• javier castillo esteban
raskolnikov
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        El otro día escuché que escribir no es trabajar, una ofensa no solo dirigida a mí, sino a todo aquel profesional o enamorado que dedica su vida a ello. De repente me sentí cansado, justo a pocas semanas de comenzar un nuevo viaje ligado estrechamente a este OFICIO.   Mi opinión, aunque merezca ser tildada de insolente, me confirma que cada persona explota sus aptitudes y desarrolla los recursos que posee, sean manidos o escasos, Sin embargo la experiencia se traduce en que nos dejamos olvidado el barro, con la intención de construir de adobe el futuro, creyéndonos ideólogos de la construcción por poner paja sobre paja, prescindiendo de la masa que la une En cualquier caso, la frase caló con posos, y me cuestioné: ¿Será que levantar yunkes es el único trabajo que concebimos digno y productivo, o que las ideas nacieron solas y fluctúan entre la niebla ascendiendo como el globo que perdió aquel niño? Las piezas encajan en este puzzle trasnochado y resulta  tristemente cierto, aun a día de hoy, y en lugares no tan recónditos, hablar de asuntos de hombres y de “cosas” de mujeres al margen de un todo. Heroicidades viriles frente a labores femeninas y abnegadas contradicciones que se camuflan en una atmósfera insostenible.   No hablaré una vez más de sexismo, sino más bien de las exiguas lindes que dispone nuestra mente anquilosada en el buen hacer y en la rectitud de una persona honorable Se me ocurren muchos ejemplos bien cercanos de frases entrecomilladas  “trabajar para ganarse el pan”, “eso son mariconadas…”,“ muchos pájaros en la cabeza…”que han conseguido bloquear nuestra creatividad, abocándonos a caminos sin salida. Pero no se trata de enumerar el  profuso legado de garrote vil que hemos mamado, sino de rebelarse contra las osadas sentencias de quienes nos ningunean y pretenden convertirnos en víctimas del tiempo que nos ha tocado vivir.   Queremos un futuro menos precario, lejos de pucherazos, con menos fútbol, con más verdades, con justicia y menos alardes. Partiendo de estas premisas, habría que ir pensando más en el deber que en los anhelos utópicos de “un mundo feliz”, donde todos nos miremos un poco menos el ombligo y prestemos un ápice de nuestra atención ahí fuera. ¿O sería ésa la verdadera utopía?
  Allí donde el río desciende plateado, el silencio empuñó su grito por primera vez, tentando a la sutileza a penetrar en la profusión de lo prohibido, enarbolando la voz queda de corazones engrilletados. , reclamando  manos llenas de espesura y  rendidas a la materia   Ya se han sucedido la niebla y la luna desde que Gabriela y María tradujeron los guiños en cuerpos precipitados al hedonismo manoseado, a la dulce tarea de destripar el llanto entre zarzas y meandros. Trombones trasnochadores, capturando amagos y besos lacerantes, que arrancaron la visión de los demonios estridentes, hundiéndose en  la piel atezada y en esos senos embrujadores de arrebato,    Deponentes  de aquel romance , los zapateros no pudieron retener su embeleso,y ondeando las aguas frías del invierno, tornaron el liquido en un magma cobrizo de fósil destino,    Cinco años después a la visita de los caminantes por trochas y angostos senderos, se conforma la frondosidad de los castaños, que rezuman  la ternura afincada en remotas riberas, y de cuando en cuando se escucha el aspersor de su fragancia mutiladora, descabezando los capullos, que de tan frágiles al suspiro, se prestan a flotar como ascuas en la noche.
-Tú padre y yo estamos muy disgustados- Aquellas palabras surgían de lo más hondo, tocando la aldaba de emociones que prefería no despertar. La mañana siguiente amaneció en silencio. Únicamente el color blanco, que anegaba la habitación, me condujo a días atrás, con mi perro en posición inquisidora ante los pájaros que se aventuraban a picotear las avellanas desperdigadas por el suelo.  Me desperecé. Debía disculparme, pues un nuevo curso truncado en la universidad no era motivo para perder la dignidad. Afuera las ramas se hollaban bajo la altiva mirada de los grajos. ¿Me miraban a mí? Bajé las escaleras no sin antes asegurarme de que el pasamano seguía en exacta posición a la de ayer. La puerta de la cocina estaba cerrada. Dentro, el murmullo de mis padres, ambos compartiendo idéntica dinámica, palabras en apariencia difusas  que convergían en lo cotidiano. Podía escuchar las cucharillas removiendo el café. Pensé en aquel mejunje marrón, hastiado de removerse a diario en la misma dirección y custodiado por esas tazas ovaladas de grueso fondo a modo de muros carcelarios. El hecho de contemplar cómo su destino, al igual que el mío, continuaba imperturbable a pesar de los años me desesperanzaba sobremanera. Abrí la puerta.– ¡Buenos días!- No me contestaron, incluso fingieron no reparar en mi presencia.- Siento lo de ayer, no me gusta discutir con vosotros- Nada, ni siquiera la sonrisa socarrona que asomaba en las veces que me creía con la razón y claudicaba. ¡He dicho que lo siento ¡¿Por qué  se afanaban en echar por tierra cualquier conato de disculpa? Un instante después, mi padre: -  Iré en breve al mercado, a estas horas todavía no se habrá abarrotado. Mi madre asintió y siguió dando otra calada al cigarro, más profunda de lo que yo hubiera imaginado, mientras leía una revista de moda. Se levantó mi padre de la silla y me sorteó de una manera extraña, casi como si su cuerpo tuviera la capacidad de traspasar explícitamente el mío. Mi madre se pasó el dedo por la lengua y saltó a otra página. Estaba furioso, incontenible, al punto  que di un puñetazo sobre la mesa resquebrajando parte del cristal de que la cubría. – Mi madre se sobresaltó y desparramó el café. El líquido cobró entonces una apariencia de fealdad, de cuadro ignominioso pintado en una superficie imposible.- ¡Fran, algo le ha pasado a la mesa!, gritó mi madre. Mi padre regresó con un rostro de sorpresa y terror. -¿Qué ha pasado?- No lo sé, estaba leyendo cuando de repente el cristal se ha partido. – Qué extraño, llamaré a la agencia de seguros y  vendrán a cambiarlo, voy a buscar el teléfono. En ese momento  experimenté una sensación más que real acerca de mi inmaterialidad. El café se deslizaba entre el margen que ofrecía la madera blanca y el panel de cristal formando una clara línea divisoria. Me obsesionaba su movimiento que avanzaba inexorablemente entre nosotros. El timbre sonó y mi madre dejó la revista del lado anverso. -¿Quién es?-  Una voz desde fuera: -Señora estamos buscando su hijo- La conversación se celebraba sin contacto visual. – Lo siento, pero nuestro hijo hace tiempo que ya no vive aquí- No nos consta otra dirección- Nosotros tampoco tenemos constancia de su domicilio, creo que cerca de aquí, aunque tampoco sé si allí sabrán su paradero.- Allí, ¿Dónde?- Mi madre preguntó contrariada:-¿Quiénes sois?- No contestaron desde fuera. - ¡Fran!, preguntan por nuestro hijo. Mi padre no respondió. - ¿Dónde te has metido? Pasaron varios segundos hasta que mi padre salió del garaje. –He oído lo que hablabais, no quería aparecer para aportar lo mismo que tú. – Igual eran sus amigos. – No lo creo, ellos ya saben que no vive aquí. – ¿Y por qué preguntan?- ¡Estoy aquí, joder!, alzando todo lo que pude mi voz- Mis padres se quedaron impertérritos el uno frente al otro. –La próxima vez saldré yo a advertirles de que aquí no vive nuestro hijo, finalizó mi padre. El corazón me latía con fuerza, notaba el bombeo incesante en mi sien. Mi madre volvió a la cocina y siguió leyendo la revista.- ¡Mamá, soy yo!- El café se había tornado en una costra oscura sobre el suelo de baldosa, una mancha familiar muy reconocible. Se escucharon los primeros motores de la mañana. Los coches cruzaban la calle, uno tras otro. Anhelaba mi perdón, tenía derecho a reclamarlo. Por primera vez derramé una lágrima, tan fina como la arena, delante de mi madre. Nunca había llorado delante de ella. Y ahora, solo, comprendía mi sufrimiento, yermo e inválido, mientras mi madre recogía el desayuno. 
Nace en un rincón De un pueblo cualquieraLa clarividencia de la mañanaSus rayos anunciadoresSu erguida insolenciaAfanosa en la conquistaTira con violencia de las sábanas Y siente compasiónindefectiblementeSobre credos y coloresDe vernos tan chicos Todo es más reveladorAhora que posas tus plantas sobre el sueloY su aspereza termina por espabilarteSiguen allí el alféizar y las mimosas enmacetadasFrescas y llenas de luz Brillando, respirando. 
ALBA
Autor: javier castillo esteban  471 Lecturas
  Doy la tarde a todas aquellas personas que significan para mí lo que la pluma a las buenas historias. Sobre todo, y en particular, a las musas que revolotean convirtiéndose en el sostén y la inspiración cuando la desgana vence al ingenio, y escribir resulta tan tedioso de no haber nada que aportar. El hecho, es que esta vez lo hay, y empezaré, a título de privilegio, encumbrando a las razones diarias que se revierten en regalos inefables con el único fin de avanzar  y prosperar dentro de este jardín espinoso y bello al mismo tiempo. Trataré por tanto de relatar la pequeña y dulce historia sucedida hace unos días: El camino que conducía al promontorio evitaba vislumbrar las escasas esperanzas de volver a verla Ella descansaba, a la sazón, en las tierras flotantes sobre el pueblo, un rincón estable y  anegado de maravillas naturales. Grandes palmeras rodeaban el enorme recinto ubicado sobre la cantera que explotaba los escasos recursos hídricos del valle, tornándolo aún más prohibido e inalcanzable Los llamaban los Andinos, dado su origen meridional. La claridad de su voz y sus sonrosadas mejillas eran de la misma intensidad que el brillo de su poder, y ello fuera seguramente la raíz de las envidias que vagaban sin temor.La gente los tenía por una raza maldita, fruto de las diferencias lógicas de la tierra y los modales, entre la burguesía y unas bestias atoradas en tradiciones arcaicas, pero el quiste de la felicidad  en sus rostros suponía la mayor de las pesadumbres.  Mara era la hija pequeña y el color de la mañana, el período transitorio que discurre desde el nacimiento del sol, al frescor de la ribera estival del arroyo. Madre me reñía por estar como un lobo merodeando con la misión de encontrar su piel estampada en los alrededores.
Al mediodía El manuscrito de las virtudes. Aquel que pocos entendían y la muchedumbre ensalzaba sin remilgos, aquel que desde su preponderante sombra castigaba a quien con usura hablara de algo tan mundano como su valía. Éste sólo quería sonreír y ser cómplice de asiduos lectores que sin segunda catalogación  destriparan  su vida, tan frágil tan intuitiva, que parecía sencillo perorar sobre sus díasEstos fieles devoradores de páginas eran valientes e intrépidos buscadores de alturas  que a ellos correspondían A no pocos lectores inscritos se los ha llevado la cultura de cañería que promulgada sin medida.Así busca el tiempo su lugar entre escombros de papel y tinta seca, de ojos curiosos se compone la densa sustancia que impregna inmisericorde el color de las tardes lentas y tranquilas reposando sobre el diván leyendo libros de caballerías.Ahora vuelven las letras imprecisas, se oyen en la distancia, cuchicheando acerca de tal y cual, de lo actual y lo prosaico, del estandarte que portan los intelectuales de época que han perdido intencionadamente la brújula para encontrar el camino de vuelta, el regreso a un tiempo de ilusoria sabiduría y vagos escarceos, de falsos amores y besos de galería La Al escritor y al ingenioso dedico yo estas letras, pues si pudiera asumir el olor de este pestiño como bien se yo que debería, convertiría el papel en ensayo clínico de lo que resta en adelante, atisbando quizá un poso de intención almizclera aun siendo mediodía y cautivo del pasado ausente, que nunca lo fue en realidad, sino más bien una maquinaria desengrasada que ha vuelto a funcionar .
15/10/2015 H DE HORROR   LLEVABA VARIOS DÍAS INACTIVO, PERO NO FUE HASTA EL MARTES CUANDO SE LO COMENTÉ A CARLOS: - NO LLAMAN- SU CARA SE MOSTRABA MÁS ABSURDA QUE SORPRENDIDA Y A MI, LÓGICAMENTE, ME DABA EXACTAMENTE IGUAL. AQUEL DÍA ME FUI A LA MISMA HORA QUE TODOS CON LA NOCHE RELFEJÁNDOSE EN LAS FAROLAS. BAJÉ LAS ESCALERAS Y ANTES DE SALIR DEL PORTAL OÍ UNOS RUIDOS EN EL TABUCO DONDE GURDABA SUS TRASTOS EL PORTERO. NORMALMENTE NO SUELO PREOUCPARME POR LOS RUIDOS, YA QUE LOS CONSIDERO CASUALIDAD QUE NO ESCONDE NADA. PERO ESTO NO ERA ALGO VULGAR, ERA UN RITMO ESTRIDENTE Y MACHACON Y SE HACIA OSTENSIBLE CONFORME ME ACERCABA. CUANDO LLEGÉ A LA PUERTA APRETÉ EL POMO CON FUERZA Y ABRÍ DE  REPENTE. LOS PAPELES TRITURADOS FLOTABAN DESCRIBIENDO SURCOS EN EL AIRE. EL RUIDO HABIA CESADO Y UN OLOR PUTREFACTO GANABA EN INTENSIDAD. EL PORTERO NO ESTABA AUNQUE SUS ROPAS SE REPARTÍAN DESPERDIGADAS POR EL SUELO, COMO SI LAS PRISAS SE LO HUBIERAN LLEVADO A OTRA PARTE.  EL SUCESO, LEJOS DE PREOCUPARME VERDADERAMENTE CONSIGUIÓ QUE ME AGITARA DURANTE ALGUNAS HORAS. AL DÍA SIGUIENTE EL BUZÓN ESTABA VACÍO Y LAS CARTAS, QUE NORMALMENTE SOBRESALÍAN DEL HUECO, TAMPOCO SE ANUNCIABAN EN EL RESTO DE LOS DESVENCIJADOS CAJONES DE MADERA. SUBÍ AL PRIMER Y UNOS GRITOS ME ALARMARON. CARLOS MANTENÍA UNA FUERTE DISCUSIÓN AL TELÉFONO. LA PUERTA DE SU DESPACHO SE ENCONTRABA ENTORNADA PERO EL SONIDO DEL FAX  IMPEDÍA LA ESCUCHA.  FINALMENTE SE ABRIÓ LA PUERTA EN UN IMPASSE ETERNO. EL TELÉFONO ESTABA DESCOLGADO Y CARLOS DEVORABALOS ÚLTIMOS PROYECTOS EN VIGOR. EL SOL HABÍA SALIDO.
LA PELICULA Un lugar apartado del centro se nutre de adictos al cine. 8 de la tarde. Las conversaciones discurren entre nombres de actores e influencias que recibe el director para idear la película. Detrás de la misteriosa cautela de los espectadores se esconde desconfianza .Pido el ticket. Recibo una sonrisa extraña de la vendedora. Guardo las entradas y alzo la vista hacia ella. Parece que quisiera advertirme de algo, lo que provoca que demore la acción absurdamente. Meto la última moneda. - ¿Palomitas?- No, gracias. Recogen la cinta que da paso a un pasillo de luz tenue. Los tickets se cortan por uno de los vértices, separando la numeración de las butacas de pequeños retales en blanco que se vierten sobre una papelera verde. Algunos espectadores esperan a que la fila se deshaga para hacer de su paso algo triunfal. Yo soy uno de ellos, de hecho, el último en entrar. La persona encargada de comprobar la entrada me mira a mí y a la vendedora. Rostros hieráticos, una seña imperceptible aunque cómplice. Me seco las manos de sudor y recojo el ticket. Ahora soy yo, con una irrefrenable duda, quien contrasta que no me haya equivocado de sala. Todo normal. – Tercera a la derecha- . La alfombra roja está más ennegrecida a cada paso que doy. Llego al número 3. Delante de la cortina una mancha, no sé de qué, protege el umbral. Más sudor. Miro hacia la cinta inicial, no hay nadie custodiando el pasillo. En ese mismo instante la cortina se ondula libremente creando un efecto irreal. Una emoción violenta me empuja a descorrerla. Compruebo aterrado que no existe puerta. ¿Una salida ciega? Desando el camino hasta la cortina inmediata. Nada. Escucho un murmullo al otro lado. Algo no funciona. Una risotada incontenible me estremece cuando poso la oreja en la pared de terciopelo. Ahora se unen más risas. Salgo al hall respirando con dificultad. Nadie. La cristalera de la planta baja se ha empañado por completo. Mi sien bombea sin remedio, un poco más fuerte cada vez.  Noto la sangre densa, impedida en su circulación. – ¿Dónde están todos? Paso las manos frenéticamente sobre el vidrio de izquierda a derecha, algo más áspero de lo normal. Delante de mí se deforma una sombra con forma de cámara. Más allá el equipo técnico y poco público. Allí está la vendedora y el guardián del pasillo. Una gorra se asoma detrás de la cámara. Una silla de dirección. La película comienza, o termina ya. Silencio.
PIRADO, INSPIRADO, EXPIRADO…   Han sabido de las ganas de escribir, las escucharon destilando lágrimas detrás de dos párpados caídos. El mismo impulso que me arrastra a grabar líneas quebradizas y sin sentido, confiere a mi corazón el descanso de exhalar profundamente para mirarlas de frente. Un hálito se pierde con el viento siguiendo el rastro de sílabas entonadas, de secretos que refulgen de noche y se ocultan de día, imperceptibles al ruido, ajeno a éste… Cuá es la razón, o sinrazón, que mantiene vivo el espíritu del escritor, viejo o joven, bueno o mediocre, pero harto de confesiones, de palabras de verdad que únicamente encuentran cobijo en el papel mojado y blandido por el viento. Así, aferrado a los rieles de montaña rusa sin lindes, me desprendo de todo aquello que respira dolor, congestión putrefacta que deambula entre edificios. Ahora soy libre porque te siento cerca, tan cerca, que has desaparecido otra vez. 
Me he quedado prendado del olor que despide tu cuerpo cuando estás sola en casa, tranquila, desviando de cuando en cuando hacia mí el fino hilo de tu pupila escondida Algo más que el brillo habita detrás de esos suntuosos párpados.   Quisiera salir de ti, de tus días y de tus noches, pero no puedo. Quizá porque he aprendido lo que algunos maestros han escrito con paso de pesares, pues el poeta  ama sin medir la altura en cuyas esferas coquetean los corazones y ansía salir de sí mismo y no así de la vida de los demás.   Y qué daría yo por conseguirlo… Por enterrar bajo mil kilos tierra  la convivencia con las ganas, con el fuego que cuartea mi piel por dentro y ofrece por fuera la tersura que esperan del amante paciente y cabal   Te amo una vez más, en balde, creo, derrochando precipitadamente la intriga de desvelar, a tientas, los secretos que circundan nuestro espacio. Me miras con ternura a pesar de todo, incluso cuando hablo a destiempo y recibo la reprimenda de la razón, siempre a la hora, y con la fuerza de un mazo.   Tan solo busco la playa…
El último tono antes de colgarOtra mentiraPronunciada con ternuraO eso me parecía Cuando me dejó sin historiaUna nocturna, que sobrecoge y deja ardiendo los sentidosLas dos de la mañana Un bulto entre mis piernas Mi mirada en una calle en espiral, retorcida, con jardín a cada lado Aceras rebosantes Faldas estrechas cubren la bellezaÉbano que rezuma de cada poro descubierto Te chistan, pero es un reclamo terroríficoVentanas que iluminan la noche A través de los sollozos se presume la ropa interior desperdigada  Pasos que se repiten en dirección desconocida      
El día en que marches no pregonaré que es el más tristeLo será  cuado regreses porque ya nada sonará igualSolo hallaremos memoria, ribera de un río secoSeremos la muda de la serpiente tan fina como insignificantePor ello, no desesperesHe preparado esta última cena donde el vino sea el tiempoY nuestro cuerpo las rosasPara embriagarme por ultima vez de tus cariciasY apurar la pasión con el beneficio de no volver a vernosAcaba ahora que puedes conmigoArráncame tu amor a tiras
despedida
Autor: javier castillo esteban  459 Lecturas
EL CONVENIO CON LA CUN, TRW Y OTROS DESASTRES FORALES… Podemos incidir y perorar sobre asuntos de “gran calado”, pero inevitablemente seguiremos topándonos con artículos y aseveraciones propias de los más  artísticos y trillados tópicos. Aun con todo, se vuelve necesario un repaso de lo que acontece en este pueblo, aunque solo sea por mirarnos un poco más el ombligo y dar regusto al paladar, y también a la pluma.Según yo lo veo, presumiblemente desde un prisma igual de ignorante que despótico, las reclamaciones de estos últimos días tienen más que ver con una disputa por la cerril conciencia de justicia, un concepto que casualmente y con vehemencia ha irrumpido en nosotros de repente…¡Nada más lejos de la “realidad”!, pues a estas alturas a nadie sorprende la profunda insolidaridad que aireamos sin pudor las veces que haga falta, igual que unos borricos consumados a punto de reiterar una acción automatizada e idéntica a la anterior, cuando se trata de preocuparnos por los problemas que crecen en tierra yerma, donde los plebeyos son olvidados por su capricho de pertenecer a su Estado de Bienestar.He oído decir:" ¡Que paguen, que bastante hemos sufrido ya por su culpa!"Enseguida hemos de buscar responsables a los implacables atropellos que sufrimos si llega el momento de enfrentarnos cara a cara a nuestros provilegios. Por supuesto no cabe duda de que nosotros estaremos del lado de la conciencia y el saber hacer, y que lo sobrante es lo inmediatamente anterior a lo que hoy construimos nosotros humildemente.Por tanto, el problema se acota y no deja residuos a su paso, ni siquiera el afán destructor de un gobierno envalentonado.Ya no se trata, pues, de poner pancartas más grandes, ni más blancas, incluso de ponerlas en dos idiomas para prostituirse con más credibilidad al servicio de la Zona Mixta. El objetivo es clavarse a una cruz de madera y sangrar lo más posible para demostrar a las vetustas cadenas que somos las víctimas y ellos, hoy es Bildu mañana Upn, los hostigadores de la estabilidad y representantes del desprecio.En definitiva ¿Quiénes son los responsables? Nosotros, de nuevo. Las escamas de un noble compuesto humanoide que se jacta de su compromiso con la humanidad y da lecciones de filantropía a un módico precio, sin rasgarse los harapos comprados en rebajas.Los mismos nuevos  ricos que hablamos en condicional y pasamos por alto nuestro Talón de Aquiles ya que nuestro bolsillo resuena con alegría.¿Qué más dará si a 250 personas las echan de su trabajo o a 2500 les quitan sus “no privilegios”? Siempre quedará la Vieja Guardia regresando a galope para abordar tamañas injusticias con la Presidenta del Cambio, esas celebérrimas  caras de palurdos sin remedio que un día aprendieron a hablar sin acento, sonríen y se tienden la mano. En cualquier caso:  Despidorik Ez! Hulegas a gogó, No a los recortes de unas más que merecidas vacaciones, y sanidad privada a cargo de  UNICEF Navarra. Ya protestaremos los demás por vosotros desde el sofá del INEM, cuando los grandes colectivos pasen a ser “ASQUEROSAS MULTINACIONALES” después de haber sido una empresa puntera que debía mantenerse en todo su esplendor por el bien de todos los navarr@s.
Hoy es miércoles,  El ecuador de la semana Una más bajo el imperio de la moratoria, los atrasos y las cifras de fantasía  Nada que nada en el exterior    Marcos estridentes al choque  que contienen un cuarto encerrado  y silencian hasta los subtítulos  Que mueren en pantalla como las promesas del político Perorando al son de lo que otros escriben Nos dice Será largo  No tanto como nuestro brazo, que se alarga hacia el pomo  En busca de una negativa inmisericorde  Más allá sólo las escaleras  Algo cuya lejanía entre nuestra imaginación y..¿quién o qué? Es nuestro presidente, aunque parezca lo contrario Pero está ahí Y es que así lo llaman, sin conocerlo Covid Mecido al calor de ignominiosas mentiras Las que no conocemos y dan sentido A redes salvadoras de nuestro claustro Después del secuestro de guantes y mascarillas Solo están ellas  Mirando de soslayo, retorciendo su cuello hasta que te pierdes Algunos dicen que no se escuchan ladridos  Otros los ven después de que los poseyeran sus dueños También bolsas de plástico condenadas todos los días, a cada hora Víctimas de manos trémulas y ansiosas Se rompen, por fín, esparciendo sus interior, llorando de alegría  
VIRUS
Autor: javier castillo esteban  459 Lecturas
  IMagina, Desde cualquier punto las veo a todas ellas,  hablan de algo con voz queda, no sé de qué, pareces tú el objeto de las hadas intocables  Por un instante vuelas, alto, lo suficiente para no detenerte con facilidad, ni olvidar a quien desde abajo pideGritas sujeto al trasiego de la calle, aunque no a escondidas, pues si exhibe valor para amar que lo haga si aún le queda cuerpo, de frente a la corriente Y como acompasados mueven repetidamente los labios y algún gesto más, de sobra, girando a su alrededor . Te da igualAbandona la balaustrada el pensamiento tan dejado por la mano de alguien que dispone elevadoAllí se revuelcan las ganas y los sollozos se desbocan alumbrando el futuroNo quieres saber de ninguno. Nada de su goce ni de su  miseria fasciculada Huyes, sin alas, tan rotas de restregarte entre guijarros y carestía Te cuesta remontar el vuelo una vez más. Aleteas sin remedio . Lloras.Imagina 
Celos
Autor: javier castillo esteban  454 Lecturas
  En la parada de la Escucha todo el mundo reza, dejándose engullir por el espíritu  invisible. Acuden por este espacio las sombras de otras gentes que de tanto esperar sepultaron sus huesos sobre la acera, implorando un trago y un pan. La clemencia de pocos es reservada para las manos más rápidas que arrancan de su benefactor las migajas con apariencia exuberante cuando los clavos restantes son miradas destartaladas. Y así transcurren los días y las noches de aquellos ojos quebradizos y olvidados fluctuando en la misma estación, pendientes del tren rebosante de raíles de hierro y esperanza Entretanto la luna sonríe porque se sabe observada, núcleo incandescente de hormigas desperdigadas. Ella no tiene frío ni miedo, y por eso se cobija a la intemperie ofreciéndose confidente de la oscuridad y los relatos versados de miseria y necesidad, de astucia peligrosa en favor de la supervivencia.
RATAS
Autor: javier castillo esteban  453 Lecturas
  Y de pronto recuperó la voz, afilada como un hierro, que traspasaba mi pecho sin imaginarlo. Pese a su concienzuda conducta, no entendía el significado de esas palabras absurdas; suponía que algo bueno después de tanto tiempo, aunque no lo sé, habían pasado demasiadas semanas sin escribir en el idioma de los que no vuelven. El protagonista de este cuento había recobrado su mundo, y eso, cuanto menos, era motivo de satisfacción, por ello pregonaba con gracia su suerte. Al panadero, al de los tabacos, incluso a Luisa, su primera y última profesora antes de desaparecer, más allá de sus lecciones, en sabe quién dónde.- ¿Por qué has callado todo este tiempo?- Estaba escuchando, aunque tú no hablaras
EL MUDO
Autor: javier castillo esteban  452 Lecturas
Besos, de los de siempre, quizá con algo más de empeño- ¿Cómo estás, cariño?- Bien, algo preocupado.- Tranquilo, no será nada.Friega en la espalda y consuelo. No supe qué decir, solo la miré ,agradecido por terminar con esa condena que sostienen las palabras camufladas. El coche no estaba lejos. Conduje lo más deprisa que pude la primera mitad del camino, sin hablar, aparentemente tranquilo. Paramos antes del peaje a echar gasolina.-       ¿Quieres conducir un rato?-       Sí, dos veces. -       Tienes que coger el coche, Charo. Ya verás cómo te arrepientes cuando tengamos que ir a vivir a Vitoria. -       Entonces lo cogeré… -       Ok, dije. Supe que aquella conversación acabaría con un “cuando lo necesite”. Es curioso cómo el chantaje resulta muy eficaz, usado con cautela, contra la cerrazón. Pero el miedo es otra cosa. Algo mucho más punzante que una dirección opuesta Apreté el acelerador para dejar atrás ese paisaje desolador del sur de Navarra. Promontorios de arcilla que se confundían con la aspiración por reverdecer de algunas plantas bajas. La nacional constituía un oasis de asfalto, el único aliciente que podía asumirse sin bostezar.  5 Las últimas curvas de la carretera provocaban en mí el efecto de un pájaro antes de estrellarse contra la corteza de un árbol. No quería llegar, quizá un último desvío antes de atajar por el puente oxidado, una excusa por dilatar a tiempo mis esperanzas. -       Bueno, pues ya hemos llegado… ¿Qué tal cariño?, ¿Cansado?-       Solo ha sido una hora. Tenía ganas de llegarMe miró con ese semblante irremediable, contrato en exclusiva de los enamorados, y acto seguido señaló en diagonal -Están ahí- 6 Agosto, la canícula de los meses. El sol caía sin consuelo sobre los meandros. La presa había comido tanto terreno que el río parecía un arroyo artificial, una cascada con bomba de las que decoran los parques japoneses. Eso sí, el cartel no había perdido su encanto. Viejo, blanco, anunciador de atávicas costumbres y sofisticadas puñetas. Malena, Isca, Luis, Cintia, Álvaro y, por supuesto, Belén. Todos ellos mudos cuando aparecí. Intenté mostrarme sereno, incluso con gracia, pero no conseguí que mis palabras fuesen menos fútiles, improvisaciones mal construidas. Desistí y me centré en Charo, escudo siempre a tiempo. Malena por fin dijo algo- Teníamos ganas de verte primo, luego hablaremos, ahora vamos a probar el vino que hemos traído. 7 La casa de nuevo, sin evocaciones. Real. La puerta era azul, de barrotes desconchados. Siempre estuvo atrancada y aquel verano también. Empujó Malena y detrás entraron las tres mujeres. Luis, Álvaro y yo nos reíamos de cualquier tontada e intentábamos no reparar demasiado ni en sus gestos ni en sus ademanes involuntarios. Querían ellas hablar pese a postergar la confesión.  8Y lo contaron, ya lo creo que sí    
Tanto te gustan mis indecisos renglones si ni siquiera al borde de tu falda estánNi facultados para describir los claros de tu piel desnuda.. Tanto ansías visitar la consecuencia de mis escarceos mentales  ángel dorado...?Que derramas la pintura de los dioses en tus ojos ahogados...Proclamando calles desteñidas y paraísos inevitablemente mates Recabando pistas de muelles escoltados por esa luz tan redonda y sola vagas buscando la verdad que te alivie por finY te devuelva al mar en compañía de almas escamosas Oh! y donde estaré yo a la hora de tu oda sin consueloCiego gracias a tu halago sincero ,Fantaseo meciendote a salvo de rescoldos sobre una tierra yerma, empuñando una brizna de vida verde que refulja a cada lado y sea el espejo del sol, de un nacimiento, del germen de nuestro encuentro sufragado con el olor de 100 años sin tu amor.
1 “De mi pueblo son las cerezas”, dicen. Y también las miradas como lanzas. Mi pueblo no tiene un aspecto diferente al mundo, pero la asfixia es mayor, casi material. Enclavado entre un río caudaloso y su afluente, destaca su campanario sobre el resto de abominables construcciones Aquel verano, como todos los demás, jugábamos a no vernos en un embrollo de calles, que subían y bajaban, que huían despavoridas. ¿ A dónde iban con esa premura si allí, arriba o abajo, nada esperaba? Quizá una ráfaga de viento encabritado, o el calor aplastante de aquel verano, apostado hasta en la sombra. Nada más. En ocasiones me escuchaba y me compadecía de esas cuestas susurradas por viejos de los de bastón y sus chismes incombustibles, también por sus rencillas vestidas de fanfarroneo.  Los niños, empujados por sus abuelos, y éstos por los retorcidos propósitos de sus hijos, salían como un rayo a casa de la "Patro" o del "Peje" para anunciar al forastero. En mi pueblo, si no vives durante las cuatro estaciones del año, eres "forastero". "Forastero" significa un estatus diferente, ni bueno ni malo, simplemente otro estado de cosas y personas.    2Existe todavía en lo alto de mi pueblo una iglesia de ladrillo marrón, sin espadaña, pero de grandes tañidos . La casa de la familia se sitúa a dos palmos del templo, a su cobijo. " Tolón, tolón" , así, formando una tediosa onomatopeya, algunos nos desvelábamos de noche, a cada hora.  Hasta hace poco ese sonido hubiera sido nostalgia, amor, familia, cariño... ahora me taladra la sien.La sacristía tiene una entrada exterior, como queriendo no ser vista, pero yo la veía muy bien. La relación de mi abuelo con el cura también la veía yo bien, sin extrañeza, aunque escondido. Mi abuelo siempre tuvo buen trato con la iglesia y todo lo concerniente a la institución, sin embargo decía que “la calderilla p´al cura". Una calderilla que traducida en monedas de cobre ganadas al parchís. Esa forma despectiva de referirse al párroco y sus acólitos entroncaba con las ganas de llevar la contraria al más pintado, incluso los que pensaban como él y tenían idénticas creencias.  Mi abuela lo reprendía a veces, las menos, cuando soltaba perlas contumaces. " Tú qué sabrás, si en la radio no paran de decir que es bueno", refiriéndose a un venerado delantero centro que tenía la selección española de fútbol. Para mi abuelo era un "mierda seca", solo en palabras, claro, mientras éstas sirvieran para promover desasosiego.  Y ella de mirada torva y él sonriendo, por fuera y por dentro. 3 El 23 de agosto me llamó mi prima. Noté su voz alicaída, cansada. - ¿ Te pasa algo?, dije cortando sus últimas palabras. Ella se mantuvo en silencio durante unos segundos. - No , no. Todo bien... hemos quedado en el cruce todos los primos. ¿ A qué hora llegarás?- Todavía no lo sé, depende de Charo . Viene desde Madrid en tren - Vale, llámame cuando llegues y voy a buscarte.- Un beso, Belén. Mi prima nunca ha sido especialmente risueña, pero sí alegre y distendida, por lo menos para nuestras conversaciones y también, creo, para lo cotidiano.  La quiero, aunque creo que no se lo diré jamás. 4Dieron las 5 en la estación. Las traviesas vibraron y la suspensión chirrió implorando una revisión temprana. Ahí estaba.Cuando Charo pisó el último peldaño el andén se había vaciado de abrazos, sonrisas y ojos crisolados.
Soy ya viejo, o al menos eso refleja la curva descrita por mi espalda, simulando ser mi propia sombra. Otra cosa es lo que no se ve, una conexión obstinada en recrear un espacio abrasado; la ilusión, más vívida si cabe en un día nublado. Así pues fue cómo, una vez más, recordé y me zambullí en aquellos días exonerados de cargar con el mañana. El verano había pasado, por fin, entre los primeros escarceos amorosos en la memoria de cada uno. Cosas de la edad, hubiera dibujado con media sonrisa mi padre. Montones de hojas, como aplastadas con saña, y cientos de cortezas espinosas pariendo las primeras castañas. Eso era para mí el comienzo del otoño, a pesar del inusitado calor de los últimos años. Mi colegio era un mamotreto gris, de eternos pilares de hormigón, situado en un barrio céntrico.   El 13 de septiembre sonó una de tantas estridentes alarmas que escucharíamos hasta finalizar el curso. Así, de repente, casi desde cualquier punto, confluyeron estudiantes de toda calaña, picando y arremolinándose frente a la entrada formando un magnífico avispero.Las primeras semanas discurrieron anodinas, de salto calculado, en torno a presentaciones, aulas incorruptibles y pretenciosos discursos del profesorado acerca de lo que esperaban de nosotros, el privilegio de nuestra situación y la mentira, cruel y despiadada, de que si estábamos allí era por decisión propia, y no obligados.Llegó un jueves en que, nuevamente, bajamos en tropel después de clase. Ella me miraba de reojo al bajar las escaleras . Un día antes, a través de otra amiga, había expresado sus ganas de que hablásemos. Su media melena no llegaba a rozar los omoplatos,pe ro soñaban con acariciarlos. El movimiento de sus piernas al andar era poco común, prácticamente torpe, aunque con gracia. No fue necesario mostrarme más tímido, ni bajar la cabeza mirando al suelo repetidamente. Claro que me gustaba a mi también. Tres o cuatro meses de relación resolvieron nuestra corta edad: frágil, tormentosa e imparable.
TerrorCon una mano, de infundado respeto, me dijo ven.Yo la seguí, malcreída de mí. Y a mí , de nuevo, eso de saberme tan astuta... qué felicidad tan aparenteAún así apreté una vez más los dientes, horadados , de huecos invisibles que dejó el amor de los primeros tiempos . Quién era, yo no sé, de tanto mirarme arrugada, transida, sumida en la irrealidad. Esa era y soy yo, pese a todo. Tan lejos de mí, cerca de tí.
Resucitar
Autor: javier castillo esteban  446 Lecturas
Una visita inesperada, ahora que ya no soñaba con nada .Entró por la misma brecha, de noche, sin hacer demasiado ruido. La reconocí enseguida por su silueta desgarbada, casi con gracia, inclinando la cabeza de lado. No aparentaba.Su pelo, desprendido de mí y de mi hallazgo,  flotaba en silencio . No era mi imaginación ,  pese a que brillaba la luna Intensa, artificial. Dañaba de solo mirarla, o de mirarla solo, no lo sé . Ella delante del espectro incandescente se esmeraba  por hablarme en vano.Yo tampoco podía. Era incapaz de serme fiel¿ Quiénes éramos nosotros a través de la negrura ?Allí arriba, por encima de las últimas estrellas, una nube cortaba la luna a manos de quien parecía rodar la escena . No era aquello una película,  pero sí una disección, agonizante ,sin etiqueta, llena de símbolos. La vida hediendo vida.Ahora escribiría sin ella, junto a su desvanecida aparición, ambos muy lejos.
La visita
Autor: javier castillo esteban  445 Lecturas
“ESTÁN VIVOS” DE JOHN CARPENTEREn las estribaciones de esta cinta de serie B se cimenta la idiosincrasia colectiva, el valium de postre que ingerimos inconscientemente . Muchas pasos que hacen ruido, cabezas erguidas que transitan con miedo a vacilar, pero serenos bajo la atenta mirada del reposo y el sueño reparador. La comunicación de masas tiene un único sentido, no cabe el feed back, ni el rebote de la información, somos sujetos pasivos de mensajes codificados e ininteligibles. Esta relación desigual o "asimétrica" propia de la masa, igual que un esclavo con grilletes, nos convierte en meros espectadores, donde el mago enseña el conejo de dientes blancos, y no la pantera de ojos sibilinos, donde la publicidad se torna en “obediencia”. La utilización de un medio como la Tv, instrumento ideológico y "fidedigno", pudiera concernir, tal como yo lo entiendo, a una dura crítica dirigida al proyecto consumista afincado desde mucho tiempo atrás en los altares del sistema occidental.La cola del Dragón serpentea sin tregua, si bien baja el pistón de la inquietante primera media hora, ahondando en el descubrimiento, el despertar, el arcoiris desteñido que otorga la auténtica forma a nuestro mundo. De este punto, y sin entrar en detalles de la trama, me quedo con la encarnizada lucha de la ignorancia a fin de seguir caminando sola. Esto se traduce en una sarta de golpes y mamporros entres los dos compañeros de obra en un callejón, entre la oscuridad y la verdad, entre la felicidad, virgen y honrosa, y el fango de lo desconocido.No queremos observar, solo mirar, tomar el bebedizo para no deshidratarnos, vivimos deprisa, montados en bólidos que respetan las leyes de tráfico, a pesar de no entender el significado lo que el semáforo indica.En este ocasión está verde, y nos ha invitado a la fiesta de lo imperturbable, tomando como base la estructura institucional. Pero la verdad está compuesta de formol y no es inmortal, solo hay que ponerse las gafas…
6 DE julio de 2014     Javier revuelve su cajón en busca del pañuelo, un año más. Como cada día 6, apremiado por su madre, zurcido de su sombra, discuten ambos incansablemente hasta que la indumentaria está completa y tendida sobre la cama. Se despide con dos besos y da los buenos días al  cielo azul de julio, radiante y ajeno a 2014. Coloca su faja en la izquierda, escogiendo escrupulosamente la orientación y hace  un doble nudo que evite estar pendiente de la tela todo el tiempo. El pañuelo a la muñeca, estrangulado por otros dos nudos, agoniza esperando a las doce de la mañana cuando el cohete abra las fiestas, y ocupe un lugar privilegiado en el cuello, libre de ataduras. Las blanquísimas camisetas se fusionan con los rostros de los más madrugadores que acuden al casco viejo,  saturándolas con los números de los años que ha regalado Diario de Navarra   El  reencuentro con sus amigos se produce en un bar aledaño al jaleo, donde almuerzan huevos con txistorra, y  hablan  sin oírse  de lo que pueda acontecer la fiesta,  riendo y ensalzando al vino,  en tanto la marea nívea anega las calles.   Son las once y media y normalmente en la esquina del año anterior, una zapatería improvisada se convierte en un stand ambulante de champán a uno o dos euros, El grupo compra a razón de botella por persona, en algunos casos dos, ya que la primera estalla con solo mirarla.   En la Plaza del Castillo,  el cordón de la policía foral es el filtro de huevos y otros artefactos caseros. Ya dentro, las primeras botellas son descorchadas y vertidas íntegras sobre el pelo, lacio hasta el final del día. Minutos antes del chupinazo  la sangría hace enloquecer a un grupo de australianos, que fieles al arraigo sanferminero desgarran sus camisetas La explanada se tiñe de rojo con los pañuelos al viento en un guiso trémulo de felicidad y expectación.   La cruz roja en esta ocasión, es la encargada de prender la mecha deseando a viva voz unas felices fiestas a todos los pamplonicas.   Viva San Fermin! Gora San Fermín     La fiesta se desata durante 9 días en un aura indestructible que el Santo ha dispuesto con media sonrisa.
Viaje en moto     Curva, agazapado detrás de I. inclino mi cuerpo a la derecha extendiendo la mano en un falso ademán de palpar el asfalto abrasador. Me enderezo en línea con su espalda y ligeramente encorvado fijo la mirada al frente   El pirineo navarro se esconde y reaparece en la exuberancia de bosques esplendorosos detrás de la careta. Los picos más altos desnudos y solitarios absorben los últimos rayos de un cielo límpido que muere precipitadamente.   Curva, el cambio de marchas despierta el tintineo apagado, esperando la recta  donde el cuentakilómetros empiece a batir su contenido hasta distorsionarse Los árboles marcan los lindes de una carretera frenética unas veces y exangüe las más,  difuminan su verdor tornándose en una mueca abstractamente bella.   El término de mi cazadora de cuero deja al descubierto mi piel, víctima del silbido ronroneante de otro motor de 100 caballos. Curva, nos vemos superados por el  flanco izquierdo, mientras el viajero clava los frenos estirando y recogiendo la pierna en señal de un hola y adios repentino, demasiado quizá, como para correspondido   Fin del trayecto, apostados en la moto desde el pico de Mezkiritz , recorremos la distancia de una tarde buceando en compañía, posando nuestra mano sobre el lomo del delfín libre, sonriendo todo el tiempo, desprendiéndonos de la rutina que nos esperaría al día siguiente, pero que por un instante se esfumó.
Voto de tu sombra empequeñecida con el alma empañada de humedad recreo en la distancia ensoñaciones partidas que deleite inspiran estos versos nacidos de las olas que me enseñaste a mirar De espaldas a la orilla...la espuma abrazada a nuestros cuerpos frágilesdevora atardeceres desprovistos De lluvia fiel y mojada  Y tu ojos ,tesoros prohibidos codiciados por incontables primaverasrefulgen caprichosos estrujando el canto lisonjero del ruiseñortestigo eterno de su brillantez Esta noche no mancharé mis manospara que nuestra sangre violácea no engendre costra,y con la piel abierta supurar nuestro sinoevocando  el tañido de la campana que  convergió estos caminos buscando una sola dirección
El parque y sus polarizaciones. Un viejo cansado, taciturno, que nada quiere o puede pensar más allá que la doblez de su pantalón . Mientras, el sol sigue su curso en perpendicular a mi lectura . Un libro como cualquier otro arroja ansia y tradición , luces que desentrañan él pensamiento de varios hombres muertos .Pero allí mismo surge otra reflexión venida de dos jóvenes que no alcanzan la adolescencia . Se ríen a escondidas detrás de la corteza del árbol. Me miran creyendo en el atrevimiento de su conducta. Me piden fuego. Una calada. Se van por donde han venido. Otra calada. Disfrutan. Y el sol sigue cayendo a cada rayo . Imperturbable. Solo Las virtudes de aquella tarde eluden aún  el trabajo y el marasmo inicial.Descuelgan sus pies ante el abismo del foso amurallado. La ciudad sigue viva al fondo, o por lo menos su silueta. Agacho la cabeza una última vez antes de levantarme , la hierba está quemada aunque también respira. 
El parque
Autor: javier castillo esteban  441 Lecturas
Qué malo escribir al fluir de tu corriente Al henchirme de motivos que anhelan entenderte De no saber que eras gota de arena en un mar de desierto Pirámide de espinas que mis versos penetran sin aliento Sortean,  deambulan, ente vías delirantes y ardiendo recuperan el color Porque aún de suspiros y noches embriagadas vive tu olor Más prosaico que nunca más vivo que siempre Y es que tus ojos han abordado sin intención este recuerdo inerte
PortoEl xilófono emite un sonido perturbador, inquieta a cada paso. La calle termina abruptamente, como casi todas las del lugar. Tiendas cerradas y restaurantes sin ideas. Las ventanas no transmiten nada de su interior: persianas desvencijadas y cristales emborronados.Algunos edificios despiden decadencia, otros la fingen como reclamo turístico. El tiempo se ha detenido, aquí y en otras ciudades de inconfundible signo barroco . Voces , muy bajitas, en forma de murales desconchados. También suntuosos mosaicos con grandilocuentes escenas. Arte rezumando arte. Las bicis sortean, entre botes, a un tráfico avezado al asfalto empedrado.La música sigue sonando, las luces se ciernen sobre el rímel descolorido de algún bohemio arrepentido.Un verso, otro verso, la oscuridad inspira soledad, ganas de comerse a la ciudad, de apagar las bombillas insolentes que penden todavía.
O Porto
Autor: javier castillo esteban  438 Lecturas
Brisa compuesta de salAzul intenso,Pequeñas olas que rompen prematuramenteMás abajo, la bahía y sus costumbresUn paseo cuidadoArbustos bajos y papeleras del color de la arenaLos hay sin camisetaA otros solo les falta la corbataIgualmente presumen, de percha o esternónDe trabajo o de gimnasioAlgunos niños como balas en forma de monopatínPadres con lumbago e incipientes canas Uno de los dos ha olvidado el podómetroYa no podrá contar sus calorías, piensaTrabajo en balde para la única ocasión en que no debía medirVuelvo a subir, recorriendo el camino que conduce hasta los enormes riscosNo ayudan demasiado a los surfistasEllos sueñan embravecidos con el mar De atisbos como la galerna que se aproximaLa arena se acicala de mareantes sombrillasGiran y giranIdénticas en el grosor de sus rayas   Pintando sus ojos de verde, rojo y azulFinalmente el viento cesaConsigo ubicar dos enormes pechosAlgo menos poético para algo tan prosaico como mirarCasi tostados, igual que el corazón de los chavales alrededorLos abandona trémulos antes de zambullirse una vez más
  El peatón contento   Antes era de otra forma, y la parte consciente lo dejaba en evidencia, desmoronando con estrépito los proyectos, a merced de las risas del público cruel   Iba a conseguirlo, aunque dudó inopinadamente en la recta final, tenía fe. La prueba fue a las 8 de la mañana, y después salió a desayunar como ningún otro día. Dos tostadas con mermelada, y un café volcánico. Miró al camarero señalando dos caracolas enredadas, camufladas debajo de un croissant, tras una vitrina con vaho. Infinito desayuno, que quiso ser el prefacio del éxito esperado, sin embargo y a pesar de su seguridad, el estómago atiborrado despachaba los vacíos que cavaba el temor.   A las nueve de la mañana salía de la cafetería del instituto.   La tensión aprisionada entre el esternón y los pulmones esparcía el aire viciado, y los goznes de la respiración se apagaban conforme se difuminaba el paisaje. Cuando abrió los ojos, las hirsutas barbas lo miraban en la altura.   El chofer lloraba de rabia, mientras el cuerpo inerte, con una sonrisa radiante y los ojos vidriosos clavados en la multitud, parecía agradecer el caluroso aplauso
Una vez...Hoy he visto a un niño sonreír detrás del televisor. Un rostro rubicundo que rezumaba serenidad.En ese cuadro, con el celo propio de la inocencia, El Niño atusaba el pelo lacio del perro. Este animal, de piel negruzca y orejas gachas, respondía al tacto con lametazos interminables, reptando con su amor a cuestas sobre una piel incólume.Los ojos de aquel ser insignificante brillaban en la impenetrable oscuridad de su color.El tiempo había fagocitado la bondad y la ternura , tornando los párpados persianas echadas. ¿ Quedaba algo de aquel niño ?
UNA VEZ
Autor: javier castillo esteban  436 Lecturas
La sangre de las palabras   Halladas tan tiernas En un osado rincón Las margaritas me espolean Para reclamar a los poetas Evocando la verdad Cuando agitadas discuten el Crear sin seducir Escoltando la corriente Atisbando el porvenir Orando sin creerte Ni dando fe a tus vestidos Inútil zurcido Desfigurada actuación No latiendo con pasión Sin remedio encontraremos Escollos, desiertos Atados al asiento      Esta mañana He soñado todo el tiempo Amar y llorar cada renglón Que de tan hondo sentir Nos comamos los hombres Desde alturas remotas Bajo nubes jugosas Veamos la tierra florecer Ciega y sincera Con nuestro nombre crecer Espléndida amiga Ofrecida por Dios Nos vislumbres concedida A los eternos olvidados Con la pluma abierta Y el papel colmado Mientras la tinta anhela La nueva historia Que brote de nuestra entretela     
  El cielo sigue herido de cuanto te quise,Por eso vistes de rojo, de amor concentrado que nutre mis venas  Has despertado y te has visto teñida del color de las amapolas, Será así como mi corazón te mencionaCoronada por el viento y perdida en el silencio Me estremezco aún al dibujarte desnuda e incrustada en las sábanasSucias ya de tanto mirarte, se han vuelto a mover en señal de recordarte. La cama es ahora una espiral de instantes presentes y lejanosFormando ruido de muebles viejos y desvencijados De crujir de amaneceres envuelto en el denso aroma de tus manos Adoro esas nubes fugitivas que acudían a nuestros llantos,Poblando de tinieblas el lugar dónde nos conocimos Quedábase luego la habitación impregnada de realidad y sol en la cara, Derrochando generosa pereza y melancolía, Sentí por fin el fondo de agua claraAngustiado de regresar al mismo díaSin la palidez de tu blancura Moribundo  revivo aquellas imágenes que se agotan en la memoriaY juegan sin descanso con mi cordura, convirtiendo este soliloquioEn la verdad, mi única e inalterable verdadLa que muere por contarte nuevamente esta historiaLa que aflora cuando extraña soledad.La que huye buscando regocijo
Una historia verdadera Era un lugar extraño para acabar la noche. Las cortinas, amarillentas en sus bajos ,guardaban sintonía con la sordidez de aquellos rostros destruidos, alicatados superficialmente.Pasé el umbral y dirigí de soslayo un repaso a los presentesDeshice la doblez de la falda. No había sido buena idea. Allí estaba, en la última mesa de una interminable disposición.- ¿ qué haces por aquí?- fingí desinteresada- Esperar mi wiskiYo pensé en algo más que reproches. Sin embargo, su aspecto, lejos de asquearme, me hundió con familiaridad.Llevaba idéntico sombrero al de la primera vez que llovió y él lo sabía.Elevó su dedo índice como hacía siempre y lo pasó delicadamente bajo el ala para inclinarlo . Me miraba sin perderme, se recreaba.Conseguí controlar el impulso de mis comisuras por sonreír. Endureció el gesto y, después  de vacilar, lo dejó en la misma posición. - Siéntate  - No tengo mucho tiempo- Entonces ¿ por qué has venido ?- No lo sé...Me entraron unas ganas incontenibles de llorar . - ¿ Qué te pasa ahora ? ( conocía ese tono condescendiente)De repente no pude mirarle más y me volví sobre mis pasos- Adiós  - ¿ A dónde vas ?- gritó iracundoCerré de un portazo aunque el gozne pareció secundarlo con un retardo interminableLlovía a cántaros. Sentí mi corazón desbocado.Me quité los tacones y corrí desconcertada . Las calles se repetían, nada permanecía cuando se trataba de huir . Quiero salir , odio estas baldosas, los árboles que nunca mueven sus hojas . Un charco, otro charco, el reflejo de la muerte, sus ojos sanguinolentos que aprietan más las venas detrás de mi . Tropecé, otra vez el tobillo. Me retorcí de dolor. ¿ Quedaba algo dentro de mi ?Busqué debajo de mis bragas, advirtiéndome. Otra vez el sombrero, su polla sucia. Comencé a masturbarme. Solo una vez más.Abrí la boca , lo más que pude . La lluvia rompía en canal por mi garganta. La expulsé, no podía . Tosí sin parar. Estaba mareada y confusa Entonces una figura se acercó con el paraguas invertido, convertido en un amasijo de varillas.- Llamaré a alguien , no se preocupe. Su pobre rostro arrugado no expresaba sino terror y angustia Pronto llegaron las luces y las sirenas, los curiosos y la policía con su cinta aislante .El que conducía levantó la camilla con más fuerza que sus compañero.Con la cabeza abajo me sentí más aliviada Allí estaban mis piernas , lo único que me gustaba de mi, su blancura arrebatada a moratones, tan reales.Lo siguiente fueron las puertas, primero una, luego la otra.Cerré los ojos. Estaba en casa.
Hoy el bar está tan solo como yo,  languidezco arrebujado en mi silla, de un plástico duro como el hierro  los hielos terminan de licuarse con la sustancia densa y mis sentidos se dispersan por el entramado de mesas. La cabeza empieza a molestarme y me inclino disimulando el dolor a mis parroquianos Unas voces femeninas reverberan en la barra y dirijo mi atención, en un ademán descarado La más joven, enterada  de su dominio, se pavonea con su amiga que es camarera. Mantiene una alegre conversación sustentada en la frivolidad de temas domésticos, sus gestos más parecen los de la seductora incurable que saborea cada resquicio de mi penetrante observación.  Tiene el pelo negro como el gato de medianoche y su sonrisa es encantadora. Enfrente la camarera ríe sus ocurrencias fingiendo un interés inverosímil para su amiga. Su actitud roza lo displicencia exhibiendo un notable contraste entre los dos cuerpos. Aprovecho la ocasión para ir a pagar mi vaso y atentar contra su intimidad, irrumpiendo en los cánones y derrumbándolos a cañonazos, despojándome de la educación paralítica del gran grupo. En ese mismo instante, La camarera se acerca a su amiga y  besa sus suaves y brillantes labios Precintando el amor hasta el próximo encuentro, esta sale del bar clavando sus ojos en mis ojos y sonriendo débilmente. noto la frustración casi tan cercana como el agotamiento, pero mi cuerpo y mi mente reculan con fuerza impidiéndome salir tras ellaLa camarera me pregunta – que es? Las Palabras salen de mi boca arrojadas como un resorte -Dos baileys- Miro desesperado el implacable paso de mi deseo malogrado, riachuelo convertido en agua embotellada. La perversión se confunde con el cielo irisado que viola al crepúsculo, y lo deja preñado de historias sin final
  La maleta estaba en la sala 21, girando el primer pasillo a la derecha, después de sortear sendas puertas volteadas, resistidas a tornarse, y golpeándole en la cabeza.   Prisa salía con ella y se dio de bruces con el hombre agitado en busca de su equipación. Se encontraron de repente y él arguyó tembloroso la importancia del contenido   Cuando K. regresó a la estación se sintió invadido por cientos de miradas expectantes. Fue entonces cuando recordó lo  que a lo largo de su vida había preferido olvidar,  incontables historias de párrafos sin padre, dejando el título para otro momento.   Fugado de su ensimismamiento se concentraba en los pasos que ahora le conducían de vuelta al centro de aquellos ojos  de un brillo lacerante, haciéndose camino entre la carne vigilante A las doce recibió la llamada, asintió sin obviar la atención de sus observadores y salió disparado   Prisa había sustraído la maleta donde bostezaba la equipación, ignorante de su propio secuestro, puesto que ella no era sino la ropa que ahora vestía su secuestradora.   K. desesperado se aferró a la barandilla de aluminio cuando las piernas de su pupila afilaban el hielo ofreciendo un espectáculo sin precedentes en la pista de la vieja estación. La miraba como a una extraña, limitándose a contemplar la calidez de ese vestido tan familiar.   La patinadora saludó con gracilidad convocando el apoteósico aplauso en derredor suya, y abrió los ojos.
LA MALETA
Autor: javier castillo esteban  434 Lecturas
Sentí que volaba, que nada me haría daño. No necesitaba dormir porque el tiempo que transcurría en estado de coma, lo perdía en imaginarme contigo, cogidos de la mano, elevándonos más allá de donde podíamos tener fe. La prueba de un amor que era tan obvio como las ganas de besarnos, pero tan tímido que hacía gracia. La suavidad de tus labios no fue comparable a cualquier otro contacto con lo divino. Así, los caminos inciertos que nos encontraron fueron siempre resultado de nuestros deseos latentes, por tanto libres y no condicionados a tener que fingir.

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