No es sencillo tu allá y yo acá, tú donde las olas chocan con el viento, yo junto a la arena viendo el sereno, tu cobijado por la espuma, yo iluminada por el sol, y es que en ese vaivén de las olas y el viento la tierra nos permite un minuto de tiempo, un minuto que se hace eterno , un minuto que nos brinda sosiego…
allá en la fuente que está en mi pueblito, Viven unidos tu corazón y el mío, En los tiempos de aguardiente y pitillo, En los tiempos de siembra y tejido. Las tardes iluminadas con la ronda en la plaza, la rosa en la mano y la esperanza airada , que la chispa del encanto embriaga con danza, con ropa de manta y una sonrisa en la cara. El mundo se apaga al choque de nuestros caminos, luces que iluminan, castillos y toritos, tu nombre y el mío por los senderos amor en tiempos de don Francisco I Madero.
Ayer meditaba en lo cristalino que se ve tu recuerdo en mi memoria, y es que con solo una sonrisa diste sentido a mi existencia, en mi recuerdo airado aún se encuentra el aroma de tu pelo negro. Ayer meditaba y por un segundo las horas se hicieron minutos, en unas horas vi pasar toda una vida, en un instante supe lo que era la dicha…
Mis pensamientos divagan entre la paz y la tormenta, la paz que otorga una sensación divina y ecuánime, y la tormenta que devasta y azota todo a su paso, dos sentimientos contradictorios pero que se encuentran hermanados por cierta sensación aislada que les permite una convivencia casi asfixiante, me encuentro en una de esas noches, en la que se desconoce si los sentimientos que embriagan a mi instinto, son de confusión o de nostalgia. Miro hacia atrás y llegan a mi mente los recuerdos de una niñez en la que abundaba el calor de un hogar seguro y confortable, momentos en los que las preocupaciones más importantes eran las heridas producidas por un brinco mal ejecutado y el sollozo que era dulcemente apagado por las manos gastadas y ásperas de unos brazos que trabajaban cada día por mi fructífero sustento. Hoy es una de esas noches en las que el aire parece una mezcla mortal que embate con cada meneo a mi corazón de una manera casi mortal, esta obscuridad es la cuna de la que fluyen las palabras como sabia del árbol lastimeramente lacerado por el paso de los años, la noche tiene cierto olor a desazón, mi habitación es el territorio en donde mis pensamientos pueden flotar de manera libre y airada, es como si me encontrara en un santuario que resguarda lo más íntimo de mi esencia y esto me permitiera unos cuantos instantes de libertad y comunión con lo más alterno de mi ser. En la luna que se encuentra hoy en mi cielo, se encuentran resguardados los correcaminos que encontraba a mi paso, cuando junto a mí ángel cruzaba senderos que me resultaban interminables y que le daban cierto color a mi vida, a mí llega el olor resguardado por mis recuerdos de madera, un olor que traía consigo a mis oídos la musicalización de los acontecimientos más destacados de mi vida. Los viejos, no los de ahora, sino los ancianos de caña y manta, contaban que cada estrella que se vislumbraba en el cielo era el espíritu de aquellos que se fueron quedando en el camino, la esencia de los que ahora viven en fotos y recuerdos que se guardan con nostalgia y ahínco. Esos yerros de antaño que la esencia que encerraban en sí mismos era la sabiduría, hecha canas y callos, a esos a los que la vida les lego el derecho de los primeros años en abundancia y que ahora son fantasmas entre los de ahora. La noche avanza y con ella mi confusión se acrecentá, no sé si se deba a los múltiples acontecimientos surgidos en los siete días que marca el calendario pero siento que existe una fuerza que fluye a mi alrededor que no me deja un solo instante de quietud, que no me permite comulgar con mi exterior. En la luna que se encuentra hoy en mi cielo brillan las esperanzas y los anhelos que lejos de ser perfectos permiten vislumbrar senderos que consigo traen caminos inciertos.
Vivo si a mí locura puede llamarse vida, Vivo si a tus desdenes se les puede nombrar delirio, Vivo y sin embargo no vivo, cuestiones de delirios Delirios por la mañana, y sueños por la madrugada, Sueños que me aprisionan, en un mundo de lunadas, Que mis canticos lleguen a tus cálidos oídos, Que mis versos lleguen hasta el infinito. Que mi locura es pasajera y se hace eterna, Que sea un síntoma y no una sentencia. Vivo y sin embargo no vivo, que venga la noche tardía, Que inunde mis versos este delirio frío, Que mi vida se apaga sin tú latido, Que si la espera me vuelve loca, Que a gritos tu nombre implora, Vivo y sin embargo muero que la distancia no es corta Que el camino hacia tu piel es un limbo, Que la pasión de tus ojos es antídoto, Y la marea de tus brazos es laberinto, Vivo y sin embargo no vivo, cosas de delirios…
Cae la noche estrellada sobre mi existencia, Y el ropaje de tus recuerdos se asemeja, A una ola que revienta mi soledad triste y vacía, Pues tu ausencia llega a mi vida. Ver el verde cálido de los prados, Trae a mi recuerdo tu mirada, Que a diario me despertaba, Muy tempranito por la mañana. La complicidad que entre los dos existía, prueba irrefutable de lo que nos unía, la tierra bendita que nos vio crecer, hoy es testigo de nuestro anochecer.