El aspirante
Publicado en Mar 24, 2013
Ávido de desconfianza, constantemente rozaría la ingenuidad.
Pese a ello, logró anticiparse en los momentos cumbre. Sin éxitos ni fracasos En su afán por acabar con los sueños -los falsos positivos- se había convertido en un mal incómodo pero necesario. Y por paradójico que resulte, fortalecía el aferro de aquellos que creen en lo que quieren creer. Frente a sí, más que convicciones, apreciaría necesidades a las que no daba lugar. El adoctrinamiento había sido concebido y dispuesto por todos, Erigiéndose, pues, un resabiado -aunque socialmente natural- sistema de dueños y adueñados; que, matizado por aquellos oligopolios, surcarían la abstracción del tiempo. De pusilánime pasó a formar parte ‘del resto’ -aún sin quererlo-. Cansado de la contracorriente, optó por tomar decisiones a diario.
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