El roble, un árbol tan imponente, resistente y sólido. Nada de esto sería posible sin su base, la que se encarga de sostener todo el árbol, de darle estabilidad. Y bajo esa base están sus raíces, las que, desde el inicio, hicieron posible todo ello.Lo mencionado es igual a la crianza del ser humano. Es fundamental tener una buena niñez, una infancia sólida, llena de amor y cariño, con atención y valores presentes. Todo esto construye una base firme, como la del roble, que permitirá un crecimiento más óptimo y hermoso.Cuando, en cambio, se vive en un entorno inestable, precario, sin paz, surgen los traumas de la niñez, quizás los más difíciles de superar. Y es que, al ser vividos en una etapa tan vulnerable, estos traumas influyen en nuestra forma de actuar, reaccionar y pensar durante toda la vida.No digo que no sea posible superarlos. Al contrario: si se les brinda el cuidado necesario, si se enfrentan con valentía, sin negar el proceso ni reprimir las emociones, y si se acompañan de mucho afecto, la sanación es posible. Y el resultado puede ser hermoso.De una forma más implícita: al regar esas raíces dañadas, dándoles tiempo y atención día a día, crecerá un árbol fuerte y resiliente, con hojas y ramas hermosas que reflejarán todo lo superado. Porque, pese al sufrimiento, supo volver a crecer, incluso de una manera más preciosa y singular.Afrontar nuestras emociones es algo que debemos hacer. Conocernos, mirar hacia adentro, dejar de lado tanto lo exterior y atender esas emociones que hemos puesto en segundo plano. Evitarlas no las hace desaparecer; al contrario, se acumulan hasta que buscan salir, ya sea en forma de llanto o incluso de enfermedad. El cuerpo lo expresará, tarde o temprano. Pero pasará.Sanar es sanar. Sanar lo que nos ha dolido, sanar lo que en la infancia nos marcó, esos traumas que aún hoy nos dan vueltas en la cabeza. Esos recuerdos tristes que todos llevamos. Y no, no se trata de quedarse atrapado en el pasado: se trata de resignificar lo vivido, de darle un nuevo sentido para poder crecer, como el roble, hacia lo alto, con fuerza y belleza.