• Edgar Tarazona Angel
UBASTET
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  • País: Colombia
 
El hombre no se explicaba la terquedad de su mujer celosa obsesionada por “la otra”. El fantasma de una mujer diferente a ella en la vida de su marido le quitaba a ella la paz, el sueño y el apetito. Su celotipia la obligaba a llamarlo a toda hora, revisarle los bolsillos cuando estaba dormido, mirar los mensajes en los celulares y revisar con lupa los recibos del teléfono de la casa y la oficina para descubrir llamadas sospechosas a ese ser misterioso que nominaba como “la otra”. Su marido se limitaba a sonreír ante los ataques verbales y pensaba, no sé porque sufre por la otra, si no hay otra, desde que nos casamos siempre la traiciono con  la misma.    
LA OTRA
Autor: Edgar Tarazona Angel  421 Lecturas
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EL INSENSIBLE
Autor: Edgar Tarazona Angel  561 Lecturas
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LOS ACOMPLEJADOS Uno de mis compañeros de infancia desapareció del entorno, no porque le ocurriera nada malo, para nada, lo que ocurrió fue que su familia se trasladó a la capital y, se supone, les fue extraordinariamente bien porque jamás regresaron al pueblo. Pasaron los años y, como dicen las señoras y los viejos, “el mundo es un pañuelo”, para indicar el tamaño, y volvimos a tener noticias de nuestros ex vecinos. Comprobamos que lograron éxitos en todo lo que se propusieron y mi amigo era un exitoso arquitecto. Creo que a todos nos dio eso que llaman envidia. Como las conversaciones giraban en torno a la susodicha familia y cada vez nos sentíamos más molestos al escuchar de los grandes logros alcanzados, esperábamos qué, en algún momento, se escuchara algo negativo sobre ellos y en especial sobre él, para consuelo de nosotros, los conformistas mediocres. El momento pareció llegar cuando una señora, de esas chismosas de campeonato, trajo una noticia bomba que soltó con gran alegría: -         ¡Oigan todos, quien ve a Ricardo y a su familia, tan engreídos y supe de buena fuente que tienen muchos complejos! -         No hay dicha completa –dijo una de las envidiosas- Bendito sea Dios. La alegría duró hasta la noche, cuando uno de los esposos - que trabajaba en la capital- explicó el asunto: -         ¡Pues claro que tienen muchos complejos, esa es su fortuna, diseñan, construyen y venden complejos habitacionales!  
 Carlitos era pequeño para sus diez años; para agrandar sus males usaba anteojos de vidrios gruesos y padecía de una timidez extrema. Sus amiguitos del barrio, mejor decir sus vecinos, lo llamaban para completar los jugadores de esos partidos de fútbol de potrero que realizaban en un baldío detrás de la barriada. La verdad había dos motivos para ser convocado, el primero era completar las parejas y poder enfrentar a seis contra seis.Como siempre, Jorge y Néstor, los mejores jugadores, realizaban una especie de ritual para decidir quién empezaba a escoger. Quien ganaba escogía de primero y, por supuesto, elegía al mejor jugador, el turno correspondía al otro y así seguían turnándose hasta llegar a Carlitos, a quien siempre elegían de último.Esta vez surgieron dificultades y las discusiones fueron subiendo de tono con partidarios de lado y lado. Los minutos pasaron y cuando, por fin, determinaron quienes conformaban los dos equipos, se dieron cuenta que Carlitos se había ido para su casa y se llevó su balón.
BUEN GUSTO DEL PERRO En el siguiente pueblo de mi itinerario vital (Facatativá), vivimos en un pequeño barrio a la salida occidental. En casa teníamos un enorme perro de raza indefinida pero fiel como él solo y vigilante de todos los niños del barrio. Los muchachos (esos especímenes entre los 12 y los 15 años) lo llevábamos con nosotros a todas partes porque era un gran luchador y perro que se nos atravesaba a mostrarnos los dientes era perro que se ganaba una revolcada con todas las de la ley animal y hasta una oreja desgarrada. A nuestro perro lo querían todas las personas del barrio, los otros perros le temían y los visitantes lo miraban con respeto. Pero la señora más hermosa del vecindario odiaba al animal, nunca supimos porqué, pero la antipatía era mutua, y cada vez que ella pasaba cerca, el perro le mostraba los colmillos con ferocidad. Los chicos que estaban cerca calmaban el animal que seguía gruñendo hasta que se perdía de vista la bella señora. Un día ella pasó sola y el perro que la ve y le muerde el trasero. Ella pegó un grito que atrajo medio barrio a ver que sucedía. En horas de la tarde llegó el esposo de la hermosa hecho una furia y armado, no solo con un revolver sino con todo el vocabulario insultante de la lengua española. Mi padre ya sabía del suceso y estaba listo a contestar, según su forma de ser, escuchó al ofendido, le mostró las constancias de las vacunas del animal, aceptó asumir los gastos médicos y los remedios y cuando el tipo se calmó, recordando las formas esculturales de la dama y el sitio del mordisco le dijo al ofendido: -         Señor Rodríguez, pero no me puede negar que el perro tiene un gusto excelente ¿No?
¡SI DIOS QUIERE! Este caso lo escuché hace años en mi pueblo de la infancia (Chipaque); se refiere a una pareja campesina que vive sola en su pequeña finca con sus animales, su huerta y sus animalitos. Esto no tiene nada de raro, el asunto es que ella tenía una Fe como para mover montañas y ante todo lo que ocurría en la cotidianidad agregaba: “¡Si Dios quiere! El pobre hombre estaba aburrido de tanto escuchar el estribillo, algo así como: -         Vieja,  esta noche va a llover. -         Si Dios quiere. -         La cosecha se va a dar muy bien. -         Si Dios quiere. -         Mañana voy a bajar al pueblo. -         Si Dios quiere. -         Los muchachos vienen para el día de la madre. -         Si Dios quiere. Esto ya no sonaba a Fe sino a cantaleta y el viejo estaba hasta la coronilla con la muletilla de su esposa. Una noche la señora despertó alertada por ruidos sospechosos y rebulló al viejo para que saliera a ver qué pasaba. El hombre, sumiso como siempre, se armó con la escopeta y, alumbrado con la linterna, fue a dar una vuelta… Cuando regresó, le dijo sin esperar preguntas de su mujer: -         ¡Vieja, si Dios quiere, se robaron todos los animales. www.molinodeletras.net
Cuando llega un Mundial de Fútbol el mundo se transforma, así los que no gustan de este deporte digan lo contrario. Yo me encuentro entre los neutrales, es decir en el grupo que disfruta viendo un partido pero no se desespera si cortan la electricidad o falla la señal o alguna circunstancia fortuita le impide ver completo el encuentro. Millones de damas entran en un grupo que fue bautizado hace años como Las viudas del fútbol; dicho conjunto está conformado por las esposas, novias y amantes de los caballeros fanáticos de esta actividad física que aglutina el mayor número de seguidores en el planeta. Sin adentrarme en el asunto yo las clasifico en dos grupos: las que gustan de  este deporte y a las que no les importa un comino. Las primeras gozan con un partido de manera similar a los varones; como los tiempos han cambiado se puede decir que sus emociones llegan casi al paroxismo, de la misma manera que en los machos. Yo pienso que no tanto, hasta este momento jamás escuché de barras bravas femenina, por ejemplo, ni escuché que una chica se agarre de las mechas y se rompa la jeta con otra por diferencias de camiseta; puedo afirmar que hasta en esto de la pasión futbolera las damas son más sensatas. Y, ¿qué hacen las viudas del fútbol durante este mes de pasión por una pelota y tantos pelotudos? Aprovechan estas vacaciones para hacer lo que más les gusta (no se puede generalizar y decir que todas hacen lo mismo): visitar  a las amigas olvidadas, salir de compras, ir de paseo, desarrollar las actividades sociales que su pareja les coarta, ponerle los cuernos al fanático… Ojo, hay grupos dentro del gran grupo de no aficionadas y, en ningún momento, no afirmo que todas sean infieles (que las hay las hay, no me consta pero me contaron, jajaja)  pero unas pocas aprovechan que su tipo está ciego, sordo y desconectado del mundo de todo lo que no tenga relación con su deporte favorito. ¿Y las amantes del fútbol? Pues bien, gracias, ellas disfrutan en los estadios o junto a su pareja los avatares del asunto. Gritan, se muerden las uñas, lloran con las derrotas, no sé si se emborrachan y hacen todas las demás estupideces de los varones, pero pienso que no, y no es por defenderlas, es que hay afirmaciones gratuityas que hacen carrera y una es que “las mujeres son más emocionales que los hombres”. Digo yo que si pero para las cosas importantes como su hogar, su familia, para defender lo suyo… pues claro que son más emotivas pero… ¿volverse locas y romper ventanas y enfrentarse a la policía y demás pendejadas  por el resultado de un partido? No, que yo sepa. Los machos son desbordados cuando de la número cinco se trata (así llamaban la pelota de fútbol hace unos años, ahora cambia de nombre en cada campeonato); ellas, se limitan a disfrutar el juego: ríen, gritan, manotean, de pronto algunas lágrimas y ¿luego del partido? Regresan de inmediato al mundo real, movimiento que cuesta demasiado a los fanáticos de este juego. Por mi parte disfrutaré este mundial a mi manera. Veré cómodamente algunos partidos, no sufriré consiguiendo las láminas de los diferentes jugadores para llenar un álbum, si gana uno de nuestros equipos latinoamericanos me alegraré dentro de lo normal, si el campeón es Brasil me alegraré con mis bellas amigas brasileñas, si gana cualquier otra selección pensaré que se lo merecía y, de pronto, si una de las viudas del fútbol necesita compañía, apagaré el TV y trataré de acompañarla en su pena. Edgar Tarazona Angel www.molinodeletras.net
  La abuelita estaba en su mecedora tejiendo, como siempre, cuando su nietecita le preguntó: -      ¿Abuelita que es un amante? -      ¡Ay, Dios mío, se me había olvidado! – respondió la viejita preocupada. La anciana bajó al sótano polvoriento, seguida por la niña curiosa, abrió un enorme baúl con la llave que tenía en su mano y dijo mirando el esqueleto que yacía en el interior: -      ¡Perdóname Guillermo, olvidé sacarte ese día después de que se fue mi esposo!  
 El majestuoso Tiranosaurio Rex, rey absoluto de los animales, en su agonía de muerte le dijo a su único vástago:-      Querido hijo, al morir tu madre sólo quedamos en el mundo tú y yo.-      ¿Qué es una especie en vía de extinción? – preguntó el pequeño.-      Eso quería decirte… Cuando crezcas y llegue la época del celo, sabrás que se siente no tener a nadie…   
BUEN SAMARITANO   El asesino se despertó un domingo con deseos de realizar una buena obra; pensó que era la manera correcta de redimir algunos de sus mayores pecados mortales. Caminó por los sectores miserables de la ciudad hasta encontrar un mendigo en el peor estado al que puede llegar un ser humano: semidesnudo, enfermo, desnutrido y el cuerpo lleno de llagas sangrantes y purulentas, llegó hasta él y le dijo: -       Hermano, Dios me iluminó esta mañana para ayudarte a dejar de sufrir. -       ¡Gracias Dios mío! – dijo el pordiosero alzando la vista al cielo– por fin escuchaste mis plegarias. El matón lo levantó del piso, lo abrazó con ternura y le pegó un balazo en el corazón.   
Cualquier día de diciembre llegó Marcelita a su casa con una cara donde se mezclaban toda clase de sentimientos contradictorios. Cabe aclarar que la pequeña era la predilecta de sus padres y la consentida de las profesoras del colegio. Al verla en ese estado tan fuera de lo común su madre le preguntó preocupada: -          ¿Cariño, pasa algo malo? -          ¡Sí¡- respondió la pequeña- algo muy grave. -          ¿Qué tan grave?, continuó la madre. -          Muy grave, mamita, que ya no soy virgen. La mamá casi se desmaya ante tamaña confesión de su adorada pequeña e imaginó cuantas situaciones caben ante esta espantosa situación de su bebita de cinco años, que asistía todos los días a su parroquia para ensayar todo lo relacionado con la novena de aguinaldos. Se armó de valor, después de transcurridos unos minutos y se dispuso a escuchar de labios de su pequeñita los pormenores de semejante revelación. -          Cuéntame bebe… por favor. -          Mamita –respondió la niña hecha un mar de lágrimas y sollozos- ¡tienes que perdonarme, me lo prometes? -          Por supuesto cariño, pero dime qué fue lo que te ocurrió… por favor. -          Pues que me puse a molestar con un niño, tú sabes, con Pedrito… -          ¡Clarooo, tenía que ser ese demonio!,  dijo la madre interrumpiéndola… -          Déjame hablar mami, pues la profesora nos regaño y Pedrito ya no es San José y yo ya no soy la virgen, ahora somos pastorcitos.
A todos los colegas escritores de TEXTALE les invito a ver, leer, comentar y publicar en MOLINO DE LETRAS, la nueva revista literaria internacional en lengua española que aparecerá a partir del primero de febrero de 2010.Todos están invitados y si quieren saber las condiciones para publicar pueden escribir a revista.molinodeletras@gmail.comel link de la revista es www.molinodeletras.net 
INVITACION
Autor: Edgar Tarazona Angel  449 Lecturas
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Se desliza el tiempoEntre las hilachas absurdasDe mis deseos añejosTejiendo filigranas intrincadasCon dibujos abstractosDe sueños lejanosQue ya no deseoY siento remotos, distantes,Tremendamente lejosEspejismos viejosQue me hicieron dañoY que ya no quiero. Salieron los demoniosDe mi pensamientoY, en mi corazónSólo quedan ruinasDe aquellos palaciosY cenizas frías de muchas hogueras Que fueron pasiones...No del corazónSi no de la cabezaQue vuela ligeraY en algún momentoVuelve y queda quieta... muy quieta.
ESPEJISMOS
Autor: Edgar Tarazona Angel  464 Lecturas
Estaba cuidando mis palomas mensajeras un martes a medio día cuando llegó y se presentó como un enviado divino; le pedí, por favor, que aguardara un momento mientras terminaba de asear las jaulas y dijo que no; le rogué que esperara en tanto echaba el alimento en los comederos; repitió su no dominante; supliqué mientras los sedientos animales aguardaban a que cambiara el agua de los bebederos y me gritó con voz celestial que no podía concederme un segundo. Continuó amargándome el rato hasta que me cansé y con las tijeras de cortarles las plumas a las aves rebeldes le despunté las puntas a las alas arcangelicales de  enviado de Dios.   Hoy convive con las palomas blancas, parecidas a  Espíritu Santo, y procrean hijitos mensajeros que llevan  cartas al cielo.    
6.  El niñito avanzó con pasos inseguros y tambaleantes hasta el señor que era su padre, según decía su mamá y, al llegar junto a él, se agarró de sus rodillas rodeándole las piernas con sus bracitos regordetes de infante que tenía un año y medio y no comprendió el porqué de su famoso padre que le impedía corresponder a su infantil caricia tan espontánea y tan tierna... La Gloria se había llevado los afectos del progenitor famoso dejando tan sólo una estatua familiar.
En los últimos estertores del orgasmo no compartido pensó en la joven que lo acompañaba en ese momento. Sus ojos cerrados, su piel pálida y fría y su rigidéz pétrea le recordaron qué, desde ayer, ella sólo era un cadáver.
NECROFILIA
Autor: Edgar Tarazona Angel  322 Lecturas
No dejes que se apaguen mis palabras y ayúdame a grabarlas para siempre, que cada letra encuentre su destino impreso en blancos papeles de alquimista.   Déjame quitarle a tu tiempo las horas que robé a mi sueño para plasmar en palabras el vuelo de tantas mariposas muertas y muchos cielos, a veces despejados a veces tormentosos y turbios. Tantos cielos... y tantos mundos inmensamente bellos y solos. Hay personas que no alcanzo o no sé detenerlas porque pasan como estrellas fugaces y se rompe el sueño, regreso al mundo...  y de nuevo otra noche y otro sueño y otro viaje detrás del rastro de cometa sideral que dejan tus pasos, como huella eterna...                                          
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SILENTES
Autor: Edgar Tarazona Angel  355 Lecturas
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Cuando la profesora explicó, en clase de historia sagrada, lo del diluvio universal todos nos miramos asombrados. ¡Había llovido durante cuarenta días y cuarenta noches, que chévere!, pensamos y nos quedamos callados, ojala aquí lloviera así. En este bendito pueblo, metido entre la jungla, llovía casi todos los benditos días, no del año sino de la historia. Ninguno de los ancianos, a los que preguntamos después de clases, recordaba haber pasado cuarenta días y cuarenta noches sin lluvia, la misma historia pero al contrario. Cuando uno preguntaba a los pocos viajeros como era el mundo de afuera, le contestaban que igual: los mismos árboles, la misma selva, los mismos ríos, los mismos animales y los mismos seres humanos, y es que ninguno había salido muy lejos, lo más que se habían alejado era hasta donde podían ir y regresar en lancha el mismo día, y casi ninguno había estado en algo parecido a una ciudad. La aldea no tenía carretera que la comunicara con otros poblados; la única vía de comunicación eran los innumerables ríos que aprendíamos a conocer desde la cuna, lo mismo que a manejar las canoas. Sólo los veteranos de muchos años se aventuraban en el río grande que desemboca en el mar, el inmenso Océano Pacífico. Era mi sueño; había recreado la inmensidad de esa masa de agua, uniendo los retazos de los relatos de los viajeros, y todos los niños teníamos un sueño parecido, para montar en un barco inmenso y conocer una montaña o cualquiera de esas maravillas que nos mostró un hombre blanco. Había caído del cielo. Mejor dicho viajaba en una barca muy rara que podía navegar en las nubes y seguro una corriente fuerte la volteó y la hizo naufragar, lo cierto es que cayó sobre los árboles en medio de llamas. ¡Qué brutos –pensamos-, ponerse a cocinar en una barca!, pues se le prendió la candela a las tablas   y la incendió. Nos contó  que eran dos pero el otro murió incinerado, sabrá Dios que significa pero así murió. En un libro nos mostró unos cuadros que llamó fotografías y nos dijo que todo existía muy lejos, cruzando este mar y otro mar y muchas selvas. Lo cierto es que lo agarraron los males de la selva y se marchó para siempre. Le quitamos la ropa y lo acomodamos lejos del pueblo para que los animales salvajes lo devoraran; daba pena desperdiciar toda esa carne. Lo cierto es que, de vez en cuando alguno del pueblo se va y años después regresa. No sabemos qué encanto tiene este rinconcito perdido que ni aparece en los mapas, pero vuelven. La profesora es una de esas personas. Se fue como ocho años (yo no puedo saberlo pero eso dice mi papá) y volvió con el corazón destrozado. Yo no le creo porque la veo completa y cuando uno quiere matar un animal le parte el corazón o la cabeza. Si yo me voy algún día no sé si volveré, pero de lo que estoy bien seguro es que voy a contarle a todo el que quiera escucharme que ese cuento del diluvio es una gran mentira; ¡cómo se iba a inundar todo el mundo con una lluvia miserable de un mes y diez días si en mi pueblo no escampa y nadie cuenta que alguna vez se haya inundado!    
EL DILUVIO
Autor: Edgar Tarazona Angel  376 Lecturas
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Una luciérnaga macho volaba sin rumbo en una cálida noche del trópico buscando una hembra en celo para satisfacer sus ansias pasionales.Sentada en una banca del parque una hembra humana exhalaba efluvios inequívocos de luciérnaga hembra que lo embriagaron. El no lo sabía pero era el perfume de moda.Observó como arrojaba al piso lo que él creyó que era una hembra de su especie y se arrojó sobre ella para poseerla.En sus últimos estertores sintió como ardían sus entrañas, quemadas íntegramente por la brasa de la colilla del cigarrillo que confundió con una amante.
El mendigo leproso y sifilítico, por razones inexplicables de la vida, consiguió una amante joven, hermosa, intelectual y millonaria.Una noche la bella, en medio del llanto, le juró que lo amaba sin ninguna condición y el desgraciado no le creyó.
INCREDULO
Autor: Edgar Tarazona Angel  468 Lecturas
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Su inmenso amor no pudo impedir que los separaran todas las circunstancia adversas del mundo.Aunque hicieron hasta lo imposible para superar las diferencias nunca lo lograron, un día expresó ella con toda sinceridad:        - No insistamos en luchar contra la adversidad - escribió con claridad en una hoja de papel, para dejar una constancia del rompimiento- yo soy sorda y tú mudo y analfabeto.
Una luciérnaga macho volaba sin rumbo en una cálida noche del trópico buscando una hembra en celo para satisfacer sus ansias pasionales.Sentada en una banca del parque una hembra humana exhalaba efluvios inequívocos de luciérnaga hembra que lo embriagaron. El no lo sabía pero era el perfume de moda.Observó como arrojaba al piso lo que él creyó que era una hembra de su especie y se arrojó sobre ella para poseerla.En sus últimos estertores sintió como ardían sus entrañas, quemadas íntegramente por la brasa de la colilla del cigarrillo que confundió con una amante.
 No hablamos mucho, tal vez doce palabras. Bastaron las caricias, los besos y los cuerpos en una eterna entrega hasta el cansancio.Luego el adiós, lo mismo... sin palabras.Quedó el aroma de tu cuerpo impregnando las sábanas y el contorno de tu cuerpo adivinado en los espejos donde vimos nuestra pasión repetida tantas veces.                                                                        El amor no es sexo, me repito y me haces falta en el aire que respiro, en las mañanas sin ti, en los parques solitarios donde tuvimos encuentros fugaces ante las miradas indiscretas de algunos transeúntes desvergonzados, igual que los dos.El amor es más que instintos, me repito para consolarme de tu ausencia y siento el mundo vacío igual que todo yo.Hay otros cuerpos y otras bocas y otras ansias para llenar espacios en el cuerpo, pero esa otra parte que algunos llaman almase quedó sin nada.Y yo que pensaba que no te amaba, que todo era pasajero en esta pasión loca que nos llenó de silencios y ahora caigo en cuenta que olvidamos decir "Te quiero"Edgar Tarazona Angel
CASI NADA
Autor: Edgar Tarazona Angel  631 Lecturas
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    Quería pintar un hermoso atardecer que llevaba metido en la imaginación hacía varios meses. Sólo contaba con unos tubos de colores acrílicos en los cuales faltaba el rojo.Era tan bella la imagen mental que se convertiría en su obra maestra; entonces, se cortó las venas y revolvió el rojo de su sangre con los amarillos, los ocres y los violetas.Con esa  gama en la paleta pintó con el corazón, cabeza,  manos y  alma el precioso cuadro mientras se le iba la vida en los estertores de la anemia total.
"El día que me muera no quiero que me sepulten en bóveda o en la madre tierra; mi deseo es que mi cuerpo sea incinerado y las cenizas arrojadas al viento para mezclarme con la naturaleza para siempre” Decía todas las veces que se tocaba el tema del último viaje. Muchos años más tarde, la bodega donde trabajaba manejando sustancias químicas inflamables fue presa de las llamas y su cuerpo, lo mismo que toda la estructura del edificio, desapareció consumido por el fuego. Terminada la conflagración un inusitado vendaval levantó por los aires los restos humeantes de la tragedia y los esparció en dos kilómetros a la redonda.  
Todas las noches soñaba que cogía una llave, abría una puerta, se miraba en un espejo de cuerpo entero que le devolvía la imagen desnuda de su cuerpo joven, sonreía a la persona virtual del cristal y abría otra puerta donde se repetían todas las acciones… una y otra vez hasta despertar bañada en sudor y el corazón galopando en marcha acelerada. Durante noches incontables se repitió el recorrido interminable y el despertar angustioso, hasta la noche en que, después de traspasar muchas puertas, perdió la llave y rompió el espejo. Sus padres encontraron al otro día la cama vacía y astillas de cristal llenos de niebla que no reflejaban ninguna imagen.  
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DESCORAZONADO
Autor: Edgar Tarazona Angel  454 Lecturas
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AMOR DE RATAS
Autor: Edgar Tarazona Angel  443 Lecturas
- Corran todas, viene el monstruo.Por donde pudieron escaparon del depredador más salvaje que podían imaginarse. Unos corrieron a esconderse debajo de las hojas, otros debajo de un tronco seco y los más, entre los leños amontonados en un lejano rincón del bosque tropical.Vieron pasar el lince, un ocelote, un zorro... no les  temían. Su apetito voraz no coincidia con el sabor de sus cuerpos. Entonces salieron lentamente de sus escondites en busca de comida, esas hojas tiernas de las hortalizas que calmaban su apetito desordenado.Como ocurría siempre, al rato sonó la voz de alarma:- El enemigo, el enemigo... y todos salieron en estampida.Venían de nuevo las gallinas y esos monstruos son mortales cuando uno es un humilde gusano 
"En la mirada crepuscular de mi amigo vi el retrato adelantado de mi propia muerte". Muchos recuerdos se agolparon en un instante después de la llamada que me confirmó tu muerte. Orlando, fueron algunos años cerca; demasiados distanciados en dos extremos de la geografía de nuestra patria. La niñez y parte de la juventud compartidas quedaron en los archivos de mi memoria; algunas anécdotas hacen parte de mis sueños de escritor y circulan convertidas en relatos. Dicen que no hay muerto malo. Tú eres una  excepción, pero no por tu comportamiento que fue excelente, no, por tu apellido; era lo único malo que tenías: Orlando Malo García. Perdona, tú sabes que ni en los momentos más críticos puedo dejar el sentido del humor que te hacía reír; bueno, a ti y a todos los amigos de ese barrio querido de nuestros de nuestros mejores años. Algunos se fueron antes que tú; otros, no sabemos a dónde se marcharon, los demás, esperamos el turno ineludible sin saber cuándo nos toca. La mayoría nos perdimos por los caminos intrincados de la Rosa de los Vientos. ¡Qué ironía! Es la señora Muerte la que ocasiona los reencuentros. Después de la ceremonia los abrazos y promesas de llamadas para recordar el pasado que ya es irremediable. Promesas incumplidas y citas que jamás se darán… hasta el próximo entierro. Mi hermano, Mono Malo, ¿qué puedo agregar? Lo que haya de bueno más allá de la muerte es para ti. Como tu cuerpo se convirtió en cenizas no puedo desear paz en tu tumba. Creo que las van a esparcir al viento en alguno de los sitios que amabas. Tu memoria será literatura en alguno de mis cuentos. Q.E.P.D
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La tragapepas
Autor: Edgar Tarazona Angel  510 Lecturas

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