La carrera de las tres
Publicado en Mar 25, 2011
Pará ¡Ahora! ¿Podés parar? Mira fijo el estante, se acomoda, pierde el tiempo en el diván del displicente vividor. Se percata. Aúlla. Llora y lo deja estar, como quien no levanta la ropa de la soga al llover. Todo tiene su ritmo (A todo ritmo en el séptimo piso; pabellón de Devoto) algunas cosas supe aprender. No se ¿En verdad sirve la sabiduría de calle fétida y escusado?
No soporto más esa mirada. Quiero huir. Relincho entre establos de madera lustrada; doy patadas por detrás y me golpeo con las tablas del morocho que lustra. La vida de un pura sangre no se elige. Solo es correr y ganar; ir detrás de la paupérrima aprobación ajena. Un sin sentir que galopa frió en mi amanecer. Frenalo ahora ¿Podés? Veinticinco litros de capacidad pulmonar. Mi transpiración no se distingue por el brillante pelaje; igual que las marcas de la fusta. Ja ja ja. Querer parar cuando no se debe. Las consecuencias al final siempre traen un síndrome de desorientación. Ay; si yo busco que me quieran, la aprobación de nadie, el consentimiento de cualquiera. Paralo ahora ¿Querés? Ja ja ja. Nada más te importa patear el tablero para que sepan que, aún, sos un ser vivo. Que irónico por descarte. Nadie entiende tu malaria. Una carrera más y serás nostalgia; pino que se seca en la intemperie del invierno; jubilado sin remedios. Dios sin pan; ni milagros, ni soñar. Una sombra lúdica con expectativas de matadero; caballo viejo que se cansa en los mil metros, que hace tiempo que no gana. Algo un poco más real; algo que lleve. Un pensar interminablemente en mi ser. En mi lugar y en mi esperanza. Pura sangre. Nunca para. Esperando la carrera de las tres...
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Leticia Salazar Alba