el empate
Publicado en Sep 14, 2014
El empate
Te juro, Carlitos estuvo toda la semana hinchando con el partido del sábado, era de lo único que hablaba, hacía aspaventó con su primo, según él, el mejor arquero del mundo, yo le dije: che, vamos a ver si es tan bueno eh, espero que no sea un tronco de carne y hueso como vos eh. Él me dijo -Ya lo vas a ver-, y siguió con su tono de amenaza y apuntando con un dedo, -si te haces el vivo, como la otra vez, el lunes te traigo en cama-. Eso si me agarras, sentencié. Entonces le dije: Ahhh… si te acordás de la otra vez, es porque te dolió y mucho, el caño que te mandé, ¿te acordás o no? y que varias veces quedaste desparramado, mirando mi espalda y viendo como encaraba para el arco. –Vamos a ver si podes repetir la historia- Me gritó mientras se iba. No sé si sabías, el picadito será el sábado, en la canchita del viejo López, si ya sé, esa canchita está maldita, siempre que jugamos ahí empatamos o perdemos, pero bueno que va… pienso, un día tendremos que romper esa desgracia. Para poner a prueba el talento llovió toda la noche. Yo ya sabía la repuesta y sólo para cumplir con el ritual le pregunté a Carlitos: Che, la cancha está media barrosa ¿jugamos igual? Me respondió Con la picardía de sus días mejores, mostrándome una sonrisa amplia y generosa que dejaba ver su teclado de baldosas sueltas. Tempranito estábamos en la cancha, Los mejores exponentes de una extirpe legendaria ya casi extinta, ja, ja, el gordo Aldo, Roni, el ojo de Carrizo y nuestro jugador estrella: El Pitu. Como todos dicen, es un capo con la pelota, juega en el medio y ahí en el medio, es el patrón calidad, sacrificio y huevo del equipo. Con una cintura mejor que una odalisca: El Pitu, lo menos sospechable, delgadito, bajito, frágil, rápido, el disfraz perfecto para ocultar y disimular el tremendo carácter de ese león perfecto, de talento exquisito. Ellos no tienen un jugador estrella como nosotros, pero tienen un equipo que juegan juntos desde chicos, se conocen bien, sus pases son de memoria, de toques cortos, rápidos, cruzados, por arriba o por abajo, son precisos. Si no los marcas bien, estos te llenan la canasta. No necesito echarlo a cara o cruz, le di a Carlitos a elegir el arco. Te juro, no lo vas a creer, el Pitu, de entrada dejó ver el hilo con el que está hecha su tela. Cuando lo vimos jugar. Todos decíamos: El tipo este, es muy bueno. Él solo les hacía frente, y gracias a él, el primer tiempo terminamos empatados cuatro a cuatro, y sin contar las pelotas que sacó Manotas, (Le dicen así, en alusión al pulpo) el primo de Kike, que no era bueno, es buenísimo. Que si no fuera por él, le pegábamos una goleada histórica al equipo de Kike. Manotas con su oficio de arquero, sabe leer muy bien los gestos de los delanteros para predecir donde va ir la pelota, y así sacar ventaja de su ya, segura agilidad, si a eso le sumamos, su increíble intuición en elegir el palo correcto. Es impensable la calidad que exhibe este cristiano, más allá de la fama que ya tenía. Según Kike, su falta de ambición lo llevó a rechazar la oferta de ir a jugar en un equipo de primera. Fue una pena para ese don tan maravilloso. A Carlitos lo asistía su hermano, con esa parsimonia de buen jujeño. Brillaba con humildad, con un brillo silencioso. Tiene esa inteligencia para darle calidad a la distribución del juego, con el impulso en el momento preciso, con esos pases micrométricos, nunca lo vi dar un pase adelantado o atrasado, siempre ahí, al pie. Terminamos el primer tiempo. El Pitu arrancó cansado el segundo tiempo, más tranquilo, ya no corría tanto. Pero igual, ya cerca del final, con un amague de cintura dejó uno en el camino, otro quedó desparramado ante la filosófica gambeta del cambalache, tres, cuatro y, lo vio venir a Carlitos, apuró el pase antes de recibir el hachazo y quedar despanzurrado de trompa, haciendo sapito en el barro. Todos no reímos…pero no se levantaba, después nos asustamos. Te juro. Parecía que el golpe fue brutal. No fue nada grave, después se levantó como si nada, para festejar el gol. Con ese golpe Carlitos nos avisaba que no piensa perder por goleada y con una actitud resignada y poco digna establecen una cerrada defensa de trinchera para evitar la humillación. Les íbamos ganando cinco a cuatro y parecía que se venía el sexto. Por fin rompimos la racha perdedora en esta canchita. Carlitos con su esotérica significación, detrás del arco le hacía tres nudos a la bandera, mientras juraba por todos los santos cumplir con la promesa de pagar un asado para el equipo si ponían huevo y nos empataban. Yo siempre lo dije: Esta es una pasión para sufrir y disfrutar y en este momento, esta pasión me desbordaba. Hasta que, en una contra con precisión, de Carlitos y su hermano. Cinco minutos finales del partido. El tiro libre. Pelota al segundo palo para sufrir… cuando pasa rozando el palo derecho y gol. Cinco a cinco. Ante el error de la defensa. Gritos y reproches iban y regresaban, llenos de ridículos pretextos. Vino el gol. Después el desorden con inexplicable desconcierto. Se había perdido la serenidad. Afloraba una terrible impotencia, naturalmente era sólo un gol, una claudicación momentánea aun faltaba algunos minutos pero… EL Pitu solo ya no alcanzaba. Tampoco lográbamos remendar nuestra desgarrada defensa. Cansados con el respirar fatigoso. Parecía inminente que ellos nos terminaran ganado seis a cinco. Carlitos con toda la potencia del asecho. Con esa picardía, merodeando por los lindes del arco, tremendamente provocativo. Recibe un pase por lo alto, salta y con el pecho la deja ahí, dormida. Se da vuelta y le pega a la pelota con una ternura calculada. Yo veo como queda él solo. El miedo atroz me cercó, yo sentía que no podía pensar en nada, lo único que allí existía era, esa mirada de sangre en el ojo de Carlitos, salió el tiro y entonces bruscamente mi mano se elevó abierta y esquinada, luego cayó hecho un puño y con un golpe seco que no justificaba mi fama, me quedé con la pelota. Ni yo lo podía creer. Lo veo solo a Carrizo para salir de contragolpe. Se la doy de primera. Elude a uno y otro. El Pitu con señas se la pide, pero… Ese caprichoso incurable, ese egoísta reincidente, que se cree con todo el derecho de posesión sobre la pelota, se corta solo. Carlitos de atrás lo barre con `pelota y todo. ¡Qué bronca! El Pitu se la pedía solo frente al arco. Ese era el gol del partido. Como en todo el partido, otra vez se queda con la pelota para perderla de nuevo. Te juro. Yo no lo entiendo. Si ya pasó a uno y a otro que le cuesta pasarla al compañero. Te juro, no sabés la bronca que me dio. Ver al otro gritando, levantando la mano y el, ahí intentando una jugada más. De nada sirven los reproches. Un silencio seco y tolerante nos reprochaba la falta de ambición. Solo nos quedaba la espera del pitazo final en actitud pasiva y resignada al empate. Pitazo final para sostener la racha perdedora en la canchita del viejo López y acrecentar la dicha de Carlitos. Ya encontraremos otra buena oportunidad para vencer con esa porfiada y trabajosa pelota que se resiste a besar más la red.
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