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Mis labios enmudecen cuando mi sino atiende inquieto, retozando frente a vuestra tez presto a la venganza de no evocarte en su desnudez desaliñadaacude frágil y decidido a tu visitadespreocupadamente bella La pericia he ido perdiendo, de no escribir quizá,sumido en intrincadas cuestionesque no hallarán veredamas soy recalcitrante, letárgico intérprete de certezasafincado bajo el relente donde el grillo escucha cantar a la noche,y en cuyo silencio inspirador he vuelto a vislumbrarte Cómo, sin saberlo, de ausencia he despertado cavilando la forma de cosernossobre cada tarde fría y lluviosa hemos prevalecido ante los anhelos pues ya es verdad que te sientoarrebujada contra mi, encogido por tu aliento. En el trayecto de tu ojo, cándido y lloroso, encontré un lugar para sentir Henchido de placeres que tornan la piel rugosa Creí desaparecer engullido por las fauces del mar Inserto desde siempre en el cielo límpido de tus albas madrugadoras Confiado de brumas e impresiones confusas Descubrí que juntos éramos menos sinceros que despiertos Aun cuando evocábamos marginales veredas sin nosotros Por ello, desmantelados los sentimientos, he comprendido mi cabeza vacía, sin afectos Vuelta una alimaña carente de obligadas tareas Y así, propuesto a recuperarme, te he dibujado con sangre, Con el verso exprimido de enjuagues infinitos Para desvariar en cuentos de ensueño, despojados de aceras sin linde Fusionando nuestros vientres en la rosaleda multicolor Que destila labios con sabor a primavera, Tú y yo, caricia pretenciosa y gratitud baldía Sol negruzco y azabache divino Dos tallos sin cortar, prestos a olvidarse Dos individuos con aspecto deplorable salieron de la estación asiendo una cesta de mimbre, casi tocándose con los dedos. En ese instante, desde la otra acera, la señora presenció la imagen, intuyendo un grotesco desenlace. Levantaron sus ojos hasta alcanzar los de la señora, protegidos y escoltados por sus inquietas y pobladas cejas. La señora se giró, y tomó su paraguas encañonando al cielo gris de la noche madrileña .Los destellos de los coches sorteaban a la mujer que, acuciada por el suceso, acelaraba el paso sin detenerse. Acercóse al portal y miró en derredor ante la impertérrita contemplación de la oscuridad, las copas de los árboles se erigían como reflejo de los escasos faroles que circundaban el parque. Sacó la llave y penetró en el portal Al encender el interruptor tropezó bruscamente, alarmada por su propio llanto. Su espalda resbalaba sobre los marcos de la puerta traslúcida y las piernas lentamente cedían ante el peso de la visión. La hocicos de los secuestradores ladraban en dirección a la cesta, pues en ella se hallaba la imagen de los años. El cahorro había vuelto a casa. Abrimos los ojos regándolos de plenilunio, los cerramos y hallamos un cielo límpido, significará entonces que brillamos, incoherentemente bellos, en esta marcha por paraísos ignotos Llenos de literatura, charlamos de quienes más intrépidos vivieron, y así refulge nuestro aura sobre cualquier otra, sabedora de la importancia de un amistad galáctica e infinita, una realidad espiritual compuesta por granos de inconsciencia. Él ahora nos dirá que tú y que yo no diferimos de actitudes tan honorables como la suya, creyendo que su confuso e inverosímil discurso es capaz de camuflar a la transparente vanidad. Negociaremos en virtud de la elegancia persuasoria, hasta que finalmente claudique, y nos ceda su legado, siendo ahora tú y yo los déspotas del universo. La gravedad del debate se ha invertido y lejos del suelo, sentimos miedo, odio al vendedor de poder que es feliz allí abajo y se comprende libre de unas cadenas taimadas. Ya no necesita soñar con la vida, pues la toca; ni vivir en el cielo, dado que sus ansias nunca fueron las de enraizarse con la carne, sino la de estar a merced suya, en la posición servil de la genuflexión hacia tí y hacia mí De tu acceso divino aprendí Que es más grato vivir que esperar Por ello vierto aquí Las rusientes ganas de explorar Con tu pelo enroscado a mi espalda Golpeo una y otra vez sin cesar A la estruendosa aldaba del alma Que una luna más alta quiso tocar Bendita ilusión de nosotros Vistos desde la altura celeste Haciéndonos calculados gestos De la caricia más hiriente Ahora que no estoy muerto, Ahora, quiero llorar Para saciar a mi cuerpo De agostos sin mar Una de las cosas más bellas en la vida es la amistad. Gracias a ella todavía sonreímos y avanzamos. Se dice que un hombre no lo sería así, de no tener amigos, y lo creo firmemente. Hoy he recibido el regalo con más sentido de los últimos años, de hecho no recuerdo nada similar, ya que a menos de dos meses para emprender un nuevo proyecto, puedo decir que tengo la primera herramienta para pintar esta goleta, guiándola hasta el mar azul y negro. Generalmente no suelo personalizar mis escritos, y procuro hacer giños con la intención de referirme a las personas de manera más íntima y personal. En este caso haré una excepción, dedicando los renglones a Iker. Mi compañero, mi confidente, mi amigo. La persona que ha resistido heroicamente vendavales y desencuentros , juntos hemos paladeado la felicidad, la risa y también las lágrimas . Por este motivo, y por muchos otros, te regalo yo la tinta, desligando la letra de la intención y volviéndolas a unir por saberte a mi lado cuando gire la cabeza. la tierra no anhelaba vencerse a tu lado fueron sencillos recuerdos que hoy reverdecen soles cautivos sobre cristales nacarados árboles robustos con la piel resplandeciente Doy la tarde a todas aquellas personas que significan para mí lo que la pluma a las buenas historias. Sobre todo, y en particular, a las musas que revolotean convirtiéndose en el sostén y la inspiración cuando la desgana vence al ingenio, y escribir resulta tan tedioso de no haber nada que aportar. El hecho, es que esta vez lo hay, y empezaré, a título de privilegio, encumbrando a las razones diarias que se revierten en regalos inefables con el único fin de avanzar y prosperar dentro de este jardín espinoso y bello al mismo tiempo. Trataré por tanto de relatar la pequeña y dulce historia sucedida hace unos días: El camino que conducía al promontorio evitaba vislumbrar las escasas esperanzas de volver a verla Ella descansaba, a la sazón, en las tierras flotantes sobre el pueblo, un rincón estable y anegado de maravillas naturales. Grandes palmeras rodeaban el enorme recinto ubicado sobre la cantera que explotaba los escasos recursos hídricos del valle, tornándolo aún más prohibido e inalcanzable Los llamaban los Andinos, dado su origen meridional. La claridad de su voz y sus sonrosadas mejillas eran de la misma intensidad que el brillo de su poder, y ello fuera seguramente la raíz de las envidias que vagaban sin temor.La gente los tenía por una raza maldita, fruto de las diferencias lógicas de la tierra y los modales, entre la burguesía y unas bestias atoradas en tradiciones arcaicas, pero el quiste de la felicidad en sus rostros suponía la mayor de las pesadumbres. Mara era la hija pequeña y el color de la mañana, el período transitorio que discurre desde el nacimiento del sol, al frescor de la ribera estival del arroyo. Madre me reñía por estar como un lobo merodeando con la misión de encontrar su piel estampada en los alrededores. Me gustaría ahondar sobre la particular actuación de los millones de fotógrafos al salir de casa Es curioso, pero pese ser más accesible que nunca viajar, cuando lo hacemos, vemos menos. Vemos más fotografías eso sí, siempre en compañía de traseros hediondos arrebujados en los asientos de cafeterías, revisando con avidez la enorme galería de fotos de nuestros teléfono, pero no percibimos las motas de vida flotando a nuestro alrededor El primer contacto con esta deleznable realidad se produjo en París. Visitábamos el Louvre, y por supuesto nadie se quería peder la mirada inquisitiva y persecutoria de la Gioconda . A mí en sí el cuadro me pareció discretito y seguramente le saqué muy poco jugo con respecto a los estudiantes de arte, que hablaban con entusiasmo de lo aprendido en el colegio. Lo que sí me llamó poderosamente la atención, fue el semicírculo formado por varias filas de soldados dispuestos a burlar la atención de 4 guardias jurados que escoltaban la obra de arte. Cada flash era una pantomima, supongo que ideada con el fin de mitificar más si cabe a la mona lisa, puesto que si la fotografía procedía del flanco derecho, los 8 ojos emprendían marcha en esa dirección para sustraer la imagen del cuadro mientras que daban un generoso margen al resto de unidades que acribillábamos a la pobre mona lisa. No entiendo cómo esa figura oblonga no destila más sangre que belleza a estas alturas. En cualquier caso, y sin desviarme del tema, recordé en ese instante después de contemplar durante más de un minuto a aquella mujer, las palabras de un profesor indignado que criticaba la falta de conexión con la realidad, y el poco sabor de una experiencia digital, más que vivida. Cuánta razón tenía!, pero desde entonces han pasado unos cuantos años y el futuro que ahora es presente no es más halagüeño, después de lo visto en la cabalgata de reyes. Estaba apostado en la pared contabilizando el desfile de carrozas chabacanas, o eso me pareció desde un perspectiva en las antípodas de los cientos de rostros embelesados por la ilusión, cuando una mujer que no alcanzaría los 30 años se introdujo a empujones entre la marea. No le importó en absoluto situarse en primera fila con su novio como guardaespaldas eclipsando la salida de los reyes a las abuelas allí congregadas con sus nietos, pero lo más ridículo y espantoso, al margen de la imagen de la jirafa que tenía por novio avergonzado al no dejar ver a las filas traseras , fue verle como una descosida sacar fotos sin remedio, unas 50 en la misma posición calculo. Después del boock , se marchó igual que había venido. La aglomeración se fue dispersando y antes de llegar al coche, en el inicio de la cabalgata una chaval, también muy joven, ensalzó el móvil como el mismísimo excalibur, y comenzó a soltar espadazos ignorante de estar dirigiendo sus embates a la noche estrellada en vez de al suelo Al sol Luz de llanto Luz de campo Sol austero que no gasta su grandeza Nos congrega a su encuentro postrero Arrancando los vestigios de una Tarde coqueta Te haces de rogar Esperando que las lagrimas echen a rodar pero aun Resistes sonriendo A la luna de mitad Para ser su sombra cuando brille Para ser su aire cuando huya En los tallos de la hierba Al raso de este valle has vuelto muy contento enrojeciendo las protuberancias de su pecho Para encender su rostro céreo Y convertir estas cenizas en la sal de nuestros cuerpos Las lagrimas han cesado Y ahora el cielo es tu redondez espléndida Tan viva Tan despierta Que ahora lloro yo por tu ausencia El cielo sigue herido de cuanto te quise,Por eso vistes de rojo, de amor concentrado que nutre mis venas Has despertado y te has visto teñida del color de las amapolas, Será así como mi corazón te mencionaCoronada por el viento y perdida en el silencio Me estremezco aún al dibujarte desnuda e incrustada en las sábanasSucias ya de tanto mirarte, se han vuelto a mover en señal de recordarte. La cama es ahora una espiral de instantes presentes y lejanosFormando ruido de muebles viejos y desvencijados De crujir de amaneceres envuelto en el denso aroma de tus manos Adoro esas nubes fugitivas que acudían a nuestros llantos,Poblando de tinieblas el lugar dónde nos conocimos Quedábase luego la habitación impregnada de realidad y sol en la cara, Derrochando generosa pereza y melancolía, Sentí por fin el fondo de agua claraAngustiado de regresar al mismo díaSin la palidez de tu blancura Moribundo revivo aquellas imágenes que se agotan en la memoriaY juegan sin descanso con mi cordura, convirtiendo este soliloquioEn la verdad, mi única e inalterable verdadLa que muere por contarte nuevamente esta historiaLa que aflora cuando extraña soledad.La que huye buscando regocijo Fin de año Sería tremendamente insolente destacar algo de este 2014, ya que provocaría la envidia y el recelo del resto de circunstancias que han asomado su cuerpo. Por este motivo, he querido ornamentar una serie de árboles que erijan uno mayor, para así aglutinar la apariencia y el dolor, la alegría y la tristeza, y cada una de las emociones que copan esos vacíos insustituibles Uno de los árboles lo culminaré con las prendas de familia, que utilizan el vestidor privado, junto al gabanero, para arreglar los asuntos en su regazo, siempre con la firme batuta de la ternura. Otro con las horas de amistad, extrañas al tiempo, y repartidas en noches de palabras y placeres. Teniendo en cuenta la posición de este árbol y para corregir la paulatina postura caída que había adoptado, he colocado dos bolas brillantes y doradas que representan el contrapeso de algunos ineludibles adioses. Ellos se sabrán protagonistas de este árbol. Al siguiente lo dejaré libre, pues discurre segregando un halo intermitente En este caso, la imagen debe seguir tal cual era para refulgir con mayor intensidad y mostrar su autenticidad, a la espera de una nueva partida y de un nuevo regreso. Otro, dedicado a la paciencia y al amor recogido de mi abrigo en invierno, y mi sol de primavera, al rumor de las olas que circundan su hogar y a la infinita resistencia de carácter. Otro a mi pluma digital, que no se ha olvidado de navegar con y sin cabeza, atizando contundentemente a la conciencia y a la estupidez, pues somos ambas cosas por igual, aun cuando nos creemos la antítesis de la postura absoluta. Otro estrechamente ligado al anterior, pero que merece su propio lugar, al tratarse de alguien que me hizo revivir “literalmente” y me ayudó a explotar aquellos tesoros ignotos y escondidos. Otro a las herramientas de carne y hueso que me ofrecen el sostén y la confianza necesaria para seguir trabajando. El aprendizaje carece de final a todos los niveles que alcanzo a comprender. Otro por los proyectos de vida Otro para el año venidero, alentándolo de cambios que deparen una sonrisa entre los que menos tienen, tanto por dentro como por fuera. Y otro para ti, querido lector, que alimentas la sublime misión de plasmar lo que no soy capaz de transmitir con la voz. Quedose mirando la manzana rebosante, a un paso de estallar y expandir el intenso aroma derretido y evocado con asco. La apariencia noble y robusta cubría el interior decrépito y consumido por las brasas. Pensó en dejar de escribir mientras las palabras se deshacían, apremiando la vejez de una pulpa viscosa, para quedarse sepultadas bajo el tiempo Años después y cuando no había sido de él sino dos relatos superfluos, miró a su madre y atisbó el amor impregnando el plato innombrable y despreciado. La manzana daba vueltas sobre el plato de duralex con la piel arrugada. Creyó entonces que su interior era dulcísimo y puro, que el calor magnificaba sus facultades y su sabor, y que la piel era el espejo que nunca debió dejar de entender Desde entonces la manzana descansa libre contemplando el oficio del protagonista que alcanzó la gloria aun sabiéndose ocupado por otra vida no menos sincera. El siguiente libro habló de frutas y verduras, del cultivo y el trabajo de la tierra y de su manejo en la cocina y la definitiva presentación del emplatado. Los comensales se sentaron y degustaron la creación acuciados por un hambre terrible. Al terminar los segundos hablaron entre ellos y deliberaron. La respuesta fue unánime y se convirtió en la mejor lección que ha aprendido: La carta era fea y el plato delicioso Los libros siempre han sido muy injustos con quien los busca, pues los escuchas hasta la saciedad y desesperas buscando su contenido entre los lugares más remotos. En uno de estos tugurios penetró nuestro protagonista dando fe de un suceso increíble. El misterioso emisor silenció la reverberante sala con la historia: Los políticos suplantados por páginas sobadas estudiaban su cuerpo, desarrollando nuevos conceptos gracias a la profusa literatura ingerida. Inyectaron letras comprimidas de opiáceos contemporáneos. Los ojos desorbitados esgrimieron al parecer caminos anegados de 1917. Esta fase no se alargó demasiado debido a la violenta reacción del paciente, atrapado en el casquillo de una ak-47.EL clero maldito lo hizo incrédulo,perdiendo así el sentido de la cirugía, una operación henchida de moral. En verdad, aquel hombre fue voluntario del macabro experimento inconcluso, donde los científicos aún ansían retomar la herencia de estos días, recobrando la cultura escondida en el tupido bosque de la ignorancia. He tenido la ocasión de entrevistar a Pablo Iglesias, después de superar el show, y me ha comentado someramente, el singular e inédito dossier que contiene el programa de PODEMOS. Parte del relato muestra el Apocalipsis zombi, y a las palabras supervivientes alimentándose de mentiras, siendo éstas principio y final de sus creadoras. Añade también que, bajo los adoquines, la playa está sepultada y que el espíritu del 68 sigue latente, quebrando la tierra El relato toca su fin, ensalzando los delirios del autor y el sueño inevitable que precede al sueño real, sonríe y mira al frente, la coleta serpentea sobre sus hombros como un secuaz sospechosamente pulcro. Bajé las escaleras agotado y con la corbata desabrochada, después de una noche entre hienas huidizas y rostros insaciables. Para entonces había sacrificado el proyecto aun no habiéndome posicionado, ofrecía constantes esperanzas a fin de quedarme tranquilo y escapar de aquel tormento. Llegué al sótano, y me sobresalté al ver la puerta del coche abierta, me detuve y estudié el terreno para acercarme sin ser visto. Deje el maletín detrás de una columna, y agachado describí un arco rodeando el objetivo. El coche se movía de arriba abajo dando ligeros botes, haciendo crujir el chasis del bmw. Reconocí entonces los gemidos ahogados de la asistenta acompasando las sacudidas violentas del controlador del parking Mi pulso aceleró el instante lleno de rabia e incredulidad, me incorporé de un salto y abrí la puerta trasera En el coche no había nadie, y un sobre en blanco se balanceaba al borde del asiento. Lo cogí y en su interior la cara de alguien muy parecido a mí, aunque sin ser yo, sonreía mezquinamente. A pie de página, una nota subrayada decía: La otra noche estuve aquí, no me hiciste caso, Esta vez has accedido a encontrarme Libérame ahora para no hallarme en el ocaso Sentirás mi aliento al prenderte e iluminarme (¿Qué sinsentido era ése?) No le di demasiada importancia, y achaqué el suceso a algún empleado ansioso por poner a prueba los límites de la reunión, y de cambiar su asquerosa rutina Arranqué el coche y me detuve ante la barrera, pasé la tarjeta por el lector pero no respondía, así que me introduje a hurtadillas en la cabina. Había papeles desordenados encima de la mesa y restos de comida. Retiré los desperdicios para ver el control de mandos, en ese momento guardé la respiración al comprobar la cara de la nota, El gesto era prácticamente idéntico, con alguna salvedad. Revisé cada hueco del habitáculo hasta dar con un botón verde, lo pulsé y la barrera se alzó lentamente dejando libre el paso. Me dirigía de nuevo al coche cuando las luces del parking se apagaron, a excepción de las señales que indicaban las salidas de emergencia. Un desagradable chisporroteo provenía de a cabina, los dos monitores de las cámaras seguían encendidos y la pantalla estaba pixelada. El monitor de la izquierda se ennegreció y mostró la difusa imagen de una figura dentro del parking, me acerqué más y vi que apremiaba sus pasos hacia la cabina. Tensé mis músculos para defenderme del ataque, cuando se apagaron los dos monitores y la oscuridad se hizo absoluta El silencio era insoportable y podía escuchar mi respiración antes de manifestarse, el sudor borboteaba en mi frente. Pasaron interminables minutos hasta que me decidí a entrar en el coche y salir. Di el contacto y giré la ruleta. Las luces de posición mostraban mi cuerpo inerte en el suelo. Se acerca la Navidad, en mi caso, un periodo frágil para los sentidos y donde es difícil desligar la felicidad nostálgica de la tristeza, orlada de pérdida y adioses, de rostros y lugares que se han difuminado y confundido con el tiempo. Me gusta soñar despierto, y aún en ocasiones cuando el viento es favorable mis pensamientos viajan desnudos e inocentes ante los ventanucos del pasado. Me deleito entonces con el pino vestido y el periplo de los reyes que caminan hacia el portal escoltados por manos invisibles, protegiendo las ofrendas al niño En el sueño, el castillo de Herodes escudriña desde las alturas las vastas tierras y a los campesinos subyugados convencidos de que su poder no muere en manos de ningún salvador. Así transcurren los días de fiesta en mi casa, con la nieve perpetua simulada con un spray y la cenefa que sustenta el colorido del cuadro, mientras los romanos caen una y otra vez de un falso promontorio, dispuesto a la derecha del belén. A veces pienso que estas sempiternas figuritas de plástico representan algo más que un accesorio devorado por su uso, que denodan sus esfuerzos en pos de transmitirnos las sencillas imágenes que creíamos muertas, sirviéndonos de vasos comunicantes entre el presente y el tiempo perdido. Trémulo se halla el forastero, que penetra en nuestra casa con miedo a desnudarse y respirar su ignominioso secreto. He aquí el motivo de escribir y describir, sustentado en los versos primigenios, anfitriones de la renovación de mi pluma, tan vanidosa e inexperta en su ingenio Esta noche me encomiendo al vasto follaje, despojado de concesiones y halagos insinceros, es momento de enfrentarse a los poetas, ricos y maltrechos Siento las primeras relaciones, nacidas de embeleso, portadoras de las llamas protectoras de palabras sin respeto. En privado he descubierto el calor de unos abrazos, el ininterrumpido aliento, el infatigable viento que rachea en el desierto. Vuelve a clarear… Y En el margen orillado, allá donde escribo, deambula mi verdad, tan triste y olvidada que no quiere ni llorar, pues ni el hecho de estar triste es consuelo Pero hoy el cielo está despierto, y permite vislumbrar las versiones doradas que proyecta tu pelo al ondear, siendo ésa la única verdad sin remedio. Desenfundo la estrofa, y aguardo ensangrentado, a cuantos desean ojos ciegos y corazones insensibles, y es que también para ellos fueron los versos y para ellos los escribo Os doy las gracias, por haber erigido este lugar de ladrillos bien dispuestos y cimientos de bondad, hondo resumen de pasos fugaces sin criterio y certezas sin misterio. Ahora enmudecido, corro ante el cobrizo amanecer huyendo cual fugitivo a fin de preservar el ánimo de ayer. Una historia bien documentada habla de un ser que vivía en la calle T., cerca de la esquina del abrevadero. Nadie daba fe de su rostro, mas una luz mortecina que se encendía dos veces al día, y las visitas intempestivas de la señora Roy deshacían la ficción.Congregados en la plaza, los ancianos elucubraban acerca de su imagen, como si fuera de verdad lo que sus lenguas viperinas inventaban. El 2 de diciembre, y bajo una intensa nevada, la señora Roy acudió como cada mañana a la casa, enferma y acechante, y sacó los retazos de un papel garabateado soltándolos al viento, con la ventura o la suerte de entrar silbando en mi habitación, mezclándose la revelación con los copos gruesos y esponjosos. Recompuse con celo cada parte del escrito, con las carencias del original, descifrando e interpretando lo más acertadamente posible ciertos renglones: En ese momento estaba yo fumando en el alto de K. embelesado por el regocijo de una visión prohibida, alentando a que la vieja diera el paso. Ella sin embargo recelosa, repasaba cada palmo del casco mayor sin margen al descubrimiento fortuito en mitad de la tempestad. Finalmente sacó el manojo de llaves de su bolso y abrió la puerta del destartalado edificio para perderse en la negrura del vestíbulo. Las tejas patinaban aleatoriamente, y las grietas de la fachada acompasaban la mala salud de los cimientos. Creíamos todos que más tarde que pronto se derrumbaría el mamotreto, muriendo el misterio consigo, y provocando la vana estampida de víboras removiendo las piedras y contemplando el cuerpo aplastado de aquello con vida. Esta sería la última oportunidad antes de evaporarme y desaparecer de aquel inhóspito lugar, del que nada bueno perduraba ya. A las dos ,una enorme figura se agachaba para no llamar la atención mientras la vieja posaba las manos sobre un manto gris de paño ocultando la cabeza y el tronco. No puedo describir el terror que sentí cuando un rabo asomó por debajo del escudo improvisado. Los ahogados resoplidos confirmaron la silueta demoníaca que se desplazaba con torpeza, manteniendo el equilibrio con ayuda de su protectora. He pegado la nota de forma anónima en el tablón del ayuntamiento, esperando la reacción de los vecinos. El experimento puede salirme muy caro, los perros ladran con furia hoy, salivando rabiosos a mi paso. Rosa la panadera no me ha dirigido la palabra, incluso Javier me ha mirado con hostilidad Los nervios se han esfumado al llegar a casa, creo ser víctima de la sugestión, nada malo rodea mis pesquisas, nadie recuerda haberme visto colocar el cartel. Voy al baño y me miro de frente, tampoco mi piel ha mutado, noto un cosquilleo en la parte posterior de mis rodillas, y respiro aliviado. Mi rabito sigue meciéndose con dulzura. El otro día escuché que escribir no es trabajar, una ofensa no solo dirigida a mí, sino a todo aquel profesional o enamorado que dedica su vida a ello. De repente me sentí cansado, justo a pocas semanas de comenzar un nuevo viaje ligado estrechamente a este OFICIO. Mi opinión, aunque merezca ser tildada de insolente, me confirma que cada persona explota sus aptitudes y desarrolla los recursos que posee, sean manidos o escasos, Sin embargo la experiencia se traduce en que nos dejamos olvidado el barro, con la intención de construir de adobe el futuro, creyéndonos ideólogos de la construcción por poner paja sobre paja, prescindiendo de la masa que la une En cualquier caso, la frase caló con posos, y me cuestioné: ¿Será que levantar yunkes es el único trabajo que concebimos digno y productivo, o que las ideas nacieron solas y fluctúan entre la niebla ascendiendo como el globo que perdió aquel niño? Las piezas encajan en este puzzle trasnochado y resulta tristemente cierto, aun a día de hoy, y en lugares no tan recónditos, hablar de asuntos de hombres y de “cosas” de mujeres al margen de un todo. Heroicidades viriles frente a labores femeninas y abnegadas contradicciones que se camuflan en una atmósfera insostenible. No hablaré una vez más de sexismo, sino más bien de las exiguas lindes que dispone nuestra mente anquilosada en el buen hacer y en la rectitud de una persona honorable Se me ocurren muchos ejemplos bien cercanos de frases entrecomilladas “trabajar para ganarse el pan”, “eso son mariconadas…”,“ muchos pájaros en la cabeza…”que han conseguido bloquear nuestra creatividad, abocándonos a caminos sin salida. Pero no se trata de enumerar el profuso legado de garrote vil que hemos mamado, sino de rebelarse contra las osadas sentencias de quienes nos ningunean y pretenden convertirnos en víctimas del tiempo que nos ha tocado vivir. Queremos un futuro menos precario, lejos de pucherazos, con menos fútbol, con más verdades, con justicia y menos alardes. Partiendo de estas premisas, habría que ir pensando más en el deber que en los anhelos utópicos de “un mundo feliz”, donde todos nos miremos un poco menos el ombligo y prestemos un ápice de nuestra atención ahí fuera. ¿O sería ésa la verdadera utopía? Eché una ojeada y la vi rodar sin control, arrastrando las primeras hojas de noviembre. El otoño había llegado tarde y no era costumbre, por ello los castañeros se asaban bajo sus tejadillos metálicos contemplando impertérritos a los paseantes. Para el resto era invisible, sin embargo a mi me sorprendió en el momento más astuto y atento de aquellos días, y podía apreciar el titilante sonido metálico y los pliegues cegadores que describía al circular. Una gigantesca moneda de una sola cara atravesaba calles y pasos de cebra, cediendo el equilibrio al viento, exhibiendo la corona pero no el importe de su valor. Creí que ése, sin duda, sería el motivo de su paso inadvertido. Al llegar al cruce de m. con j. aminoró la carrera hasta detenerse apostada sobre los contenedores de una callejuela donde los restaurantes despachaban la basura. Llegué con la lengua fuera, presto a volcarme en la entrevista, cuando la inquietud centelleó delante y detrás de la imaginación más romántica y perfecta. Era demasiado tarde para echarme atrás, y ni siquiera la enorme visión de su diámetro consiguió disuadirme. La calle sombría envolvía su silueta dorada y los ecos del día morían a mi espalda, solos nos quedamos ella y yo. Le pregunté quién era exactamente y de donde venía, puesto que nunca antes había visto una moneda de única cara. Me respondió que esa era la manera de distraer a las masas y vivir tranquila rodando y conquistando en sus viajes el aire embriagador preñado de inesperados encuentros. También quise interesarme por su familia, si es que había recorrido medio mundo por visitarlos, y ella me contestó que el hecho de que buscara lo inesperado desmontaba la pregunta acerca de sus parientes. Me lamenté por mi torpeza y de repente me sentí profundamente triste y frustrado, entonces la moneda interrumpió mis lamentos, para orientarme hacia el origen. Señaló el cielo, y en ese instante decenas de diminutos cuerpos dorados brillaron levemente sobre la tierra, planeando como hojas arrancados de un cuento. No era difícil de suponer que nadie más que yo presenciaba el espectáculo, y por ello mi última pregunta fue dirigida en este sentido. -La respuesta es tuya, en esta acera y en el paso de cebra, en las ventanas de curiosos que ahora te graban hablando solo. Sin embargo, yo he salido de tu bolsillo, y te has preocupado por mi tamaño, más que por la pequeñez de las personas a mi lado. Has conocido mis colmillos, y aunque el oro nos camufle, cada uno de nosotros está destinado a elaborar su atención para evitar que mueran como otros lobos. Disfruta ahora de esta lluvia que parece eterna, mañana el cielo estará nublado. Amigos virtuales, amigos que no se esconden pese a ocultar su rostro, Se han contado la vida en palabras descuidadas, calculando a ojo el alcance del disparo, cercano a la cabeza. Ya es tarde, y la noche no divaga a la hora de ennegrecerse por completo, despertando ilusiones desprovistas de significado en otro lugar -Por los pelos… El viento ha pasado como una exhalación, llevándose consigo el soplido de otra confesión -Y tú ¿qué? -Yo… pues… Nací y crecí donde la hoja caía puntual, ubicado en la frente que tanto se retuerce , pero que pocas palabras derrocha -¿Eso es todo? Puedes mucho más! -Sinceramente no, pero prefiero saber más de ti, qué te hizo conocerme sin yo saberlo -Otro tanto a mi favor, por cierto, sigo ganando, faro distraído… de todas formas te creo, pero no estoy segura de la verdad que quiero -¿Tienes algún problema con mi silencio? -Más bien al contrario, dudo de que el silencio se adhiera a tus labios en apariencia tranquilos -Al final has resultado ser tú la suspicaz… -Bueno, quizá tengas razón, pero imagina ahora que lo vivido es un flexo bajo el cual nos escuchamos, y apartados de él, nuestro encuentro se disipa. -Yo lo llamaría fantasear, lo que existe son las letras que nacen del teclado e Internet dispone en tu chat -Demasiado relamido, ¿no crees? -Basta ya! No es sino una conversación extraña que nos quiere enredar -Tú lo has dicho, nos quiere… -Ahora la que noto extraña es a ti Internet perdió la conexión, y las luces de la casa se apagaron en ese momento. Fran se llevó la cuchara a la boca regocijándose de su encuentro con la creatividad. Acabó de cenar y revisó el cuadro eléctrico, comprobando que todos los pilotos habían saltado. Los subió, y la casa recuperó la calidez , ignorate de que toda acción tiene sus consecuencias. Las escaleras le condujeron a su cuarto, al abrir la puerta una mujer apuntaba cada uno de los versos imaginados, robando la historia y escapando fugazmente por la ventana. Fran no pudo hacer nada y lloraba sin remedio, hablando con su voz, arrepentido de soñar despierto. En la parada de la Escucha todo el mundo reza, dejándose engullir por el espíritu invisible. Acuden por este espacio las sombras de otras gentes que de tanto esperar sepultaron sus huesos sobre la acera, implorando un trago y un pan. La clemencia de pocos es reservada para las manos más rápidas que arrancan de su benefactor las migajas con apariencia exuberante cuando los clavos restantes son miradas destartaladas. Y así transcurren los días y las noches de aquellos ojos quebradizos y olvidados fluctuando en la misma estación, pendientes del tren rebosante de raíles de hierro y esperanza Entretanto la luna sonríe porque se sabe observada, núcleo incandescente de hormigas desperdigadas. Ella no tiene frío ni miedo, y por eso se cobija a la intemperie ofreciéndose confidente de la oscuridad y los relatos versados de miseria y necesidad, de astucia peligrosa en favor de la supervivencia. Pocas películas transmiten tanto como Forrest Gump. La vida de un hombre apartado de la aceptable sociedad, un extranjero que lejos de interpretar los problemas, actúa desafiante, flotando entre vacuas y desagradecidas recompensas Será Dios algo parecido a Forrest, un corazón abierto, que sangra bondad y tiñe la tierra del mismo sentimiento, mientras nosotros nos encargamos de conferirle un estado negruzco para evitar que refulja demasiado. La película recrea la abnegación de un ser que en ningún momento se presenta castigado a vivir, que conserva la fuerza de la inocencia sin el peso de lo bueno y lo malo. Vivimos en tercera persona el cruce o atropello de pintorescos personajes desembocando en un cocido de situaciones tristes y desternillantes, siempre bajo la hechizada ojeada del espectador. Escenas que rebobino y me siguen estremeciendo, aunque si pudiera grabar, a golpe de cincel, un sempiterno resumen antes de que ardiera entre mis recuerdos, hablaría del amor incondicional de Forrest hacia una mujer que ha elegido sufrir en los brazos de otros hombres, y la amistad con Buba, su fiel compañero en cuya memoria más tarde compraría un barco de gambas. Admiro profundamente el polifacético papel de Tom Hanks, actor relegado por los propios clichés a un estatus envidiable, donde su piel se deshace en forma de niños con cuerpo de hombre, soldados, olvidados, cómicos, tipos corrientes… Quizá por este motivo, mi crítica sea excesivamente sesgada ante el debate de los puristas, cuando quisieron rápidamente poner linde al cine comercial de calidad Como punto final, y por encima de cualquier rostro visible, destacaría perceptiblemente su etéreo OPTIMISMO y la encomiable carencia de hechos que lo vanaglorian produciendo humo, un espacio para la verdad del amor prevaleciente delante y detrás de la pantalla. Se habla, esta vez, del intrínseco casamiento del cine y la literatura, yo sin embargo, matizaría esta relación, separando ambas disciplinas en su virtud y máxima expresión ya que ambas contienen la suficiente sensibilidad para tocarnos el alma y rápidamente desaparecer para volverlas a encontrar. Gracias, por ser el motivo de mis versos, y sobre todo por respetarme y entender al fuego y al hielo Tienes un corazón terriblemente bondadoso, pero a veces siento miedo de no bombear la misma sangre sagrada que hace bultitos en tu sien, y me enreda agasajándome con el oro de la amistad Ambos caminos lejanos, que sin embargo deambulan en paralelo a miles de kilómetros tratando de encontrarse y tocarse, lanzándose puentes arqueados que estampan su sombra en el cielo. No es mucho, pero la correspondencia la construyo de barro, moldeando estos pretenciosos y ordinarios renglones que aspiran a ser el sostén de tu vida, la gota de felicidad que culmina de verdor y nenúfares morados la alberca donde chapoteas jubilosa. Desde tu pelo hasta mi pelo Existe una distancia peligrosa Recortada alegremente hacia la espesura, Tan gruesa como insondable, madre de emociones Oblicuas y llanas, despiertas y escondidas Que se retuercen y abrazan tu piel, a fin de conocerse Expandiendo sus tejidos, encubriendo nubes sin sentido Soy tú y soy yo, cada uno de los dos Y dentro del muro que circunda nuestros claros Como dementes y extraños nos amamos Discurriendo entre fenómenos cotidianos, Impregnados de savia y de corteza seca. Hechos al fin de un pedazo de tierra y otro de aire Un suspiro tenaz que arremete y se despide Cuando todavía arden en la orilla Las ascuas malditas que dejó el viaje. Escucho jadeos acompasados y súplicas agonizantes que difuminadas en la noche anhelan la conquista del presente.Los 50 dialogan en un tono vehemente sobre lo que es y lo que quiere ser una películaSerá que después de tanto tiempo, el cine de cine ficción todavía no haya saldado su deuda con Blade Runner y Regreso al futuro, y que las rentas producidas no merezcanmás de dos renglones, En la actualidad se producen decenas de películas del género al año que se hacen un hueco entre las más taquilleras. Encontramos un denominador común, un grupo de barbilampiños que corren de aquí para allá dándose de furtas para sobrevivir y ganarse el beneplácito de un pseudoscesar aburrido, desde cuyo trono elegirá a qué clan pertenece cada mequetrefe.. Vivimos en la era de los remakes y las segundas partes, se conoce que el efecto crisis es un buen parapeto para decir “si no comemos no creamos” pero el bolsillo llenamos...Falta algo más que inspiración, y desde luego , antes de empezar, no perderíamos nada planteándonos una bifurcación lejos de críos con flequillo repeinado ylaterales rapados que besan a muñecas de porcelana Ayer desempolvé 20.000 leguas de viaje submarino, película basada en la novela de Julio Verne, y que pronto fue tildada de superproducción. Se mezclan escenarios de plató con imágenes de la Nacional Geographic, empero la brisa y el sol, la amalgama de seres marinos, incluso la psicodélica indumentario de la tripulación te conducen irremisiblemente a la exuberancia de los sentidos, un laberinto para la sugestión. Los delirios megalómanos del capitán Nemo exiliado de la tierra, la picaresca de Kirk Douglas o la fascinación del ávido profesor complementan una visión oscura del avance del planeta, que sufraga el alto costo del progreso con el sudor invisible de los chivos expiatorios Entre tanto, los jóvenes seguimos engordando para morir un poquito más despreocupados del consumo irresponsable de CGI´S, en detrimento de los sueños y el frenesí, de la libre conducta humana Con todo, sigo pensando que cuando vas al cine o descargas una película, tienes que ser consciente de lo que tienes delante, y ése, probablemente sea mi mayor error y tropiezo con el cine actual.Pues yo digo, luchemos contra la sempiterna impotencia,erigida sobre cables e ilusiones ópticas que a hurtadillas y paulatinamente adoptan las características del hombre! Sería insensato proponer que no somos inmensamente felices con nuestras palomitas de mantequilla, pero cuidado! no resulte que nuestros hallazgos nos estén inoculando sus pantallas lcd y sean éstos los que nos recreen de un plumazo. Una capucha negra cruzaba todos los días a la misma hora el recorrido entre la calle Troca y la avenida principal. Sus movimientos eran rápidos, acuciado por un apremio desconocido. En el café nadie reparaba en él, las conversaciones cotidianas se retorcían en una espiral insoportable mientras unos escupían sus penosas hazañas y otros escuchaban sonrientes. El trabajo, asfixiante en esa época del año previa al verano, ya no me importaba demasiado, me hallaba en un estado de ensimismamiento con ruedas que zigzagueaba entre la universidad y los fines de semana. Los desayunos se servían de 8 a 10, y dentro de la carta a pesar de anuncios con ofertas generosas, la mayor parte de las veces carecían de sentido, ya que el repartidor se aburrió de transigir los atrasos y mi jefe se olvidó de pagarlos, por lo que a día de hoy, las tostadas con mantequilla se consideraban el plato estrella. Sé que tiendo a divagar, pero intentaré no desviarme más del tema. Por aquellos días como ya he dicho, estaba disperso detrás y delante de la barra, y sin embargo al acecho de las andanzas de nuestro paseante misterioso. Todavía me parece increíble que un tio con esa corpulencia y ese aspecto pasara inadvertido para mis compañeros y los clientes. Yo no dije nada, pues ya había tenido algún malentendido( que más adelante explicaré)con Mónica, la encargada, y no quería armar más revuelos. He de confesar que he tenido problemas con el alcohol y eso no ha facilitado la relación ni con mis compañeros ni con cada cliente que entra por la puerta. El primer psiquiatra me detectó brotes paranoides, el segundo una importante incapacidad comunicativa con visos sociopatía, y por último un grupo de ayuda para cuyos integrantes era una especie de semidios. Mucho apellido para indagar en mi cerebro, sacarme 100 euros por consulta y decirme que efectivamente estoy como una cabra. En cualquier caso, ningún médico me impidió participar de todas las cosas extrañas que sucedieron detrás de las cristaleras que miraban a la calle como tampoco vaticinaron la verdad. El día que reaccioné, salí a la calle con el pretexto de tirar la basura, lo que provocó el desasosiego de Mónica, que clavaba obstinadamente sus pupilas en mi culo.( No sé por qué nunca se atrevió a decirme que le gustaba, que quería arrancarme la piel a fin de conseguir todas las sensaciones perdidas hace tiempo y nunca reencontradas. En vez de eso, prefería hostigarme, convirtiéndome en el responsable de su decadencia.) La calle expedía los primeros humos de las calefacciones y el aire viciado de los portales se volvía paulatinamente puro al cruzar la acera, guiándome lejos de la ciudad, más allá del campo embriagador. Cuando regresé, alargué al camino en la dirección en que veía llegar sus pasos, eran las 08 y 10 pero nadie, excepto dos chavales, apareció. La lluvia 1- Llegué a V. a media tarde, sobre las 6, antes de la tormenta, y llamé a Sandra para que viniese a recogerme a la estación. Por M no pasaba el tren, así que tenía que apearme en V. que distaba unos 5 Km. de mi destino El andén se encontraba desierto, a excepción del maquinista que hablaba por su teléfono móvil. Iba a meterme a la cafetería, estaba hambriento, pero la conversación del maquinista subió de tono y llamó mi atención. -Te dije que no te movieras de casa, zorra inmunda, no me interesa lo más mínimo, y deja de escribir majaderías, no necesito que hablen más de mi. El hombre colgó el teléfono. Cuando levantó la vista del suelo nuestras pupilas se cruzaron, e inmediatamente cogí mi bolsa en ademán de retirada. De reojo observaba su mirada torva clavada en mis pasos, fue un alivio oír el chasquido de la puerta de cristal cerrarse a mi espalda. La camarera, espantaba las moscas de las vitrinas que exhibían mugrientos platos con tortillas de todas las clases, todas ellas conservando un repugnante tono anaranjado. Me dio un repaso incontenible y seguidamente me preguntó si había venido a mirar o a consumir. Su displicencia me resulto acogedora, acostumbrado al carácter rudo de aquellas tierras, sin embargo y tras una profunda batalla, terminabas por ganarte su espantosa confianza, resquebrajada en algún momento desconocido. Pedí café y me senté a esperar a Sandra mientras hojeaba el periódico no menos mugriento y repleto de grasa. El café, pese a hervir, no era malo, esperé a que entibiase agitando la cucharilla con intención de acelerar el proceso. La puerta se abrió y el maquinista desde el umbral de la puerta lanzó una socarrona sonrisa a la camarera y desapareció. 2 En lugar de llorar, pinto, el mejor remedio para este paisaje, precipitado al abandono, un homenaje que no encierra más respuestas. Ayer y hoy luce el sol, pero las nubes permanecen sigilosas, fingiendo su posición estática cuando las miras. Te saben concentrado en ellas, y detienen el paso majestuosas sirviendo a su estudio, difuminándose y borboteando con el atropello de demasiadas atenciones. Qué refrescante es la mañana, abierta al claro bicolor, despertando los planes y las dudas de quienes madrugan. Entro y salgo de casa para comprar el pan y los bizcochos, y antes de regresar paso por casa de la Paca, una hacendosa mujer que rozará los ochenta años, se preocupa de mantener el enorme caserón ruinoso, y de ser, al mismo tiempo, la heroína sin nombre que alarga la vida del Jose, custodiado por la firme enfermedad que deshace la memoria. Saludo a José y él me responde con una risita infantil, acrecentando la miserable conmiseración, nacida de la desgracia, cuando únicamente queda eso, pena, y la respuesta es pena ante la pena. Después de escribir, ahogada, Marta salió a la calle a fumar, abrió la cajetilla y cogió un cigarro con la boca, lo encendió, dedicándose a observar cómo se consumía la papelina prensada, una existencia crepitante, real, y probablemente menos nociva que su vida Mientras, los mirlos cruzaban el cielo en densas bandadas que parecían no tener fin, Cayó la lluvia en M. y el humo se apagó, la noche se acercaba y pelo de Marta se confundía con la oscuridad. 3 - -Juro que no aguanto más ¡ - -Paca, hija mía tranquilízate, qué te sucede? - -Lo he dejado sentado con la llave por fuera, y el muy condenado ha llamado al Tato, que no se lo ocurre otra cosa que buscar el manojo de nuestra casa. - -Pero ha regresado ya a casa verdad? - -Claro Padre, después de llamar a Pedro que tenía el coche aparcado frente al bar, oxidado de no moverlo por lo que parece… lo hemos encontrado en la orilla del río echando agua por la boca. - -Cuando me acuesto cierro los párpados rápidamente, y antes de sumirme en sueños. deseo con todas mis fuerzas que ésa se la última noche, no despertar jamás - -No digas eso, Dios no te ha abandonado y tú tampoco deberías volverle la espalda, gracias a ÉL tu ánimo sigue en pie, solamente el cuerpo traiciona y la duda, instalada desde que nacemos, hace tambalear nuestra fe - -Dios no existe padre, cómo puedo dar las gracias a una mano invisiblemente impía? Cómo asimilar el abandono que no ha materializado ni su compañía? - -Paca, creo que deberías venir con José, contagiarnos de su sentir para aprender de esos caminos tan ignominiosos por los que transitas, evitar las espinas y empuñar el tallo - -Tengo miedo Padre, y no es el miedo a morirme como todos esos hipócritas que descubren cuando viejos su vocación cristiana, la muerte no me preocupa demasiado, eso me aliviaría. Hay veces que lo miro y en sus ojos vacíos no reconozco nada, más bien el mal encarnando el alma de lo que fue, y lo peor de todo es que el sufrimiento sigue gozando de su sabor sin apetito, (La Paca comenzaba a temblar, y el cura miraba sus manos, que tenían leves rasguños en las falanges) -No concibes a Dios, pero me estás hablando del alma. Paca creo que… -Déjese de creencias padre, toque mi cara. -Pero… - Toque mi cara… (Sus dientes repiquetean hasta que finalmente el cura posó su dedo índice sobre la mejilla de la Paca) -¿Se ha dado cuenta? -De qué me tengo que dar cuenta hija? -Mi piel esta seca, no hay lágrimas que humedezcan mis mejillas, están tan cuarteadas como el campo -Perdona hija, pero no entiendo lo que me quieres decir -¡No me vuelva a llamar hija, no soy su hija! ¿Le ha quedado claro? Algún día yo seré quién esté dentro de ese confesionario…, y estaré limpia, porque me habré perdonado a mí misma, el más sincero y único perdón (En ese momento la Paca se acercó despacio a la rejilla y con la cara visiblemente descompuesta aguardó hasta que el cura se dispuso a despacharla) -Padre, he matado a José. 4- A las 7 sonó el pitido del encargado y salió el tren de vuelta. Me pareció el transcurso de un día, en aquel bar de paso, no pasaba nadie, y el espectáculo se cernía sobre mi, entorno a los parroquianos. Hacía escasos meses que habían hecho una bifurcación en dos pueblos anteriores que se dirigían a la capital, quedando la estación de V. como punto final del trayecto, por lo que si tenemos en cuenta la población de M. y V. se convertía en un lujo de estación para los fantasmas. Sandra me recibió como casi siempre, lisonjas por aquí y por allá su voz meliflua derritiéndose en piropos y en preguntas sobre mi viaje, yo le respondí lacónicamente puesto que mi cabeza seguía en el maquinista y en la conversación, así como en la extraña muestra de complicidad con la camarera de la cafetería. Quién sería la mujer a la que hablaba de esa manera? No era mi intención irrumpir en los detalles, empero, el asco subió por mi estómago y lo odiaba desde entonces, el pensamiento se había tornado obsesivo, como un alfiler giratorio en mi sien El golf de Sandra daba botecitos y el agua en el asfalto se asemejaba a las ondas de la corriente el río en primavera y no a una carretera nacional. -cuál fue la última vez que viniste por aquí’- me preguntó Sandra. -(salí de mi ensimismamiento y respondí) -No lo recuerdo pero hacía mejor tiempo que ahora desde luego, el calor era asfixiante Por cierto, ¿no crees que vas un poco deprisa? - ¡Venga ya, no seas cascarrabias! (No podía soportar ese adjetivo, entre otras cosas porque era así como me dirigía a mi padre y a sus intenciones de encauzar mi vida cuando hacía justamente lo contrario) - Lo digo por la “carretera” - M. tiene un clima muy seco, hace frío, pero tiene la ventaja de que no llueve casi nunca… (Torcía el gesto mientras lo decía) - Ríete a gusto, por mi no te cortes, total, soy un cascarrabias… - Eres un caso tío (prorrumpiendo en una risotada incontenible) (Adoraba esa risa, tan pura y llana, tan cotidiana y exenta de remilgos) -Me gusta la lluvia… 5- La lluvia era fina pero abundante, formando un telón gris que ocultaba el pueblo en su planicie. UN cartel blanco y rectangular señalaba la entrada. La torre sobresalía al final de las casas, imponente desde el cerro, gobernando la construcción de ladrillo y adobe extendida a sus cimientos. Las cigüeñas emigraron al sur en busca del calor perdido Sin duda se me antojan El verano y el invierno una estación, separados por la tibieza, por los falsos amigos bajo la acicalada sombra del mediodía. Aquí en este terruño no se recuerda el pasado y viven con los brazos del futuro, flacuchos y desguarecidos. Tal es el caso de Pedro, el alguacil que aspira a su despacho en la capital de provincia con los méritos de un pueblo donde no ocurre nada extraordinario. ¿Será por este motivo que atiborra sus sentidos con los hielos derretidos? 6- La noticia elevada como el polvo, sin dejar huella, había regado el áspero cielo, susurrando cada detalle de la confesión y en segundo lugar disipándose hasta flotar invisible con las brumas. A nadie le importaba ya José ni sus pecados cometidos o por cometer. La Paca no cambió sus hábitos en absoluto, iba a la iglesia, compraba lo necesario para cenar, pues comía en el club de los jubilados, y dejaba preparada la frugal cena para dedicarse a la casa y posteriormente a los chismes. Se sentía liberada, volvía a sonreír, pero una cosa era olvidar y otra perdonar. …. Pedro recordaba a Jose con claridad, siendo hombre y no una planta Recordaba el vetusto laboratorio que servía para hervir la uva y producir cientos de litros para el año venidero. La pequeña prensa estriada de hierro y la bomba artesana filtraban de zaborras y fango el clarete y el tinto, en medio de vítores y brindis por la buena cosecha, un lugar que apestaba a vino y a una felicidad de cristal. Aquel viejo diablo pasó media vida atormentando a su mujer y a sus hijos a base de correazos y la otra media sumido en su agujero digiriendo una frustración palpitante debajo de los racimos. Al llegar al cruce, Pedro aminoró la velocidad del Patrol, sin separar sus ojos vidriosos de la enjuta figura de la Paca. Lo hacía detrás de las casas paralelas, que no levantaban más de dos plantas, entre uno de los pasillos que distinguía las propiedades. La Paca fingió no verlo, mas sufría el escozor socavando su espalda El mismo itinerario todos los días, circunvalando el perímetro del pueblo, yendo al bar de esquinas a beberse tres o cuatro vinos, y regresando a la vigilancia. En sus manos dibujada la clarividencia de su objetivo, el ocaso de las dudas que se evaporaban al desenmascarar a la asesina, extirpando la rutina de sus gestos ligados a la deplorable indiferencia de los buitres. …. Los brotes han remitido, Crisa me convence de que poco a poco iré reduciendo la medicación y los episodios no serán tan frecuentes, o eso me dice ella… no he vuelto a ver sangre a mi alrededor. 7-- M. se había conservado inalterable en mi mente, ladrillos y más ladrillos, un pueblo esencialmente marrón de casas bajas, salvo por el conato de urbanización chic sumado a un presuntuoso polideportivo en la zona este. Vestigios de una evolución perdida incapaz de progresar con sus recursos agrícolas e industriales, se sentía acomplejada de ser mayor Sandra estaba cansada, el día anterior llegó de madrugada de Barcelona prácticamente sin dormir, así que le insistí para que se echara un rato mientras daba un paseo, fusionándome con el entorno, aprendiendo el significado de esos tejados desamparados que cobijaban sucios misterios tras las cortinas de papel, sombras grotescamente reflejadas escuchando los únicos pasos que por allí retumbaban. La lluvia había cesado Subí la cuesta que cortaba la carretera principal hasta alcanzar la plaza de las cuatro esquinas, en cuyo centro pavimentado, sentados en un banco, dos viejos desarticularon su conversación al verme aparecer. Detrás, en una de las jambas del bar, se apoyaba, el dueño del local, con los brazos cruzados y un palillo en la boca. Los saludé y seguí mi trayecto en dirección a la iglesia que se encontraba en lo más alto. No fue hasta después de avanzar 20 metros cuando oí que retomaban las palabras, esta vez en clave de cuchicheo. –Qué poca prisa se han dado- grité sin darme la vuelta – interrumpiendo su regocijo. No pude evitar pensar repentinamente en las razones que me llevaron a regresar a M. ahora me culpaba por ello y por el diletante destino que removía los campos a fin de hallar la misma tierra En estas reflexiones me embarullaba, cuando me topé nuevamente, a los pies de la suntuosa torre solitaria, estampada sobre el cielo gris. Su cúpula triangular apuntaba con gallardía a las nubes, en representación de su poder Las cigüeñas habían emigrado en esa época del año, y los nidos junto a las campanas esparcían las ramitas inservibles impregnadas del pertinaz crotoreo, inmortal en los oídos de quien lo había escuchado en alguna ocasión. Rodeé la construcción, admirando los surcos embelesadores del tiempo y la guerra, cuando oí un ruido metálico detrás de la iglesia, parecido al de una tapa o un objeto circular. De repente el bamboleo se disipó violentamente y un golpe seco levantó el vuelo de un grupo de palomas que salieron disparadas en todas direcciones, inundando las calles colindantes. Me venció la curiosidad sobre el incipiente temor, y alargué mis pasos, dando zancadas silenciosas pegado a la pared, basculando hasta la siguiente esquina. Un hombre corpulento metía en la parte trasera de su coche un saco con dimensiones de mujer adulta, exhibiendo bajo la tela diversas protuberancias sospechosas, Se daba prisa, por lo que no reparó en el flanco desde el que era testigo, probablemente, de un crimen. Era un coche patrulla, pues tenía una franja anaranjada que cruzaba el lateral de la misma, y que rezaba “servicios auxiliares” en la parte de arriba una faro tintado de cristal oscuro me dio a entender que se trataba de la policía local. En M. como en otros pueblos de la zona, la policía local se encargaba de hacer las diligencias, pasando los asuntos de mayor gravedad a la guardia civil. El agente, sin embargo iba vestido de paisano y ahora sí redoblaba la vigilancia, percatándose de no ser objeto de fisgones. La tarde caía con desdén en compañía de ladridos lejanos, acomodé mi posición, a expensas de presenciar el siguiente movimiento. Cuando se aseguró de no ser visto subió al vehículo, encendió un cigarrillo y salió quitando el freno de mano, con el motor apagado, sirviéndose de la cuesta abajo Ninguna luz se encendió aquella tarde en las ventanas curiosas de M. 8- Se rumorea que fue un accidente, otros hablan sin tapujos y gratuitamente de asesinato… la verdad que no lo sé, lo único claro es que el daño más grande se ejecuta en el espacio más reducido, donde no hay hueco para tanta rencilla y menos para los impulsos reprimidos. Conviven puerta con puerta, más les separan muros infranqueables que si no muy grandes, destaca en última instancia el alambre de espino sobre la cúspide. La Paca está libre y feliz, el juicio no se ha celebrado todavía, pero casi todos los días cámaras y abogados deambulan por M. buscando trabajo, como si de las piedras pudieran arrojar a Jose a la vida. Era casi de noche y oí jaleo fuera, me asomé a la ventana y vi a la Paca discutir airadamente con Pedro, él la mandó callar en repetidas ocasiones y finalmente le dio un bofetón. Ella quedó estupefacta, inmóvil, sin atreverse a levantar la maltrecha mejilla a su agresor, luego se la llevó del brazo a la vuelta del parque, apartándola del paso de los escasos coches que circulaban, No me permitían salir de casa pasadas las ocho, el corazón me latía arañando los pulmones, rabioso y engrilletado. Abrí la puerta de la habitación, Crisa se había dormido con un programa basura, demasiada decencia… Me aproximé a la puerta y con sumo cuidado le di dos vueltas a la llave, Crisa seguía inconsciente con los párpados trémulos, visiblemente turbada por alguna pesadilla. Durante unos segundos titubeé en el umbral de la puerta, el rellano estaba oscuro y frío. Bajé las escaleras y miré a través del cristal traslúcido del portal Afuera se apreciaban sombras en movimiento, poco después desaparecieron y un sonido de motor, acompañó el chirrido apagado de ruedas a la carrera Absorta con las primeras farolas encendidas de la calle, escapé. Desde mi casa veía la torre enrojecida, igual que si se estuviera librando una inabarcable batalla por conquistarla, y en las nieblas de mi espesa imaginación, flotando sobre éstas, un suceso horrible, visos de gritos y reclamos de la muerte. Evité la cuesta de las cuatros esquinas, guiándome por las huellas de barro que había dejado el coche de Pedro. Sorteé el casco antiguo y la fortaleza que circundaba las últimas casas y las protegía del viento premonitorio del invierno. A lo lejos, el silencio se había interpuesto entre mi perseguidor y yo, apremié el paso hasta alcanzar los aledaños del campanario aún cuando la espadaña pretendía ofrecer su arco sombreado sin luz. Las voces provenían de la parte trasera de la iglesia, si uno mantiene la cuesta principal como referencia para visitarla. La diagonal trazada entre mi posición y la suya me permitió ver como Pedro golpeaba a la cabeza de la Paca con un tapacubos que no pertenecía al coche. La Paca tenía una mordaza en la boca y no podía haber emitido ningún gemido, ahora el cuerpo yacía boca abajo, con una brecha sangrante en la cabeza, mientras pedro preparaba algo en el interior del maletero. No puedo describir la humillación que sentí, agazapada de rabia y vergüenza, de no tener el valor necesario para acudir en auxilio de la Paca, tan irremediablemente frágil. En ese momento la cabeza empezó a martillearme y mis piernas perdieron el equilibrio cayendo de rodillas sobre el suelo. Antes de perder el conocimiento, pude reconocer a un hombre alto y joven presenciar la misma escena, en tanto su figura se difuminaba y se hacía más nítida hasta desaparecer 9- He tenido un sueño extraño doctor, demasiadas imágenes por ordenar, no entiendo bien su significado. - Inténtalo, lo que recuerdes, puede ser interesante, - Bueno, había una chica que parece estar atrapada en una casa como esta, quiero decir interna… Quiere olvidar y poco a poco está mejorando, lo cual asemejo claramente a mi estado actual. Asimismo tiene el papel de narradora, o por lo menos se entiende que es la persona que más tiempo lleva viviendo en el pueblo, - ¿De qué ha de mejorar, Pedro? - Oye voces o ve cosas, no lo sé con certeza, pero ha distorsionado la realidad. Se ha producido un crimen que yo no tolero, y me vengo, ella es mi delatora al contemplar mi asesinato - ¿Eres tú un asesino Pedro? - Yo no soy ningún asesino!, solo le cuento el sueño que he tenido - Tranquilo Pedro, me refería a eso precisamente, un asesino en tu sueño… - Ah, supongo que sí, no entiendo por qué he de ser el verdugo en mis sueños - Verdaderamente los sueños escapan en muchas ocasiones a nuestra comprensión, pero siempre nos dejan señales que hemos de seguir para interpretarlos correctamente, y no en una única dirección. - Entiendo. - Me has dicho que también había un pueblo… - Sí - ¿Cómo se llama ese pueblo, lo recuerdas? - No lo sé, siempre lo mencionan por su inicial , M. creo - ¿M. dices? - Sí, eso creo - Discúlpame Pedro tengo que atender una visita que llega ahora, ¿te importa que sigamos en 5 minutos? - Vale, le esperaré aquí El policía se quitó la bata al salir de la celda de aislamiento y llamó a Pérez que lo esperaba tomando café - ¿cómo ha ido? -Sigue pensando que él la ha matado, no tendremos ningún problema en el juicio, demuestra sensatez en las declaraciones y una coherencia relativa en los hechos, habla del mismo sueño todas las noches, sin embargo cree no haber estado nunca aquí. Piensa, o sabe mejor dicho, que todo forma parte del bucle interminable que lo acosa cada noche, y para colmo cree que soy yo, y yo su médico. Resultará bastante evidente el estado de sus facultades mentales cuando pase por el banquillo, y por extensión la goma borradora de aquella tarde. - Eso es fantástico - dijo Pérez- la vieja al arroyo y el loco al hoyo (prorrumpiendo en una risa histriónica, en un arrebato escandaloso) -¡Silencio, inútil!, no vayas a mandar todo a la mierda, hablaré con Sandra, y cerraremos el caso. La pobre ya ha tenido que aguantar bastante… (Mientras dijo esto la sonrisa se dibujó en su cara) La placa que llevaba escondida en el bolsillo de la camisa, reverberó en el pasillo al caer al suelo. Era la misma placa que RENFE, disponía entre todos sus empleados Pérez la recogió rápidamente mirando a un lado y a otro Pedro lo miró con nerviosismo, en ese instante la enfermera de planta los vio y fue a llamar al guardia de seguridad. – ¡eh vosotros, no podéis estar aquí!- A las diez de la noche Pedro y Pérez salieron del hospital bajo la confusa mirada de nuestro protagonista detrás de los barrotes de acero. Había empezado a llover en M Era bellísima, tanto, que habían quedado ciegos de mirarla y contemplaban únicamente su sombra, fina y ovalada. Las ondas, que por aquel tiempo refulgían como destellos en la noche, bailaban la pequeña goleta atracada a cien metros de la orilla, mientras una mano invisible sobresalía del ribete verde que decoraba la embarcación. Un día, cuando el sol alcanzó su cenit, Marcos dudó del avistamiento de vida, cuando una botella sujeta por el imán embriagador del vino, se presentó entre el alto discurrir de la niebla y la claridad del océano El ser que no tenía rostro pero sí voz ,canturreaba: Oh no, huye de mí interminable y mísera circunferencia anaranjada… Marcos se mareó y tuvo alucinaciones, y la duda se tornó certeza para de nuevo disiparse adoptando la forma onírica del oasis. Se tumbó e intentó relajarse contando los no pocos veleros que flotaban por la bahía de San Pedro ese mediodía. El cielo centelleaba clavando su cuerpo añil, en un intento infructuoso por desvelar los ignotos secretos del campo y sus huellas, de las pisadas de las almas que recorren aún los caminos paralelos de la materia. Puentes lejanos e ignotos ,en cuyos pies el agua discurre formando ondashasta chocar contra el cemento, Las torres sustentan la nostalgia allí donde aún se reside el otro líquido, puro y cristalinoParaíso estático recorrido por el espacio, vertido de circunstanciasque destilan un denso vapor descompuesto, lejos de las alturasTocando las nubes se erige el gigante atronador con rayos descuartizadosen cada mano. Con fuerza son lanzados hacia el sucio baluarte del futuro escoltando la frontera entre la inocencia y el destino. La sonrisa del torrente, sumida en el desprecio, absorbe con voracidad los sueños sin retorno que murieron de pequeño Cómo llamar tu atención? Se me ha antojado asfixiante y sin retorno, En el camastro yace cansada la pluma, humilde y engreída, que no logró amagar tu escucha, relegada de una batalla reservada, supongo, a caballeros más duchos y menos sinceros Me siento solo sin tus ojos, aterrado con cada carta que regresa. Intento disimular la vena henchida de hambre, crecida de no hallarte, como pataleando por salir del portador envenenado de ausencia Sigo sonriendo cada noche pese a no tener espejo ni espectadores, con la obligación de no olvidárseme el gesto, no vaya a ser que el veleidoso destino postre tu cuerpo ante estas rejas, y desee entonces dedicarte satisfacción y gozo. La esperanza… poco conocemos de su rostro, destellos de ilusión desfigurada, de imaginarte flotando con gracia delante de la celda, siendo reina y gobernadora de este tabuco, adornado con la sangre seca que tanto suspiró en balde o en camino de tu olor. Hoy quizá, mi último renglón, ha quedado desteñido merced a la lluvia invisible anegando estas manos bailonas, confiriéndoles la ventura o la desgracia de susurrar canciones que recuerdan al amor. Alumbramiento… En la vega perdida, como nunca nos miran Los ojos bien abiertos del vigía Lloro… Sincero y convencido De miedo y de estupor ante el mundo inadvertido Inocencia… De rodillas costrosas que reflejan su energía Enmarcando las heridas de una vida bien vivida Altivez Maldita y sin cura, pretende los secretos De una edad que no es la suya Sueños… Que arrullados por el viento vencen la desgana Pintando corazones con el color de la mañana Vaivén de hojas cimbreadas… Que rosadas son sus raíces y verdes las montañas Enarbolando soles , venciendo a las canas Vejez y pensamiento… Conquistan un lugar para el invierno Que descansa taciturno entre los llantos del silencio Muerte… Que escudriña nuestro cuerpo vencido y harapiento Dibujando una sonrisa que rescate los comienzos Soledad… Allí complacida se sienta a esperar Cansada de sus rejas ha decidido volar Como cualquier otro día, él la mira con gracilidad, desde el infinito calor. Ella tiene un secreto inefable, destructivo. La inmadurez transita dando tumbos cuando descubre el embarazo prematuro, la llegada temprana o tardía según quién, de lo que hubiera sido la eclosión de la felicidad. Las manos trémulas interrumpen la sonrisa abierta y cerrada de su novio, se hace el silencio en una órbita lejana a la visita dominical del bar de esquinas. Mantiene el dedo índice posado sobre los labios de éste, con la firmeza embelesadora de la mujer Pedro intenta reanudar el lance silencioso de sus comisuras arqueadas, pero Sandra aprieta con más fuerza evitando que las palabras salpiquen la hora. Tan afectado se encuentra que huye del bar aferrado a su maletín, mientras la corbata flota meciendo la soledad de Sandra, en la única dirección que conocerá su vida, desmoronada entre las luces mortecinas que expanden su luz a los charcos quietos. Sale a la calle, y arrodillada achica la catarata de cristal que cubre empecinadamente sus ojos confundiendo la brisa con el sueño, esa proyección barata que repite oníricamente sus pases El peatón contento Antes era de otra forma, y la parte consciente lo dejaba en evidencia, desmoronando con estrépito los proyectos, a merced de las risas del público cruel Iba a conseguirlo, aunque dudó inopinadamente en la recta final, tenía fe. La prueba fue a las 8 de la mañana, y después salió a desayunar como ningún otro día. Dos tostadas con mermelada, y un café volcánico. Miró al camarero señalando dos caracolas enredadas, camufladas debajo de un croissant, tras una vitrina con vaho. Infinito desayuno, que quiso ser el prefacio del éxito esperado, sin embargo y a pesar de su seguridad, el estómago atiborrado despachaba los vacíos que cavaba el temor. A las nueve de la mañana salía de la cafetería del instituto. La tensión aprisionada entre el esternón y los pulmones esparcía el aire viciado, y los goznes de la respiración se apagaban conforme se difuminaba el paisaje. Cuando abrió los ojos, las hirsutas barbas lo miraban en la altura. El chofer lloraba de rabia, mientras el cuerpo inerte, con una sonrisa radiante y los ojos vidriosos clavados en la multitud, parecía agradecer el caluroso aplauso Viaje en moto Curva, agazapado detrás de I. inclino mi cuerpo a la derecha extendiendo la mano en un falso ademán de palpar el asfalto abrasador. Me enderezo en línea con su espalda y ligeramente encorvado fijo la mirada al frente El pirineo navarro se esconde y reaparece en la exuberancia de bosques esplendorosos detrás de la careta. Los picos más altos desnudos y solitarios absorben los últimos rayos de un cielo límpido que muere precipitadamente. Curva, el cambio de marchas despierta el tintineo apagado, esperando la recta donde el cuentakilómetros empiece a batir su contenido hasta distorsionarse Los árboles marcan los lindes de una carretera frenética unas veces y exangüe las más, difuminan su verdor tornándose en una mueca abstractamente bella. El término de mi cazadora de cuero deja al descubierto mi piel, víctima del silbido ronroneante de otro motor de 100 caballos. Curva, nos vemos superados por el flanco izquierdo, mientras el viajero clava los frenos estirando y recogiendo la pierna en señal de un hola y adios repentino, demasiado quizá, como para correspondido Fin del trayecto, apostados en la moto desde el pico de Mezkiritz , recorremos la distancia de una tarde buceando en compañía, posando nuestra mano sobre el lomo del delfín libre, sonriendo todo el tiempo, desprendiéndonos de la rutina que nos esperaría al día siguiente, pero que por un instante se esfumó. Una belleza sublime que recorría los hondos pecados cometidos Extrañaba su olor después de tanto dispendio nocturno en busca de la pielpor calles desiertas y refugios prohibidos tanta sonrisa amarga repetida en el corazón, acusándome de serme fiel Ante cualquier error, sentirme eternamente con la razón De quedarme solo mirándome de reojo, cuando mi sombra superaba la propia figura Hollaba las esponjosas entrañas de la otra persona,dilatando cada segundo de existencia en vivir para ella, con la satisfacción de escudriñar el brillo espontáneo de su comisura incorruptible exhibiendo dicha Ya no era un egoista, empuñaba la botella reobsante de ella, devorando el camino con la distancia recortada de ilusión, terrones caducos de ilusión. Lágrimas destiladas marcan el horizonte de la tarde, crédula y rojiza. Caminos sin dueño que llevan a ninguna parte, Martillazos nostálgicos sobre la sien, Que penosamente combate la caza del renombrado silencio Evocando la dulzura de la miel Los olivos aún verdean cuando la noche adusta se cierne Protegiendo su color de la oscuridad cegadora Y ésta, prendada del olor aceitoso que expiden sus huestes de madera De astillas apuntadas hacia el cielo estrellado Retrasa su llegada, víctima de una ilusión traicionera En un pazo descansa el pastor y su perro, Debatido lenguaje entre gañidos y caricias De muerte advenediza, y vencidos guerreros Cuando El viento sopla arrastrando las hojas Formando remolinos de vida alrededor de las lomas Allí yace el cuerpo del animal, descuidadamente solo Entre tanto la pala cava sin dilación su lecho, Bajo la atenta mirada de los grillos Llenándolo de tierra seca y guijarros mordisqueados Y abajo, dónde el último ladrido invisible se hace eco Brilla la estampa de su eterno cabello halado. Intentaré ser lo más claro posible aunque no es fácil. Todo comenzó con saludos y palabrería de rigor ante unos amigos que a veces creía desconocidos y otras mis hermanos. Por aquellos días los nombres de los bares no permitían encariñarse con ninguno y las calles atiborradas de humedad morían entre la exuberancia del silencio. Yo comenté: -Si un tío se lanza al vacío y se estrella contra tu coche lo cubrirá el seguro?, me refería al coche por supuesto, después de tres en años en el sector, había aprendido no muchas cosas, pero sí que el suicidio estaba excluido en todo caso de las condiciones particulares de los seguros de vida. ( cara de exorbitante perplejidad de mi amigo)- qué pregunta es esa..? Realmente su respuesta iba más allá, intuía pos supuesto que alguna conexión de mi cerebro no tenía puente con otras, y que era un perfecto sádico. Sin embargo nada más lejos de la realidad, era una duda que pensaba resolver al llegar a la oficina, o quizá no… Despedí a mi pareja, que por cierto, iba conmigo cuando llegué al bar en cuestión, donde los camareros no se molestaron en preguntar si estábamos hambrientos, sedientos, o las dos. Tampoco era mi idea de domingo, así que propuse dar un paseo bajo la fina lluvia que blandía la ciudad. Un viejo amigo de la madre de Rosa( mi pareja) la recogió y la llevó en el coche a casa, nos dimos dos tiernos y efímeros besos y nos dijimos adiós. El coche negro camuflado con la noche salió reptando y se introdujo en el contingente que formaban las rostros adustos de regreso a sus realidades, y al hastío de una vida bien vivida Adoraba esos paseos nocturnos de conversaciones surtidas de existencia y ajenas a la viscosa palabra “crisis” de moda entre los intelectuales y gerifaltes de la nueva Europa La generación perdida, eso era seguro, y dentro de esa maseta, sedimentados en la capa primaria, nos encontrábamos los seres más auténticos y despreciables, aquellos de los que nadie hablaba en facebook ni compartían sus publicaciones No cabía nuestro ego , en un reducto demasiado exiguo para tanto refrito de individualidad, y el hecho de negarnos la ascensión al pedestal de la estupidez fue nuestra suerte o nuestra desgracia… . 2 Al llegar al cruce de Baiona con Sancho el Fuerte, nos detuvimos antes de ser arrollados por una ambulancia, y siguiendo su estela alcanzamos las reverberantes luces rojas y azules en los edificios de ladrillo. Presos incurables del chismorreo, aunque yo lo disimulaba con cierta pericia, nos acercamos al lugar del incidente, en cuya acera se arremolinaban los puntuales curiosos que alzaban sus cuellos hasta el segundo piso. Ambulancia, policía y bomberos. Yo me temía lo peor, a pesar de que I. con un fingido criterio tranquilizador expuso la serie de potenciales motivos de la congregación de instituciones, siendo uno por uno leves consecuencias de edificios habitados por personas decrépitas. Sin duda, éramos unos actores de renombre, jugando a ser héroes con distintos poderes que completaban el círculo intraspasable. Dentro de ese mismo círculo cada uno creía ser consciente de su poder, netamente superior, y confiado de no desatar sospechas de su rayo láser averiado. Nos gustaba sentirnos salvadores de la inocencia y así discurría nuestra verdadera amistad, a veces tropezando por el espinoso sendero, y otras montados sobre la bala silbante del engreimiento. Reflexiones confundidas con las manos ensangrentadas de la mujer que lloraba con estrépito desde su balcón. Me acerqué a la maraña de cabezas agitadas y descubrí el cuerpo de su marido atravesando la luna delantera de un citroen. I. puso la mano sobre mi hombro disuadiéndome del efecto hipnótico de la sangre, que pendía como una catarata arrastrando cientos de cadáveres. La policía nos expulsó abruptamente, y emprendimos la marcha hacia el fin de la noche, constatando efectivamente ,que nuestros poderes “terrenales”, nos habían conducido a una grotesca premonición. Qué culpable me sentía!, incapaz de reaccionar frente a la muerte. A las doce llamó David, con una familiaridad espantosa, y no se todavía por qué descolgué, pues no tenía fuerzas para sumirme en una conversación normal, llena de cumplidos agotadores. I. mientras tanto caminaba con la cabeza erguida, escuchando atentamente el diálogo cansino, no me miraba a mí pero sí me escuchaba, y clavaba sus pasos rectos como en un marcha militar, evocando a tambores de guerra solitarios con la piel más que curtida A las doce y cinco sonó el teléfono de I., y argumentando la llamada de su padre, se escondió detrás de una columna. Estaba muy nervioso y se le cayó el teléfono en dos ocasiones. -Si bien, en otro momento -Lo dejamos para mañana entonces -Sí, ya te lo he dicho, estoy vencido me iré a la cama pronto -Te llamo por la mañana temprano - Puede ser, te avisarán -Que me avisarán de qué? -Adios David -Oye te noto raro, todo bien? (… silencio) -Si quieres ya sabes… para lo que haga falta… -Lo sé -Estás bien seguro? Me estás asustando. Ese que habla de fondo es Héctor? (…sollozos incontenibles) - Qué te pasa tio!? Dime dónde estás -Héctor está muerto..! Historias de gloria miserable De muertes prematuras, derretidas en invierno Miradas confundidas, dirigidas a tu regazo Imploran desgastada clemencia Con exultante apremio Mientras Viertes tu voluntad osada Erigido en tu abrasador silencio Anuncias sobre el agua clara Recuerdos de la solitaria vena Atiborrada de sangre Anciano vigilante De biblias y profetas Fusiles y cadenas Heridas de la guerra infinita Obstinado dilapidador de la simiente Posas tu primer beso sin tinta Ocultando la corriente Y aún sigues colgado del cielo Guardando el ocaso y la aurora Estampando el fresco azulado Creador de la luz y a sombra Bajo este terruño apagado EL AMOR POR TODOS LOS CAMINOSHe recorrido por mi suertemuchas ciudades, aldeas y lugaresy siempre hallé el amorpor todos los caminos. La luz que los cubría era distinta,distintos sus colores y sus casas,distintos su cantar y sus palabras,mas siempre hallé el amorpor todos los caminos. El amor hecho sonrisa,beso, aliento, lágrima...El amor por todos los caminos. El amor por los paseos arboladosde tanto pueblo que sale en día festivoal encuentro de la vida en la zozobra,la dicha o la pasión.El amor por todos los caminos. Paseos consagrados a la mirada inquieta,al dulce adiós,al evasivo silenciodonde los corazones luchan su porfía,donde se funden balbuceos, temores y suspiros... ¡Oh, sí, yo he visto el amorpor todos los caminos! Enrique González Matas
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