• javier castillo esteban
raskolnikov
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Agazapado,  en su lugar respira versos sin que nadie escuche el dolor de su pecho. Más solo de lo que el siempre pensó. Con el portátil había encendido lo que hoy parece una pantalla de despecho. Lágrimas indecorosas, nostalgia desgastada. Dejados atrás, más allá, pasado y presente irrumpen con sus renglones cargados de furia, atiborrados de desatino. Oportunidad malograda, o no. Quizá una brizna de inspiración que va y que viene al ritmo de un faro de destellos. Así, una lámpara de lava, hipnotiza más a quien los escribe que a quien lo lee.  Hija de la literatura ,parte de la misma ,cuyo germen destila impía los pulsos de la creación. El sol, la luna y los astros.. ¿ qué significan sin este último punto suspensivo? ¿ Son acaso, por sí solos, fruto del desvarío que nada creyó entender?
EN-SAYO
Autor: javier castillo esteban  650 Lecturas
Besos, de los de siempre, quizá con algo más de empeño- ¿Cómo estás, cariño?- Bien, algo preocupado.- Tranquilo, no será nada.Friega en la espalda y consuelo. No supe qué decir, solo la miré ,agradecido por terminar con esa condena que sostienen las palabras camufladas. El coche no estaba lejos. Conduje lo más deprisa que pude la primera mitad del camino, sin hablar, aparentemente tranquilo. Paramos antes del peaje a echar gasolina.-       ¿Quieres conducir un rato?-       Sí, dos veces. -       Tienes que coger el coche, Charo. Ya verás cómo te arrepientes cuando tengamos que ir a vivir a Vitoria. -       Entonces lo cogeré… -       Ok, dije. Supe que aquella conversación acabaría con un “cuando lo necesite”. Es curioso cómo el chantaje resulta muy eficaz, usado con cautela, contra la cerrazón. Pero el miedo es otra cosa. Algo mucho más punzante que una dirección opuesta Apreté el acelerador para dejar atrás ese paisaje desolador del sur de Navarra. Promontorios de arcilla que se confundían con la aspiración por reverdecer de algunas plantas bajas. La nacional constituía un oasis de asfalto, el único aliciente que podía asumirse sin bostezar.  5 Las últimas curvas de la carretera provocaban en mí el efecto de un pájaro antes de estrellarse contra la corteza de un árbol. No quería llegar, quizá un último desvío antes de atajar por el puente oxidado, una excusa por dilatar a tiempo mis esperanzas. -       Bueno, pues ya hemos llegado… ¿Qué tal cariño?, ¿Cansado?-       Solo ha sido una hora. Tenía ganas de llegarMe miró con ese semblante irremediable, contrato en exclusiva de los enamorados, y acto seguido señaló en diagonal -Están ahí- 6 Agosto, la canícula de los meses. El sol caía sin consuelo sobre los meandros. La presa había comido tanto terreno que el río parecía un arroyo artificial, una cascada con bomba de las que decoran los parques japoneses. Eso sí, el cartel no había perdido su encanto. Viejo, blanco, anunciador de atávicas costumbres y sofisticadas puñetas. Malena, Isca, Luis, Cintia, Álvaro y, por supuesto, Belén. Todos ellos mudos cuando aparecí. Intenté mostrarme sereno, incluso con gracia, pero no conseguí que mis palabras fuesen menos fútiles, improvisaciones mal construidas. Desistí y me centré en Charo, escudo siempre a tiempo. Malena por fin dijo algo- Teníamos ganas de verte primo, luego hablaremos, ahora vamos a probar el vino que hemos traído. 7 La casa de nuevo, sin evocaciones. Real. La puerta era azul, de barrotes desconchados. Siempre estuvo atrancada y aquel verano también. Empujó Malena y detrás entraron las tres mujeres. Luis, Álvaro y yo nos reíamos de cualquier tontada e intentábamos no reparar demasiado ni en sus gestos ni en sus ademanes involuntarios. Querían ellas hablar pese a postergar la confesión.  8Y lo contaron, ya lo creo que sí    
El parque y sus polarizaciones. Un viejo cansado, taciturno, que nada quiere o puede pensar más allá que la doblez de su pantalón . Mientras, el sol sigue su curso en perpendicular a mi lectura . Un libro como cualquier otro arroja ansia y tradición , luces que desentrañan él pensamiento de varios hombres muertos .Pero allí mismo surge otra reflexión venida de dos jóvenes que no alcanzan la adolescencia . Se ríen a escondidas detrás de la corteza del árbol. Me miran creyendo en el atrevimiento de su conducta. Me piden fuego. Una calada. Se van por donde han venido. Otra calada. Disfrutan. Y el sol sigue cayendo a cada rayo . Imperturbable. Solo Las virtudes de aquella tarde eluden aún  el trabajo y el marasmo inicial.Descuelgan sus pies ante el abismo del foso amurallado. La ciudad sigue viva al fondo, o por lo menos su silueta. Agacho la cabeza una última vez antes de levantarme , la hierba está quemada aunque también respira. 
El parque
Autor: javier castillo esteban  448 Lecturas
1 “De mi pueblo son las cerezas”, dicen. Y también las miradas como lanzas. Mi pueblo no tiene un aspecto diferente al mundo, pero la asfixia es mayor, casi material. Enclavado entre un río caudaloso y su afluente, destaca su campanario sobre el resto de abominables construcciones Aquel verano, como todos los demás, jugábamos a no vernos en un embrollo de calles, que subían y bajaban, que huían despavoridas. ¿ A dónde iban con esa premura si allí, arriba o abajo, nada esperaba? Quizá una ráfaga de viento encabritado, o el calor aplastante de aquel verano, apostado hasta en la sombra. Nada más. En ocasiones me escuchaba y me compadecía de esas cuestas susurradas por viejos de los de bastón y sus chismes incombustibles, también por sus rencillas vestidas de fanfarroneo.  Los niños, empujados por sus abuelos, y éstos por los retorcidos propósitos de sus hijos, salían como un rayo a casa de la "Patro" o del "Peje" para anunciar al forastero. En mi pueblo, si no vives durante las cuatro estaciones del año, eres "forastero". "Forastero" significa un estatus diferente, ni bueno ni malo, simplemente otro estado de cosas y personas.    2Existe todavía en lo alto de mi pueblo una iglesia de ladrillo marrón, sin espadaña, pero de grandes tañidos . La casa de la familia se sitúa a dos palmos del templo, a su cobijo. " Tolón, tolón" , así, formando una tediosa onomatopeya, algunos nos desvelábamos de noche, a cada hora.  Hasta hace poco ese sonido hubiera sido nostalgia, amor, familia, cariño... ahora me taladra la sien.La sacristía tiene una entrada exterior, como queriendo no ser vista, pero yo la veía muy bien. La relación de mi abuelo con el cura también la veía yo bien, sin extrañeza, aunque escondido. Mi abuelo siempre tuvo buen trato con la iglesia y todo lo concerniente a la institución, sin embargo decía que “la calderilla p´al cura". Una calderilla que traducida en monedas de cobre ganadas al parchís. Esa forma despectiva de referirse al párroco y sus acólitos entroncaba con las ganas de llevar la contraria al más pintado, incluso los que pensaban como él y tenían idénticas creencias.  Mi abuela lo reprendía a veces, las menos, cuando soltaba perlas contumaces. " Tú qué sabrás, si en la radio no paran de decir que es bueno", refiriéndose a un venerado delantero centro que tenía la selección española de fútbol. Para mi abuelo era un "mierda seca", solo en palabras, claro, mientras éstas sirvieran para promover desasosiego.  Y ella de mirada torva y él sonriendo, por fuera y por dentro. 3 El 23 de agosto me llamó mi prima. Noté su voz alicaída, cansada. - ¿ Te pasa algo?, dije cortando sus últimas palabras. Ella se mantuvo en silencio durante unos segundos. - No , no. Todo bien... hemos quedado en el cruce todos los primos. ¿ A qué hora llegarás?- Todavía no lo sé, depende de Charo . Viene desde Madrid en tren - Vale, llámame cuando llegues y voy a buscarte.- Un beso, Belén. Mi prima nunca ha sido especialmente risueña, pero sí alegre y distendida, por lo menos para nuestras conversaciones y también, creo, para lo cotidiano.  La quiero, aunque creo que no se lo diré jamás. 4Dieron las 5 en la estación. Las traviesas vibraron y la suspensión chirrió implorando una revisión temprana. Ahí estaba.Cuando Charo pisó el último peldaño el andén se había vaciado de abrazos, sonrisas y ojos crisolados.
Leo a un autor y después miro al cuadro. Allí , lo que parecen dos rosas de tono anaranjado,  se mantiene estático. No vuelo ni vibro como yo quisiera, como lo siente el autor .Vuelvo a mirar mientras escribo , tan rápido que ahora mismo no recuerdo la imagen , solo sé que está allí. Quizá hablar de intuición suene presuntuoso, pero aquí estoy escribiendo de nuevo y otra vez cada renglón da sentido al anterior . Literatura y conciencia alcanzan los niveles de tu propio yo . Ahora ya lo tengo , no veo las rosas ni el marco , se desvanecen conmigo en una habitación parecida a cualquier otra. Única
El cuadro
Autor: javier castillo esteban  433 Lecturas
Una visita inesperada, ahora que ya no soñaba con nada .Entró por la misma brecha, de noche, sin hacer demasiado ruido. La reconocí enseguida por su silueta desgarbada, casi con gracia, inclinando la cabeza de lado. No aparentaba.Su pelo, desprendido de mí y de mi hallazgo,  flotaba en silencio . No era mi imaginación ,  pese a que brillaba la luna Intensa, artificial. Dañaba de solo mirarla, o de mirarla solo, no lo sé . Ella delante del espectro incandescente se esmeraba  por hablarme en vano.Yo tampoco podía. Era incapaz de serme fiel¿ Quiénes éramos nosotros a través de la negrura ?Allí arriba, por encima de las últimas estrellas, una nube cortaba la luna a manos de quien parecía rodar la escena . No era aquello una película,  pero sí una disección, agonizante ,sin etiqueta, llena de símbolos. La vida hediendo vida.Ahora escribiría sin ella, junto a su desvanecida aparición, ambos muy lejos.
La visita
Autor: javier castillo esteban  448 Lecturas
“De mi pueblo son las cerezas”, decían. Y también las miradas como lanzas. Mi pueblo no tenía un aspecto diferente al mundo, pero la asfixia era mayor, casi material. Jugábamos a no vernos en un embrollo de calles sin linde, que subían, que bajaban, que huían despavoridas. ¿ A dónde iban con esa premura si allí, arriba o abajo, nada esperaba? Quizá una ráfaga de viento silbando, o el calor aplastante de aquel verano, apostado hasta en la sombra.A veces escuchaba mis pensamientos y temía por su voz, pues esas cuestas susurradas por viejos de los de bastón seguían custodiadas de rencillas y chismes inagotables. Los niños, empujados por sus abuelos, y éstos por los retorcidos propósitos de sus hijos, salían como un rayo a casa de la "Patro" o del "Peje" para anunciar al forastero. En mi pueblo, si no vives durante las cuatro estaciones del año, eres forastero.Existe todavía en lo alto de mi pueblo una iglesia de ladrillo marrón, sin espadaña, pero de grandes tañidos . La casa de la familia se sitúa a dos palmos del templo, a su cobijo. " Tolón, tolón" , así, formando un tedioso ritmo onomatopéyico, algunos nos desvelábamos de noche, a cada hora.  Hasta hace poco ese sonido hubiera sido nostalgia, amor, familia, cariño... ahora me taladra la sien.La sacristía tiene una entrada exterior, como queriendo no ser vista, pero yo la veía muy bien. La relación de mi abuelo con el cura también la veía yo bien, sin extrañeza, aunque escondido. Mi abuelo siempre tuvo buen trato con la iglesia y todo lo concerniente a la institución, sin embargo decía que “la calderilla p´al cura". Una calderilla que significaba monedas de cobre ganadas al parchís. Esa forma despectiva de referirse al párroco y sus acólitos entroncaba con las ganas de llevar la contraria al más pintado, incluso los que pensaban como él y tenían idénticas creencias.
TerrorCon una mano, de infundado respeto, me dijo ven.Yo la seguí, malcreída de mí. Y a mí , de nuevo, eso de saberme tan astuta... qué felicidad tan aparenteAún así apreté una vez más los dientes, horadados , de huecos invisibles que dejó el amor de los primeros tiempos . Quién era, yo no sé, de tanto mirarme arrugada, transida, sumida en la irrealidad. Esa era y soy yo, pese a todo. Tan lejos de mí, cerca de tí.
Resucitar
Autor: javier castillo esteban  450 Lecturas
Procesión Desprovista de solemnidad, igual que un desgarro, recupera su bandeo la virgen a cada flanco. Aupada por decenas de costaleros se siente dubitativa, más sola que nunca.   Y llora, impía,  derramando litros de agua salada sobre los embriagados, incluso encima de quienes caen en la cuenta de que es ella, a la vuelta de una esquina. El llanto silencioso cobra más fuerza en el pecho de éstos.   Otro descanso invisible que da pie a trompetas, tambores y bombos. Mi corazón tiembla al son de una mujer que me mira de noche, tras un reflejo. Sonríe, rezuma una descripción inexacta.   Ya se detiene la carroza frente a una iglesia que al contrario que sus coetáneas no muere inadvertida. La ciudad despide sus aromas entre estandartes y chaquetas almidonadas. Vivas a la Virgen, a la madre de Dios.   La evocación, lejos de concluir, retumba victoriosa en ese hueco lleno de zarzas dedicado a no olvidar. Todos respiran aliviados y emprenden otra peregrinación más intrincada y compleja. Ella ha desaparecido, yo también.
PROCESION
Autor: javier castillo esteban  422 Lecturas
Imagen
VOZ
Autor: javier castillo esteban  521 Lecturas
La última vez que la vieron sonreía sin ganas. - La hemos buscado en  los andenes de salida, pero no nadie allí la ha visto- No ha podido salir del edificio, Marta me ha llamado al mediodía preguntando si estaba enferma- Volveremos a la comisaría, nuestros compañeros siguen con los testigos - ¿ Qué testigos?- Perdone, hay dos vecinos que está muy exaltados que pretendían contarnos algo´- ¿Y por qué no nos habíais dicho nada? - Ahora debe tranquilizarse y dejarnos trabajar. Le informaremos tan pronto tengamos nuevas pistas- ! No quiero tranquilizarme! No quiero pistas! Las diez plantas se recortaban detrás del bosque. Dentro, a través de un enjambre de ramas, una plaza y una fuente solitaria, dos bancos rojos en los que aparentemente no pasaba nada. El polvo se mezclaba con las bolsas vacías y los restos de la merienda. Remolinos en espiral guiados por el mal aguero condujeron a nuestro protagonista hasta el portal. Primer piso.Un hombre de gran envergadura volteó la puerta escondiendo la mitad de su cuerpo. - ¿ Qué desea? - Busco a mi hija, no la encontramos por ningún lado. Se llama Clara, creo que ya la conocesEl hombre negó con la cabeza insistentemente. Algo giraba a una velocidad delirante- ¿ Estás seguro? - Ya le he dichos que no. Hasta luegoEn se momento interpuso el pie entre el marco y la puerta . Respiraba hondo, más fuerte de lo que hubiese imaginado. La puerta cedió un poco más en el forcejeo- !!Clara!!- !No puede entrar a mi casa!  Los cuartos vacíos despedían su hedor detrás de cada cortina . La humedad había desconchado techos y paredes. Todo simulaba parte un decorado hecho a medida del espectáculo. - ¿ Qué es este sitio ?, se preguntaba en realidad a sí mismo con la cabeza abajo. -El hombre prorrumpió en una inefable carcajada - deberías decir quién es este sitio...- Cuando se volvió ya no reconoció aquel rostro con los labios pintados y la raya de ojos descorrida.El gramófono se detuvo-! Ámame!
PERDIDOS
Autor: javier castillo esteban  358 Lecturas
- me tengo que ir Eso fue lo que dijo después de que el centelleo imantara aquellos cuerpos tendidos sobre el césped.Entrelazaron sus manos y juraron pasar el verano juntos.Los caminos hasta la presa, los guijarros esculpiendo el río- que a esas horas no presumía de corriente-Las idas y venidas por una rampa maldecida  a la hora de la siesta.Ella era su primer contacto con el pudor .De repente espabiló con un “ come que se enfría”Preguntaba al abuelo día sí, día también, acerca de su infancia . Sonreía, pero no decía más. Era suficiente .Tenía un mostacho estricto, igual que su carácter. - Cómete la fruta y lávate los dientesY mis ojos abiertos de par en par creyeron en volverla a ver una vez más- No vengas tarde La esquina de la casa de gitanos , Pascual , su boina y sus sempiternas arrugasLa huerta y la finca de la CheloAllí por fin , las escaleras blancas y su rostro que, desde abajo , encarnaba los atributos de una mujer.- Mis padres han preguntado por “ el capitán “- Está bien. Me ha hecho unas alubias con chorizoNo entendí nada de esa carcajada . Me sentía idiotaEntonces bajó, despacio, y antes de pudiera él echarse atrás , lo apartó con su dedo índice y empuñó el manillar- Vamos al río, hace calor .
LA MANZANA Gira y gira De gala presume con su miriñaquePor no hospedar retorcidos intrusosGira y gira  La que da vueltas y viste de verdeNo eres  quien sin descanso la rodea por verla desnudaGira y giraY su rabillo travieso baja de vergüenza por no enfrentarse a esa bocaDientes que azuzan el sueño de la malditaGira y giraMordida y de dolorExpuesta a párpados cerrados Gira y giraMustia flaca y tristeSin más ganas que patearla ahora que no robustece
-  ( bla )- ( bla ) (Blue)- ( bla ) ( bla ) ( bla )- ¿ No crees ?- (.               .) 
Una historia verdadera Era un lugar extraño para acabar la noche. Las cortinas, amarillentas en sus bajos ,guardaban sintonía con la sordidez de aquellos rostros destruidos, alicatados superficialmente.Pasé el umbral y dirigí de soslayo un repaso a los presentesDeshice la doblez de la falda. No había sido buena idea. Allí estaba, en la última mesa de una interminable disposición.- ¿ qué haces por aquí?- fingí desinteresada- Esperar mi wiskiYo pensé en algo más que reproches. Sin embargo, su aspecto, lejos de asquearme, me hundió con familiaridad.Llevaba idéntico sombrero al de la primera vez que llovió y él lo sabía.Elevó su dedo índice como hacía siempre y lo pasó delicadamente bajo el ala para inclinarlo . Me miraba sin perderme, se recreaba.Conseguí controlar el impulso de mis comisuras por sonreír. Endureció el gesto y, después  de vacilar, lo dejó en la misma posición. - Siéntate  - No tengo mucho tiempo- Entonces ¿ por qué has venido ?- No lo sé...Me entraron unas ganas incontenibles de llorar . - ¿ Qué te pasa ahora ? ( conocía ese tono condescendiente)De repente no pude mirarle más y me volví sobre mis pasos- Adiós  - ¿ A dónde vas ?- gritó iracundoCerré de un portazo aunque el gozne pareció secundarlo con un retardo interminableLlovía a cántaros. Sentí mi corazón desbocado.Me quité los tacones y corrí desconcertada . Las calles se repetían, nada permanecía cuando se trataba de huir . Quiero salir , odio estas baldosas, los árboles que nunca mueven sus hojas . Un charco, otro charco, el reflejo de la muerte, sus ojos sanguinolentos que aprietan más las venas detrás de mi . Tropecé, otra vez el tobillo. Me retorcí de dolor. ¿ Quedaba algo dentro de mi ?Busqué debajo de mis bragas, advirtiéndome. Otra vez el sombrero, su polla sucia. Comencé a masturbarme. Solo una vez más.Abrí la boca , lo más que pude . La lluvia rompía en canal por mi garganta. La expulsé, no podía . Tosí sin parar. Estaba mareada y confusa Entonces una figura se acercó con el paraguas invertido, convertido en un amasijo de varillas.- Llamaré a alguien , no se preocupe. Su pobre rostro arrugado no expresaba sino terror y angustia Pronto llegaron las luces y las sirenas, los curiosos y la policía con su cinta aislante .El que conducía levantó la camilla con más fuerza que sus compañero.Con la cabeza abajo me sentí más aliviada Allí estaban mis piernas , lo único que me gustaba de mi, su blancura arrebatada a moratones, tan reales.Lo siguiente fueron las puertas, primero una, luego la otra.Cerré los ojos. Estaba en casa.
Me giro sobre las sábanas y veo la incipiente luz de la mañana.  Aunque no lo creas, Tengo miedo... con tu espalda expuesta a los surcos del dibujo. Mis yemas recorren algo que todavía no sé si es tu espalda.  Y yo... qué más da. sigo Sorteando granos de arena en un ejercicio que extrañamante se parece a una letra . Decía  A... y tú no adivinabas mi nombre. Cerrabas los ojos con fuerza, como si quisieras descifrar con arrugas aquel juego sin sentido. No había apuro , seguía allí , arrullando con esmero los vaivenes de la marea . Tampoco hacía falta ver para imaginar cómo la espuma se deshacía y retornaba hacia aquella inmensidad azul oscura. Entonces , en un arranque incontrolado, la rodeé con fuerza antes de que sintiera mi verdadero llanto.-¿Me quieres ?  Y fueron dos , juro que fueron dos  Tan vivas y tan  quietas  las que me responden “ te quise”
 me encantaría hacerte el amor envuelto en palabras y pese a todo no hablar
Camisa abrochada  de deseos y recuerdosSolos todos ellos , marchitos de emprender rumbo al futuro A lo incierto A donde tú y yo nos conocemos 
Matrimonio
Autor: javier castillo esteban  346 Lecturas
 Abre la ventana y entrecruza sus brazos sobre el marco. Más allá, el mar. La brisa de primavera atenta contra los sentidos. Y su amor, lejos de de donde ella mira, emite ecos sin voz. ¿ Seguirá allí? Las barquitas viejas lucen sus astillas al atardecer, se bambolean y vuelven a su posición una y otra vez, flotan para siempre. La bahía se retuerce hasta desfigurar el estrecho margen que da cabida a embarcaciones de mayor tamaño. ( Seguro que no)Un velero...Nunca le gustaron, no valían para la pesca.   
El puerto
Autor: javier castillo esteban  425 Lecturas
Esperar y esperar…  Así, con esta reiteración pronunciada sin una clara dicotomía, podríamos resumir el sino de los protagonistas de este film estrenado en 1942, una fecha que no obviaremos si tratamos de entender  el contexto histórico e interiorizar el mensaje propagandístico presente en prácticamente toda la película, algunas veces de manera más sutil y otras más diáfana. Meses antes de la proyección de la película, EEUU había sufrido un ataque en su base naval de Pearl Harbor, lo cual supuso la posterior entrada del país en la Guerra. Sin embargo, la población se encontraba en ese momento fraccionada entre los fieles a  la participación en el conflicto y los que se mostraban reticentes y abogaban por una postura neutral.   La premier  de la película en Nueva York fue un éxito y se tornó en un  elemento catalizador, una suerte de catapulta para escépticos e indecisos. Ingrid Bergman y Bogart hicieron el resto suscitando el deleite de la crítica delante y detrás de la pantalla y sirviendo de puente para el gobierno americano. pues el rodaje coetáneo con sucesos actuales ganó en profundidad y tuvo un fuerte impacto en una sociedad  avezada a soñar con el cine que engullían.   Casablanca respira sin asistencia y escupe  desabridamente su verdad, aquella que los ávidos lectores evocarán irremediablemente del Argel camusiano. La ciudad está ambientada en 1941 y refleja la colonia francesa bajo el gobierno de Vichy- La relación entre el prefecto francés Louis Renault y el Mayor Strasser manifiesta este patrón colaboracionista con el régimen nazi- A medida que transcurre el metraje nos imbuimos de la desesperación que portan quienes se dejan caer por el Café de Rick, un lugar de encuentro para refugiados y de todo aquel que huye de la Guerra con la esperanza de hacerse con un visado que los conduzca al otro lado del atlántico, un guiño al país de las oportunidades que represente el continente americano. Rick (Bogart) regenta este café/casino, y se presenta  como un hombre cansado y en cierto modo cínico y aparentemente situado al margen de la problemática que lo rodea, actitud que la narración expondrá debido a un desencuentro amoroso en el pasado con Ilsa( Ingrid Bergman). Las frases que contiene la película cobran una importancia capital y son la base del mensaje propagandístico que arroja su visionado. Así en las primeros compases de la película, presenciamos la visita que recibe  de Ferrari, dueño de otro local de la ciudad, en donde éste desafía la actitud  desentendida y poco colaborativa de Rick, cuando dice “El aislacionismo ya no es una política práctica”, haciendo alusión a la población americana contraria a la Guerra.   Por otro lado,  los estereotipos formados en pantalla ejercen de paradigma para muchos soldados americanos que tuvieran miedo de no volver a ver a su familia después de partir hacia la Guerra. Para ello, tanto la figura de Rick, al dejar partir al amor  de su vida con otro hombre por  ayudar en Casablanca, diciendo: “ Yo tengo mi labor aquí” , o Laslo, quien a pesar  su matrimonio con Isla pide a Rick que le dé un visado con el fin de salvarla, anteponiendo el honor de la lucha a una vida los dos juntos. La Guerra está por encima de lo demás, incluso del amor. Siguiendo esta misma línea, otra escena resulta significativa  y apela a la virilidad del potencial combatiente en su aportación a la causa por justificar el alistamiento.  En la segunda mitad de la película, la presencia de oficiales nazis en el café se incrementa al punto de apropiarse del piano que antes tocara Sam, entonando canciones alemanas. La respuesta se traduce en un canto de la Marsellesa a pleno pulmón por parte de los franceses que allí se encuentran. La consecuencia de este atrevimiento es la clausura del local de Rick. Por último, me gustaría señalar una de las últimas escenas de la película que creo, por su duración incisiva en pantalla y su muestra cuasi publicitaria, se convierte en el eje vertebrador y  sirve como colofón. Después de que Rick tienda una emboscada al Mayor con ayuda de Renault, el prefecto descorcha una botella de agua (Vichy Water), no sin antes percatarse de su procedencia. Una vez así, la tira a la papelera y después la patea, posiblemente en un gesto por rebelarse contra las directrices que imponían los nazis al gobierno colaboracionista de Vichy  La estridencia de la escena es reemplazada por otra en laque  la dirección de dos rostros contemplan 
CASABLANCA
Autor: javier castillo esteban  375 Lecturas
Las llamas amplían el cerco. El secuestro no anda lejos. Uno de estos cae solo, de lado, esgrimiendo su corteza seca.  Ahora el cielo adopta un tono incierto, ni vivo ni neutro, tampoco muerto.Hebra tras hebra se desgarra la última cuerda que conduce al otro lado.   Algunos pasos tímidos y vacilantes de los curiosos con pies sin recorrido. ora adelante ora atrás. Más savia en señal lacrimosa  Cuatro cerillas desprendidas expelen su última risotada antes de terminar y yacer para siempre. Alguien las encuentra, siguen allí aún después ennegrecer. - !Han sido ellos!Haciendo un esfuerzo, en la gran distancia que marcan los lindes de la hacienda, se pueden oler las huellas de la tiranía.  Clemencia que da paso a la lluvia, extraña en la cara, contaminada de humo en sus partículas, tiznan la piel de aquel rostro que, a pesar de todo, la agradece como hizo siempre. Las montañas se cierran en un espejismo de eternidad. Mañana amanecerá de luto. Las cenizas flotan de un gris artificioso y consentido.
INCENDIO
Autor: javier castillo esteban  432 Lecturas
  IMagina, Desde cualquier punto las veo a todas ellas,  hablan de algo con voz queda, no sé de qué, pareces tú el objeto de las hadas intocables  Por un instante vuelas, alto, lo suficiente para no detenerte con facilidad, ni olvidar a quien desde abajo pideGritas sujeto al trasiego de la calle, aunque no a escondidas, pues si exhibe valor para amar que lo haga si aún le queda cuerpo, de frente a la corriente Y como acompasados mueven repetidamente los labios y algún gesto más, de sobra, girando a su alrededor . Te da igualAbandona la balaustrada el pensamiento tan dejado por la mano de alguien que dispone elevadoAllí se revuelcan las ganas y los sollozos se desbocan alumbrando el futuroNo quieres saber de ninguno. Nada de su goce ni de su  miseria fasciculada Huyes, sin alas, tan rotas de restregarte entre guijarros y carestía Te cuesta remontar el vuelo una vez más. Aleteas sin remedio . Lloras.Imagina 
Celos
Autor: javier castillo esteban  457 Lecturas
( Me acariciaba después de hacerme el amor. El misterio hedía al tocar su piel desde abajo, mientras una gotita caía a trompicones por su pecho, resbalando en cada curvo vestigio de placer. En otra dirección, antagónica al fluir de mis pocas palabras , la seguí hasta que desapareció en el ombligo)- ¿Piensas en la muerte a a menudo?- Sólo cuando dejas de tocarme- Lo digo en serio...- Yo, también. Pero creo que no es real, sino una ilusión fruto de la ansiedad- ¿Una recreación nerviosa?- Algo así. Siempre nos imaginamos el final como un agotamiento del que no se puede deducir paz.    - ¿Repentino?    - Depende de cada muerte    - Al final... todas son iguales.(Se quedó largo rato mirándome con una sonrisa inescrutable que duró unos instantes.Sus ojos, tornados en desprecio, pronto me anunciaron el reflejo que empuñaba debajo de la almohada)   - No lo creas
-Ha sido del tercero, pregunte por el telefonillo.   -¿Está segura ?-Ya lo creo que sí... Llame si quiere. No es mi trabajo molestar a nadie-El mío tampoco, señora. No se preocupe... La hilera de botones estaban alineados perfectamente y no presentaban la menor resistencia al presionarlos. Cada uno con su número, ninguno parecía estar hundido. En ese momento el hombre de uniforme fingía no tener miedo. Pulsó el metal hasta dos veces sin respuesta. Cuando volvió la cabeza, la mujer guiñó un ojo al tiempo que dirigió su mano abierta al cielo. Un remolino invisible comenzó a formar betas rojizas alrededor de su cuerpo. -  ¿Quién es?....- Soy... Bueno, el caso es que ha llamado una mujer quejándose de que han caído varios objetos de su vivienda_ ¿ Qué mujer? La plaza está vacía.- Pero...- En ese momento se interrumpió la voz dejando en suspenso varias palabras distorsionadas - ¿ Oiga?- E S T A   M U E R T A-!Policía! !Abra la puerta inmediatamente!La estridencia del timbre hizo desdoblarse la imagen que tenía del cristal, su reflejo mostraba la plaza gris, sus columnas en apariencia torcidas... Abrió la puerta en un contradictorio impulso por aclarar el entuerto. El panel del ascensor únicamente anunciaba tres pisos. Marcó sin vacilar el número tres La puerta se cerró por módulos y sus ojos, llenos de pánico, pestañearon por última vez.
Cuenta el romance a través del pasado, detenido y con ganas de no acabar. Durante semanas, las personas que por allí paraban, le preguntaban por el lugar donde se habían fotografiado las calles empedradas o aquellas vidrieras mediterráneas.  Respuestas prolijas en un ejercicio por no olvidar y cristalizar el recuerdo.La última de estas imágenes en blanco y negro esgrime la sombra de un amor. Detrás, la ventana anega de luz una habitación que, por lo demás, parece dialogar con el silencio.  Los hombros caídos y la mirada más allá del revuelo de las hojas me permiten seguir esa linea invisible que crece hasta el cielo como raíz húmeda y fértil. El marco también es blanco y matiza su profundidad en contraste con una oscuridad que no suena a nada. Sólo el viento, sin instrumentos ni cuerdas , escurridizo e insolente en su llamada, sostiene la observación.
MARCO
Autor: javier castillo esteban  381 Lecturas
La mejor suerte de liberación es escribir, o por lo menos lo concebía así  No sé cuándo dejaron de importarme tantas personas a mi alrededor. Esa ruptura con el mundo, mi mundo, no ha sido algo premeditado. Supongo que los años no pasan en balde y las excusas tampoco. El hecho de barrer la suciedad fuera de tu casa, la que va a parar a otra, no preña nada bueno ni real. El juego ha sido la última válvula después de agotar el coqueteo con las mujeres y los sórdidos escarceos nocturnos. Así, harto de todo ya, me voy a prestar al consejo de quienes con o sin ayuda han podido y querido salir de este atolladero  A pesar del tiempo las lineas parecían diáfanas y fingían no emborronarse con facilidad. Todo apuntaba a él, pero, ¿ Quién era él realmente? Guardé el retal no sin antes advertir lo que sucedía en la cafetería.Una mujer ataviada con una gabardina gris me miraba desde el umbral de la puerta. Otra, de idéntico aspecto, posaba la taza para volver a sorber café en un bucle extraño. La conexión entre ellas y yo dejó de ser cierta, las paredes, en su lucha por no desaparecer, decoloraban el espacio. Allí quedaba poco de veraz.  Un saxo de fondo amenizaba el baile del líquido que ahora no era café. 
Un cielo límpido se nutre de la luz que proyectan los ladrillos .  Toma una forma inexacta ante quien lo mire, de cerca o de lejos. Allí dos ojos sortean la pantalla para mirarme de soslayo. También aprendí de él a observar , así escribo rápido, más de lo que debería.  En ese momento alguien se acerca con su intención por delante.  Sigue tecleando mientras su  pensamiento castiga letras a ordenador.  Hacia el final de la calle se puede contemplar el destello que emite el acero. La madre, siempre con piedad, aprende más de lo que hiciera  por parirlo. - !Escóndete Paco! - arguye la mujer aterrada. Él se ríe sin quererlo, como ríen quienes no entienden de preguntas. Saca su mano de la chaqueta y emula con la última falange el torcimiento de su disparoLos pasos se encaminan, aciagos, al destino de la pareja. Proyectiles de venganza y un eco interminable en el giro del tamborCeño a ceño, ojo contra ojoPum !Un retal ensangrentado sobresale del bolsillo trasero de su pantalón-Yo estuve allí- El ordenador en silencio. Yo, también
CRIMEN
Autor: javier castillo esteban  355 Lecturas
Es primavera, y una bandada de pájaros recorre desnortada la ciudad. En este momento parece muerta, aunque no lo está. Escudriña por debajo y por encima de nubes. Allí se encuentra, sola en una esquina, la verdad más sublime y dolorosa. - ¿Qué os pasa ?- Ya no me hablaSu mano empuja la cuchara, casi con rabia, hundiéndola en el potaje. No puedo ver más adelante, pues se encoge y endurece el gesto. De mirada prácticamente torva me devuelve los intentos por comunicarme y sentirlo cerca. - ¿ Es bueno contigo?- No lo tengo claro A escasos metros del incidente una sombra merodea impaciente, próxima al desencanto y de inefable movimiento, Se acerca a la puerta y toca la aldabaUna, dos y detiene el golpeo.-! Vete de aquí!(...)- Tranquila, no va a pasar nada.- Por favor... dile que se vaya .- ¿ A quién?---- AHHHHHHLa visión del sol en lo alto se difumina después de la lluvia. Lo niños pisan los surcos que describe la tierra roja y quebrada.
CUALQUIERA
Autor: javier castillo esteban  498 Lecturas
PapáHe soñado contigo, me agarrabas de la mano con gesto dichosoYo, embelesado, me resarcía con ese brillo , aquel en donde atiendes mis caprichos a menudo sin mesura y a destiempo.Únicamente hay algo que advierto diferente en mi sueño, Caminas con prisa y tus oídos apremian una noticia, aunque no se cuál ya que he despertadoVoy a tu cuarto a regalarte mi sonrisa presenteTe estiras en las sábanas  y abres un ojo remoloneando por un día,Pásame el testigo, sé, por apenas un instante, el hombre de la suerte, quien compra el último billeteCuanto te debo...Que prodigio desahogarme cobijado en tu caniculaY yo me digoJamas los sentimientos más puros afloran en soledad aunque descansen libres sin esperar nadaPor eso prefiero el remanso de tu inocencia a perder el brío de la poesía que albergo para tiApretare los dientes y contendré mi anhelo  a Fin de no adentrarme en una desbandada de emocionesQuiero oírte sin hablar,Abrazar tu vida como si fuera la mía, Cabalgar entre la guerra y la avenencia Cuidar de las traviesas que guían este tren ligero y cadenciosoTe quiero mientras fluye mi sangre sobre tu sangre
Un dolor que se localizaba en mi cabeza. Su forma, la de un yelmo que no sé si ha tocado la razón. Ni médicos ni consultas entienden por qué. Se lo contaba a ellos sin otra intención que la remisión, aunque únicamente fuera trabajando. No funciona. Entonces hablo con Clara. Finge dormir debajo de la manta, donde cobija no solo su cuerpo, también su pena. - Deberías cuidarteDemasiado tarde- Lo séEl cielo se abría obturando su imagen igual que un vórtice. Alcé las manos desde la azotea e intenté abrazar aquel remolino que se dirigía a otro lugar más oscuro, ni cerca ni lejos de allí.En ese momento sonó un portazo y despejé mis pensamientos. En postura recta me estreché fuertemente la cabeza . Seguía allí, pero no parecía la misma.
SENSACION
Autor: javier castillo esteban  348 Lecturas
-No esperes a que, muerto , caminen tus pasos-Me dijo contrariado un hombre que reconocía el sol de mirarlo y no por calentarYo, así, sin saberlo, sonreí.Que habría la decrepitud de encontrar a su edad, asustada y a distancia de la nuestra- no resuelvas por vergüenza en soledad  las dudas que seguirán siéndolo - esta vez incurriendo en un gesto que dobló su cuerpo en señal de vencimiento Aquel ser ,venido sin anuncio, me dejó una nota después de morir.- yo ya he estado allí , ¿y tú? Sigues imperecedero, pero de piedra-Fueron igual tres veces las que hicieron tañido las campanas¿Para qué?-Para vivir, supongo.Su voz se dispersó  lejos de allí , en cualquier otro lugar del futuro 
-Sé de un refugio que, al alba, susurra a través de la ventana Ella, con los ojos entornados-¿Quién?- -O qué escapa de ti y de la lluvia mojada ( No hay respuesta) Sin miedo de sentirla igual que un blanco escurridizo Se volvía  una vez más de costado Y aún , si quisiera, sabía que allí moría igual que todos Penetrando en ese estado de las cosas Postrada y henchida por latidos Que suben, que bajan, que sin ellos gris o nada Entonces mi mano en su espalda de ojos Saben que son vistos y que miran de lejos Es mi gana la que insiste de buena, la ansia Por despedirme hasta mañana De lo que parece dormido y no lo está Sueña conmigo la vida esparcida debajo de la sábana
TU Y YO
Autor: javier castillo esteban  401 Lecturas
 “De un cielo más gris que claro cayeron las palabras,Como empujadas por las escalerasEn ese leve instante se oyó el alarido impronunciable de una de éstas.Me recorrió un escalofrío al temblar el sueloCreí estar vivo pero había muerto junto a ellaSu música envolvía cada esquina escondidaLas partituras en mil pedazos echaron a volar tan tristes como siempre”
La pequeña pantalla, si es que todavía queda alguna con suficiente fondo, asiste a un gran éxito, sin pretensión de ser confirmado. En esta ocasión no son temibles criminales los que pululan por nuestras calles, ni aquellos que juegan al gato y al ratón con el virtuosismo del Fbi, o los que, a pesar de todo, son más astutos que el ojo del espectador. Tampoco será necesario transportarnos al mundo de los caballeros, en donde una espada vale más que mil palabras y una nevada conmueve más bien poco. Menos es más en esta serie, un canon artístico obsoleto y rancio, quizá, para los creadores de las vastísimas producciones actuales, estiradas sin remedio hasta la postración.   Los antihéroes del Imperio, ambos tras el paso bidireccional de la adolescencia y el reniego, irrumpen con fuerza en este cómico drama para estómagos preparados. Café sin azúcar, gracias. Sangre y arena para los gladiadores, un espacio para revelar que se trata de una historia comprometida, de las de verdad., de esas que se cuentan con fuerza y rabia y, sin embargo, no pueden tener un deje más comercial y televisivo. Lo bizarro es seducido por la ternura, muecas, visajes y aspavientos  son algo más que gestos en esta suerte de canción triste y sonriente, de tintineo estridentemente  real. Y ellos, finalmente... Dos rostros pueriles detrás de un papel, otro par de pupilas implorantes que, lejos de compartir lo insulso del amor, llegan más allá de la frontera entre la playa y el mar. Entender en ese mismo instante que" lo que nos une a las personas" resulta ser la piedra angular de esta fábula contemporánea sobre el final de este puto mundo.  
Por primera vez no había regalos debajo del pino, tampoco  púas que recoger. En su lugar una suerte de ramas plastificadas sostenían las bolas a una distancia escasa al suelo Algunas eran de cristal otras de un material indefinible. Por lo demás, el espumillón se encargaba de tapar las bajezas de su descaro.  Las lágrimas, seducidas por nuestro encuentro, fingieron ser fluidas y sinceras, no cejaban en su empeño por hallar surco resbaladizo. Ellos, mi familia, no querían repetírselo, el abuelo ya se había despachado suficiente en ausencia de su mujer, y con cualquier rastro de sonrisa en la mesa. La Navidad, ¡qué regalo para el recuerdo! Pero no era allí donde yo portaba mis pensamientos, aunque allí cavilara, deshaciendo el poco tiempo restante, sobre si hubo siquiera un ápice de verdad digna de relatar. Salí de mi ensimismamiento, necesitaba respirar. Me disculpé y corrí hacia la sala de estar. –¿ A dónde vas?- Gritó papá. Allí una única ventana alumbraba un espacio ocupado por un juego de visillo y sillón. Me acerqué y miré a través del cristal, por encima de los edificios de ladrillo rojo. Una estrella se pavoneaba torcida, con uno de sus picos mirándonos inquisitivamente . No tenía palabras para ella ni para el resto. Sola, luz marcada en el cielo negro, se desprendía de  despojos y paseaba libre de la misma manera que los ornamentos sin vida se adherían al pino sin olor, pues de su misma condición se hacían fieles, durante un mes, quizá más, dependiendo de cada casa… Siempre me gustaron las mañanas, incluso ésas que aún despierto crees entender por qué un chaval grita mientras su novia disimula los sollozos con una manga, justo debajo de sus ojos.  Ésas en las que individuos que todo y nada tienen en común se reúnen en torno a los cafés más madrugadores. 
Buenas, Como otros años, te escribimos unas lineas para que te emociones un poco. El ordenador antes del papel para no emborronarlo con un pensamiento detrás de otro, cosas que luego ves que no encajan o pierden el sentido. No por ello es menos sincero, sino que soy proclive al jalón y al adorno, pero ahora es Navidad y no desentona. Han pasado algunas semanas desde que cumplieras 26, en este tiempo has experimentado cosas que no son agradables, sin embargo nada en esta vida se da en vano y con perspectiva aprenderás más de lo que crees, si no lo has hecho ya. El dicho es sabio y la suerte, de verdad, llega para los que saben esperar. Así que ánimo y fuerza para este periplo que no termina ni comienza con la pena, tampoco con la UNIVERSIDAD y sus "educadores"...Por otro lado, tampoco debemos culpar de nuestros baches a la familia, pues aun no eligiéndola, sí la proyectamos en cualquier dirección con nuestros actos, decisiones e indecisiones...Este mundo, nuestro mundo, es el que nosotros construimos, y, por desgracia o caridad cristiana, debe acoger a toda suerte de indeseables como nosotros, tus amigos, los que siempre custodiarán y serán embajadores de tus rabietas, tus paridas y también tus lágrimas. Después de todo ya sabes que nos encanta refutar tus argumentos, de si es mejor ir a Madrid en furgoneta o en autobús, o simplemente por el gozo que nos causa afirmar que no tienes ni puta idea de arte después del siglo xix. Un abrazo
-Tú padre y yo estamos muy disgustados- Aquellas palabras surgían de lo más hondo, tocando la aldaba de emociones que prefería no despertar. La mañana siguiente amaneció en silencio. Únicamente el color blanco, que anegaba la habitación, me condujo a días atrás, con mi perro en posición inquisidora ante los pájaros que se aventuraban a picotear las avellanas desperdigadas por el suelo.  Me desperecé. Debía disculparme, pues un nuevo curso truncado en la universidad no era motivo para perder la dignidad. Afuera las ramas se hollaban bajo la altiva mirada de los grajos. ¿Me miraban a mí? Bajé las escaleras no sin antes asegurarme de que el pasamano seguía en exacta posición a la de ayer. La puerta de la cocina estaba cerrada. Dentro, el murmullo de mis padres, ambos compartiendo idéntica dinámica, palabras en apariencia difusas  que convergían en lo cotidiano. Podía escuchar las cucharillas removiendo el café. Pensé en aquel mejunje marrón, hastiado de removerse a diario en la misma dirección y custodiado por esas tazas ovaladas de grueso fondo a modo de muros carcelarios. El hecho de contemplar cómo su destino, al igual que el mío, continuaba imperturbable a pesar de los años me desesperanzaba sobremanera. Abrí la puerta.– ¡Buenos días!- No me contestaron, incluso fingieron no reparar en mi presencia.- Siento lo de ayer, no me gusta discutir con vosotros- Nada, ni siquiera la sonrisa socarrona que asomaba en las veces que me creía con la razón y claudicaba. ¡He dicho que lo siento ¡¿Por qué  se afanaban en echar por tierra cualquier conato de disculpa? Un instante después, mi padre: -  Iré en breve al mercado, a estas horas todavía no se habrá abarrotado. Mi madre asintió y siguió dando otra calada al cigarro, más profunda de lo que yo hubiera imaginado, mientras leía una revista de moda. Se levantó mi padre de la silla y me sorteó de una manera extraña, casi como si su cuerpo tuviera la capacidad de traspasar explícitamente el mío. Mi madre se pasó el dedo por la lengua y saltó a otra página. Estaba furioso, incontenible, al punto  que di un puñetazo sobre la mesa resquebrajando parte del cristal de que la cubría. – Mi madre se sobresaltó y desparramó el café. El líquido cobró entonces una apariencia de fealdad, de cuadro ignominioso pintado en una superficie imposible.- ¡Fran, algo le ha pasado a la mesa!, gritó mi madre. Mi padre regresó con un rostro de sorpresa y terror. -¿Qué ha pasado?- No lo sé, estaba leyendo cuando de repente el cristal se ha partido. – Qué extraño, llamaré a la agencia de seguros y  vendrán a cambiarlo, voy a buscar el teléfono. En ese momento  experimenté una sensación más que real acerca de mi inmaterialidad. El café se deslizaba entre el margen que ofrecía la madera blanca y el panel de cristal formando una clara línea divisoria. Me obsesionaba su movimiento que avanzaba inexorablemente entre nosotros. El timbre sonó y mi madre dejó la revista del lado anverso. -¿Quién es?-  Una voz desde fuera: -Señora estamos buscando su hijo- La conversación se celebraba sin contacto visual. – Lo siento, pero nuestro hijo hace tiempo que ya no vive aquí- No nos consta otra dirección- Nosotros tampoco tenemos constancia de su domicilio, creo que cerca de aquí, aunque tampoco sé si allí sabrán su paradero.- Allí, ¿Dónde?- Mi madre preguntó contrariada:-¿Quiénes sois?- No contestaron desde fuera. - ¡Fran!, preguntan por nuestro hijo. Mi padre no respondió. - ¿Dónde te has metido? Pasaron varios segundos hasta que mi padre salió del garaje. –He oído lo que hablabais, no quería aparecer para aportar lo mismo que tú. – Igual eran sus amigos. – No lo creo, ellos ya saben que no vive aquí. – ¿Y por qué preguntan?- ¡Estoy aquí, joder!, alzando todo lo que pude mi voz- Mis padres se quedaron impertérritos el uno frente al otro. –La próxima vez saldré yo a advertirles de que aquí no vive nuestro hijo, finalizó mi padre. El corazón me latía con fuerza, notaba el bombeo incesante en mi sien. Mi madre volvió a la cocina y siguió leyendo la revista.- ¡Mamá, soy yo!- El café se había tornado en una costra oscura sobre el suelo de baldosa, una mancha familiar muy reconocible. Se escucharon los primeros motores de la mañana. Los coches cruzaban la calle, uno tras otro. Anhelaba mi perdón, tenía derecho a reclamarlo. Por primera vez derramé una lágrima, tan fina como la arena, delante de mi madre. Nunca había llorado delante de ella. Y ahora, solo, comprendía mi sufrimiento, yermo e inválido, mientras mi madre recogía el desayuno. 

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