Santiago, los Beatles arrasan. Llega la Universidad de Chile, Escuela de Ciencias Políticas y Administrativas, trabajos de verano, reforma universitaria, el despertar político sexual de mi adolescencia, se conjuga la revolución y la formación jesuítica, sigue el periodismo, creo el Mañaño Time, la primera revista de la Escuela de Aduanas en la U de Chile. Los setenta se inician con mi ingreso a la carrera de Periodismo, como segunda carrera, justo cuando concluía la de Administración Aduanera. En Junio ingreso por concurso a la Aduana de Pudahuel. No puedo votar por Allende por no tener aun 21 años, pero soy parte de la campaña, desde el diario Venceremos, donde escribo muchas crónicas, como Desidiotizando a la cabrería. Muchos de los curas conocidos abrazan las banderas de cristianos por el socialismo y me sumo a ellos. En la Semana Santa de 1971, conozco a Rosy y nos enamoramos. Cuando viajo a Praga y varios países de Europa tengo 21 años. Compro las ilusiones en Plaza de la Ópera en París. Vivimos el corto período de la Unidad Popular como militantes, pero poco a poco nos absorbe nuestro amor. En diciembre de 1973 soy exonerado e integro orgullosamente las listas negras de la dictadura. Emigramos a Buenos Aires. La audacia de insertarnos en la city porteña sin entrar al circuito del exilio. Lo logramos y con eso la seguridad. El diario Clarín me permite acceder a los dos empleos que tuve en Buenos Aires. La poesía surge a borbotones durante el dolor de una separación de 10 meses, mientras nacía mi hijo Hernán en Chile y en Argentina moría Perón. El reencuentro nos deja como pareja a 2000 kilómetros de los padres y hermanos, saludable distancia que debimos haber mantenido. Nace Natalia en 1977 en la clínica Marini de Palermo. El trabajo es un buen refugio para cruzar por la terrible dictadura argentina.  En 1979 entro a estudiar un post título en Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador. Un amigo tano se convierte en nuestra familia, celebramos varias Pascuas con caldillos de congrio y lasagnas. Al inicio de los ochenta regresamos a Chile. La recesión argentina nos empujó y también la ilusión de compartir con la familia. De recesión aprendimos y también, a golpes, de los egoísmos que existen en las familias. El aterrizaje en Chile fue difícil y supimos que teníamos que seguir solos con nuestros hijos, en un ambiente que se agravaba por ser demócratas y opositores al régimen de facto que imperaba en Chile. Los ochenta fueron la combinación por abrirse espacios, partir de cero, recurrir a tus talentos, escribir la experiencia gerencial. Así nació el Manual de Comercio Exterior, con adrenalina, pasión y esfuerzo. El trabajo en docencia me hizo vivir por años viajando a Santiago. Luego el Manual del Exportador, Negociación Internacional. El amigo Ramón Elizalde me dio la oportunidad de tomar este camino autoral. El 83 ingreso a la UCV, Escuela de Ingeniería de Transporte. Paralelamente, hago radio en Marbella FM y comentarios semanales en Canal 4.   Audazmente, compro mi primera casa en el mismo y exacto lugar donde había nacido en la calle Basterrica del cerro Polanco. Ese mismo año muere papá, infarto al miocardio, a los 63 años. Es el tiempo de las protestas, apagones de luces y caceroleos coordinados. La libertad es la gran carencia y por ella luchamos. 1984 nace Pablo y estoy en su alumbramiento, saldando una deuda por no haber estado en el de mis dos primeros hijos. El terremoto de 1985 fue una experiencia familiar imborrable. Me recuerdo con Pablo en su arnés sobre mi pecho y ambos corriendo en bicicleta por los cerros. Ese año, me voy a México en una beca OEA de Gerencia Internacional. Me despide Pablo que tiene 1 año justo. Vivo una gran experiencia que me abre las puertas como consultor del CICOM OEA, Centro Interamericano de Comercialización de OEA. Ya tenía dos manuales en circulación y los llevé de obsequió al Instituto Mexicano de Comercio Exterior. Paralelamente llevo a México terminado, mi poemario, Miedo al Miedo, Poemática para abrir nuestras ventanas, aún no publicado. Leo mis poemas a exiliados chilenos en México, particularmente a Denisse y su familia, a Vicente Querol Cabrera y sus amigos. Regreso a Chile lleno de energías y justo ocurre el terremoto de México. Al año siguiente la OEA me envía en las primeras misiones como consultor, actividad en la cual recorrería toda América Latina y el Caribe. El tráfago de fin de los ochenta estuvo marcado por los afanes políticos por la recuperación democrática. En 1982 me había reincorporado al PDC, donde había pertenecido a mediados de los sesenta. Nos colocábamos al alero de los organismos binacionales, como el Instituto Norteamericano o Británico, donde presento en 1987 y 1988 mis poemarios, Miedo al Miedo y Eroscidio, Amática frente al Desamor. Desde 1987 había logrado mantener una columna semanal en la Estrella. Ese mismo año, al alero de la UCV, creo el Consejo Académico de Integración y provocamos un interesante acercamiento a la Argentina democratizada en 1984, con un proyecto que rompe esquemas y que es seguido posteriormente por los gobirnos democráticos, de 1990 en adelante. Por lo tanto, desde diferentes ángulos, los ochenta fueron un decenio de reinserción cívica, profesional y afectiva en Chile, desplegando la palabra en radios, periodismo de opinión, la cátedra universitaria. Surgían mis primeros libros técnicos, mis primeros poemarios y ya marchábamos con 3 hijos. En los noventa, el desencanto con la transición y el trabajo internacional intenso. Para cerrar los dieciséis años de dictadura, publico Memorias Poéticas. Licencias para un Reinicio – Poetical Memories, Indulging to a new beggining - un libro en edición bilingüe que recopila tres décadas y busca dar un vuelco en la temática poética futura. En 1993 y 1996 dos nuevos títulos técnicos y ya cuatro poemarios, engrosan la lista de mis obras. Vivo en gran medida de mis derechos de autor y de lo que genero con mis viajes de consultoría que  aumentan y crecen en jerarquía. Trabajo de manera continuada en República Dominicana, Argentina, Ecuador, Colombia y Brasil. En 1995 formo mi propio equipo de trabajo. Todo va viento en popa, pero en 1998 una artera traición que proviene de un pariente y de una mentira familiar, nos deja a maltraer. El esfuerzo por la recuperación es durísimo, pero logra sus frutos. Innovadores y tozudos, con Rosy somos una sufrida unidad en amor y trabajo. Edito el libro Comercio Internacional, Secretos del Negocio. Llego al año 2000 con un intenso trabajo en Ecuador, Bolivia y Paraguay. Salimos a flote como corchos, magullados, con secuelas que deberemos afrontar al entrar en el nuevo siglo. Lo maravilloso de este decenio es que en él nace mi primera nietecita, Valentina Paz, que será el ángel que nos ayudará a todos a superar la crisis y revertirla en una gran unión familiar. Siglo XXI, el 2002 se va mi madre. Cumplo su deseo de que me reintegre al Servicio Nacional de Aduanas. Lo hago 3 días antes de que ella fallezca. Me aboco a la función pública y el 2003 termino mi consultoría para el Ministerio de Hacienda del Paraguay. Trabajo como Asesor de Capacitación y aporto mi experiencia en el área. Hasta que en 2006 gano un concurso de Alta Dirección Pública para asumir en la Región de Atacama, como Administrador de Aduanas. Desde esta ciudad puerto de Chañaral despliego mi entusiasmo intacto, como el primer día en que ingresé al Servicio en Junio de 1970. Además de cumplir con mi función directiva, sigo escribiendo y manteniendo este espacio de opinión y debate. Así, para el Bicentenario, logré plasmar dos nuevos libros: Cable a Tierra, poemario, y Crónicas de Dos Siglos, recopilación periodística de trabajos publicados en casi 30 años. Dejo atrás un proyecto familiar del cual se han hecho cargo mis hijos y así, seguimos con Rosy, tomándole cada día el pulso a la actualidad, interesada ella en sus tres hijos y sus dos nietas y yo, como ha sido siempre, preocupado de la Transparencia, la Anticorrupción y una democracia profunda. En el fondo, ambos coincidiendo, pero con acentos diferentes, complementándonos como matrimonio que lleva ya 36 años.  Desde esta cotidiana aventura, en donde el amor no es una impostación sino expresión real de alegrías y broncas, hemos avanzado 39 años, casi los mismos cuarenta que puedo lucir en lo profesional. Con seis décadas y la juventud intacta, pensando en positivo, pero cuidándonos de las malas vibras con nuestros cables a tierra, entramos a una nueva etapa, donde la única diferencia con la juventud será poder ocupar los programas de tercera edad de turismo y farmacias. Creo necesario dar gracias a Dios por todo lo que me ha dado, esperando cubrir sus expectativas como un buen cristiano que, bromas aparte, ha buscado en su autodidacta curso de ángel, ser mejor persona. Chañaral, 2010. .
Buenos días, mujer ¿cómo amaneció la niña?Voy a salir de nuevoA recorrer mi engaño y mi rutina Dáme tu silencio, mujer,No te escandalices de mi rabia…Circunda con tu beso compañeroLa cotidiana desazón de mis semanas Ya no quedan postigos,Ya no me saluda el funcionario,Ya no otorgan crédito los cementos,poco queda ya en mi inventario… Parto a deambular mis muelles,A formar fila en los pasillos,a compartir prestados cigarrillos,a reprimir una vez más mis desvaríos Cabalgando la aurora soy ripio,Volátil, reseco,Errante pasajero del viento,Extraviado en callejuelas inéditas,Construyendo una nueva mentira.Recobrar a mediodía la fuerzapara tejerte un cuento…la probabilidad azul de un nuevo puesto…En los astilleros,En el dique nuevoque quizás prontoque ojalá luego…que talvez nunca… Buenas tardes , mujer¿almorzó la niña?¡Para mí? …no nada…Me invitó un amigoque está por instalarse…trabajaremos juntos ¿sabes? Y gracias mujer, por tus silenciosSuficiente es mi rabia contenidaFrente a ella, casi altivaheroica vas siguiendo mis mentiras…Ayudándome con esa fe sencilla… “Mañana, si Dios quiere, será otro día…”_____________Del libro Miedo al Miedo, Poemática para abrir nuestras Ventanas,Robinson Soto Editores, 1987.
RECONCILIACIÓN ¡Hace tantos años…!Vamos a mi casaSu puerta está abierta…Comparte mi mesacomo en otros tiemposCuelga tu sombreroCuelga tus rencoresSaca la pacienciaLuego, conversemos Somos un plañido,trompos confiscadosUn sorbo de Historia,jueces provincianos No nos gitaniemos…Cuesta ser hermanos,muchos los sofismasque nos inculcaronsiéntate a mi mesa,borra tus temores…mi vino es casero,cálido y discretopuente entre glaciaresSon años perdidos…Sí, nos separaron¿Irreconciliables? Eso, eso lo inventaron…Respiremos prestosnuestros silabarios,esos juegos locosque nos hermanaronDesmintamos pronto,por totalitario,el dogma nefastoque nos ha alejado…Tenemos raícesTenemos espacioTenemos carencias¡Ganas de lograrlo!Tus manos son gruesas,mis sienes un llanto,muchos los caminosque las agobiaron…Estás gordo, viejo,tu risa no cambia…¿Tu mujer, los hijos?¡Hay tema p’a largo!Arreglando el mundofue que nos peleamos,farándula y panfletosnos atragantaron…Insólito circoal que nos llevaron…-los bienes perdidosson más valorados-Así, plañideros,el terno gastado,la barba afeitaday esta desconfianza…Así, desgraciados,se pasan los años,la boca resecade ir tan callados…¿Ves? no costó tanto,hay relojes niñosque hemos recordadoLa esencia de todoes que discrepábamosen una danza absurdaque otros prepararon…La esencia de hoyse llama cansancio,hambre de gritarlo, morir solitario¿Ves? no costó nada…Brinda a tu saludmi voz destemplada…Perdona si lloro,amigo del alma.
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Despedida
Autor: Hernán Narbona Véliz  379 Lecturas
Urgentementecruzo la plaza de San Pedropara presentar mi expediente azulreclamando por el oprobioque manchó tu historia,Doña Catalina de Los Ríos y LisperguerPara hacer sentir al Sumo Pontíficela crueldad perversa de sus inquisidoresla calumnia ululante que cruzaba la Coloniaamedrentando, pervirtiendo, codiciando,esclavizando indios, usando sus mujeresQuiero decirle al Papa que fuiste su víctima,perseguida pelirroja de orgullo empedernido,y necesitas de él un mea culpaPorque quisieron apropiarse de tus bienesDescalificar tu impronta de mujer valienteSepultarte en un claustro, como a tantasPero tu látigo sacudió sus dientes de oroDefendiendo lo tuyo, tu dignidad y tu albedríoEvitando que la codicia forrada en hábitos e inciensosse quedara con tus tierrasNo podía permitirlo tu prestancia rebeldeTe acusaron de malditaQue al propio Cristo de mayo habrías expulsadoMurmuraron por el barroso campo de SantiagoSus dientes enrojecidos de odio te mordieron el almaAcusada de malvada, devoradora de esclavosApenas humana, la QuintralaPero detrás de eso la ambición desbocadaLa fiera camuflada vestía sus hábitos de muerteRastrera se escondía en los portalonesEstirando los cuerpos sin misericordiaEstampando la verdad en su cruenta historiaImpía te llamaronBasura de tu honra hicieronHasta dejar establecidas en leyendaslas mil misas redentorasque habrías ordenado para salvar tu almaIndómita Catalina de los Ríos y Lisperguer,el puente de la ira se rompió a tus espaldasHas sido víctima desolada de la mentira oficialPor eso cruzo la plaza de San PedroLos orines del cenáculo se arremolinanrecordando las voces del Santo Oficio,las torturas disfrazadas de piadosa espigaLlego al Papa somnolientoEl mismo que espera quinientos años para un perdónapenas susurrado en el ángelusY le grito desde la plaza hasta el balcón de las palomasQue sus mentiras ya no te alcanzanQue la vida te rodea y que la luz de la justiciaabraza tu cabellera pelirrojaY le exijo que te dejen volver a ser niña, Catalina,Libre, independiente, rebelde,conjura de mapuche y huincaLevantada como una espada para atravesar al verdugoY queda en el cielo tu nombre, tu honra recuperasY la vida se cuela por tu historia hidalgaSin que nadie ose tocar tus bienesSin que ningún obispo profite de tus tierrasSin que ningún zángano inquisidor beba el vino libre de tus camposEres heroica Catalina de los Ríos,la vida hoy te aplaude a la distanciay queda embelesada por tu corajeCon tu verdad en ristre,luchando contra el sistema,revolucionando la colonia,sembrando semillas de libertaden la noche corruptaque vestida de muertequiso pisotear tu dignidad inclaudicable.Valiente y decidida mujerde laica estirpe,tu historia corrijan los escribasQue fluya la verdad como un puñoque sacude la bazofiade esos sarcófagos blanqueadosque por cinco siglos mortificaron tu memoria.Valparaíso, Comarca de los Poetas, 7 de abril de 2010
 Sinuoso tu cuerpo de canelasubía y bajaba ante mis ojossuavemente,cimbreabas tus caderas trastornando galaxiasinflamando el cieloLas luces de cristal giraban…en el centro de la pistadejaste caer tu blusa,asomaron las manzanas maravillosas de tu pechosEn la quebrada insinuante de tus muslosse instaló mi deseo sin tapujosPercibías mis orejas rojas de tiseguía tu ritmo, te cercaban mis brazos,te detenías y reíasgirabas elíptica y sensualabrazando una imaginaria barra luminosaEl devaneo invadió la pielTe quedaste estampada a fuegoen mis primarias ansiasMujer desenfadada y ondulantedanzante carioca de Copacabanadueña de mi admiración forasteraMe traje tu voz de terciopeloque en cada esquina de nostalgiame susurra insinuante“Você sabe muito, professor,meu professor” 
Mi adicción es al cepaje agridulce de tus besos que saben a licor de selva y burundanga. Toda mi voluntad se desvanece en la liturgia del embrujo, desnuda te me vienes al pecho y te recibo con mis manos como timbales, recorriéndote, apretando tus hombros, tu espalda y tus misterios. En tu ombligo, el centro de la galaxia, me detengo, soplo tu piel y siento la proyección de mis caminos madrugados, crezco hasta la gloria, ciego, me revuelco en ti con embeleso. Las mareas de tu cuerpo desafían mi impronta de corsario, llevo el ritmo cadencioso, me cuelgo a las garcias de tu pelo, respiro profundo las fantasías de tu boca, increpo tu pasado, ardientemente peco. El éxtasis de tus muslos golpea mis orejas, sucumbo en tus volcanes, mi represa se rompe en tus gemidos, como un monstruo prehistórico, fluyo. El sudor nos empapa y en el agua nos desvanecemos para salir juntos en un sueño a revolotear el no tiempo, en el relajo profundo, de placer satisfechos.
Adicto a ti
Autor: Hernán Narbona Véliz  309 Lecturas
Yo me propuse escribir desde la felicidad y lo he logrado, ya sea en la poesía que se eleva en humanismo para resistir e inventar el día indispensable, en el nacimiento de mis hijos, en la pasión errante que besa las montañas donde se esconden gordas milenarias, en la pasión cotidiana que me liga a mi compañera, en su individualidad indómita y en esa capacidad de inventar futuros derrotando juntos a la muerte artera. No creí nunca en la impostación de artista, ni necesité estar ebrio o drogado para redescubrir el infinito, rompí paradigmas de pseudo bohemias y me levanté temprano para trabajar con ganas cada día, dejando espacios cuadriculados en el éter para las gotas poéticas que han enhebrado mis trabajos. Próximamente con más dedicación buscaré mayor difusión mediática a esa poesía escrita desde el emprendimiento y la doctrina del esfuerzo, es decir la felicidad.

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