Confusin
Publicado en Oct 10, 2012
Pasado el efecto de la anestesia, Matilde, trata de encontrar una posición más cómoda. El dolor le obliga a quedarse inmóvil.
La habitación pequeña y despojada, con una sola cama, es todo lo que necesita para descansar y reponerse de la sencilla cirugía a la que fue sometida. Pasado lo peor, se armará de paciencia hasta obtener el alta y retomar su vida. Escucha voces y cierra los ojos, sin deseo de hablar ni de ser molestada. -Duerme, doctor. -Tuve que reforzar la anestesia. No imaginé lo que iba a encontrar y no se pudo hacer otra cosa que cerrar. Al menos, estará sedada por un buen rato. -En vista de la gravedad, es posible que no despierte, doctor? -No lo podemos descartar, Anita. Para ella, sería lo mejor, sin duda. Apenas salen, Matilde, experimenta la sensación de hundirse irremediablemente.. Su problema era una insistente molestia que la afectaba al caminar y le causaba dolor. El traumatólogo tomó unas placas y aconsejó una cirugía menor y unos días de reposo hasta que la herida cicatrizara. Se hizo los análisis y controles de rutina. En la mañana, con su bolso y todas las ganas de superar el problema, entró al sanatorio y un par de horas después, siente que todo se desmorona a su alrededor. Sentimientos de rebeldía, ante la injusta situación, la ahogan. Un torrente de lágrimas, inunda sus mejillas, siente compasión de si misma hasta que es invadida por una profunda desazón. Comienza a transpirar copiosamente y a respirar con dificultad. Estira el brazo y alcanza a presionar el botón para que vayan a asistirla. Demasiado tarde. Ana, enfermera de piso, acude al llamado y en el pasillo, se cruza con el cirujano. -Dr. llama su paciente terminal. Ana, confundí los pacientes. La del mal pronóstico es la de la habitación contigua. A la otra, mañana le damos el alta. - Se pondrá muy feliz de saberlo! Se lo dirá usted. Doctor? -
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raymundo