• Sofia
soofy.croxatto
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  • País: Chile
 
Su cuerpo se estremeció al sentir las caricias sobre su torso desnudo. Habían permanecido abrazados durante horas en silencio, conectados a un nivel mas allá del habla, pero esta simple muestra de afecto, una simple caricia, logró hacerla sentir cercana a él, de una forma mucho más profunda que en momentos anteriores. Levantó la mirada y sonrió. Él comprendió que esa breve sonrisa significaba mucho más que cualquier palabra, era definitivamente una muestra de cariño más real y honesto. La contempló por unos momentos y le besó tiernamente, lo maravillaba el hecho de que pudieran pasar de situaciones y noches apasionadas, a momentos de tranquilidad y demostraciones de amor puras y sencillas. Permanecieron unos minutos más recostados, juntos abrazados, escuchando la lluvia y en la presencia de una luz tenue proporcionada por la cortina de nubes frente a la luna. Finalmente, fue ella quien decidió romper con aquel estado de maravillosa inercia. -¿Te gustaría comer algo?- Preguntó apoyándose sobre su muñeca para quedar a la vista de él. Algunos de sus cabellos aun anunciaban el lugar donde había reposado su cabeza, recostada durante tanto tiempo en el pecho de él. -De hecho...si. ¿Necesitas ayuda?- Respondió él, incorporándose un poco para quedar a igual altura. Estaba hambriento, ahora que lo pensaba, no recordaba la última vez que había probado bocado, aparte de los dulces labios de ella.                                                                                            -No es necesario, traeré lo primero que encuentre. Dicho esto, lo besó por última vez, antes de abandonar la almohada. Se sentó en la cama, a espaldas de su acompañante, mientras él contemplaba cada parte de su cuerpo y la veía vestirse con su camisa y salir velozmente de la habitación. Estando ahora solo en la cama, miró por la ventana. Seguía lloviendo igual de fuerte desde... ¿Qué hora era? Se sentó y cogió su reloj del velador. -Dos de la mañana.-Dijo sorprendido. Se escuchó un grito proveniente de la cocina -Mierda.-Dijo en un quejido. Se levantó al escuchar esto, cogió sus pantalones y colocándoselos salio de la habitación hacia la cocina. -Estás bien?-Dijo abrazándola por las espalda. -Me corté.-Levantó el dedo -Déjame ver. Se dio vuelta con el dedo levantado, él tomó una servilleta y le limpió la sangre. - Es pequeño, ¿Duele mucho?-Preguntó haciendo una mueca. -Mucho. No podré preparar nada.- Bromeó -Yo lo hago, no queremos que te desangres, yo no quiero.- Besó la herida tiernamente y con una palmada le pidió que se corriera.- ¿Qué preparabas? -Frutas -¿Frutas?- Preguntó sorprendido.-Dijiste lo primero que encontraras, pero ¿Fruta? -Son las 2 de la mañana, no iba a preparar la cena. -Déjame ver... ¿Qué hay rico aquí? - Dijo recorriendo la cocina. Abrió unos cajones, luego el refrigerador, siguió dando vueltas y al quedar frente a ella dijo.- Lo encontré. -¿Qué cosa? Se acercó completamente a ella y rodeándole la cintura con los brazos dijo: -Esto -¿Esto? No soy un "esto". La besó breve, pero tiernamente y dijo apartándose: -Pero esto si.- Levantó la mano y le mostró la manzana que había tomado del mesón donde ella se encontraba. Ella rió y dijo: -¿Viste? Fruta. -Veré que encuentro. Ve a acostarte - La pidió con otro beso. La siguió con la mirada, contemplando su escultural figura que se distinguía sutilmente bajo la camisa. Desde aquella noche, juró jamás separarse de aquella camisa. Volvió a lo suyo a penas la perdió de vista. Comenzó por el refrigerador, abriéndolo revisó cuidadosamente cada uno de los compartimientos.  Sacó un frasco de mermelada y la colocó sobre la mesa. No tenia ni la menor idea de que preparar, por lo que permaneció un buen rato frente al refrigerador abierto, antes de sacar unos cuantos huevos y mantequilla. Los dejó en la mesa junto a la mermelada y se dirigió a los estantes. Abrió tres antes de encontrar el que contenía la harina, y luego el aceite. Continuó abriendo cajones y puertas hasta que consiguió todo lo que necesitaba. Prendió el hervidor y preparó las tazas con café. Abrió las cortinas por completo y miró a través del vidrio el maravilloso paisaje nocturno. Nunca disfrutó mucho de la lluvia, aunque le agradaba escuchar las gotas caer, odiaba el sentimiento melancólico que esto le producía. Pero hoy, hoy era diferente. Con él en la cama junto a ella, no había nada mejor que la excusa de la lluvia para permanecer abrazados por siempre; y el sonido, maravilloso sonido que acompañaba al silencio entre los dos y lo transformaba en una armonía imaginaria. Levantó la mirada hacia la  potente luz en el cielo -Luna llena.- Pensó.- ¿Qué podría ser mejor? Sintió los ruidos en la cocina y decidió volver a la cama. Encendió la televisión, sin prestarle atención, ya que tan solo lo hizo para rellenar el vacío que xx había dejado en la habitación. Al escuchar los pasos que se dirigían hasta ella, levantó la mirada, expectante. .-Listo...Es lo mejor que pude hacer.- Dijo colocando la bandeja sobre la cama.- ¿Qué te parece? Recorrió la bandeja con la mirada antes de responder: Waffles, fruta, mermelada y manjar para untar. A un lado dos tazas de café y el respectivo servicio. .-Se ve delicioso. Es mucho más de lo que yo hubiera hecho. Gracias.-  Se sentó sobre la cama y colocó la bandeja entre  los dos. -¿Qué estás viendo? - Preguntó al dejar su café sobre la mesita de noche. -Nada...Solo cambiaba canales.- Mintió, no era momento de dar explicaciones. -¿Te molesta si veo las noticias? -No, para nada.- Aseguró mientras untaba un poco de mermelada sobre su waffle. Se veían deliciosos. -¿Cómo está tu dedo? -Mejor...creo.-Extendió su mano y agitó su dedo frente a él. -Déjalo tranquilo.-Dijo entre risas.- No puedo ver. Se incorporó y examinó cuidadosamente el dedo índice, parecía estar un poco hinchado y con un leve tono morado, casi imperceptible, imposible de notar sin tener el resto de  los delgados y frágiles dedos como muestra. -Está un poco hinchado... ¿quieres que te traiga algo? -¿Cómo que? -No se...-Hizo una mueca y le besó.- ¿Hielo? ¿Alguna crema? ¿Alcohol? No se...-Debió haber puesto una cara demasiado graciosa, ya que su compañera estalló en risas, lo que le pareció maravilloso, amaba su sonrisa, le sentaba bien. -Hay que desinfectarlo. Xy se levantó de la cama y observó la bandeja que yacía en el suelo. Seguía lloviendo. Amaba la lluvia, todo le parecía mas intenso cuando llovía, con frío y nublado, obligado a estar cerca de alguien, a sentir el calor de otra persona, a compartir el tuyo. El calor quita todo aquello, ¿Quién quiere abrazar a alguien con 30° de calor afuera? Además, es como si el sol absorbiera todos los sonidos, los aislara y evitara que escuchemos claramente cada pequeña melodía. Definitivamente esta lluvia era diferente, era mejor que todas las anteriores. -Vamos.-Dijo extendiendo su mano. -No puedo caminar...me desangraría.- Protestó riendo, desafiante. Con una sonrisa colocó sus manos debajo de ella y le alzó, besó su frente y la cargó hasta el baño. -¿Aquí esta bien? -Puede ser...-Dijo sentándose sobre el borde de la tina. -¿Dónde está el alcohol? Siguió la seña y sacó de un cajón el botiquín. -A ver...-Colocó un poco de alcohol sobre el algodón-¿Lista? -No... -No duele nada.-Cogió su mano.- ¿Lista? 1, 2, 3...- Restregó delicadamente contra la herida.- ¿Viste? No dolió nada. Levantó la mirada. -No...no duele. -  Respondió. No había dolido, pero aun así sus ojos brillaban, solo de nervios esperando una angustia mucho mayor. -Pero no llores...Ya terminé, está listo.- Dijo tiernamente rodeándola con sus brazos.- ¿Vamos? -Vamos. Nuevamente la levantó y se dirigió hasta la habitación. Una vez en la habitación entrecerró un poco las cortinas para dejar entrar aquel sonido a lluvia y la tenue luz del sol saliente, pero evitar que se colara el frío de la madrugada invernal. Ella decidió acostarse nuevamente. Dibujó delicadamente con sus dedos una mariposa sobre su espalda. Ella sonrió satisfecha al sentir las suaves caricias sobre su torso desnudo. Su tersa y pálida piel adquiría bajo la luz de la luna un color intenso, iluminado, único, por lo que no pudo evitar admirarla por unos momentos. -¿Qué estás haciendo?-Preguntó aun boca abajo. -Nada...-Respondió al tiempo que comenzaba a acariciar cada lunar visible en su cuerpo. Adoraba sentir sus manos, sus ojos en ella.
Caricias
Autor: Sofia  413 Lecturas
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Nueva Perspectiva.   Árboles. Cielo. Nubes. Sol   Eso es lo que veo a través de la pequeña ventana frente a mí. Aun no te he dejado y ya te extraño. ¿Es eso posible?   Este no es un sentimiento del tipo “No puedo vivir sin ti” como un ruego, una necesidad vaga e insana, sino mas bien, un sentimiento de agradecimiento, algo parecido a “He cambiado mi forma de vivir y de soñar gracias a ti”  Eso pienso ahora, y mas importante aun, eso siento en este momento, ¿Será demasiado tarde?   Un bache en el camino me hace reaccionar. ¿Dónde estoy? Camino al aeropuerto ¿Tan pronto?   Tiempo estimado de viaje: 3 horas   ¿3 Tres horas sentada en bus? Imposible, moriré antes de llegar. Eso es lo que opino.   ¿No podrían ser 4 horas? Eso es lo que siento.   ¿No podría ser eterno?  Viviría suspendida en aquel trayecto, en aquella carretera.  Es decir, a penas bajé del avión, comenzó la cuenta regresiva de mi estancia en aquel lugar. Pero en aquella carretera, me siento parte de algo infinito y satisfactorio, aunque se que no es ninguna de las dos realmente, pero en este momento me he permitido mentirme un poco. Sigo estando ahí, continúo viendo el mismo cielo, el mismo sol, pero pronto terminará, lo sé incluso antes de empezar.   ¿No podrían ser cuatro?   El transporte llegó con 1.30 hrs. de retraso. Impacientes esperábamos todos en la recepción del hotel, preguntándonos ¿Por qué el retraso?, pero a penas visualicé el bus en la entrada ¿Qué sentí? No fue alivio, y no fueron ansias por subir  ¿Qué fue entonces? Angustia. Por mi, habría esperado allí por siempre, con las maletas en las escaleras, pero para ser honesta, una vida tampoco habría sido suficiente, resulta que una vida nunca es suficiente. Mejor terminar rápido.   Me pregunto, ¿Por qué es así?   ¿Fue el lugar el que conquistó mi corazón y no me deja abandonarlo? No lo creo. El hermoso paisaje conquistó por siempre mis ojos, pero no es la razón de mi angustia. Al contrario, se ha transformado en mi imagen del paraíso.   ¿Fue la gente? Maravillosas personas como nunca en mi vida he visto. Lograron hacerme sentir parte de ellos, de su cultura y de su vida, incluso más que en mi propio país. Pero tampoco es la razón que busco.   ¿Cuál fue entonces? ¿Que logró conquistar mi corazón en tan poco tiempo?   La respuesta es Nada. Mi corazón no fue conquistado durante este viaje, sino que fue liberado. Se libró de todo lo que lograba contenerlo y mostró la verdad, su verdad, mi verdad. Espíritu libre que no pertenece a ningún lugar, y a la vez, desea formar parte de todos. No importa el destino, las millas, el tiempo. Cada rincón del planeta tiene magia en él, tiene cosas que desea entregarte y enseñarte, que te acompañarán por siempre si sabes liberarte de todos los prejuicios, de todos los”no” que te atormentan y limitan.   Mientras miro por la ventana suena la canción “New perspective” (Nueva perspectiva)  y en mi queda marcada la frase “Quisiera vivir la vida desde una nueva perspectiva” Me pregunto si será una broma, una coincidencia o una señal.   Abrí mi corazón y mi mente. ¿Qué quieres enseñarme? ¿Qué debo conocer antes de dejarte?   Los rayos del sol me iluminaron ahora de frente y el viento sopló, “Corazón libre es aquel que ve la luz brillante del día, aun estando dormido bajo tierra”.   Cruzamos la línea invisible y entramos a Río. El cielo se nublo al instante y el sol desapareció entre una cortina de nubes negras.   Lección aprendida.   Mi estadía allí había terminado, pensé, adiós Brasil.   De pie frente a la puerta del aeropuerto, la maravillosa semana había llegado a su fin. Crucé las puertas. Mi viaje recién comenzaba.  
Nueva Perspectiva
Autor: Sofia  468 Lecturas
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--Otro pedazo de techo.- Digo en voz alta, sabiendo que no hay nadie a mi alrededor, sola otro día mas.  Saco otra pieza de la caja.- Pasto, en este rompecabezas hay techo y pasto, nada mas.- Llevo semanas intentando armar por completo el paisaje ingles, los primeros días me sentía muy conforme con mi trabajo, logré completar gran parte, mucho más que el año pasado. Pero ahora, ahora sucedía lo que había temido desde un principio: Ya no quedaban casas, puentes, caminos que descubrir, ahora tan solo restaba unir las monótonas e infinitas piezas de los techos, el cielo y el césped desgastado.     Día jueves, 3.15 de la tarde en vacaciones, y yo, armando un rompecabezas. ¿Por qué? Me preguntaba, pero la respuesta no se presentaba.   --Bueno.- Cogí otro puñado de piezas.- Techo, a la derecha; Esto…no tengo idea que es, de vuelta a la caja; Flores, recemos por que sean del centro.   Un grito proveniente de la televisión llama mi atención. Estando sola no era extraño que encendiera la televisión como compañía, la mayoría de las veces ni siquiera prestaba atención a lo que veía, solo la encendía y regresaba al rompecabezas, al libro o a la cocina. Pero esta vez, la había encendido a una hora y canal específicos. Había revisado la guía y una película captó mi atención, “Las Horas”, buenísima película, excelente reparto. Terminada, concluiría que no es una buena idea verla mientras se hace otra cosa, me habría gustado saberlo antes.   Quisiera aclarar que para mí, no es ningún problema estar sola, de hecho, lo disfruto bastante. ¿Cuál es mi problema? No es el estar sola, sino, el sentirme abandonada. Al principio del día es lo mejor, me levanto cuando quiero, como cuando quiero, hago lo que quiero, pero… ¿y si deseo otras cosas? Al sentarme en el comedor frente al paisaje sin terminar, me pregunto si seré la única persona en vacaciones que no está afuera. Mis padres están trabajando, mis abuelos de viaje, mis amigos…No tengo idea.   --Al fin.- Anuncio con una sonrisa, ya era hora de que alguna pieza encajara.   El teléfono comienza a sonar.   -¿Alo?   Es mi padre quien llama. Me pregunta si estoy ocupada, necesita que revise su correo.   -No nada…solo veo una película.- Digo con falso desinterés. -¿Una película? Si quieres te llamo Después, cuando termine.   Ya me conoce. Ha aprendido con el tiempo que detesto ser molestada cuando veo algo en televisión.   -No… no importa.- Miento, supongo que mi padre es mas importante.- ¿Tu correo?   Luego de revisar sus mensajes regreso a mi tarea suspendida, solo me ha tomado unos minutos, pero comprendo inmediatamente que la película no volverá a ser como antes.   Continúo con mi labor por unos minutos, he prometido armarlo completamente antes de que terminen mis vacaciones, eso quiere decir que en 6 días debo realizar una tarea imposible, ¿Por qué imposible?  Imposible por que al intentar armarlo por primera vez, hace un año atrás, noté que faltaban algunas piezas, y de seguro el tiempo se ha encargado de llevarse otras. Eso es lo irónico de la situación, no importa cuanto lo intente y me esfuerce, jamás podré juntar las 500  piezas, ya que no hay 500 piezas.   El teléfono vuelve a sonar. Estiro el brazo para alcanzar el aparato vibrante al otro extremo de la mesa, y en mi descuido, la caja que contiene las piezas cae al suelo. Ahora si será una tarea imposible.   Esta vez es mi madre quien llama.   ¿Alo? – Digo mientras recojo las piezas. -Llamo para saber como estas.- Me dice.- Espera un poco.   Esto hace que mi disgusto crezca. Primero mi padre llama, me pierdo de una parte fundamental de la película, mis piezas yacen esparcidas por el suelo de la habitación, y mi madre, como todas y cada una de las veces que llama, me ha dejado en espera. No hay vez que pueda hablar de corrido con ella, no puedo entender por que llama estando ocupada.   Me pregunta como he estado y que almorcé, que es lo que hago y cuales son mis planes para la tarde. - Bien. Todavía no almuerzo. Veo una película. No tengo idea, tal vez salga con una amiga. – Le respondo cada una de sus preguntas feliz de que llamara pero impaciente por que cuelgue pronto.   Y aquí se presenta otra situación que me enloquece como nada en el mundo.   Después de las preguntas de rutina, mi madre se queda callada, tan solo sigue con sus cosas sin colgar el teléfono, como esperando que le diga algo cuando es ella quien ha llamado.  -Si no tienes nada que decir, ¿Por qué no cuelgas?- Me pregunto una y otra vez. Mientras ella sigue con sus cosas en el computador, con las guías, con no se que cosas sobre su escritorio, yo estoy confinada a estar de pie, atenta por si de la nada pregunta algo, preocupada por si se suponía que debía contarle algo, estresada por tener que escuchar la nada, ese silencio que se apoderaba por completo del auricular cada vez que llamaba.  Resignada, continuo viendo mi película, decidida a no terminar con aquella “conversación” para no herir sus sentimientos. Finalmente decide cortar, para quedar en paz conmigo misma, le digo que la llamaré si tengo alguna novedad.   Cuelgo, y nuevamente comienza a reinar la soledad.   Comprendo que la película  está llegando a su fin y decido terminar por ahora con el rompecabezas.  Voy hasta la cocina por una manzana y regreso para ver el final, espero sea esta vez, en paz.   Comienzan a aparecer los créditos. Apago la televisión inmediatamente, cojo el teléfono y camino hasta mi habitación. Si hubiera visto la película, si realmente la hubiera visto, sin rompecabezas, sin teléfono, sin ninguna distracción, estoy segura de que habría terminado llorando o al menos con alguna enseñanza de vida, pero creo que he desperdiciado dos horas de mi vida, ya que desgraciadamente no siento nada.   Suspiro.   Me han sucedido tantas cosas, demasiadas tal vez, que algunas incluso me han llevado hasta el borde, entre el desespero y la resignación. Este día no es tan grave como otros.   Veo la hora. 4.45 de la tarde. Ha estado nublado todo el día, y a esta hora se puede sentir el soplido del viento frío, que recorre calles y atraviesa los árboles, hasta entrar por la ventana y congelarte el cuerpo, en un escalofrío cruel, despiadado que te quita el aliento.   Recojo el teléfono de la cama y marco rápidamente las teclas.   -¿Alo? ¿Cómo estás? … ¿Juntémonos?   Cuelgo y voy hasta la cocina para sacar mi bicicleta.  No esperarán que permanezca todo el día en casa, ¿Verdad?    
Rompecabezas
Autor: Sofia  666 Lecturas
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Soy una Consumista de afectos   Ser consumista de afectos, es necesitar cada vez mas cariño, cada vez mas simpatías, cada vez sentirse mas querido por otra persona. Si esta descripción es correcta debo declararme culpable, soy una consumista de afectos. Esto claramente podría tomarse como una debilidad en algunos casos, pero como una gran fortaleza en otros. Todos necesitamos sentirnos amados y entregar este amor a otras personas, aunque sea una sola vez en la vida, aunque sea tan solo a una persona. La gente necesita cariño, para vivir, para soñar y para sentirse seguros. Si tienes muchas posesiones sientes que en algún momento estas podrían desaparecer, pero si das y recibes amor estas seguro de que esto jamás se perderá. Mucha gente tiene miedo a admitir que necesita afecto, piensa que este no podría ser correspondido o simplemente que este jamás podría llegar, además de sentirse vulnerables ante cualquiera que quiera aprovecharse de ese sentimiento, pero a pesar de esas inseguridades al entregar cariño de cualquier tipo se entrega una parte de uno mismo y aunque se pueda sufrir una decepción, siempre vale la pena vivir esa gran experiencia, ya que esas situaciones son las que nos hacen ser como somos, nos instruyen y nos llenan de vida. Después de haber expresado las que para mi son las ventajas y desventajas de confesar y aceptar ser un consumista de afectos, debo decir que si no necesitáramos cariño no seriamos una sociedad, y aunque muchos traten de negarlo y decir que siempre se puede mejorar, esta sociedad esta llena de gente que ama, distintas cosas, pero ama y sin eso no se puede vivir. Yo he confesado ser una consumista de afectos, ¿ y tu?.
La promesa   -...Modesta ,Modesta!    Los gritos de la niña resonaban por toda la habitación. Inesita era una  pequeña niña de 10 años ,de pelo oscuro y rasgos muy toscos, que vivía con su tía y primo, en un pequeño pueblo al norte de México. Sus padres, se habían marchado sin causa alguna, cuando Inesita tenia tan solo 6 años de edad, dejándole a esta un pequeño relicario en el cual se podía apreciar una fotografía de toda la familia y la promesa “Nos volveremos a ver”. Estas palabras eran lo único que brillaba en el pequeño ser de Inesita, ya que el abandono por parte de sus padres la habían transformado en una persona desconfiada y distante. -Que quieres Inesita? -Mira tía, me ha llegado una carta!! -Mmm..eres muy pequeña para recibir cartas, déjame ver.  Inesita le entrego la carta a su tía,  y esta al verla, con un rápido movimiento de la mano, la guardo en su bolsillo con la única excusa de que  se habían equivocado de destinatario. -Que te sucede Inesita? -Nada, no te preocupes. -Soy tu primo, y soy mayor que tu, así que debes contarme.  Inesita le contó a Gabriel lo sucedido aquella tarde con la carta, alegando que estaba segura de que esta era para ella. -Como sabes que era para ti? -No lo se...pero la carta me llamo mucho la atención. -Si estas tan segura...déjame ir a buscarla y así podrás dormir tranquila. Unos momentos mas tarde, Gabriel llego ante Inesita con la carta ya abierta, blanco como la nieve y completamente espantado. -De verdad quieres leerla? -Si.  Inesita la leyó, y entre lagrimas y sollozos logro terminarla.  La carta efectivamente iba dirigida a Inesita, era una postal, la cual mostraba unos hermosos paisajes de las costas mexicanas. En ella se podía leer “Nos volveremos a ver”, unas palabras tan insignificantes para algunos, pero para Inesita estas significaban pero podría volver a ver a sus padres, podría volver a ser feliz. -Tengo que ir, tengo que encontrarme con mis padres. -Mi madre jamás te dejara ir Inesita. -Me iré sola, sin avisar, encontrare a mis padres y regresare con ellos.  Inesita salió esa misma noche, mientras todos dormían, cogió un poco de dinero y un trozo de pan y partió hacia la estación de trenes. Llego hasta el lugar de la postal a la mañana siguiente, se preguntaba si su tía se habría dado cuenta de su ausencia a estas alturas. Ya nada le importaba, solo quería encontrar a sus padres, en lo único que podía  pensar era en “Nos volveremos a ver”, eso era todo lo que paseaba por su mente.  Era un alma perdida entre tanta gente, no sabia hacia donde ir. Nunca había pensado q haría al llegar hasta las costas. Comenzó a pensar que lugares visitarían sus padres, pero hace tanto tiempo q no los veía q solo podía pensar en uno: Su madre, soñaba con tener una casa en la playa, junto al mar. No le fue muy difícil encontrar alguna, a lo lejos se veía una hermosa casa , blanca con grandes cristales celestes. Lo supo, lo supo en al segundo de ver la casa, sabia que en ese lugar estarían sus padres.  Corrió, corrió y corrió, no podía esperar a llegar hasta el umbral de la puerta y abrazar a sus padres. Al llegar, toco la puerta y unos momentos mas tarde apareció un hombre, de pelo y ojos oscuros, alto y un poco melancólico. -Quien eres pequeña?-Pregunto el hombre. -Me llamo Inesita  El hombre se quedo helado, con una expresión de asombro q se distinguía a kilómetros. Comenzó a llorar. Los dos lo supieron, sabían q se habían encontrado, se abrazaron y lloraron, un llanto de felicidad. -Donde esta mi madre? El hombre vacilo un poco -Ella esta muerta Inesita, murió unos pocos meses después de irnos.  La niña comenzó a negar con la cabeza, no lo podía creer.  Pasaron la noche ahí, en un ambiente de alegría y llanto, juntos.  Al día siguiente, en la mañana, partieron hasta la casa de Modesta. Al llegar, Modesta salió gritando a recibirlos, no podía creer lo q veía. Los días siguientes estuvieron llenos de festejos, y duelos por la muerte de la madre de Inesita.  Inesita se volvió una niña completamente diferente, había vuelto a ser la niña alegre y risueña que era hace 4 años. Tenia a su padre, su tía , su primo y a su madre, la cual estaría siempre con ella, algún día se volverían a ver.
La Promesa
Autor: Sofia  468 Lecturas
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Individualismo e Inconsciencia Ambas son características de la sociedad, no solo de nuestro país, sino del mundo entero, y están tan presentes en la vida diaria, que cuando presenciamos un acto con estas características, suele pasar desapercibido antes nuestros ojos e incluso, pensamos ser capaces de actuar igual. Por supuesto depende de las proporciones de estos actos, pero todos hemos cometido, cometemos y cometeros, más a menudo de lo que creemos correcto, un error inconsciente que está ligado directamente al pensamiento individualista de cada persona, grupo o sociedad. Todos, como instinto del ser humano, tendemos a pensar primero en nuestro bienestar y siempre intentamos alcanzarlo siguiendo lo que nosotros creemos correcto, dentro de nuestros propios límites, sin interesarnos por respetar los de otros. Hemos tenido a través de la historia tantos ejemplos de actos irresponsables e inconscientes de parte de personas que tildamos de mal ejemplo y también por otra  parte de todos nosotros, los cuales justificamos. Algunos de estos ejemplos son los múltiples sujetos que en distintas épocas del tiempo han intentado imponer sus ideales por sobre los de los demás, siendo esta, exactamente la definición de individualismo. Con respecto a la inconsciencia, tenemos cientos de ejemplos que presenciamos día a día, algunos individuales y otros a nivel de sociedad y mayor publicitados, como son el calentamiento global y la delincuencia, los cuales son la consecuencia del individualismo. El pensar que botar basura no me afecta directamente a mí, entonces no importa, es ser individualista, el creer que robamos por otras personas, por nuestra familia o para protestar contra algo en lo que no creemos, es ser individualista, debido a que necesitamos sentirnos responsables de algo, llamar la atención y destacar, además de hacer lo que nosotros creemos que es necesario. Podemos encontrar un pensamiento individualista en todo lo que hacemos, bueno o malo, incluso si es beneficioso para otras personas, siempre detrás hay un intento de imponer nuestras creencias, nuestros ideales. Un último ejemplo seria que, aunque nos encontremos rodeados de estos actos, y sepamos que se está cometiendo una equivocación, nos negamos a verlo y aceptarlo, y ese, es el error más inconsciente que podemos cometer. 
Viernes 26 de Febrero, 21.55 hrs.  -Que vergüenza. -¿Por qué? - Por que es demasiado tarde.- Le dije subiendo las escaleras casi a zancadas. - En todo caso.- Respondió riendo.- ¿Qué hora es? - Las 10…Teníamos que juntarnos a las 8.30.- Aseguré con una mueca.   Llegamos a la puerta y permanecimos ahí unos momentos antes de tocar el timbre.   -¿Cual de los dos timbres era? Odio el que suena como 4 veces.- Pregunté mirando los dos botones a cada costado de la puerta.   Mabi hizo un gesto para indicar que no tenía idea. Estiré mi brazo y presioné el del lado derecho. Como era de esperarse, me equivoqué, y la molesta musiquita sonó 4 veces anunciado que habíamos llegado finalmente, con más de 1 hora de retraso.   -Ya voy! – Se escuchó a través de la gruesa puerta de madera.- Hola, pasen.   Entramos y después de saludar a la familia nos dirigimos hacia la habitación de Natalia, quien se encontraba junto a Isabel revisando la cuenta de Facebook.    -Se demoraron mucho.- Nos dijeron en un tono relajado. - Ella llegó hace 5 minutos a mi casa.- Dije apuntando a Mabi, quien se encontraba parada al lado mío.  - Estará abierto el supermercado? – Preguntó Natalia al aire. -Yo creo…sino podemos comprar en la bomba de bencina.- Propuso Isabel. -¿Qué están viendo?- Dije señalando el notebook. - Las fotos de Jerameen.- Me respondió Natalia.- Se ve tan fea.   Al escuchar esto, todas reímos y concordamos con ella al ver algunas imágenes.   Parecía ser una noche normal.   Salimos del departamento y bajamos los pocos peldaños hasta el ascensor. Una vez afuera, sentimos el aire frío  de la noche, doblamos a la izquierda y caminamos algunas cuadras, hasta llegar al supermercado, que para nuestra sorpresa estaba completamente abierto, no había guardia ni aviso que indicara que estaban próximos a cerrar, algo extraño a aquellas horas. Entramos y recorrimos cada pasillo antes de seleccionar que llevaríamos, era bastante pequeño, por lo que en corto tiempo estuvimos  en el mismo lugar donde comenzamos.   -A ver…Chocolates.- Dijo una voz, no sabría decir si fue Mabi o Isabel.   Natalia y yo, casi al mismo tiempo opinamos que tal vez no eran necesarios, si llevábamos otras cosas. Después de una corta “discusión”  que se acerca mas a un acto cómico, eligieron unos “Rolls” crocantes de chocolate. Pasamos al sector de galletas y sacamos unas de capuccino, recorrimos el resto de los pasillos rápidamente, recogiendo todas las golosinas posibles. Al sentirnos satisfechas con lo que llevábamos, pasamos a pagar. Un paquete de galletas, un paquete de chocolates, un helado de almendras, un paquete de gomitas, un tubo de papas fritas, y no recuerdo que mas. Teníamos de todo tipo de comidas “prohibidas”, suficiente para alimentar a un campamento, pero no importaba, era un día especial. Horas mas tarde comprobaríamos que ese día jamás lo olvidaríamos. Caminamos animadas de regreso hasta el edificio, conversábamos animadamente sobre lo barato que es comer cosas indebida, dañinas, mientras que comer sano, cuesta casi el doble. Pero bueno, no teníamos ningún problema en comprarlas.     Mientras esperábamos el ascensor, el conserje le preguntó a Natalia a que piso se dirigía, y ella al sentirse ofendida por el tono de voz, se negó a contestar, alegando que vivía allí y él no tenia ningún derecho a interrogarle. Tuvieron una pequeña disputa mientras nosotras escuchábamos y reímos. Finalmente Natalia cedió y en tono cortante dijo que se dirigía al 5º piso. Escuchamos el sonido del ascensor y subimos sin decir una palabra, una vez cerradas las puertas, reímos estrepitosamente, por diversión y por otra parte de nervios, razón que nadie se atrevió a comentar.   Al entrar al depto. Natalia contó lo que había sucedido, y a modo de venganza, pidió que su madre se comunicara inmediatamente con el conserje y le exigiera una disculpa. Ella lo hizo y nosotras volvimos a reír, esta vez sin saber por que.   Decidimos colocarnos el pijama, debían ser las 11.30 de la noche y de esta forma estaríamos mas cómodas. La familia se dirigió cada una a su habitación, los padres dormían al final del pasillo y las dos hermanas compartían el cuarto que se encontraba pasada la puerta que separaba las piezas de la sala y la cocina. Nos cambiamos y cerrando la puerta del pasillo quedamos absolutamente aisladas en la sala, frente al televisor y la mesita de centro, que rápidamente quedó cubierta de comida.  Encendimos la televisión, era la 5ª noche del Festival de Viña y abría “La Noche” un grupo que a ninguna de las 4 le gustaba en gran medida, por lo que bajamos el volumen y esperamos las siguientes presentaciones conversando y tomando fotografías.   Luego de unos 40 min. Se dio por terminada la presentación y escuchamos atentas quien se presentaría luego. Ricardo Arjona, anunciaron los animadores, y entre los gritos del publico y la fuerte  música fueron a comerciales. Gritamos eufóricas, se trataba del acto fuerte de la noche, y aunque no me fascina Ricardo Arjona  no importaba, si podíamos gritar, saltar, reír y cantar, era suficiente.     Creo que fueron como 15 min. De comerciales, pasaron como si nada mientras conversábamos y revisábamos Facebook. Escuchamos nuevamente a los animadores y prestamos atención al televisor, dejando de lado el notebook. Luego de las presentaciones debidas, todas las luces y cámaras se centraron en el escenario, observamos la estenografía, la mas impactante y preparada hasta ahora. Representaba una calle, con una cafetería y autos estacionados, algunas canciones después nos dimos cuenta de que uno de los autos era en realidad un piano. Comenzamos a gritar y a tomar fotografías. Me ubiqué al fondo de la sala y coloqué el disparador automático, Natalia hizo lo mismo. En un momento decidí buscar la cámara y revisar las fotos, ahí fue cuando Isabel y Mabi comenzaron a saltar sobre el sillón, Arjona ya estaba cantando y mientras Natalia colocaba la cámara para grabar un video, salté igualmente sobre el sillón y comencé a cantar lo poco y nada que sabia de la canción. Nos sentamos un momento al final de la canción, comentamos el mal estado físico que teníamos, ya que todas estábamos exhaustas.   Pasaron y pasaron las canciones, y nosotras seguíamos igual que al comienzo. Finalmente terminó y aprovechamos la competencia para descansar.   La programación fue la siguiente: Competencia folklórica; Fanny Lu, que pasó sin pena ni gloria, cosa que me alegró ya que no soy fanática  de ella pero tampoco me repugna; y luego para finalizar vino la competencia para encontrar la mejor canción a nivel Internacional.  Hoy era penúltimo día, por lo que se conocerían los ganadores en folklore y los finalistas a mejor canción.   La transmisión finalizó a eso de las 2.30 de la madrugada.   -¿Qué hacemos ahora? –Preguntó Mabi.   Todas nos miramos pensativas.   -Traje películas, ¿Las voy a buscar? – Ofrecí finalmente.   Asintieron y me dirigí hasta la habitación de Natalia para buscar mi bolso. Me detuve ante la puerta cerrada del pasillo y la abrí sigilosamente, con miedo de despertar a alguien.   Sábado 27 de Febrero, 2.50 A.m.   -Aquí están.- Anuncié mostrando una gran torre de películas.   Todas miraron y rieron.   -¿Cuántas tienes? - No se…pero traje todas las que tenia en mi casa. Lo malo es que las mejores las tiene mi papá.- Dije disculpándome, ahora tenia una excusa si es que no les agradaba ninguna.   Nos sentamos en el suelo y separamos las películas. Finalmente quedaron dos: “El Juego del Miedo”   y  “2012” que pertenecía a Natalia. Nos decidimos por la primera, ya que a pesar de que a Mabi y Natalia les daban pavor aquellas películas, “2012” es bastante mala. Ahora doy gracias por que así sea.   Quedamos  totalmente a oscuras, tan solo iluminadas por el resplandor proveniente de la televisión. Apoyamos nuestras espaldas contra el sillón en forma de L y nos sentamos sobre cojines en el piso frío. Estábamos: Natalia al extremo derecho al lado de la ventana, luego Mabi seguida de Isabel, y yo, al borde izquierdo con vista al pasillo y en diagonal al bar lleno de copas. Esto nunca lo olvidaré, ya que durante la película miré varias veces hacia el pasillo oscuro, creyendo escuchar o ver algo, y las copas…ese sonido jamás podré borrarlo de mi mente.   Ya todo listo, comenzó la película. Teníamos que bajar el volumen en cada cambio de escena, lo que  era algo difícil, ya que Natalia tenía el control remoto y con los ojos cerrados es un poco difícil encontrarlo.   -Natalia, baja el volumen.- Recuerdo haberle gritado en varias ocasiones. No me asusto fácilmente con las películas, pero con un pasillo oscuro al lado mío, no era agradable escuchar un grito de la nada.   Dejé mi taza de té en el suelo bajo el sillón después de beber el último sorbo. Me puse cómoda y giré un poco mi cuerpo. Aquí fue cuando todo comenzó. Apoyé mi mano en el suelo y sentí un leve movimiento. Al principio no supe si era producido por el home theater y el volumen de la televisión, pero luego comprendí que se trataba de un pequeño temblor.   -Está temblando.- Dije tranquilamente, eso es bastante común en este país, por lo que no presté mayor atención.   Natalia y Mabi comenzaron a gritar, no sabría decir si era verdadero o solo un show, pero al notar que lentamente la intensidad del temblor iba en aumento, Isabel y yo nos unimos al griterío,  diciendo: “Apágalo, Apágalo” o “Natalia, apúrate”. Nos referíamos a la película, pero el control se había perdido y Natalia no hacía ningún esfuerzo en encontrarlo. Continuamos gritando durante, algunos segundos u horas, no sabría decir, ya que lo que partió tal vez como un juego, se convirtió lentamente en realidad ya que a medida que todo se movía con más fuerza, con mayor violencia, nuestra desesperación también aumentaba. No recuerdo muy bien que era lo que gritábamos, o si es que en realidad  formé parte de aquellos ruegos, pero lo que si sé, es que el televisor finalmente calló, y en vez de traer paz y tranquilidad, dejó una densa oscuridad y nos permitió escuchar ahora los verdaderos sonidos de los objetos caer y el desastre que ocurría en esos momentos. La luz ya no existía, y el movimiento no parecía detenerse.   Nos abrazamos, agachadas debajo del sillón, pero por alguna razón que en verdad no puedo entender ni explicar, decidí apartarme y quedarme sola en el rincón entre ambos sillones. Estábamos de todas formas cerca, y coloqué mi mano sobre el hombro de Isabel, intentando calmarla creo, pero de seguro esto era más tranquilizante para mí que para ella.   Sentía las copas caer al lado mío, el cuadro rebotar en la pared sobre mi, y los gritos ensordecedores de mis amigas. Permanecí de todas formas tranquila, esperando que todo terminara, por dentro estaba muriendo, soñaba como seria mi caída, el techo sobre mi y el piso abriéndose con cada movimiento de la tierra, pero a pesar de todo y para mi sorpresa, no emití ningún sonido. Me levanté un poco, ya que de pie se siente mas leve que en contacto con el suelo, y permanecí quieta, mientras intentaba regular mi pulso y respiración, tratando de no entrar en pánico y poder pensar que podría hacer, pero mas que nada, esperaba que de esta forma no solo yo pudiera estar en calma, sino que también los movimientos apaciguaran y se fueran rápidamente, tal como llegaron.   Entre los gritos, ruidos y golpes de objetos contra el piso, sentí una nueva presencia, que intentaba calmarnos y nos rodeaba con sus brazos. Abrí los ojos, era el papá de Natalia que había venido a tranquilizarnos, personalmente esto produjo una sensación extraña en mí que no podría explicar claramente. Tener a alguien cerca mío que era capaz tal vez de protegerme, hizo que me sintiera segura, ya no dependía tan solo de mi, ahora tenia a alguien más que podría hacerlo por mi. Pero a la vez, el que él estuviera allí, significaba que  había algo de que protegerse, algo podía suceder y había llegado para ayudarnos a sentirnos seguras. Era algo más que un temblor extremadamente fuerte, algo pasajero, esto era algo que podría dañarnos y él había llegado con ese sentimiento. Afortunadamente comprendí esto días después, ya que en aquel momento habría intensificado mi miedo, empeorando la situación.   -Por favor no me suelte, no me suelte.- Repetía una y otra vez Mabi, acercándose al papa de Natalia. -Ya va a parar, ya esta terminando.- Decía él para consolarnos cada vez que parecía disminuir la intensidad, pero al sentirnos mas calmadas con la ilusión de que llegara el fin de aquella manifestación, siempre parecía resurgir con mayor intensidad, agotando cada vez más nuestras esperanzas.   Esto sucedió repetidas veces durante los 2 minutos y 45  segundos que duró el terremoto.     En una ocasión el movimiento pareció cesar, como tantas veces  antes y pensé que si ahora no frenaba por completo, si continuaba aquel castigo de la tierra, esta seria la ultima oportunidad que nos quedaba para vivir, si no se detenía, el edificio colapsaría antes de darnos cuenta.   El crujido paró, las copas dejaron de caer y mi mente reaccionó nuevamente. Dejamos de movernos, todo movimiento cesó y ahora pudimos ver a nuestro alrededor, oír que sucedía realmente, volver a la realidad, tomar control nuevamente de nuestras acciones, dominadas anteriormente por nuestros miedo o subconscientes.   Volví a la realidad bruscamente, desperté y dejé atrás aquel estado irreal, donde mi cuerpo estaba presente y mi mente había desaparecido. Escuché a mí alrededor. Natalia rezaba, iba ya casi al final de la oración, pero el resto se había perdido entre tanto caos. Sentí quejidos en la puerta, levante la mirada pero estaba oscuro, tardarían horas en reponer la electricidad. De todas formas por la puerta abierta lograban entrar algunos rayos desde el pasillo del ascensor, y pude visualizar a la mamá de Natalia, con sus otras 2 hijas. Me sentí completamente abatida cuando reparé en la hermana más pequeña, Marcela, su rostro, su aterrada expresión posiblemente venga a mi mente cada vez que piense en aquella noche. Nos encontrábamos bien, por alguna razón mi miedo a morir había desaparecido, ese era mi único temor, morir. No importaba como, no importaba donde ni con quien, si resultaba herida daba igual, pero morir… Estaba viva, mi miedo desapareció y recobré mi valentía y tranquilidad de siempre, me calmé y logré asumir todo lo que había pasado, todo lo que no sucedió, todo de aquel suceso fue superado automáticamente a penas mis ojos se abrieron. Excepto por aquella imagen de Marcela aferrada a su hermana, completamente en shock sin saber que sucedió, sin saber por qué.   -Deberíamos bajar.- Dijo la mamá de Natalia desde el umbral de la puerta. -¿Para que? Ya pasó.-Respondió el papá, de seguro para tranquilizarnos.   Nos miramos todas atemorizadas. ¿Había terminado?   -¿Están bien? –Nos preguntó la mamá   Respondimos todas a coro, estábamos bien, pero aun no asimilábamos lo que había sucedido. Yo seguía creyendo que se trataba de un temblor. Comentamos nuestras experiencias, lo que habíamos percibido, lo que sentíamos. Los padres seguían preguntándose si seria prudente bajar.   -Ya terminó.-Dije.- Ahora hay que calmarse.   Lo primero que recuerdo luego de esto, es que me acerque  hasta el sillón y comí una galleta, no tengo idea de por que hice aquello, no tenia hambre, no podía tener hambre, pero por alguna razón debía hacer algo y al sentirme inútil solo reaccione a comer algo.   De seguro intenté decir algo gracioso, para quitarle importancia a lo que había sucedió, un mecanismo para dejar todo atrás, pero en mi cabeza seguía preguntándome que había pasado realmente. Todos nos preguntábamos aquello.   -No tengo señal.- Dijo Mabi al mirar su celular.   En ese instante otro recuerdo vino a mi mente. Isabel había hablado por celular con su papá casi al final del terremoto, tan solo alcanzó a decir que estaba bien cuando la llamada se cortó, pero lo que mas llamo mi atención, fue el hecho de presenciar esa llamada, escucharla, estar ahí y aun así, no recordar que había sucedido.   -Si quieren ocupen el teléfono fijo.- Nos ofreció Natalia aun temblando.   Repasé a mi familia. ¿Quién podría estar mal? ¿A quien llamo primero? Ni siquiera en aquel momento podía dejar de razonar todo. ¿Por qué no llamar a la primera persona que venga a mi mente?    -Mi papá está en el décimo piso.-Recordé.- Y el Dpto. es nuevo.- Dije con preocupación al recordar las inquietudes que tenia él por el hecho de si resistiría o no un terremoto, además estábamos escuchando la radio mientras informaron de algunos departamentos nuevos que habían caído.   Lo que me atormenta, es que aun sabiendo esto no me desesperé, sabia que no era posible que su edificio se hubiera derrumbado, pero siempre queda una duda ¿Por qué no tenia dudas? Nadie tenía señal en el celular, por lo que no podría comunicarme todavía con él.   ¿Quién mas? Pensé.   Marqué los números uno por uno, no quería equivocarme y tener que empezar de nuevo.   -Mis abuelos viven en el octavo piso.-Anuncié.- Pero si llamo a mi mama tal vez sabe si están bien.   Terminé con los números y escuché. Nada, la línea estaba cortada.   -Está sin línea.- Respondí al fin, desanimada.- Mi mamá está en el 2° piso, pero mis abuelos… ¿Cómo estarán? Mi abuela odia los temblores.   Marqué nuevamente, al comprobar que no funcionaria aun si lo intentaba mil veces, decidí marcar un numero diferente. Llamé a mis abuelos y no puedo describir el alivio al escuchar el tono de espera. Estaba llamando.   -Alo.- Contestó mi abuelo, se oía tranquilo por lo que supuse que todo estaba bien. Pregunté y nada había pasado, se cayeron algunas cosas pero nada grave. -¿Mi mamá? –Pregunté.   No se habían podido comunicar con ella, pero apoyaron  mi teoría de que estaría bien.   Al cortar intenté nuevamente comunicarme con mi mamá. No pude y le pasé el teléfono a Mabi.   Al ver que todas habíamos llamado, los papás de Natalia nos avisaron que íbamos a bajar.   Corrimos a la habitación de Natalia.   Primero me puse mi polerón y mis zapatillas, aun tenia el pijama debajo pero no importaba. Mabi e Isabel no trajeron zapatillas, por lo que Natalia les prestó un par a cada una.  Al ver que aun quedaba tiempo antes de bajar, decidí colocarme mis pantalones, todo esto lo hicimos bajo la carente luz de una pequeña linterna y un celular, ahora estaba “vestida”, de seguro hubiera alcanzado a quitarme el pijama, pero no lo hice, no quería demorar al resto. Miré a mí alrededor, todavía se estaban vistiendo. Decidí ir a buscar mi celular y mi cámara, las coloqué dentro de mi bolso de mano y regresé a la sala. Esperé a que fuera momento de bajar.   -¿Te vestiste? –Me preguntaron.   Les respondí que me había sobrado tiempo.   Fuimos juntas hasta las escaleras. El piso frente a los ascensores estaba lleno de un polvo blanco, producto de un pequeño desmoronamiento en el yeso del techo, nada importante, pero impresionante de todas formas.   Bajamos a las 4 a.m aproximadamente.  Nos sentamos en las escaleras debajo del edificio, recorrimos un poco y tomamos fotografías. En la radio escuchamos los informes: Habia comenzado a las 3.34 de la mañana y su duración fue de 2 minutos 45 segundos, por supuesto 2 min. Se transformaron en 2 horas en mi cabeza. La intensidad en Santiago, donde nos encontrábamos, había sido de 8.8 en la escala de Richter. Nos enteramos del tsunami que arraso con casi la totalidad de las costas,  la cantidad de viviendas destruidas, el gran numero de muertes.   Estuvimos  en la recepción hasta las 6, hasta que finalmente decidimos subir. La luz todavía no regresaba y faltaban 2 horas hasta el amanecer.   Permanecimos sentadas en la sala, tal como habíamos hecho al comienzo de la noche, intenté comunicarme de nuevo con mi mamá, pero la línea continuaba bloqueada. Mientras seguían anunciando en la radio sobre los edificios caídos, mi preocupación creció y decidí llamar a mi tía para ver si sabia de mi papá, el teléfono sonó pero no fue contestado. Recordé a una amiga que vive cerca del edificio de mi papá. Llamé y alcancé a preguntar lo necesario antes de que la llamada se cortara. Ella estaba bien y su familia también, afortunadamente no se había caído ningún edificio por ahí. Respiré aliviada.   Volví con mis amigas a la sala. Juramos jamás volver a ver aquella película.    No teníamos luz, no teníamos agua, no teníamos nada, solo la radio y la esperanza de que pronto amanecería.  Mi celular vibró, corrí hasta la mesa y contesté, era mi papá. Estaba bien, no había sucedido nada en su departamento y ahora estaba con mi tía. No dijo nada alarmante pero podía sentir el miedo en su voz, nunca se caracterizó por ser muy valiente, por lo que supuse que no era nada grave. Me comentó que había hablado con mi mamá y que ella estaba bien, conversamos por unos minutos más y colgué. Todos estaban bien, mis abuelos, mis papás, yo…Ahora podía tal vez dormir un poco, llevaba casi 20 hrs. Despierta, pero comprendí que mis amigas estaban demasiado conmocionadas para dormir, por lo que decidí posponer aquel sueño. Fui hasta el teléfono fijo y llamé a mi mamá, al parecer estaba durmiendo. Mi mamá es todo lo contrario a mi papá, de seguro ni siquiera se levantó durante el terremoto y menos iba a hacerlo ahora. Durante la conversación recordé algo más que había olvidado o mejor dicho obviado: Mi televisor. Al terminar el terremoto recuerdo haber llamado, luego me cambié de ropa y posteriormente fui hasta la sala. Cuando mis amigas llegaron conversamos unos momentos antes de bajar y ahí surgió la preocupación por mi televisor, les comenté que la mesa estaba rota y que de seguro había caído, ellas me contestaron que ¿Cómo podía preocuparme por un televisor? Yo no se como es que puede importarme eso ahora, sabiendo que hay gente sin casa, sin familia, pero ahora estoy bien, tengo casa y familia, ¿Por qué no preocuparme por lo que podría perder?   -Mamá, ¿se cayó algo importante? – Le pregunté con temor a la respuesta. -No…algunas cosas en la cocina. -¿Mi televisor como está? -Se cayó sobre la cama. -¿Sobre la cama?- Pregunté aliviada, al escuchar “cayó”  creí morir ¿Por qué deben comenzar las frases con la peor parte?   Corté el teléfono asegurando que la llamaría mas tarde.   -Mi televisor está bien- Grité con alegría al entrar en la sala. Los rayos del sol comenzaban a asomarse sobre el horizonte, aquello prometía un nuevo día para dejar atrás aquella tormentosa noche, pero también, traería consigo el comienzo de una nueva etapa de desafíos e incertidumbre.   -¿Qué hacemos? -No se.- Respondió una voz al aire. -El helado.- Recordamos todas de la nada.   Nos sentamos alrededor del exquisito helado de chocolate con almendras, cuatro cucharas coronaban la primera capa, enterradas, listas para la batalla. Creo que no fuimos capaces de comer siquiera 4 cucharas. La noche anterior habíamos comido de todo, lo que de por si causa un malestar y ahora había que agregarle el estrés sufrido hace algunas horas y la falta de sueño.   Por la posición del sol, asumo que eran aproximadamente las 9 cuando cerré los ojos, sin ninguna pretensión mas que la de descansar un poco la vista, pero como era de esperarse no pude evitar quedarme dormida. No fueron más de 5 min. Pero fue mas que suficiente para provocarme un malestar aun mayor, de sentirme vacía pero a la vez a punto de estallar, sentirme cansada pero a la vez sin sueño, sin intenciones de volver a dormir.   Un sonido nos llamo la atención. Sobre la mesa de centro vibraba el celular de Mabi, lo que anunciaba que al parecer las líneas de a poco se recuperaban. Eran sus papás, la vendrían a buscar alrededor de las 10 y ofrecieron llevarme a mi casa, obviamente acepté, mi papá no lucia ansioso por venir a buscarme y yo no tenía ninguna intención de irme caminando. Corrí a arreglar mi bolso, junté mis cosas y las dejé todas juntas en la sala, ni siquiera me quité el pijama, estaba ansiosa por llegar a casa.   Esperamos que pasara el tiempo, 15 min. ,30 min. , 1 hora. Nos despedimos de la familia y bajamos, Natalia e Isabel nos acompañaron. Nos despedimos de ellas a mitad de camino ya que el papá de Mabi nos estaba esperando. Llegamos hasta el auto y subimos. Nos demoramos aproximadamente 10-15 min. Hubiera sido menos, pero la mamá de Mabi se equivocó de calle, no me importó, por alguna razón el paisaje parecía ser mas bello que antes, ahora poseía un brillo y color diferente.   -Gracias de verdad.- Dije al bajar del auto frente a mi edificio.   Subí las escaleras corriendo, como siempre en realidad, y toqué el timbre. Mi mamá abrió, la abracé y entré.   -¿Cómo estás? –Me preguntó, ya sabía la respuesta pero es algo inevitable. -Bien no pasó nada, se cayeron unas copas pero nada más. ¿Y  tú? -Bien también, el equipo de cayó, pero quedó entre la muralla y el mueble, eso fue todo. -¿Solo eso?- Dije feliz. -Solo eso. Cuéntame, ¿que estaban haciendo? Comencé el relato entusiasmada: “Viendo una película, justo de terror, estábamos sentadas debajo del sillón, en un momento me doy vuelta y siento un movimiento y digo…”     “Está temblando”.    
Noche de Terremoto
Autor: Sofia  491 Lecturas
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Ojos de calentura Junto al mar en otoño Una tarde mustia y desabrida Distante y dolorosa como si hubieras muerto Tú sientes dolor   Alfín llegue a sentir que nada importa Quiero escarbar la tierra con los dientes, Sabiendo que era un amor prohibido Por eso no te amo todavía   No obstante Sabrás que no te amo y que te amo Y para no dejar de amarte nunca: ¿Puedo sin armas rebelarme? Mi lucha es dura y vuelo Sin alas, vuelo.   Es difícil Por eso te amo cuando no te amo   Ríete del torpe Fue necesario Lo mucho que por ti llegue a llorar Y los hombres Mudos y ceñudos De no amar más que a los que tanto te aman   Te enjoyaría toda de rosas purpurinas La flor que yo esperaba.   Sin que importe nunca distancia ni tiempo El futuro algún día llegara, Pero ahora números van   Tanto te aman… Muchacho que te quieren.
Antipoema
Autor: Sofia  481 Lecturas
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-No podemos vernos mas- Dijo de la nada, sin saber por que, sin quererlo realmente.   Resultó gracioso oírlo. Cualquiera que los hubiera visto en ese momento habría reído, creído que era una broma incluso: cuerpo con cuerpo, brazos entrelazados, respiración mutua. Incluso él no pudo evitar reír al escuchar la sentencia de su compañera. Tendidos sobre la cama, esperando el alba para comenzar su vida, tal vez separados esta vez, era una frase muy difícil de tomar en serio, pero no había intención de broma en aquellas palabras, era cierto, y él lo sabía muy bien.   -Lo se. Quieres que me vaya ahora?- Contestó él, vaticinando la respuesta.   Ella lo abrazo con aun más fuerza. Él sonrió.   -Yo tampoco.- Pensó él, advirtiendo que había acertado  al presentir que no tendría que levantarse.    El sol comenzó a mostrar los primeros indicios del próximo amanecer. Las aves comenzaron a entonar las típicas melodías que no permiten conciliar el sueño luego de despertar, pero en este caso era todo lo contrario, aportaba el detalle musical al escenario perfecto de agrado y tranquilidad que complementaban el sol, la vista perfecta y la armoniosa respiración de cada uno sobre el otro.       -Quieres comer algo?- Grito él desde la puerta del baño.   Vestía tan solo una toalla que le cubría hasta un poco por debajo de la rodilla, la cual  dejaba ver y admirar su perfecta  espalda y sus cuidados pero no extravagantes  abdominales.  Algunas gotas aun corrían a través de su cuerpo, marcando incluso más estos rasgos que con mucho orgullo exhibía ante ella.    -En realidad… Si. Me muero de hambre, de verdad que no recuerdo cuando comimos por ultima vez. – Respondió ella, desde el umbral de la puerta de la habitación.   Se encontraba de pie, apoyada contra la puerta, vistiendo únicamente una de las camisas de el (no había podido empacar con tanta preparación esta vez). Él la observaba como se observa a un mundo utópico en los sueños. De pie con el sol de mediodía en la espalda y todo el resto de la habitación a oscuras, parecía una aparición , casi un ángel, como si hubiera preparado todo minutos antes para sorprenderlo, para volverlo aun mas loco.   Camino hacia el baño, lentamente, al menos así lo creyó él. Comenzó a acariciar su cabello.    -Prefieres comer afuera o aquí?- Preguntó sujetando la toalla que lo envolvía. - Definitivamente aquí- Respondió de la manera mas insinuante posible.   Avanzo unos pasos mas, entrando al cuarto de baño, aun de espaldas desabrocho la camisa que llevaba y la dejo caer por su espalda. Volteo tan solo su rostro y mirándolo sonrió, igual que sonríe un niño al cometer una travesura.   Cerró la puerta tras él y se dirigió al cuarto para cambiarse de ropa. Hace cuanto no salían de la casa? Se preguntó, y la respuesta fue ¿Hace cuanto que ella  regresó para visitarlo?   Odiaba esto, odiaba ser clandestino, aquí nadie podría verlos, no veía el problema de salir. Pero, que pensaba ella?  Le daba vergüenza que la vieran con él?, o...Tan solo disfrutaba mas el estar ahí…o (y esto era lo que mas temía) ella lo veía  como una entretención, una escapatoria de su realidad, una vida paralela, una relación que jamás podría ser, imposible de concebir.   Nunca dio mayor importancia a este tema, en parte por que creía que no le correspondía opinar sobre el tema, era su vida, no la de él, y por otra parte, para evitarse la posible vergüenza, si es que ella aceptara no sentir nada por él, mas que atracción física y vía perfecta para cometer una rebeldía silenciosa.   Sacudió su cabeza para quitar ese pensamiento que tanto lo atormentaba. Levantó un poco la cabeza y cerró sus ojos para imaginar su cuerpo desnudo en la ducha, oía el agua correr, e imaginaba las gotas golpeando delicadamente sobre su cuerpo, y cayendo posteriormente a la cerámica, con la mayor fuerza posible, en modo de protesta por haber sido retirados de esa maravillosa carretera que los recibió al nacer y  los condujo hasta su final ya anunciado.   
Fugitivos
Autor: Sofia  558 Lecturas
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A través de la Ventana
Autor: Sofia  465 Lecturas
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Verde
Autor: Sofia  411 Lecturas
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  "5 minutos más"  pensó mirando el reloj.  Comenzó a guardar enérgicamente sus pertenencias en el pequeño maletín que siempre traía consigo, aquel que usaba siempre cruzado y  le hacia lucir un poco iluso y torpe. Algunos lápices golpearon el suelo varias veces  antes de que fuese capaz de  guardarlos todos, junto con su cuaderno de notas y el excesivamente grueso libro de literatura. Todo el día esperando aquel momento, no veía la hora de poder finalmente salir de ahí. "3 minutos solamente" En un reflejo de impaciencia, comenzó a golpear con su pie el suelo y con sus dedos la mesa al ritmo de una misma melodía, ese pegajoso y difícil de olvidar tema que había escuchado en la mañana antes de salir de su casa y que lo había acompañado durante tantas horas hasta este momento. Observó como el resto de sus compañeros comenzaban a revisar  relojes y celulares; y que  posterior a esto, emprendían la agradable tarea de guardar sus cosas antes de finalmente regresar a casa.  Los rumores de lo pronta que se encontraba  la hora de salida bajaron desde el fondo del salón, dejando tras de si una sensación de alivio e impaciencia, hasta llegar a los oídos del profesor, el  cual quitándose los anteojos y guardándolos en el bolsillo de su chaqueta dio por terminada la ultima clase de ese frío viernes otoñal. Salió tranquilo y relajado, sabía que aun tenía unos minutos antes de encontrarse con ella. Caminó por los pasillos repletos hasta llegar finalmente a la puerta de salida y ajustándose la bufanda, cruzó aquella línea imaginaria que separaba los estudios del relajo. Se detuvo en una pequeña tienda y verificando que aun tenía tiempo, entró. Compró un café con un demasiado leve sabor a vainilla, pero estaba lo suficientemente caliente para abrigarle un poco, compensando  su falta de sabor con un reconfortante  olor a café recién molido que emanaba al soplar un poco. Al asegurarse de que efectivamente no había olvidado nada sobre el mesón de la tienda emprendió nuevamente camino hasta la esquina donde todos los días solían encontrarse. Aquel encuentro era lo que le mantenía despierto, funcionando todo el día. Era su razón para levantarse cada mañana a pesar del frío, el sueño, el cansancio y el hambre. Meses hacían desde la primera vez que la vio en esa misma esquina y desde entonces la rutina nunca había cambiado. Le tomó  algunos días adecuarse y reconocer totalmente el horario, pero al cabo de una semana ya estaba todo planeado y desde entonces, a menos de que se encontrara enfermo, no faltó nunca al encuentro de las 18.45 en la esquina sur del campus. 18.47 y ahí se encontraba ella. Oculta debajo de capas y capas de ropa solo su rubia cabellera parecía destacar entre todo el gentío. Se situó justo detrás de ella, al parecer con un movimiento un tanto brusco, ya que al sentir su presencia ella le miró un poco sorprendida y posterior a esto, al notar que se trataba de él, le sonrió. Cortés y en silencio él le devolvió la sonrisa, y al percatarse de que el semáforo había cambiado ambos emprendieron su caminata diaria en dirección al metro. La estampida de gente caminaba en hilera como siguiendo a un solo líder a través de las grises y mojadas calles.  Una ráfaga de viento cruzó las ramas de los árboles a la orilla de la vereda dejando caer por sobre todos los que por ahí caminaban una lluvia de hojas grises y anaranjadas. Notó como este viento frío había estremecido el cuerpo de su compañera, pensó en ofrecerle su chaqueta o su bufanda, pero luego cambió de idea. Era verdad que llevaban meses haciendo juntos ese recorrido, pero aun no sentía la confianza, la seguridad en si mismo para dar un próximo paso. Al notar que ella sacaba una bufanda de su mochila se sintió mas tranquilo y continuó caminando detrás de ella con una sonrisa. Ella caminaba a paso extremadamente ligero, por lo que debió hacer un doble esfuerzo para mantener el ritmo y caminar junto a ella. Antes de conocerla solía marchar rápido a través del laberinto de gente, tratando por sobre todo evitar los altos, los semáforos y las inoportunas desviaciones. Es verdad, nunca tuvo problemas de puntualidad, nunca debió correr los últimos tramos y jamás fue victima de su reloj, pero ¿Cuanto era lo que se perdía realmente? Ahora que caminaba con calma, preguntándose si era realmente necesario hacer el siguiente movimiento, se percataba de la cantidad de elementos que pasaban desapercibidos siendo que estaban junto a él en todo momento. ¿Valía la pena llegar 10 minutos antes a su casa en medio de la oscuridad, caminando como un ciego a través de las calles, cuando podía no transitar, no caminar, no dirigirse hacia algún lado, sino que hacer de aquel trayecto el verdadero viaje, que su casa no fuera el destino y que aquellas calles fueran la verdadera razón de su andar? ¿Quién habría dicho lo difícil que es mantener el paso lento? Al principio fue todo un desafío. Lograba mantener un ritmo lento algunos pasos, pero luego sentía el viento golpear con mas fuerza su rostro, veía el paisaje moverse mas rápido alrededor suyo y oía cada vez mas seguido sus pasos retumbar en la  acera. Cuando al fin logró mantener un ritmo constante surgió un nuevo obstáculo, una irritante y  molesta distracción. Nunca antes se había detenido a pensar lo fastidioso que podía llegar a  ser el sentimiento de apuro, escuchar y sentir paso, tras paso, tras paso, el sonido y las vibraciones que iban desde las personas que caminaban detrás de él hasta sus propios pies. Saber que con cada paso, con cada ligera, casi imperceptible aceleración, intentaban presionarle asegurándose de que se haría a un lado o finalmente trataría de caminar más rápido. Con una sonrisa desafiante llegó varias veces hasta el punto de incluso detenerse precipitadamente, tan solo para demostrarles  que no pensaba hacerles caso. Con aquella misma desafiante y satisfactoria sonrisa había recibido con gusto todos los empujones, pisadas y ademanes que la gente le había propinado al pasar por su lado, alejándose lo más rápido posible sin quitarle la vista de encima. Pensar que él había sido uno de ellos. Pero el tiempo pasó y tomando cada pequeña ida como una práctica ahora era todo un experto en el arte de caminar despacio, viendo, escuchando y sintiendo, sin prestar atención al resto de las personas.  Excepto a ella. Volviendo a la realidad se percató de cuanto tiempo y trayecto había pasado en medio de todas estas divagaciones. Se alegró al ver que ella al parecer también caminaba absorta en sus pensamientos. Aquellos momentos en silencio no habían sido incómodos como solían serlo con otras personas, el silencio dulce entre ellos era la mejor parte del viaje. Doblaron a la derecha en la esquina. Ahora ante ellos se observaba un camino de a lo mas cuatro cuadras hasta el metro, en el cual se alzaba en hilera un matiz verde intercalado proveniente de las diversas tonalidades de los enormes y ancianos plátanos orientales. Observó maravillado los restos de las hojas caídas en el suelo. Luego levantó la vista al cielo, para observar las que aun permanecían en los árboles y notó como el cielo terminaba de nublarse. Preocupado dirigió una rápida mirada a su compañera y luego a su reloj. ¿Qué era lo que la mantenía tan ajena al resto del mundo?  Con la vista perdida en el horizonte y los labios apretados parecía no percatarse de la inminente lluvia que se dejaría caer en algunos minutos, y si es que lo notó, los sucesos de aquel día parecían tener mayor importancia en ese momento como para preocuparse por unas miserables gotas. Sus ojos comenzaron a brillar y su nariz enrojeció. ¿Lloraría tal vez? No, nada de eso.  Demasiado tiempo haciendo ese mismo recorrido como para saber de sus alergias. Un estornudo confirma aquella (ya muchas veces comprobada) teoría. Buscó dentro de su bolsillo algún pañuelo para ofrecerle, pero ella se le adelantó y retirando algunos de su bolsillo los llevo hasta su nariz. Luego se cubrió la cara con su bufanda. Ella lucía feliz... y tan hermosa.  ¡Cuanta satisfacción le causaba verle feliz! Con una sonrisa revisó nuevamente la hora. 18.58 Oscurecía y algunas ligeras gotas comenzaban a caer. ¿Qué importa si llueve? ¿Qué importa la hora? Ella está feliz. Siguieron caminando por las veredas rodeadas de árboles bajo el cielo gris, aquel parecía ser la continuación grisácea de la acera y los edificios cercanos. Una ráfaga de viento levanto las hojas del suelo en un remolino al costado de la calle y sopló las leves gotas de lluvia hasta sus rostros. Sintió un dulce aroma, leve y pasajero, pero que logró despertar aquel intenso sentimiento. Su perfume siempre lograba cautivarlo, ese dulce aroma a manzana nunca pasaba desapercibido. Cerró por un momento los ojos y retuvo ese olor en su mente. ¿Qué se sentiría poder besar su cuello? Ajustó nuevamente el cuello de su abrigo para protegerse del frío. Justo a pocos pasos de llegar al último cruce antes de la entrada al metro ella se detuvo abruptamente. Se inclino delicadamente ante el tronco de un árbol que parecía estar a la espera de su primer invierno.   Él la observó por unos momentos y decidió que era el momento perfecto para encender un cigarrillo.  Se apartó un poco de ella, y dándole la espalda saco de su bolsillo una cajetilla (ahora vacía) y un encendedor de plata grabado que había comprado hace poco. Coloco su mano alrededor del fuego para que el viento no lo alcanzara y de una sola inhalación encendió el cigarro mentolado. Para no parecer extraño ahí de pie sin hacer nada optó por  agacharse y abrochar sus zapatos, es decir, fingir que abrochaba sus zapatos ya que estos estaban completamente sujetos. No había manera de parecer inoportuno, ya que de todas formas el semáforo estaba a punto de cambiar y marcar rojo. Mientras estaba encorvado sobre sus rodillas, no perdió oportunidad de dirigir unas discretas miradas hacia su compañera. Sin prestarle atención a nada ni a nadie, ella se encontraba concentrada en extremo en lo que parecía ser la nada. Miró intrigado brevemente y bajó la mirada, no quería ser descubierto espiando. Se encontraba con la mirada perdida, como si no observara nada en especial, pero a la vez, sintiera y formara parte de todo. Sus ojos brillaban y aun estando entrecerrados demostraban un asombro y una dicha incomparable. Bajaba la mirada cuando sentía que alguien pasaba cerca de ella o la rozaba levemente y mirando al suelo, sin ver realmente, coquetamente sonreía. Preocupado por lo que había logrado percibir decidió terminar con la inútil tarea de abrocharse los zapatos y quitando el cigarro de su boca con una mano, se levantó. Ella estaba feliz, soñadora, risueña...romántica.  Y él no había tenido nada que ver con esos sentimientos. Se encontraba ahí de pie junto a ella, disfrutando, gozando de su felicidad, compartiéndola, y a la vez, odiando cada gota de aquella alegría de la cual no podía llamarse responsable. Se sintió ridículo, avergonzado al darse cuenta de lo celoso que se encontraba en ese momento. ¿Cómo sentir celos por algo que nunca había poseído? A veces sentía ese impulso incontrolable de abrazarla, sin decir nada, simplemente extender sus brazos y que ella entendiendo la indirecta lo rodeara con sus brazos frágiles y apoyando la cabeza sobre su pecho lo abrazara, y que sin necesidad de aplicar fuerza o resistencia alguna no lo dejara escapar jamás y él a su vez, fuese incapaz de marcharse. Esta era una de esas veces. Pero nuevamente se privaría de sentir su calor y de entregar su cariño, cediendo ante la posibilidad de parecer extraño, impulsivo y de caer en la vergüenza. Dirigiendo una mirada rápida al semáforo de enfrente notó como la luz verde desvanecía y daba paso a la amarilla. Pronto tendrían que cruzar  y ella aun se encontraba en trance, de pie encorvada sobre aquel débil tronco. Decidió darle espacio. La luz había cambiado y no quería dar la impresión de estarle presionando, así que se paró al borde de la vereda para terminar su cigarro. Al voltearse, comprendió por que ella aun no se movía. Se encontraba agachada con las rodillas flexionadas, buscando enérgicamente algo en su mochila. Sacó de ella un cuadernillo de dibujo, el cual daba la impresión de estar o muy viejo o muy usado. Era de tapa gris y se encontraba completamente cubierta de dibujos y escrituras hechas a lápiz, brotaban de ella por todas partes puntas de hojas, dobladas y poco cuidadas, sin mencionar el hecho de que la tapa trasera se encontraba doblada y a punto de desprenderse. No era primera vez que hacia esto. Unas cuantas veces había hecho lo mismo, con edificios, personas, escenas, todo lo que le llamara la atención era digno de ser retratado. Alzó la mirada e intentó descifrar que era lo que dibujaba esta vez. Al aplicar un poco de color quedo claro de que se trataba: Junto al desvalido tronco se encontraba una fina cadena sujeta a un medallón igualmente pequeño. Tantas personas habían transitado junto a él y solo ella lo había notado. No parecía ser muy valioso, pero el contraste que otorgaba sobre la fría y gris acera era lo verdaderamente admirable. Disfrutaba viéndole dibujar, encontraba tierna la expresión que ponía al concentrarse. De seguro algunas de las personas que pasaron junto a ellos encontraban un poco graciosa la escena, o por lo menos curiosa, pero él no. Aunque no lo hacia muy a menudo él sabía muy bien cuanto disfrutaba dibujando: debajo de la expresión de concentración, con los ojos entrecerrados y los labios fruncidos, él había logrado distinguir una marca de felicidad y satisfacción. Siempre que se sentaba a dibujar, fuese en un banco, en la calle o sencillamente de pie, se podía sentir alrededor de ella una sensación de disfrute y nada se comparaba con su sonrisa al ver el trabajo terminado...  
47 Minutos (1º parte)
Autor: Sofia  498 Lecturas
... Recordó una vez cuando caminando por el campus la vio sentada, sola, en una banca frente a la fuente. Reconoció su expresión y supo inmediatamente que se encontraba dibujando. Nada parecía perturbarle y solo levantaban el lápiz del papel para recoger su cabello detrás de la oreja. Esto ocurrió unos días después de enterarse que se encontraba estudiando arquitectura, lo que explicaba la facilidad con la que podía retratar formas y  contornos complejos sin ningún problema, como la vez que se detuvo frente a un edificio recién inaugurado y copio piso por piso, detalle tras detalle una replica exacta tamaño oficio de la imponente estructura de 27 pisos. Sintió curiosidad por ver que estaba retratando. Revisó su reloj y su horario, aun tenia 20 minutos libres, por lo que decidió acercarse y averiguarlo. Caminó ligero, tratando de no llamar la atención, en dirección hacia ella. En una oportunidad levantó sin aviso previo la mirada y lo vio caminando en solitario  sin quitarle la mirada de encima; avergonzado cambio rápidamente de dirección y se acercó a una pequeña tienda justo enfrente para comprar un jugo y disimular. No podría asegurarlo, pero le pareció ver como se sonrojaba y sonreía al bajar la mirada para continuar con su dibujo. Con el jugo de frambuesa en mano se sentía un poco más seguro y confiado para continuar su viaje hasta ella. Ahora optó por caminar rodeando la fuente y así evitar el contacto directo. Llegó por detrás y notó como movía la cabeza, un movimiento casi imperceptible, pero supo que ya lo había visto. Con una sonrisa le indicó que tenía conocimiento de su presencia. Para no ser inoportuno y molesto se sentó en la plataforma de cemento que se encontraba detrás de la banca donde ella se encontraba y esperó. . Como la plataforma era levemente más alta que el banco pudo observar sobre su hombro el bosquejo casi terminado. Sobre el borde de la baranda se encontraba una pareja de palomas buscando algo de comer y justo debajo de ellas otra recogía las migas del suelo.  La escena no tenia nada de maravillosa, ese sector siempre estaba rodeado de palomas, pero el parecido implacable del dibujo con la realidad era lo que le mantenía cautivado. Era tan fiel con cada detalle que agregaba, pero a la vez, era notoria la búsqueda de perfección que representaba con cada nuevo trazo que hacia sobre el papel. De reojo observó la realidad y el bosquejo durante todo el proceso. Vio como las curvas y rayas disparejas lograban formar una imagen nítida, como el papel blanco cobraba color, luz y sombra, como las manchas de borrones desaparecían y finalmente observó conquistado como las palomas volaban, se escapaban y desaparecían de alrededor de la fuente, pero aun así, permanecían vivas en el retrato sobre el papel. Al sentirse satisfecha, apareció esa inconfundible sonrisa de nuevo. Él sonrió junto a ella. Probablemente después de un tiempo el retrato de las palomas desaparecería completamente de su mente, recordaría escenas de ese momento y tal vez alguna imagen borrosa, pero estaba seguro de que al menos recordaría esa sonrisa.  Pero como si hubiera leído sus pensamientos y quisiera evitar que aquello sucediera, ella se encargó de grabar aquella imagen en su mente para siempre. Cuando finalmente firmó su obra ya terminada, él dio por concluido aquel receso y recogiendo la botella de jugo vacío se levantó. No importaba que fuera obvio que se encontraba ahí solo para verle dibujar, de todas formas al parecer ella ya se había dado cuenta. Se quedó de pie tan solo un momento mas para contemplar la escena por ultima vez, ella seguía con la vista fija en su cuaderno, sin mirarle. Acomodó su maletín sobre el hombro y levantó el pie para dar el primer paso. Fue en ese momento cuando ella, por primera vez  desde que se sentó ahí, se volteó para mirarle. No había alcanzado a dar ni un paso, por lo que permaneció de pie, con el rostro pálido de nervios, esperando a que finalmente dijera algo. -¿Te gusta?- Preguntó con una sonrisa al mostrarle el dibujo ya terminado. Miraba por sobre su hombro, sabia que su reacción repentina le había puesto nervioso, pero esperaba con su sonrisa demostrarle que no era su intención incomodarle. -Si...es perfecto.- Dijo finalmente. Le mortificaba el no poder conectar las palabras en su mente. Ella sonrió y esta vez fue diferente. Ahora no solo sonreía, sino que sonreía para él. -Gracias... - Se dispuso a guardar su cuadernillo y lápices dentro de su mochila. Se puso de pie y al ver que él llevaba reloj le preguntó la hora. Ambos estaban retrasados. Colocó la mochila sobre su hombro y al notar que estaba por marcharse le dijo: "Nos vemos..." Ella volteó aun con su sonrisa y se marchó sin decir nada más, y de paso sin dejarle terminar. "...después"   Completó finalmente al verla partir. Ahora recordaba ese momento y reconocía la misma sonrisa que había dejado marca en él. Pero esta vez algo había cambiado. Esta vez su sonrisa no era para él. Firmó el retrato del medallón a las 19.13 hrs. La manada de transeúntes que caminaban junto a ellos en un principio había desaparecido, y el número de personas a pie había disminuido por igual, ahora eran las filas de vehículos las que dominaban las calles.   Ambos se encontraban ahora de pie uno junto al otro en el borde de la vereda esperando el cambio de luz para cruzar y llegar finalmente al metro, y  se preguntó si sabría que él aun se encontraba ahí.  Parecía tan indiferente que aun estando tan cerca no daba señales de notar su presencia. Se escucho un sonido lejano que de a poco fue en aumento y  logró romper con el silencio siempre reinante previo a la lluvia. Sacó el celular de su bolsillo y tocando la pantalla con un rápido movimiento, contestó. Después de unas breves palabras el semáforo finalmente cambió y ambos avanzaron. Intentó mantener un tono de voz moderado, más bien bajo. A la entrada del metro ya había concebido una distracción para aquella noche. Un poco de aire nocturno, unas cervezas le ayudarían a olvidar aquella fría e hiriente indiferencia.  Más aun si aquella ayuda provenía de Catalina. Colgó. Si ella hubiera dicho algo, mostrado al menos algo de interés, todo habría sido diferente. Pero ella no pareció siquiera percatarse de que había hablado con alguien más. Esto hizo que algo se encendiera dentro de él, una rabia e  impotencia dentro suyo que no pudo definir completamente, ni comprender muy bien desde donde surgía.  No podía aceptar el no hacerse notar, detestaba ser un ser invisible, no solo para ella, sino para todos, incluso para él. Quería llamar su atención, despertar algo en ella, pero nada era suficiente. Su desconfianza nunca le había permitido acercarse mayormente a aquellas personas que lograban hacerle sentir algo, ya fuese intriga o una conexión extraña o algo como aquel sentimiento inexplicable que ella despertaba en él. Siempre manteniéndose al margen se había vuelto aquel recuerdo borroso en la mente de las personas. Subieron al tren de las 19.20. Como siempre el carro se encontraba repleto, no quedaba ningún asiento vacío y las personas cercanas a estos miraban con recelo a aquellos que se encontraban sentados, aguardando que alguien se levantara, listo para abalanzarse sobre el puesto abandonado. Ninguno de los dos quiso pelear por un asiento hoy. Sujetos a un poste cercano aguardaron el cierre de puertas. Solo restaban 7 estaciones para ella y 9 para él. A 2 minutos por estación, el tiempo fue pasando y las manecillas cambiaron, así como también lo hicieron las personas a su alrededor, aunque el reducido espacio entre ellos permaneció siempre igual. Pegados uno con el otro, sin espacio  para hablar o mirarse sin que fuera incomodo. De todas formas encontró la forma de dirigirle una breve mirada y sonrisa nerviosa con cada parada y movimiento que se lo permitiese. Cuando faltaban tan solo 3 estaciones para llegar a su destino, se abrió camino hasta la puerta con dificultad y él le siguió, como siempre. Solo tenia estos pocos minutos para decir o hacer algo que cambiara la situación, que quitara ese velo de misticismo, esa congoja de no saber exactamente que estaba sucediendo con ella. Este escenario se había repetido demasiadas veces y ya era momento de revertirlo. Miro hacia arriba como en busca de inspiración y suspiró. Faltaba una estación. Entraron en la oscuridad del túnel y él colocó suavemente, rozando sutilmente su chaqueta, una mano sobre su hombro. Ella no pareció percatarse. Miró hacia delante y en el vidrio de la puerta pudo observar su reflejo, solo las pequeñas luces colocadas dentro del túnel se oponían a la imagen. Notó el nerviosismo en su rostro, y la rigidez de sus movimientos, luego al observarla supo que ella seguía lejana, sin notar su presencia, sin sentir aquel gesto cariñoso que ahora parecía en vano. Él retiró su mano. Miró por última vez su reflejo antes de entrar en la estación, donde la iluminación exagerada evitaba la formación de cualquier imagen. Su rostro solo dejaba entrever la tristeza e impotencia que sentía. Bajó su mirada y retrocedió unos pasos. La puerta se abrió finalmente y como todos los días, ella bajó sin decir una palabra, sin siquiera mirar atrás. Él la vio bajar, con su usual saltito, y caminar hacia la salida rápidamente. Ella nuevamente se iría sin saber de su existencia. La puerta volvió a cerrarse y ahora solo quedaba su solitario reflejo. Nuevamente no había sido capaz de aprovechar aquellos minutos. No había sido fiel a aquella sensación, aquel sentimiento e impulso que sentía cada vez que la veía esperando el semáforo para cruzar en la esquina de la universidad. Nuevamente se iría a su casa solo, con el pensamiento cargado de las imágenes de su viaje juntos. Estos 47 minutos juntos nunca se repetirán, pero el lunes él la estará esperando a las 18.45  y tendrá 47 minutos para intentarlo de nuevo.
47 Minutos (2º parte)
Autor: Sofia  373 Lecturas
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Olvido
Autor: Sofia  388 Lecturas
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El Encuentro
Autor: Sofia  416 Lecturas
Cuando no tengo sueño, ni cansancio, Pero lo único que quiero es dormir. Ni si quiera soñar, porque los sueños, Aquellos sueños tan perfectos pero reales, Que parecen tan sólidos y tangibles, Solo me dejan la inseguridad y la incertidumbre constante de no saber si prefiero la realidad o la ficción. Por que ¿Cuál es mejor? Si ninguna es viable ni satisfactoria. Si ninguna me lleva a ti. Si tengo pena y no puedo llorar. Si tengo rabia y solo sé expresarlo de la forma incorrecta. Porque pena y rabia van de la mano,  Y ambas te dejan fuera cuando todo lo que grito (Con ese lenguaje que solo yo comprendo) Es que quiero que entres, Que no digas nada y con un abrazo me indiques que yo tampoco debo hablar. Si quiero decirte que te quiero, (Solo eso) Y no puedo.
Solo eso
Autor: Sofia  395 Lecturas
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Valparaiso, Puerto de Amores
Autor: Sofia  392 Lecturas
¿Cómo es que lo haces? ¿Cómo logras restaurar de aquella manera tu imagen en mi memoria? Tu imagen. Mi imagen de ti. Aquella que me tomó tanto tiempo y esfuerzo (y el esfuerzo de alguien más) superar. Sí, superar, porque olvidar nunca. Tal vez ese fue el problema. Tenerte siempre  tan cerca, rondando. Siempre, constantemente. Al principio fue agradable, claro, al comienzo en el amor todo parece agradable. Te veía, nos reíamos y pasaba el resto del día recordándote, sin alcanzar a extrañarte, pues a la mañana siguiente ya te estrechaba entre mis brazos en un saludo. Luego, el tiempo hizo lo suyo y comenzó lenta y paulatinamente a amargar, dejando sutiles notas cada vez, la exquisita comezón que me daba pensarte. Aquella amargura fue creciendo y creciendo casi al punto de opacar la mera razón de su existencia: La maravillosa y novedosa forma de quererte. De amarte quizás, si supiera lo que aquello significa. Y ahora no podía mirarte con dulzura, ni podía ver en tus gestos y en tus labios la benevolencia de la que (dejémoslo así) me enamoré. Ahora al verte, a ti, a todo lo que eso implica, solo sentía la amargura de saberme infeliz por no tenerte, por no poder tenerte jamás. Y fui miserable. Fui miserable como nunca y nadie podría negarlo. Vacío a causa de sentir tanto. ¿Poético? Sí. ¿Irónico? Por supuesto. Pero más que nada, una mierda. Intentando olvidarte digamos que solo logré hacerte más mía en mi pensamiento. Entonces ya no solo te quería, te necesitaba, necesitaba aquello que nunca me habías dado. Ya no estaba  únicamente junto a ti, no, ahora te añoraba, ahí mismo junto a ti, añoraba lo que solías ser, lo que solíamos ser cuando tu presencia y tu tacto me hacían bien. Y así pasó el tiempo, y como pasó, asimismo cambiamos. Tú, yo y por ende, nosotros. Y seguía miserable, infeliz, vacío, pero ahora se sumaba el desprecio. Desprecio a tu ahora tan notoria indiferencia. Aquella indiferencia que no me permitía superarte. Y no me lo permitió, y luchó y luchó durante meses contra mi deseo, hasta que llegó alguien que luchó junto a mí. No sé como lo hizo, no lo sé, tal vez tu indiferencia te jugó en contra al final, o es verdad que el despecho es un catalizador muy potente, nunca lo sabremos, pero cuento corto en un mes ya podía mirarte a la cara sin desvivirme por completo. Y fui feliz, y soy feliz, al menos más que antes cuando mis recuerdos alterados me daban la seguridad de quedarme dormido. Ahora son reales los que me amparan de noche. Pero nunca te olvidé del todo, siempre había algo tuyo en todo, incluso en ella. Logré superarte, superar aquella amargamente deseada imagen de nosotros. Logré reemplazar tu pensamiento con el de ella, pero nunca logré olvidarte. Es que, ¿Cómo olvidarte? ¿Cómo hacerlo si fuiste la primera? ¿Cómo, si te debo a ti el placer de saber cómo es amar? ¿Cómo hacerlo, si incluso ahora eres la única que ha despertado en mí el deseo de escribir? Solo he escrito sobre ti, para ti. ¿Cómo olvidarte después de eso? A pesar de todo aquello creía que todo estaba bajo control. Sí, claro. Al menos tenía mi mente tranquila, pero tenía que llegar esa noche en que no pudiste resistir el maldito impulso de implantarte nuevamente en mí. Solo te bastó un leve roce de labios, algo tan ínfimo y miserable que no puede ser llamado siquiera un beso, pseudo beso, nada, si no fue nada… Para ti. Para ellos. Para cualquiera menos para mí. Para mi significó mandar la paz mental a la mierda. Años imaginando como sería besarte y ahora obtengo una idea general que me emociona, que me inspira, me motiva. Primero eso, luego uno que otro comentario, uno que otro abrazo y una última propuesta (nada especial) Todo muy mundano, y yo aquí, tres días más tarde y aun dándole vuelta. Se ha vuelto a instalar en mí el “qué tal si…”, la pregunta más maldita de todas. Porque, todo fue insignificante pero, qué tal si en verdad no lo fue? ¿Qué tal si lo hiciste con otra intención? ¿Qué tal si no todo está en mi cabeza? Y todo vuelve a mí, porque esto ya lo he vivido antes. Solo que ahora sé cómo se sienten tus labios, y se siente bien, pero no… Por favor solo vete, pero no entera. Déjame tu amor y vete. Déjame lo bueno. Déjame tu risa, tu mirada profunda, tus abrazos espontáneos. Déjame todo aquello que me encanta de ti pero llévate el encanto, para poder disfrutarlo y vivir tranquilo. Déjame el amor que siento por ti pero para dárselo a otra. Quédate entonces conmigo, pero no en mí. Por favor, no vuelvas para quedarte en mí. 
No vuelvas
Autor: Sofia  491 Lecturas

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