• Manuel Salas
Chino.salas
-
-
  • País: Argentina
 
Recuerdo que estaba en el centro o en algún local de comida rápida cuyo nombre no viene a mi mente en estos momentos. Allí fue donde ocurrió: no, no fui asesinado, no tuve un accidente, ni me transformé en algún ser sobrenatural, al menos no del todo. Simplemente sentí la común necesidad de ir al baño luego de un largo y placentero almuerzo. Lavé mis manos, recuerdo que el lavamanos era viejo y de segunda mano, dato que vi reflejado en las manijas de un despintado plástico negro. Luego realicé mi típico gesto, por lo menos hasta ese momento, de peinarme para terminar de secar mis manos. Entonces lo descubrí, lavé mi cara una y otra vez para confirmar que no estaba simplemente borracho o que esto no era más que una alucinación. Pero no fue así, realmente había perdido la cara, al menos para mis ojos, me miraba en el espejo y solo llegaba a ver hasta el cuello de mi camisa de ahí en más nada… era como si hubiera sido decapitado. Pero al llevar mis manos hacia ella, podía sentir mi nariz y mi boca. No supe que hacer por un instante, luego decidí salir, dirigirme a mi mesa y actuar como si nada hubiera ocurrido. Al llegar a la mesa llamé al mozo y mirándome a los ojos me dijo:-¿Su cuenta señor?-Sí, por favor – respondí asombrado. Al parecer mi rostro había perdido la capacidad de verse a sí mismo, pero no la de ser visto. Atónito por lo que acaba de descubrir, salí de ese lugar y me dirigí directamente a casa de mis padres, que a su vez también era mi casa. Apenas entré, saludé a mi madre, que como de costumbre preparaba  alguna especie de aperitivo para la media tarde. Una vez entrado en mi cuarto no hice más que tirarme en mi cama y pensar. Pensé en mi vida, en la manera en que las cosas habían ido sucediéndome a lo largo de esos veintitrés años y en la manera en que mi vida podría dar bruscamente un giro por el hecho que acababa de descubrir en el restaurante. Luego pasó por mi cabeza mi futuro, mis hijos, mi vida como anciano y finalmente mi muerte. Pensar en mi muerte me resultaba aterrador, pero más aterrador me resultaba el hecho de no tener la respuesta a preguntas tan simples como ¿Adónde iré? ¿Cómo será ese lugar? ¿Existe alguna especie de vida después de la muerte? A ésta altura mi mente estaba perdida en un mar de recuerdos y tenebrosos pensamientos que finalmente desembocó en el más profundo de los sueños. Al despertar me levanté de un salto, fui al baño y me miré en el espejo pero nada, no tenía rostro. Me vestí y salí para el trabajo, por más que no pudiera verme debía continuar mi vida. Al llegar a mi escritorio de trabajo en la oficina, encendí mi computadora y comencé a trabajar. Pasadas mis 6 horas de trabajo saludé a mis compañeros y finalmente me retiré. Estaba volviendo a mi casa cuando realmente descubrí que me pasaba, no el motivo pero si mi problema. Al abrir la puerta de la casa de mis padres llevé la mano hacia la cerradura vieja y solo vi como ésta se movía y abría la puerta. ¡No podía ver mi propia mano! Definitivamente estaba empeorando, ahora al pararme frente al espejo solo podía ver una mano y mis piernas, ni mi cabeza ni mi segunda mano. Ésta vez no dormí en toda la noche, pase toda la misma metido en mi computadora buscando información acerca de mi supuesta enfermedad. Busqué 8 horas sin conseguir ni una mínima respuesta, exhausto y sin saber que pensar me recosté en mi cama tratando de buscar entre mis sueños una respuesta. A medida que pasaban los días y los meses mi situación empeoraba cada vez más. Hasta que finalmente ocurrió lo que hacía varios meses estaba tratando de evitar, me convertí en un hombre invisible de pies a cabeza. Dejé de concurrir a mis actividades fuera de mi hogar y a mi trabajo. Vivía encerrado en mi cuarto. Un día cansado de mi situación decidí irme, y así lo hice. Me subí al auto de mis padres y me alejé, me alejé de la ciudad, del ruido, de la gente. Viajé y viajé hasta llegar al campo, donde nadie vivía y pude parar mi auto. Me bajé y caminé por la pradera, caminé varios kilómetros hasta llegar a un gran árbol, allí me tiré a descansar un rato. Mientras estaba tirado volvió a mi mente la muerte, y las dudas y si valía la pena seguir viviendo con esta carga. El lugar era hermoso, una brisa fresca y leve, contemplé simplemente al silencio de la naturaleza por un tiempo, pensé que nunca había salido me mi gran ciudad, pensé, escuché el viento. Finalmente mis párpados se cerraron y me dormí, pero me dormí feliz, olvidándome de mi gran problema. Soñé con ese lugar, con esa maravillosa naturaleza que me había hecho feliz de nuevo, pero de repente invadió mi placentero sueño un ruido, un ruido irreconocible para mí al principio, luego lo escuché atentamente y lo entendí, era un nombre, mi nombre. ¡Juan, Juan, Juan levántate! ¡Juan, Juan, Juan levántate! Por fin mis ojos se abrieron, vi a mi madre sentada a mi lado, hacían años que ya no venía a despertarme. Me miró y me dijo – Hijo, te quedaste dormido, el despertador no sonó y se te hizo muy tarde para el trabajo, bajá a desayunar. No dije nada, me paré fui al baño y al mirarme en el espejo no lo pude creer, luego de mucho meses mi rostro había vuelto, mi manos, mis piernas eran visibles de nuevo. Estaba muy confundido pero completamente feliz, todo había sido un sueño, una obra de mis pensamientos. Bajé a desayunar con mis padres pero no le conté nada. Luego de un rato decidí salir a almorzar solo al centro. Decidí comer en un local de comida rápida, hacía tiempo que no iba a uno de esos. La comida fue buena, tuve tiempo para pensar en mi familia, en mi trabajo, pero básicamente en mí. Al terminar decidí ir al baño, allí fue donde lo descubrí…

Seguir al autor

Sigue los pasos de este autor siendo notificado de todas sus publicaciones.
Lecturas Totales322
Textos Publicados1
Total de Comentarios recibidos0
Visitas al perfil1669
Amigos1

Seguidores

Sin suscriptores

Amigos

1 amigo(s)
Maria Zapata
   
 
Chino.salas

Información de Contacto

Argentina
-
-

Amigos

Las conexiones de Chino.salas

  Maria Zapata