Un nuevo día, un nuevo vómito, un estómago aún más vació, un cuerpo esquelético y una audición.
 
- ¿Y? -
- Ya peso treinta y nueve – Increíble
- ¿Así?, bien, muéstranos un esquema. –
¿Esquema?, ¡¿alguna vez alguien mencionó algo sobre un dichoso esquema?!
- E...esta bien -
Parecía una tonta. Hacía saltos como una bailarina de ballet. Caía y se levantaba de una forma torpe pero interesante.
- Bien, uno, no tienes ni la menor idea de lo que es una porrista. Dos bailas mal, muy mal. Tres eso que acabas de hacer no es un esquema, no es un baile, no es nada, ¿entiendes? – Duro.
Silencio absoluto.
 
Desde una puerta cercana salió Martín. Con esa sonrisa tan gigante, tan linda. Con esa mirada matadora y su forma de caminar que hacía que cualquier chica se derritiera en dos segundos.
Candela lo miraba embobada.
 
- Hola linda – Besó a la porrista engreída
 
- ¿¡Como puedes besar a Cruela de Vil!? - Pensaba
 
- Vamos, conozco un lugar impresionante, ¡tienes que venir conmigo! - El chico habló entusiasmado.
- OK, espérame debo arreglar un par de cosas y voy. –
- Está bien, estaré en el gimnasio. Adiós, te amo. – Un beso eterno y asqueroso.
- También te amo, adiós. – Otro beso eterno…
 
¿Te amo?, ¿Como alguien podía decirle ‘’te amo’’ a semejante mujer?
Candela se imaginaba caminando hacia a ella con un cuchillo en la mano, se lo enterraba en el corazón, y la mataba riendo como una desquiciada.
Iba donde el chico y le partía la cabeza en dos.
 
Se fue de ahí antes de que el beso acabase
 
- Soy una tonta, una gorda tonta y fea -
 
Entró al baño de su casa, puso música y se puso a vomitar, el almuerzo y la cena se volvieron solo una comida, la cual ni siquiera probaba.
Tenía el maquillaje corrido de tanto llorar.
Se miró al espejo y se vio a ella misma pesando ochenta kilos.
Pero la realidad era una chica que parecía ramita parada al frente de un espejo que distorsionaba la imagen.
 
Tocaron la puerta.
 
- Cande… ábreme soy yo, María Ignacia -
- Vete –
- No, no me iré, ya se todo, por favor déjame entrar –
Silencio. Llanto.
- No quiero que me veas, luzco patética. -
- No creo que luzcas más patética que Martín luego que te cuente.-
 
¿Martín, patético?
La puerta se abrió.
De un lado estaba una chica feliz, con la cara sonriente, y del otro lado había una bulímica anoréxica llorando.
 
- Iba con su novia a donde unos amigos y uno de ellos tomo a la chica y la besó en frente de él y luego otro y otro. Él No hizo nada, solo se fue. Y cuando se iba ¡se dio el porrazo de su vida! Todo el mundo lo vio, fue humillante y peor aún la chica quedó como ramera. -
- Yo estuve con ellos antes de que pasara eso…-
- ¿Ya ves? Más patético que eso, no hay nada más. –
- Si, yo –
- No digas eso. Recuerda siempre hay alguien que está peor que uno mismo. Es un dicho malvado, pero cierto –
 
Risas, humillaciones, rabia.
No había una forma más gratificante que desquitarse con alguien más.
Al día siguiente aparecieron por toda la escuela copias y copias de una imagen donde salía una vaca, con la cara de Candela.
Mundo cruel.
 
Candela entró, en vez de saludos vio dedos señalándola y risas en la cara de todo el mundo.
Ella corrió hasta el baño para esconderse, vio una la hoja, bajo la imagen había unas palabras: ‘’No importa cuanto te esforzaste, cuanto bajaste de peso o cuanto te arreglaste, me quedé con el chico y nunca entraste al equipo, perdedora, eres patética.’’
Leerlas hizo que vomitara de una forma desesperada y extraña.
 
Mientras María Ignacia quitaba todas las hojas, y las tiraba a la basura, Candela vomitaba, al principio parecía normal pero luego le salió una cosa verde que parecía baba de caracol, y luego le salió sangre.
No podía parar.
Parecía que la rabia y la vergüenza salieran juntas desesperadamente desde su estómago y no podía acabar.
 
Decidió levantarse, se miró al espejo, lavó y su cara y enjuagó su boca, tomó agua.
Caminó a su clase, y se sentó en el mismo lugar de siempre al lado de su amiga, quien la abrazó y le dio palabras de aliento.
Candela sólo sonrió, le dio las gracias y puso sus brazos sobre la mesa. Puso su cara entre ellos, como mirando la mesa.
Parecía haberse quedado dormida.
 
- Señorita Foster, ¿podría despertar? Por si no se dio cuenta estamos en plena clase. ¡Srta. Foster, la mandaré a dirección! -Todo el mundo se rió.
- Candela, despierta – Su amiga la movió un poco.
 
Levantaron su cabeza, de su boca salía sangre y tenía como expresión una sonrisa y unos ojos cerrados que demostraban agradecimiento.
 
- No, por favor, Cande despierta. ¿Amiga, estás ahí? -
- Señorita, ella no va a despertar, ella está… muerta –
- ¡No!, No lo está. Vamos Candela, abre tus ojos tu mamá te espera, mañana cumples dieciséis. Tenemos que preparar una fiesta. – Lloraba y hablaba como si estuviera loca. – No me hagas esto, por favor, me estás dejando sola, regresa… – 
 
La ambulancia llegó, se la llevaron.
Su madre ya estaba ahí.
 
- ¿Hija? ¿Candela? ¿¡Que le hicieron a mi hija!? ¿Porqué diablos no despierta? – Lloraba como una demente, no había esposo para consolarla, tampoco otro hijo que le diera palabras de aliento, estaban solo ella y la mejor amiga.
 
- Ella era feliz. ¿Cuándo comenzó a cambiar? Todavía me lo pregunto, ¿Qué le pasó, quién la hizo sufrir? Ella está… - No pudo acabar la frase.
 
- La gente es egoísta y vanidosa, cruel y desquiciada. Y las palabras, las palabras tienen la culpa… -
 
 
 
 
Muchas gracias por leer.
 
Esta historia a sido basada en la canción ‘’Espejismo’’ de Porta.